« —¡Somos rusos y no regatearemos nuestra sangre en defensa de la religión, el trono y la patria! ¡Hay que dejar los desvaríos, si es que somos verdaderos hijos de nuestra patria! ¡Demostraremos a Europa cómo Rusia se levanta en defensa de Rusia!— gritaba.»
Un clásico de la literatura universal que no había leído aún. Su extensión de 1864 páginas en la edición de Mario Muchnick que he manejado ha hecho que su lectura la haya realizado al tiempo de la de otros libros mucho menos voluminosos y también más actuales. Por esto aunque comencé la lectura el 12 de enero de este 2022 no ha sido hasta el 31 de marzo que la he dado por concluida.
La edición de
Mario Muchnick es fantástica con unas anotaciones estupendas consistentes en traducciones de las muchas frases que en francés se dicen los personajes pertenecientes a la aristocracia y alta burguesía de la Rusia del zar
Alejandro I. La traductora,
Lydia Kúper, declara en
"Nota de la traductora" al final del texto propiamente dicho, fechada en 2003, que había puesto en este trabajo toda el alma y que en el curso de su realización comparó, contrastó y consultó no pocas traducciones del texto tanto al español como al francés, italiano e inglés. El resultado, al menos a mí así me lo ha parecido, es de una enorme calidad.
La edición es completísima porque, además del texto perfectamente traducido como digo por Lydia Kúper, incluye un Apéndice que bajo el título de
«Unas palabras acerca de "Guerra y paz"» escribió el mismísimo
Lev Tolstói (1828-1910) el año 1888 en la revista
"Antigüedades rusas" donde el propio novelista justifica el título de la obra, el género al que pertenece («
No es una novela ni un poema y todavía menos una crónica histórica: Guerra y paz es lo que el autor ha querido y podido expresar, en la forma en que está expresado.»), el carácter de la época que tantos lectores le criticaron en su momento, el porqué de usar el francés dentro de una obra rusa, la razón de los nombres de los personajes en una novela que mezcla los históricos con los de ficción, su disputa o discrepancias con la visión dada por los historiadores de los acontecimientos históricos mostrados en el relato y, por último, la escasa trascendencia que según su opinión tienen los llamados grandes hombres en los acontecimientos históricos.
En esta estupenda edición de la obra cumbre de la literatura rusa y universal se incluyen dos listados: 1)
de los personajes y 2)
de los contenidos de los capítulos de la novela. Estas dos listas son muy útiles según se realiza la lectura y a mí, personalmente, me han servido muchísimo para la confección de esta reseña.
Cierra ya definitivamente la edición una extensa confesión del propio editor
Mario Muchnick sobre cómo conoció a sus catorce años
Guerra y paz en una edición mexicana y cómo quedó subyugado por la acción, las intrigas palaciegas, los bailes y amoríos -estos últimos, claro, lo atraparon mucho menos-. Cuenta en este escrito sus siguientes encuentros con
Guerra y paz en inglés, en francés, hasta llegar a una «
cuarta lectura de la novela que tuvo lugar en Madrid, en 1998» que le sedujo completamente. Fue a raíz de esta cuarta lectura, efectuada también en inglés, que decidió editarla en español. Como se ve toda una odisea editorial.
Guerra y Paz
¿Por qué he decidido leer esta novela cumbre de Lev Tolstói ahora? Evidentemente, una motivación clara es el conflicto desatado por la actual Federación Rusa (Rusia) con la vecina Ucrania invadida definitivamente por el país de Vladimir Putin el pasado 20 de febrero de este año 2022. Los amagos e indicios de que esta invasión posiblemente iba a producirse venían ocupando los informativos desde casi finales de 2021. En mi imaginario personal las ciudades de Odesa, Kiev o Jarkov siempre han estado asociadas a Rusia, mejor dicho, al Imperio Ruso. Los cosacos, esos seres tan intrépidos y atractivos literariamente hablando, siempre me agradaron y excitaron mi imaginación. La segunda razón ha sido mi admiración por la literatura rusa entre cuyos nombres más respetados hay no pocos de origen ucraniano (Gógol, Bulgákov, Vasili Grossman, y muchos otros más). Los setenta años que Ucrania formó parte de la URSS hicieron que el gentilicio "ucraniano", igual que el de las otras catorce repúblicas socialistas soviéticas que la integraban, quedase subsumido bajo el genérico de "ruso". Por eso para mí, hasta que no se ha desatado esta terrible e injusta guerra los tres escritores antes mencionados eran tan rusos como Tolstói, Pushkin o Dostoievski. Evidentemente necesitaba aclararme y la lectura de Guerra y paz me ha servido en parte para ello.
La novela la escribió su autor durante cinco años y la fue publicando, al menos las dos primeras partes, en forma de fascículos de revista siendo muy bien acogidos por los lectores. Esto explicó que luego de dos años en este formato (de 1865 a finales de 1867) hiciese aparecer en forma de libro todo lo publicado hasta entonces y prosiguiese la escritura de las campañas de Napoleón en Rusia hasta darle forma completa y definitiva a finales de 1869. El formato de novela por entregas utilizado desde luego sirve para explicar el ritmo ágil y fluido de la novela cuya lectura no es nada pesada para los lectores actuales a pesar de su enorme extensión, algo más de 1700 páginas.
¿Qué cuenta la novela?
Desde el punto de vista histórico la novela cuenta las campañas rusas de las tropas napoleónicas. Antes de entrar en Rusia
Napoleón al frente de un fastuoso ejército de 600.000 hombres venció
en Austerlitz (año 1805) a la Coalición de países formada contra él; hizo lo propio luego, ya en Rusia, en Friedland (1807) y en Smolensk (1812). Tras estas grandes victorias y muchas otras menores, el emperador francés sigue en ese año de 1812 su avance imparable camino de Moscú. Antes de llegar a la capital del imperio del zar
Alejandro I tiene lugar la batalla de Borodinó que según algunos ganaron los franceses y según
Kutúzov, general en jefe de los rusos, Rusia; posterior al resultado de esta contienda es la entrada de los franceses en Moscú, que los rusos habían abandonado, y el incendio de la ciudad. A partir de aquí se produce la debacle francesa por las enormes pérdidas sufridas en Borodinó, por los agudos problemas de intendencia sufridos por su ejército, por la desmoralización de las tropas, y también pero no sólo, como se ha repetido hasta el hartazgo, por las inclemencias climatológicas.
Lo anterior es en síntesis la parte histórica que Tolstói muestra en Guerra y paz. El resto de la novela está dedicada a contar lo sucedido a una serie de familias y de personajes que viven la guerra cuando ésta se desata pero también vivían la paz cuando se establecía. Son fundamentalmente tres familias las que conforman el abanico, diríamos, social, jovial y festivo en que discurre la vida de los hombres y mujeres que forman parte de las mismas. Sus nombres; los Bezújov, los Roskov, y los Bolkonski. Los hombres y mujeres de estas tres familias sirven para mostrar la vida de lujos y fiestas que llevaba la aristocracia rusa, que además, durante estos años, conformaban el grupo de jefes militares. Las relaciones amorosas entre los miembros de estas tres adineradas familias mantienen viva la atención novelesca del lector.
Es importante señalar que no sólo aparecen en la novela personajes adinerados preocupados por cómo aumentar sus posesiones o satisfacer las deudas que negocios ruinosos puedan haberles ocasionado; también aparece el pueblo llano ruso, que constituían la carne de cañón de esos ejércitos de miles de hombres que se enfrentaban entre sí por voluntad de unos engreídos jefes cuyos proyectos tácticos de batallas rara vez tenían reflejo fiel en la realidad. Los mujiks (campesinos rusos sin propiedades) eran reclutados obligatoriamente para el ejército y caían como chinches en batallas que, en una sola jornada, podían dejar en el campo 20.000 ó 25.000 hombres muertos o, lo que era peor aún, heridos de muerte.
Si la aristocracia social y militar está representada por personajes como Pierre Bezújov (protagonista principal de la novela que filosofa y reflexiona sobre la guerra, la religión, la opresión ejercida por los señores sobre los siervos, etc.) o por Andrei Bolkonski, Maria Bolkonski, Nikolai Rostov, Natasha Rostov, Sonia (prima de Natasha y de Petia Rostov), etc., sin lugar a dudas la voz del pueblo la deposita Tolstói en Platón Karatáiev, «soldado compañero de cárcel de Pierre en Moscú. Símbolo del pueblo ruso.». Pierre Bezújov, hijo bastardo del inmensamente rico Kiril Vladimirovich Bezújov, cuya fortuna heredará íntegramente, es por origen, pensamiento y evolución personal durante el relato el nexo de unión entre las clases dirigentes rusas y el pueblo llano. Sus ideas de pacifismo, de redención social, de filantropía, en definitiva de socialismo, son las ideas que defendía el aristócrata Lev Tolstói en su vida real. Precisamente estas ideas llevaron al escritor a chocar no pocas veces con las de los que serían artífices de la revolución rusa de 1917: Lenin y Trotski.
La nómina de personajes es inmensa y no queda reducida a los que acabo de citar. Tolstói hace un fresco completo de la sociedad rusa: el estamento militar que sólo busca los reconocimientos honoríficos personales aunque sea a costa de los intereses de la Nación; las envidiejas y celos que surgen entre los jóvenes candidatos a noviazgo, también los galanteos; los momentos duros vividos por las mujeres durante la crianza de los hijos o el cuidado de los familiares enfermos; así como los vicios que asolaban a no pocos hombres inmersos en las garras del juego, la bebida o la vida amoral; etc.
Leyendo Guerra y paz no he podido por menos que recordar a Pérez Galdós y sus "Episodios nacionales". Entiendo que Galdós cuando inicia sus series en 1872 ya es conocedor de la obra maestra de Tolstói y decide aplicar el esquema y estilo tolstoiano a su trabajo, o sea, la novela histórica renovada. Lev Tolstói la realiza apartándose un tanto de la fundacional novela histórica romántica de Walter Scott introduciendo en ella una mayor dosis de realismo. En efecto -es mi opinión- Guerra y paz es una novela histórica realista. El propio escritor ruso en el Apéndice que en 1888 hizo acompañar a la reedición de su novela es consciente de sus innovaciones y a la pregunta que él mismo se hace de «¿Qué es Guerra y paz?», se responde:
«No es una novela ni un poema y todavía menos una crónica histórica: Guerra y paz es lo que el autor ha querido y podido expresar, en la forma en que está expresado. [...] La historia de la literatura rusa, desde los tiempos de Pushkin, no sólo ofrece múltiples ejemplos de obras que se apartan de esa forma que podríamos llamar europea, sino que no nos ofrecen un solo caso contrario. Desde Almas muertas, de Gógol, hasta La casa de los muertos de Dostoievski, en el nuevo período de la literatura rusa no hay una obra de arte en prosa, por encima de la mediocridad, que se ajuste a la forma de novela, poema épico o relato.»
En la respuesta reconoce pues,
Tolstói, que su novela, al no ser en lo absoluto ninguna de las tres formas señaladas, es algo novedoso constituido en su unidad por los tres ingredientes juntos. Y eso es lo que
Galdós recogió en sus cinco series de los
Episodios nacionales: Ficción, Nacionalismo e Historia. Y es lo que engancha muchísimo a la lectura de esta obra ingente que es
Guerra y paz: la sabia hilazón realizada entre personajes históricos reales (zar
Alejandro I, general
Kutúzov, general
Barclay de Tolly, conde
Rastopchin,
Napoleón,
Murat 'el rey de Nápoles', y muchos otros más) y los ficticios creados por el novelista a imitación de otros que podrían haber existido como los
Bolkonski,
Drubetskoi,
Bilibin, pero cuyos nombres y personalidades sólo tuvieron existencia real en la cabeza del autor ruso. Por otra parte la novela es un canto a la nación rusa que el novelista ve latiendo no en unos cuantos héroes individuales sino en el pueblo ruso. Como se ve
Galdós tuvo en esta novela un perfecto modelo para su obra magna.
A lo largo de la novela Tolstói insiste en su concepto sobre lo que para él es la Historia rebatiendo las teorías o planteamientos de reconocidos historiadores del momento como Thiers, Michelet y otros. Es Tolstói partidario de una historia "científica", es decir apoyada en documentación fiable y suficiente. Para él, más que los historiadores que se fijan en la fuerza de una sola persona, resultan más fiables y están más en lo cierto aquellos otros «más recientes historiadores, desde Gibbon hasta Buckle», como el alemán Gervinus, que estudian los hechos relacionados con todos los pueblos.
«Thiers, bonapartista, dice que el poder de Napoleón se funda en su virtud y genialidad; Lanfrey, republicano, sostiene que lo sustentan las mentiras y el engaño del pueblo. Esos historiadores, al contradecirse unos a otros, destruyen la idea de la fuerza que produce los acontecimientos y dejan sin respuesta la pregunta esencial de la historia. Los historiadores que estudian los hechos relacionados con todos los pueblos parecen reconocer la falsedad de los historiadores particulares sobre la fuerza motriz de los hechos. No reconocen que esa fuerza radique en el poder de los héroes o monarcas; para ellos es el resultado de numerosas fuerzas dirigidas de forma diferente. Al describir la guerra o la conquista de un pueblo, el historiador universal no busca la causa del acontecimiento en el poder de un solo personaje, sino en la interacción recíproca de numerosos personajes relacionados con aquel hecho. Según tal opinión, resulta que el poder de los personajes históricos es producto de múltiples fuerzas y no puede ya ser considerado como una fuerza capaz de provocar por sí misma el hecho.»
Estas reflexiones sobre los conceptos de Historia y también otras tantas sobre la espiritualidad, la religión, las clases sociales, la liberación de los siervos, etc., etc., van apareciendo a lo largo y ancho de la novela puestas en boca de algunos de los personajes, en especial de los más reflexivos, aquellos que como Pierre Bezújov o Andrei Bolkonski se muestran como más torturados dada su conciencia de persona, de seres humanos que desean la redención de todos los hombres. Bezújov entrará en la masonería y adoctrinará a otros como Andrei o Nikolai para que lo hagan, si bien al final se desengaña un poco de esta filantropía masónica que es más que otra cosa una revolución desde arriba que ignora bastante a aquellos que precisamente busca redimir, o sea, al pueblo, verdaderos artífices del movimiento histórico.
¿Cómo lo cuenta?
Desde el punto de vista formal la novela hace uso del narrador omnisciente. Es un narrador-autor que no se oculta jamás, que conoce todo lo que sucedió, sucede y sucederá en el curso de la narración que está presentando, se comporta como si de un dios auténtico se tratara. Constante y conscientemente marca la distancia temporal de más de 50 años que separan los hechos relatados del momento de escritura de los mismos. Con esto quiere marcar al tiempo la literaturización de un momento histórico relativamente reciente y la enorme distancia intelectual que separa ambos periodos. Los avances científicos admitidos ya en 1865 cuando Tolstói redacta su obra eran objeto de burla o simplemente se ignoraban en 1805. Tal es el caso del creacionismo frente a la teoría de la evolución de Darwin («Que los hombres han descendido del mono en un período incierto es tan comprensible como el decir que fueron hechos con un puñado de barro en determinada época (en el primer caso la incógnita es el tiempo; en el segundo, el origen).»
Existe introspección psicológica en muchos de los personajes que en una especie de monólogo interior 'avant la lettre' se cuestionan no pocas cosas acerca de su actuar próximo o presente: «La vieja princesa ofrecía vino a su vecina con un triste suspiro, miraba enfadada a su hija y parecía decir: “Sí, querida, a nosotros no nos queda otra cosa que beber vino dulce. Ahora es el momento de esos jóvenes y de su insultante felicidad”. Y el diplomático pensaba, mirando los rostros felices de los enamorados: “¡Vaya tontería todo lo que estoy contando! ¡Como si importara algo! ¡La felicidad es eso!”.» Como se ve Proust, Joyce y demás renovadores de la novela a inicios del siglo XX ya tenían aquí señalada la senda para la renovación, sólo les faltaba pulirla, eliminar lo superfluo.
Aunque sin duda alguna, leyendo a Lev Tolstói, la sensación que embarga al lector es la de lo contradictorio que se muestra el escritor en no pocas ocasiones: de defensor del más radical cientifismo unas veces a detractor del mismo por la ruptura que éste supone respecto al misterio, magia y espiritualidad inherentes al sentimiento religioso. Y lo mismo acaece cuando escuchamos pregonar la necesidad de la liberación de los siervos y al poco se critica la revuelta de los mismos o se les ve bajar sumisos la cerviz reconociendo así su mal comportamiento. A este respecto quizás sean las conversaciones mantenidas entre Pierre Bezújov y Andrei Bolkonski donde quedan bien a las claras las dudas del propio autor sobre estas cuestiones sociales: Bezújov defiende la mejora de las condiciones de vida de los siervos («¿Qué mal y qué horror hay en impedir que la gente muera de enfermedad, sin ayuda, cuando es tan fácil ayudarlos materialmente y yo les proporciono médicos, hospitales y asilos a los ancianos, cuando es tan fácil hacerlo? ¿Y no es un bien tangible e indudable si doy un poco de descanso y asueto al mujik, a la mujer con niños, que no tienen un minuto de reposo ni de día ni de noche?») mientras que su interlocutor le responde que para un mujik «su única felicidad posible es la de ser animal, de la que quieres tú privarlo.». Evidentemente el escritor ruso se identifica más con Bezújov que con Bolkonski pero en su comportamiento vital, en cierto modo, asumía ambos planteamientos.
Cuando describe batallas en campo abierto la técnica que utiliza es, diríamos hoy, muy cinematográfica. Tolstói maneja a la perfección el arte de la narración abriendo el campo focal para hablar de planteamientos bélicos generales para luego, como si de un zoom se tratara, acercarse a un episodio particular o a la actuación concreta de un personaje. Su maestría al hacerlo así provoca que la lectura sea muy agradable y muy entretenida.
Para finalizar
La invasión de Ucrania por orden de
Vladimir Putín me incitó, entre otras cosas, a leer esta obra de Tolstói. A lo largo de la lectura he tenido la sensación de que el tiempo -casi 200 años- no había pasado. Las motivaciones de exacerbado nacionalismo que aduce Putin para masacrar a Ucrania son casi idénticas a las arengas que los militares aristócratas rusos lanzaban para incitar al combate contra los franceses [la cita que abre esta reseña es un claro ejemplo]. En una cosa difiere el ayer del hoy: en 1807 - 1812 los rusos fueron los atacados; hoy, ellos son los invasores. Y siendo así no son pocas las similitudes que he creído encontrar, especialmente en los problemas de intendencia sufridos por ambos ejércitos -el francés del siglo XIX y el ruso del XXI- que a la postre llevaron a Francia y hoy, parece, están llevando a Rusia a batirse en retirada. Ojalá que la semejanza prosiga por este sendero.
Como vengo diciendo comencé esta reseña aludiendo a los motivos que me llevaron a leer Guerra y paz. Ahora, cuando decido dar cierre a la misma recuerdo uno más que, pienso, puede servir de colofón a mi comentario. Además de todo lo dicho sobre los penosos acontecimientos bélicos actuales y el de mi admiración por la literatura rusa, el detonador definitivo que me impulsó a buscar la novela de Tolstói fue la lectura que en diciembre del año pasado realicé del ensayo de Sergio del Molino "Contra la España vacía". En un momento dado del ensayo de Sergio del Molino se puede leer lo siguiente:
«Bezújov sufre varias metamorfosis en los arcos argumentales, hasta renegar de su pacifismo y convertirse en un patriota. Al final de la novela, protagoniza una de las escenas más emocionantes y salvajes de la historia de la literatura: un paseo alucinado por un Moscú en llamas, incendiado por las tropas de Napoleón.
Me fascina la complejidad de Bezújov, que trasciende muchísimo cualquier caricatura de progre melifluo y, a la vez (quizá debido a su talla inabarcable), encarna el tópico como nadie. No hay nada declamatorio, inverosímil o arquetípico en él. Contiene la riqueza de Fausto y el temblor dubitativo de Hamlet, pero es muchísimo más humano. En Pierre Bezújov nos reconocemos todos los lectores, porque es frágil de verdad, se asusta de verdad y se desconcierta y desespera de verdad ante un mundo que creía entender y acaba ardiendo ante sus ojos. O ante sus lentes, porque Bezújov lleva gafas, es un ochkastie. Su derrota es un derrumbe humanitario que clausura cualquier ambición espiritual y de mejora del ser humano. El Tolstói religioso empieza en el desengaño de su personaje.»
Sin lugar a dudas buscar a este personaje tan actual, tan contemporáneo, tan moderno y cercano al hombre de hoy, verle funcionando en su propia salsa, o sea en el original de Lev Tolstói, fue el principal acicate para sentarme a leer esta magnífica novela, mejor diría, este novelón en su más amplio sentido de longitud y de calidad, que es Guerra y paz, un clásico en toda regla.