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27 feb 2022

La trenza. Novela de Laetitia Colombani

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«Se entrelazan de tres en tres, los mechones de una vida. Y se vuelven a entrelazar, una vez y otra… Mientras escribimos la historia de una trenza. Mi obra avanza despacio. Es un trabajo delicado este. Dejar los dedos bailar ese exótico ballet. Pensar en las vidas que unen esos suaves cabellos que bailan entre mis dedos.
A veces, uno de los tres hilos se deshace. Entonces nace la catástrofe, el terremoto, el tsunami que lo arrastra todo. Todo lo que había conseguido se deshace entre mis dedos. Así que pienso, hay que volver a empezar. .
Hay que volver a entrelazar mechones para trenzar la vida.»

La trenza, La tresse, novela francesa
 La novela presenta la historia de tres mujeres que, como las tres partes en que se divide el cabello para combinándolos dar lugar a una trenza («Trenza: Conjunto de tres mechones o tres cabos que se cruzan alternativamente entretejiéndolos»), sufren y viven en lugares muy distantes unos de otros (Badlapur - Uttar Pradesh - India, Palermo - Sicilia , y Montreal - Canadá) si bien en el mismo tiempo su condición de mujeres. Lo esencial en esta novela -en realidad tres relatos distintos que comparten una característica exterior tradicionalmente definitoria de la condición femenina: el cabello largo [«"Hay un gran misterio en el bosque de tu pelo. Una mujer libre es justo lo contrario de una mujer fácil", Simone de Beauvoir»]- es el hecho de que sus tres protagonistas son mujeres. Esto es lo primordial; el resto se mueve un poco dentro del tópico y la muy conocida realidad (la tremenda pobreza de los Intocables en la India a lo que viene a sumarse el hecho de ser mujer; el arrojo de una 'appasionata' joven palermitana que a todo se atreverá por amor; y la ocultación de la condición femenina [hijos, enfermedad...] para poder triunfar en una sociedad hiperdesarrollada y supercompetitiva como es la de Montreal en Canadá.

La novela se lee muy bien, es una novela sencillita que explota muchos lugares comunes aunque no por eso menos hirientes. Todos estos 'topoi' tienen por epicentro a la mujer. Los hombres quedan en un segundo plano y cuando aparecen se presentan como poco arriesgados (el caso de Narangayad, padre de Lalita y marido de Smita en India), venerados objetos de amor (el caso de Pietro Lanfredi,  padre de Giulia, y también de Kamal, el enamorado de ésta, que curiosa y casualmente es también hindú), o seres depredadores (como Johnson, el jefe de Sarah Cohen en el despacho de abogados Johnson & Lockwood de Montreal, y Gary Curst, el compañero que sólo quiere pasar por encima de ella en el bufete). 

Me ha parecido una novela que acumula tal número de coincidencias, encima muy previsibles, que en la lectura no he podido por menos que sonreír dada la ingenuidad que se intuye en la escritora y la inverosimilitud que por esto mismo la historia viene a mostrar. De todas maneras se disfruta con la novela que se lee en un pis pas.

Estructuralmente esta primera incursión de la actriz, guionista y directora de cine francesa Laetitia Colombani en la literatura, me ha parecido bastante simple. Los tres relatos discurren linealmente sucediéndose unos a otros alternativamente en el orden Smita - Giulia - Sarah. Este  orden sólo se ve alterado en dos o tres momentos en que una trabajadora de la última posticería (taller de pelucas) que queda en Palermo reflexiona sobre su trabajo.  Está muy avanzada la narración cuando esta narradora avisa de que se ha roto un hilo pero que hay que continuar. Y la continuación se ve alterada, el orden no será ya el de antes sino que ahora son los hilos Smita - Giulia los que prevalecen sobre el de Sarah que al poco vuelve a aparecer. Son 38 capítulos los que componen esta novela corta de sólo 206 páginas.

Lo esencial en La trenza de Laetitia Colombani es la búsqueda de la libertad, la rebelión contra el karma o destino preestablecido para cada una de estas mujeres tan distintas, tan diversas: la primera es una dalit, una intocable, una «hija de Dios» que decía Gandhi, que se niega a que Lalita, su hija de seis años, deba arrostrar de por vida su condición de scavenger (limpiadora con sus propias manos de las letrinas de las castas superiores); luego una joven siciliana que para evitar el cierre de la posticería paterna habría de casarse con Gino, el joven rico del lugar al que ella no ama; y por último una triunfadora del primer mundo que oculta aspectos propios de su condición femenina para poder seguir compitiendo en una sociedad que los tiene por debilidades. 

Como los tres mechones que yendo y viniendo, entrelazándose con orden, forman una trenza sus historias coincidirán en, precisamente, una trenza de cabello real que allá en el «Templo Sri Venkateswara Swami Vaari» de la ciudad india de Tirupati Smita y Lalita ofrecerán al dios Visnú en agradecimiento por haberles consentido y favorecido en la conquista de su libertad. Los cabellos de esta trenza serán trabajados en el taller de Giulia que remontará gracias a abrirse al comercio con la India, y finalmente serán adquiridos en una tienda de pelucas de Montreal por Sarah en un acto simbólico por el que decide tomar las riendas de su propio destino.  

Cine francés, Novela feminista francesa
Lo más agradable de esta lectura es la delicadeza con que Laetitia Colombani hace discurrir las vidas de cada una de estas tres mujeres. Hay femineidad en el relato. La escritora muestra con obras que defender la condición de la mujer en la sociedad actual no está reñido con la suavidad y maneras que tradicionalmente se asocian con ella. La novela puede calificarse sin duda alguna de feminista, y no por ello es ruda o va en contra del hombre por el mero hecho de serlo. A Sarah Cohen le arrebata su puesto en el bufete Gary Curst pero quien más pujó para que lo perdiese fue precisamente Inés, la compañera en la que Sarah había depositado toda su confianza. 

Los primeros capítulos de la novela los destina la autora a las dedicatorias y a explicar qué es una trenza. La novela inicia con esta dedicatoria: «Para Olivia, para las mujeres valientes».  Diríase que Colombani no quiere que algún lector vaya a interpretar lo que se dispone a leer de cualquier otra manera. Y lo mismo ocurre al final del relato, en el capítulo 38 que lo cierra y titula "Epílogo". La novelista toma un momento ya narrado de cada una de las tres mujeres y lo repite. Con esto quiere asegurarse de que ha quedado bien claro que el milagro de levantarse, de rebelarse, de luchar contra el destino es posible y necesario. La lucha es difícil, pero el resultado -parece decirnos- es magnífico. Vamos, que no nos deja ni un resquicio para que pensemos por nosotros mismos. Me parece algo excesiva esta desconfianza.

Para finalizar
Si se atiende a la cita que encabeza la reseña se observará que la escritora identifica la labor real que ella está realizando (la escritura de esta novela) con la ficticia que se realiza en el taller de Giulia (la confección de la trenza). Esta disolución de los confines realidad-ficción es uno de los méritos del relato, sin duda alguna. 

Añadiré para concluir que esta novela le he escuchado, que no leído. Sí, así ha sido. Resulta que la busqué en E-biblio, la web bibliotecaria online que utilizo para algunas de mis lecturas, y cuando la tomé en préstamo en mi tableta resultó que era un audiolibro. Bueno, pues nada, la escucharé, me dije. Y así he hecho. No es la primera novela que oigo y aunque otras veces la experiencia no me satisfizo demasiado, en esta ocasión la fórmula no me ha desagradado. 

Sobre la escritora añadiré a lo ya dicho en la reseña que a esta primera novela aparecida en 2017 han seguido hasta el momento otras dos: Las vencedoras (2019) y El vuelo de la cometa (2021). Los tres títulos salidos de su pluma han sido publicados en España por editorial Salamandra. 

La trenza, Las vencedoras, El vuelo de la cometa

21 feb 2022

Fernando Marías. "Arde este libro"

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«Te conocí hace cuatro décadas. Estás muerta desde hace siete años que van camino de ocho y luego irán camino de nueve y luego de once y de diecisiete y de treinta y ocho y así sin descanso hasta el gran cero final. Cada tecla que pulso te lleva hacia el olvido. Y esa misma tecla, que al ser pulsada también consume una décima de segundo de mi vida, acerca a la vez mi propia muerte.»

Arde este libro, Novela autobiográfica, especulativa, alcohólica, espectral
"Arde este libro" es una impresionante novela de no ficción escrita por Fernando Marías en 2021. Es la última de su producción pues la muerte sorprendió inopinadamente al escritor el día seis de este mes de febrero. 
Su fallecimiento fue toda una sorpresa. Como tanta otra gente, no me la esperaba. Quizás fue este suceso lo que me impulsó a sin demorarme más ponerme a leerla. Antes había leído elogiosos comentarios de la misma por parte de amigas lectoras de comprobado buen criterio. Todas ellas coincidían en manifestar el fuerte impacto que esta novela intimista les había ocasionado.

También yo declaro sentirme golpeado por el relato. En él Fernando Marías hace un recorrido autobiográfico por su existencia. Una existencia con varios acompañantes, el principal su pareja Verónica Veronique Lebrun Lapierre fue tu nombre, aunque yo siempre te llamé Verónica»), muerta prematuramente en 2012 a los 54 años de edad y cuya desaparición fue el detonante de la escritura del relato iniciado en 2019. Dice el autor que la frase primera que abre la novela «Te incineraron con una novela mía entre las manos. Por eso escribo este libro» la escribió en 2012 nada más conocer la muerte de Verónica y la noticia de haber sido incinerada con un libro suyo entre las manos. Muchas otras frases, dice, pasaron por su cabeza («Había una vez un libro entre las llamas. ¿Debería empezar así? Quién sabe, siempre es muy difícil la primera frase.») hasta que se decidió por la que escribiera tantos años atrás. Sí, siempre en una novela es difícil e importante la elección de la primera frase. En esta ocasión la elección es impactante al igual que el relato completo que la sigue.

Partiendo de esa frase el libro entero es un canto fúnebre, una elegía, que muestra el desarrollo de la vida de la pareja y la fatal desaparición del integrante femenino por culpa de la adicción alcohólica. Es el alcoholismo el elemento nuclear de la narración que marca la destrucción de la felicidad y finalmente la extinción de uno de los dos. El sentimiento de culpa invade a Fernando Marías pues ella, Verónica, era una mujer que cuando se conocieron en 1979 no probaba el alcohol pero un día ante la insistencia de su amor, ella, gozosa y enamorada, decide hacer caso a su pareja y probar los deliciosos gin-tonics, vinos y cervezas que él parecía tanto disfrutar. Este pesar arrastra el narrador durante toda la novela. «Te mató el alcohol y fui yo quien te enseñó a beber.», repite inconsolable.

Por azares de la existencia resultará que el inductor tras en un momento dado tocar fondo, morir lo llama él en hermosa imagen literaria («El uno de octubre de 1997 estuve a punto de morir. En realidad morí y resucité, eso fue con exactitud lo que pasó.»), resucita a una vida de abstinencia plena de cualquier toma alcohólica. No así sucedió con Verónica que continuará su discurrir por los derroteros del demonio del alcohol en soledad. Ese día de octubre de 1997, prosigue Fernando Marías, «se partió en dos nuestro camino compartido, de esta fecha nuclear provino todo nuestro futuro, incluido este libro».

El libro recorre a lo largo y a lo ancho la relación de esta pareja desde su conocimiento en 1979, jóvenes hermosos y disfrutones, en el Madrid de lo que durante la década de los ochenta se denominaría luego, en el futuro, Movida madrileña, hasta la disolución de su vida en común: físicamente en 2003 con la marcha de Veronique a casa de su madre en Marsella, y la ya definitiva con su muerte en 2012, sucedida también en Marsella. 

Es, pues, la novela la mostración de todas las fases de una vida en común, con su etapa de amor exultante: la vida en pareja en la que el afecto y el sexo son el eje central; luego las ilusiones de futuro, las fantasías: él -siempre él- pensando triunfar en el Cine y luego escribiendo libros, ella coadyuvando con trabajos mal pagados al sostenimiento de la pareja para que él pudiera escribir; el triunfo de esa novela primera titulada "La luz prodigiosa", el pago por ella y por las adaptaciones al cine y la televisión de la misma; el disfrute de ello; y el alcohol, siempre el alcohol, en el centro de la vida de ambos; la caída de él y su entrada en la abstinencia; la dificultad o imposibilidad de convivir un exalcohólico con una alcohólica; la necesidad de Marías de distanciarse de ella para no recaer; los engaños diarios y las vanas promesas sin futuro de una alcohólica; los espacios mentales en blanco por culpa de la ebriedad; y así...
«Para entonces yo no bebía hacía años, por tanto tú y yo éramos extoxicómano contra toxicómana, exalcohólico contra alcohólica, esa convivencia criminal a la que nadie sobrevive

La novela es magnífica. No sólo por abordar lo duro que es mantener vivo el amor en el seno de una pareja de alcohólicos. Sí, de alcohólicos porque quien estuvo en las garras del alcohol, como el novelista, y pudo escapar de ellas sabe que debe estar siempre alerta porque cualquier recaída es fatal: «Quien recae abandona su destino en manos del azar, esta es una verdad que los bebedores refutan para sentirse a salvo. Si yo hubiera recaído habría muerto antes que tú.». Luego, por lo bien que está escrita, con un lenguaje bellísimo en ocasiones, una estructura adecuada a una novela memorialista como es "Arde este libro" en la que los temas van apareciendo primero de manera sucesiva y luego ya de forma reiterada según que la memoria avanza, vuelve y revuelve el recuerdo de unas cosas y de otras hasta completar el círculo que abre y cierra con ese libro incinerado en manos de ella que alguien colocaría ahí antes de la cremación: «Te incineraron con una novela mía entre las manos. Por eso escribo este libro». Por esta razón, la caprichosa marcha de la memoria, la novela carece de división en capítulos si bien los temas aparecen en cierto modo ordenados según que fue transcurriendo la vida de estos dos seres: el enamoramiento, la ilusión, el alcohol, la caída y recuperación de él, la caída irremediable de ella, el sentimiento de culpa de él, la lucha de ella por salir de la adicción, la muerte, la pobreza... No son sucesivos, se dan en desorden y a veces en coincidencia, pero son, fueron.

Como decía  una amiga al finalizar la lectura, todo en este libro merece ser subrayado. Es cierto. Pocas cosas hay prescindibles en el relato, aunque algunas a mí me han impactado más que otras. Quizás la primera, dada la coincidencia en el tiempo con ella y mi vivencia de la misma si bien de manera tangencial, sea el Madrid de la Movida. En los años 80 del siglo pasado yo como tanta otra gente vivimos con euforia la libertad que hacía poco había llegado a España. Como dice el escritor evocando sin citarlo al Gil de Biedma del poema No volveré a ser joven Fernando Marías y Verónica venían como todos los jóvenes a llevarse la vida por delante, a comerse el mundo. Como confiesa el poeta barcelonés en su hermoso poema será cuando el novelista esté situado en la atalaya de los años que sea consciente del fracaso, de que la vida iba en serio. Pero en ese momento y en ese lugar eran jóvenes, perseguían sueños y se sentían héroes. Sucedió en Madrid

«Madrid: nunca te amaré lo suficiente. Cada una de aquellas mañanas, al salir a la calle, arrancaba a caminar sabiéndome señalado por los dioses. Bastaba respirar el aire de aquel Madrid, lo juro. Era mentira, pero fue verdad.»

Los años de la Movida en Madrid fueron años difíciles que a la mayoría nos tocaron tangencialmente y a algunos les dio de pleno y se los llevó en la tremolina del alcohol y las drogas. Afortunadamente los más timoratos nos salvamos por melindrosos, pero conocidos hubo más atrevidos que estuvieron al borde del precipicio, uno o dos se precipitaron por él y algún otro tuvo que huir de la ciudad para evitar ser arrastrado en la caída. Verónica en 2003 intentó huir yendo a Marsella con su madre pero ya lo advirtió el propio Lazarillo de Tormes hace más de cuatrocientos años: «No mejora de condición quien muda sólo de lugar y no de costumbres». Diríase que el autor anónimo estuviese pensando en la pareja de Fernando Marías. 

La Movida no se entiende sin la efervescencia cultural que anidaba en ella. Sobre todo en forma de música, muy presente en la novela, pero también en las ilusiones, fantasías y ensoñaciones de los jóvenes que como esta pareja querían comerse el mundo. El Cine y la Literatura eran los paraísos donde se refugiaban ambos cuando eran bebedores, y Cine y Literatura fueron la tabla de salvación de Fernando Marías en su etapa de abstinencia. Los cantantes y los grupos nacionales y extranjeros que se citan en este relato son muchos y aún hoy, pasados ya tantos años desde esa época, siguen sonando en emisoras y sobre todo en las cabezas de quienes éramos jóvenes en esos momentos.

Precisamente fue en el campo musical que Fernando Marías hizo realidad su sueño de realizador cinematográfico. Consistió en la filmación de unos segundos de imágenes que sirvieran para anunciar la entrada en el escenario del  mítico Rock Ola del grupo Nacha Pop en una de sus primeras actuaciones. Y aquí finalizó todo su sueño de creador cinematográfico que durante años su fantasía alimentó. Sin embargo el Cine marca la entrada y salida de la relación de la pareja. En un cine de Madrid, el cine Avenida, ve Marías simbolizado el nacimiento y la finalización de su relación amorosa que duró algo más de veintidós años: 

«toda plenitud humana se desplaza hacia su final en el instante mismo de nacer, y la tarde memorable del cine Avenida echó a caminar de forma inexorable hacia otra tarde del cine Avenida, esta desoladora y ubicada en el futuro.
Veintisiete de enero de 2002: ese día, veintidós años y algunos meses después de mi diáfana felicidad. Se estrenó en la misma sala la versión cinematográfica de la novela que acabaría por arder sobre tu pecho.
»

Fue su primera novela, La luz prodigiosa, aparecida en 1992, y por la que tanto habían luchado amorosamente unidos la que los llevó al cénit de su felicidad por lo logrado, si bien a renglón seguido en 1993 llegaría el momento en que sus caminos por culpa del alcohol se bifurcarían, separándose ya definitivamente en ese 2003 en que otro éxito, la versión cinematográfica de esa novela, llegaría a la vida del escritor.

La literatura propia y ajena está muy presente en la novela. Por ella venía un joven Fernando Marías a justificar su afición a la bebida: «De aquella época recuerdo mi fascinación por el alcoholismo que hermanaba a los idolatrados Edgar Allan Poe, Scott Fitzgerald, Fiodor Dostoievski, Jack London o Dylan Thomas, a quien por aquella época no leí y al que por tanto idolatraba porque sí, con la misma fe ciega, justo es admitirlo, que los curas oscuros reclamaban para sus milagros y resurrecciones.» Si estos grandes autores habían sido alcohólicos y él quería ser un gran autor, beber y escribir eran actividades coincidentes y necesarias. Gran error, claro; pero eso, como ocurre con casi todo, se comprueba con el paso del tiempo después de haber caído en el pozo.

Si su papel en el Cine se circunscribiría a la realización del guion de dos de sus novelas (La luz prodigiosa e Invasor) y poco más, en Literatura puede decirse sin temor alguno a equivocarse que Fernando Marías triunfó. Su manera de escribir es muy personal y ha sabido marcarse un estilo propio que lo distingue de otros autores. En esta «historia real de amor, muerte y desarraigo iniciada en el Madrid de los años ochenta y concluida hoy» que él mismo anuncia al inicio del relato asistiremos -al tiempo que conocemos la biografía del escritor, el alcoholismo de la pareja, la felicidad primero y luego incluso la felicidad dentro de la infelicidad- a la producción de este libro en vivo y en directo. Es un caso evidente de metaliteratura que el novelista resalta con frecuencia a lo largo de sus páginas

«La escena de tu partida de 2004, que se encuentra unas páginas más atrás, fue una de las primeras que escribí al comenzar. Sin embargo, no lograba encontrarle ubicación dentro de la estructura del libro a pesar de su importancia»


Para finalizar 
No puedo dejar esta reseña sin citar la inesperada muerte de Fernando Marías el pasado día seis de este mes de febrero. Constantemente durante la lectura esta noticia me asaltaba. Muchas páginas, estoy seguro de ello, las habría  entendido de manera diferente de haberlas leído desconociendo este dato. Por eso, quizás, han llamado mucho mi atención las constantes referencias a la Muerte. Algo lógico en principio dado que la escritura del libro surge del dolor por la desaparición definitiva de Verónica; sin embargo al referirse a la suya, la cual, mientras escribía el relato, pensaba que sucedería inevitablemente pero en un tiempo aún no determinado, yo no he podido por menos que atisbar avisos, llamadas al lector sobre la misma que quizás en su fuero interno sentía próxima:

  • «Mi muerte ya ha dado señales de vida, por eso admito con naturalidad que habrá para mí un trayecto en metro que será el último, igual que habrá un último paseo ante el mar, una última vez que me sentaré frente a la pantalla de cine, un último orgasmo, un último día de lluvia recia, un último gajo de naranja, un último miércoles, un último whatsapp y, por supuesto, una última novela que comenzaré a leer sin sospechar que después no habrá ninguna otra [...]»
  • «Así me pasará a mí también. Un lunes o un jueves, cómo saberlo, cómo saber si será a las dos y veintitrés de la madrugada o a las dieciséis y dieciséis de la tarde, el universo entero fundirá a negro a la vez que yo expiro, mientras en innumerables lugares personas también innumerables comprarán palomitas a la entrada del cine, surcarán los mares, firmarán su ansiado divorcio, se maquillarán a toda prisa para entrar al plató de un informativo que no reseñará mi muerte»

Fernando Marías, La luz incierta, novelista, guionista cinematográfico
Y amante como es de la Literatura al reflexionar y especular sobre su  propia muerte, aparte de evocar al Juan Ramón Jiménez del poema El viaje definitivo que se percibe en la última de las citas anteriores, el escritor, él también poeta por el buen trato que da a la lengua, no puede menos que manifestar un convencimiento y un temor. 

  • El convencimiento: «Los demás escritores, junto a nuestros libros, seremos antes o después conjugados en pasado e incluso borrados de la memoria colectiva. No soy ni seré una excepción, lo sé con convicción más sólida y también con tolerancia creciente a medida que corre el tiempo.» 
  •  El temor: «Peor, mucho peor que morir con un libro a medio leer es morir sin concluir el libro que escribes. No llegar a concluir un libro al que llevas años entregado se me antoja una cárcel sin retorno.»
Desde luego Fernando Marías logró concluir con mérito Arde este libro. No sé si habrá dejado alguno prendido en los telares de su escritura. Nada se ha dicho de ello. Espero que no y que así el novelista haya podido conjurar sus temores a esa cárcel sin retorno de la que hablaba.

14 feb 2022

El ruido de las cosas al caer. Juan Gabriel Vásquez

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«Es el ruido de las cosas al caer desde la altura, un ruido interrumpido y por lo mismo eterno, un ruido que no termina nunca, que sigue sonando en mi cabeza desde esa tarde y no da señales de querer irse, que está para siempre suspendido en mi memoria, colgado en ella como una toalla de su percha.»

Juan Gabriel Vásquez, Premio Alfaguara de Novela 2011
Esta interesante novela viene a contar, individualizándolo en una sola persona, la entrada de todo un país, Colombia, en el universo del narcotráfico casi sin enterarse. De hecho los personajes de la narración se ven absorbidos por esta vorágine de una manera no traumática, con suavidad, sin aspavientos, casi sin darse cuenta. Lo que comienza siendo una leve falta o ilegalidad pasable -el menudeo de yerba- irá subiendo de gravedad según vayan apareciendo ceros a la derecha de las cifras obtenidas por lo que decididamente ya es tráfico de estupefacientes. Es entonces cuando las autoridades tomarán cartas en el asunto y los servidores como Laverde de los grandes capos irán siendo atrapados por la DEA, la Agencia antidroga norteamericana, y encerrados en las prisiones estadounidenses por el comercio ilegal.

Sinopsis 
El ruido de las cosas al caer relata la vida de un joven profesor de Derecho, Antonio Yammara, y la relación que sostiene con Ricardo Laverde, un enigmático hombre con el que conversa en un billar de Bogotá y del que se sabe poco sobre su pasado. Sin embargo, la incipiente y fría relación entre ellos dará un giro inesperado el día en que Ricardo sufra un atentado, en el cual Antonio saldrá herido.

La acción de la novela transcurre entre 1996 y 1999, si bien se produce constantemente en la narración -en especial en la última fecha- un retorno al pasado, a los años 70 y 80. Conoceremos a través de las pesquisas realizadas por  Antonio Yammara, narrador y protagonista principal de la novela, la genealogía familiar (padres y abuelos) de Ricardo Laverde, y también el mundo doméstico más cercano de este personaje enigmático (el de su mujer Elaine y su hija Maya). Es, pues, la novela, un constante y desordenado flash-back cuyas piezas Antonio precisa ordenar en su cabeza para dar adecuado sentido a su vida que se ha visto alterada a raíz de su casual encuentro con Ricardo en 1996.

Antonio es un joven profesor universitario que tiene affaires sentimentales con alumnas. Concretamente será con una de ellas, de nombre Aura, con la que formará pareja estable y tendrá una hija, Leticia. Dice de ellas que son la razón de su vida, pero sin embargo y contra todo pronóstico se arriesga a perderlas por ver de entender lo que tres años atrás le sucedió junto a Ricardo cuando éste fue balaseado y él herido.

De esto va en síntesis este relato. Un relato que se engolfa en la tradición de la narrativa colombiana moderna que inaugurara Gabriel García Márquez. De hecho hay frases que parecen tomadas de la novela "Cien años de soledad" («Mucho más tarde, recordándolos para su hija o para sí misma, Elaine tendría que aceptar [...]»), de "Crónica de una muerte anunciada" («El día de su muerte, a comienzos de 1996, Ricardo Laverde había pasado la mañana caminando por las aceras estrechas de La Candelaria, en el centro de Bogotá») y de alguna otra obra del de Aracataca que durante la lectura de "El ruido de las cosas al caer" me han hecho evocar en mi cabeza la literatura de Gabo. Pero más que el empleo de frases que se asemejan a otras empleadas con magisterio por el Nobel colombiano, la similitud mayor con éste he creído hallarla en ciertas construcciones sintácticas como son las repeticiones de frases idénticas para introducir oraciones sucesivas con -seguramente- el deliberado deseo estilístico de producir un efecto rítmico que -ahora sí que sí- recuerda la escritura del creador de Aureliano Buendía y demás personajes de Macondo. 

    • Bien lo sabía él.
    • Bien lo sabía él, que acompañó a Ricardo [...]
    • Bien lo sabía él, que estaba junto a Ricardo cuando [...]
    • Bien lo sabía él, que ayudó con sus propias manos a [...]
    • Bien lo sabía él, que vio despegar el Cessna y [...]
    • Bien lo sabía él.
    • Bien lo sabía él, que doce horas antes de llegar a [...]
De cualquier manera me parece algo excesiva la denominación que algunos críticos literarios dan a Juan Gabriel Vásquez como el nuevo García Márquez. Él mismo sin menospreciar para nada al premio Nobel colombiano de Literatura se defiende de este marbete («Repito aquí lo que ya he dicho en otra parte: ningún escritor colombiano que tenga un mínimo de ambición se atrevería a seguir por los caminos ya explorados por la obra de García Márquez; pero ningún escritor con dos dedos de frente despreciaría las puertas que esa obra nos ha abierto, las libertades que nos ha heredado.»). 

Lo que sí que realiza Vásquez en su novela es un evidente homenaje a la literatura colombiana; un homenaje que, además de las alusiones que hace al escritor nacido en Aracataca y a su obra principal, se evidencia en las directas menciones a literatos colombianos ilustres como José Asunción Silva, León de Greiff y también Aurelio Arturo, el poeta al que hace referencia en el último de los seis capítulos que forman el libro. Es especialmente el poemario "Nocturno" de José Asunción Silva, cuyos versos van entremezclándose con la audición privada que en ese mismo instante Ricardo Laverde está haciendo de una cinta de cassette, uno de los momentos centrales y esenciales en el desarrollo de la novela:

NOCTURNO III

Una noche
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de música de älas,

[…]

y tu sombra
fina y lángida,
y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada

[…]

¡y eran una sola sombra larga!

[…]

De cualquier manera lo que sí es remarcable, y para mí una de las características principales de la literatura realizada por Juan Gabriel Vásquez, es el estilo tan personal de su prosa. Me ha encantado leer fragmentos en los que la lengua fluye y envuelve con su magia al lector:
  • «Aura, aquella mujer extraña que se acostaba conmigo en las noches y comenzaba a soltar anécdotas propias o ajenas, y al hacerlo fabricaba para mí un mundo absolutamente novedoso donde la casa de una amiga olía a dolor de cabeza, por ejemplo, o donde un dolor de cabeza podía perfectamente saber a helado de guanábana.»
  • «esos lugares, donde unos veteranos de los Cuerpos de Paz, que acababan de pasar tres años en el Cauca y en Putumayo, se habían convertido de la noche a la mañana en expertos en éter y en acetona y en ácido clorhídrico, y donde se armaban ladrillos de producto que podrían alumbrar un cuarto oscuro con su fosforescencia
Junto a esta belleza formal el novelista nacido en Bogotá en 1973, pese a los serios asuntos que toca en este relato, deja en el mismo algún que otro detalle de humor inteligente: cuando se duerme durante la proyección de una película de culto de Luis Buñuel («había un ciclo de Buñuel, esa tarde daban Simón del desierto, me dormí a los quince minutos)» e incluso en el nombre de uno de los personajes -Maya Fritts- el cual se dedica, como no podía ser de otro modo, a la apicultura. 

Con esta novela he aprendido muchas cosas  que no sabía. Por ejemplo me ha interesado sobre manera las guerras que Colombia mantuvo con Perú. A la que se alude en el relato es la que tuvo lugar en 1932 conocida como el conflicto de Leticia. Indagando sobre ella me he enterado de que la partición en países de las colonias de España en América se realizó siguiendo los límites departamentales fijados por la metrópoli. En el caso del Virreinato de Nueva Granada del que nacieron Colombia,Venezuela, Ecuador y Panamá las cosas no quedaron demasiado claras a raíz de algunas pragmáticas dictadas pocos años antes de la independencia que jamás llegaron a aplicarse. Concretamente hubo un problema aún vivo en la fijación de los límites del virreinato de Nueva Granda con el del Perú. Este problema ha provocado más de cuatro o cinco conflictos entre los dos países, uno de ellos el de Leticia.

Quizás lo más desconocido para mí fuera la existencia de los denominados Cuerpos de Paz norteamericanos, creados en 1961 por el presidente Kennedy («[La historia] comenzaba en agosto de 1969, ocho años después de que el presidente John Fitzgerald Kennedy firmara la creación de los Cuerpos de Paz»), entidad formada por jóvenes voluntarios que se desplazaban a países en desarrollo para mejorar la vida de las gentes. Elaine, la mujer de Ricardo, llegó a Colombia en 1969 formando parte de una remesa de estos chicos idealistas. Curiosamente, al estar imbuidos muchos de ellos de antiamericanismo por su oposición a Nixon y a la destructiva guerra de Vietnam en muchas ocasiones hicieron causa con los campesinos colombianos y colaboraron con ellos en la mejora de los cultivos de marihuana para que su rendimiento fuese mayor. Y lo mismo hicieron, instruyéndoles en la fabricación de la pasta de coca, cuando la droga solicitada por los narcotraficantes desde USA fue la cocaína. 

Colombia, Drogas, Violencia, Narcotraficantes
Al tiempo, en la novela abundan detalles que informan de la vida interna de Colombia. Se cita alguno de los asesinatos de políticos realizados por sicarios a órdenes de narcotraficantes como Pablo Escobar. Este capo de la droga paradójicamente era apreciado -y temido- por bastantes de sus compatriotas, muchos de los cuales trabajaban para él; en la novela nos enteramos de que era tal la inmensidad de dinero que Escobar acumuló con el tráfico de drogas que decidió crear una reserva zoológica con animales de todas las procedencias del mundo: la Hacienda Nápoles.
  • «Era la Hacienda Nápoles, el territorio mitológico de Pablo Escobar, que en otros años había sido el cuartel general de su imperio y había quedado abandonada a su suerte desde la muerte del capo en 1993.»
  • «Yo tenía catorce años esa tarde de 1984 en que Pablo Escobar mató o mandó matar a su perseguidor más ilustre, el ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla»
Este ambiente general de violencia en el país se completa con las, por toda la ciudadanía, consentidas mordidas. Los funcionarios públicos se dejan comprar por unos pocos billetes. De hecho los avances que realiza Yammara en sus pesquisas indagatorias lo son a base de dejar unos cuantos pesos en manos de policías y vigilantes.

Por todo lo señalado antes, de esta novela, que fue Premio Alfaguara de Novela en 2011, se dice que es un thriller político. Nada tengo en contra de esta clasificación. Pero sí que he echado muy en falta en el relato la nula referencia a las guerrillas y grupos paramilitares que han condicionado la vida del país durante décadas. Estas guerrillas se sufragaban a través del tráfico de la droga. Mientras que el tráfico de drogas es esencial para entender lo que les ocurre a los dos personajes, sin embargo nada se dice de la implicación de capos de los narcos como Pablo Escobar, citado en la novela, en los movimientos guerrilleros. ¿Por qué hace tal cosa el novelista? Sólo se me ocurre una respuesta aceptable: que Juan Gabriel Vásquez entienda que el lector lo sabe y que por ello no hay motivo para expresarlo. Creo que tal práctica elusiva puede ser admisible en un artículo de periódico o en una revista, pero no en una novela que tiene vocación de permanencia en el tiempo. 

Como siempre que se lee literatura hispanoamericana los americanismos de la zona geográfica de procedencia del autor sazonan el escrito. En "El ruido de las cosas al caer", pues, al ser colombiano Juan Gabriel Vásquez, son los colombianismos la peculiaridad léxica destacable en la novela. Por eso, a pesar de saber de la gran diferencia léxica existente en la designación de algunos objetos entre España e Hispanoamérica, verlos vivos en el habla común de los colombianos es algo que me ha gustado por demás. He aquí algunos ejemplos: timón (volante), aventón (acercar a alguien a un lugar), bañadera (tina de baño), ruana (poncho sin mangas), trancón (embotellamiento), berma (arcén), remezón (terremoto pequeño)..., y un sinfín de vocablos más que al tiempo que provocan cierto extrañamiento durante la lectura me producen inmensa satisfacción al comprobar la vitalidad del castellano a ese lado del Atlántico. También aparecen, como es común en la mayoría de los países latinoamericanos, muchos anglicismos: algunos meramente adoptados tal cual como joint (porro), coach (entrenador) o site training (lugar de preparación para algo); y otros con adaptación a la fonética y grafía españolas como overol (mono de trabajo o de vestir) proveniente de unir en un solo término dos procedentes del inglés ('over' y 'all').  Haber impartido clases de lengua española muchos años me ha hecho disfrutar con estos detallitos de orden lingüistico.


Para finalizar
Juan Gabriel Vásquez, Editorial Alfaguara
Un autor al que he de volver del que hasta esta lectura nada había leído y que me ha gustado mucho. Una novela interesante por la forma y por los asuntos que toca, tanto los referidos a las vidas privadas de los dos personajes, Ricardo y Antonio, cuanto al marco general del país y del tiempo en que desarrollan sus vidas, paralelas en cierto modo.

Sobre el novelista simplemente añadir que tras el éxito alcanzado con El ruido de las cosas al caer en 2011, sexta novela de las publicadas hasta entonces, aparecerían otros tres títulos: Las reputaciones (2013), La forma de las ruinas (2015) y Volver la vista atrás (2020).  

Además de su faceta como novelista, Juan Gabriel Vásquez destaca por sus relatos. En 2018 vio la luz , Canciones para el incendio, su segunda colección de relatos. La primera se publicó diecisiete años antes bajo el título Los amantes de Todos los Santos.

8 feb 2022

Mauricio Wiesenthal. "Orient-Express: El tren de Europa"

19 comentarios:

«En la vieja Europa en la que me eduqué—un mundo escarmentado y arruinado por las guerras—, la revolución industrial y el combate social se consideraban promesas de un mundo mejor, pero detrás de cada máquina estaba el trabajo y la responsabilidad de un hombre. Y eso es justamente lo que se ha olvidado en las sociedades modernas más irresponsables, fascinadas por el ocio y confiadas—por comodidad—al poder de máquinas dirigidas por la inteligencia artificial.»

Agradezco a mi buen amigo José Antonio la recomendación que me hizo de este libro de Mauricio Wiesenthal. José Antonio me habló de lo mucho que le había gustado la defensa de Europa que el escritor hace en la obra, una defensa de los valores que desde siempre la han caracterizado frente a las naciones de otros continentes que, pese a todo, han ido arrinconándola calificando sus virtudes ancestrales de anacronismos para olvidar. Ambos convinimos que esa defensa a ultranza de la Europa de entreguerras que Wiesenthal realiza en esta obra es la que en el imaginario colectivo constituye la Europa de siempre, la que el gran Stefan Zweig en su ensayo El corazón de Europa y también otros autores como Thomas Mann, Proust o el mismísimo Joyce defendían. 
«Esto es verdaderamente el bendito corazón de Europa, donde los europeos nacimos a nuestra cultura y a nuestra condición de pueblo educado en diferentes lenguas y religiones, con unos valores morales comunes: amantes de la diferencia y de la ecuanimidad (no de la igualdad), defensores de la justicia y de la dignidad humana, enemigos de las dictaduras y de las asambleas populares arbitrarias, creadores de una civilización que nos permite conservar nuestra historia, y un sagrado pacto social que es la garantía de nuestra libertad. […] Y el día que no sobrevivan estos valores no existirá Europa, por más que algunos quieran suplantarla por un parque temático de monumentos.»

Mauricio Wiesenthal, Orient-Express
Así pues con estos presupuestos tomé el libro editado por Acantilado y lo he leído de cabo a rabo disfrutando mucho de cada uno de sus 32 capítulos. El libro, aparecido en abril de 2020, es una especie de remake del que publicó en 1979 titulado La Belle Époque del Orient-Express, aunque ambos son muy distintos, El de 1979 es la crónica del viaje que de joven en un vagón de tercera clase hiciera un Mauricio Wiesenthal airado que veía cómo el hermoso tren estaba siendo asesinado por la vulgaridad funcionalista de las dictaduras del imperio soviético en el Este de Europa y la indiferencia, también, de los burgueses europeos. Este de 2020 es bien distinto pues muchas cosas en Europa han cambiado: ya no existe la URSS y los que fuesen países satélites suyos se han democratizado; pero lo más determinante es que el Orient-Express fundado en 1883 hizo su último viaje como tal el 19 de mayo de 1977 y no sería hasta1982 que el matrimonioSherwood, tras la compra en subastas empresariales de varios vagones míticos del Orient-Express, lo refundase ahora con otra denominación e hiciese su primer trayecto Londres-Venecia. Este trayecto con el paso de los años se fue ampliando tomando los trayectos míticos del antiguo Orient Express, convirtiéndose con el tiempo en el VSOE (Venice Simplon Orient Express), un tren turístico de lujo en el que Mauricio Wiesenthal está viajando en este libro. Este tren sólo realiza la ruta una vez al año. Se trata de turismo más que exclusivo. El trayecto entre Londres y Estambul lo realiza el escritor en 2017.
«El proyecto de salvamento y recuperación del Orient-Express costó más de once millones de libras esterlinas. Pero James y Shirley Sherwood fueron rescatando los viejos e históricos carruajes de la Pullman y de Wagons-Lits, allá donde un ingrato destino los había dejado abandonados.»
En Orient-Express: El tren de Europa el autor nos cuenta este viaje sabrosamente condimentado con la historia del propio tren desde la de sus vagones sleeping-car tan característicos creados por el norteamericano Georges Mortimer Pullman, vagones que se vieron debidamente aderezados y establecidos en su configuración definitiva con los Wagons-Lits que el ingeniero también norteamerciano Georges Nagelmackers presentase en la exposición universal de Viena de 1872:  «El mundo elegante—escribió la prensa de Viena—debe al ingeniero Nagelmackers la manera estadounidense de viajar, mejorada en función de los usos europeos»

Mauricio Wiesenthal cuenta con amor las peripecias sufridas por varios de los vagones del famoso tren: el Ibis, el Côte d'Azur, el Cygnus, etc. Cómo fueron usados en rutas distintas según el paso de los años y de las circunstancias políticas, cómo algunos quedaron arrumbados en una vía muerta durante años y años hasta que Sherwood decidió comprarlos y restaurarlos debidamente. También conocemos la vida interna del tren: los dos turnos de comida, la privacidad de los compartimentos, el paso de las  fronteras, los encargados de vagón, el funcionamiento de las calderas de vapor por parte de los fogoneros y del maquinista, etc.

Sin lugar a dudas es sobre todo la personalidad de los viajeros lo más entretenido de este hermoso libro. El anecdotario de sucedidos en el tren a personalidades del mundo de la moda (Coco Chanel, su amiga Misia, su amante Paul Iribe...); de la política y la realeza (Winston Churchil, el duque de Windsor, el duque de Marchena, Carlos II de Rumanía, Fernando I de Bulgaria, Sissí, etc.); de espías y delincuentes (el traficante de armas Basil Zaharaff, el armenio Nubar Gulbenkian, el fundador de los Scouts Baden Powell, etc.); de bailarinas y actrices, sicalípticas o no (Isadora Duncan, Sarah Bernhardt, Josephine Baker y la Bella Otero, por ejemplo); de escritores (Pierre Loti, Agatha Christie, Ian Fleming o Graham Greene); y de tanta y tanta otra gente es algo que atrae y hace muy amena la lectura de este libro proteico: libro de viajes, novela, ensayo, crónica de una época...

Wiesenthal es un escritor, un hombre que ha dedicado su vida a la escritura, es un amante de los libros, un disfrutador de la lectura, un ser cuya vida ha estado marcada por la Literatura, y también por los viajes: «Un viaje sólo merece la pena cuando lleva a la literatura.», escribe en un momento de la obra. Efectivamente "Orient-Express" es un libro que habla de literatura con pasión; de siempre el tren ha sido un marco literario clásico. Muchas novelas suceden en el interior de un tren, muchas de ellas en el interior del Orient-Express y no sólo me refiero a Asesinato en el Orient-Express de Agatha Christie que naturalmente ocupa un lugar relevante en este libro.
 «Los trenes han sido siempre un tema literario, desde La bestia humana de Zola hasta La muerte feliz de Camus; desde El viajero y el amor de Paul Morand hasta el El tren de Estambul de Graham Greene; desde Estación Victoria a las 4.30 de Cecil Roberts hasta el Orient Express de John Dos Passos, donde tan poco se habla del tren que da título a la novela.»
Muchos más autores y libros salen a relucir en este precioso ensayo novelesco: «Desde Rusia con amor de Ian Fleming; La máscara de Dimitrios de Eric Ambler; Agatha Christie, por supuesto; La Madone desde Sleepings de Maurice Dekobras del año 1925; El amante de lady Chatterlay de D.H. Lawrence...»

Último viaje del Orient-Express
Aunque Mauricio Wiesenthal redacta en este libro la Crónica viajera de su viaje de 2017 en el VSOE, magistralmente entreverada con recuerdos del que hiciera 40 años antes y algunos otros recuerdos personales de su propia vida, es evidente que él siente una enorme atracción por la época áurea de este expreso que recorría todo el continente europeo y que incluso al llegar a Estambul podía enlazar con el expreso Estambul-Bagdag. Del Orient-Express todo le agrada: sus vagones Pullman, los wagons-lit, los sleepings-car, el vagón restaurante, los vagones destinados a la realeza... Todo le gusta porque en toda la composición del convoy y en el viaje continental Wiesenthal ve palpitar la belleza: sus maderas de caoba, los hoteles en los que los viajeros paraban especialmente el Pera Palace de Estambul, pero también el Hotel-Château Bellevue de Sierre donde de pequeño -recuerda Wiesenthal- se alojaba con su padre cuando este iba a dar conferencias-. Es todo ello una belleza hoy desaparecida por considerarla superflua, elitista, de otro tiempo.
«Nací demasiado tarde, cuando ya se habían apagado las luces del romanticismo, pero me gustan los nombres de las maderas exóticas: el palo rosa, el cedro, el palisandro de Brasil, el ébano de Macasar, el limonero de Ceilán… Y me encanta la palabra mahogany con la que los ingleses designan la caoba, esa madera noble que se oscurece al envejecer; igual que los paneles del Orient-Express, los armarios de las bibliotecas y los cofres donde se guardan los mejores cigarros, mientras se les va oscureciendo la capa, envejece la hoja en su sueño aceitoso y se concentra su aroma.»
Efectivamente el escritor nos parece hoy un romántico. Pero no es un romántico impostado, sino un hombre sincero que valora la belleza, que la considera un valor importantísimo. Una belleza que ve que se conserva aún en ese tren VSOE que emula al auténtico Orient Express desaparecido en 1977. Este VSOE hoy es un artículo sólo al alcance de millonarios que quieran sentir en el siglo XXI las emociones y el placer que de 1883 a 1977, y especialmente durante el período de entreguerras, disfrutaron los monarcas, destronados o no; los dictadores de unos y otros signos; los artistas; los grandes escritores; los bailarines; los grandes compositores..., todos esos seres que de un modo u otro valoraban o al menos disfrutaban del lujo y la belleza.

Mauricio Wiesenthal no oculta su conservadurismo, lo que para nada cabe interpretar como reaccionarismo. Él está en contra de los nacionalismos:
¿Cuándo dejaremos de disfrazarnos de pueblo para asumir la responsabilidad de una sociedad? Ese fue el mensaje de nuestros maestros socialistas, añadiendo la condición de que el trabajo y el estudio —y no el origen ni el lugar de nacimiento— es el único aporte que nos hace miembros de una comunidad laboriosa, culta y civilizada.»
Hay que decir que Wiesenthal tuvo una educación primorosa en un colegio de Suiza donde se educó en francés y disfrutó de la enseñanza de profesores progresistas que le trasladaron la consideración y respeto del otro, del diferente a uno, pese a no compartir su ideario.

Por último no quisiera finalizar esta -lo reconozco- entusiasta reseña sin aludir a la belleza del lenguaje utilizado por el escritor en muchos de los pasajes del libro. Sirva como ejemplo la evocación que realiza del parisino Hotel du Beaujolais, hoy desaparecido, al pisar la plaza ciudadana donde en otro tiempo se alzaba:
«Todavía cuando Zweig frecuentaba estos lugares había conciertos en el Pavillon de la Rotonde, pero, con los años, la plaza se convirtió en un jardín literario, donde vivían las sombras. En las horas solitarias de otoño me parecía estar leyendo en un libro viejo la historia de la Fronda: un tiempo triste para este Palais-Royal. Pero no había lugar más tranquilo, sobre todo en las noches frías de invierno, en las que—callados los gatos—sólo se oía el llorar de las fuentes entre los viejos olmos, castaños y tilos. Y, a veces, el silencio era tanto que el escalofrío de un pajarillo en las ramas conmovía a toda la plaza.»

Mauricio Wiesenthal
De sí mismo dice el propio escritor lo siguiente:
 «Mi abuelo llegó a Madrid a fines del siglo XIX. Ingeniero y litógrafo, fundía tipos de letras: chupada, venus, negra... [...] Mi abuelo huía de peleas parentales: la familia de su madre, señorita de Hamburgo, rechazaba a mi bisabuelo, músico judío. [...] ¡España era sinónimo de libertad! Mi abuelo solía recitar el discurso de Castelar en las Cortes de la I República, en 1869 [...] Mi padre, liberal también, sería catedrático en Barcelona: nací en la Gran Vía. Los patios del Eixample son mi primera patria. [...] Con mi padre viajé en sus giras dando conferencias, aprendí mucho. Y acabé, de adulto, impartiendo una asignatura maravillosa: ¡Historia de la Cultura!»
Son declaraciones hechas por el escritor al diario La Vanguardia de su ciudad natal. En esas páginas a preguntas del entrevistador confiesa su inmenso amor por el saber, por la cultura en general, y su enorme pena al comprobar cómo hoy la belleza está siempre en peligro en aras de un equivocado popularismo que relega a un segundo plano «ciertos va­lores, a saber: norma, educación, justicia, trabajo. Los que todavía creemos en esto... estamos hoy bastante acobardados.»

El Venice Simplon Orient Express,

Leyendo "Orient-Express: El tren de Europa", ensayo novelado, libro de viajes o lo que quiera que sea, su autor se nos revela como casi  un hombre del Renacimiento, un humanista atento a todo, preocupado por su entorno, vividor y disfrutador de lo que constituye la verdadera civilización y progreso del ser humano.

Mauricio Wiesenthal, español de raíces judías, tuvo una educación exquisita y a lo largo de toda su vida ha puesto la belleza por encima del practicismo y materialismo empobrecedor que hoy día nosasedia y en cierta manera nos anula. Salvando todas las distancias del mundo Wiesenthal me ha llevado a través de este magnífico y bellísimo libro a Stefan Zweig. Como el austriaco, el español es un defensor de Europa y un perseguidor acérrimo de los totalitarismos sean estos comunistas o fascistas, de los nacionalismos excluyentes (todos lo son, por cierto), del populismo anulador de la racionalidad, y del feísmo predominante hoy día.

A modo de conclusión
Mauricio Wiesenthal reniega de la manera de viajar actual. Dice que eso no es viajar, que eso simplemente es trasladarse atropelladamente, en marabunta, cámara fotográfica en ristre con afán de  fotografiar los monumentos que nos dicen las guías de viaje actuales que hay que ver y fotografiar. Estas guías nada tienen que ver con las Baedeker -dice él- «que utilizaban mis abuelos en 1890 y que son, probablemente, el mayor tesoro de mi biblioteca, porque gracias a estas guías de viaje pude descubrir los rincones dorados de la Belle Époque, identificando los hoteles donde se hospedaban los viajeros de otros tiempos, y encaminando mis pasos hacia lugares olvidados que no habían sido profanados por un turismo irreverente. Conservo entre mis libros preferidos más de cincuenta ejemplares de esta colección de guías, editadas por Karl Baedeker en Leipzig». Y es que como confiesa a sus compañeras de viaje -el viejo General y su nieta Tatianalady Victoria y su hija lady Edith- al llegar a Estambul:
 «—Ya conoces mi estilo de ver las ciudades. Los gatos vagabundos, los talleres de los artesanos, los mercados, los anticuarios, las palomas… Sólo, de tarde en tarde, habrá algún monumento.» [le dice a Tatiana de la que pese a la enorme diferencia de edad se ha enamorado un poco]

 

 Algunas citas que quisiera destacar

  • «Los viajeros antiguos regresaban de sus viajes con apasionantes crónicas. Los modernos traen sólo souvenirs y fotos. Y eso es grave, porque con las crónicas de mil lugares del mundo podía componerse una sabiduría y una experiencia de la vida, mientras que las fotos malas apenas dan para un álbum»
  • «A veces bajábamos para visitar alguna ciudad, como la dulce Liubliana, la altiva y elegante Zagreb—¡inolvidable ciudadela barroca en la colina!—, la alegre Belgrado, la misteriosa Niš o la enigmática Sofía: dulce para Larbaud, como un babá ruso espolvoreado de azúcar, y helada en mi memoria, como los santos de mayo.»
  • «Ciudad de los milagros y de los muertos, la colina de Eyüp es el balcón que domina la vista más impresionante sobre el Cuerno de Oro y la costa asiática.En lo alto de la colina hay un café donde Pierre Loti venía a fumar el narghilé. Allí nos sentamos a contemplar el final heroico de la puesta de sol, hasta que la lumbre de la cocina, donde se calienta el café, brilla más que el cielo»
  • «Soy ya mayor para repetir las aventuras que vivió de joven, pero si tuviese menos años escribiría ahora un reportaje del Oriente Medio que conocí en otros tiempos. Con mi corazón y mi memoria reconstruiría las ruinas que, como amapolas en lo que fueran tierras de pan llevar, cubren hoy las vías que nos conducían en el Taurus-Express, desde Estambul hasta Alepo, Damasco y Bagdad. Un ferry atravesaba el Bósforo para transportarnos a la estación de Haydarpaşa. En sus días dorados la línea disponía de sesenta coches cama y veinte restaurantes. Y éste fue el tren en el que viajó Agatha Christie en 1928, cuando decidió recomponer su vida—destrozada por el divorcio de su primer marido—y marchar a Bagdad
  • «Los trenes de lujo, como todo lo bello, tuvieron siempre sus enemigos. El más siniestro de todos—aparte de ciertos intelectualitos de la gauche divine que se hacían famosos en la moda contracultural de los años setenta del siglo XX—fue un militar húngaro: un oficial de ingenieros en la reserva llamado Szilveszter Matuška. Algunos dicen que era comunista y, otros, fascista; tanto da.»


 "Orient-Express: El tren de Europa" de Mauricio Wiesenthal es un libro con el que se disfruta mucho. Su autor es una auténtica enciclopedia del siglo pasado, el siglo XX. Un libro muy, pero que muy, recomendable.