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21 mar 2024

21 de abril, Día de la Poesía. Elena Garro.

5 comentarios:

«En mi larga vida nunca me había visto privado de bautizos, de bodas, de responsos, de rosarios. Mis esquinas y mis cielos quedaron sin campanas, se abolieron las fiestas y las horas y retrocedí a un tiempo desconocido. Me sentía extraño sin domingos y sin días de semana. Una ola de ira inundó mis calles y mis cielos vacíos. Esa ola que no se ve y que de pronto avanza, derriba puentes, muros, quita vidas y hace generales.»

Desde hace unos años tengo por costumbre sumarme a la celebración del Día Mundial de la Poesía desde aquí, mi blog, El blog de Juan Carlos. Esta vez lo hago con un libro en prosa, una novela que acabo de leer. ¡Ah!, exclamaréis algunos, y de seguido me/os preguntaréis: ¿Pero la poesía no es distinta a la prosa? Y yo os respondería, si esta inocente cuestión me la hubieseis planteado de verdad, con un Sí y un No simultáneos. Pues empezamos bien, amigo, -comentaríais con cierta perplejidad, para irónicamente continuar diciendo-: ya con eso me aclaro completamente. ¡Anda que tú también cuando te pones a explicar eres único! 

La humorada anterior viene a cuento de la última lectura que acabo de realizar. Se trata de la novela Los recuerdos del porvenir escrita en 1963 por la mexicana Elena Garro, que fuera esposa de Octavio Paz desde 1937 a 1959. Fue con el poeta mexicano con quien viajó a España en 1937 para participar en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura que tuvo lugar en Valencia, ciudad a la que se había retirado el gobierno de la República española. Para ambos políticamente este viaje y estancia en España tuvo importante repercusión: el desafecto con la causa republicana al observar la fuerte represión que se practicó en ese momento contra miembros del POUM (Partido Obrero Unificado Marxista) especialmente en Cataluña. A partir de ese momento los dos escritores optaron por una tercera vía que evitaba -especialmente en el caso de Paz- una decidida adscripción a izquierda o derecha. A Elena Garro siempre le persiguió su actuación durante la revuelta estudiantil de 1968, acusada de querer derrocar al gobierno del momento, por un lado; los contrarios, por su parte, lanzaron la interesada sospecha de que ella había denunciado a ciertos intelectuales de izquierda. Estar en medio siempre es lo peor, ya se sabe.

Pero me estoy yendo por las ramas. Vuelvo al libro que he leído, su primera novela titulada Los recuerdos del porvenir. Es una novela que en cierto modo denuncia la brutalidad cometida por unos y otros al final y durante el movimiento revolucionario mexicano que sumió al país desde 1910 a 1920 en una serie de guerras civiles que acabaron con los asesinatos de los líderes revolucionarios y el retorno de la riqueza del país a los detentadores durante la época del presidente Porfirio Díaz. Había sido contra ese injusto reparto de la riqueza durante el porfirismo contra lo que se habían levantado Villa, Carranza, Zapata..., si bien también entre ellos se traicionaron sucesivamente. Históricamente la trama de la novela se desarrolla durante el gobierno de Obregón (presidente de 1920 a 1924) y de Calles (presidente de 1924 a 1928), o sea la década de los años 20, Fue precisamente durante el gobierno de Calles que se desató la guerra de los cristeros que enmarca el levantamiento de Ixtepec, la localidad donde transcurre la acción. Las alusiones al momento histórico en que se sitúan los acontecimientos novelescos son claros en varios momentos:
  • «Isabel sonrió. Sólo su madre era capaz de decir que Calles no tenía delicadeza, cuando estaba fusilando a todos los que parecían un obstáculo para su permanencia en el poder.
    —Es algo más grave que una falta de delicadeza…
    Y Martín Moncada continuó la lectura del diario. En aquellos días empezaba una nueva calamidad política; las relaciones entre el Gobierno y la Iglesia se había se habían vuelto tirantes. Había intereses encontrados y las dos facciones en el poder se disponían a lanzarse en una lucha que ofrecía la ventaja de distraer al pueblo del único punto que había que oscurecer: la repartición de las tierras.
    Los periódicos hablaban de la «fe cristiana» y los «derechos revolucionarios». Entre los porfiristas católicos y los revolucionarios ateos preparaban la tumba del agrarismo. Hacía menos de diez años que las dos facciones habían acordado los asesinatos de Emiliano Zapata, de Francisco Villa y de Felipe Ángeles, y el recuerdo de los jefes revolucionarios estaba fresco en la memoria de los indios. La Iglesia y el Gobierno fabricaban una causa para «quemar» a los campesinos descontentos.
    —¡La persecución religiosa!
    »
  • «¿Acaso Madero no había sido un traidor a su clase? Pertenecía a una familia criolla y rica y sin embargo encabezo la rebelión de los indios. Su muerte no solo era justa sino necesaria. Él era el culpable de la anarquía que había caído sobre el país. Los años de guerra civil que siguieron a su muerte habían sido atroces para los mestizos que sufrieron a las hordas de indios peleando por unos derechos y unas tierras que no les pertenecían. Hubo un momento, cuando Venustiano Carranza traicionó a la Revolución triunfante y tomó el poder, en que las clases adineradas tuvieron un alivio. Después, con el asesinato de Emiliano Zapata, de Francisco Villa y de Felipe Ángeles, se sintieron seguras. Pero los generales traidores a la Revolución instalaron un gobierno tiránico y voraz que solo compartía las riquezas y los privilegios con sus antiguos enemigos y cómplices en la traición: los grandes terratenientes del porfirismo.»
Siquiera fuera sólo por esto, por la información y conocimiento que sobre el México de ese período histórico se obtiene, ya la lectura de esta novela de Elena Garro resulta más que satisfactoria. Si además, como es el caso, esta erudición se ofrece desde el interior de una historia de ficción con tintes mágicos, entonces ya la novela gana en mi opinión muchos más puntos . 

La historia que se nos cuenta es sencilla: un destacamento militar está aposentado en la localidad de Ixtepec para vigilar los movimientos antigubernamentales que se puedan producir. El mando de este dispositivo militar lo ostenta el general Francisco Rosas y una serie de jefes militares que están a sus órdenes: el coronel Justo Corona, el capitán Flores, el teniente coronel Cruz, etc. Se hospedan todos en el Hotel Jardín que dirige Pepe Ocampo. Estos militares, además de para cumplir órdenes por crueles que éstas sean, viven para disfrutar de las mujeres y allí mismo en ese hotel tienen a sus queridas, obligadas a darles placer cuando a ellos se les antoje. En cierto modo también entre ellas existen grados según sea el militar con el que compartan lecho: la bella y enigmática Julia que tiene absorbido el seso al general Rosas; Antonia, la amante del coronel Corona («Antonia era una costeña rubia y melancólica; le gustaba llorar. Su amante el coronel Justo Corona»); «Rosa y Rafaela, las hermanas gemelas, queridas las dos del teniente coronel Cruz»; «Luisa pertenecía al capitán Flores y por su mal genio era temida por su amante y por los demás huéspedes del hotel»; y así. 

Como personaje antagonista a estos militares crueles que se emborrachan, maltratan a las personas y abusan de ellas, está el narrador de la novela que no es otro que el mismísimo pueblo de Ixtepec. En esta ocasión -y esto me ha parecido ciertamente novedoso- no estamos ante un personaje coral formado por la suma de los particulares, sino en cierto modo estamos ante un personaje coral declarado desde la primera línea del relato unas veces en primera persona de plural («A las seis de una tarde morada llegó un ejército que no era el de Abacuc [...] Los miramos con rencor "¡Desgraciados, ni siquiera gozan del placer de morirse por quien quieren!"») y otras del singular  («Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente»). De este personaje colectivo que tiene todas las características propias de un ser humano iremos conociendo poco a poco sus formantes, los elementos que lo constituyen. Y estos en definitiva son los Moncada (el matrimonio formado por Martín Moncada con su esposa Ana y los tres hijos del mismo: Juan, Manuel e Isabel; también los tíos de éstos, el matrimonio formado por Joaquín y Matilde; la vieja Dorotea, tía asimismo de los niños), los Montúfar (Elvira, viuda de Justino Montúfar, y Conchita, hija de ambos); el doctor Arrieta y Dª Carmen, su mujer; sin especificar sus componentes están los Olvera, los Cuevas...; luego estarían las cuscas (prostitutas) del prostíbulo que dirige la Luchi y en el que vive acogido por las chicas Juan Cariño, viejo algo desquiciado mentalmente al que llaman 'el Presidente'. Como en las comedias y narraciones clásicas este Juan Cariño, tenido por loco, es la única persona que puede decir a la cara las verdades. 

Hay muchos más personajes, pero la relación sería muy larga y me alejaría de la justificación señalada en el título de esta entrada. Por ello ya no citaré más nombres, excepción hecha de Dª Lola Goribar y su hijo Rodolfo, claramente los ricos del lugar, que al fin y a la postre serán los beneficiarios de la represión de los militares y de las matanzas inmensas que están realizando de indígenas y de aquellos que los apoyaban por considerar justa su causa.

Vuelvo, pues, al Día de la Poesía. Sí, en Los recuerdos del porvenir hay muchísima poesía. De hecho, aprendido y conocido el marco histórico en que se enclavan los sucesos ficcionalizados, lo más destacable del libro es el lenguaje utilizado en él. Un lenguaje cargado de adjetivación que impregna de colorido al texto. Es una adjetivación siempre profusa a lo largo de todo el relato:
«El jardín se incendiaba en el resplandor seco de las cuatro de la tarde. Los prados cenizos, las ramas inmóviles y las piedras humeantes se consumían en una hoguera fija. Un coro monótono de grillos cantaba su destrucción. El sol giraba enviándonos sus rayos inflexibles.»
Es destacable a su vez, junto a esta profusa adjetivación, la imaginería lingüística que contiene esta novela que por ella es considerada por algunos como precursora del realismo mágico:
«Una raya naranja finísima se levantó del horizonte oscuro, las flores que se abren en la noche se cerraron y sus perfumes quedaron en el aire unos instantes antes de desaparecer. El jardín empezó a nacer azul de entre sus sombras moradas.»
Ciertamente, si nos fijamos en las fechas y consideramos como dicen algunos que el certificado de nacimiento del Realismo mágico lo marca García Márquez con la publicación  de Cien años de soledad, es evidente que 1963 antecede en el tiempo a 1967. Sí es cierto que hay toques de realismo mágico, además de los contenidos en expresiones afortunadas (¡muchas!), en elementos de contenido como esa suspensión e incluso eliminación del tiempo que pretendía todos los días don Martín Moncada parando todos los relojes de la casa. Las alusiones constantes que en la novela aparecen sobre esta detención de la temporalidad sí que es elemento mágico o fantástico que saca de la prosaica realidad. Y eso, sacar al lector de la vulgar realidad, también es una de las intenciones más pretendidamente buscadas por la creación poética.

A la hora de considerar la poeticidad de Los recuerdos del porvenir no se puede obviar la figura y comportamiento de algunos personajes: dos femeninos (la bella y enigmática Julia y la sorprendente Isabel Moncada) y Felipe Hurtado, personaje importante en la novela dado que su llegada a Ixtepec viene a poner en marcha ese tiempo romo, detenido, inexistente, en que había caído el pueblo bajo el brutal dominio de los militares. Igualmente la marcha de estos tres seres, enigmáticos en su comportamiento cada uno por motivos diferentes, viene a devolver a la localidad al estado de inmovilismo en que se encontraba. Todo sigue igual, pero en cierta manera todo ha cambiado, ya nada volverá a ser como antes.

La atmósfera propia del realismo mágico la he querido percibir en esa mirada que, ocultos tras cristales  y visillos, dirigen los habitantes de Ixtapec a quienes se atreven a caminar por las calles. El pueblo, Ixtapec, sus habitantes, saben que la muerte está ahí, sobre ese pobre o pobres infelices que se han atrevido a dar el paso, a hacer caminar el reloj del tiempo. La Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez ha venido a mi memoria más de una vez durante la lectura. También hay magia y fantasía en las inexplicables desapariciones de seres y personajes, si bien siempre Elena Garro no se atreve a dejar la apuesta muy alta y antes o después venimos a conocer qué es lo que ocurrió. En mi opinión, aquí el denominado realismo mágico se diluye un tanto.

Para finalizar, no puedo dejar sin señalar la enorme importancia que la mujer tiene en esta novela. El peso de la narración recae en ellas. Está la bella Julia que atrae a Rosas, pero que tiene una vida anterior que no conocemos salvo por la llegada a Ixtapec de Felipe Hurtado; está Isabel Moncada, ¿enamorada? de su hermano Nicolás y que en el sentir de Ixtapec lo traicionará a él, a su famila, a todos; ¿sí?, ¿no? Es lo que tiene el pensamiento mágico, que penetra en territorios inexplicables. Las prostitutas y amantes de los militares, pese a su sujeción a los mismos, son en el fondo las detentadoras del poder en el mundo íntimo que es el dormitorio. Son mujeres que sufren el desprecio del hombre, pero en su fuero interno son libres porque se saben fuera del tiempo:
«Luisa obedeció sin titubear la orden de su amante y limpió las botas de Flores hasta dejarlas pulidas como espejos. Aceptaría siempre la abyección en la que había caído. "Nadie cae; este presente es mi pasado y mi futuro; es yo misma; soy siempre el mismo instante"».
Dentro de la consideración de obra predecesora que se ha dado a esta novela respecto a la tendencia literaria del Realismo mágico, también cabría decir (en México y otros países se ha dicho en multitud de ocasiones) que Los recuerdos del porvenir, es una anticipación del movimiento feminista actual. Elena Garro afirmó en más de una ocasión que «en México por el simple hecho de ser mujer todo queda invalidado». ¿Es suficiente hacer afirmaciones como esta para calificar a alguien de feminista? Según algunos analistas no, pues para serlo hay no sólo que estar a favor de la causa de las mujeres, sino luchar políticamente por ese objetivo; ella políticamente luchaba por los derechos de los campesinos, mujeres incluidas en el grupo, claro. Yo creo que Elena Garro en esta novela, que es un auténtico clásico, levanta su voz contra la opresión de unas personas sobre otras sean éstas hombres (Nicolás Moncada, Felipe Hurtado, Pepe Ocampo...) o mujeres (Julia, Luisa, Isabel Moncada...). Pero en fin, ahora todo se vuelve precursor de lo que esté en candelero; el feminismo es un movimiento muy fuerte y se le buscan, y se le encuentran, antecedentes en casi todo lo que en su día despuntó, ya sea Santa Teresa o María de la O Lejárraga, mujer esta última que firmaba con el nombre de su marido las obras que ella creaba. 

Nota.-
Los recuerdos del porvenir me sirve para añadir un título más al Reto 'Nos gustan los clásicos'. Asimismo con el apellido Garro cumplimento la letra G del Reto 'Autores de la A a la Z'
__________________

De propina, una poesía para celebrar debidamente este 21 de abril, Día de la Poesía:

POEMA LUNAR 4 - de Gocho Versolari Poeta
(tomado del facebook de Mª José Luque Fernández)

Las mujeres
guardan la luna en la planta de los pies.
Los hombres la buscamos
desordenadamente
en los senos,
en el sexo,
en los ojos,
a lo largo de sus piernas,
en el hueco de sus hombros...
...y ellas andan descalzas
y la luna en sus plantas
sube
y
baja
del talón a los dedos:
navío al garete,
niño furioso y riente;
la esquiva luna en las pequeñas plantas
con misterios crujientes;
con su carga de toros
y de recién nacidos;
de bestias
y de hombres...
Nos bastaría
besar las plantas
del talón a los dedos
y llenarnos de luna
la glotis,
el esófago;
la vieja luna invadiendo las entrañas
y atragantando de claridad
la vida entera



20 mar 2024

Doce películas en un trimestre (A pares XLII)

8 comentarios:
Se acerca la Semana Santa, época de procesiones, playa, montaña, en definitiva, unos días de vacaciones para desconectar de la rutina laboral. No sé cómo hará el tiempo esos días festivos. Hay predicciones que hablan de lluvia y algo de fresco. Si así fuera y hubiera que quedarse en casita, qué mejor que combatir el posible tedio con alguna película de las infinitas que existen en las múltiples plataformas de streaming. Yo durante este primer trimestre de 2024 he visto algunas que a continuación paso a daros su título y alguna brevísima impresión. Todas ellas son buenas, eso os lo aseguro; procuro elegir con criterio, pues no estoy para perder el tiempo con tonterías que no me entretengan ni me aporten nada. Con todo y con eso, más de una vez he abandonado la proyección harto de la estupidez que estaba contemplando. Ninguna de la docena seleccionada entran dentro de esa malhadada categoría. Espero que alguna de las doce os agrade.

Collage creado con los carteles anunciadores de las películas citadas en esta entrada 



La sociedad de la nieve
de J.A. Bayona (Netflix). Me gustó. En pantalla grande, o sea, en sala, debe de resultar espectacular. Las imágenes de los paisajes montañosos nevados donde se perdió el avión que transportaba a ese equipo uruguayo de jugadores de rugby son magníficos; la música que subraya los episodios más álgidos estupenda; la actuación de los actores encardinando a esos jóvenes que para sobrevivir hubieron de realizar acciones lejanas a lo convencional de un comportamiento humano es fantástica; y la dirección de Juan Antonio Bayona magistral. No me extraña que en los últimos Premios Óscar estuviera nominada en las categorías de película internacional y maquillaje y peluquería; lástima que no se alzara con ninguno de ellos, pero ya se sabe que lo principal es haber estado nominado, haber optado a los premios.
 
 

Barbie
de Greta Gerwig (HBO). La vi en esta plataforma cuando la ofreció llamativamente para así ganarse suscriptores entre quienes no lo éramos. Yo la vi, pero decidí no suscribirme porque entiendo que con las tres que tengo en la actualidad (Movistar, Filmin y Netflix) voy más que sobrado. Contra lo esperado por mí, la peli de Mattel y la Warner no me desagradó. La actriz que encarna a Barbie (Margot Robbie) creo que borda el papel; el resto del elenco, mención especial de Ryan Gosslin en el papel de Ken, cumple el nivel de exigencia. Me recordó, salvadas las distancias, bastante a la película El show de Truman. Diré que de todo eso que se ha dicho sobre si es una peli feminista, de corte LGTBI o cosas así, yo no he visto mucho. Pues casi mejor, qué queréis que os diga, porque de cuotas y elementos así ya está uno algo hartito (ja, ja).



Anatomía de una caída
de Justine Triet. De las doce películas que aquí presento es la única que he visto en Sala. Me ha encantado. Es una peli que englobaría en el género filmes de juicios. En ella la protagonista, encarnada por una estupenda Sandra Hüller, se defiende de una acusación de asesinato. Tan bien está la actriz alemana en su papel, y salí yo tan satisfecho del cine, que al llegar a casa busqué en internet su filmografía y a los pocos días disfruté de la siguiente película que figura en esta relación.  El film se alzó con el Premio Goya a la mejor película europea. En los Óscar la Hüller se quedó sin el premio a la mejor actriz, que se llevó Emma Stone por Pobres criaturas.



Toni Erdmann
de Maren Ade (Filmin). La película es de 2016, tiene un largo metraje (160 minutos) que se lleva la mar de bien. Y se lleva así de bien porque es una comedia insólita que, como bien dijo en su día mi antiguo compañero de colegio Carlos Boyero, «mezcla realismo y surrealismo, esperpento y soterrada ternura». Pienso que no se puede decir más y mejor con menos palabras. A partir de Anatomía de una caída y de este título el nombre de Sandra Hüller no lo olvidaré jamás. Buscaré más filmes en los que ella intervenga. Seguro.



Elena sabe
de Anahí Berneri (Netflix). Esta película argentina de 2023 no es de las que me hayan dejado recuerdos imborrables. Elena (Mercedes Morán) padece Parkinson en estado terminal y quiere, antes de que la enfermedad la incapacite absolutamente, indagar sobre la repentina muerte de su hija Rita (Erica Rivas) que la policía despacha como suicidio por exceso de antidepresivos. ¿Sí? ¿No? No quiero decir más para no interferir en el disfrute de la cinta. Basada en la novela homónima de la argentina Claudia Piñeiro, novelista que todos sabéis me gusta mucho. Mi admiración por la Piñeiro fue lo que me llevó hasta este título.



Chinas
de Arantxa Echevarría (Movistar+). De las películas que fueron nominadas en los últimos Goya, ésta de la directora bilbaína es la que me ha parecido más refrescante y que me ha sorprendido más gratamente. Ver cómo se las ingenia una familia inmigrante china en nuestro país y cómo difiere el comportamiento de los mismos según pertenezcan a la primera o a la segunda generación, pienso que queda muy bien plasmado en la cinta. Los actores, algunos de ellos no profesionales, realizan una actuación sobresaliente. No se llevó nada en los Goya, aunque sí se alzó con el Premio del Público 2023 del programa de televisión Días de Cine. Recomiendo vivamente verla. 



Cerrar los ojos
de Víctor Erice (Movistar+) la vi en la misma semana que Chinas. Me pareció cine del bueno. Me recordó muchísimo, quizás por la actuación en la misma de Ana Torrent, a la ya lejana en el tiempo -¡nada menos que 50 años!- El espíritu de la colmena en la que la niña Ana Torrent debutó. En esta ocasión es José Coronado quien se lleva la palma actoral que se le ha reconocido con el Goya al mejor actor de reparto.  La historia me pareció un hermoso homenaje al Cine, quizás, como dice Boyero, algo lenta, y es que hoy día nos hemos desacostumbrado a echar una mirada morosa sobre lo que sea.



La verdad
(La verité)
de Hirokazu Koreeda (Movistar+) es una película franco-japonesa de 2019. La vi al encontrarla en los listados que estas plataformas de streaming que frecuento ofrecen. Ver que en ella participaban dos grandes actrices francesas como son Catherine Denéuve y Juliette Binoche  fue acicate suficiente para ponerme a verla. De nuevo estamos ante una película de el Cine dentro del Cine; en esta ocasión el asunto va de una estrella cinematográfica en su ocaso que ha de vérselas con los problemas que de siempre le ocasiona su hija. Las memorias publicadas por la diva serán el desencadenante del conflicto madre-hija a propósito de la verdad declarada u ocultada en las mismas. Me gustó.



Vidas pasadas
de Celine Song (Movistar+) es una hermosa película que he visto últimamente a rebufo de los Óscar que han llenado las programaciones de las plataformas televisivas con las nominadas y/o premiadas este año o los anteriores. En concreto Vidas pasadas estuvo nominada a los mismos como mejor película y como mejor guion original, pero no se llevó ninguno de los dos. Es una coproducción USA-Corea del Sur que pone el acento en la perdurabilidad y la huella que dejan en las personas los amores primeros aunque se hayan sentido de bien niños, como ocurre con los protagonistas de este film romántico. Separados por haber emigrado ella desde Seul a Canadá y reencontrados veinticuatro años después querer hacer revivir las ascuas amorosas por parte del chico es ya cuestión imposible pues el embrujo platónico queda sepultado por la fea, si bien confortable, cómoda y satisfactoria, realidad adulta. 



Qué bello es vivir
de Frank Capra (Filmin) era una laguna cinematográfica que necesitaba cubrir de una vez por todas. En las entrevistas que por los Goya se publicaron en prensa y salieron por televisión, buena parte de los entrevistados, a la habitual pregunta de ¿Cuál es para ti la mejor película de la Hº del Cine?, respondían con este título de 1946. Pues habrá que verla, me dije. La busqué y la encontré en Filmin. Según pasaban los minutos fui recordando la historia del bueno de George Bailey (James Stewart) que el día de su casamiento con la guapa Mary Hatch (Donna Reed) deberá hacerse  cargo, por la desaparición de una importante suma de dinero, del banco de empréstitos que su padre fundara. Estamos ante una versión distinta de Cuento de Navidad de Dickens en la que el bueno no es un niño sino un adulto y el señor Scrooge es aquí el potentado Mr. Potter que sólo vive para quedarse con todo lo que alberga la ciudad donde se desarrolla la acción. Entrañable película con efectos cinematográficos muy interesantes para el momento. Un film necesario para insuflar nuevos bríos de ilusión a un mundo depauperado y destrozado que acababa de salir de la segunda guerra mundial.



Maestro
de Bradley Cooper (Netflix). Es otro de los títulos nominados a los Óscar 2024 (mejor película, mejor actriz y mejor actor protagonistas, mejor guion original, mejor sonido, mejor fotografía, y  mejor maquillaje y peluquería) que ante lo arrasador que fue Oppenheimer de Christopher Nolan se quedó sólo con el gustazo de haber sido nominada para nada menos que siete galardones. Es un biopic sobre el director y compositor Leonard Bernstein que me gustó mucho. Presenta a Bernstein (Bradley Cooper) escindido tanto en su vida profesional (hacedor de obras sinfónicas cultas y obras populares) cuanto en su vida privada (atraído tanto por hombres como por mujeres). Su condición de judío es otro elemento importante en el film. A mí me agradó especialmente por la calidad musical que encierra. En sala debe de ganar mucho por este motivo.



Golpe de suerte
de Woody Allen (Filmin). Cierro esta selección de doce películas vistas durante este primer trimestre del año con esta (año 2023) de mi admirado Woody Allen. Sí, sé que el director de Manhattan no se sale habitualmente de su temática, pero lo hace tan bien, es tan hermosa la coloración vintage que da a sus obras, son tan vivaces y simpáticos los diálogos, y, como casi siempre, son tan bellas las imágenes de las ciudades en las que sitúa la acción (París de nuevo, en esta ocasión), que no me resisto a su atractivo. Como en muchas otras de sus obras, el azar, esta vez en forma de encuentro casual, es parte esencial de la trama. El amor pasado que revive Alain (Niels Schneider), los celos del amante actual Jean (Melvil Poupad) y las dudas de Fanny (Lou de Laâge),la guapa chica, es el triángulo amoroso que se presenta. Luego el suspense y de nuevo como en la conocidísima Match Point la veleidosa suerte -otra vez el azar- hará que todo se resuelva. Por medio esos diálogos tan Woody Allen, con esa punta de humor y cinismo tan característico en él. A destacar, la imagen algo velada voluntariamente, quizás para transmitir una sensación de sueño e irrealidad; en fin, no sé, a mí al menos así me lo ha parecido. 

Espero que alguno de estos títulos sea de vuestro agrado. Os deseo unos espléndidos días de descanso.
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NOTA
Os dejo aquí entradas similares a ésta publicadas en El blog de Juan Carlos, que os pueden servir para elegir algún título cinematográfico:



15 mar 2024

Revisitando a Antonio Orejudo

12 comentarios:

«La rebelión gramatical es la única revolución que nos queda. Hoy aquella heroica resistencia contra el fascismo consiste en negarse a hablar como los animadores de los programas de variedades, consiste en evitar las expresiones que imponen los políticos o las series de televisión más populares, y en no repetir jamás los lemas ideados por las agencias de publicidad. Hay que resistir frente a esa dictadura de la vulgaridad que nos iguala a todos por abajo, que nos obliga a expresarnos mal y por lo tanto a pensar con dificultad.»

Un momento de descanso, Humor paródico, Universidad española

Por circunstancias de la vida que no viene al caso contar aquí, he vuelto a leer por segunda vez en el plazo de cinco meses una novela de Antonio Orejudo. Se trata de Un momento de descanso, creo que quinto título salido del, si se me permite decirlo así, obrador Antonio Orejudo.   

Sobre el sentido del vocablo caso se habla mucho en el Lazarillo de Tormes, ¿recordáis? Seguramente algunos no sabéis o no recordaréis a qué me refiero ni qué puñetera relación puede existir entre la segunda lectura realizada en marzo de 2024 de una novela aparecida en 2011 y la novela escrita en 1554. «Hasta el día de hoy nunca nadie nos oyó sobre el caso», leemos en el prólogo de la picaresca novela; y sólo es al final de la misma que alcanzamos a descubrir el sentido escondido en esa palabra. El caso actual entra más en el terreno de la sana y sincera amistad, no hay que buscarle otras significaciones. Pienso que no hay que declararlo, si bien quienes sigan un poco de cerca este blog podrán acercarse a su desvelamiento; y si no lo desvelaren tampoco pasa nada, quédense con una agradable reunión de amigos en la que entre otras cosas se comentó una novela del escritor madrileño.

Antonio Orejudo es un novelista distinto a muchos otros como ya dejé dicho en la reseña que en este mismo blog publiqué hace ahora exactamente un año. Allí, en el comentario que hice de Fabulosas narraciones por historias, primera novela del escritor, escribí:
«Lo que busca el escritor con estos contrastes, constantes a lo largo de toda la novela, entre lo elevado y lo degradado, lo excelso y lo zafio, lo culto refinado y lo populachero rijoso es la parodia y a su través la desmitificación, volver humano aquello que tenemos sobrevalorado.»
Dice el novelista en alguna que otra entrevista que he leído por ahí que su intención al parodiar lo considerado culto, elevado e intocable es recuperar la narratividad que desde la Generación del 27 y durante buena parte del siglo XX estuvo en serio peligro. A Orejudo le repatean obras en las que todo queda en el plano del lenguaje o de la construcción o estructura narrativa; por ejemplo, vamos, abomina de la obra de Juan Benet Había empezado a estudiar la influencia de Benet en la literatura española, pero no había encontrado nada y no sabía qué hacer», dice en Un momento de descanso hablando de la especialidad de Luis Baeza, un andaluz graduado en USA que buscaba tema para su tesis). Yo, según leía esta novela, pensaba que el novelista afincado en Almería sería buen seguidor de Enrique Vila Matas. Así pues en cuanto tuve oportunidad de hablar directamente con él fui y se lo lancé. Para mi sorpresa me dijo que no, que para nada, que al escritor barcelonés Fabulosas narraciones por historias no le había gustado nada, y que a él a partir de entonces este catalán tampoco le agradaba demasiado (y echó unas risas).

Lo anterior viene a corroborar, en mi opinión, uno de los principios esenciales del arte de novelar de Antonio Orejudo: que a donde no llega la realidad, se impone la ficción. Y eso es lo que vemos en sus novelas donde se coloca al mismo nivel, por ejemplo, títulos literarios tan reales, estimados y valorados como El Quijote de Miguel de Cervantes y otros puramente ficticios como «El sabio Salamanquesa, un poema didáctico del siglo XVIII firmado por el maestro Pablo Mora-Rey» (en su novela Un momento de descanso). Y para reafirmarse en la idea declara allí que ambos títulos son obras de ficción, de manera que echando mano de su indudable vena humorística dice:
«Para mí la única diferencia entre el Quijote y El sabio Salamanquesa era que el primero podía encontrarse en una biblioteca o comprarse en una librería y el segundo no.»

Cuando en mi grupo de lectura comentamos junto al escritor su primera novela, Fabulosas narraciones por historias, al hilo de las preguntas que unos y otros le hicimos, en un momento dado afirmó que sus novelas eran todas distintas, pues no le agradaba repetirse: que Ventajas de viajar en tren (2000), su segunda novela, bebía en el conocimiento que él poseía sobre el mundo de los trenes al ser de familia de ferroviarios; que la última, titulada Grandes éxitos (2018), la había planteado al estilo de la presentación de los hits de música; que al vivir en Almería le había dedicado un libro a esa ciudad titulado Almería, crónica personal (2008)… Vamos, que él siempre partía de lo real, de su propia experiencia vital, tal y como sucede con Un momento de descanso inspirada claramente en su experiencia americana donde pasó siete años trabajando como profesor y donde se doctoró por la State University of New York at Stony Brook.

Como se ve, pues, sus ficciones novelescas se asientan en su propia realidad vivida a la que añade las debidas dosis de ficción porque la realidad nunca es suficiente. Él siempre está presente en sus novelas, que por ello cabría calificarlas de autoficciones, aunque estoy convencido de que este encasillamiento a él no le satisfaría demasiado. Precisamente cuestiones propiamente literarias como éstas  afloran por doquier en sus obras que constantemente tienen un pie puesto en la metaliteratura. En la quinta de sus novelas, y siempre fiel al principio irónico y burlesco predominante en su narrativa, el protagonista ante el acoso profesional al que se ve sometido en su Universidad ve que 

«Los profesores más jóvenes y más sensibles a lo posmoderno digamos, los mismos que habían escrito ensayos sobre la autoficción o que estudiaban la mezcla de realidad e imaginación en la narrativa contemporánea fueron los más intransigentes conmigo. [...]
Los seniors, en cambio, los profesores más veteranos, los que se habían formado en la vieja escuela, fueron más indulgentes. Especialmente Elías Rivers.»

Es Antonio Orejudo un autor que analiza la realidad como si de un calcetín se tratara. Quiero decir que nos la muestra por su haz y por su envés, o sea, que cual si de un inmenso oxímoron se tratara presenta una visión y su opuesto con lo que logra o fuerza al lector a crear su propia intelección. Un nuevo sentido que no es mejor ni peor que los anteriores, pero que tiene la virtualidad de ser exclusivamente suyo, del propio lector. Y así es constantemente en las dos novelas suyas que hasta el momento he leído. En Un momento de descanso la construcción de la realidad se va realizando en la cabeza del narrador Orejudo a base de relatos de lo mismo que le refieren, como si de un puzle se tratara: la versión de Arturo Cifuentes, su compañero de juventud; la versión de Lib. la exmujer de Cifuentes; la propia versión de Antonio Orejudo cuando convivió con Cifuentes en USA; la versión de la profesora Magdalena Lima-Pintón; el relato de Virgilio Desmoines, rector de la Universidad e hijo del fundador de la misma, Augusto Desmoines; el relato de Florencio Castillejo, hijo de Claudio Castillejo, compañero de Augusto Desmoines y en alguna de las versiones fundador de la Universidad; etc. El autor-narrador y a su través nosotros mismos, los lectores, al finalizar la lectura sacamos una idea aproximada de la realidad presentada a través de las distintas perspectivas de cada actuante en la misma.

Y luego, en el novelista afincado en Almería, está el estilo que a mí me ha resultado grato de leer y que ya en otras entradas sobre Antonio Orejudo he señalado: mezcla de géneros (en Un momento de descanso hasta el musical americano), mezcla de estilos narrativos, utilización sistemática del estilo paródico, ruptura de la normativa narrativa establecida, constantemente usa técnicas narrativas como el perspectivismo y las cajas chinas, etc. Y todo esto lo realiza de manera a veces muy novedosa, muy sorprendente, al menos para mí, como avisar al lector del cambio estilístico que va a realizar. Así en un momento dado y de la manera habitual, o sea, sin avisar, el narrador hace uso del estilo indirecto libre («No, Arturo no me había contado nada, pero yo lo sabía», pág, 142), para proseguir utilizando de manera combinada este indirecto libre con el habitual en tercera persona; todo este párrafo finaliza en un momento dado con el aviso por parte del narrador del paso al estilo directo: «Y a continuación empezaron a hablar en estilo directo», (ibidem).

Desde luego, cuando menos, interesante es la forma de novelar de este escritor, no siempre del gusto de todos, con frecuencia por esa manera tan liviana que tiene de poner al mismo nivel lo más excelso con lo más abyecto, algo que, en mi opinión, no siempre es bien comprendido por todos. Valga un ejemplo que considero más que clarificador:
«Mel había estudiado Teoría de la Literatura en Cornell, pero lo había dejado todo por el porno.
[...]
En la industria hemos creado una jerigonza para entendidos que resulta ininteligible para el común de los mortales. En eso el porno me recuerda algunas veces a la crítica literaria. ¿Sabes qué es la crítica literaria?
—Más o menos.
—Yo estudié crítica literaria…, pero, bueno, eso es otra historia.
»
 
Tertulia literaria ¡más que palabras...'

En cada visita o revisita que hago a este madrileño, profesor titular de Literatura española en la Universidad de Almería, más elementos interesantes descubro en sus novelas. Son novelas de una extensión media pero con una densidad profusa que, en mi opinión, las hace inagotables. Proseguiré leyéndole pues su lectura me enseña cosas que desconocía o tenía arrumbadas en la memoria, disfruto con su peculiar proceder literario y sobre todo me divierte y entretiene, sin duda alguna una de las principales finalidades del arte literario.

Las respectivas reseñas de las dos novelas de Antonio Orejudo que he leído se pueden visitar pinchando en los títulos de cada una de ellas:

10 mar 2024

Presentación de "La historia que había que contar" de Francisco Coronel el próximo miércoles 13 de marzo

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El miércoles 13 de este mes de marzo a las 18:15 horas tendrá lugar en la Sala Cajal del Ilustre Colegio de Médicos de Madrid (c/ Sta. Isabel, 51) la presentación de La historia que había que contar, tercera obra salida de las manos del escritor y nefrólogo Francisco Coronel. El autor del prólogo de la novela, Juan Carlos Galán, y los nefrólogos Dr. Rafael Matesanz y Dr José Antonio Herrero acompañarán al autor en esta presentación.

Sobre la novela publiqué hace unos meses, concretamente el pasado mes de noviembre, una reseña en este mismo blog que invito a leer a quien quiera saber de qué va este libro. Basta para ello hacer clic en el enlace siguiente: "La historia que había que contar" por Francisco Coronel o en la imagen de la portada del libro que acompaña a esta entrada. 


Os esperamos a todos este miércoles 13 de marzo a las 18:15 en la Sala Cajal del Colegio de Médicos de Madrid (c/ Santa Isabel, 51).

1 mar 2024

Vicente Aleixandre: "Los encuentros"

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Prosa de Vicente Aleixandre, Velintonia y la poesía española
Mi muy buen amigo José Antonio, poco tiempo antes de emprender el viaje definitivo, me regaló varios libros de su bien surtida biblioteca. De ellos quiero destacar dos que él sabía que yo apreciaría mucho dada la afición que de siempre tengo por la poesía. Se trata de los volúmenes (hoy difíciles de encontrar en el mercado) que la editorial Aguilar en su Colección Premios Nobel dedicó a los poetas españoles distinguidos con tal reconocimiento: Juan Ramón Jiménez, que lo obtuvo en 1956, y Vicente Aleixandre, que se alzó con el galardón en 1977.  Esta prueba de sincera amistad que José Antonio quiso hacerme personalmente la veo renovada cada vez que tomo en mis manos alguno de estos ejemplares. Gracias, amigo.



De las obras completas del poeta y Premio Nobel de Literatura 1977, Vicente Aleixandre, he leído, con enorme satisfacción, Los encuentros, una de sus publicaciones en prosa. Para mí ha sido uno de esos libros que no puedes dejar de leer, y no por su tensión narrativa o cosas por el estilo. No, en este caso la calidad de la prosa que el poeta sevillano despliega en sus páginas es lo que continuamente me reclamaba volver a él. No sé cómo brevemente podré transmitir el enorme disfrute que he experimentado durante la lectura de sus apenas 300 páginas; en ellas el poeta rememora los encuentros que a lo largo de buena parte de su vida (el libro vio la luz por vez primera en 1958) tuvo con literatos y personas relacionadas con el mundo de la literatura. Lo hace siguiendo un cierto orden cronológico, referido éste al de las generaciones literarias de los protagonistas de los mismos: Generación de 1868 (Galdós, Pardo Bazán), del 98 (Baroja, Unamuno, Azorín, Machado...), de 1914 (Ortega y Gasset), del 27 (Guillén, Moreno Villa, Gerardo Diego, Lorca...), del 36 (Miguel Hernández, José Antonio Muñoz Rojas...), y la poesía existencial y luego la social (Celaya, Blas de Otero, José Hierro, Carlos Bousoño, Maruri, Valverde...). La disposición cronológica que hace Vicente Aleixandre de estas generaciones en Los encuentros está deliberadamente rota desde el inicio, pues contra todo pronóstico a los protagonistas de 1868 los sitúa, en la linealidad libresca, después de los poetas del 98 y del 27 (apartado I de la obra) y antes de aquellos que llegaron tras el estallido de la Guerra Civil, o sea, los autores surgidos a partir de 1936 (apartado II del libro). Quedan así los literatos de 1868 destacados y encumbrados en un denominado «Intermedio mayor».

Son 39 los encuentros de los que habla el autor. Ocupa cada uno de ellos no más de seis o siete páginas. Ninguno de ellos resulta  -al menos a mí así me lo ha parecido- pesado en absoluto. Hay encuentros que divide en dos apartados: uno primero, referido a la vez primera en que conoció a esa persona, y un segundo, más cercano al momento de escritura del libro. Así, el poeta logra transmitir mejor la evolución de la persona y también la de su producción literaria. La generación más destacada y que tiene más protagonismo es la propia de Vicente Aleixandre, o sea, la del 27. Incluso señala epígonos de ella como Luis Felipe Vivanco, sobrino del prosista del 27 José Bergamín, o Carmen Conde que ya se la suele incluir en la de 1936. Pero lo importante en este libro no es la taxonomía literaria de poetas y escritores, sino la calidez humana que desprenden las palabras, emocionadas, poéticas y muy sinceras, que Aleixandre utiliza para describirlos física y espiritualmente. Autentica poesía en prosa la que el Premio Nobel de 1977 despliega en esta obra, que vio la luz en la etapa más social y humana de su literatura, aquella que se ha definido como época antropocéntrica durante la que dio a la luz dos destacados poemarios suyos: Historia del corazón (1954) y En un vasto dominio (1962). Precisamente en medio de estos dos enormes libros de poesía aparece publicado por vez primera Los encuentros (1958).

Está Vicente Aleixandre tan embebido de literatura, conoce el habitante de la calle Velintonia de Madrid tan bien la obra de quienes le visitan o de quienes conoce en sus desplazamientos por la geografía peninsular, que el retrato que hace de ellos surge de manera natural como de la propia producción de los mismos. Son innumerables las solapadas -a veces no tan solapadas- referencias a libros de estos protagonistas. En el caso de los mayores y de aquellos a los que trató menos, como le sucedió con Unamuno, son sus libros los que le sirven de guía. A don Miguel sólo lo vio una vez en la madrileña calle de San Bernardo. A Aleixandre, por entonces anónimo y tímido joven poeta, le pregunta Unamuno, supremo poeta para él, si acaso conoce el Parlamento, a lo que Vicente...
«"No", contestó el muchacho. "¡No, don Miguel, no!, le hubiera respondido, agarrándole de las solapas. '¡Pero he tratado mucho, mucho, muchísimo, a don Sandalio, jugador de ajedrez, a Manuel B, mártir, al infinitamente desgraciado Abel Sánchez!"»
Cuando está con Jorge Guillén en una fugaz visita de éste a Madrid desde su exilio, Vicente escribe:
«pronunció algunas frases graves, y a mí me pareció oír detrás un clamor casi mudo, fondo de sus palabras».
 Semejante referencia a alguna obra del protagonista de un encuentro se ve cuando a Rafael Alberti, a quien por vez primera conoció en 1922, 15 años después, en 1937, el autor, en un nuevo encuentro, le pregunta por la pintura (primera afición artística del poeta), a lo que el gaditano responde que la cambió por la poesía. Ahora (década de los años 50), en el mar de Plata, Rafael —le dicen a Vicente—, ha regresado a la pintura. Se referían, quienes esto le dijeron, al poemario "A la pintura" que allá publicaría el que fuera en Madrid un marinero en tierra.

El encuentro dedicado a Luis Felipe Vivanco lo titula con el nombre de una de las obras del poeta escurialense, Continuación de la vida. Cuando tras el paso del tiempo vuelvan a coincidir, Vicente Aleixandre lo ve, alto como era, junto a una mujer y unos chiquillos que corretean delante de ellos. Y escribe:
«Continuación de la vida. Todo sobre la figura pesa y es cuerpo. Cuerpo que es cuerpo suyo, porque el poeta, ¿qué es cosa distinta de su resultado de la historia, de su existencia?».
Como digo, todo en este libro me ha gustado, me ha satisfecho. Pero si algo por encima de otras muchas cosas pudiera destacar, esto serían las descripciones físicas de persona que hace Aleixandre, las cuales muchas veces me han llevado inevitablemente a Quevedo. 
  • «figura demasiado delgada que aún no se había encontrado a sí misma, rostro pálido, nariz larga y fina, ojos pequeños y escrutadores.» (el poeta José Antonio Muñoz Rojas)
  • «Julio Maruri era un soldado; mejor dicho: Julio Maruri era un uniforme azul de paño grueso puesto de pie y al que se presentía habitado. Fijándose, sí, efectivamente, había una cabecita pequeña, una carilla escurrida, un pelo rubio, rubiasco que, ladeado, casi le tapaba los ojos. Abundante el pelo, si todo lo demás escasísimo. Dos ojillos casi azules, abiertos con un taladro, y en ellos unas chispas, unas chiribitas reidoras, confusas, disculpantes, humildísimas.» ("La encarnación de Julio Maruri")
Vicente Aleixandre, Generación del 27
En 1958, cuando publica Los encuentros Vicente Aleixandre se encuentra, como ya he dicho,  en su época antropocéntrica. El hombre está en el centro de su producción, es su etapa más social, más humana, menos surrealista. Eso se nota en este libro en prosa. Especialmente yo he querido percibirlo en el último de los encuentros titulado «El poeta desconocido». En él un joven soldado quiere visitarlo en su casa de Velintonia; él accede y cuando lo hace, ese joven, que ha escrito con mucho esfuerzo y trabajo dos poemas, que ha olvidado traer consigo para leérselos al maestro, le lanza la pregunta siguiente: «¿Usted escribe noche y día?». A esto, Aleixandre le responde que «Noche y día, no». La desilusión en la cara del joven poeta soldado es tremenda cuando le dice: 
«Usted, entonces es como cualquiera. ¡Escribe usted como cualquiera! ¡Como yo mismo! ¡Y esto es lo que dicen es un poeta...!»
Sí, efectivamente, confiesa el autor, él era un hombre como los demás, para nada un dios que daba certificados de buena o mala poeticidad a quienes lo visitaban. Por eso el joven poeta soldado, oscense desconocido...
«Tajó su visita. Había comprendido de repente que yo era un hombre como él, que escribir, para mí, podía ser un esfuerzo humano, como para él. Su mirada ya no era mitad de confianza, mitad de severidad, sino ya toda de severidad. Porque yo le había engañado.» 
Concluyendo. La lectura de este libro ha supuesto una delicia para mí. Creo que todos aquellos que amen la literatura, la poesía y el buen escribir lo disfrutarán igualmente. Es un libro intemporal, un clásico con todas las letras y por todo lo alto.