«El mayor sueño del escritor consiste en convertir al lector en espectador; ¿lo consigue alguna vez? Los pálidos organismos de los héroes literarios que se alimentan bajo la supervisión del autor, se hinchan poco a poco con la sangre vital del lector; de modo que la genialidad del escritor consiste en otorgarles la facultad de adaptarse a esa —no muy apetitosa— comida y a medrar con ella»
Desesperación la escribe Vladimir Nabokov en Berlín en 1932. Pasados dos años «la revista de emigrados Sovremennye Zapiski, de París, publicó la novela por entregas a lo largo de 1934, y la editorial de emigrados Petropolis, de Berlín, publicó el libro en 1936.». Sin embargo la versión que acabo de leer es la que el autor bendijo en 1965 («lo satisfecho y emocionado que me habría sentido yo en 1935 si hubiese podido leer anticipadamente esta versión de 1965.»). Estamos, por fecha y calidad del texto, evidentemente ante un clásico de la literatura universal. Toda esta información que acabo de escribir la da el propio escritor ruso en el prólogo que hizo en Montreux a esa edición de 1965.Junto a la peripecia de este hombre se desarrolla toda una muestra del quehacer literario. Estamos ante una novela haciéndose. El propio Hermann está redactando la novela que estamos leyendo y se la dirige a un editor -ese posible lector que nombra reiteradamente en acotaciones o digresiones que rompen el relato principal- quien así conocerá la "verdad" de lo sucedido. Pero la verdad, eso lo sabemos todos y más cuando nos acercamos a ella a través de una obra artística siempre es huidiza, evanescente. Esta parte de la novela, entreverada artísticamente con el resto del texto, es claramente metaliteraria y en ella percibimos la figura agigantada del autor, Vladimir Nabokov, ruso de nacimiento, escritor en esa lengua pero también en francés e inglés, y poseedor de un inmenso background literario. Dentro de este fondo de armario que posee y exhibe predominan los autores rusos, en especial Turguenev y Dostoievski, pero también Pushkin y varios otros más. De los franceses destacaría a Maupassant. Y, aunque no lo cite nunca por su nombre, la figura y el estilo de Frank Kafka sobrevuela por muchas páginas de esta novela que en algunos momentos me ha parecido ciertamente inmersa en el surrealismo.
En el prólogo, el mismísimo novelista hace referencia a su obra más conocida, "Lolita", aparecida diez años antes de esta edición de 1965 y que desde entonces había levantado un enorme revuelo en Europa y Estados Unidos. El motivo que le lleva a hacerlo es la semejanza por nombre y edad del protagonista masculino de una y otra novelas: Humbert, el de Lolita, y Hermann, el de Desesperación. Nos pide que no los confundamos, pero al tiempo incide en la importancia del psicologismo tanto en uno como en otro.
«Hermann y Humbert son parecidos solamente en la medida en que puedan serlo dos dragones pintados por el mismo artista en diferentes períodos de su vida. Son un par de sinvergüenzas neuróticos, pero existe en el Paraíso una gran avenida verde por la que, una vez al año, al atardecer, se le permite pasear a Humbert; mas el Infierno no le concederá nunca la libertad condicional a Hermann.»
- «hermano de Ardalion, por tanto primo también de Lydia, que se llamaba Innocent, el cual, no sé por qué razón, fue ejecutado por el pelotón de fusilamiento muy poco después de nuestra partida. (Si he de ser franco, todo esto encajaría mucho mejor al comienzo del primer capítulo que al comienzo del tercero.)» Esta acotación metaliteraria es una manera de cortar el embeleso del lector en la anécdota. Tiene mucho de recurso propio del teatro épico que fundara Bertold Brecht.
- «Una brevísima digresión de tipo literario: ese ritmo es por completo ajeno a las formas modernas de conversación, pero transmite especialmente bien mi épica calma, y la tensión dramática de la situación.». Así dice en un momento dado el narrador del relato consciente de lo inadecuado del estilo elegido respecto al que en ese momento se estilaba en las novelas.
- «Pero ten paciencia conmigo, lector. El paseo que daremos a continuación será tu magnífico premio. Estas conversaciones con los lectores son también una bobada. Apartes escénicos.». Reflexiona a propósito de ese involucrar conversacionalmente al lector en el relato.
- «¿Cómo podría empezar este capítulo? Les brindo unas cuantas variaciones, para que puedan ustedes elegir. La primera (que suele ser adoptada en las novelas donde la narración va siendo conducida por el autor real o ficticio) [...] Esta variación no me sirve, porque yo soy estrictamente sincero. De modo que podríamos pasar a la segunda variación, que consiste en dejar suelto de repente un nuevo personaje, lo que conduce a empezar el nuevo capítulo de la siguiente manera:
Orlovius se sentía insatisfecho» [...]
He citado ya a algunos de los personajes que corretean por esta narración: el industrial chocolatero Hermann, su esposa Lydia, el sosias de Hermann llamado Félix, un artista pictórico llamado Ferebrodov, Ardalion («ese primo suyo, Ardalion, que era pintor: un alma alegre, pero un pintor horrible»), Orlovius... Estos dos últimos cumplen una función interesante: el primero, Ardalion, es primo de Lydia, pintor como su amigo Ferebrodov, inclinado al alcohol y aunque no se diga directamente se deduce que mantiene una equívoca relación con su prima que sobrepasa la condición familiar entrando casi en una intimidad ciertamente ambigua. Por su parte, Orlovius, ese personaje que surge inopinadamente en la narración, no es otra cosa que un abogado o consejero legal de Hermann; y por último estaría el lector anónimo al que se dirige en muchas ocasiones. ¿Quién es ese lector? A lo largo del relato el lector real -ya lo he dicho antes-, o sea yo mismo, va variando de opinión sobre quién pueda ser: cualquiera que lea el relato, el propio autor, un juez o jurista que lea esta novela que sabemos que está escribiendo el propio Hermann... Ya hacia el final, el mismísimo Hermann nos aclarará que el susodicho lector no es otro que el editor al que dirige la novela que está escribiendo: un relato exculpatorio o confesional de lo que ha ocurrido entre él y su doble Félix, quien al final según parece tampoco era tan parecido a él.
Quisiera cerrar este apartado sobre los personajes con una curiosidad. Desesperación fue llevada a la gran pantalla en 1978 por el director alemán Rainer Werner Fassbinder. En este film el actor que hace el papel del abogado Ortovius es Bernhard Wicki; precisamente este mismo Bernhard Wicki es quien en Los jardines de la memoria, la novela de Michel Quint [leer mi opinión sobre ella aquí] que he leído inmediatamente antes que ésta de Nabokov, dirige la película titulada El puente que van a ver los personajes del libro y durante cuyo visionado el narrador conoce la verdad sobre su padre. Son meras curiosidades que nos suceden a los amantes de la lectura y de las películas, curiosidades que nos animan a seguir practicando ambas aficiones,
Pero sin duda alguna si algo, junto a la metaliteratura ya señalada, quiero destacar de esta novela de Vladimir Nabokov es el estilo, la depurada forma que practica en ella. El novelista maneja la literatura como nadie, realiza innovaciones sorprendentes para el momento en que la está escribiendo (la novela se escribe en 1932), hace ingeniosos juegos de palabras de gran efecto literario como cuando divagando sobre literatura detectivesca habla de Watson, el compañero de Sherlock Holmes, y dice que ese personaje era «el mismísimo cronista de esas historias criminales: el doctor Watson en persona; Watson, que, por así decirlo, sabía que era Whatson. Una tremenda sorpresa para el lector». Sorpresa, sí, como otras muchas que desgrana por la novela:
- «El estaba escuchando, seguro. Yo le escuché escuchar. El me escuchó escucharle escuchando» (Juego de palabras)
- «Tras haber echado la carta al buzón sentí lo mismo que probablemente siente una gruesa hoja de arce, teñida de púrpura y cruzada por venas rojas, durante su lento planear desde la rama hasta el arroyo.» (lenguaje poético)
- «Se encuentran en mi poder otras dos cartas escritas en papel similar, pero todas las contestaciones han sido destruidas. Si todavía las tuviese, si tuviera, por ejemplo, esa tan idiota que, con despreocupación maravillosamente calculada, le mostré a Orlovius (para después destruirla, como todas las demás), podría adoptar ahora una técnica narrativa epistolar.» (humor metaliterario)
- «Me volví otra vez y me tendí ahora boca arriba, y entonces, como a través de un cristal ahumado, vi sobre mí la extensión barnizada de un cielo azul negruzco, una faja de cielo rodeada por las formas arbóreas del ébano que iban empequeñeciéndose a ambos lados; pero cuando me tendí boca abajo vi correr a mis pies las piedras y el barro de un camino con briznas de heno, una rodera rebosante de agua de lluvia, y, en ese charco arrugado por el viento, el tembloroso travestí de mi cara; que, según pude notar conmocionado, carecía de ojos.» (surrealismo total, onirismo)
«La fuerza del arte creativo es tal que incluso si el criminal fuera a entregarse en persona a la mañana siguiente, nadie le creería, pues la invención artística contiene un grado de verdad intrínseca mucho mayor que la realidad de la vida.»
De las muchas cosas interesantes que cuentas en tu reseña, Juan Carlos, lo que más ha llamado mi atención es esa confrontación que establece el autor entre el protagonista de esta novela y el de Lolita, eso de que existe en el Paraíso una avenida verde para que Humbert se pasee una vez al año mientras que a Hermann el Infierno jamás le concedería la libertad condicional.
ResponderEliminarDesdoblamiento, metaliteratura, ... Todo muy tentador. De Nabokov solo he leído la famosa Lolita, pero sin duda es una autor de incuestionable calidad literaria al que haría muy bien en volver.
Besos
La confrontación entre los protagonistas masculinos de ambas novelas sólo la realiza en el prólogo que escribió en 1965. Seguramente la hizo por el revuelo que había producido en la sociedad bien pensante la figura de Humbert atraído por esa nínfula que era Lolita. Creo que se pone la venda antes de la herida y que si manda a Hermann al Infierno sin permiso para salir de él se debe a un mero ejercicio propagandístico: Si os gustó Lolita por lo desasosegante que es -parece decir Nabokov a sus lectores- ya veréis cómo es este Hermann. Y la verdad, yo después de leerla no me parece del mismo nivel que Humbert, me parece un hombre algo tocado psicológicamente, pero que se mueve dentro de una supuesta normalidad (ja, ja...).
EliminarUn beso
De Nabokov sólo he leído Lolita, aunque en mi estantería de pendientes hace años que duerme su sueño Ada o el ardor. No conocía Desesperación, pero me atrae mucho lo que cuentas, esa metaliteratura en la que una novela es el reflejo de otra y hay un lector desconocido... Muy tentador.
ResponderEliminarRespecto a esas coincidencias que comentas, como lo del personaje de la novela anterior que te has encontrado como actor de la versión cinematográfica de Desesperación, son cosas que me han pasado muchas veces y que ya me cuesta adjudicar a la casualidad, pero, claro, a qué otra cosa se lo vas a adjudicar...
Un beso.
Sí, tienes razón, seguramente se deban al azar, a la casualidad, esas repeticiones, apariciones, duplicaciones, evocaciones, o como quiera que llamemos a esos fogonazos de unos autores en otros, a unos seres reales en actividades cercanas pero diferentes. Salvando muy mucho la distancia entre una cosa y otra, podría decirse que estas coincidencias son como las "correspondencias" que Charles Baulelaire veía entre naturaleza y ser humano (algo exagerado por mi parte, seguro. Pero hoy la mente se me ha ido por esos lares, ja-ja...).
EliminarNabokov no me parece un escritor sencillo, es complejo, tiene muchas caras, toca muchos asuntos, incide en muchas cosas... Es al final de leer su obra cuando tras quedar algo exhausto exclamamos un sentido ¡Madre mía, menudo escritor! Sí, así es. Y así lo he disfrutado yo: primero con algo de sufrimiento para más tarde llegar a encontrar en él un inmenso placer. Todo esto lo encontrarás en Desesperación, novela que dices que te tienta. Pues cae en la tentación, encontrarás al final un inmenso disfrute, querida Rosa.
Un beso
Nabokov. Qué gigante era y qué desatendido lo tengo. Mea culpa. Curiosamente, lo primero suyo que leí no fue "Lolita" o "Pnin", sino un estudio sobre don Quijote, que me maravilló. Es evidente que debo subsanar ese agujero negro en mi formación literaria. Muchas gracias por tu lectura, que siempre es estimulante y enriquecedora, Juan Carlos.
ResponderEliminarSeguramente el libro de Nabokov que leíste era su "Curso sobre El Quijote". Yo no lo he léido, sí he hojeado y ojeado su "Curso de literatura europea", pero entiendo que te maravillase. A mí me ocurre como a ti, que cuando leo reseñas sobre este o aquel autor y caigo en la cuenta de no haberlo leído me doy golpes de pecho y cabezazos contra la pared echándome en cara mis muchas lagunas lectoras. ¡Es imposible abarcar el ancho mundo de la Literatura, estimado Rubén! No hay que atacarse uno a sí mismo. Lo que hay, hay. Y ya está.
EliminarUn fortísimo abrazo
Justo lo tengo en la estantería, aunque quiero leer antes Lolita.
ResponderEliminarBesotes