"Había que ganar tiempo, tiempo para las demás columnas internacionales. ¿Los españoles? Bueno, para transformar unas milicias en un ejército se necesitaba mucho tiempo, la desconfianza frente a los oficiales de carrera, comprensible en vista de la conjura de los generales y oficiales, resultaba destructiva. Y los españoles eran francamente difíciles de organizar…" (MADRID, OTOÑO DE 1936)
La novela a la que pertenece la cita anterior la descubrí casualmente paseando por la última Feria del Libro presencial celebrada en Madrid en junio de 2019. Llamó mi atención su título y el hecho de haber sido escrita, según rezaba el marcapáginas que la publicitaba, por la que fuera esposa del escritor Arturo Barea. Fue por esto que decidí adquirirla.
La autora
De Ilsa Barea-Kulcsar nada sabía antes de ver su nombre sobreimpresionado en la portada de esta novela que adquirí como novedad en la última Feria del Libro de Madrid presencial, o sea, la de 2019. Sí, no hace tanto aunque así lo parezca; hablo de la época aquella anterior al Coronavirus en la que los humanos nos juntábamos en ferias y exposiciones donde no importaba la distancia social ni tampoco íbamos enmascarados: Sé que suena como algo muy lejano, pero no lo es tanto. Bueno, sea como fuere, el caso es que tras leer la novela sentí curiosidad por la persona y así llegué navegando por Internet hasta la presentación de la novela en septiembre de ese mismo año con motivo de cumplirse 117 años de su nacimiento.
Algunas notas tomadas de la presentación de "Telefónica" en el edificio Telefónica realizada el 18 de septiembre de 2019.
Como digo no asistí a esta presentación que he visto en streaming en la web de "
Espacio Fundación Telefónica". En dicha presentación participaron;
Daniel Álvarez, editor de
Hoja de Lata que publicó la novela;
Elvira Lindo, novelista y entusiasta de la obra de Arturo Barea;
William Chislet, comisario de la exposición sobre Arturo Barea organizada en 2018 por el Instituto Cervantes en Madrid, Badajoz, Manchester y Dublín; y
Georg Pilcher, profesor de lengua y literatura alemanas en la Universidad de Alcalá de Henares y descubridor de la novela "Telefónica" de Ilsa Barea-Kulcsar.
Ilsa Barea-Kulcsar nació el 20 de septiembre de 1902, o sea, que hoy tendría 118 años. Nació en el seno de una familia con posibles: su padre fue profesor de instituto, pedagogo progresista y un socialdemócrata convencido; su madre procedía de la baja nobleza austriaca y como era habitual en la época se dedicó a la crianza y educación de sus tres hijos. Ilsa estudió en un instituto muy progresista que admitía alumnas y en 1920 comenzó a estudiar en la Universidad de Viena Ciencias Políticas y Derecho. Pronto militó en el Partido socialdemócrata aunque por discrepancias con la línea política en 1922 se dio de baja en el mismo afiliándose al Partido Comunista donde conocería al que sería su primer esposo, Leopold Kulcsar. Ambos trabajaron dos años para el Partido del que también se alejarían por no coincidir con su línea práctica. En 1925 el matrimonio fue detenido en Hungría acusado de espiar para la Unión Soviética. Tras cuatro meses de prisión en Budapest salieron libres gracias a los buenos abogados contratados por el padre de ella. De vuelta en Viena abandonan el PC por haberse sentido abandonados durante su confinamiento e Ilsa volvió a ingresar en el Partido Social Demócrata.
Tras la llegada al poder en Austria de un partido ultracatólico conservador que cerró el Parlamento, Ilsa y Leopold trabajan en contra de este. Tras la breve Guerra civil austriaca (12-16 febrero de 1932) será detenido Leopold y ella pasa a la clandestinidad. Ya libres ambos, viven en Viena y trabajan contra el Régimen hasta que a finales de 1934 son descubiertos y tienen que huir de Austria yendo primero a Praga (Checoeslovaquia). Durante sus años en Praga sufre el matrimonio una primera crisis consecuencia de la cual en 1936 Leopold, que ha conseguido trabajo en la embajada española, se quedará allí mientras que ella viaja a España como periodista.
Ilsa era una mujer muy culta que hablaba cuatro lenguas (inglés, alemán, francés e italiano) y que aprendió rápido español, idioma que hablaba muy bien a pesar de que sólo estuvo en España quince meses. Murió bastante joven, a los 70 años, el 1 de enero de 1973.
La novela "Telefónica" la comenzó en París en marzo de 1938 al poco de salir de España y la acabó en su residencia de Hertfordshire, en Inglaterra, el 31 de marzo de 1939. Se publicó por entregas de marzo a junio de 1949 en el Arbeiten Zeitung austriaco, un periódico socialdemócrata.
Arturo Barea, al que conoció en el servicio de censura de prensa de la Telefónica durante la Guerra Civil, no habría sido el escritor que conocemos sin el impulso de Ilsa que tradujo sus obras al inglés comenzando por "La forja de un rebelde" en 1943. Esta trilogía novelística salió antes en inglés que en español, siendo la primera edición en nuestra lengua la aparecida en Argentina en 1951; en España no se publicó hasta 1977.
Mi comentario sobre "Telefónica"
Es la primera y única novela escrita por la autora austriaca. Parte de su propia experiencia vivida durante la guerra de España, si bien no es una novela del todo autobiográfica según advierte ella misma en el epílogo autobiográfico que con el título Madrid, otoño de 1936 figura al final de la ficción propiamente dicha. Pese a esto es inevitable no ver a la propia 'Ilsa la de la Telefónica' tras esa Anita Adam de la quinta planta, la planta del edificio de Telefónica donde estaba situada la censura de prensa extranjera y donde Anita trabajaba. Más difuminada está en el relato la figura de Arturo Barea que trabajó durante el conflicto como jefe de la censura en el mismo lugar. En la novela Anita se enamora del comandante militar del edificio, Agustín Sánchez, y no del censor jefe. Ya se sabe, la ficción aunque se inspire en la realidad no debe por ello reproducirla con exactitud.
"Telefónica" es la historia del Madrid asediado durante los primeros meses de la Guerra Civil, cuando se preveía por unos y otros que caería de inmediato. Hasta tal punto estaba instalada esta creencia entre los republicanos que el Gobierno de la Nación había decidido en noviembre de 1936 trasladar su sede a Valencia. Quedó Madrid guarnecida exclusivamente por las fuerzas del
General Miaja y por milicias formadas con muy buena voluntad pero escasa preparación por españoles deseosos de luchar por su libertad contra el fascismo. Afortunadamente a principios de noviembre del 36 llegaron a España las Brigadas Internacionales que se habían creado en Europa y Estados Unidos como respuesta a la hipócrita política de los países europeos de no intervención cuando Italia y Alemania apoyaban sin embozo a las fuerzas de los golpistas.
Estas brigadas participaron en la defensa de Madrid y contribuyeron a evitar su pronta caída. Con ellas viajaron a España no pocos periodistas dispuestos a contar para sus lectores las vicisitudes de estos soldados. Entre estos periodistas está la protagonista de la novela, Ana Adam, que por su conocimiento de idiomas, es destinada desde Valencia al servicio de censura de los textos que estos periodistas vayan a mandar a sus medios. Ser mujer y venir propuesta directamente por Valencia para un puesto importante en Telefónica levantó no pocas suspicacias entre los habitantes y defensores del edificio. La defensa del edificio corría a cargo de militares republicanos que comandaba Agustín Sánchez; pero además de los militares, por Telefónica, como por todo Madrid, pululaba toda una serie de personas de ideologías diversas -comunistas, anarquistas, socialistas, troskistas...- enfrentadas entre sí por su intransigencia ideológica contribuyendo sin quererlo al avance de los franquistas.
En vez de estar todos a una en la defensa del edificio, el más alto de Madrid desde cuya planta trece el mando militar vigilaba el frente situado a poco más de kilómetro y medio en la Casa de Campo, el Parque del Oeste y la Ciudad Universitaria, y centro esencial de comunicaciones de toda España y de esta con el resto del mundo, en Telefónica los anarquistas sospechan de todos los demás, sobre todo de los comunistas y socialistas. Anita es socialista, mujer e inteligente y esto no se perdona. Moreno, vigilante anarquista, y Lucrecia, también anarquista, junto a otros como el sanguinario chequista Valentín, creen que Ana es una quintacolumnista que debe ser eliminada. Así andan las cosas por el interior de Telefónica. Afortunadamente parece que se impone la razón cuando el equidistante de mente fría e ideas claras comandante Sánchez decide hablar y reconducir la situación que parece estar yéndose de las manos: Así no podemos seguir trabajando, camaradas. No podemos trabajar unos contra otros, no importa cuáles sean los motivos, políticos o sociales. Madrid es el frente. El mando militar tiene que tener el mando y el ejército tiene que ser un ejército, y nosotros, los de la Telefónica, una parte al servicio militar.
Este ambiente envenenado es el que se respira entre los defensores de Telefónica. En los muchos pisos de ella están los militares, el puesto de mando, el servicio de censura, el Consejo Obrero, la sección sindical de los empleados de Telefónica, la planta de los corresponsales de prensa, la planta donde las telefonistas mantienen abiertas las comunicaciones, la zona de máquinas que hay que mantener funcionando... y abajo en los sótanos es donde se refugia la población civil de los inmisericordes bombardeos de los junkers alemanes y donde viven los refugiados huidos de barrios madrileños ya caídos en poder de Franco o de ciudades y localidades próximas que han corrido igual suerte.
La nómina de personajes es amplísima y más que personajes individuales la novela muestra un personaje coral que es Telefónica, que es Madrid, que en definitiva es la España republicana. En este personaje colectivo, Telefónica, tenemos además de a la pareja principal formada por Agustín y Anita que vive su particular historia de amor y a los anarquistas intrigantes ya citados, a muchos otros de distintas ideologías como Manuel García, sindicalista de UGT ingeniero-mecánico encargado del mantenimiento de las máquinas; el viejo Pepe, portero ayudante del control de la puerta del edificio; telefonistas y ascensoristas como Rosita; Pepita, esposa de Agustín y sus hijos Lolita y Juanito; Paquita, amante de Agustín; Dª Concha Martínez, viuda, mujer popular de Carabanchel, refugiada en la Telefónica junto a su hermana Pilar y los hijos de ésta, encargada de organizar y abastecer a los refugiados así como de organizar su salida hacia Levante ante la inminente caída de Madrid; etc. Mención especial merecen los periodistas, otro personaje colectivo esencial en el relato pues no hay que olvidar que Anita Adam y la misma escritora pertenecen al gremio. Su número es grande: Adlington de la agencia NS, Stephen Johnson (periodista inglés muy de fiar para Anita), Bevan (corresponsal conservador americano), White (periodista del 'Times'), Simms, André (periodista francés)., Morton (corresponsal del derechista americano 'New York Telegraph'), Miranda, Warner (joven y nuevo periodista inglés)...
Del grupo de los periodistas destaca sin duda alguna el francés André que desde el principio, incluso antes de haber leído el texto autobiográfico "Madrid, otoño de 1936" que sirve de epílogo a la novela, me recordó al francés André Malraux que vino a combatir dentro de las Brigadas internacionales. En ese epílogo Ilsa aclara que la noche anterior a su llegada a Madrid, esperando al avión que la trasladaría desde Valencia, la pasó hablando con André Malraux, quien tras la Segunda Guerra Mundial sería ministro de Cultura de Francia con el General De Gaulle y novelista importante [su novela "L'espoir" es todo un referente para conocer su visión sobre la Guerra de España].
Junto a la lucha y defensa del edificio se ve en el relato la muerte de personas anónimas víctimas de los obuses y bombas arrojadas sobre la Gran Vía y el propio edificio de la Telefónica, principal objetivo a batir por los franquistas. También es importante observar en la novela cómo muchos de los personajes van a evolucionar hacia posturas distintas a las que tenían en principio. Estos cambios se dan sobre todo en el grupo de los periodistas. Simms escribe para una publicación conservadora y aunque él pretende ser neutral la barbarie que contempla no le permitirá serlo:
Simms estaba escribiendo en su cabeza su versión de la muerte de Durruti. [...] ¿Merecía la pena escribir un artículo para una revista y sacarlo a escondidas? Toda la cuestión de los anarquistas, los fusilamientos de presos... pero ¿cómo podía explicarse si no se quería describir la historia y la psicología de los españoles? [...] ¿Cuántos ataques aéreos durante ese día, tres o cuatro? En los grandes almacenes una granada de mortero o una bomba aérea ligera habían hecho un agujero enorme. Pensó que en el frente las explosiones y la destrucción eran más naturales que en la ciudad y se sorprendió al pensar que algo así podía ser natural, No, aquí era donde se daba uno cuenta de hasta qué punto eso era contra natura.
Simms no había dormido esa noche, el frente lo había conmocionado más de lo que quería confesarse, y el olor a fuego en la calle, y todavía más el olor amargo, penetrante, así como el sabor que deja una explosión en el aire lo irritaban. [...] Cuando Simms llegó al chaflán que estaba casi frente a Telefónica, le llamaron la atención una mancha húmeda y un agujero blanquecino en el pavimento. Un obús; luego habían venido los limpiadores con su manguera para lavar la sangre.
[...]
- ¿Qué le pasa ,Simms?
- ¿A mí? No mucho. Sólo que he dejado de ser neutral -dijo el corresponsal de guerra.
Y así les sucede a muchos otros. Me parece interesante destacar la evolución que sufre el anarquista
Moreno quien se desengaña de la persecución ideológica que su grupo realiza y decide abandonar el cómodo puesto de comisario político para ir al frente y luchar de verdad contra el enemigo de verdad. Parecida es la actitud del mecánico ingeniero
Manuel García que en un momento dado decide ser él mismo quien arriesgue la vida en una reparación telefónica. Y como ellos prácticamente todos los personajes en los pocos días del mes de diciembre en que transcurre la novela evolucionan, sufren cambios producto del propio conflicto en sí o de la peripecia íntima que viven. Porque en
"Telefónica" dentro del marco terrible de la guerra se desarrollan otras historias más personales, más sentimentales, más íntimas, protagonizadas en primera fila por
Agustín y
Anita, con las figuras adláteres de
Paquita,
Pepita,
Dª Concha, la niña
Lolita y algún otro. Esta historia de amor es trasunto de la real que en el mismo edificio vivieron
Arturo Barea e
Ilsa Kulcsar.
Desde el punto de vista formal la narración es tradicional, con un narrador externo en tercera persona salvo en momentos de introspección que cambia a la primera y linealidad temporal. Utiliza la técnica de la Nueva Objetividad que tuvo surgió en el período de entreguerras en Alemania caracterizado por un constante cambios de perspectivas y combinación de distintas voces narrativas. Como ya he dicho se trata de una novela coral organizada en cuatro apartados que siguen en esencia la peripecia amorosa de la pareja protagonista, de manera que en la Primera parte conocemos a los personajes y sabemos de la lucha que mantienen Pepita y Paquita por los favores amatorios de Agustín; en la Segunda, Agustín interviene activamente para evitar problemas a Anita que está siendo hostigada por la facción anarquista de la casa; en la parte Tercera, la pareja Ana - Agustín se consolida, si bien la actividad amatoria debe posponerse en beneficio de la acción bélica; y en el último apartado los amantes, al despertar tras haber pasado la noche juntos, escuchan lo que pasa en la calle, en dirección al frente, por si vuelve a resonar el estruendo sordo de una explosión. Ya empiezan a temer el uno por el otro y por su nueva vida.
Estilísticamente la novelista hace uso de un hermoso lenguaje que he percibido en muchos momentos especialmente cuando la protagonista Ana reflexiona y la escritora nos lo presenta utilizando el monólogo interior:
Soy una estúpida. Hay que ver cómo tengo la formación literaria pegada en el cogote. Citas. Y, ¿por qué no? Hay otra cita parecida de Storm: 'Aguanta, al final de la vida sólo te tienes a ti mismo'. Es cierto, pero no quiero que sea cierto. Que sea cierto...qué raro es que ahora piense en frases gramaticalmente perfectas. Cuando uno se escucha a sí mismo, siempre se piensa en frases. O en signos de estenografía. Es cierto que ahora quiero aferrarme a algo que tenga una forma clara. Tengo miedo de estar sola. Por eso trabajo así. ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué tengo que estar aquí? [...] p. 63)
Para finalizar
En "Telefónica", además de hablar de la heroica resistencia de Madrid, centrada en las acciones -buenas y malas- vividas dentro del edificio, y de la historia de amor mantenida entre Ana y Agustín, aparece una defensa inapelable de la dignidad de la mujer frente al machismo imperante en ese tiempo en España. El choque entre hombres y mujeres se percibe en varios momentos: por ejemplo cuando Manuel García conversando con Lucrecia a propósito de las vituallas y prendas que necesitan los niños y mujeres refugiados le dice a ésta que de cómo se debe tratar a los refugiados seguramente sabes más que yo, y de cualquier manera es tarea de mujeres; también cuando Agustín comenta a sus compañeros tras haber hablado con Anita que es raro poder debatir con una mujer, dice Agustín. Ese es el atractivo de las extranjeras, que se las puedes tratar como a compañeras pero siguen siendo mujeres. Como se ve son frases reveladoras del fortísimo machismo que en la época existía en nuestro país; un machismo que marchaba acorde con el inmenso atraso que se sufría aquí.
La novela cuando fue publicada en 1949 por entregas salió con el título "In der Telefonica" ('En la Telefónica'); sin embargo en esta primera edición en España en forma de novela los editores de Hoja de Lata han preferido reducir el título a una sola palabra: "Telefónica", un término muy reconocible en nuestro país por ser la Compañía de teléfonos referente empresarial en España: desde la Guerra Civil y hasta poco antes de acabar el siglo pasado fue monopolio estatal y tras ser privatizada en 1999 es hoy una empresa privada de telecomunicaciones que compite en el mercado con otras empresas semejantes.
El edificio de la Telefónica había acabado de construirse por la empresa estadounidense ITT propietaria de la Compañía en 1929 tras tres años de trabajos. Fue el segundo rascacielos de España en su momento, era alto, señero, sorprendente para todos. Si sorprendía por fuera, su disposición interna con sus cinco grandes ascensores y sus estrechas escaleras le conferían un aire de modernidad increíble. En la novela Ilsa Barea-Kulcsar, que se enamoró de su segundo y definitivo marido en él, parece conferirle un aura mágica, especial, como corresponde al entusiasmo por la vida pública y personal que conoció ella en su interior. La disposición de elementos y la distribución por plantas del personal en la novela es muy fiel al recuerdo que la escritora se llevó de su estancia en él. Así en el epílogo "
Madrid, otoño de 1936" ella escribe:
"La Telefónica -y ahora no cito de memoria, sino según un texto que escribí al poco de abandonar España, todavía bajo la reciente impresión de lo vivido- tenía trece plantas y dos sótanos. En lo más profundo bajo la tierra estaban los refugiados de los suburbios y de los pueblos de los alrededores de Madrid. En la planta trece se ubicaba el puesto de observación de la artillería. En medio, apretujados en las habitaciones de doce plantas, la maquinaria de la red telefónica para toda España, y, al mismo tiempo, una muestra representativa del Madrid sitiado: otros refugiados; obreros; policías; milicianos; Primeros Auxilios; empleados; oficiales del Estado Mayor del puesto de observación, apartados por miedo a cualquier otro contacto; como cuerpos extraños, aislados, los funcionarios de los capitalistas americanos dueños de la Telefónica y del monopolio de teléfonos de España, en ese momento desposeídos de su poder por el control estatal; la oficina militar, control administrativo superior en que solo estaba el coronel o su representante; un comedor espacioso; catres de campaña en todo tipo de habitaciones para la gente del turno de noche; un ejército de telefonistas que en parte dormían en el edificio para no tener que ir de o al trabajo bajo una lluvia de obuses; en la cuarta planta los periodistas de prensa extranjera; en la quinta, la censura de prensa, una sección del Ministerio de Estado, y la censura teléfonos, un comité de los empleados de Telefónica. Y en medio" [...]