De James Salter sólo había leído hasta el momento, en el ámbito de mi grupo de lectura, Años luz; y esto fue, hará ya cosa de dos o tres años. La novela, de la que tengo reseña hecha en este blog, me sorprendió y me gustó. Desde ese momento nada nuevo había leído de este norteamericano fallecido en 2015 a la edad de 90 años. Por pura casualidad Juego y distracción llegó a mis manos. No sabía de qué iba y me puse a leerla. Su corta extensión fue una de las razones que me impulsaron a ello. Últimamente busco obras de no muchas páginas; las 224 de la edición de Salamandra que he manejado son para mí una medida óptima.
Sinopsis (proporcionada por la propia editorial)
La novela narra la historia de amor entre Phillip Dean, un universitario norteamericano que deambula por Europa, y Anne-Marie Costallat, una joven francesa de provincias. Evocada en todo su esplendor erótico, la fogosa aventura de los dos amantes nos llega a través de la imaginación de un solitario compatriota de Phillip. El desdén hacia las convenciones sociales, la entrega incondicional al placer y la indolencia aparecen aquí delineados con un lenguaje conciso, que convierte el cúmulo de impresiones y la mirada reflexiva y sensible del narrador en un himno a la sensualidad.
Mi comentario
Comienza la novela con la visita del narrador a los Wheatland, Billy y Cristina, antes Cristina Cabaniss, y de soltera Poore, en París. Deseoso de conocer la realidad francesa, el joven narrador quiere viajar por la Francia profunda; Billy y Cristina le ofrecen una casa que tienen en Autun, una pequeña ciudad de 15000 habitantes distante de la capital algo menos de 300 kilómetros, para que se instale unas semanas en ella. Le recomiendan visitar a los Job, vecinos de la propiedad.
En estas estamos durante los primeros cinco capítulos de los 37 -todos ellos bastante breves- que componen la novela. Un joven estudiante, norteamericano como él, le es presentado por los Job durante una comida. Pronto ambos congenian y el joven estudiante, de nombre Phillip Dean, pocos días después y sin previo aviso se presenta en casa del narrador y se instala en ella. Dean es un joven agraciado («Dean se parece a un actor: Eddie Constantine») que gusta a las mujeres. Así conocerá a Anne Marie Costallot, joven de 18 años que dejará a su novio negro por él. Juntos, Annie y Dean, viajarán por Francia: Nancy, Bagnoles, Joigny, Cezy, Angers, Orleans, Perros-Guirec, Nevers, Montsauche... y harán el amor. Sobre todo harán el amor.
La verdad es que los embates amorosos practicados con asiduidad por Annie y Dean están cargados de un fuerte erotismo, aunque el narrador nos deja en la duda de si realmente todos ellos acontecieron o simplemente surgen de la imaginación de un joven, él mismo, que también se siente sexualmente atraído por esa hermosa joven. ¿Nos engaña el narrador, seguramente alter ego del propio James Salter que hasta 1961, mientras ejerció su profesión de aviador militar recorrió muchos países, entre ellos Francia? No, por cierto; desde el primer momento se nos avisa de la mucha imaginación vertida en el relato:
«Estas son notas sobre fotografías de Autun. Sería mejor decir que empezaron como notas pero luego se volvieron otra cosa, una descripción de lo que considero sucesos. Las tomaba para mí solo, pero ya no puedo ocultarlas. Aquellos tiempos pasaron. Nada de esto es cierto. He dicho Autun, pero fácilmente podría haber sido Auxerre. […]
Es la historia de cosas que nunca existieron, aunque el menor asomo de duda al respecto, la mínima posibilidad, lo sume todo en tinieblas. Solo quiero que quien lea esto esté tan resignado como yo.»
Imagina James Salter, en forma de road movie, un aprendizaje sentimental, una educación erótica producida en la pareja Dean - Annie. Los 34 años de edad de Dean y los 18 de Anne Marie marcan bien la distancia entre educador y educanda. Annie desborda sexualidad y plena disposición. Para el narrador Dean, quien le relata varios de estos encuentros, es alguien envidiable por la fortuna que tiene de relacionarse con esta bella muchacha. Pero, insisto, no está claro que todos los actos amorosos entre Phillip y Anne hayan tenido lugar y menos que hayan discurrido así. El narrador creado por Salter se los imagina así, él viene a identificarse con ese joven suertudo al que imagina en esas situaciones. Y de nuevo no nos engaña, aunque como lectores lleguemos a olvidar los avisos que nos va dando a lo largo del relato:
«Va empalmado la mitad del tiempo y se pregunta si habrá problemas para inscribirse en el hotel. De haber sido yo, y a veces estoy tan empapado de imágenes que pienso que era yo, no habría tenido aplomo, ni la menor confianza.»
¿Es fundamentalmente Juego y distracción una novela erótica? Yo diría que no, aunque sin duda alguna la sensualidad cumple en ella un importante papel. James Salter gusta de mostrar estos encuentros amatorios pero sabe cuando detenerse, apartarse y no excederse en lo explícito, que lo hay. No es fácil moverse por esos andurriales. Siempre se corre el peligro de caer en lo pornográfico o por el contrario mostrarse demasiado pacato. Mantener el equilibrio es ya demostración de maestría por parte de Salter quien logra lo que, según dice Antonio Muñoz Molina en su juicio sobre esta novela, parece imposible
«la dulzura explícita del sexo limpia de grosería, la sugestión de lo secreto y lo sagrado que ocurre entre dos amantes en el interior de una habitación, lo que es indecible y también irresistible, la mutua entrega y la desvergüenza amparadas tras la veladura del pudor.»
Leyendo la novela, que me ha gustado mucho como ya he dicho, recordaba otras narraciones primerizas (Juego y distracción es la tercera de las novelas escritas por Salter, aunque para él es la primera auténticamente literaria dado que las dos anteriores, The Hunters y The Arms of Flesh, estaban muy pegadas a sus experiencias de piloto de guerra). Me refiero, por ejemplo, a El lamento de Portnoy de Philip Roth, reseñada hace diez años en este blog, o a El guardián entre el centeno de J. D. Salinger, leída hace muchos más años aún y de la que no existe reseña alguna en El blog de Juan Carlos. En las tres asistimos a un viaje iniciático desde la adolescencia hacia el mundo adulto representado éste fundamentalmente por la práctica del sexo. De las dos novelas recordadas, la de Salinger es nada menos que del año 1951 mientras que la de Philip Roth vio la luz en 1969, dos años después de que Salter publicase Juego y distracción. Si por el contenido de las novelas y la explicitud con que se aborda y describe la sexualidad las dos narraciones aparecidas en los años 60 produjeron escándalo en la tradicionalmente timorata sociedad norteamericana, sólo hay que imaginar el efecto que el comportamiento de Holden Caulfield causaría el año que la novela que protagoniza salió a la venta.
Pero en Juego y distracción no sólo hay sexo; hay mucho más, si bien la manera de mostrárnoslo es a su través. Tras la lectura de esta historia se saca en claro que el sexo solo no basta, que es preciso que exista el amor. También, y aquí viene a justificarse el título de la novela, que la existencia hay que adornarla, que no sólo vale vivir. La expresión "Juego y distracción" la toma el autor de unos versos del Corán que en forma de cita inicial le sirven para enmarcar el relato («Sabed que la vida de acá es juego y distracción...! (El Corán, LVII 20)»); precisamente eso es lo que hace esta pareja: vivir, jugar, distraer el tedio vital que conlleva la existencia en una ciudad como Autun, representación de la Francia real:
«Una ciudad pequeña, sin alegría, con sus cafés y su vasta plaza. En las afueras se alzan apartamentos nuevos. Calles que nunca he visto. Hay dos cines, el Rex y el Vox. Brota agua de las fuentes. Unas ancianas pasean a sus perros. Por la mañana. Leo An Illustrated History of France. Una niebla densa ha blanqueado el jardín, donde todo queda oculto. Un silencio absoluto. Apenas percibo el paso del tiempo.»
Y junto a todo lo dicho hasta aquí, el magnífico estilo de la prosa de James Salter. Su manera de escribir está muy influida por su labor como guionista cinematográfico. No se explaya, la brevedad y la yuxtaposición son características muy reconocibles en él. Diríase que compone la descripción a base de breves brochazos que, vistos en su conjunto cuando nos alejamos un poco, muestran un cuadro perfecto. Es un estilo literario semejante al puntillismo pictórico. En otro lugar [en la reseña de Años luz] lo definí como estilo impresionista. Cuando comenté Años luz vine a decir que la insistencia en el procedimiento me resultaba algo cansina; sin embargo aquí, en Juego y distracción, por el contrario, me parece que le va como anillo al dedo.
Hace uso frecuente del símil y de imágenes que dan brillantez al texto:
- «En el cuarto de baño la observa estirándose el pelo. Tiene los brazos en alto. En los huecos hay una sombra de espesura, corta y fina, y de ahí emana el olor húmedo, a cebollas, que él ama.»
- «Hablan del pasado, rememoran lugares, dificultades, alegrías. Ella toma un segundo vaso de vino. Fuera, la noche es azul.»
La manera de escribir de James Salter linda con la poesía en más de una ocasión. Esto y su contención descriptiva es lo que para mí hace de esta novela algo hermoso
«No queda nada. El poema de su amor está desperdigado a su alrededor. Los días se han desplomado por doquier, se han desmoronado como naipes. El aire es frío. Dean se sube las mantas. Ella está tan inmóvil que parece dormida. Él le toca la cara. Está bañada en lágrimas.»
En general he de decir que, si bien el personaje de Phillip Dean me ha evocado algo al Tom Buchanam de El gran Gatsby, y su narrador innominado al Nick Carraway de la novela de Scott Fitzgerald, el estilo seco, breve, desnudo de muchas descripciones me ha hecho recordar a nuestro Azorín, del que este año 2023 celebraremos el 150 aniversario de su nacimiento. Y quizás -utilizo la posibilidad, el por qué no, emulando lo que Salter hace en su novela- esto no sea casual dado que en el escritor norteamericano, como ya dije al hablar de Años luz, abundan las referencias a España y a su literatura. Así, por ejemplo para describir la interioridad compleja y difícil de Dean lo compara con Lorca:
«Cuando miro sus fotos, la que le saqué comiendo una naranja, en el momento en que alza la vista, aquel día de noviembre en que fuimos por primera vez a Beaune, al mirarla veo los ojos de Lorca, los de alguien que es expulsado de la vida y destruido, nunca sabremos por qué motivo.»
Final
Muchas cosas me han gustado de esta novela. Lo primero que es diferente a otras, que tiene algo de perturbadora, que sugiere más que muestra, y sobre todo la mezcla magnífica hasta llegar a confundir al lector de realidad e imaginación. ¿Hasta qué punto lo real y lo soñado o deseado coinciden o se queda en puro ejercicio imaginativo? Esa manera de mostrar lo que quizás no hubo, pero que quien lo cuenta se lo imagina así o desearía que hubiera sucedido así es algo maravilloso en esta narración. Una narración en la que como digo al inicio de la reseña James Salter no nos está tendiendo trampa alguna pues desde el principio ha mostrado sus cartas:
«Su boca, al moverse, traza recorridos largos, dulces. Dean nota que empieza a caerse, a romperse, y yo soy como el saxofonista de una orquesta que desfila, enamorado de una reina del cine. Con mirada tierna, extraviado, desfilo pésimamente, de un lado para otro, en el descanso.»
«No estoy diciendo la verdad sobre Dean, me la estoy inventando. Le estoy creando a partir de mis propias deficiencias, recuérdalo siempre.»
Después de leer esto no puedo menos que quitarme el sombrero y saludar la maestría que muestra este norteamericano poco conocido en España y algo opacado por otros nombres de la literatura norteamericana de su tiempo.
Nota.-
Con tu magnífico análisis y con la opinión de Antonio Muñoz Molina tengo claro que este libro me gustaría. Cuántas bellezas nos tienen reservados los libros, querido Juan Carlos. Y cuánta belleza en el hecho de compartir esas experiencias. Gracias, siempre.
ResponderEliminarTe gustará, Rubén. Ya me contarás.
EliminarUn abrazo
Leí Años luz gracias a tu reseña y me encantó. Tomo nota de esta aunque el erotismo no es algo que me atraiga mucho (en literatura se entiende, ja, ja), pero por lo que cuentas, hay mucho más y esas referencia a Gatsby, aunque imagino que poco tienen que ver ambas novelas, no deja de ser un aliciente más.
ResponderEliminarUn beso.
Diferente a Años luz, pero interesante sin duda alguna. Ya contarás, Rosa
EliminarBesos
Pese a tu estupenda reseña, no me termina de llamar. No la veo para mí en esta ocasión. Que también lo agradezco mucho, que la lista de pendientes es infinita.
ResponderEliminarBesotes!!!
Siempre es un placer descubrir lecturas en tu blog!
ResponderEliminarMe encanta que te sirvan, querida amiga.
EliminarUn beso
Ocho años en mi caso (acabo de mirarlo) hace que leí Años luz. Me gustó mucho. La prosa de James Salter es de las que a mí me gusta calificar como impecable e implacable. Es de esos escritores de los que encuentro inexplicable que no haya vuelto a leer. Tal vez sea ya el momento. Desde luego esta casi primeriza Juego y distracción se presta mucho a ello. Y veo que ese juego y distracción no hace solo referencia a ese dar la espalda al tedio de la realidad por parte de la joven pareja protagonista sino también a cuanto por real o imaginario tome el lector respecto a lo que cuenta Dean de sus peripecias sexuales. Me encanta, por cierto, esa cita final respecto a inventar o crear a partir de las propias deficiencias.
ResponderEliminarBesos
James Salter es un magnífico escritor. La pena es que sólo escribió seis novelas, y de ellas dos están referidas a sus experiencias de piloto de guerra. Pero escribe de manera magnífica. Me gusta la calificación que le das de "impecable e implacable" a su prosa; si la hubiera tenido a mano la habría incluido en mi reseña porque creo que es perfecta.
EliminarLéetela; es una novela que se lee en nada.
Un beso
Brillante análisis de una novela que he leído hace unos cuatro años y que recuerdo vivamente por varios motivos que has explicitado. Una historia de amor, fuertemente erótico, contada por un voyeur que conoce a los amantes e imagina morbosamente los encuentros entre Anna Marie y Philip Dean. Todo está contado en presente, es una característica significativa de la novela que expresa la realidad del amor aquí y ahora. No es pasado sino presente incesante. Por lo demás, ya lo has dicho todo. Una historia de un americano, educado en Yale que pasa en Europa un tiempo y disfruta exóticamente de un relación amorosa con Anne Marie a la que le huele la boca -este detalle aparece en varias ocasiones- pero que no deja de ser como expresa el Corán, Juego y distracción, con toda la angustia implícita que esto implica. Un formidable relato. También, como tú, he leído Años luz. Un narrador que no es conocido en España como Philip Roth pero que merece totalmente nuestra atención pese al nombre anodino que tiene la novela. Saludos.
ResponderEliminarEs cierto el detalle de la halitosis de esta belleza; es un detalle importantísimo, que no he señalado en mi reseña. Denota que Dean se mueve sobre todo por la excitación sexual que le produce esta chica y para hacer el amor con ella pasa por encima de detalles "menores" (¡¡!!!) como el que le huela mal la boca. Es un hombre que está practicando un juego y que le importa muy poco que la jugadora salga dañada del mismo. También el narrador practica otra distracción, en su caso imaginar como un 'mirón' lo que hay en una pareja cuando se aman en la intimidad; un voyeur en plena regla.
EliminarComo digo en la reseña, a mí has sido esa prosa magnífica, desnuda y contenida ("impecable e implacable", que dice Lorena) lo que más me ha atraído de esta novela de no muchas páginas.
Siguiendo tus indicaciones he eliminado los dos mensajes que me indicabas.
Un abrazo, Joselu
Pues es un autor que tengo pendiente de leer y creo que esta sería buena opción para empezar.
ResponderEliminarBesotes
No tiene demasiados títulos. Si decides leerlo, yo te recomendaría que comenzaras por "Años luz", aunque "Juego y distracción" se lee sin enterarse uno.
EliminarFeliz finde, Shorby.
Un beso