Es la primera novela que leo de este autor colombiano nacido en Bogotá en 1965. Publicada en 2012, hace el número ocho de las diez que ha escrito hasta el momento.
Ilustración:
Paula Gastelo para ojoseco.cl
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La historia que se cuenta en ella
En la novela el cónsul de Colombia en Nueva Delhi (India) ha de partir hacia Bangkok para interesarse por la suerte de un joven colombiano detenido allí por tráfico de drogas. El futuro de Manuel Manrique, el joven detenido, es fácil de prever: condena a muerte o como poco treinta años de reclusión si reconoce su culpa. El diplomático conversará con Manuel que le contará su vida desde su más tierna infancia hasta ese momento y le aclarará que viajó hasta Tailandia en busca de su hermana Juana, desaparecida de Bogotá desde hacía dos años. Gracias a lo que le dijeron algunas amigas de ella, Manuel había sabido que se había trasladado hasta Japón. En esa dirección iba cuando fue detenido y acusado de tráfico de estupefacientes.
El cónsul se interesa mucho por lo que le sucede a Manuel pues no le pega nada que un estudiante de Filosofía con buenas calificaciones y una vida ordenada se haya visto implicado en un asunto de drogas. Tras hablar con el chico y conocer su vida, éste le dice «Esta no va a ser una novela negra, ¿quiere sorprenderse? Va a ser una novela de amor.» y de seguido le pide que haga lo imposible por encontrar a Juana. Tras no pocas vicisitudes, el cónsul la encontrará y logrará llevarla hasta Bangkok. Juana, que es madre de un pequeño a quien ha puesto de nombre Manuel, contará al cónsul la historia de su vida.
El comentario
Sin lugar a dudas este cónsul tiene muchas características del propio Santiago Gamboa, quien, entre otras muchas actividades -periodista, filólogo, escritor...-, fue durante un tiempo diplomático en la Delegación de Colombia ante la UNESCO y en la embajada en India. A lo largo de esta narración son muchas las ocasiones en que bajo la figura de este diplomático amable y esforzado se percibe al propio Gamboa aunque quizás sea sobre todo su figura de escritor, de creador, la que con fuerza se yergue al final de la novela cuando en el epílogo leemos:
“Ya completé seis cuadernos. He escuchado, imaginado, paseado por Bangkok y vuelto a ver algunos lugares. He fantaseado, recordado y escrito” (p.285).
¡Ah, carajo (concesión al lenguaje de este libro), -pensamos- aquí está el quid de esta composición! Una composición que de modo excelente mezcla ficción y realidad; crónica e invención.
La historia de los dos hermanos discurre en la Colombia actual, principalmente, aunque sin duda en cuanto a ubicación estamos ante una novela muy cosmopolita: además de por el país del escritor los personajes se mueven por Japón, Tailandia, India, España...
Respecto al momento los acontecimientos se producen fundamentalmente durante los mandatos de Álvaro Uribe que presidió el país de 2002 a 2010. Los desmanes que durante este período cometieron los grupos de paramilitares, las FARC, el DAS (policías destinados a la lucha contra el narcotráfico) y la corrupción que con la disculpa de la lucha contra la guerrilla y los narcos, inundó la vida política, es el marco que rodea la historia de esta pareja de hermanos que aman la cultura (cine, música, literatura...) pero que para intentar salir del ambiente social y familiar, estrecho de miras y pobre de recursos, optarán por utilizar cuantos medios -dignos e indignos- estén a su alcance. A través de un amigo perteneciente a la clase media alta bogotana, Edgar Allan Porras, Manuel accederá a lecturas que de otro modo jamás habria podido realizar:
"Él en cambio tenía, y bien leídos, libros en lengua original de Céline, Malraux y Camus, de Poe y Lovecraft, de Salinger y Dylan Thomas, de Roth y Bellow, y también de autores que yo apenas conocía como David Foster Wallace, Kurt Vonnegut, John Cheever o Thomas Pynchon." (pág. 73)
Juana, que conoce las grandes cualidades artísticas de Manuel (un excelente pintor graffitero), poseedor de un mundo interior impresionante y que tiene intereses intelectuales en gran parte coincidentes con los suyos propios -a ambos les interesa muchísimo la literatura y los dos tienen la suerte de encontrar valedores que dirigen sus lecturas (los padres de Edgar allan Porras en el caso de Manuel; el anciano Sr. Echenoz, en el de Juana)-, decide hacer todo lo que esté en su mano para hacer realidad los sueños del chico. Para Juana, además de los libros, las propuestas que le da el Sr. Echenoz para mejorar el mundo y acabar con la doblez y engaño de los mandamases serán determinantes en su comportamiento.
Cuando Juana pone en práctica lo aconsejado por Echenoz la novela da un giro importante y se convierte en cierto modo en novela política pues, con crudeza, deja al descubierto las mentiras y los engaños del sistema. Dados los terrenos que Juana pisa escondiendo su auténtica identidad su búsqueda por parte de Manuel y/o del cónsul convierte la narración en un auténtico relato negro de corte detectivesco. Si bien como le vino a decir el hermano al diplomático todo lo que de negro tenga la novela se justifica por el gran amor que sienten los dos hermanos.
La estructura
La historia se distribuye en tres partes: En la primera conocemos completamente la historia de Manuel; en la segunda, la de Juana; y en la tercera se produce la resolución del asunto. Ambos hermanos, aunque por separado, cuentan su peripecia personal, familiar y social al cónsul que, en verdad, ya lo he dicho antes, viene a confundirse con el propio autor. Dado el carácter de confesión que adoptan los relatos de Juana y de Manuel la narración discurre en primera persona; también es en primera cuando quien cuenta es el cónsul, receptor de las declaraciones.
Los capítulos que forman estas tres partes (15, 6 y 9, respectivamente) tienen por personaje central, alternándose, a Manuel, a Juana, al cónsul, y hay unos enigmáticos capítulos titulados "MONÓLOGOS DE INTER-NETA". Estos capítulos, aparte de dar una imagen de aislamiento y ocultación a quien los protagoniza (se trata de una bloguera que interactúa con otros internautas), son en mi opinión algo redundantes y no añaden gran cosa al resto de la novela.
Santiago Gamboa ha escrito una novela llena de literatura y de cine por todas partes. A las citas de títulos y autores que leen los hermanos -Roth, Below, Bonifaz Ñuño, Octavio Paz, Gerardo Deniz, Kafka, Melville, R.H. Moreno Durán, José Eustasio Rivera, además de otros novelistas y poetas como los ya citados antes- se añaden también nombres de filósofos como Bergson, Bacon, Spinoza, Leibniz, Gilles Deleuze, Félix Guattari, Michel Foucault... Y lo mejor para el lector es que estos nombres surgen en el relato con naturalidad, sin resultar impostados, lo que, a mi juicio, es un mérito indudable.
De entre la vorágine de escritores que se nombran, el novelista -que ha vivido en España durante varios años- hace un aparte con Manuel Vázquez Montalbán a quien recuerda por su novela de la serie Carvalho, "Los pájaros de Bangkok":
"Al ordenarlo y beber un aperitivo, pensé, ¿cómo no evocar aquí, con todo el cariño posible, al gran Manuel Vázquez Montalbán, que murió en el aeropuerto de esta ciudad cuando hacía escala y que escribió 'Los pájaros de Bangkok'? Se lo mencioné a Teresa.[...]
No es la mejor novela de Vázquez Montalbán -le dije- Tiene algo muy años ochenta de España, que es considerar a Asia territorio exótico y risible[...]
La comida estaba deliciosa y bebimos más licores, entre ellos el mekong, cóctel citado por Vázquez Montalbán (leyéndolo había descubierto el singapur sling y el whisky Laga-vulin)." (pág. 67)
El Cine forma parte de este relato. Muchos grandes cineastas, en especial clásicos se citan reconociéndose así su valía. Casi todos estos nombres los menciona Manuel en sus diálogos con el cónsul:
"Lo más importante, claro, era el cine de autor: Wong Kar-wai, Fellini, Scorsese,Tarantino, George Cukor, Cassavetes, Kurosawa, Mike Nichols,Tarkovsky.[...]También la música y la pintura entran de lleno en esta narración; en especial la segunda. Tres son los pintores que se citan, Géricault, Aivazovsky y Hokusai, y tres cuadros, uno de cada uno de ellos, cuyo tema es el naufragio: 'La gran ola de Kanagawa', de Hokusai; 'La balsa de la Medusa', de Géricault; y 'La novena ola', del ruso Iván Aivazovsky. Estos tres cuadros son metáfora del naufragio personal que en "Plegarias nocturnas" sufren los personajes que la protagonizan. Y no sólo la pareja de protagonistas sino en general toda la sociedad colombiana, toda Colombia.
Uno de nuestros ídolos era Wong Kar-wai. En sus películas encontrábamos el abandono y esa tremenda necesidad de afecto, tan nuestra, y nos hacía soñar con otros mundos: ¡Asia! ¡Hong Kong![...]
'In the mood for love', 'Chungking express', '2046' o incluso en 'My blueberry nights';[...]
también adorábamos las películas de Cassavetes, 'Opening night' o 'Shadows' o 'The killing of a chinese bookmaker'" (pág. 57)
Lo mejor
La fluidez con que discurre el texto ante nuestros ojos. La facilidad con que se lee una historia cargada de referentes culturales y que no deja a un lado la crítica sociopolítica. También me ha encantado cómo según quién esté hablando el lenguaje se adapta a él o ella: la diplomática mexicana Teresa con sus expresiones propias; los miembros del DAS; Alberto y Bertha, padres de Juana y Manuel; los términos peculiares de la realidad colombiana: 'paracos', 'berraco', 'tirar' (realizar el acto sexual), 'mosbosear', 'cacorro' y tantos, y tantos otros.
Lo peor
En ocasiones me ha parecido excesiva la mostración de comportamientos aberrantes propios de personas que se mueven en la marginalidad aunque, con doblez, aparenten vidas normales.
También en ocasiones Santiago Gamboa incurre -es mi opinión, claro- en el alegato político a través de eslóganes y frases hechas desgastadas por su uso reiterado en su deseo de criticar al poder colombiano y absolver al pueblo ("La mayoría de los estudiantes eran de clase media o baja, y eso es lo que a todos les parece raro. Que los pobres tengan dónde estudiar, que la mejor universidad del país sea para ellos.", pág. 227).
Para finalizar quiero compartir con todos una serie de frases de esta novela que esconden profundas reflexiones. No las comparto en su totalidad pero me han hecho pensar cuando no sonreír:
- "En Europa no hay futuro. Un continente cansado y cascarrabias que quiere enseñarle a los demás a vivir, pero que de tanto mirarse al espejo se congeló.", pág. 184
- "¡Aborrezco a los escritores que defienden causas nobles!, son oportunistas que medran con sangre ajena, hipócritas.", pág.189
- "Las ideas eran una ilusión del lenguaje y por eso al escribir uno debía ser hipnótico, preciso, contundente. La única verdad, decía, es esa: la que está bien expresada, la que convence por su forma.", pág. 190
- "La gente joven, por definición, es bastante estúpida, pero no tiene la culpa; es estúpida por algo que le inculcan los adultos, y es la fe en el futuro; es estúpida porque tiene esperanzas, algo que con el paso de los años se arregla; por eso lo peor es que una joven se case con un joven, la unión de dos estupideces", pág. 187
- "Lo que más me entristece es que el mundo sigue siendo el mismo sin todos ellos, nada cambia porque Lars ya no esté o yo duerma o todos estemos muertos, nada cambia", pág. 154
- "Alguien dijo que el martini era el único invento norteamericano tan perfecto como la forma del soneto. ¿Será posible?", pág. 96. Frase atribuida a Frank Sinatra.
- "Cuando se lo contaba a mi hermana, ella decía: los ricos siempre se las ingenian para estar deprimidos. Les gusta ser infelices. Es muy elegante estar triste.", pág. 78.