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18 jul 2024

Francisco José Sánchez Muniz: "Cuentos del Espejo de Agua"

14 comentarios:

«El libro paró su escritura y se cerró suavemente al ritmo que la claridad irrumpía en la mañana al amanecer. El lector, que había envejecido, […], estaba ahora radiante. Zoraida y sus criadas lloraban de emoción. En la cara del lector se abrió una sonrisa. La princesa se acercó a él y le cogió de la mano suavemente.»

Emulando al genial Miguel de Cervantes, aunque marcando las debidas, respetuosas y obligadas distancias con él, de Francisco José Sánchez Muniz (entre amigos, Paco) yo bien podría decir aquello de que Paco "ha cierto tiempo que es grande amigo mío" para proseguir confesando que es persona por demás afable, degustador de la buena cultura, hacedor de versos y narraciones, además de muy competente en lo suyo, o sea, especialmente en lo que toca a la nutrición y la salud cardiovascular. 

Yo que nada sé de nutrición, sí que puedo decir al menos, tras la lectura de los Cuentos del Espejo de Agua, que Paco es experto en lo que emocionalmente toca a la salud del corazón. Y es que, esto hay que decirlo desde el principio, los quince relatos que componen el volumen están llenos de amor: Amor a la literatura, amor a las narraciones mágicas y maravillosas, y amor humano hombre-mujer como el que se profesan los dos personajes principales de estos cuentos, Zoraida y el Lector del libro; un amor que van construyendo, recordando  y alimentando poco a poco, cuento a cuento, hasta sumergirse en las aguas del Espejo de Agua cuyas letras los habían enamorado.

La sensación que me invadía según iba leyendo estos relatos era la de adentrarme en la literatura propia de los cuentos mágicos y maravillosos. En efecto la cronología se pierde en ese «Érase que se era»  o «Érase una vez» con que principian buen número de los escritos que el Agua de Espejo va cincelando en las páginas del Libro azul celeste que el Lector lee a una audiencia que, noche tras noche, se congrega en torno al agua del foso del castillo-palacio donde se produce el milagro de la palabra. Estamos en un tiempo impreciso, que en mi imaginación se me antoja situado en esos siglos oscuros del alto medioevo en los que los grandes hacedores de cuentos vienen a ubicar la mayoría de sus historias. 

La sensación anterior se ve fortalecida por el romanticismo que impregna las narraciones contenidas en Cuentos del Espejo de Agua. Al decir romanticismo no sólo me refiero al sentimiento del amor que en mayor o menor medida, directa o transversalmente, cruza todos los relatos, sino a componentes románticos tan claros como la nocturnidad y el gusto por el terror, el miedo o la angustia que Paco pretende -y logra- reflejar en algunas de las historias. Tal sucede, por ejemplo, con la personificación dada a animales, objetos de la naturalezas y fenómenos atmosféricos que acaece en el titulado La bruma y el caballo; también en la analogía que en Día y noche se efectúa entre caballo y caballero y dama y yegua componiendo la quimera de un ser de seis patas. La plasticidad de la figura que se muestra remite con claridad a la intimidad amorosa. Es tal el poder mágico de la literatura, que los humanos que escuchan éste y otros cuentos vienen a confundir su realidad con la que se plasma en la ficción donde terror, prisión, lucha y amor se funden con la vida de Zoraida y del peregrino lector

Es una obra claramente de sensaciones, de emociones. Según paseaba por sus páginas he topado una y otra vez con un mundo sensorial lleno de sonidos y de colores, con una plasticidad que en literatura se logra fundamentalmente a través de la expresión poética. Y es que en Francisco José Sánchez Muniz anida un poeta. En él el estro pugna siempre por mostrarse, como se ve en este libro en multitud de expresiones de fuerte nervio poético («se acercó a ella, la cogió despacio por el taller y acercó su cara hasta que los ojos y sus bocas se fundieron llenándose de espumas de marea alta», en Sumergiéndose en el fondo del Espejo; «perdiendo la noche la soledad del silencio», en Una peregrinación diferente; «morir asaeteado por los cuernos de la luna o por el run-run de las estrellas titilantes», en La huida y el lago; «Infierno albo algo dantesco», en La bruma y el caballo); sin olvidar, claro, los poemas que se cuelan pertinentemente en algunos de los cuentos.

Francisco José Sánchez Muniz, Juan Carlos Galán, Paloma Celada, Antonio Bisquert
En la presentación del libro en el Centro Riojano de Madrid

Es evidente que Paco en esta colección de cuentos anidados entre sí por un hilo conductor, que inicia y concluye cada uno de los mismos (la lectura por el lector de los relatos que el Espejo de Agua escribe en ese libro de pastas azules cuando la noche comienza y que concluye con brusquedad al alba), tiene clara voluntad de estilo. Un estilo patente en la propia estructura anidada y en la variada manera de abordar los finales de los relatos: alguno, totalmente abierto; otros, inconclusos e incluso con doble final cual si de un ejercicio de taller literario se tratase. Un estilo a través del cual muestra, como ya he dicho, su gusto por la creación poética. También es evidente como rasgo de estilo el conocimiento que Francisco José exhibe del léxico de diferentes oficios (la 'gubia', el 'escoplo', el 'cepillo'... en El carpintero y el pájaro; la 'tanza', la 'carnada', la 'cofia', los 'rizos', el 'foque'...en El barco y el mayor tesoro). Y por último, dentro de lo propiamente estilístico hay que citar su inmenso amor por la literatura, la cual es homenajeada en referencias como la que realiza en El barco y el mayor tesoro, cuento en el que, así como en otros el escritor introduce partes en verso, en éste divide el relato en apartados bajo el epígrafe de las noches sucesivas durante las que el lector va leyendo el relato. La influencia y/u homenaje intertextual a obras o escritores clásicos es evidente:
  • «Segunda noche. Donde se relatan las aventuras que acontecieron a los tripulantes y marinos del barco después de una semana de viaje»
  • «Tercera noche. En la que se cuenta lo que aconteció al capitán y a los oficiales»
  • «esos hombres de la mar [en los que] existía mucha superstición y miedo y se contaban historias de mujeres bellas con cola de pez que, en las noches de luna nueva, cuando sólo hablaban las estrellas, hacían enloquecer con sus cantos y belleza a los hombres que el azar hacia caer en sus redes»
Para cerrar esta breve nota sobre el estilo de Francisco José Sánchez Muniz es obligado aludir a su condición de andaluz, onubense por más señas. Paco nació en donde el mar y los hombres que viven en su ribera soñaron e hicieron realidad el descubrimiento de otros mundos, otras gentes, otras historias... Su andalucismo es patente en la plasticidad, el colorismo, la magia, los sonidos, la sensualidad que habitan sus quince relatos. Dice el autor que hay en su obra una clara alusión a Las mil y una noches: «En un principio quise hacer algo que recordara a las mil y una noches, por eso, cuando y donde la luna está presente, un lector, noche tras noche, lee historias a una mujer que vive recordando su pasado». Efectivamente es así; y yo añadiría que además de esa evidencia también existe relación, en el modo de estructurar y anidar los relatos, con el clásico Decamerón boccacciano y con otros decamerones más actuales como el Decamerón del siglo XXI del Colectivo Literario Bremen en el que Francisco participa con varios relatos. 

Por último, y como sucede en los relatos contenidos en Cuentos del Espejo de Agua, el propio autor realiza sobre sí mismo una fusión entre lo real y lo ficticio. En el Proemio a estos cuentos leemos que, entre otras muchas fuentes de inspiración, dice el propio Francisco José Sánchez Muniz  «Cuentos del Espejo de Agua tiene su inspiración [...] sobre todo en un libro azul celeste grande con letras preciosas que recibiera de mi padre». Ese libro de su realidad vital lo transforma en el Libro azul celeste en el que el Agua escribe historias ficticias. Realidad y ficción, ficción y realidad, formando un ente único, como cuerpo y alma de un mismo ser. 

Si hubiera de elegir dos cuentos de entre los quince que forman el volumen (¡elección difícil, sin duda!) me inclinaría por los dos siguientes: "El peregrino" y "El candelabro". 
  • "El peregrino" me ha gustado por el ambiente frío, misterioso y el paisaje solitario de premonición de muerte en que se desarrolla. Todo esto y más se percibe en este cuento donde un peregrino y su fiel mastín se dirigen a una ermita. El camino es peligroso y misterioso. La arribada al destino, incierta. Nos movemos entre la certidumbre de una cosa y su contraria. La muerte, el descanso, el sueño... Todo ello se confunde armoniosamente en este cuento mágico.
  • "El Candelabro" es uno de los relatos que más se aproxima a los cuentos clásicos. Genios, seres maravillosos, Candelabro, espejo y cuadro de propiedades misteriosas siempre benefactoras si se cumplen condiciones establecidas. Amor paterno filial, hermano que aparece de manera mágica e inopinada, amor a raudales. Luna llena agosteña, éxito material en un bazar oriental... Como digo es un cuento en la más pura línea de lo mágico maravilloso.


El libro Cuentos del Espejo de Agua fue presentado el pasado día13 de junio en el Centro Riojano de Madrid. La sala en que tuvo lugar estuvo llena hasta los topes. Acompañó al autor en dicha presentación Margarita Arroyo, presidenta de AEFLA. 
La edición de Cuentos del Espejo de Agua está realizada por Ediciones Vitruvio, cuyo director Pablo Méndez también acompañó al escritor en la presentación. 
Es en la página web de la editorial donde se puede adquirir la obra. 


14 jul 2024

Maj Sjöwall y Per Wahlöö: "El policía que ríe". (A pares XLIII, 2ª 1/2)

9 comentarios:

Pues aquí que llega ya sin más demora la 2ª entrega de este A pares XLIII. Se ve que me he contagiado de las entregas de las series de las que forman parte tanto la novela de la reseña anterior como ésta. Dice Jonathan Franzen en un artículo que me ha gustado mucho sobre esta novela, y que recupero al final de esta reseña, que no todos los días vamos a leer a Faulkner o a Henry James. Hay días, prosigue el estadounidense, que estamos mal, que nos duele la cabeza, que no queremos pensar demasiado, que sólo queremos puro y sano entretenimiento. Pero, y esto ya lo añado yo, un entretenimiento de calidad, que al tiempo que deleita enseña, que hace que la panda de personajes que habita en esas páginas acaben siendo amigos de uno. Sí, esta pareja de suecos que escribieron la serie de Martin Beck a cuatro manos son unos auténticos artistas del noir, unos clásicos de la novela negra contemporánea y se merecen reseña diferenciada.

Maj Sjöwall y Per Wahlöö: "El policía que ríe"

«Suecia es mal país. Estocolmo es mala ciudad. No hay más que violencia, drogas, ladrones y alcohol. Nordin no dijo nada. En esto último coincidía en buena medida: —Un asco —dijo el suizo a modo de resumen—. Pero para un extranjero es fácil ganar dinero. Todo lo demás, una pena.»

Maj Sjöwall, Per Wahlöö, novela negra sueca
El policía que ríe
, cuarta novela de la serie del inspector Martin Beck creada por Maj Sjöwall y Per Wahlöö, es una muy entretenida historia que he leído con muchísimo gusto. Martín Beck y sus compañeros policías investigan durante los dos últimos meses de 1967 y las primeras semanas de 1968 una incomprensible matanza del conductor y los viajeros que ocupaban la planta inferior de un bus de dos pisos que a las once y media de una noche del mes de noviembre hacía su ruta habitual por Estocolmo. Para la resolución del crimen el inspector y sus colegas de profesión habrán de remontarse al asesinato de una prostituta portuguesa ocurrido quince años atrás. El caso de la portuguesa aparecida muerta y desnuda en una cuneta en 1952 quedó sin resolver entonces; quizás ahora su asesino, piensan en la comisaría de Martin Beck, tema que el caso se reabra; quizás ahí resida la clave para la resolución del caso. ¿Si? ¿No? Como en toda novela de intriga nada más cabe decir aquí para no romper la magia de su lectura.

Sí que se puede decir lo muy interesante que es el fondo histórico de esta narración donde aparece la guerra de Vietnam, el presidente norteamericano Lyndon B. Johnson, y las manifestaciones antibelicistas que en todo el mundo -también en Suecia, claro- se están produciendo durante esos años contra la barbarie de una guerra que duraba ya demasiado tiempo y que no tenía visos de finalizar próximamente. 

Aunque el suceso investigado sucede en noviembre su difícil resolución hace que nos metamos en plena época de Navidad. Por ello se cuelan en el relato no pocas tradiciones suecas propias de estas fechas: bebidas como el glögg o encontrar la almendra escondida en el arroz con leche, que se sirve obligadamente en el bufé navideño, son algunas de ellas; pero también la consumista costumbre del regalo -no exclusiva de Suecia, por cierto- que los autores critican abiertamente. Entre los regalos que recibe el protagonista de la novela se encuentra un tema musical de mucho éxito años atrás; su título 'El policía que ríe ' hace muchísima gracia a los hijos de Martin Beck, si bien a él no le hace ninguna, aunque como a un padre se le supone  soporta serio el regalo. ¿Para qué sirve esta anécdota sobre el mal carácter del inspector y la para él poco divertida vida familiar que lleva? Para esclarecer la matanza parece que para nada salvo por el hecho de que Charles Penrose el cómico disfrazado de policía que ríe y ríe mientras canta esta canción murió en 1952, precisamente el año en que esa prostituta portuguesa... Paree una anécdota menor, pero en ella está el germen de la resolución del caso; de ahí que los autores dieran a toda la novela el título de dicho tema musical.

Maj Sjöwall y Per Wahlöö son tenidos  por los creadores de la novela negra nórdica  contemporánea. Desde luego en ésta que comento y también en la que reseñé en el blog hace dos años, Roseanna, los autores radiografían la sociedad de su país. Las descripciones que realizan de Martin Beck y de sus compañeros de fatigas le sirven a Maj Sjöwall y Per Wahlöö para dar una imagen certera, profunda y crítica de Suecia durante esos años 60 del siglo XX: su amigo  Lennart Kollberg, los agentes de radiopatrulla   Kristiansson Kvant Kristiansson y Kvant eran de Escania y su instinto para ordenar las palabras dentro de la frase dejaba bastante que desear»), el memorioso, serio y metódico Fredrik Melander, los refuerzos llegados de fuera de Estocolmo (Månsson, de Malmö; Gunnar Ahlberg, de Motala), RönnLarsson Rönn, con su nariz roja, que era una medianía en todos los sentidos. O de Gunvald Larsson, capaz de aterrar a cualquiera con sus proporciones descomunales y su intensa mirada, y que además se sentía orgulloso de ello. O incluso de él mismo, el gangoso Martin Beck»), el forense Hjelm..., sin olvidar, naturalmente, al asesinado en la matanza del autobús Åke Stenström Åke Stenström, subinspector de la Brigada Nacional de Homicidios, uno de los colaboradores más jóvenes de Martin Beck»).

La visión que transmiten sobre su país, sobre Europa, sobre el mundo en último término no es positiva para nada. Para ellos el mundo salido de la segunda guerra mundial con la división en dos bloques antagónicos que se amenazan constantemente con exterminarse no les gusta. Ellos dos, militantes en el partido comunista sueco, no disfrutan con el país que les ha tocado en suerte (véase la cita inicial de esta reseña). Por eso todo lo referido en la novela al contexto social, e incluso geográfico o climatológico, es negativo. Jonathan Franzen, el autor de Libertad entre otros títulos, remarca que en El policía que ríe la pareja de escritores  no dicen sobre Suecia más que cosas negativas. Del artículo de Franzen extraigo el siguiente párrafo que suscribo plenamente:
«El tiempo era horrible», nos informan los autores en la primera página de El policía que ríe. E igual de horrible seguirá siendo durante toda la obra. El suelo de la jefatura de policía «aparecía cubierto de suciedad», y quienes lo ensuciaban estaban «empapados de sudor y lluvia». La acción de uno de los capítulos se desarrolla durante «un miércoles repulsivo». Otro comienza: «Lunes. Nieve. Viento. Un frío de todos los demonios». Y lo que vale para el tiempo vale también para la sociedad en general. La visión negativa que tienen Sjöwall y Wahlöö de la Suecia de posguerra, tema recurrente en todas sus novelas, alcanza extremos delirantes en El policía que ríe. El invierno sueco es indefectiblemente un asco, los periodistas suecos son indefectiblemente sensacionalistas y estúpidos, las caseras suecas son indefectiblemente racistas y codiciosas, las autoridades policiales suecas miran indefectiblemente por su propio interés, la clase alta sueca es indefectiblemente decadente o depravada, los manifestantes pacifistas suecos son indefectiblemente perseguidos, los ceniceros suecos están indefectiblemente llenos a rebosar, el sexo en Suecia es indefectiblemente sórdido o repulsivamente crudo y las calles suecas en período navideño constituyen indefectiblemente una pesadilla.»
Imposible superar tan certero análisis del autor de Las correcciones y de Libertad entre otras importantes novelas suyas. Tan sólo se me ocurre para cerrar esta reseña referirme al toque culturalista que la pareja de suecos autores de esta narración incluyen en ella. Me ha llamado la atención el título de los libros que Martin Beck lee al despertar o llegar a su casa:  «Abrió la novela de Övre Richter-Frich que por entonces estaba leyendo [...] «Martin Beck se despertó temprano, pero permaneció en la cama, leyendo el libro sobre el Graf Spree». Övre Richter-Frich fue uno de los escritores de novelas policiacas más populares de Noruega durante el período de entreguerras;  Maj Sjöwall y Per Wahlöö nacidos respectivamente en 1935 y 1926 serían lectores de este autor y con esto le homenajean como en su opinión se merece.
A este culturalismo referido a novelistas que cultivaron el género noir, de suspense o policíaco, pertenecería también alguna frase cuya lectura provoca ba en mi cabeza la sensación de estar leyendo a Raymond Chandler, Dashiell Hammett o a James M. Cain:
«El cartucho era sueco, pero la pistola procedía de Estados Unidos: una Smith & Wesson 38 Special, fabricada en Springfield, Massachussets.»
Novela negra nórdica, Serie Martin Beck
Es evidente que estos dos suecos han bebido, han leído y han crecido en las novelas de los clásicos norteamericanos del hard boiled y de la novela negra. Lo que ellos hacen es transmutar a su realidad sueca los elementos de estas historias. De ellos yo destacaría especialmente el elemento crítico con su sociedad. Maj Sjöwall y Per Wahlöö son muy duros con la realidad de su propio país, no se andan por las ramas. Critican el racismo que existe en no pocos de sus compatriotas y también la dureza con la que la policía reprime las manifestaciones a favor del FLN argelino que en esos años está librando una guerra con Marruecos y dentro del propio partido que gobierna el propio país:
  • Racismo: «Månsson le preguntó qué opinión tenía de Mohammed, ella respondió: —Pues la verdad es que era realmente agradable para ser árabe. Suelen ser tan sucios y tan poco fiables.» (la sra Karlsson, esposa de uno de los asesinados en el autobús)
  • La represión policial: «La mañana del jueves 21 de diciembre, ser policía era cualquier cosa menos agradable. La tarde anterior, en mitad de la ciudad y en plena histeria navideña, un ejército de agentes del orden, uniformados y de paisano, se había enzarzado en una caótica y espectacular trifulca con los numerosos obreros e intelectuales que salían de un acto de apoyo al FLN en la Casa del Pueblo.»

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Con El policía que ríe relleno la letra W del Reto Autores de la A a la Z. También, al ser una novela aparecida en 1968, incluyo este título entre los correspondientes al Reto Nos gustan los clásicos.


8 jul 2024

Michael McDowell: Blackwater I: "La riada" (A pares XLIII, 1ª 1/2)

8 comentarios:
Es el verano época propicia para la lectura desordenada, sin guía firme que asegure una dirección previamente determinada. Es grato que así sea, pues así el descanso llega también a los centros mentales de decisión (ja, ja...). Estando por ahí, en la playa, fuera de casa y de viaje, dos libros cortos han caído recientemente en mis manos: uno, el de una pareja de suecos, todo un clásico del género negro nórdico; el otro, aunque publicado en USA en los 80 del siglo pasado, entre nosotros es novedad y entra de lleno en el campo narrativo del terror que personalmente frecuento poco. A lecturas breves corresponden también reseñas breves. He aquí la primera. Dejo para la 2ª 1/2  de este 'A pares XLIII' mi comentario sobre la novela de los suecos Maj Sjöwall y Per Wahlöö. ¡Atenta la Compañía!



Michael McDowell: Blackwater I: "La riada"

«La mañana del domingo de Pascua de 1919, el pueblo de Perdido, en Alabama, amaneció con un cielo despejado, de un rosa pálido y translúcido que no se reflejaba en las aguas negras que desde hacía una semana anegaban por completo el pueblo. El sol, inmenso y anaranjado, apenas asomaba por encima del pinar que había más allá de lo que en su día había sido Baptist Bottom, el barrio más bajo de Perdido. Aquel lugar, donde los negros emancipados se habían instalado hacinados en 1865, y donde seguían haciéndolo sus hijos y nietos»


Como digo, comienzo este 'A pares', ya número XLIII, por el último libro citado. Se trata de "La riada", primera entrega de la saga Blackwater, que en 1983 Michael McDowell (Alabama, 1950-1999) publicó de una curiosa manera: exigió a su editor que la diese a la luz en seis entregas, a razón de una por mes. El motivo que adujo fue el de querer hacer un homenaje real al folletín, a la novela por entregas decimonónica (Balzac, Alejandro Dumas, etc.) que él tanto admiraba. Los títulos de cada una de las entregas son los siguientes: La riada, El dique, La casa, La guerra, La fortuna, y Lluvia. Las seis constituyen la novela Blackwater, una saga familiar que se mueve entre lo real y lo fantástico mezclándolos con tino y acierto .

En Blackwater I. La riada encontramos al pueblo de Perdido en Alabama inundado por una enorme y no infrecuente riada de los ríos Perdido y Blackwater. Anegada completamente la localidad, Oscar Caskey surca en barca la laguna en que ha quedado convertido Perdido. Lo acompaña a los remos Bray Sapp, fuerte criado negro que trabaja de jardinero en su propiedad. En una ventana del hotel de la localidad creen ver una figura humana; se acercan y logran salvar a Elinor Dammert, enigmática mujer que nadie conoce. Ella les dice que ha acudido a Perdido para cubrir la plaza vacante de maestra; pero nadie sabía que la maestra que la ocupaba iba a abandonarla, ¿por qué Elinor sí? Todo lo que rodea a esta mujer es misterioso, en especial su afinidad y comunión con el agua. Así, mientras que la confluencia de los ríos Perdido y Blackwater es siempre evitada por los lugareños debido a los ahogamientos que ocasionan los remolinos que allí se forman, ella acude hasta su puesto de trabajo docente siempre en barca sin problema alguno; donde otros mueren ahogados, ella navega y se baña de madrugada a plena satisfacción.

Los hombres de la familia Caskey, industriales madereros de la localidad junto a los Turk y los Bordenave, se sienten atraídos por Elinor. También les sucede a las mujeres, si bien, la matriarca de los Caskey, Mary-Love manifiesta su resquemor hacia ella. Pero Mary-Love tiene todo en contra, pues su cuñado James Caskey, sus sobrinos Grace y Óscar, e incluso su propia hija, Síster, adoptan rápidamente como amiga a Elinor. Incluso su sobrino Óscar la pedirá en matrimonio a las pocas semanas de su aparición. 

Elinor es un ser que se sale de lo normal: mantiene una relación especial con el agua, se baña en ella a primera hora de la madrugada cuando todos duermen y aunque algunos como Annie Bell Driver, la predicadora de la iglesia baptista donde las tres familias más ricas de Perdido se han refugiado de la riada, la ven bañarse no saben si la transformación que perciben en ella es cierta o fruto de su imaginación:
«Elinor salió del agua. Los efectos de la transformación que había experimentado al sumergirse seguían presentes, y la señora Driver vio ante sí una criatura inmensa y deforme, de color verde grisáceo, con el cuerpo blando, una cabeza enorme y dos ojos fríos e inmóviles. Las pupilas eran verticales y delgadas, como dos líneas hechas a lápiz. Entonces el agua se deslizó por su cuerpo, de vuelta al arroyo, y la predicadora vio ante ella a Elinor Dammert, sonrojada y sonriendo con timidez, pudorosa ante aquella mujer que la había descubierto sin ropa. [...] Si la señora Driver no hubiera seguido tan mareada, habría jurado que, cuando la señorita Elinor sacó el otro pie del arroyo, este no era blanco y delgado, como el que ya estaba en la arena, sino que tenía un aspecto totalmente diferente: ancho y plano, verdoso y palmeado.»
Las mujeres son las que en el fondo mandan en la pequeña localidad de Perdido. Con la llegada de Elinor, la matriarca de los Caskey verá comprometida su autoridad. Poco a poco da la sensación de que Elinor va haciéndose con el poder. El proyecto de dique que los tres madereros proponen hacer  en la confluencia de los ríos a fin de evitar futuras inundaciones como la sufrida no es bien visto por Elinor cuya relación y/u origen acuático se hace evidente en el curso de la narración. Precisamente el segundo volumen de la saga se titula 'El dique', algo que ya por sí solo incita a proseguir la lectura de la historia.

Yo he llegado a Blackwater movido por la imparable corriente que desde su nueva publicación en España este febrero pasado (la anterior tuvo lugar en 2008) ha llenado periódicos, blogs y redes sociales culturales. En nuestro país su última aparición no ha sido a razón de una entrega por mes, como hizo el autor en 1983, sino quincenalmente quedando de esta manera: La riada (7 de febrero), El dique (21 de febrero), La casa (6 de marzo), La guerra (20 de marzo), La fortuna (3 de abril) y Lluvia (17 de abril). No sólo de esta serie sino referido a toda su obra Stephen King, maestro del terror, ha dicho que Michael McDowell es el mejor de todos sus cultivadores. 

Personalmente confieso que leyendo esta primera entrega (es posible que siga con la siguiente y quizá con alguna más) he sentido en mis manos la vibración sostenida de la literatura norteamericana del sur. Sin afán alguno de compararlos (toda comparación es odiosa y más en este caso) he querido ver un territorio tipo Faulkner (calor, sudor, segregación racial, pulsión sexual, violencia, machismo...) en ese Perdido que, aunque realmente existe, con el agua impenitente y esa Elinor alcanza la condición de mítico. 
 «Perdido es un pueblo de Alabama que existe de verdad y que se encuentra en el mismo liugar que ocupa en estas páginas. En cambio ni tiene ni tuvo nunca los edificios, la geografía o los habitantes que le atribuyo. Además, los ríos Perdido y Blackwater no tienen confluencia alguna. Y, aun así, me atrevo a decir que las personas y los paisajes que describo no son completamente imaginarios.» (dice el propio McDowell en la Nota del autor que precede al relato)
Territorios literarios míticos, , escritores de terror, literatura norteamericana del Sur
Michael McDowell
quería ser autor leído. Sobre las críticas que le llovían por escribir bestsellers decía que estaba encantado de ser un escritor comercial. Y añadía no sin razón: «Yo escribo para la gente que va ahora a las librerías. Pero si te leen ahora te van a leer dentro de cien años. Si gustas, gustas». 'Verdad verdadera', que decía un niño repipi de nombre Eduardo en un anuncio televisivo de hace ya algunos años. Sí, parece ser que veinticinco años después de su fallecimiento la obra de McDowell sigue acaparando los primeros puestos de las listas de libros más vendidos. Y es que, la verdad sea dicha, sus libros son muy entretenidos y maneja como nadie los denominados cliffhanger (finales en suspenso) que hacen que quieras seguir leyendo para despejar esa duda que el autor con maestría te acaba de inocular. ¿Es esto señal de populismo literario o falta de maestría? Pues, como sucede con todo lo artístico, depende de muchos factores, entre otros de las expectativas con que acude a la obra el propio lector. A mí en concreto el cliffhanger del dique al que Elinor se opone no me ha despertado la necesidad de ir corriendo a por el segundo volumen. No sé, yo y lo fantástico que roza la inverosimilitud no nos llevamos demasiado bien. ¿Leeré las siguientes entregas? Seguro que alguna sí; pero todas..., esto ya no lo puedo asegurar.

En la Lista de libros más vendidos de "El Cultural" de 
esta semana aparecen dentro de los 15 primeros puestos
 cinco de las entregas de la saga Blackwater


27 jun 2024

Pedro Simón: Los ingratos

21 comentarios:

«Hubo muchas cosas que cambiarían para siempre y otras que se fueron para no regresar jamás. Mis padres me explicaban que en eso consistía precisamente hacerse mayor: en dejar de hacer cosas que antes podías hacer y ahora no»

El Mundo, editorial Espasa, Booket
Los ingratos es una novela escrita por el periodista Pedro Simón. Con ella ganó en 2021 el Premio Primavera de novela. La historia que cuenta me ha gustado, me ha conmovido y me ha emocionado. Trata sobre el abandono de la infancia sin reconocer el amor recibido y sin querer manifestar, quizá por vergüenza, el amor sentido hacia esa persona adulta que se desvivió por uno. Cuando se quiere paliar ese lamentable descuido siempre o casi siempre se llega tarde. 

Pedro Simón Esteban (Madrid, 1971), el autor, es periodista. En el ejercicio de su profesión ha recibido varias distinciones: Premio Ortega y Gasset (2015), Premio APM al Mejor Periodista del Año (2016), Premio de prensa (2019) y Premio Internacional de Periodismo (2020). Practica el periodismo social y es proclive a tratar temas relacionados con la infancia; precisamente un trabajo suyo sobre el trasplante de corazón a un bebé ('Hugo, historia de un corazón', Diario El Mundo, septiembre de 2019) le hizo acreedor del PIP en la XXXVIII edición de los mismos. Como novelista, antes de Los ingratos ya tenía en su haber cinco títulos, y tras ésta, en 2022 publicó Los incomprendidos.

He leído de un tirón Los ingratos. Nada, antes de ella, había leído del novelista. Su manera de narrar me ha gustado mucho. Escribe sencillo, pero de una manera eficaz con la que llega muy profundo al lector. La historia que presenta, por su naturalidad y la sinceridad que encierra, ha conseguido emocionarme en varios momentos. 

Sinopsis  de la novela (ofrecida por la propia editorial en la contraportada del libro)
1975. A un pueblo de esa España que empieza a vaciarse llega la nueva maestra con sus hijos. El más pequeño es David. La vida del niño consiste en ir a la era, desollarse las rodillas, asomarse a un pozo sin brocal y viajar cerrando los ojos en el ultramarinos. Hasta que llega una cuidadora a casa y sus vidas cambiarán para siempre. De Emérita, David aprenderá todo lo que hay que saber sobre las cicatrices del cuerpo y las heridas del alma. Gracias al chico, ella recuperará algo que creyó haber perdido hace mucho. 

No quiero decir mucho de esta novela para no destruir el mucho encanto que encierran sus páginas. Sí diré que es la historia de un niño, David, que encuentra cariño y seguridad en la señora Emérita, la cuidadora que Mercedes, su madre y maestra del pueblo ciudarrealeño donde viven ahora por haber sido ella destinada allí, ha buscado para cuidar de sus tres hijos, David y sus hermanas Vero e Isa. A Mercedes quien más le preocupa es David, especialmente al estar falto gran parte del tiempo de la figura paterna, Natalio. Natalio trabaja en la Chrysler en Madrid y toda la semana la pasa fuera de la casa familiar. A veces, cuando los padres discuten, es más tiempo el que David queda huérfano de padre. 

David, que es quien narra, es muy amigo de Gregorio y de Vicente Jesús. Con ellos aprende cosas que no se enseñan en la escuela como echar las primeras caladas a un Bisonte, sentir la vergüenza de no poder controlar siempre y como es debido sus esfínteres, o no saber qué decir al ver el culo a Sarita que por un duro los domingos lo muestra en un visto y no visto, uno por uno, a toda la pandilla de chicos. Los tres amigos no son los únicos niños, enfrentados a veces a ellos y amicísimos en otras ocasiones están Mario, el Pirracas, Eugenio Tododieces, Eladito, Tomás... Luego está el otro mundo, el de las chicas. A la ya nombrada Sarita se añaden las amigas de Vero y de Isa: Sufragio, Encarni... 

Pero sin lugar a dudas es la señora Emérita el centro del relato. Para Emérita David es su niño; ella lo llama Currete y él a ella le dice Eme. Emérita no sabe leer ni escribir; serán los tres hijos de la maestra quienes se encargarán de enseñarle y cuidarán de que escriba con corrección señalándole bien en rojo las faltas de ortografía que comete en los dictados que por las noches, especialmente en el frío invierno, le hacen. Emérita es sorda, no oye nada. Por qué se quedó sorda es motivo de habladurías; que si por un cohete que le rompió el tímpano como a la perra de José Luis, el amigo de Natalio, un tiro estando de caza; que si su marido Ramón; que si... El caso es que la escritura es muy importante para mejor poder comunicarse con ella. De hecho en la novela hay una buena parte de la misma en que ella, Emérita, escribe sus pensamientos, sus reflexiones («Escribo y lo guardo. La de vergüenza que me daría que lo leyeras») sobre los sentimientos que alberga hacia David, su Currete, hacia toda la familia de Mercedes y Natalio, que para ella fue sustituta de la que no pudo tener. También, llegado el momento en que David y su familia dejan el pueblo y se trasladan a vivir a Madrid, Emérita escribe cartas interesándose por todos ellos. Como suele suceder estas cartas, como las visitas al pueblo desde Madrid que los primeros meses le hicieron la familia de Natalio y Mercedes a bordo de su flamante Simca 1200, con el tiempo fueron espaciándose hasta quedar reducidas a una breve felicitación navideña. Es el olvido.

Y también es el desagradecimiento. No se es consciente del mismo hasta que sucede lo inevitable. Y entonces ya no hay solución, de nada vale lamentarse y decirse que tenía que haber..., tenía que..., tenía... Sí, ¡tenía uno que haber hecho tantas cosas, pero ha hecho tan pocas! Pedro Simón en una de las muchas entrevistas que en 2021 le hicieron a raíz de la concesión del Premio Primavera de Novela dice que «'Los ingratos' habla de los mayores a los que no hemos podido despedir abrazando», quizás esto venía a colación de los muchos ancianos que estaban en ese momento muriendo solos en Residencias por culpa del COVID; que «Los ingratos somos nosotros, por no haber dado suficientemente las gracias a la generación anterior»; y también que «Se habla mucho de las mujeres urbanas que rompen moldes, pero se habla poco de las mujeres rurales que se quedaron a recoger los pedazos rotos».

Ya sólo por esto la novela es importante. Pocas veces se ha reparado en ese esfuerzo, en esa entrega a cambio de poca cosa material, en ese amor de madres sin serlo biológicamente. Pedro Simón, como Héctor Abad Faciolince de cuyo libro El olvido que seremos incluye una cita al inicio del libro, escribe «para alguien que no puede leerme, y este libro no es otra cosa que la carta a una sombra».

Son trece los capítulos en los que distribuye la historia de iniciación que cuenta el autor en la novela. Salvo el primero y los dos últimos, titulados el inicial como (1960), el penúltimo (2020) y el último con el título de toda la narración, (Los ingratos), los títulos del resto son pronombres en grupos de dos -salvo uno, (Él)-: (Él y él), (Él y aquello), (Ella y ella), (Él y ellos), (Ella y él), (Él y ella), (Ella y aquel), (El y ellas), (Él y eso)... Como se ve, Él, el niño David, y Ella, la señora Emérita, son los protagonistas absolutos. En el titulado (Ella y él) el empleo del dativo ético, también llamado de interés, deja bien a las claras el amor de madre que Eme sentía por su Currete David
«Me has crecido mucho en este tiempo: lo menos dedo y medio, que lo tengo yo señalado a lápiz en el marco de la puerta de tu habitación»
Toda la novela, como digo, me ha encantado. Pero si tuviera que destacar alguno de los capítulos sobre el resto, sin lugar a dudas mi elección recaería sobre (Ella y aquél): Emérita en una de sus reflexiones «Escribo y lo guardo. La de vergüenza que me daría que lo leyeras» escribe en él sobre Ramón quien fuera su marido y sobre el hijo que tuvo, nació y murió. El niño de la maestra, David, vino a ser para ella una especie de sustituto.

Periodismtas y novelistas, Periodismo y Literatura
No he hecho en esta ocasión playlist de los temas musicales que Pedro Simón incluye en Los ingratos, pero sin duda alguna merecería la pena realizarla. El autor utiliza estas referencias musicales para contextualizar, para delimitar un momento vital, una época. Así los viajes en coche con Natalio al volante del Simca 1200 durante los años finales de los 70 los marca con su gusto por las canciones de Víctor Jara y Daniel Viglietti (David niño lo llamaba «Daniel y Leti» con gran regocijo de Natalio) dada su militancia sindical siempre reivindicativa; los que realizó durante esos mismos años junto a sus hermanas a bordo del Seat 127 de Mercedes, su madre, a quien las canciones de José Luis Perales o de Camilo Sesto la entusiasmaban, el narrador los recuerda así:
«Cuando ponía la de Algo de mí, esa que empezaba con "un adiós sin razones, unos años sin valor", los tres nos poníamos como locos a cantar el estribillo y mamá (al cantar yo ya veía a mamá) subía el volumen:
"Aaaaaalgo de mí,  aaaaaalgo de mííííí, algo de mííííí, se va muriendooooo..."»

Luego ya en 2020 el David adulto, a bordo de su Ford Kuga, para amenizar el viaje pone una playlist y escucha Eme, de Leiva; Everybody Hurts, de REM; Lo que quieras oír, de los Pistones; House where nobody lives, de Tom Waits... 

Los coches, la música..., sirven para poner de manifiesto los cambios, el paso del tiempo. En los setenta en el pueblo, y luego como señal, signo o falso mito de progreso ya en la ciudad, en la gran ciudad, en Madrid:

«El mito relacionaba quedarse allí con el fracaso y encontrar un futuro en la ciudad, con el triunfador. El mito».

23 jun 2024

"El regreso": La migración subsahariana desde dentro. Autor: Ramón Cabezas de Herrera

9 comentarios:

« Los migrantes no son enemigos de nadie. Los migrantes son personas que van de paso y lo único que desean es atravesar una nación lo más desapercibidos posible. No les importan los conflictos religiosos o territoriales, ni tienen nada que ver con las reivindicaciones de unos o de otros.»

Ramón Cabezas de Herrera,novela de barra
Esta gruesa novela (casi 800 páginas) me ha tenido entretenido cerca de dos semanas de este mes de junio. 
Va de la investigación que dos jubilados recientes realizan de los riesgos que corren los migrantes africanos desde que salen de sus países hasta que logran llegar a España. 

Mi antiguo y muy buen amigo Ángel Suárez me recomendó la lectura de este libro. Me sorprendió, no por la recomendación dado que Ángel es hombre culto amante de la lectura, sino porque al recomendármelo me dijo de él que se trataba de una 'novela de barra'. ¿Novela de qué?, dije para mis adentros, si bien no me atreví a pedirle en ese momento la aclaración oportuna por si hubieran sido mis oídos los culpables de esa intelección, sin duda alguna equivocada o como poco equívoca. Otra sorpresa fue comprobar la longitud en páginas de la obra, nada más y nada menos que 740. Bueno, pensé, habré de tomármelo con calma. 

Efectivamente me he tomado esta novela con muchísima calma y, dado su enorme número de páginas del libro, decidí combinar su lectura con la de otros títulos, en principio menos onerosos. Así, durante los tres meses transcurridos desde que por vez primera abrí las tapas del mismo y hasta que ayer mismo lo di por concluido, he leído como poco ocho libros más; de la mayoría de ellos he dejado, en forma de reseñas, cumplida muestra en este blog. Fue precisamente una conversación entre Ángel y yo a propósito de felices estados y efemérides familiares la que me animó, hará no más de quince días, a avivar mi muy pausado ritmo lector y regresar presto a El regreso de Ramón Cabezas de Herrera que tenía muy abandonado para rematarlo debidamente.

Sobre las citadas dos sorpresas iniciales diré que pronto solventé y resolví satisfactoriamente ambas. Lo de "novela de barra" aparece definido con diáfana claridad ya en el primer capítulo del libro cuando Antonio y Ramón, los dos protagonistas de El regreso, en uno de sus madrileños encuentros cerveceros de los miércoles conversan con su amigo Emilio. Al hilo de ésta Emilio le pregunta al narrador, en ese momento Ramón, por el ensimismamiento que percibe en Antonio y por esa novela -Batalla de la Oreja de Jenkins- que al ser requerido por él le acaba de nombrar. Ramón le explica:
«hemos inventado un nuevo género literario: “La novela de barra”. La que se va gestionando de bar en bar, de barra en barra. Pérez Reverte y Vargas Llosa se documentan en restaurantes y viajes de lujo, nosotros, en cambio, estamos en otro nivel y nos conformamos con la barra de los bares de Madrid. Como mucho, si hace calor, en las terrazas.»
Aunque a esa altura del libro la adscripción al nuevo género literario la realizan a propósito de la supuesta otra novela que estaban escribiendo, la verdad es que con reiteración a lo largo de El regreso aparece la expresión. Y es que a los protagonistas españoles de este libro, Antonio y Ramón, junto a sus otros colegas -Andrés, Luis y Emilio-, lo que más les gusta es departir y compartir experiencias entre ellos, mientras almuerzan y toman unas buenas cervezas en alguno de los bares madrileños que frecuentan: "El abuelo" de la calle Goya, "La Fábrica" de la calle Sagasta o el bar del "Espía" de la calle Alcalá. A lo largo de las páginas de la narración, en su deambular africano, el deseo de estar ante una buena jarra helada de cerveza es obsesivo para ambos. 

Sobre el alto número de páginas he de confesar que la novela no se me ha hecho pesada para nada, dado que el estilo fluido y sencillo que su autor, Ramón Cabezas de Herrera, despliega a lo largo y ancho de la obra hace que las mismas se lean con voracidad y discurran sin sentirlo. 

La historia que se relata en el libro, expresada de manera escueta, es la siguiente:
Dos médicos mayores, al borde ya del retiro, deseosos de ocupar sus horas e impactados por la tragedia humana de la migración africana hacia Europa en general y a España en particular, deciden vivir personalmente la aventura de venir hasta nuestro país de la misma manera que utilizan estos migrantes. Para ello viajan en avión hasta Abuya en Nigeria, aunque será en la nigeriana ciudad de Kano, lugar donde les han dicho se concentran muchos migrantes subsaharianos, donde comenzarán a vivir junto a ellos el trayecto de venida hasta España, para ellos "el regreso". Antonio y Ramón, los dos jubilados españoles, buscan un guía entre los migrantes. El puesto lo ocupará Lundi, un chico de Malí que encuentran una mañana a las puertas del hotel de Kano donde ellos han pasado la noche. Con Lundi pasarán a Níger huyendo de la brutalidad del grupo islamista Boko Haram que se mueve a su antojo por el norte Nigeria; ellos dos serán testigos de sus actividades y estarán a punto de caer en sus manos. Por esto desean abandonar Nigeria confiando que en Níger a los tres todo les irá mejor. 

Será en Níger donde, esperando uno de los autobuses piratas que se lucran con el transporte de ilegales, encuentran a una joven en muy mal estado de salud. Se trata de Kora, chica a la que los dos españoles medicarán, rehidratarán y alimentarán para intentar sacarla adelante, algo que consiguen con mucho esfuerzo y algo de suerte. La amistad entre los cuatro se afianza y juntos cruzarán todo Níger camino de  Argelia.  Ya en Argelia recorrerán en autobuses regulares los innumerables kilómetros que los separan de la ciudad de Orán desde donde les han dicho que parten pateras con destino a Cabo de Gata.

Lo más curioso de este libro es que se cuenta como si se estuviese escribiendo al hilo de los sucesos que acontecen. De ahí que la redacción se haga normalmente en tiempo presente de indicativo. Curiosamente en esta redacción se interpolan a menudo paréntesis con los que -unas veces, los narradores Antonio y Ramón; el propio autor, otras; o los cinco amigos de barra de bar, con mayor frecuencia- se interrumpe el relato para introducir juicios, opiniones, críticas o recomendaciones sobre lo que a los lectores se nos está ofreciendo. El lugar de los lectores está representado en la novela por los tres amigos -Emilio, Luis y Andrés- de los dos protagonistas. Estos paréntesis aparecen ya en el capítulo primero: «(¿Tú crees que en esta historia caben los refranejos? La verdad es que no, pero se me amontonan en la sesera, pugnando por salir y, a veces, no puedo retenerlos. Prometo enmendarme en lo posible)». Es clara ya, desde el principio, por parte del autor la intención de innovar mediante este procedimiento. Procedimiento que mantiene a todo lo largo y ancho del relato que distribuye en 46 capítulos. Otros ejemplos de estos paréntesis:
  • «(¡Eso es! Como si fuerais una estatua de mármol. Yo, al menos, cada vez me parezco más. Y demos gracias a Dios, porque nuestras rodillas izquierdas van aguantando razonablemente bien a pesar de ser nuestros puntos flacos. Las de los dos).» 
  • «[...]¡Vaya! Echaba en falta a mi alter ego tanto tiempo calladito. Me dijiste que me callara y no he intervenido mientras no lo has necesitado.[...]»
  • «(¡Ya está bien de aclaraciones innecesarias! Si no las pongo, no podemos enterarnos bien de cómo es el señor. ¡Pues ya lo sabemos! Ya lo dejo, ya).»
Además de lo innovador del procedimiento de la escritura parentética, dentro de ella me ha llamado doblemente la atención que, aun tratándose muchas veces de diálogos, el autor no haga uso de los signos gráficos [guiones y tal] que habitualmente se emplean en ellos. Está claro que Ramón Cabezas de Herrera busca deliberadamente la sorpresa en el lector. A mí desde luego me ha sorprendido. Pero mucho más, y en esto vengo a coincidir con los amigos de bares madrileños de los protagonistas, con la no identificación durante toda la narración de quién narra o de quién está hablando. Este hecho, he de confesarlo, a veces me ha provocado problemas de intelección. Menos mal que los narradores son sólo dos y que los personajes de la trama son sólo cuatro principales más algunos secundarios, participantes en momentos muy puntuales (por ejemplo Míchel, el patrón de la patera argelina, o el conductor amable del autobús que los conduce hasta Orán); en estos casos la incomprensión se salva al quedar clara la alternancia entre unos y otros hablantes. No sucede lo mismo en el caso de los narradores, algo que el propio autorm transformado en alter ego de Ramón o de los amigos madrileñosm expresa en uno de estos paréntesis:
«(¡Vaya lío que armáis contando la historia un rato cada uno! ¿Qué importa quien la cuente, si la historia es la misma? ¡Ahí me has pillado! Mejor me callo, pero ya que es lo mismo, contadla uno de los dos y dejad en paz a los lectores con tanto cambio de narrador. Tienes razón y es posible que lo tengamos en cuenta. O no. ¿Por qué no podemos entretenernos los dos?)»
Siguiendo con el asunto de la forma, es evidente que Ramón Cabezas no quiere realizar una novela al uso. A lo de recurrir a los paréntesis se suma una cierta aversión, o al menos crítica, a la utilización de figuras literarias. Es quizás una de las escasas diferencias entre ambos narradores. Parece que Ramón gusta más de las mismas que Antonio quien de vez en cuando le recrimina esa manera de escribir:
«Fragatas y corbetas. ¡Y submarinos! Y otros barcos de traslado de tropas y de apoyo. Y ahora no molestes que vamos a maniobrar para que no nos pase  por encima ese barco.
(Lo haces simplemente por molestar. ¿Qué hago? Usar figuras retóricas, conociendo que no están bien vistas. Lo que nunca he comprendido es por qué a unos se les permiten y a otros, no. A mí me agrada el polisíndeton y a quien no le guste que no lo use).»
Es evidente en toda la novela la poca presencia de recursos retóricos, algo que los dos narradores -y seguramente también el propio autor- comparten dado que ellos no quieren apartarse mucho de la realidad y para eso estiman que utilizar poco la imaginación es esencial («los dos estamos de acuerdo en que lo mejor es copiar la realidad. Cuanto menos usemos la imaginación, mejor nos salen las historias.»).

Esta aversión a lo más puramente literario enlaza también con la crítica que tanto al inicio (Prólogo) como al final (Epílogo) de la novela se realiza a la labor de los gramáticos. Al principio el autor se pone la venda antes de la herida a propósito de la tilde en diptongos e hiatos, pidiendo la comprensión de los lectores. Al final la burla sobre los gramáticos es más feroz con ese cuento de los gramáticos perdidos en la selva que a punto estuvieron  de ser devorados por los caníbales. Quizás la pertenencia a la profesión médica de los narradores, por boca de quienes habla el propio autor también médico de profesión, influya en esa cierta rechifla sobre la consideración de ciencia que suelen atribuir a la Gramática académicos y lingüistas y que Ramón claramente no comparte:
  • «Yo me arrepiento de haber engañado a la humanidad, queriendo conferir un aspecto de ciencia a nuestras patrañas sin más sentido que darnos postín.»
  • «Me invento hiatos y figuras retóricas, inexistentes solo para presumir ante los demás»
  • «Nuestra ciencia es una farsa.»
Yo que me he pasado toda mi vida profesional insistiendo a los jóvenes sobre la importancia de la retórica en literatura, el respeto a las normas dictadas por la RAE y el innegable cierto cientifismo contenido en la lingüística, estas afirmaciones me han provocado sentimientos contrapuestos: risa, pues considero que esa es la primera intención del autor; e irritación al ver cómo una equivocada y desgraciadamente frecuente opinión popular se plasmaba en una novela, o sea, en una obra literaria.

Y es que pienso que El regreso es literatura y que el escritor tiene clara conciencia de estilo. Un estilo del que ya he señalado alguna característica y del que quisiera destacar otra que me ha gustado sobremanera. Me refiero a esa desambiguación frecuente que como recurso estilístico Ramón Cabezas realiza de manera constante en el libro:
  • «Nuestras cabezas espolean los pies y los ánimos no están para intentar detenerlos. A los pies.»
  • «y si algunas veces la perdemos de vista, mejor aún. La guerra urbana. La carretera también.»
  • «el estado de ánimo que mejora ostensiblemente cuando las vemos repletas de provisiones. Las mochilas.»
  • «Kora es poca cosa, menuda, pero agradable. Ya no se pone la amplia gorra que le cubría media cara. Le encanta lucirla entera. La cara.»
  • «En cualquier hospital le hubieran hecho análisis de iones para ver cuáles tiene bajos y cuáles no. Nosotros nos damos por contentos con normalizar los que tengan las patatas fritas y de los otros, los que no tienen las patatas, mejor no enterarnos. De los iones.»


En cuanto a la intención perseguida por el autor con este libro creo que, su pretensión de mostrar las miles de dificultades y penurias que sufren y por las que pasan los migrantes subsaharianos en su trayecto hacia Europa, la alcanza sobradamente. La muerte que ronda a los migrantes por hambre, sed, insolación, ahogamiento, o a manos de radicales islámicos; el miedo a la policía de los países que deben cruzar...; la violencia en forma de palizas o de violaciones; las enfermedades que les rondan por el camino; la indigencia en la que pueden caer al ser constantemente sableados por las mafias y por los mismos vigilantes de la ley a los que deben pagar caprichosas cantidades de dinero si es que quieren seguir viaje; y también el peligro que corren de ser encarcelados primero para ser repatriados después o ser abandonados en el desierto a su suerte... Todo esto queda muy claro en la narración.

Aunque la idea de Antonio y Ramón era la de infiltrarse en un grupo de migrantes y realizar el regreso hasta España inmersos en esa misma condición, hay que decir que como acomodados europeos amantes de la aventura ambos personajes realizan la arriesgada empresa con las espaldas suficientemente cubiertas. Siempre salen a flote gracias al dinero que poseen y que reparten con prodigalidad digna de alabar, de manera que hasta ellos mismos llegan a cuestionarse que no son una ONG; el hambre y la sed, aunque la ven en otros, jamás ellos la sufren; cuando están muy muy cansados siempre hallan descanso en algún establecimiento hotelero... En fin, es el primer mundo haciendo una visita al tercero. Ellos mismos que se disfrazan de periodistas ante los africanos, que les inquieren sobre qué hacen dos blancos en ese camino que siguen los migrantes negros, son conscientes de su situación de privilegio
«La verdad es que al paso que avanzamos, el viaje va a terminar mucho antes de lo que pensábamos al salir de Madrid. Es lo que tiene llevar algunos euros de sobra en el bolsillo sin preocuparse de conseguirlos en cada ciudad que se atraviesa para poder embarcar un tramo más. Subirse a un autobús sin billete y sin dinero ya sabemos lo que cuesta. Simplemente la vida, que te la quitan sin la más mínima consideración»
Esta situación se trasluce a lo largo de toda la novela. Los dos españoles ven lo que sucede a su alrededor desde una posición superior, como unos científicos que analizan un cuerpo al microscopio. Siempre Europa, y en especial España, aparecen citadas como ejemplo a seguir; por contra los países por los que pasan se despachan con frases casi siempre negativas 
  • «en la zona sur de Argelia, en las montañas que vemos al frente, actúa Al Caeda y el respeto a los periodistas occidentales lo han trocado en un odio visceral hacia ellos. La moda en esta zona es decapitarlos a cuchillo»
  • «Por supuesto que esta nación es un infierno. Todos estos países conforman la confederación del mal. Y este que creíamos que iba a ser el fin de nuestros males, ha resultado el peor de todos.»
  • «Tras los postres nos tomamos sendas copitas de coñac, dos, a mí no me apetecía y la cambié por ron. Kora no quiso copa y solo tomó agua. Lo hicimos como protesta a todos los países islámicos que hemos atravesado en los que estaba prohibido el alcohol. ¡Que se fastidien!»
Al finalizar la lectura de esta larga 'novela de barra' quedo con la sensación de haber leído un buen reportaje periodístico sobre la tragedia y las vicisitudes sufridas por la migración subsahariana. Decir reportaje periodístico no es peyorativo, ¡para nada!. Más bien, al contrario, su lectura me ha servido para informarme sobre esos países de los que apenas se habla (Nigeria, Níger, Argelia, Malí...), he paseado por las calles y plazas de ciudades como Abuya, Zínder, Kano, Agadez, Tamanrasset, In-Salah, Orán... como si de una guía turística se tratase. Y además de los paisajes, conocer usos y costumbres de esas zonas me ha gustado.

Antes de concluir quisiera señalar, siquiera de pasada, la presencia de vez en cuando en el relato de referencias culturalistas interesantes, la mayoría de ellas literarias. Son símiles, muy abundantes en la novela, de una situación con algún pasaje de El Quijote; otras veces las mismas se van a obras y a autores menos conocidos por el público general, cual es el caso del Orlando furioso de Ludovico Ariosto o del contemporáneo escritor gaditano José Caballero Bonald; incluso salta de la literatura al cine, moviéndose en ambos mundos, cuando alude al cartero que siempre llama dos veces:
  • «Nos relajamos al descubrir al causante del ruido y no puedo menos que acordarme de la felicidad que invadió a Sancho Panza al descubrir que el estruendo que le quitaba el ánimo no era otro, sino el que producían unos batanes que tenía al lado y la noche se los ocultaba.»
  • «Me da la sensación que, de seguir así, esto se va a convertir en un nuevo campo de Agramante.»
  • «La suerte no llama dos veces, como los carteros»

tabernas históricas de Madrid
En definitiva, El regreso de Ramón Cabezas de Herrera es un libro, una historia, una novela, una 'novela de barra', que se lee con gusto y que muestra un aspecto de la realidad poco conocido desde dentro. Cuenta la aventura realizada por dos jubilados ya artríticos que sobreviven gracias a los euros de que disponen, a la suerte, y al deseo que constantemente se les aparece de regresar a su confortable día a día de esos madrileños miércoles cerveceros:

  • «¡Cuánta razón tenían los compañeros de la cerveza de los miércoles! Ya se nos ha pasado la edad de correr aventuras. Por primera vez en todo el trayecto me veo viejo, cansado, con ganas de llegar a casa.»
  • «Solo echamos de menos la costa española en vacaciones, las terrazas madrileñas, las playas con los chiringuitos…»


Sobre el autor
Además de saber que Ramón Cabezas de Herrera es extremeño como mi amigo Ángel Suárez poco conocía de este médico oftalmólogo ahora escritor. Creo que la información que de él se da en la contraportada de la novela es muy clara. Nada puedo añadir yo que pudiera mejorarla.




15 jun 2024

Bibiana Candia. "Azucre"

14 comentarios:

«José no contestó, nunca hay que contestar a las mujeres cuando piden cosas, ni cuando lloran. Carmen se recompuso. Mañana en cuanto amanezca me levantaré y te prepararé unos huevos, puede ser lo último que haga para ti. José volvió a callarse, no vale de nada discutir con las mujeres, bastante tienen con lo suyo de no entender, de no valer para ser hombres y de tener que parir hijos que mueren cualquier día o a los que se los come un cerdo. Bastante tienen ellas.»"

Bibiana Candia Becerra, Novela premiada
Acabo de leer Azucre de Bibiana Candia. Es una novela dura, pero cargada de notas líricas. La historia es real: en el XIX el dueño de un ingenio en Cuba, aprovechando la situación de necesidad de la población gallega sumida en la hambruna y diezmada por una epidemia de cólera, llevó jóvenes gallegos a la isla para el cultivo y la zafra de la caña de azúcar. Hasta aquí todo normal, bien: se les prometía un jornal a estos rapaces que veían así cómo escapar del hambre que los diezmaba en su Galicia natal. Pero todo era una mentira. Nada más llegar eran obligados a trabajar en jornadas agotadoras, dormir sólo cuatro horas, y estar siempre al dictado del  amo que con el látigo los tenía a raya. No eran trabajadores, eran auténticos esclavos.

Orestes, el Rañeta, José el Comido, Amador el Tísico, Manuel Trasdelrío... junto a otros trescientos y pico rapaces más de apenas 17 años formaron parte en 1853 de esos «mil setecientos jóvenes que viajaron a Cuba para trabajar y terminaron vendidos como esclavos por obra de Urbano Feijóo de Sotomayor, un gallego afincado en la isla»
La historia es real, auténtica, y fue descubierta por Bibiana Candia en los archivos del Congreso de los Diputados. Le sorprendió que una aventura tan siniestra no hubiera alcanzado más resonancia popular en Galicia y el resto de España. Es por esto que esta escritora decidió escribirla, darla a conocer. El propio editor dice en la contraportada del libro 
«Estas páginas estremecedoramente hermosas, hipnóticas y evocadoras, alejadas de informes oficiales y fríos análisis, dan voz a los silenciados de este terrible suceso que en su momento constituyó un auténtico escándalo y que la memoria no puede ignorar.»
La novela histórica aventaja a la Historia con mayúscula en esto: en dar voz y vida propia a los auténtico hacedores de la misma, al pueblo anónimo que construye la Historia de un país, de una nación, sin pasar a las páginas impresas de la misma. La literatura tiene la virtualidad de que los adolescentes Orestes, el Tísico, el Rañeta y Trasdelrío, el Comido, Tomás el de Coruña y muchos otros rapaces se adueñen de estas páginas y nos cuenten en primera persona la terrible historia que padecieron. También las mujeres aparecen en la novela, si bien en un segundo plano, siempre sometidas al varón y bastante despreciadas por estos.

Bibiana Candia es escritora primeramente de poesía  (La rueda del hámster -Torremozas, 2013- y Las trapecistas no tenemos novio -Torremozas, 2016-), también de relatos (El pie de Kafka -Torremozas, 2015-), y de lo que ella misma denomina 'artefacto literario' (Fe de erratas -Franz ediciones, 2018-). Azucre (editorial Pepitas de Calabaza, 2021) es su primera novela. Desde su aparición se ha alzado con multitud de reconocimientos: Premio Nollegiu al mejor libro de narrativa en castellano 2021, el V Premio de las Librerías de Navarra al mejor libro en castellano de 2021, el Premio a la mejor obra escrita en castellano en el 35 Festival du Premier Roman du Chambèry, el Premio Espartaco 2022 a la mejor novela histórica en la Semana Negra de Gijón y el I Premio Novel Almudena Grandes que otorga el Gremio de Librerías de Madrid.

Ser poeta y adentrarse en la narrativa tiene consecuencias evidentes, la verdad es que todas ellas en mi opinión gratas. El lirismo invade el relato en forma de hermosos términos muchos de ellos referidos al mar y la marinería: beque (retrete de la marinería), bao (viga), marmitón (ayudante de cocina de un buque mercante); abanearse (moverse), batey  (lugar ocupado por las viviendas en un ingenio antillano)...; otros son propios de la 'terra galega' que vio nacer y crecer a la novelista (La Coruña, 1977) : brona (pan de maíz). cruceiro (característica cruz de piedra que se coloca en Galicia en la intersección de caminos), abarrotes (tienda que vende diversos productos alimenticios), ferrados (medida agraria usada en Galicia)...

Muchos recursos líricos aparecen y enriquecen este breve relato de apenas 80 páginas. Son los principales las repeticiones fónicas y los  paralelismos que contribuyen a dotar de ritmo y musicalidad a la narración. Estos procedimientos rítmicos aparecen tanto en períodos oracionales sucesivos [1] cuanto al inicio de una serie de párrafos que encabezan distintas secuencias o incluso en el interior de las mismas repitiéndose cual salmodia recordatoria [2]
  • «Ahí van, coitados, ahí van ellos, déjalos ir en paz, Señor, cuídalos, Señor, que nada malo les pase, Señor, no los dejes enfermar, Señor, que curen el hambre de su madre, Señor, que lleguen sanos y salvos, Señor, nuestro Señor.»  [1]
  • «con aperos nuevos de labranza, sachos, hoces y machetes» [2]
  • « Arrea, corta, dale.» [2]
El carácter lírico de Azucre se ve realzado con la recurrente utilización de la prosopopeya o personificación. Con la misma aplicada fundamentalmente a la naturaleza propia de Galicia y también a la de Cuba, la novela crece en magia y logra encantar al lector al introducirle en un medio natural de características animadas: 
  • «Los árboles pasan a su lado casi sin verlo»
  • «A la piedra nadie le pidió responsabilidades, no es fácil reponerse de ser utilizada como arma.»
La imaginería poética abunda en la novela de Bibiana Candia:
  • «Cierra los ojos y el estómago se le convulsiona otra vez en una náusea seca como el grito de un sordomudo.»
  • «la muerte del hijo mayor de sus padres lo ascendió de categoría y tomó heredada también la memoria.»

A todo lo señalado hasta aquí viene a unirse una estructura narrativa construida a base de breves secuencias, cual si se tratara de relatos cortísimos e incluso en algunas, que apenas si alcanzan las diez líneas de extensión, de auténticos microrrelatos. Diríase que más que una novela completamente desarrollada estuviéramos ante un esbozo de la misma.

Por último, volviendo al asunto que presenta y denuncia la autora, los personajes protagonistas de la novela, son víctimas de un engaño, de un terrible fraude humano, que produce en ellos un extrañamiento completo, total. El mismo llega incluso a la propia denominación de los objetos, de las cosas. La frase «COMO A ESTE LADO todo cambia, las palabras para llamar a las mismas cosas son otras» se repite con mucha frecuencia en Azucre. No hay mayor sensación de destierro, de deportación, de sentirse perdido en un mundo ajeno que la de estar ante una lengua extraña, distinta, diferente. Esto es lo que les sucede a Orestes, al Rañeta,  a José el Comido, a Amador el Tísico, a Manuel Trasdelrío... al llegar a Cuba. Es por esto que las riñas, los desencuentros y las peleas protagonizadas anteriormente en Galicia por estos jóvenes pierden en este contexto todo el sentido; ya no más se sentirán enfrentados, ahora todos ellos son compañeros solidarios ante la adversidad a la que se ven abocados. 

Galicia en el XIX, Cuba y los ingenios de azúcar
El látigo que el negro Jeremías hace restallar sobre sus espaldas si paran de trabajar o se rebrincan, la sangre que mana de sus manos destrozadas por el trabajo de cortar caña, el cepo al que son castigados por su conducta levantisca, incluso la muerte por extenuación.  Todos estos horrores me han hecho recordar la brutal novela El corazón de las tinieblas de Josep Conrad que un lejano día leyera y que el año pasado en este mismo blog revisité y reseñé. Naturalmente he de decir que Azucre no alcanza ni de lejos el nivel de terror, de tremenda inhumanidad, de la novela conradiana. 

Como conclusión diría que Bibiana Candia ha escrito una novela corta trabajada lo justo, necesitada quizás de más estudio y documentación, con una estructura muy equilibrada: 50% de vida de los chicos y sus familias en Galicia y durante el trayecto en el barco Villa de Neda hasta Cuba (los muchachos mantienen la ilusión, pese a las dificultades por las que pasan), un cuarto más -del 50 al 75%- en el que vemos a estos rapaces sometidos a la condición terrible de esclavitud, y por último el cuarto final del relato en el que se esboza la resolución de la trama. En mi opinión la novela daba para mucho más, el asunto que desarrolla en ella tiene un enorme potencial. Es por eso que en cierta manera la novela se me ha quedado un poquito corta.