✔ «¿Y qué son estas cosas: el teatro, la poesía? Ilusiones, juguetes. No hace falta una bomba para destrozarlos. Sólo nos dicen lo que está en nuestro corazón. Sólo son espejos de nuestra alma perdida y deshonrada.»
✔«¡El momento en que comienza la representación! Ese momento mágico en que las luces se apagan y el telón tiembla; cuando lo fingido, lo ficticio, se convierte en lo real, y los espectadores, en sus filas oscuras, se convierten en fantasmas. Ese momento en que las cosas cobran vida.»
En el momento en que se inicia el relato él es un estudioso humanista becado en una universidad inglesa en la que su jefe es un tal Potter al que Bill le ha mostrado unos cuadernos de un tal Matthew Pearson que han llegado hasta sus manos por vía familiar, siguiendo una ruta que en ese instante estamos aún por dilucidar. Luego, algo más tarde, conocemos que iban dentro del legado que su madre Silvia, cuando falleció le hizo llegar.
A partir de aquí, Bill irá mezclando en la novela que está escribiendo -precisamente la que tenemos ante nuestros ojos- estos cuadernos, una especie de Diario, con su peripecia personal: hijo de un militar, que en 1946 se suicidó, y de Sylvie, una mujer actriz muy disfrutona de la vida, que al año o poco más de enviudar se casa con Sam, casi veinte años más joven que ella, de procedencia norteamericana y relacionado con la novedosa industria del plástico. Las relaciones entre Bill y su padrastro de quien procede su apellido no serán muy buenas y en un encuentro en París éste revelará a Bill el auténtico motivo por el que su padre se pegó un tiro.
«París me inculcó primero la idea de que el más elevado objetivo de la civilización es la perfección de lo inútil: bailarinas, charlas de café, óperas de Puccini, sonetos isabelinos, ropa interior de seda, perfumerie, pâtisserie, arañas, el murmullo mágico del momento en que se apagan las luces en una sala.»En cuanto a la historia de Matthew Pearce, esta es interesante por demás. Transcurre en el siglo XIX: el personaje es un agrimensor que tuvo mucha importancia en el desarrollo del primero o uno de los primeros ferrocarriles ingleses; es un científico, un racionalista, aficionado a la paleontología. Matthew conocerá a quien será su esposa, Elizabeth, hija de un pastor metodista, de una manera un tanto azarosa. Durante unos años todo les va bien. Pero surgirán disensiones irreconciliables entre ambos hombres -el pastor y Matthew- a raíz de la teoría del Origen de las especies de Charles Darwin. Elizabeth se pondrá de parte del padre y, por ello, Matthew abandonará el hogar. Es importante también la relación entre Matthew y su propio padre, John Pearce, al que cuidará con abnegación al final de sus días, a pesar del mal trato que éste, alcohólico, le da.
En la historia principal Bill es hijo de George Rawlinson: A raíz de esto en la novela se nos cuenta el origen de dicho apellido que se remonta nada menos que a Walter Raleigh, aventurero histórico que combatió a los españoles, que hizo dinero en América y que al final de sus días se dedicó a la poesía. Se mezcla con todo lo dicho hasta aquí la figura de Hamlet de Shakespeare y de los personajes de esta tragedia, utilizados por el autor como referentes de los comportamientos de no pocos actuantes de la novela. Esto último, unido a los paralelismos entre las distantes historias de Matthew y Bill, contribuye no poco a componer una historia complicada y confusa en ocasiones. La complicación viene dada especialmente por la caída del texto durante varias páginas en reflexiones filosóficas y teológicas muy acordes con el pensamiento del siglo XIX. Concretamente a mí me ha llevado la lectura de esta parte de Desde aquel día a recordar con frecuencia el pensamiento naturalista y trascendentalista propio del escritor, filósofo y poeta norteamericano del XIX Ralph Waldo Emerson que tuve ocasión de conocer leyendo su obra titulada "Naturaleza". Esta lectura volví a recrearla en mi memoria cuando poco después leí la novela de Luis Landero, "El huerto de Emerson". [pinchando en cada uno de estos dos títulos se puede acceder a la reseña que en su día hice en el blog].
Hay contenida en esta novela, la primera que he leído de este escritor inglés, Graham Swift, al que no tenía el gusto de conocer, mucha literatura. A la anterior referencia a Emerson, que acabo de señalar, se unen otras muchas referencias, evocaciones y/o intertextos literarios. El principal sin duda alguna es el de la tragedia de Shakespeare, Hamlet. Contribuye esta tragedia a la belleza, que sin duda existe en esta historia magníficamente contada, con metáforas alusivas a Hamlet en un claro paralelismo de la vida de Bill con la obra: él, Bill, sería Hamlet; su padre muerto, George Rawlinson, el espíritu de Hamlet; Sam, Polonio, asesino del padre; Sylvia, la reina que se casa con el asesino; Ruth, esposa de Bill, sería Ofelia; y las aguas en las que ésta perece las transforma en las cuartillas y papeles que Bill Undwin está escribiendo (¡¡este libro!!) y en los papeles de Pearce. Complicado, sin duda, pero cuando se logra desentrañar, el disfrute del lector y su valoración del mérito del novelista crecen exponencialmente.
Es precisamente la paleontología el motivo que el autor utiliza para que el narrador pase a contar la historia del agrimensor inglés. Estando Bill embebido en la lectura de los papeles de Pearce, no acude en auxilio de Katherine, esposa de Michael Potter, su profesor jefe, cuando ésta se quiebra el tobillo buscando fósiles en la playa de Lyme Regis. Este nodo en ambas historias principales le sirve al narrador para, de modo muy propio del Cine, pasar a contar la historia sobre Matthew Pearce (1819-1869). El eslabón que Graham Swift utiliza para hacerlo es, además del de la mujer en la playa, el del hallazgo del ictiosaurio por el propio Pearce. La presentación que hace de este personaje mediante una descripción dinámica es cinematográfica por demás. La noche de juerga que vive Matthew junto a su joven compañero de viaje, poco antes de embarcar rumbo a América, y su reflexión, borracho, frente a la ventana del cuarto que ocupa en su posada es muy shakespeariano: "No somos quienes creemos ser, sólo somos personajes en una eterna y amoral mascarada...".
«Amor romántico. Amor romántico. El primer beso nervioso en una noche húmeda, dentro de un taxi, a la Chica Número Tres. El último, al romper el alba, a la Reina de Egipto. "Ahora presume, muerte, tienes en tu poder una chica sin par".»
En definitiva, Desde aquel día es una novela que me ha satisfecho, que me ha gustado y que, sí, también he de decirlo, me ha supuesto esfuerzo en algún momento. Quizás sea por ello una novela que en mi opinión pretende mucho más de lo que alcanza y que en ocasiones se pierde en meandros de confusas reflexiones cuando al final vemos que la historia bien podría reducirse a una serie de duelos por la muerte de seres queridos, de personas amadas, y al deseo de trascender la finitud de la vida.