.header .widget { text-align:center;} .header img {margin:0 auto;}

27 dic 2023

La señora Harris en Nueva York (Sra. Harris, #2). Paul Gallico

5 comentarios:

 «—Si de mí dependiera —declaró—, erigiría una estatua en plaza pública a las mujeres como ellas, porque son las verdaderas heroínas de la vida. Cumplen con sus obligaciones día sí y día también, luchan por salir de la pobreza, de la soledad, de las carencias, para sobrevivir y mantener a su familia, pero no pierden la capacidad de reír, de sonreír, de encontrar un rato para entregarse a las ensoñaciones»

La señora Harris en Nueva York, Paul Gallico
La señora Harris en Nueva York es el segundo libro de la serie iniciada por Paul Gallico (Nueva York, 1897 - Mónaco, 1976) en 1958 con Flores para la señora Harris. Ada Harris, el personaje central, es una mujer de la limpieza por horas que atiende en Londres a una variopinta serie de señoras y señores. He de confesar antes de proseguir que busqué este primer título por haberlo visto recomendado en algunos blogs y por parecerme idóneo para dar colofón al Reto 'Autores de la A a la Z' del que sólo me faltaba por rellenar la letra G. Pero su presencia en bibliotecas próximas a mi casa era escasísima, no así el que reseño en esta entrada que aparecía en muchas y además con varios ejemplares en todas ellas. Dada la proximidad del final de año y la necesidad de realizar la lectura y su reseña antes del día de San Silvestre, opté por leer esta segunda entrega de la serie que Paul Gallico publicó en 1960.

 Ya en una nota inicial el editor avisa a los lectores de que La señora Harris en Nueva York es secuela de Flores para la señora Harris. Así que no se puede llamar a engaño el lector cuando se realizan múltiples referencias en el texto al viaje a París que Ada Harris realiza en la primera de la serie para hacer realidad el capricho que tiene de hacerse con un vestido de Christian Dior. Las alusiones, comparaciones y diferencias entre el desplazamiento a uno y otro país son constantes a lo largo de la novela que he leído. 

En esta entrega la protagonista junto a su amiga y vecina Violet Butterfield se desplaza a Nueva York aprovechando la oferta que le hacen los Schreiber a cuya casa acude a limpiar algunos días de la semana. John Schreiber ha sido nombrado director de una importante compañía cinematográfica y es en Nueva York donde debe desarrollar su trabajo. Ada Harris accede a seguirlos siempre que acepten como cocinera a su inseparable vecina londinense. El motivo esencial que impulsa a estas dos maduras mujeres para lanzarse a tal aventura es el deseo que albergan de salvar a un niño, Henry Brown, de las garras de los Gusset, vecinos suyos que quedaron al cuidado del pequeño cuando la madre de éste se lo encomendó; tras dejar de dar la madre de Henry señales de vida y de mandar dinero para la manutención del chico, los Gusset e hijos -nada menos que cinco- lo maltratan y escarnecen de manera habitual. Las señoras Harris y Butterfield sufren por ello, no pueden consentirlo, y urden la manera de salvarlo.

La novela se lee de un tirón, no ofrece dificultad ninguna. Es una obra que yo englobaría dentro de la narrativa feelgood. Efectivamente, todo en ella es amable, los problemas se solucionan estupendamente, el amor desprendido hacia los demás y la amistad están siempre presentes y, naturalmente, el final es feliz. No se puede decir mucho del libro para no desvelar momentos hilarantes sobresalientes. En mi opinión lo que más interés tiene en la novela es la comparativa que Paul Gallico, estadounidense y periodista deportivo hasta que se consagró definitivamente a la creación literaria, realiza entre la manera de vivir y sentir en England y en USA. Esta diferencia (pragmatismo norteamericano vs idealismo británico, finura y delicadeza de los ingleses ves rudeza y zafiedad de los norteamericanos) me ha recordado la que desde siempre muchos autores estadounidenses de los inicios del siglo XX, como por ejemplo Henry James, expresaron en sus libros. Aunque ya no estamos ante la admiración sin reservas por lo culto europeo frente a lo prosaico americano de Las bostonianas o Los embajadores de James, sí que, al menos, lo londinense queda por encima de lo neoyorquino. La velocidad, el individualismo, el tráfago de Nueva York queda opacado en el interior de las dos protagonistas por la tranquilidad, sentido de buena vecindad y amistad existentes en Batersea, su barrio londinense.
«Los rascacielos altos y brillantes de Nueva York invitaban a mirar al cielo; el bullicio, el ajetreo y el estruendo del tráfico incesante, los atestados valles entre los edificios montañosos excitaban y estimulaban los nervios, aceleraban el pulso; las tiendas y los teatros gloriosos, las maravillas de los supermercados, todo aquello procuraba a la señora Harris una emoción sin límites [...] 
pero ellas añoraban el ritmo más pausado y más suave de la gran urbe gris y extensa en la que habían nacido y crecido
Hay en la novela todo lo amable que siempre hay en un producto feelgood: Humor (la señora Butterfield confunde términos de manera graciosísima, se emociona y pone nerviosa por nada..), amor (en especial ese inicio que parece prometer para una tercera entrega de la serie entre John Baiswater, chófer del embajador de Francia en Washington, y la propia señora Harris), el lujo y buen nivel de vida que deja fuera de toda la trama prácticamente cualquier atisbo de injusticia social o cosa parecida. Y digo prácticamente porque, aunque en el maniqueísmo propio de este tipo de narraciones aparecen seres deleznables u odiosos como los Gusset o el cantante de hillbilly, Kentucky Clairbone hombre vanidoso, superficial, egoísta, egocéntrico, vulgar, grosero, aburrido y zafio»), un blanco del sur que odia a los negros y casi más a los extranjeros, principalmente si son ingleses, sin embargo pronto este sinsabor es oscurecido por la bondad e inteligencia del resto de personajes: el niño Henry Brown, los Schreiber, el Marqués Hypolite de Chassagne, embajador francés en USA, su chófer John Bayswater, etc.

Serie de novelas Señora Harris
Por último quisiera destacar el homenaje que hace Paul Gallico en La señora Harris en Nueva York a su ciudad de nacimiento. El recorrido en coche por las calles y avenidas neoyorquinas o el trayecto en barco por Staten Island y la desembocadura del río Hudson, está cargado de orgullo y admiración a la ciudad y estilo de vida de sus habitantes:
«Ella aceptó entusiasmada [la invitación del capitán del barco remolcador a subir en él]; pasó por debajo de los grandes puentes del East River, por delante de los edificios de muros de cristal de las Naciones Unidas, y contempló con asombro el arco triple del puente de Triborongh; de ahí pasaron al Hudson y avanzaron por el lado de Jersey, atravesaron el puente de George Washington y gozaron del privilegio de contemplar la vista insuperable de los rascacielos del centro de la ciudad [...]»
Tras estas gratificantes experiencias el punto de vista de la señora Harris sobre los norteamericanos irá cambiando según pasan las páginas de la novela. Así, tras en muchos momentos haber destacado la zafiedad de los mismos, ahora por contra los ve como «personas cordiales, simpáticas, cariñosas, generosas y hospitalarias [...] en la calle iban con muchísima prisa [...] pero en la casa eran amables, comprensivos y muy desprendidos, y anfitriones especialmente generosos cuando se enteraban de que Ada era extranjera y británica».
_________________________
Nota:
La Señora Harris en Nueva York participa en los Retos "Autores de la A a la Z" y en el de "Nos gustan los clásicos"


22 dic 2023

Lo mejor de 2023 (libros, pelis, espectáculos)

21 comentarios:
Como llevo haciendo en el blog desde 2015, quiero también este año realizar, de entre la Literatura leída, el Cine visionado y  el Teatro asistido, mi particular ránking. E igual que los años pasados doy un color a cada una de las tres categorías que señalo en el título: Lecturas, Películas y Espectáculos. Vamos allá.

Lecturas
De entre los cerca de sesenta títulos leídos durante 2023 seleccionar cinco de autores extranjeros, o mejor, de autores que escriben en lengua no española, y otros cinco de libros escritos en español no es tarea sencilla. Nada más realizar la elección y confeccionar el collage de portadas para colgar en la entrada caigo en la cuenta de que debería también haber colocado otros títulos de igual e incluso mayor calidad como "Quebrada" de Mariana Travacio"Fabulosas narraciones por historias" de Antonio Orejudo"Tuya" de Claudia Piñeiro en el apartado de escritos en español o "Los amigos del crimen perfecto" de Andrés Trapiello; y entre los de literatura extranjera naturalmente "El retrato de casada" de Maggie O'Farrell, "Desesperación" de Vladimir Nabokov o, también naturalmente ¡por Dios!, "El corazón de las tinieblas" de Joseph Conrad. Y es que he de decir que la mayor parte de lo que ha pasado por mis manos y que reseño en el blog más o menos me ha gustado. Antes de elegir una lectura procuro informarme para no errar ¿Coincido en algún título con vosotros?


Autores que escriben en español




✔  "Las ninfas" de Francisco Umbral  


✔  "Islandia 2004" de Ezequías Blanco


✔  "Mira a esa chica" de Cristina Araujo


✔  
"Como si existiese el perdón" de Mariana Travacio


✔  "Montevideo" de Enrique Vila Matas




Autores de lengua extranjera



✔  "Juego y distracción" de James Salter 


✔  "El lamento de Portnoy" de Philip Roth


✔  "Claus y Lucas" de Agota Kristof

✔  "Largo domingo de noviazgo" de Sébastien Japrisot


 ✔  "El desierto de los tártaros" de Dino Buzzati



Películas
"Close" de Lukas Dhont, "Los Fabelman" de Steven Spielberg, "Oppenheimerde Christopher Nola, y por último "The son" de Florian Zeller.


Os diré que aunque mi selección es de sólo cuatro títulos, este 2023 que acaba ha sido un año en el que he visto mucho cine, la mayoría de títulos en streaming a través de plataformas. De las cuatro que he seleccionado tres vi en casa y una (Oppenheimer) en sala; pese a esto, no me cansaré de decir que el lugar donde el cine se convierte en auténtico Cine es en sala oscura dotada de una gran pantalla y un sonido espectacular.


Teatro y Espectáculos 
Este año que finaliza no he ido mucho al teatro, la verdad sea dicha. Y no será porque no haya habido buenas obras en cartel. No, la verdad es que el motivo ha sido de índole personal, en especial las gratas obligaciones familiares y otras actividades que también me resultan la mar de estimulantes: mi participación en el Taller del Bremen y en la tertulia Más que palabras son las principales. Con todo y con eso he visto alguna obra de teatro que me ha agradado como Canción del primer deseo de Andrew Bovell y Coraje de madre de George Tabori, ambas en el Teatro de la Abadía, un espacio que me encanta y que durante el año próximo si Dios quiere pienso seguir frecuentándo. En otro apartado de cosas, el de la música, de mi irregular pero muy gustosa asistencia a conciertos en el Auditorio Nacional, destacaría por ejemplo el que en abril de este año que finaliza tuve ocasión de escuchar a la Royal Philharmonic Orchestra bajo la dirección de Vasily Petrenko; la interpretación que hicieron de la Finlandia de Sibelius y del Romeo y Julieta de Prokofiev me encantó.  


 Canción del primer deseo de Andrew BovellCoraje de madre de George Tabori y la Royal Philharmonic Orchestra dirigida por Vasily Petrenko

----ooOoo----

Nota: Pinchando en los títulos resaltados en color se puede enlazar con la reseña hecha en el blog.


🎶🎼¡¡Os deseo unas muy Felices Fiestas!!🎼🎶





20 dic 2023

"Santiscal", novela escrita por Miguel Ramos

15 comentarios:
Arcos de la Frontera,Miguel Ramos, Torres editores
Se habla mucho de literatura juvenil. Es lugar común sacar a colación el término y constatar cómo libreros y editores  destacan y miman cada vez más la sección de literatura infantil y juvenil sacando de sus imprentas y colocando en sus expositores títulos y más títulos de esta categoría. Sin embargo la mayoría de esos títulos juveniles están escritos por adultos que sí, claro, como todos, ellos fueron niños y adolescentes en un momento de sus vidas, pero que cuando inventaron y dieron forma escrita a estas invenciones ya no lo eran.

Lo anterior viene a cuento de haberme encontrado en Santiscal con una novela claramente juvenil escrita además por un muchacho, niño aún cuando imaginó la historia y niño también cuando la llevó al papel. Este niño, Miguel Ramos, preadolescente a lo sumo en el momento de escritura, decidió poner por título a su historia Santiscal. Tal denominación llamó mi atención desde el principio. ¿Por qué Santiscal? Busqué en internet y encontré que el barrio de Santiscal donde los niños que protagonizan esta historia viven existe en realidad. Se trata de una urbanización de Arcos de la Frontera (Cádiz). Allí, en Arcos, nació Miguel Ramos en 2008; y allí en el Santiscal él, un niño con una imaginación desbordante, lector incansable de narrativa fantástica según se puede leer en la contraportada del libro, seguramente fantaseaba y construía historias como la que acabo de leer  
«Leía narrativa fantástica (Laura Gallego, J.K. Rowling, Brandon Sanderson, Geronimo Stilton, Cassandra Claire...) y de ahí surgió su necesidad de inventar mundo»
Pero antes de nada, ¿de qué va Santiscal, la novela? Va de lo siguiente:
La noche anterior al primer día de Instituto Miguel Estévez recibe una misiva en la que se le invita, al haber alcanzado ya la edad mínima necesaria, a formar parte de la banda del Santiscal. A partir de ese momento la dura y rutinaria vida de las clases (tareas y más tareas, pruebas escritas, dibujar y colorear para Naturales, redactar para Lengua...) puede Miguel sobrellevarla gracias a la luz salvadora que encuentra en las experiencias y aventuras vividas dentro del Santiscal. Miguel se enrola en la cohorte (grupo) I+D de los cinco en que la banda está organizada (Infantería, Fabricación, Espías, Artillería e I+D). Su cohorte investiga y proyecta artefactos y utensilios que sean de utilidad en la lucha contra los Tracios. Junto a Miguel están sus compañeros, miembros como él del nivel 1 de la organización: Abel, Santi, Rubén y Paula. Cada uno de ellos ha creado algún artilugio (bombas de humo de colores, una app que llaman Santapp, un reloj inteligente de nombre Santwatch.....). 
Miguel y Damián, su hermano mayor, tras cumplir escrupulosamente con sus obligaciones escolares participan en las actividades del Santiscal, casi siempre emboscadas y luchas con los chicos del barrio de los Tracios. Con una gran batalla final concluye la novela.

A lo dicho por el editor en la contraportada poco puedo añadir. Es seguro que cada uno de los autores citados ha dejado su huella en la novela. Particularmente yo, durante mi lectura, he creído escuchar lejanamente ecos de Los juegos del hambre de Suzanne Collins, si bien esta reminiscencia me llegaba vía la exitosa adaptación cinematográfica. También según pasaba las páginas de la novela y leía cómo su protagonista Miguel Estévez, alter ego del autor, se relacionaba con sus compañeros de la «banda del Santiscal», él y el resto de niños de la historia me han hecho recordar otras muchas novelas en las que los niños se agrupan, organizan y luchan contra o se defienden de algo: de adultos egoístas y martirizadores como el viejo señor Scrooge en Cuento de Navidad de Charles Dickens, de los bandos ruso y alemán que invaden su localidad en La guerra de los botones de Louis Pergaud, e incluso, aunque nada que ver verdaderamente con ésta, de la propia soledad en  El señor de las moscas de William Golding.

¿Pero en verdad Santiscal tiene algo que ver con estas evocaciones mías?  Pues no, absolutamente nada. En la novela de Miguel Ramos no hay atisbo alguno de la crueldad y/o violencia presentes en las citadas antes. Todo en Santiscal, incluso las peleas de «las cohortes de Santiscal» con «la banda de los Tracios», son amables y siempre incruentas. Quien lee la novela ve que un momento de la misma, hacia el final del relato, la lucha entre estas dos bandas de chiquillos alcanza mayor virulencia, pero rápidamente el lector percibe que la sangre no llegará al río dado que todos los daños se solucionan con unas tiritas y un poco de agua oxigenada. No podemos olvidar nunca durante la lectura que estamos ante la narración de un chico que en la novela plasma el mundo interior del niño de doce años o poco más que es. Y a esa edad se imagina mucho, se fantasea más, y todo -afortunadamente- es dulce, no hay mal que cien años dure, la blancura todo lo cubre. 

¿Algún peligro en el horizonte? Pocos, en verdad, aunque a Miguel Estévez le embarga un cierto temor. Intuye que una nube  negra, cada vez más próxima, se cierne sobre él y demás niños. Observa que  los compañeros, tanto del mundo real del Colegio al que asiste como los de «la banda del Santiscal» que él fantasea, a eso de los 16 años entran en la etapa del Empanamiento, o sea, en la edad de la tontería, en plena adolescencia, ese momento en que la fuerza imaginativa y fantasiosa, también a él se le irá en salir con amigos al parque, pasar horas mirando el móvil y perder el tiempo
«Manuel había mostrado los primeros síntomas del Empanamiento: lo habían visto con sus amigos comiendo pipas encaramados a un banco y con la mirada perdida en el móvil»

 La novela consta de 15 capítulos distribuidos en dos partes. La primera, iniciada con el comienzo del curso escolar, concluye con la llegada de las Navidades en el mundo real y con el descubrimiento en el plano fantástico de... [perdonad, pero no pienso decir el "qué" para así preservar el gusto lector]. En la segunda parte estamos ya en marzo en el plano real; en cuanto a la historia de fantasía ésta finaliza con una portentosa batalla entre las dos bandas. 

¿Qué cosas desde el punto de vista estilístico han llamado mi atención? Pues hay varias. Una de ellas es esa manera que tiene el narrador-autor de dirigirse al lector «Creo que, excepto a Israel, a los otros no los conocéis», nos interpela con inocencia y desparpajo en uno de los capítulos finales. Otra que me parece de sumo interés es la clara afiliación que la narración tiene con el mundo del cómic. Muy del estilo de los fanzines mangas es la pelea que sostiene Miguel con tres tracios, armados éstos con tirachinas de cuerno de unicornio; las volteretas, los saltos, los golpes dados por Miguel  con la daga a sus enemigos son típicos de la animación manga que, según leo en la contraportada del libro, Miguel, el autor, tanto leía. Pero también me he sentido dentro del  mundo del TBO más español cuando se lee el final de una noticia aparecida en el Telediario sobre la desarticulación de un botellón sin intervención policial alguna:

«Botellón desarticulado sin la intervención policial
Según algunos testigos fueron unas figuras encapuchadas quienes se enfrentaron a los escandalosos
[...]
La policía no sabe qué pensar de lo sucedido y bla, bla, bla...»

 Interesante me ha parecido esta inclusión en la narración de recuadros conteniendo, como en el anterior, noticias periodísticas, recuadros organizativos del Santiscal, cartelería variada, etc. Es recurso éste asimismo abundante en el mundo del cómic, que Ramos incorpora adecuadamente a su novela. 

Otra cuestión que me ha sorprendido agradablemente es, en un muchacho de la edad de Miguel, el vocabulario de que hace gala: 'matraz' (recipiente utilizado en los laboratorios de vidrio de cuerpo ancho en la base y una sección tubular abierta, más estrecha, en la parte superior), 'astil' (mango, ordinariamente de madera, que tienen las hachas, azadas, picos y otros instrumentos semejantes), 'shuriken' (arma blanca arrojadiza, similar a un proyectil, originaria del Japón medieval), y otros tantos términos más.

Por último en este aspecto de la forma me gustaría destacar el final del capítulo 15, que cierra la segunda parte y todo el libro. Es un capítulo que deja en suspenso un asunto que, como ocurre con el que cierra la primera parte, no debo revelar aquí. ¿Sugiere este cierre una continuación de la historia en una tercera parte o en una nueva novela? Quizás -¿por qué no?-  esa posible continuación de Santiscal era la que Miguel Ramos tenía entre manos cuando nos dejó y quedó inconclusa. Pero también -de nuevo, ¿por qué no?- pudiera ser que este final abierto sea la lógica consecuencia del pensamiento propio de los niños y preadolescentes, aún no inmersos en la etapa del Empanamiento, siempre dispuestos a fantasear, a proseguir en su imaginativo e incruento juego de luchas, peleas y aventuras sin fin. 

Para finalizar
Niños novelistas, autores de literatura infantil y juvenil
Miguel Ramos
, el autor, contrapone bien a las claras en esta novela el mundo de realidad del Instituto, con su obligación de clases y realización de tareas, y el mundo de fantasía al que se evade y en el que su disfrute es mayor.  

Tras leer con gusto su novela varias conclusiones parezco extraer. La primera es que este chico demuestra en esta obra magníficas aptitudes para la escritura que tanto le gustaba y practicaba. Seguro que con el tiempo, el estudio y la práctica los defectillos propios de la edad en el modo de redactar los habría pulido. Miguel Ramos en Santiscal demuestra que era un novelista en ciernes, del que eran esperables otros futuros trabajos más que interesantes.

¿Qué mensajes en mi opinión lanza Miguel en esta novela? Fundamentalmente tres:
  • Uno ya lo he señalado en esta reseña, el miedo al final de la etapa de la inocencia, a esa entrada en lo que él con gracia denomina «la etapa del Empane».
  • El segundo, muy relacionado con el anterior, es esa impresión que él y tantos otros niños como él tienen de que los adultos no se enteran de nada, de que los padres viven en otra galaxia mental y no tienen ni idea de lo que viven o piensan sus hijos. Tal lo expresa cuando, tras una gran batalla entre tracios y santiscalenses, él y el resto de niños vuelven a casa, la policía y los bomberos no hallan al llegar al lugar más que «humillo de colores y manchas de chamusquina» y los padres les dan de cenar sin inmutarse. 
  • El tercero y último gran mensaje pertenece al plano de la absoluta realidad. Miguel siente que los profesores del Instituto, inmisericordes ellos, imponen a los alumnos excesivas tareas. ¿Inmisericordes los profes? Sí, no, leyendo la novela se sabrá. Y junto a las tareas, en el plano de la realidad como casi una derivación de ellas, está el aburrimiento, alimentado a su vez por las obligaciones que las madres imponen (baño, comidas, orden...). Menos mal que los niños, al igual que Miguel, saben sortear la realidad zambulléndose en la fantasía al menos hasta que les llegue el temido e indeseado empanamiento.
__________________________
NOTA:
Si deseas adquirir el libro puedes hacerlo pinchando en la imagen del mismo que aparece al inicio de la reseña. Todo lo que se recaude por su venta irá a la asociación de cuidados paliativos pediátricos SISU



14 dic 2023

Vladimir Nabokov: Desesperación

7 comentarios:

«El mayor sueño del escritor consiste en convertir al lector en espectador; ¿lo consigue alguna vez? Los pálidos organismos de los héroes literarios que se alimentan bajo la supervisión del autor, se hinchan poco a poco con la sangre vital del lector; de modo que la genialidad del escritor consiste en otorgarles la facultad de adaptarse a esa —no muy apetitosa— comida y a medrar con ella»

"Lolita", novela haciéndose, surrealismo, literatura impresionista
Desesperación la escribe Vladimir Nabokov en Berlín en 1932. Pasados dos años «la revista de emigrados Sovremennye Zapiski, de París, publicó la novela por entregas a lo largo de 1934, y la editorial de emigrados Petropolis, de Berlín, publicó el libro en 1936.». Sin embargo la versión que acabo de leer es la que el autor bendijo en 1965 («lo satisfecho y emocionado que me habría sentido yo en 1935 si hubiese podido leer anticipadamente esta versión de 1965.»). Estamos, por fecha y calidad del texto, evidentemente ante un clásico de la literatura universal. Toda esta información que acabo de escribir la da el propio escritor ruso en el prólogo que hizo en Montreux a esa edición de 1965. 


¿De qué va la novela?
En Desesperación un hombre (Hermann Karlovich), de profesión chocolatero en proceso de seria e inminente ruina busca, para intentar escapar de ella o al menos paliarla, una solución. La misma se le presenta en un viaje a Praga donde se topa con un mendigo que, se le ocurre, bien podría ser su doble. Esta persona se llama Félix y con él inicia una serie de comunicaciones y encuentros que según avanza la narración el lector, en este caso, claro, yo mismo, dudará de si es algo real o simple producto de la fantasiosa imaginación de este industrial casado con Lydia una mujer a la que desprecia profundamente.

Junto a la peripecia de este hombre se desarrolla toda una muestra del quehacer literario. Estamos ante una novela haciéndose. El propio Hermann está redactando la novela que estamos leyendo y se la dirige a un editor -ese posible lector que nombra reiteradamente en acotaciones o digresiones que rompen el relato principal- quien así conocerá la "verdad" de lo sucedido. Pero la verdad, eso lo sabemos todos y más cuando nos acercamos a ella a través de una obra artística siempre es huidiza, evanescente. Esta parte de la novela, entreverada artísticamente con el resto del texto, es claramente metaliteraria y en ella percibimos la figura agigantada del autor, Vladimir Nabokov, ruso de nacimiento, escritor en esa lengua pero también en francés e inglés, y poseedor de un inmenso background literario. Dentro de este fondo de armario que posee y exhibe predominan los autores rusos, en especial Turguenev y Dostoievski, pero también Pushkin y varios otros más. De los franceses destacaría a Maupassant. Y, aunque no lo cite nunca por su nombre, la figura y el estilo de Frank Kafka sobrevuela por muchas páginas de esta novela que en algunos momentos me ha parecido ciertamente inmersa en el surrealismo.

En el prólogo, el mismísimo novelista hace referencia a su obra más conocida, "Lolita", aparecida diez años antes de esta edición de 1965 y que desde entonces había levantado un enorme revuelo en Europa y Estados Unidos. El motivo que le lleva a hacerlo es la semejanza por nombre y edad del protagonista masculino de una y otra novelas: Humbert, el de Lolita, y Hermann, el de Desesperación. Nos pide que no los confundamos, pero al tiempo incide en la importancia del psicologismo tanto en uno como en otro. 
«Hermann y Humbert son parecidos solamente en la medida en que puedan serlo dos dragones pintados por el mismo artista en diferentes períodos de su vida. Son un par de sinvergüenzas neuróticos, pero existe en el Paraíso una gran avenida verde por la que, una vez al año, al atardecer, se le permite pasear a Humbert; mas el Infierno no le concederá nunca la libertad condicional a Hermann.»
Asimismo se cura en salud y rechaza la adscripción que algunos críticos hacen de su Obra al inscribirla dentro del impresionismo literario: «los expertos en "escuelas" literarias deberían evitar el precipitarse en esta ocasión a repetir lo de "la influencia de los impresionistas alemanes": no sé alemán ni he leído jamás a los impresionistas, quienesquiera que sean.»

Es frecuente que los autores rechacen estas atribuciones a este o a aquel movimiento artístico. Es lo que revela esta protesta de Nabokov. Pero no deja de ser cierto que él mismo hizo lo propio en un buen número de ocasiones asignando a unos y otros escritores militancia en tal o cual corriente literaria. Y es que no podemos dejar de lado que el novelista ruso fue un consumado crítico literario, condición que cualquiera puede certificar leyendo alguna de sus tres principales obras de crítica: Curso de literatura europea, Curso de literatura rusa y/o Curso sobre El Quijote. Estos libros recogen las conferencias y lecciones que el autor de Desesperación impartió por aquí y por allá, aunque especialmente recogen los cursos de literatura que durante cerca de veinte años dio en las universidades de Wellesley y de Cornell, ambas norteamericanas, en Massachussets y Nueva York respectivamente. 

Quizás a mí esta muestra de conocimientos literarios y de buen saber hacer una obra escrita sea lo que más me ha agradado de esta novela, dejando claro que la anécdota del doble me ha satisfecho suficientemente. Pero, seguramente, mi condición de profesor de literatura durante muchos años ha hecho que haya prestado especial atención a estos para mí interesantísimos momentos metaliterarios esparcidos a lo largo y ancho de todo el relato:
  • «hermano de Ardalion, por tanto primo también de Lydia, que se llamaba Innocent, el cual, no sé por qué razón, fue ejecutado por el pelotón de fusilamiento muy poco después de nuestra partida. (Si he de ser franco, todo esto encajaría mucho mejor al comienzo del primer capítulo que al comienzo del tercero.)» Esta acotación metaliteraria es una manera de cortar el embeleso del lector en la anécdota. Tiene mucho de recurso propio del teatro épico que fundara Bertold Brecht.
  • «Una brevísima digresión de tipo literario: ese ritmo es por completo ajeno a las formas modernas de conversación, pero transmite especialmente bien mi épica calma, y la tensión dramática de la situación.». Así dice en un momento dado el narrador del relato consciente de lo inadecuado del estilo elegido respecto al que en ese momento se estilaba en las novelas.
  • «Pero ten paciencia conmigo, lector. El paseo que daremos a continuación será tu magnífico premio. Estas conversaciones con los lectores son también una bobada. Apartes escénicos.». Reflexiona a propósito de ese involucrar conversacionalmente al lector en el relato.
  • «¿Cómo podría empezar este capítulo? Les brindo unas cuantas variaciones, para que puedan ustedes elegir. La primera (que suele ser adoptada en las novelas donde la narración va siendo conducida por el autor real o ficticio) [...] Esta variación no me sirve, porque yo soy estrictamente sincero. De modo que podríamos pasar a la segunda variación, que consiste en dejar suelto de repente un nuevo personaje, lo que conduce a empezar el nuevo capítulo de la siguiente manera:
    Orlovius se sentía insatisfecho
    » [...]

He citado ya a algunos de los personajes que corretean por esta narración: el industrial chocolatero Hermann, su esposa Lydia, el sosias de Hermann llamado Félix, un artista pictórico llamado FerebrodovArdalion («ese primo suyo, Ardalion, que era pintor: un alma alegre, pero un pintor horrible»), Orlovius... Estos dos últimos cumplen una función interesante: el primero, Ardalion, es primo de Lydia, pintor como su amigo Ferebrodov, inclinado al alcohol y aunque no se diga directamente se deduce que mantiene una equívoca relación con su prima que sobrepasa la condición familiar entrando casi en una intimidad ciertamente ambigua. Por su parte, Orlovius, ese personaje que surge inopinadamente en la narración, no es otra cosa que un abogado o consejero legal de Hermann; y por último estaría el lector anónimo al que se dirige en muchas ocasiones. ¿Quién es ese lector? A lo largo del relato el lector real -ya lo he dicho antes-, o sea yo mismo, va variando de opinión sobre quién pueda ser: cualquiera que lea el relato, el propio autor, un juez o jurista que lea esta novela que sabemos que está escribiendo el propio Hermann... Ya hacia el final, el mismísimo Hermann nos aclarará que el susodicho lector no es otro que el editor al que dirige la novela que está escribiendo: un relato exculpatorio o confesional de lo que ha ocurrido entre él y su doble Félix, quien al final según parece tampoco era tan parecido a él. 

Quisiera cerrar este apartado sobre los personajes con una curiosidad. Desesperación fue llevada a la gran pantalla en 1978 por el director alemán Rainer Werner Fassbinder. En este film el actor que hace el papel del abogado Ortovius es Bernhard Wicki; precisamente este mismo Bernhard Wicki es quien en Los jardines de la memoria, la novela de Michel Quint [leer mi opinión sobre ella aquí] que he leído inmediatamente antes que ésta de Nabokov, dirige la película titulada El puente que  van a ver los personajes del libro y durante cuyo visionado el narrador conoce la verdad sobre su padre. Son meras curiosidades que nos suceden a los amantes de la lectura y de las películas, curiosidades que nos animan a seguir practicando ambas aficiones,

Pero sin duda alguna si algo, junto a la metaliteratura ya señalada, quiero destacar de esta novela de Vladimir Nabokov es el estilo, la depurada forma que practica en ella. El novelista maneja la literatura como nadie, realiza innovaciones sorprendentes para el momento en que la está escribiendo (la novela se escribe en 1932), hace ingeniosos juegos de palabras de gran efecto literario como cuando divagando sobre literatura detectivesca habla de Watson, el compañero de Sherlock Holmes, y dice que ese personaje era «el mismísimo cronista de esas historias criminales: el doctor Watson en persona; Watson, que, por así decirlo, sabía que era Whatson. Una tremenda sorpresa para el lector». Sorpresa, sí, como otras muchas que desgrana por la novela:

  • «El estaba escuchando, seguro. Yo le escuché escuchar. El me escuchó escucharle escuchando» (Juego de palabras)
  • «Tras haber echado la carta al buzón sentí lo mismo que probablemente siente una gruesa hoja de arce, teñida de púrpura y cruzada por venas rojas, durante su lento planear desde la rama hasta el arroyo.» (lenguaje poético)
  • «Se encuentran en mi poder otras dos cartas escritas en papel similar, pero todas las contestaciones han sido destruidas. Si todavía las tuviese, si tuviera, por ejemplo, esa tan idiota que, con despreocupación maravillosamente calculada, le mostré a Orlovius (para después destruirla, como todas las demás), podría adoptar ahora una técnica narrativa epistolar.» (humor metaliterario)
  • «Me volví otra vez y me tendí ahora boca arriba, y entonces, como a través de un cristal ahumado, vi sobre mí la extensión barnizada de un cielo azul negruzco, una faja de cielo rodeada por las formas arbóreas del ébano que iban empequeñeciéndose a ambos lados; pero cuando me tendí boca abajo vi correr a mis pies las piedras y el barro de un camino con briznas de heno, una rodera rebosante de agua de lluvia, y, en ese charco arrugado por el viento, el tembloroso travestí de mi cara; que, según pude notar conmocionado, carecía de ojos.» (surrealismo total, onirismo)

Para finalizar
Cine y Literatura, posmodernismo,
Temáticamente hablando, lo principal es el asunto del desdoblamiento, el cual no queda reducido a la posible existencia de un doble, de un semejante idéntico, algo desde luego bastante improbable, sino que la duplicación el escritor la lleva a todo lo que existe al tiempo que se burla, hace chanza del socialismo soviético que durante toda su existencia Nabokov tanto odió («En mi fantasía alcanzo a visualizar un nuevo mundo en el que todos los hombres se parecerán los unos a los otros, igual que Hermann y Félix; un mundo formado por Helixes y Fermanns; un mundo en el que el obrero que caiga muerto a los pies de su máquina será reemplazado inmediatamente por su doble perfecto, adornado con la serena sonrisa del socialismo perfecto.»). Y de ahí se desplaza hacia reflexiones filosóficas más existenciales en las que afirma la inexistencia de Dios en la vida y la nada a la que el ser vivo accede tras la muerte. Esto es tan así, afirma, que sólo la literatura -el arte en general- puede ser creadora de una realidad que perviva tras la desaparición, una literatura que por ello es muestra de amor («Literatura es Amor»)
«La fuerza del arte creativo es tal que incluso si el criminal fuera a entregarse en persona a la mañana siguiente, nadie le creería, pues la invención artística contiene un grado de verdad intrínseca mucho mayor que la realidad de la vida.»
Desesperación, una novela escrita en 1932, es un verdadero clásico de la literatura cargado de modernidad como demuestra esa novela haciéndose que es y que da una vuelta de tuerca al procedimiento al incidir y mostrar críticamente los procedimientos narrativos utilizados o que piensa utilizar. Es una novela que muestra bien a las claras el enorme conocimiento que Vladimir Nabokov tenía de  la cultura de su tiempo, especialmente de la rusa. Valga como comprobación sólo tener en cuenta que el inspirador del posmodernismo, el ruso Mijaíl Bajtín, está en esos años en plena efervescencia creadora en Rusia a través del denominado Círculo de Bajtín. Aunque Nabokov salió de la URSS junto a su familia en 1919 el hecho de haberse ésta instalado en Alemania en 1922 hizo que con 23 años él se interesase mucho por el grupo intelectual de Mijaíl Bajtín que trabajaba especialmente sobre filosofía alemana. Y todo esto se trasluce en Desesperación.
__________________________

Nota:
Con Desesperación de Vladimir Nabokov cumplimento la inicial N del reto Autores de la A a la Z y añado un título más al reto Nos gustan los clásicos.

11 dic 2023

Dos novelas cortas: 'Tuya' de Claudia Piñeiro, y 'Los jardines de la memoria' de Michel Quint (A pares XLI )

16 comentarios:
"Tuya" de Claudia Piñeiro

«Inés, del griego, "pura y casta". Ernesto, del germano, "luchador decidido a vencer". Laura, del latín, "la victoriosa".»
✔ «—Estoy embarazada, mi novio se borró, mi viejo y mi vieja no saben nada, mi viejo le mete los cuernos a mi vieja y se fue de viaje con la mina, mi vieja sabe todo lo de mi viejo pero se hace la boluda…»

Claudia Piñeiro, erotismo, suspense
Me ha gustado mucho esta novela corta de Claudia Piñeiro. Es un suspense estilo Psicosis de Hitchcock, película que precisamente utilizan los protagonistas de la novela como coartada para evitar ser acusados de un crimen.

En este tipo de libros de suspense es poco lo que cabe decir en una reseña, si no se quiere destrozar el disfrute lector. Sólo diré que los personajes son Ernesto Pereyra e Inés Pereyra, matrimonio 'felizmente' casado desde hace casi veinte años. Tienen una hija de 17, Laura (Lali), a la que Ernesto consiente en todo; con Inés, Lali se lleva peor, ya se sabe cómo son los adolescentes especialmente con el progenitor con el que coinciden en identidad sexual. Sí, Lali se lleva mal con Inés y ésta la ignora un poco. Los padres no saben la problemática que la chica está viviendo. Pero es que en esta familia hay muchos secretos; por ejemplo Inés ignoraba que su marido recibía notitas de una mujer que tras un corazón pintado con carmín sobre el que colocaba un «Te quiero» firmaba «Tuya». Este papel será el desencadenante de la investigación por parte de Inés de las actividades amatorias de su marido.

Una caída fortuita de la amante de Ernesto con resultado de muerte propiciará toda una serie de maniobras de Inés para evitar que Ernesto sea acusado del crimen, pese a no haberlo cometido.
Y no digo más del asunto. Lo demás es una magnífica manera de presentarlo. Los 39 capítulos de esta novelita de apenas 105 páginas son breves, pero muy variados e intensos. Los que tienen por personaje principal a Lali, la hija de los Pereyra, son rápidos, vivaces, con diálogos llenos de silencios y pocas palabras. Los que protagoniza Inés en primera persona son más reflexivos y contienen más recursos literarios como por ejemplo en uno de los finales un magnífico stream of consciousness (flujo de conciencia); en otros la autora coloca en contrapunto sin ningún espaciado identificador dos e incluso tres acciones distantes geográficamente aunque coincidentes temporalmente. Me ha parecido magnífica esta manera de proceder. Por último, de vez en cuando Claudia Piñeiro introduce algún capítulo escrito utilizando el lenguaje jurídico procedente en su mayor parte de la ciencia forense o de una toma declarativa por parte de un juez.

suspense argentino

Y en tan pocas páginas la novelista perfila unos personajes dotados todos ellos  de personalidades muy diferenciadas. Aplausos para esta argentina por esta novela, 'Tuya' aparecida en 2005, el mismo año que también publicó Las viudas de los jueves, novela que quiero leer pronto. Curiosamente, pero veo que no es casualidad, estos dos títulos, así como otro, Las grietas de Jara que leí con muchísimo gusto hace unos meses [tengo reseña hecha en este blog], tienen versión cinematográfica. He visto la basada en Las grietas de Jara y ahora mismo estoy viendo con mucha satisfacción en Netflix la serie Las viudas de los jueves, adaptación de la novela citada antes.

____________________________
'Los jardines de la memoria' de Michel Quint

«Bernd hizo un gesto, como excusándose:
—Augusto, con una peluca roja y una gran nariz...
—Yo soy profesor -dijo tu padre-. Así que los dos hacemos reír a los niños... ¿Y a qué debemos la gracia?
»


Michel Quint, novela corta
Los jardines de la memoria es una especie de cuento contemporáneo. Un niño siente vergüenza cuando su padre, sin ninguna compensación económica de por medio, se viste de payaso y acude a alguna fiesta familiar e incluso al colegio de niños donde desde hace tiempo imparte clase. Lucien, el narrador, cuenta cómo de niño no sabía donde meterse cuando veía a su padre obrar así. Le sorprendía que su madre no dijera nada en contra. Su sonrojo aumentaba en grados cuando ambos, padre y madre, lo llevaban  a él y a su hermana Françoise a dichas actuaciones. ¿Dónde meterse? ¡Qué vergüenza!

Desde la edad adulta que tiene el narrador cuando relata esta historia nos aclara cómo comprendió y disculpó este comportamiento paterno. Fue gracias a Gastón, amigo desde siempre de André, su padre. Gastón que está casado con Nicole le cuenta un día, tras haber visto El puente, película de Bernard Wicki, en una cafetería cómo ambos durante la Resistencia estuvieron a punto de ser fusilados por los alemanes por haber destrozado una estación eléctrica. El papel de un guardián boche llamado Bernd y de una mujer hicieron que estos partisanos no fuesen ajusticiados. En agradecimiento a Bernd, el payaso-soldado, André, maestro, hará de payaso de modo gratuito.

Si la novela Tuya de Claudia Piñeiro con sus 109 páginas es una novela breve, Los jardines de la memoria de Michel Quint con sus apenas 80 en una tipografía rellenita y con amplios márgenes, ¿qué nos parece? Pues la conclusión a la que se llega tras leer esta última es que la concisión y desnudez de la misma es la requerida para el propósito que el autor tiene: devolver a su abuelo y a su padre la honra que él pensaba que no tenían. Y para esto elige la vía directa y más corta; podría haber escrito una novela de más de 300 páginas, seguro que sí, pero sería otra cosa y no dejaría al lector con esta impresión fantástica, casi mágica, que logra transmitir con la brevedad.
Novelistas franceses actuales
«Mañana tendré en los ojos grandes ojeras subrayadas de negro y en las mejillas una plasta de falso cadáver. Intentaré, papá, ser aquellos cuyas risas se terminaron en los bosques de hayas, en los bosquecillos de abedules, allá, hacia el alba, y que tú trataste de resucitar. También intentaré ser tú, que nunca perdiste la memoria.»



4 dic 2023

Los amigos del crimen perfecto. Premio Nadal 2003. Andrés Trapiello.

15 comentarios:

«Los ACP [Amigos del Crimen Perfecto], a imitación del Detection Club que formaron Chesterton, D. L. Sayer, Agatha Christie, F. Willis, Crofts, Wade y otros, era un club de amantes de la novela policiaca, un grupo de personas a las que unía el amor del arte por el arte, el arte puro, el asesinato como una de las bellas artes, para decirlo con frase impar.»

Los amigos del crimen perfecto, Premio Nadal, Andrés Trapiello
Andrés Trapiello es un escritor que siempre me ha interesado. Lo conocí por sus artículos publicados en la sección cultural de periódicos y de revistas. Lo he leído a lo largo de los años con mucho agrado. Abordé la lectura de la para mí primera obra suya hará algo más de dos años y medio. Fue su ensayo de corte biográfico  e histórico titulado Madrid del que dejé testimonio en este mismo blog. Como todo lo suyo que hasta el momento había leído me gustó y así lo reflejo en la reseña que hice de la obra.  

No había abordado su novelística hasta este momento siendo ésta, Los amigos del crimen perfecto la primera novela suya que leo. Mirando la biografía literaria que coloqué en la entrada que dediqué en El blog de Juan Carlos a su ensayo Madrid observo que la misma fue su tercera incursión en el género. Antes de 2003, que fue cuando Los amigos del crimen perfecto se alzó con el Premio Nadal, Andrés Trapiello había publicado ya otras novelas: La tinta simpática, en 1988,  y  El gato encerrado, en 1990,  primer tomo éste de los diecisiete que hasta la fecha ha publicado del Salón de pasos perdidos, conjunto de diarios que ha subtitulado Una novela en marcha, publicados todos ellos en la editorial Pre-Textos. Al ser esta última más un tomo de un diario que una novela en el sentido habitualmente admitido, es El buque fantasma, aparecida en 1992, la considerada segunda novela suya, novela que fue galardonada ese mismo año con el Premio Internacional de novela Plaza y Janés. 
Tras Los amigos del crimen perfecto, en 2005, Andrés Trapiello, un enamorado de  Miguel de Cervantes y en especial de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, da a la imprenta Al morir don Quijote considerada por la  Fundación Juan Manuel Lara como la mejor novela de ese año editada en español. Cuatro años más tarde y también en la editorial Destino publica Los confines. Por último, en 2012, aparece  su novela Ayer no más, elegida mejor novela del año por los lectores del diario El País.

Como se ve por lo dicho hasta aquí, Trapiello es un periodista, articulista y ensayista que no hace ascos a la narrativa en el formato de novela. En mi opinión, tras haber leído la que protagoniza esta reseña, su manera de narrar tiene individualidad propia y distintiva, algo que no todos quienes proceden del periodismo logran. Pero entremos ya de una vez en ella.

Los amigos del crimen perfecto me ha gustado y sobre todo me ha entretenido. No digo que sea perfecta, desde luego que no. No sé, creo que hay algo en ella que no se ajusta a la perfección. Pero ya digo que es muy entretenida y especialmente realiza un diferente y muy sabroso recorrido por la novela policíaca española que luego derivará en negra, de esa novela clásica de detectives que corretean, piensan y resuelven siempre en localidades extranjeras (USA, Inglaterra, París...) hasta esa nueva novela española que en los años 80 salta de Chicago, Los Angeles y los docks de Dover a las calles de Madrid, Barcelona, Bilbao y otras localidades españolas.

Naturalmente todo lo anterior se envuelve en un delicioso celofán, el de la ACP (Amigos del Crimen Perfecto), tertulia que periódicamente se reúne en el Café Comercial de la madrileña glorieta de Bilbao, para debatir sobre novelas de aquí y de allá en las que haya un cadáver, una investigación, unas pruebas, unos sospechosos y unos culpables con pruebas incriminatorias sólidas. Pero, se preguntan estos tertulianos, que entre ellos se llaman con nombres de autores y de personajes célebres de la literatura policíaca y detectivesca (Sam Spade, Nero Wolfe, Sherlock Holmes, Miles, Poe, Marlowe...), ¿existe el crimen perfecto? («El azar es el principio fundamental de todo Crimen Perfecto. El azar, algo en lo que la policía no cree nunca.»). 

Estos individuos, en una magistral mezcla entre lo real y lo ficticio, entre literatura y vida, viven en la realidad («Una cosa son las novelas, y otra la vida real. Lo sabes muy bien. Y en la vida real hemos de vivir todos a medias, con las cosas descacharradas. Ésa es la vida. A cambio tenemos nuestras pequeñas alegrías, nacen hijos, los vemos crecer, nos reímos con ellos. Esa felicidad es real. En las novelas las cosas malas pesan mucho, pero no tienen en cambio una sola cosa buena real.») pero se mutan en ficción en sus reuniones. Hay uno, Paco Cortés (Sam Spade), escribidor de relatos policíacos de kiosko, que sirve de nexo de unión entre ambos ámbitos. Con este personaje, en mi opinión, cumple Trapiello uno de los propósitos de este libro: homenajear a los autores de novelas tipo pulp fiction o hard boiled que hubo en España durante las décadas de los 50, 60 y 70 del siglo pasado. Me refiero a nombres como José Mallorquí, Francisco González Ledesma, E. Macho Quevedo, M. Guasch, E. Riambau, y otros más [en una ya muy lejana entrada en el blog, que desde aquí os animo a leer, toqué este tema que siempre me ha resultado fascinante], que engrosaron la, durante bastantes años, considerada sub-literatura de kiosko. Al igual que ellos, el protagonista de la novela, autor de más de 30 títulos, utiliza seudónimos diversos:
«Tenía muchos otros seudónimos donde elegir: Fred Madisson, Thomas S. Callway, Edward Ferguson, Peter O'Connor, Mathew Al Jefferson, Ed Marvin Jr. y una docena más que utilizaba caprichosamente.»
Con el advenimiento de la Democracia  estos autores fueron reivindicados, los que aún vivían salieron de su, hasta ese momento, forzado anonimato y realizaron lo que en este libro se muestra: la conversión de esa literatura vergonzante y menospreciada en novela policíaca española y más tarde en la novela negra española actual que de tanto prestigio y buena salud goza actualmente. Esta transformación la personifica el autor en la figura del protagonista y alma de la ACP, Paco Cortés, quien en un momento dado, ya como gestor de la editorial donde hasta entonces había publicado sus relatos, decide hacer en su propia persona y también en el terreno de la novela policíaca española de kiosko una reconversión paralela a la que en la industria y tantos otros aspectos estaba experimentando España: 
«—Se le ha ocurrido una idea que considera una genialidad: plagiar nuestras propias novelas. Todos le miraron con expresión de sorpresa. 
 —Hay que ambientar las novelas en España. Es lo que se estila ahora. El público está cansado de que los crímenes ocurran a tres mil kilómetros de aquí. No valoran el que sean o no perfectos, sino que se huela o no la sangre, y cuanto más próxima esté la sangre, mejor, y cuanto más familiar, mejor todavía.»
Por lógica, derivado de este entreveramiento literatura-vida, uno de los componentes destacables en Los amigos del crimen perfecto es la metaliteratura. Se habla mucho aquí de literatura, como por otra parte es natural en una tertulia de amigos amantes del género policíaco. Un género éste que en esos años finales de la dictadura e iniciales de la democracia (la historia temporalmente pivota sobre el asalto al Congreso de los Diputados el 23 de febrero de 1981) comparte con el de la novela rosa o sentimental, también de kiosko, muchos elementos, por ejemplo el de la obligada ausencia de crítica social:
«A las lectoras les gusta que las mujeres sean jóvenes, guapas y pobres y los hombres canallas, guapos y ricos. Las guapas son un poco tontas y las buenas son menos guapas, pero más decentes. Las guapas, golfas y las feas, en cambio, muy buenas madres, novias y hermanas. Lo de los hombres no tiene variación: siempre egoístas y depredadores de su virtud. Usted me entiende. Las guapas acaban pasándose de tontas y las listas acaban siendo un poco más guapas. ¿Me sigue usted? ¿Qué porquería es esa de que la protagonista se enamore ahora de un cura obrero?»
Tercera España,
Si todo lo expuesto hasta aquí revela elementos que me han agradado de esta novela, he de decir que la manera que tiene Andrés Trapiello de presentarlos también me ha satisfecho mucho. El novelista muestra su dominio de la lengua a través de un vocabulario extenso y muy preciso. Según leía he ido tomando nota de muchos de los términos que el escritor emplea y la lista ha resultado muy extensa. Son palabras como mechinal ('habitación muy pequeña y reducida'), se azorró (‘se avergonzó’), tillado (‘suelo de tablas’), contumelia (‘Oprobio, injuria u ofensa hecha a alguien’), caduceo (‘vara cilíndrica rodeada por dos serpientes, símbolo del dios romano Mercurio y hoy símbolo del comercio’), cenceño (‘Enjuto, delgado’), barzoneando (‘Andar vagando y sin destino’), trapaza (‘Artificio, engaño’), cerusa (‘Carbonato de plomo’), lampiones (‘Faroles de alumbrar’), corchete (‘Agente de justicia que se encargaba de coger al delincuente’),  mirotear (neologismo construido a imitación de ‘corretear’ o ‘besuquear’ para marcar la acción frecuente o repetitiva de ‘mirar’), etc, etc. 

Un dominio del vocabulario del que dan muestra también largas enumeraciones que utiliza en ocasiones:
  • «cuántos asesinos, malhechores, barbianes, belitres, malsines, rufianes, bergantes, granujas, truhanes, bribones y bellacos» 
  • «Había allí pistoletes, cachorrillos, pistolas de duelo, de avispero, colts, revólveres de lo más variado, ordenados por épocas, por tamaños, por filigrana, en roseta, con los cañones apuntando al centro, en espiga, en ringlero, en escala…»
Y todo esto parodiando con acierto el estilo de las novelas baratas, hardboiled o de kiosko:
«Cuando aquel beso terminó, Hanna, sin soltar sus manos, le condujo al dormitorio, no sin antes soplar sobre la llama de la vela. En el momento en que se apagó, apareció en el balcón el sortilegio de todas las estrellas, y la luna extendió, como una alfombra, el misterio de su sudario.»
Una parodia que, como ya he dejado dicho, llega a colonizar su propia vida -la de Paco Cortés, se entiende; aunque quizás trascienda a la del propio escritor, asunto para debatir en tertulia a semejanza de la que los ACP realizan en el Café Comercial- convertida, al expresarse así, en prácticamente elemento novelesco: 
  • «Sí, le dolía la garganta. En una novela él hubiera tachado las palabras dolor-de-garganta con unas equis, y habría dejado de dolerle. En una novela habría suprimido el pasaje donde el jarrón se rompía, y el jarrón seguiría incólume.»
  • «¿Qué había querido Dora decir con aquel beso? Le gustó aquel beso por lo que tenía de novelesco. Le gustaba mucho la vida cuando se parecía en algo por lo menos a una novela de las suyas.» 
Tampoco hay que olvidar la buena dosis de humor en que Andrés Trapiello envuelve su narración. Es un humor inteligente, nada chocarrero, que incide y demuestra siempre el buen talante del autor y su inmenso conocimiento literario. Una sabiduría literaria que aparece esparcida en Los amigos del crimen perfecto de una manera natural, nada impostada:
  • «Modesto acudió a las diez de la mañana siguiente a la calle San Francisco de Sales, tal y como el inspector le indicó. Ésa era la hora en la que se incorporaba el comisario jefe, encargado del caso, un tal don Ángel de Buen, que llegó, en efecto, a las once y media.» 
  • «—Apuesto tres párolis a que esos polis no sacan nada en claro —dijo Marlowe, que no sabía exactamente lo que era un pároli, pero se había quedado con la expresión desde que la leyó en una pésima traducción de una novela de Dürrenmatt.»
Para concluir
La acción de la novela está situada en los años 80, concretamente el 23 F de 1981 tiene -ya lo he dicho en algún momento de esta reseña- un papel cenital. A partir de esta fecha central la acción discurre hacia adelante durante dos o tres años. Esta linealidad temporal se rompe con múltiples vueltas atrás dado que todos los personajes tienen pasado. Asistimos a la vida de muchos de estos personajes. En la novela evolucionan los mismos de su entidad novelesca (Milagros es Miles, Paco Cortés es Sam Spade, Modesto Ortega es Perry Mason, Lolita Chamizo es Mike Dolan, el hijo del relojero de la calle Postas es Marlowe, el policía de la comisaría de la calle La Luna es Maigret, el doctor Agudo es Sherlock Holmes, el estudiante es Poe, el dueño de un restaurante de nombre auténtico Antonio Sobrado es Nero Wolfe...) a la real cuando la evidencia de la vida se les impone tal y como Paco en un momento dado le dice a Dora, su mujer («tenemos que vivir en la vida, no en una novela. Para vivir precisamos no lo ficticio, sino lo necesario.»)

Tertulias literarias,Cafés literarios madrileños
Los tertulianos -la vida y la evolución en el tiempo de una tertulia también me ha resultado interesante- discurren mucho sobre la posibilidad en la novela de un crimen perfecto. La novela transita desde la ficción hacia la realidad y ésta se intenta explicar utilizando utensilios propios del mundo novelesco. ¿Es esto factible? y lo que es más importante, ¿existe el crimen perfecto? ¿En la realidad sí y en la novela no? ¿O será más bien al revés? 

Además de todo lo anterior diré que Los amigos del crimen perfecto de Andrés Trapiello me ha interesado mucho por ser un elogio de la novela policíaca clásica, de la gran novela detectivesca. El diálogo que mantienen en un momento del relato Antonio Sobrado (Nero Wolfe) y Francisco Cortés (Sam Spade) es toda una lección sobre dicha novelística:
«—¿Qué novelas te gustan a ti?
—¿De las grandes? —preguntó Cortés.
Nero Wolfe comprendió que estaba en efecto delante de un experto.
—¿A qué llamas tú grandes? 
—Lo siento —se disculpó el recién estrenado novelista—. Me refería a los clásicos, ya sabes Malet, McCoy, William Irish… 
—Yo creía que los grandes eran Doyle, la Christie, Simenon. 
—Ésos son los clásicos. 
—De acuerdo —empezó a decir Antonio Sobrado—. De los tuyos me gusta, de McCoy, Di adiós al mañana, y de Irish, La novia iba de negro.Y de los míos El regreso de Sherlock Holmes, de sir Arthur, El hombre que oyó pasar trenes toda la noche, de Simenon, y de La Dama, El asesinato de Roger Ackroyd, quizá los Diez negritos, no sabría con cuál quedarme.
—No está mal —dijo el novelista—. Pero ¿conoces El misterio de la habitación amarilla de Gaston Lerroux, Lord Peter y el desconocido de Dorothy Sayers, El asunto Benson de Van Dine, El problema del telegrafista de Dickson Carr o El misterio del sombrero de seda de Ellery Queen? Las que tú has dicho son novelas de sobresaliente. Éstas son de magna cum laude, y son clásicas.»