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28 nov 2013

"Los privilegios" de Jonathan Dee

2 comentarios:
Para leer esta novela del escritor norteamericano Jonathan Dee tuve que interrumpir la de "La vida y la muerte me están desgastando" del premio nobel 2012, el chino Mo Yan. Como es fácil de entender el salto de una a otra literatura no está exento de riesgo pues dejar a Mo Yan para engolfarse con Jonathan Dee es semejante a dejar de escuchar a Beethoven o a Mahler y de seguido oir a los Beatles. Son buenos los Beatles, claro que sí, pero no son ni Mahler ni Beethoven. Son magnitudes diferentes, calidades distintas.

Lo anterior viene a cuenta de lo sucedido en mí con ese salto de Mo Yan a Dee: no me agradaba "Los privilegios", me parecía un relato flojo, light, sin profundidad, sin intensidad, sin chicha alguna. Claro, en mi retina estaban aún una historia, la de la China de la revolución cultural y luego posmaoísta, y una manera de construir el relato para nada semejantes a estas de "Los privilegios".  Así no había manera, por lo que decidí aparcar durante unos días a Mo Yan y dedicarme sólo al escritor norteamericano. Fue a partir de entonces que comencé a apreciar esta novela en sus justos términos.

El relato en su edición de Anagrama trae un epílogo a cargo de su traductor, Justo Navarro, que perturba la lectura al eliminar del lector la posibilidad de construirse su propia interpretación dado que el traductor lanza claves, que son bienvenidas cuando se las busca, pero que a traición como en esta ocasión se asemeja a un ejercicio de soberbia del señor Navarro o de su editor que parecen decirnos algo así como 'sé que sois algo torpes, por ello voy a explicaros lo que acabáis de leer'. Pero dejando a un lado este feo detalle, hay que sostener que Jonathan Dee realiza una novela interesante, que en su aparente simplicidad esconde no pocos elementos dignos de ser resaltados. Hablarè de algunos de ellos:

 a) La manera de presentar la historia. La vida de una familia salida de la mediana burguesía que se aprovecha de su situación profesional para ascender con medios nada claros (crear dinero mediante la especulación con fondos de otros y sin su conocimiento) nos la presenta Dee mediante cuatro cortes transversales (la boda, el ascenso meteórico en la profesión,  la independencia profesional, asunción de su realidad por los herederos) separados entre sí por 6 ó 7 años de los que casi nada se nos dice pero que vistas las posteriores acciones entendemos fácilmente.

b) Un narrador que no opina. La figura del narrador es en mi opinión importante en esta novela. Es un narrador externo en tercera persona y objetivo que se limita a, cual periodista o cámara de cine, dejar constancia de lo que sucede: el bróker Adam es un águila para los negocios y hace ganar a su jefe -y a sí mismo aunque con métodos espúreos y escondidos- ingentes cantidades de dinero. Tanto gana que junto a Cynthia, su esposa, dedicará una nada despreciable cantidad a fundaciones sin ánimo de lucro, ayudas a menesterosos,  donaciones a instituciones religiosas, etc. a las que ella se entregará en cuerpo y alma.  ¿Es moral o inmoral este comportamiento? El narrador no opina, que cada cual se construya la suya. Esta actitud contrasta con las expectativas del lector dada su habitual experiencia lectora: lo que hace Adam no está bien, debería sufrir castigo. Pero en este relato no hay juicios de valor. Lo que ocurre es lo que ocurre, podrían pasar otras cosas, sí, pero no pasan. Esto es lo que hay. ¿Esto es lo que hay? ¡Qué escándalo!

c) Estilo indirecto libre. Lo que tiene este relato es un estilo fluido,  amable, fácil, que incita a leer, que nos atrapa como lectores. Y aparte de los asuntos que se muestran, desde el punto de vista estilístico,  el autor hace un muy afortunado uso del estilo indirecto libre pero sustituyendo con frecuencia esa 3ª persona, que evita la reflexión del personaje en 1ª,  por la coloquial forma de la impersonal en 2ª de singular que incluye no sólo al personaje que la piensa sino muy directamente al lector o a cualquier persona que se ve subsumido en ella y, por tanto, cómplice de ese pensamiento lo comparta o no lo comparta. Véase un ejemplo:
Cuando Deborah, hermanastra de Cynthia, le pide a ésta permiso para llevar a su hijo Jonas a una exposición sobre Andy Warhol, Cynthia reflexiona:
"Andy Warhol, pensó de pronto. Una cosa era obsesionarte con esa mierda absurda cuando estabas en secundaria, pero dedicarle por completo tu vida..." (pág. 195).
El mismo Jonas en su transformación tras la aventura personal vivida reflexiona al final del relato:
"No. No. El éxito era una fortaleza que el miedo corroía sin cesar. Lo que hiciste ayer, fuera lo que fuera, no significa nada: en el momento en que dejabas de revalorizar lo que habías construido, empezaba la decadencia." (pág. 325).
Prácticamente todos los personajes en algún momento del relato tienen reflexiones que el autor nos presenta mediante esta 2ª persona generalizadora. En un momento dado, justo en la mitad de la novela, Deborah en conversación con Cynthia sobre su madrastra y madre de esta última, Ruth, usa esa forma de manera ambigua ("Creo que ella se las arreglará sola. Mejor que muchos. Lo único preocupante, si te quieres preocupar por algo, es que su salud vaya a peor, como le pasó a papá. Entonces tendrás que tomar decisiones difíciles" [pág. 198]). Y esta ambigüedad la explicita el propio narrador dando en mi opinión una de las claves de este estilo narrativo:
"Cuando empleaba la segunda persona del singular, ¿lo hacía en sentido impersonal o se refería a 'Cynthia'? (ibidem)
d) Relaciones familiares:  Es uno de los asuntos de la novela. Todo lo suple el dinero. La generación de Adam y Cynthia está por encima de la de sus padres (Ruth y Charlie Sikes, los padres de Cynthia; de los de Adam apenas si sabemos algo) en el sentido de amar a sus hijos a pesar de no dedicarles tiempo pero sí darles todos sus caprichos. Llegan al extremo de volcarse más en los de afuera que en sus propios herederos; tal es el caso del comportamiento de Cynthia con la amiga descarriada de su hija April, sin ser conscientes de que en su propio hogar su hija estaba viviendo su descarrilamiento personal. También  Jonas habrá de encontrar en un mundo muy distinto del de su propia familia, la justificación de unos valores contra los que creía estar.

e) Fotografía de la actualidad. Pese a no haber alusiones temporales claras (nombre de políticos, crisis financieras, efemérides temporales, etc.) la novela entra dentro de la llamada novela sociológica norteamericana. Presenta una instantánea de un tipo de familia típica americana salida de la nada que en la tierra de las oportunidades se eleva y cambia de grupo social gracias a la acumulación de dinero. ¿Alguien pregunta el sistema utilizado para lograrlo? Naturalmente, no. ¿Inmoralidad? De nuevo surge la pregunta. Pero ¿puede calificarse una fotografía de inmoral? ¿Es más ético no hacerla?

f) Culturalismo: En la novela aparecen un buen número de referencias culturalistas, algunas de las cuales, especialmente las literarias, sirven de claves o dan pistas para la interpretación del relato. Así sucede con la alusión, en el pensamiento de Jonas, a la famosa novela de Conrad ("Era como si, a falta de un verdadero corazón de las tinieblas, él hubiera decidido crear uno de la nada" (pág. 321). Ni que decir tiene que en toda la historia de Adam resuena la de Scott Fitzgerald como el mismo Justo Navarro se aviene a señalar en el cuestionable epílogo que acompaña a la novela en esta edición.  Y luego estaría el mundo del arte (Andy Warhol, Dubuffet, Monet, o Novak, posible y auténtico representante del Art Brut) cuestionado y/o envilecido por el poder del dinero que todo lo bazuca al confundir como dijo el poeta "valor y precio". Por último, la música que sirve para marcar distanciamientos generacionales y atracciones más o menos no admitidas; así mientras el padre gusta de escuchar a Aerosmith, Lou Reed o a los Allman Brothers, sus hijos, en especial Jonas escucha a The Strokes o a los Flatt & Scruggs, grupos alternativos a pesar de que su sensibilidad le lleva a amar el blue-jazz de los años 20 y 30. [en la página "Música que me gusta escuchar" incluyo algunos temas citados en la novela].

g) El tono. Sin lugar a dudas, junto a algunos de los elementos comentados antes, la característica de estilo más interesante de Jonathan Dee es el tono que da a la historia familiar que nos cuenta, que es el de un alejamiento irónico decididamente buscado que nos lleva a ver el cinismo de una sociedad y de un estilo de vida que encumbra por encima de todo -ya lo he dicho antes- al dinero.

Por todo lo señalado anteriormente me atrevo a recomendar esta novela que ha recibido elogios aquí, pero sobre todo en su país natal por autores actuales como Jonathan Franzen, Auster o Richard Ford.

PD.- Jonathan Dee (Nueva York, 1962) ha trabajado de redactor jefe en The Paris Review y escribe habitualmente en The New York Times Magazine y en Harper’s. Ha publicado cuatro novelas, inéditas en España: Palladio, St. Famous, The Liberty Campaign y The Lover of History. Su quinta novela, "Los privilegios", finalista en el Premio Pulitzer 2011, ha sido traducida al castellano, francés, italiano, neerlandés, rumano y chino. 

19 nov 2013

"Tirano Banderas": Teatro, novela, o todo lo contrario.

2 comentarios:
Esta entrada o post podría muy bien haberse titulado, al estilo clásico, como "De la utilidad de los géneros literarios", pues tras haber visto la cuarta versión teatral –no son muchas para casi 90 años - de la excelente novela de Valle no me cabe duda alguna de que no todo vale, de que cuando el genial don Ramón escogió el género narrativo para contar la historia del bárbaro dictador Santos Banderas por algo lo hizo, él que manejaba los recursos del drama como nadie.

Como bien dice Horacio Otheguy Riveira sobre esta adaptación de Flavio González Mello en "Culturamas, la revista de información cultural" unos actores magníficos se desaprovechan totalmente en un espectáculo "desangelado" que abusa de una escenografía demasiado simplista que a mí me ha recordado a las representaciones teatrales de los grupos universitarios de los años 70 cuando no -como con acierto dijo mi amigo Rafa- las propias de los finales de curso en colegios e institutos. En mi opinión Oriol Broggi, director  y escenógrafo, ha confundido los experimentalimos valleinclanescos de la época vanguardista en que nació el texto (1926) con teatro barato y cutre: así algo tan interesante como la simultaneidad de acciones la resuelve con el anquilosado recurso de la sábana que recorre en excesivas ocasiones el escenario mostrando o tapando la escena oportuna; o cuando para mostrar la omnipresencia del dictador éste deambula por la escena o aparece hierático y en semipenumbra sentado en su poltrona junto a un catalejo símbolo seguramente de su alejamiento de la realidad.
A estos para mí errores de puesta en escena cabe añadir los momentos, especialmente durante el primer acto, en que el espectador se pierde en una vorágine de carreras, gritos ininteligibles, personajes que se confunden a veces al realizar la mayoría de los actores  varios papeles (un elenco de 9 actores cubren la actuación de 49 personajes), junto  a una variedad en los timbres y acentos que dificultan, al menos durante la primera media hora, el seguimiento de la acción al ser 5 de los 9 actores no españoles: 2 de México (Emilio Echeverría, magnífico en su papel de dictador sin escrúpulos, y Joaquín Cosío, que borda el papel de humilde vejado y humillado) , 1 de Venezuela (Rafa Cruz)  y otros 2 de Argentina (Vanessa Maja y Mauricio Minetti), sin que esto se convierta en demérito pues todos ellos son excelentes aunque en esta ocasión mal dirigidos.
Afortunadamente tras el intermedio vuelve el hombre, quiero decir el autor Ramón María del Valle Inclán, con su texto literario contundente, lírico y profundo que, dichos por los propios actores algunos de los hermosísimos fragmentos narrativos cual si de acotaciones teatrales se tratase,  provoca que la acción se sosiegue y avance con orden y belleza suma al quedar realzados los recursos esperpénticos y expresionistas contenidos dentro del propio lenguaje narrativo de la novela. Además los actores en esta segunda parte dejan de ser sólo tipos ganando en individualidad  con momentos de alto nivel. Tal sucede con el mexicano Joaquín Cosío  (Zacarías) cuando grita y gesticula desesperado tras la injusta y salvaje pérdida de su mujer e hijo (expresionismo puro) o cuando el dictador mata a su hija de quince puñaladas antes de que él sucumba a manos de los revolucionarios y su cuerpo sea hecho cuartos.  

Ya sólo por servir para difundir de nuevo la novela de “Tirano Banderas”  esta adaptación tendría  sentido. Y es que la narración de Valle Inclán esconde muchos valores como incorporar a la lengua literaria modismos y frases propias del pueblo llano (quizás una deuda de Valle Inclán con el naturalismo del que él en sus inicios modernistas renegó profundamente) que en la estética del esperpento que llena el relato encuentra su espacio propio. Y también, qué duda cabe, Don Ramón con este relato abrió definitivamente[en el año 1845 apareció el relato “Facundo” de Domingo Faustino Sarmiento considerado como el primero de la lista] la puerta de salida para la larga nómina de “novelas de dictador” que surgieron en Latinoamérica a lo largo del siglo pasado: “El señor presidente” de Miguel Ángel Asturias, “El otoño del patriarca” de García Márquez, “El siglo de las luces” de Alejo Carpentier, “Yo, el Supremo” de Augusto Roa Bastos, "Conversación en la Catedral" de Mario Vargas Llosa, etc., llegando el subgénero a entrar en el XXI con “La fiesta del chivo[año 2000] de Vargas Llosa o “La maravillosa vida breve de Óscar Wao”del estadounidense-dominicano Junot Díaz [año 2007].


Meritorio es el proyecto “Dos orillas” que esta adaptación inaugura en el Teatro Español de Madrid   y que consiste en realizar espectáculos teatrales participados por grupos, actores, directores, etc. pertenecientes a ésta y la otra orilla del Atlántico. El proyecto es interesante y cuando se consolide no se nos hará extraño escuchar  -¡y los entenderemos desde el principio!- los timbres y acentos de los distintos lugares en los que se habla español.

7 nov 2013

"GRAVITY": La soledad sonora

2 comentarios:
Mi entorno cercano no gusta de la ciencia ficción. Es por ello que he ido solo a ver “Gravity”, la película del mexicano Alfonso Cuarón. Al contrario que a mí parece que al entorno de Alfonso Cuarón sí le gusta este género pues el guión de “Gravity” lo firma junto a su hijo Jonás a su vez también director de cine. A mí la película me ha gustado mucho y pienso que quienes me rodean se han equivocado en esta ocasión.

Que conste que en nuestros días el asunto que se plantea en el film escapa de mano a la consideración de utopía científica, pues en más de una ocasión los humanos hemos enviado naves al espacio exterior a fin de reparar satélites, corregir trayectorias, relevar astronautas en la estación espacial internacional; también es tal la basura que se acumula allí arriba que no es la primera vez que restos de satélites se han precipitado contra nuestro planeta o han impactado o podido impactar con otros ingenios espaciales fabricados por el hombre. Es evidente, pues, que la denominada ciencia ficción pierde en este film el adjetivo. Y así lo sostiene su director en cuantas entrevistas sobre la película se le han hecho. De manera que más que de película de ciencia ficción cabe hablar de película de catástrofe y suspense en un medio poco corriente, la termosfera.

La trama que desarrolla “Gravity” es la de un accidente sufrido por unos astronautas durante un paseo espacial fuera de su nave para reparar el Hubble. Sólo dos logran escapar a la lluvia de basura que se les ha echado encima mientras trabajaban. Una es la doctora Ryan Stone (Sandra Bullock), una brillante ingeniera que está en su primera misión espacial. Su acompañante es el veterano astronauta Matt Kowalsky (George Clooney). Al quedar aislados deberán intentar regresar a la Tierra que se encuentra 600 kilómetros más abajo, y ellos flotan ingrávidos en el espacio.

De los dos actores antes señalados destaca y sorprende gratamente, por escapar de sus registros habituales, Sandra Bullock, la actriz que en los títulos de crédito de tantas películas haya aparecido: Mientras dormías, Miss Simpatía, Corazones robados, Mi novio quiere ser millonario, etc. llegando casi a encasillarse en un tipo de personaje, el de la mujer ingenua, joven y algo tonta que consigue a su chico porque ella en su inocencia verdaderamente lo merece. Sin embargo aquí vemos a una científica que lucha por su vida y utiliza sin tontería alguna sus muchos conocimientos. Más tonto y encasillado (en muchos otros filmes aparece con estas características) me parece en esta ocasión el personaje de Clooney, el hombre experimentado que se sabe guapo y que tontea un poquito con la mujer inexperta en cuestiones espaciales.

Dejando a un lado la más que posible y merecida nominación al óscar de la Bullock, el filme destaca por su cinematografía, por sus imágenes, que son de una suprema belleza: Nuestro planeta visto por estos astronautas, el sol que se oculta y vuelve a aparecer tras él, la envoltura de nubes que lo rodea, el azul de los océanos, etc. vistos en 3D a través de la mirada de Alfonso Cuarón nos reconcilia con nuestra condición humana: da gusto vivir, y estar vivos, para poder disfrutar de todo esto, ¡no lo destrocemos!

El título sintetiza el asunto que se narra: la lucha que unos cuerpos habituados a la gravedad han de mantener para poder recuperarla. O sea, la constante contradicción del ser humano: la gravedad que nos ata a la tierra también nos libra de peligros. Desde el punto de vista científico este tema está bien presentado: la velocidad constante al no existir fuerza que la frene es un elemento importante en la historia. El reto superado de la película es lograr presentar este estado de ingravidez de modo creíble merced a los efectos especiales utilizados.

Pero como suele ocurrir con las obras que no dejan indiferente a nadie, en seguida han surgido voces desautorizándola con el argumento de su alejamiento de la verdad científica (vid.  “Cinco cosas que ‘Gravity’ dejó ‘a la deriva’ de la realidad científica”). Estas objeciones no desmerecen las virtudes del film que, como dice su director y co-guionista, “No es un documental. Es una obra de ficción”. Y esto  hay quienes, bien leyendo una novela o viendo una película de ficción, lo olvidan sistemáticamente.

Nota: Muy interesante es la banda sonora en una película que plantea la soledad y el silencio espacial. De ella se ha encargado Steven Price. Si queréis, la podéis escuchar accediendo a esta página. Que la disfrutéis