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30 may 2023

Colectivo literario Bremen. Decamerón del siglo XXI

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Colectivo literario Bremen, Decamerón del siglo XXI
Hará cosa de dos años o algo más que tuve noticia de la existencia del Bremen. Fue JD, colega de profesión y compañero de tertulia literaria durante muchos años, quien me habló de él. Se trata, me dijo, de un Taller Literario en el que sus integrantes escriben relatos. Lo hacen sobre temas o asuntos acordados, eligiendo técnicas narrativas determinadas, sometiendo los ejercicios de escritura a alguna restricción o imposición, utilizando géneros o subgéneros literarios concretos, etc., que, alternativamente, cada uno de ellos propone. Ahora mismo, prosiguió, debido a esta pandemia que desde hace un año padecemos —JD y yo estábamos hablando sobre el Bremen en marzo de 2021, en plena tercera oleada de la Covid)— y que coarta la plena libertad de movimiento y de reunión, se reúnen quincenalmente vía online; el encierro al que el Coronavirus nos ha sometido les ha despertado la idea de reunir algunos de los relatos escritos en este contexto epidémico en una publicación al estilo de la que en situación de insania parecida hiciera en Florencia, allá por el siglo XIV, Giovanni Boccaccio.

La verdad es que todo cuanto mi buen amigo me decía halagaba mis oídos y despertaba en mí el deseo de conocer a este grupo de personas amantes de la creación literaria. Así que, sin hacerme de rogar, al acabar de hablar con él me puse en contacto telefónico con Antonio, líder del Colectivo en Madrid. Antonio me invitó a participar en uno de los encuentros quincenales, me abrió las puertas del Taller y me contó someramente la trayectoria de éste. Me remitió al blog del Taller donde textualmente se dice:
«El taller Bremen es uno de los nombres por el que (algunos de) los asistentes llaman a un colectivo que se reúne en miércoles alternos para leerse relatos.
Primero fue en el sótano de La independiente, la librería de Malasaña; después en La Pródiga, taberna también de Malasaña, hasta que llegó la pandemia y tuvo que cerrar. Las reuniones son ahora on-line, esperamos que por poco tiempo.»
Antonio me contó que por el Taller, desde su inauguración en noviembre de 2007, habían pasado muchas personas. La precisión cronológica —noviembre de 2007— me la proporcionó uno de los miembros más antiguos, Nacho. Él es memoria viva del Bremen, aunque su incorporación se realizó en 2009. Tuvo la enorme suerte de que llegó al Taller coincidiendo con la aparición de la primera publicación que hizo el Colectivo titulada "Camarote 503. 16 historias desde el Bremen"

— Pero, ¿por qué Bremen?, Nacho —le pregunté—,  ¿por qué Camarote 503? 
— Las respuestas, pequeño saltamontes —me respondió, recogiendo el simpático apelativo con que Paloma, miembro del Taller, se había autodenominado hacía nada—,  las encontrarás en el prólogo de ese libro—. Y así ha sido. 

Decamerón del siglo XXI
Ahí, en esa primera obra que se puede adquirir actualmente en cualquier librería, se lee que la denominación surge de una de las sesiones celebrada durante el primero o segundo año de vida del grupo. En la misma alguien propuso, como ejercicio de taller, hacer un relato que contuviese el enunciado «18 de enero de 1936. A bordo del Bremen. Camarote 503. Al principio no iba a traerte [...]»; está extraída la frase de uno de los Diarios amorosos de Anaïs Nin, concretamente del volumen "Fuego". Tuvo fortuna la expresión y desde entonces se consagró sustituyendo a algunas muy fugaces ('La Buena', como el bar en que se reunían, o 'La Cueva', por el sótano del bar de Malasaña donde leían sus relatos). Por eso, somos bremenautas.

Desde su fundación en 2007 hasta hoy, 2023, en estos dieciséis años, muchos han sido los integrantes. De la tripulación original, que dio a luz ese primer libro de relatos, yo no he tenido la fortuna de conocer a ninguno. Sí que he oído hablar mucho, muy bien y con muchísimo cariño por parte de todos los que lo conocieron, de Nano. Quizás él constituye el nexo de unión entre los 16 relatos que forman la primera colección publicada por el colectivo en 2009 y los 100 que conforman la última, el Decamerón del siglo XXI aparecido en mayo de 2023. En ambos libros, Nano, fallecido antes de mi incorporación al Taller, participa con varios relatos.

Cuando hace dos años llegué al Camarote del Taller del Bremen me encontré con Nacho, Luijo, Juan Nadie, Carlos, Antonio, Ana, Marisa, Laura, Josep y Robert, magníficas personas que de manera habitual  —unos más y otros menos, claro— escriben y participan en los encuentros. Tras mi llegada, al poco, se incorporaron a la navegación literaria otros dos miembros: Paloma y Paco. Y hace nada que se unió al grupo Nuria. También, como es lógico en un organismo vivo, ha habido abandonos, algunos temporales y otros más o menos definitivos. Y lo que es peor, pero también natural, algún deceso.

De todos los tripulantes del Bremen que en el Camarote 503 han sido, en esta tercera publicación del Colectivo —la segunda, aparecida en 2020, se titula Letras pródigas— participamos, salvo Robert y Nuria, los bremenautas antes citados más quien esto escribe, o sea, yo mismo, Juan Carlos. Esos son los nombres con los que habitualmente nos relacionamos, los completos y más serios figuran, alfabéticamente ordenados, en la solapa de la portada.

La dotación del Bremen es magnífica. De todos ellos no puedo decir más que bondades, tanto de sus personas como de su literatura. Cada uno, con su estilo particular y propio, enriquece este volumen hecho a imagen y semejanza del boccacciano, meta imposible de alcanzar en calidad, pero siempre estimulante de seguir. Los 100 relatos que componen nuestro Decamerón del siglo XXI están organizados al estilo de los del florentino, o sea, distribuidos en diez jornadas (apartados temáticos, en realidad) centrada cada una de ellas en un asunto: Mitos y Religiones, Amoríos, Soledad, Envidia, Gastronomía, Corruptelas, etc. De cada Jornada es responsable, tal y como sucede en el Decamerón original, una "reina de la jornada" que es quien elige el tema sobre el que versan los relatos, organiza su lectura por parte de los autores, y quien modera el coloquio que se suscita al finalizar cada relato.

Colectivo Literario Bremen, Taller del Bremen, Camarote 503

Los tripulantes que participamos en él con un número variado de escritos (nunca más de diez ni menos de tres) tenemos cada uno nuestra manera peculiar de abordarlos: más pegados a la realidad, más imaginativos o fantasiosos, más o menos poéticos, tiernos o sentimentales, terroríficos, de tono humorístico, con un sarcasmo claro, primando lo ensayístico sobre cualquier otra cosa, haciendo del intercambio dialogado la manera de presentarlos, etc., etc. Precisamente, es esta variedad de enfoques, de técnicas, de tonos, de géneros, lo que hace del volumen, en mi modesta opinión, un magnífico prontuario de maneras de escribir relatos, de hacerlos, de enfocarlos. Creo, sin afán de barrer para casa, que quien hoy esté interesado en ver distintas modalidades de afrontar por escrito un asunto podrá encontrar en estos relatos de ficción ejemplos diáfanos a seguir. 

El libro se encuentra disponible desde hace una semana en las principales librerías del país. Los beneficios que se obtengan de su venta van destinados a ACNUR, organización que realiza una función importantísima en este mundo nuestro donde los conflictos provocan crisis migratorias con millones de personas implicadas en ellas muy necesitadas de ayuda. 

Además de en cualquier librería, Decamerón del siglo XXI se puede adquirir online. En breve también se podrá hacer a través de la página web que estamos construyendo en este momento (en cuanto esté disponible dejaré aquí el enlace a la misma). Los enlaces para su compra online son:


Presentaciones
Por último, sólo me resta decir que presentaremos el libro en Madrid en fecha que anunciaré debidamente cuando se concreten todos los detalles de la misma. En Cádiz, provincia en la que residen muchos bremenautas, será presentado durante el mes de junio y primeros días de julio en varios espacios de especial relevancia literaria como la Fundación Ory. De todos los extremos referidos a estas presentaciones dejaré la debida constancia en esta página, que actualizaré según vayan concretándose. 

La primera presentación del Decamerón del siglo XXI en Madrid será el día 23 de junio, viernes, a las 18:30 horas. La realizaremos en la Librería Gaztambide donde dispondrán de ejemplares suficientes para quien desee adquirirlo. 




27 may 2023

Un lugar a donde ir. 2ª entrega de la serie "Puerto escondido" de María Oruña

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Un lugar a donde ir, Cantabria, María Oruña
Paseando hace unas semanas por una Feria del Libro (la de Salamanca concretamente) vi en una caseta la segunda entrega de los libros de Puerto escondido de María Oruña. Recordaba con gusto la lectura de la novela que da título a toda la serie, aunque ya me quedaba algo lejana en el tiempo (año 2018), así que sin pensármelo más la adquirí y la acabo de leer. También he vuelto a leer la reseña que hace ya cinco años hice de Puerto escondido. Gracias a ella el mundo que habitan los personajes junto a la personalidad de éstos y sus evoluciones han revivido en mí y me han servido para leer con más criterio Un lugar a donde ir

La novela me ha resultado muy entretenida. Me ha gustado volverme a reencontrar con la teniente Redondo y todos los guardias civiles que la rodean en la comandancia santanderina donde trabaja. También me ha gustado esa manera paralela de llevar dos tramas que naturalmente, y tal como sucede en la primera de la serie, confluyen y se funden en una según avanza la narración. Sólo le pondría una pequeña pega: el desarrollo y resolución de la trama me ha parecido algo previsible. El sospechoso máximo se vislumbra con bastante claridad doscientas páginas antes de que la historia concluya. Pero con todo y con eso es una novela interesante en la que se aprenden muchas cosas (de paleontología, de numismática medieval, de venenos naturales, de criminalística, etc.).

Sinopsis (proporcionada por la propia editorial)
Han transcurrido varios meses desde que Suances, un pequeño pueblo de la costa cántabra, fuese testigo de diversos asesinatos que sacudieron a sus habitantes. Sin embargo, cuando ya todo parecía haber vuelto a la normalidad, aparece el cadáver de una joven en La Mota de Trespalacios, que es el lugar donde se encuentran las ruinas de una inusual construcción medieval. Lo más sorprendente del asunto no es que la joven vaya ataviada como una exquisita princesa del medievo, sino el objeto que porta entre sus manos y el extraordinario resultado forense de su autopsia. Cuando hasta los más escépticos empiezan a plantearse un imposible viaje en el tiempo, comienzan a sucederse más asesinatos en la zona, que parecen estar indisolublemente unidos a la muerte de la misteriosa dama medieval. Mientras Valentina Redondo y su equipo investigan los hechos a contrarreloj, Oliver Gordon, ayudado por su viejo amigo de la infancia, el músico Michael Blake, buscará sin descanso el paradero de su hermano Guillermo, desaparecido desde hace ya dos años, y descubrirá que la verdad se dibuja con contornos punzantes e inesperados.

Me ha gustado mucho la estructura que da María Oruña a Un lugar a donde ir: dos historias en paralelo, la búsqueda por parte de Óliver de su hermano Guillermo, y la resolución de los crímenes sucedidos en Suances y Comillas por parte de la teniente Valentina Redondo. Ambas historias avanzan en paralelo, aparentemente independientes, hasta que se mezclan de manera indisoluble.

Al igual que señalé en la reseña de su novela anterior [ver aquí], todos los personajes están muy bien perfilados y tienen personalidad propia; hasta los agentes Alfonso Zubizarreta y Marta Torres, más planos en la primera entrega, la tienen en ésta. Del grupo más próximo a Valentina Redondo destacan el subteniente Sabandelle, que sigue con sus características de machista y engreído; el sargento Riveiro, siempre muy implicado en su vida familiar con su mujer Ruth e hijos; el capitán Marcos Caruso, exigente donde los haya y muy nervioso por todo lo que de los casos pueda trascender y perjudicarle; el juez Jorge Talavera, etc. Por la parte de Óliver Gordon, pareja ya mucho más consolidada de Valentina, destacaría a Michael Blake, amigo de la infancia que lo ayuda con la gestión de Villa Marina, la casa rural que Oliver tiene allí montada. Fue precisamente la adquisición de esta casa con los sucesos en ella acaecidos, relatados en Puerto escondido, la primera entrega,  lo que provocó que él y Valentina se conociesen. En la órbita de Óliver además está Anna Nicholls, su pareja en la anterior novela, que ahora ya sólo aparece en el último cuarto de Un lugar a donde ir aunque teniendo una función más que relevante en el relato; más perdido en la distancia está Guillermo Gordon a quien Óliver busca con denuedo y que sólo al final aparece por sí mismo y no sólo citado como hasta entonces. Imagino que en la siguiente entrega, quizás Guillermo tenga un mayor protagonismo; una razón más para no dejar pasar mucho tiempo por mi parte sin leer Donde fuimos invencibles, la tercera de la serie. Naturalmente categoría aparte y principal tendrían los personajes de esta novela, segunda de las cinco que por ahora  componen el grupo de títulos agrupados bajo el rótulo de Puerto escondido, sobre los que se centra la investigación policial: la medievalista Wanda Karsávina y los espeleólogos Arturo Dubach, suizo; Helder Nunes, portugués; Marc Llanes, español catalán; y Paolo Jovis, italiano. Cada uno con sus peculiaridades, pero los cinco con individualidad y personalidades auténticas y muy diferentes. 

Trilogía de 'Puerto escondido', María Oruña
Importantísimos en la novela y en toda la serie son los espacios, los lugares donde transcurre la historia. Fundamentalmente es Cantabria (Suances, Comillas, Liérganes, Puente Viesgo, Ramales de la Victoria...) con especial importancia del paisaje kárstico de la autonomía que dio lugar a la formación de cuevas. Son las cuevas cántabras los auténticos escenarios donde transcurre la peripecia. Cuevas como la del Soplao, la de las Monedas, la de Altamira, la de Cullalvera... Y fuera de Cantabria tiene una especial importancia en la narración el Sótano de las Golondrinas en México. Los sucesos que tienen lugar en este espacio natural son fundamentales dentro de la trama. Poco o nada se puede decir de lo que acaece en estos espacios naturales —bellísimos a través de las palabras que María Oruña utiliza para describirlos— para no destruir el encanto y la magia contenidos en esta novela negra.

Todos los elementos que destaqué al hablar de Puerto escondido están presentes en Un lugar a donde ir. Me refiero, por ejemplo, al color local, no sólo de Cantabria sino también de la zona mexicana donde se encuentra el Sótano de las Golondrinas al que acuden los cuatro arqueólogos, o también el paisaje próximo a Nápoles de  donde es originario Paolo Jovis
  • «en un claro de la selva, entre vegetación y abruptas piedras calizas y grises, vieron una pequeña pero ancha pasarela de madera que, como un mirador, se extendía al borde de un impresionante abismo. A ellos, que ya habían visto tanto, les hizo enmudecer su belleza. Su tamaño era colosal, majestuoso. La sensación ante el vacío que se abría ante ellos, indescriptible. Habían legado, por fin, al Sótano de las Golondrinas.»
  • «Quizás fuesen aquellos viajes en barca con su abuelo curioseando cuevas. O quizás fuese culpa de aquel pintor loco, Karl Wilhelm, que había dejado impresa su huella, su esencia, en aquellos cuadros de la cartuja de San Giacomo, en la mismísima Capri. [...] Se habían decidido a curiosear dentro de aquel antiguo monasterio, que se había transformado en un edificio basto y decadente que albergaba un desangelado museo. [...] Hubo un cuadro que lo dejó pasmado, clavado al suelo: Grotta della Minerva; en él, gaviotas y espuma de mar se revolvían en espiral a la entrada de una gruta marina.»
También hay fuerte presencia de la cultura pop, tanto del mundo del Cine como del Cómic o de la Música. Ejemplo de lo primero puede ser el simpático diálogo que Valentina Redondo mantiene con el sargento Riveiro cuando encuentran el segundo cadáver de esta historia en una ría cubierta de niebla a esa hora temprana:
«—Menos mal que se ha levantado la niebla, porque esto parece la ciénaga de los muertos, joder. (dice Riveiro a la Tte. Redondo)
—¿La qué?
—¡La ciénaga! Pero, bueno, ¿tú no has visto El Señor de los Anillos?»
El mundo del cómic aparece en la alusión a Batman que hace Aldara, una niña de apenas seis años, al ser preguntada por los agentes:
«—Es verdad, yo vi cómo Batman dejaba a Barbie princesa en el prado.
—¿Batman? —preguntó Torres, mirando a Zubizarreta y volviéndose a inclinar al lado de la niña.
—Sí, no se veía bien, pero yo creo que era Batman. Lo vi de espaldas, cuando vine a la cocina por la noche.»
Y sobre todo, algo que casi es seña de identidad en María Oruña, muchas alusiones a la música que, al igual que en Puerto escondido, sirven para acabar de perfilar personalidades, definir ambientes y/o caracteres:


Muchas referencias literarias hay en la novela que aparecen, algunas, en las citaciones que abren cada uno de los quince capítulos en que se estructura la narración. Pertenecen a autores u obras conocidos por el gran público como Juan Salvador Gaviota de Richard Bach, Albert Einstein, Cervantes, Leonardo Da Vinci, Ortega y Gasset, Tolkien, Jacques Cousteau..., y algún otro no tan conocido como Berthold Auerbach o Stanislaw Lem.  

Algunas de estas referencias se pierden en la oralidad de la tradición folklórica, como la citación que precede al contenido del capítulo segundo:
«Benditos sean los muertos buenos y las almas arrepentidas [...].Que el sol de los muertos aplaque los sus tormentos y los sus dolores. Amén.
Oración cántabra dedicada a los muertos»
Otras, al igual que la libresca firmada por Jacques Cousteau, son claramente populares. A este grupo pertenecerían los versos firmados por la madre Teresa de Calcuta que tienen una función muy relevante en el curso de la narración:
«La vida es un sueño, hazlo realidad.
La vida es un reto, afróntalo.
La vida es un deber, cúmplelo.
La vida es un juego, juégalo.
»
Como se ve por todas las características señaladas hasta aquí Un lugar a donde ir es, y en definitiva toda la serie de la que forma parte, un auténtico bestseller, dicho esto sin ningún sentido peyorativo por mi parte. En muchas de mis reseñas he defendido y me he alegrado de que los buenos autores vean recompensado su esfuerzo creador con una magnífica recepción por parte de los lectores. Ese es el caso de María Oruña. 

Para finalizar
De la autora no digo nada que no haya ya dicho en mi comentario sobre Puerto escondido [véase aquí]. Sólo me gustaría señalar que María Oruña gusta de hacer mostración de los conocimientos que posee de técnicas criminalísticas. Este aspecto es algo que ha llamado vivamente mi atención en las dos novelas que por ahora he leído de ella. El personaje sobre el que deposita estos saberes propios de la Medicina Legal son las forenses Clara Múgica y su subordinada Almudena Cardona. Estas dos médicos son esenciales para el esclarecimiento de las causas de la muerte de los diversos cadáveres que aparecen en la narración. Los tecnicismos jurídico-forenses tan del gusto de la autora aparecen citados y muchas veces debidamente explicados: cianosis, sierra Stryker, luz de Wood, ahogamiento seco, otograma, necropapiloscopia, etc.

"Un lugar a donde ir", María Oruña
(En la web somosviajeros.com de donde tomo la foto hay un magnífico reportaje sobre esta Cueva cántabra)

17 may 2023

"El retrato de casada" de Maggie O'Farrell

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«Recibirían a un varón con gran júbilo y alivio, lo sabe, pero entonces lo moldearían para un solo destino: ser duque. A una niña se le exigiría hacer lo mismo que ha hecho ella, desarraigarse de su familia y de su lugar de nacimiento para arraigar en otra parte en la que tendrá que aprender a medrar, a reproducirse, a hablar poco y hacer menos, a quedarse en sus habitaciones, y a cortarse el pelo, y a evitar las emociones, y a contener la estimulación y a someterse a todas las caricias nocturnas que le salgan al paso.»

El retrato de casada, Lucrecia de Médicis, Alfonso II d'Este
Acabo de finalizar El retrato de casada, la última novela de Maggie O'Farrell, que en España ha publicado, como todas las suyas, Libros del Asteroide en estupenda traducción de Concha Cardeñoso.

Sinopsis (proporcionada por la propia editorial)
Florencia, mediados del siglo XVI. Lucrezia, tercera hija del gran duque Cosimo de’ Medici, es una niña callada y perspicaz, con un singular talento para el dibujo, que disfruta de su discreto y tranquilo lugar en el palazzo. Pero cuando muere su hermana Maria, justo antes de casarse con Alfonso d’Este, primogénito del duque de Ferrara, Lucrezia se convierte inesperadamente en el centro de atención: el duque se apresura a pedir su mano, y su padre a aceptarla. Poco después, con solo quince años, se traslada a la corte de Ferrara, donde es recibida con recelo. Su marido, doce años mayor, es un enigma: ¿es en realidad el hombre sensible y comprensivo que le pareció al principio o un déspota implacable al que todos temen? Lo único que está claro es lo que se espera de ella: que proporcione cuanto antes un heredero que asegure la continuidad del título.

Llegaba yo a la novela con muy altas expectativas. No era para menos después de haber disfrutado tanto con Hamnet en 2021 de la que hice una elogiosa, sentida y sincera reseña en este blog, que os invito a leer. La verdad es que El retrato de casada habiéndome gustado, me ha producido cierta desilusión. ¿Sí?, os preguntaréis; ¿por qué?, proseguiréis. Pues por varios motivos: el primero ya lo he anticipado: la historia del hijo de Shakespeare, la influencia del mismo en la obra cumbre del dramaturgo inglés, me había llenado tanto que la historia de Lucrecia Médicis, duquesa de Ferrara, no ha alcanzado en mi consideración la altura de la anterior. El segundo es que el estilo, la manera de presentar la historia, su estructura, la belleza del lenguaje empleado, son todos ellos muy hermosos y muy bellos pero para nada sorprendentes al ser muy semejantes a los presentes en Hamnet. En definitiva, diría que Maggie O'Farrell aprovecha en esta novela el tirón de su novela anterior, usa el fantástico oficio de novelista mostrado en ella y aprovecha la enorme documentación que sobre el siglo XVI hubo de recopilar y supo bien manejar. Tan sólo ha cambiado la ubicación: del Stratford inglés próximo a Londres pasa a la Florencia y Ferrara del mismo siglo. También en ambas el foco está puesto y protagonizado por una mujer.

Maggie O'Farrell se sube a la actual ola de la Historia vista desde el punto de vista de las mujeres y lo hace con gran acierto y conocimiento. El conocimiento deriva de su fabulosa documentación que, por si tuviera necesidad de aclarárnoslo -yo pienso sinceramente que no era preciso que lo hiciera- lo explicita en parte en la «Nota de la autora» que incluye tras el texto novelístico propiamente dicho; el acierto reside en la maestría que demuestra en el manejo de estos materiales. La historia de Lucrezia, casada por acuerdo de las dos familias -la de Médicis y la de Ferrara- y con enorme desacuerdo por su parte, la presenta la novelista desde la mentalidad actual. Visto así, es enormemente injusto todo lo que le sucede a esta mujer: ninguneada por sus propios padres y hermanos al ser la quinta hija del matrimonio formado por Cósimo I de Médicis y su esposa Eleonara, hija del Virrey de Nápoles; educada en la estricta vigilancia impuesta por su madre española; anuladas o escondidas sus innegables capacidades artísticas por el mero hecho de ser mujer; destinada por su condición a proporcionar descendencia, preferentemente varones, a su marido; encerrada por manifestar opiniones propias y contrariar al esposo; y siempre dispuesta a satisfacer los deseos de éste en cualquier momento. 

Es tal el número actual de novelas que inciden en denunciar esta injusta condición de las mujeres en el pasado que como ocurre con cualquier otro exceso la mente del lector ya se bloquea y el beneficioso y legítimo efecto perseguido por tal revelación se pierde en gran medida. Al menos esa es la impresión que constantemente se imponía en mi interior durante los días que he dedicado a la lectura de El retrato de casada. Todo lo que se muestra relativo a las injusticias soportadas durante esa época por las  mujeres por el mero hecho de serlo lo conocía, lo sabía y desde hace tiempo tiene mi completo repudio. Pero, decía para mí, aparte de esto algo más tendrá que contener la novela. Y sí, algo más hay, pero todo ello bastante predecible y sabido: la doblez masculina (Alfonso d'Este es tierno sólo para el amor conducente a la procreación; muy cruel para todo lo demás, especialmente si el ansiado heredero no se anuncia siquiera); las dudas en Lucrezia, la esposa, ante tan taimado comportamiento; la sororidad producto del aislamiento en que se obligaba vivir a las mujeres; las envidias entre unas y otras a causa  del miedo a ser castigadas por el Duque (las hermanas Elisabetta y Nunciata entre ellas y hacia ella); los consejos de Eleonora, madre de Lucrezia, desatendiendo del todo sus peticiones de auxilio; el mecenazgo propio de las cortes renacentistas italianas que provocaban la adulación de los artistas allí cobijados (el Bastiniano, autor del retrato, y también el poeta Torcuato Tasso que se cita al hablar de la corte de Ferrara); etc.

Pero si todo es tan predecible, ¿cómo es posible que hayas aguantado y hayas completado la lectura?, me preguntaréis. Pues sencillamente porque el texto es de una gran hermosura, quizás un tanto recargado en ocasiones, pero bellísimo siempre. La estructura, la disposición de la historia, también me ha gustado en extremo: comienza en 1561, sabiéndose en peligro de muerte Lucrezia y manifestándolo de esa manera (monólogo interior sobre todo) que utiliza la escritora para escribiendo en tercera persona penetrar en la mente del personaje y mostrarlo bien a las claras: 
«Lucrezia agarra el borde del plato con los dedos. La certeza de que él pretende acabar con su vida es como una presencia a su lado, como si un ave rapaz de negro plumaje se hubiera posado en el brazo de la silla»
Sabiendo esto desde la página cuatro, todo el camino lector hasta culminar las cerca de 400 páginas de la obra se mantiene gracias al suspense, a la duda por conocer si verdaderamente esta muerte se producirá o no,  algo que no voy a decir aquí pues es uno de los alicientes del libro. Hasta llegar a su final la narración retrocede (analepsis) y avanza (prolepsis) en los capítulos situados en su mayoría en los años 1560 unos y en 1561 otros, pero también en años anteriores como en 1544, cuando se produce la concepción de Lucrezia por parte de Cósimo y Eleonora, pasando por 1554 año en que vemos cómo Lucrezia crece  dando muestras de su carácter independiente y de sus dotes artísticas, o 1557 cuando llega la petición de matrimonio por parte de la corte de Ferrara y Lucrezia logra esquivar la situación durante dos años gracias a las argucias de su aya Sofía. Dentro de los propios capítulos hay también movimientos espaciales gracias al recurso del contrapunto que en la novela se utiliza con frecuencia; dichos cambios simplemente se marcan mediante un espaciado mayor entre los párrafos que los contienen. 

Pero sin lugar a dudas es el lenguaje lo mejor de esta novela. Un lenguaje lleno de imágenes y metáforas, de una precisión léxica extraordinaria. Como ya manifesté al hablar de Hamnet se nota que Concha Cardeñoso, la traductora, se esfuerza en la búsqueda del vocablo exacto, preciso, fiel a la frase y al contexto temporal. Es un vocabulario preciso y adecuado para la época que en un amplio porcentaje ya aparece en su novela anterior. Por ejemplo 'Carriola' (Cama baja o tarima con ruedas), 'tederos' (Pieza de hierro sobre la cual se ponen las teas para alumbrar), 'Balia' (Palabra italiana que significa 'nodriza'), 'Opalina' (De color entre blanco y azul con reflejos irisados), 'Dríadas' (Ninfas de los robles y de los arboles en general), 'Hastiales' (Parte superior triangular de un edificio donde reposan los dos tejados), 'evirati' (castrados), 'Vitela' (Piel de vaca satinada que sirve para pintar o escribir en ella), 'picazo' (De color blanco y negro mezclados de manera irregular [en las caballerías]), 'Uxoricidio' (Muerte causada a la mujer por su marido), etc.

Es un libro que se disfruta leyéndolo, que contiene una plasticidad en las frases que contagia y anima a seguir gozando con las palabras, frases y oraciones con las que Maggie O'Farrell describe el paisaje, a las personas, los edificios y sus estancias donde estas viven
«Lucrezia pasea con unos zapatos blandos y un vaporoso vestido amarillo. Lleva una cofia azul claro en la cabeza sobre la que caen con curiosidad unos suaves rayos de sol, que se le posan en la coronilla y en la frente como caricias de un animal domesticado
 El lenguaje, algo recargado a la hora de describir los espacios, sin embargo se adelgaza, se simplifica y pasa a la frase corta cuando describe la cotidianidad, el costumbrismo, la vida de los que habitan en palacio o en el exterior de éste
  • «Una formación de soldados desfila por el puente, tres filas de a dos, con la espada al hombro. Cruzan la plaza y desaparecen por una calle lateral. Un hombre de capa negra se acerca por el puente y el portero le franquea la entrada. Salen dos criadas con sendas cestas, en el centro de la plaza se separan y la más alta le dice algo a la otra, que hace un gesto de despedida con la mano.»
  • «Ve el ir y venir de los ferrareses, que cruzan la plaza hacia un lado, después hacia otro. Ve a los niños, que van de la mano de sus padres. Ve a una mujer que lleva una bala grande de tela a la espalda, a un hombre que hace rodar un barril empujándolo con los pies, descalzos y sucios, a una niña tirando de un perro atado con una cuerda, a dos hermanos cargados con haces de leña.»
Y naturalmente es el lenguaje el que nos sirve para penetrar en el interior de la protagonista y saber de sus dudas:
  • sobre las intenciones de su esposo
    • «Este hombre sin duda es distinto del que ordenó la muerte de Contrari. No pudo haber sido él. Este es su marido, que la ama, o eso parece; ese fue el gobernador de Ferrara. Son el mismo hombre; son hombres distintos, el mismo, pero diferentes.»  
y/o 
  • sobre lo que ella, quizás, debería de hacer como mujer que es
    • «A lo mejor todo se arregla. A lo mejor se ha equivocado con las intenciones de Alfonso. Podría concebir un hijo, podría darle un heredero, podría seguir siendo la duquesa. Podría.»

El título
MAggie O'Farrell, siglo XVI
A punto de dar por finalizada esta reseña caigo en la cuenta de que nada he dicho sobre el título de la novela, El retrato de casada. La verdad es que mucho no puedo decir sobre el mismo si es que -como así es- no quiero descubrir datos importantes que destrozarían el disfrute de la lectura. Sólo diré que entre nobles y aristócratas, en la época en que transcurre la novela, los jóvenes que iban a contraer matrimonio por acuerdo de sus respectivas familias conocían los rasgos físicos de él o de ella a través de retratos que se intercambiaban con la petición y/o la aceptación. A Alfonso d'Este el de soltera de Lucrezia le pareció que no le hacía justicia y encargó al pintor Bastiniano que estaba bajo su mecenazgo el retrato de casada de Lucrezia. El maestro envió a dos discípulos suyos -Maurizio y Jacopo- para que hiciesen esbozos y borradores de la duquesa. 
El retrato de casada y sus hacedores, junto a la afición y destreza demostrada por Lucrezia en la pintura, tienen una importante función en el desarrollo de la trama que se presenta. Así que hay que estar atentos a su realización. ¡Ah!, una cosa más. En un momento dado el duque mirando los esbozos que hacen Jacopo y Maurizio de Lucrezia que posa, ante una sonrisa de ésta exclama:
«Ahí está -murmura Alfonso, y las palabras llegan a los oídos de Lucrezia, que se encuentra en el lado opuesto, y le sonríe-: Mi primera duquesa -añade»
  

9 may 2023

Teatro de La Abadía: Andrew Bovell y Juan Mayorga (A pares XXXVII)

16 comentarios:

Coincidentes en el tiempo se representan en el Teatro de La Abadía de Madrid dos espectáculos teatrales que he tenido oportunidad de ver. Son "Maria Luisa", última obra escrita por el académico de la española y actual director artístico de La Abadía, Juan Mayorga; y "Canción del primer deseo", obra escrita por Andrew Bovell a instancias de Julián Fuentes Rita que es quien se hace cargo de su dirección y puesta en escena. Maria Luisa se representa en la Sala Juan de la Cruz, el espacio más propiamente identitario de La Abadía, hasta el próximo 21 de mayo; Canción del primer deseo, por su parte, ocupa hasta este sábado día 14 la sala a la italiana José Luis Alonso.


He disfrutado mucho más de la obra de Andrew Bovell que de la de Mayorga. Sin embargo acudí con más convencimiento a la de este último que a la del primero. La trayectoria del actual director de La Abadía me inducía a ello pues he sido testigo de magníficas obras suyas como La tortuga de Darwin que me encantó; El mago;  El chico de la última fila, ¡interesantísima!; o El Golem, que vi no hace tanto y que me pareció más compleja y filosófica que las otras tres. 




Maria Luisa
Teatro de La Abadía, Juan Mayorga
En Maria Luisa Mayorga sigue la senda del pensamiento profundo y filosófico presente en El Golem focalizando esta vez en la soledad de una mujer mayor, María Luisa (Lola Casamayor), cuya falta de comunicación habitual con otros, salvedad hecha de su amiga Angelines (Marisol Rolandi), la lleva a vivir en un confuso mundo mezcla de realidad y fantasía. Aparte de Angelines María Luisa sólo se ancla a la realidad gracias al portero (Paco Ochoa) del edificio donde vive. Es éste quien le habla sobre la conveniencia de colocar algún nombre más junto al suyo en el buzón de correo, habida cuenta de los muchos robos que se estaban produciendo por el barrio a personas mayores. Los nombres que María Luisa decide poner son por demás sorprendentes y hasta en cierto modo estrafalarios: Emerson Azzopardi (Juan Paños), un joven poeta que vive en un mundo de palabras; Benito Beckenbauer (Juan Codina), un viejo militar que ansía dar un golpe para instaurar una dictadura en la creencia de que está apoyado por todo el pueblo; y ya más tarde Juan Olmedo (Juan Vinuesa), hombre conservador más reconocible y al que María Luisa identifica como el novio que no tuvo, el objeto de su deseo insatisfecho. Los tres viven en la fantasía de María Luisa a la que acompañan en su soledad, en sus desplazamientos por la ciudad, a la que aconsejan y a la que, entre ellos, se disputan.

El planteamiento del que parte la obra me pareció muy interesante, así como la actuación de los actores me pareció justa sin ser sobresaliente. Sin embargo creo que la obra no acabó de entusiasmarme al fallar en mi opinión la puesta en escena. El decorado me pareció de una simpleza propia del teatro de marionetas, la distribución de espacios sobre la tarima de la sala principal de La Abadia no me ayudó para nada a meterme de lleno en la obra, incluso la mímica realizada por la actriz principal en sus desplazamientos dentro y/o fuera del edificio me pareció de una simpleza excesiva. El propio Mayorga en el programa de mano justifica esta puesta en escena en el intento de identificar vejez y pérdida de facultades con el mundo infantil; de ahí esa sensación de teatro colegial, de caricatura, de teatrillo de títeres. No sé, el caso es que a mí no acabó de convencerme.

Tampoco me convenció desde el punto de vista argumental ese mostrar a los ancianos siempre como seres insatisfechos, personas que han pasado por la vida sin haberla degustado debidamente. Son tantas las veces que, en nuestra propia realidad, tales mensajes son lanzados por unos y por otros que, al menos a mí así me sucede, la propia reiteración de los mismos consigue hacerlos pocos creíbles. En este sentido María Luisa vivirá en su imaginación y fantasía cuantas cosas no ha vivido en la realidad: la diversión a través del baile en locales tenidos de mala nota, la pasión por la conversación, e incluso la culminación del deseo. 




Canción del primer deseo
Teatro de la Abadía, Andrew Bovell
Si María Luisa finaliza con la realización de los deseos, Canción del primer deseo se queda siempre ahí, en el ansia por, como dice uno de sus personajes, acariciar y ser acariciado, desear y ser deseado. Andrew Bovell ha tomado como eje de la obra el poema de García Lorca Cancioncilla del primer deseo. Es un poema sencillo, simple, que da pie al título y sostiene a Camelia (Consuelo Trujillo), personaje principal de la obra al que al inicio de la misma vemos ya mayor y perdida en la nebulosa de la desmemoria; sólo mantiene lazos con la realidad a través del recitado de este hermoso poema de Lorca que habla de amor y que en sí mismo resume lo que ha sido la trágica vida de esta mujer. 

Y es que esta obra va de historia, de la necesidad de asumirla, de no arrinconarla. Es un repaso de la historia reciente de España desde la Guerra Civil  hasta nuestra inmediata actualidad pasando naturalmente por el franquismo y sus consecuencias: el exilio, la pérdida de identidad, los abusos cometidos, el restañar de las heridas... Pero lo mejor es que todo esto lo hace el autor combinando a la perfección tres generaciones de seres que pivotan en torno a Camelia, madre de dos mellizos (Julia y Luis), que la cuidan en la vieja casa que fuera de su padre, funcionario relevante de la policía franquista. Camelia es hermana melliza a su vez y se vio separada de su hermano por culpa de esta represión. Todo, al inicio de la representación, va como de costumbre: los hermanos Julia (Pilar Gómez) y Luis (Jorge Muriel) lanzándose pullas a propósito de la mayor o menor implicación en el cuidado de la madre senil; el jardín con el brocal del pozo en medio aparece descuidado y sucio por demás;  y al fondo un muro desportillado.

Todo cambia cuando Luis se presenta un día en casa con un joven colombiano (Borja Maestre) al que acaba de contratar -le dice a Julia, si bien ella vislumbra en la cara de Luis el deseo- para cuidar a la madre. Este inmigrante es un revulsivo en la vida de esta familia despertando recuerdos voluntariamente enterrados en la madre, deseos eróticos hacia él en ambos hermanos y evocaciones del duro pasado vivido por la madre de Camelia cuyo marido -el padre de Camelia, pues- fue fusilado y la madre tuvo que elegir entre ella -Camelia- o el hermano. Eligió al hermano y con él en brazos partió al exilio. No quiero contar más pues uno de los alicientes de la representación nace de la pura narratividad contenida en la misma. Los descubrimientos y giros argumentales tienen su importancia y mantienen vivo el interés del espectador.

Esta narratividad que señalo hace que aparezcan en la representación de apenas 90 minutos una infinidad de asuntos que, creo, provocan el descreimiento y cargan la obra de cierta inverosimilitud. ¿Cómo es posible que tantas cosas le hayan ocurrido a este ramillete de seres: apropiación de bebés por gerifaltes del Régimen, represión política, torturas, represión de la homosexualidad, explotación sexual y abusos sexuales en el seno de la familia, desprecio a los inmigrantes... Luego también hay un abuso, por muy metafóricos que sean, de tópicos (Goya, Luis Buñuel, García Lorca...) y de imágenes: el pozo al que se ha ido echando toda la basura hasta cegarlo, pozo que el joven colombiano se ofrece a limpiar; los mellizos que representan esas dos Españas en conflicto permanente; la anciana sin memoria que es el país que ha decidido voluntariamente olvidar; el homosexual y su identificación con Lorca; etc. 

En mi opinión son demasiados mimbres para cesto tan pequeño. Pienso que  Andrew Bovell debería haber elegido otro formato literario -el de la novela, por ejemplo- para acoger en varios cientos de páginas lo que en hora y media no tiene cabida.  Pese a esta objeción he de decir que la manera de entretejer todos estos materiales me pareció perfecta. Creo que el director Julián Fuentes Rita borda una puesta en escena perfecta. 

Otro tanto en cuanto a perfección puedo decir de los cuatro actores que dan vida a los personajes de estas tres generaciones de seres. Los cuatro se transmutan debidamente cuando dejan de ser Luis, Camelia, Julia y el inmigrante colombiano, y pasan a ser el padre franquista, la madre despojada de su hija, la hija amable de la pareja autoritaria, y/o el represaliado político torturado por la policía. Los cuatro, como digo, están muy bien. Son ellos, junto a la muy buena escenografía e iluminación, los que sostienen una obra que, como ya he dicho, se desmanda en el número de asuntos que toca.

El poema lorquiano es bellísimo. No me resisto a colocarlo aquí como cierre de esta reseña doble:


Teatro español, Generación del 27
En la mañana verde,
quería ser corazón.
Corazón.

Y en la tarde madura
quería ser ruiseñor.
Ruiseñor.

(Alma,
ponte color de naranja.
Alma,
ponte color de amor)

En la mañana viva,
yo quería ser yo.
Corazón.

Y en la tarde caída
quería ser mi voz.
Ruiseñor.

¡Alma,
ponte color naranja!
¡Alma,
ponte color de amor!






5 may 2023

Laura Rivas Arranz. Dos novelas: "Pasos en la escalera" y "Rompecabezas" (A pares XXXVI)

18 comentarios:

«Aquella mañana, mirando a esa chica, los presuntos logros de las psicoterapias y de la fenotiacina se habían venido abajo. Y lo supo: su vida tampoco existía. Él no existía. Él era tan irreal como la abeja. Siempre lo había sospechado. Lo sabía. Los psiquiatras se equivocaban y él tenía razón. Todo era ficticio. Como una novela. No era más que una novela.» (Pasos en la escalera, pos. 916)
«Los crecidos jugadores de rompecabezas también han llegado hasta el coro. Ellos son siempre los primeros que se apuntan a guitarra, a baloncesto, a los Scouts. También el coro lo dominan. Sofía procura alejarse de todo en lo que ellos estén. Con ellos cerca no puede sentirse bien.» (Rompecabezas, pos. 910)

Novelas de Laura Rivas Arranz


Pasos en la escalera (1ª edición, julio de 2015) es la segunda novela de una paisana mía, Laura Rivas Arranz, que se dio a conocer con Rompecabezas aparecida en 2013.

He llegado hasta la autora por simpatía hacia su origen salmantino, que es el mío también. Naturalmente nos separan muchos años, pues ella es una mujer joven y yo un hombre nacido una montonera de tiempo antes. Pero su amor por Salamanca, sus artículos en Noticias Salamanca, sus cuentos y relatos que leo en su blog Desde el bosque, su activismo en redes sociales... me han hecho amigo virtual suyo. Haciendo el listado de mis adquisiciones del Día del Libro, su novela Pasos en la escalera se presentó ante mí, la adquirí y la he leído. Como digo más adelante, nada más acabarla me vi en la perentoria necesidad de ir a su novela anterior, Rompecabezas, para poder completar el puzzle novelístico de la escritora.

Me he adentrado, pues, en la literatura de Laura Rivas Arranz en orden inverso, pero creo que tal alteración no ha sido óbice alguno para degustarla debidamente. He comprobado que el procedimiento fundamental empleado en ambas novelas, dentro de los capítulos en que distribuye su contenido, es la presentación de la trama en breves secuencias o escenas narrativas. Es un procedimiento original que perfecciona en Pasos en la escalera donde suma al mismo el del perspectivismo (enjuiciar un mismo fenómeno, vivir una experiencia, sentir una emoción... desde el diverso punto de vista de diferentes personajes) y el contrapunto. Por contra en Rompecabezas las secuencias narrativas se suceden unas a otras de manera más lineal sin ahondar en otros recursos más que el derivado de la propia evocación por la contemplación de una fotografía de un tiempo pasado. 



Rompecabezas
Novela juvenil, bullying, acoso escolar
Pero vayamos por partes, esto es, por cada una de las novelas. Comenzaré por la primera publicada, o sea, por Rompecabezas.

Sinopsis (tomada de la página de Literanda)
Una historia sobre colegios, rompecabezas y niños algo rotos. Una historia sobre lo afiladas que pueden llegar a estar las aristas de un rompecabezas. Hoy es un día como cualquier otro. Hoy Aurora cumple dieciocho años, pero nadie puede ir a celebrarlo con ella. Hoy a Sofía una gripe le desgarra la garganta, le tapona las narices y le recalienta la cabeza con pensamientos oscuros. Hoy Sergio lee; lee siempre porque tiene demasiadas horas muertas que intenta reanimar leyendo novelas. Julio estudia; como ayer, como hace un año, como hace dos años… Hoy los cuatro se plantean dar un giro a sus vidas.
 
En esta novela Aurora, una chica de 18 años, hermana de Julio, a la muerte del abuelo Hugo revisa una caja en la que el fallecido, muy amante de la fotografía, guardaba muchas hechas a sus nietos. Según toma en sus manos estas instantáneas, las imágenes le hacen evocar los años que  ella, su amiga Sofía y su primo Sergio pasaron en el colegio, centro vital de socialización durante la infancia y adolescencia. Estos tres personajes tienen cada uno hermanos: Julio lo es de AuroraSergio, de Sandra; y Sofía, debe cuidar del bebé Rober. Los tres amigos sienten que en el colegio al que acuden se discrimina a unos alumnos frente a otros. Hay una crítica a profesores como Elvira que premia a sus favoritos con el juego del rompecabezas y la pertenencia al coro mientras que a otros como Aurora, Sofía y Sergio los excluye de los mismos. Esto es una clara injusticia que ahora, a sus 18 años y a la vista de las imágenes, Aurora rememora.

Creo que en todos los personajes que aparecen en la novela hay mucho de la propia escritora, quien ha querido remarcar en Rompecabezas las inseguridades propias de la adolescencia, los temores, los primeros amores o atracciones más o menos platónicas... Así Julio duda de si su decisión de haber estudiado derecho y preparar una oposición es acertada o no («Fue él y no el destino quien abandonó el violín, él quien eligió su carrera, y él quien ahora no se atreve a olvidar diez años y empezar de nuevo. Fue él quien decidió preparar la oposición») al tiempo que se la va el santo al cielo pensando en Susana; Sofía se cuestiona la inanidad de la existencia -planteamiento típicamente adolescente- a la vista de los lloros de su hermano Rober («Tal vez llora porque está deprimido. Quizá tampoco a él le gusta su vida. Dedicar la mayor parte del tiempo a comer y a dormir no es el colmo de la diversión»); Sergio, un grandísimo lector, quiere ser escritor en un futuro pero está lleno de dudas («Ellos viven; han vivido mientras él leía», «No necesita esos ánimos. A pesar de esto, a pesar de todo, incluso a pesar de sí mismo va a ser escritor. Ahora no, pero algún día.»); y Aurora siente mariposas en el estómago y un gran nerviosismo ante su próximo primer curso universitario («El próximo curso irá a la universidad. Será el principio de una nueva etapa; de una etapa feliz. Por un momento piensa que su solitario dieciocho cumpleaños puede ser el oscuro preludio de todo lo contrario, pero enseguida lo olvida.»).




Pasos en la escalera
Sinopsis (tomada de la página de Amazon)
Alguien se lanza al vacío contra el asfalto oscuro de la calle.
Cuatro meses antes, una universitaria principiante se instala en el sexto piso de un edificio viejo, frío y sin ascensor. Sus nuevos vecinos: un niño-batman, una niña fea, un médico con el botiquín desmantelado, una vieja que extravía recuerdos, una dependienta que oye voces en inglés para desoírlas en castellano, un escritor que vende batidoras.
El perturbado del séptimo sabe que puedes leer sus pensamientos. En lo alto del edificio, un astrónomo deprimido vigila con obstinación la luna.

soledad, timidez, obediencia
En Pasos en la escalera pienso que Laura Rivas Arranz da un gran salto como escritora. Continúa como he dicho con la estructuración de la narración en capítulos y, en éstos, con la distribución de la trama en secuencias o escenas breves. Pero el situar toda la historia en un mismo edificio le sirve para poder hacer uso del punto de vista o perspectivismo, así como del contrapunto algo que como ya he dicho no hacía en Rompecabezas. Lo que sí hacía en su primera novela, pero mucho más y con mas conocimiento en ésta, es la finalización de algunas secuencias e inicio de la siguiente con una misma expresión. Es un recurso que da ritmo al relato y que sirve para cohesionarlo y engarzar mejor todas sus partes:
«No podría. No lo conseguiría, seguramente no podría pagar el alquiler.
***
No podría. No lo conseguiría, seguramente no podría aprobar.»
Hay mucha más literatura en Pasos que en Rompecabezas. Mientras que en la primera publicada un personaje pensaba que con lo que se contaba en la historia podría él mismo lanzarse a escribir y hacer realidad su sueño de escritor, en Pasos en la escalera ya uno de los personajes, Alejandro, cree vivir dentro de una novela y otro, Bruno, que está escribiendo una dentro de un piso de ese edificio, reflexiona en voz alta sobre la misma haciendo verdadera metaliteratura
«Releyó las últimas líneas, y volvió a escribir:
La radio, los periódicos y la televisión no prestaban atención a su virus. Nadie hablaba ya de él. Encerrado en aquel piso a medio amueblar, se sintió abandonado y muy solo. Tan solo que decidió entregarse.
Bruno miró sorprendido a su personaje. Eso no estaba previsto. pero le daba un giro interesante a la historia.»

Además, en esta novela aparecen muchos más elementos que en Rompecabezas. Así el mundo de la Música («El cerebro le canturreaba, desafinado y descontrolado, aquella Suite en Re mayor o lo que fuera del dichoso Bach); del Cine en la alusión que se hace a personajes de El silencio de los corderos del director Jonathan Demme, película que Claudia está viendo en el televisor («Y Claudia pensó que al lado de Clarice Starling ella era una inútil total. Ella jamás daría con Bufalo Bill ni recataría a la pobre Catherine.»); del Cómic («Mirando a Batman dentro de la viñeta, Daniel pensó que sí, que Bruce Wayne era un hombre afortunado.»); de la misma Literatura en las referencias a títulos de libros que unos u otros personajes leen sirviendo esas lecturas a la novelista para caracterizar a alguno de sus personajes, de manera que mientras que Claudia lee a J. D. Salinger («Miró la portada de ese viejo libro de bolsillo, que en algún momento debía de haber metido en la maleta, porque ahora estaba allí junto a la radio: "El guardián entre el centeno"») Irene se siente atraída por Lo que el viento se llevó Miró otra vez el libro. Le consoló que Escarlata tampoco estuviera teniendo un buen día en la novela»)...

A propósito del Cómic, según yo avanzaba en la lectura de la novela no se me iba de la cabeza la semejanza que encontraba entre el edificio viejo de siete plantas donde transcurre la vida de este variopinto grupo de personajes y la exitosa historieta gráfica "13, rúe del Percebe" de Francisco Ibáñez. Al igual que en las historietas ideadas y dibujadas por Ibáñez, en la novela de Laura Rivas Arranz todo sucede de manera simultánea en cada uno de los pisos que ven su actividad interrumpida por el ruido de los pasos de alguien bajando las escaleras, por el portazo de la puerta que da acceso a la azotea, por la discusión en la casa del hijo de la propietaria, etc. 

Ya he dicho que la novelista prosigue con el procedimiento de abrir secuencias utilizando las mismas palabras empleadas para finalizar la inmediatamente anterior: una discusión en un piso, el sonido de la televisión, el golpe de una puerta... En alguna ocasión, incluso, se repite toda la serie de palabras con que acaba una para sin solución de continuidad iniciar con ninguna o muy pocas variaciones la siguiente. Este recurso literario, denominado técnicamente anadiplosis, sirve para marcar la simultaneidad temporal de lo que sucede en los diferentes pisos que componen el edificio. Una simultaneidad que transcurre a lo largo de los cuatro meses evocados a raíz del salto al vacío que en enero una persona efectuó desde un piso de ese edificio viejo y destartalado. Estamos, pues, ante una novela que comienza y finaliza en el mismo momento, abriéndose entre el primero y último de los cinco capítulos que forman el relato un paréntesis de cuatro meses durante el que nos enteramos de la vida de cada uno de los habitantes de ese peculiar edificio. Es un procedimiento muy cinematográfico.

Todos los personajes sufren algún problema, tienen alguna carencia. Los hermanos Víctor y Alejandro padecen depresión uno y esquizofrenia el otro; la anciana Catalina, dueña de todo el inmueble, está entrando en fase senil y tiene claros síntomas de alzheimer; su hijo, la mujer de éste, y los hijos de ambos, Cristina y Daniel, representan a una familia tipo con un padre algo agresivo, una mujer que está despertando de su sumisión y unos hijos, en especial, Daniel, que contemplan lo que les rodea con un estoicismo digno de alabanza; Bruno, es un escritor sin posibles que debe mendigar a su hermana para poder pagar el alquiler; Martín, un médico que mantiene una relación en el hospital; Irene, la chica popular menospreciada en  parte por sus propios padres ante el éxito profesional de su hermano...Y, naturalmente, Claudia, el ser más próximo en mi opinión a la propia escritora. Todos estos seres se encuentran algo perdidos en el mundo que habitan. Y sobre todo están solos; en ello insisten los dos hermanos Víctor y Alejandro: «Estaba solo. Estamos todos solos».

La soledad, la timidez, la necesidad de plegarse a los deseos de los otros, especialmente a los de los padres como le ocurre a Claudia, son temas recurrentes en la novela. Temas que en cierto sentido ya estaban presentes en Rompecabezas.

Para finalizar

Salamanca, Noticias Salamanca
No quiero cerrar esta reseña sin aludir a algo que me ha resultado muy grato leyendo a Laura Rivas Arranz. Me refiero al  enorme cariño que demuestra tener a su ciudad, a la manera que tenemos de hablar por allí, a los nombres de los lugares que son para nosotros señas de identidad. Los salmantinismos sin ser excesivos sí que aparecen en sus historias. Así los personajes de las mismas candan la puerta, no la cierran («mientras Claudia candaba la puerta») y pasean por lugares que sin reproducir exactamente la denominación de los reales existentes en la ciudad sí que los evocan sin temor a equívoco alguno:

«Asociaciones de vecinos denuncian el abandono del parque de La Alameda. No había fotografía. Pasó a otra página: La artista argentina Marisa Escobar muestra su obra en la Sala Platina.»

¿Qué distancia existe para un salmantino entre ese novelesco parque de la Alameda y el real parque de la Alamedilla o esa Sala Platina y el manantial o fuente de la Platina? Para un natural del lugar desde luego ninguna. Y esto a mí me ha gustado verlo, leerlo, evocarlo. Gracias Laura.

Pasos en la escalera y también Rompecabezas, aunque algo menos, son novelas que me han gustado, que me han entretenido y que pienso que son de muy buena factura. En cierto sentido ambas me parecen novelas de aprendizaje, de formación, pues muestran el proceso de situarse en el mundo de unos personajes, niños en la primera publicada, y ya saliendo definitivamente de la adolescencia en la segunda. Aunque yo las he leído ahora descubro que la publicación inicial de ambas se remonta, como digo al inicio de esta reseña, al año 2015 y 2013 respectivamente. Leo en la página web de la autora su lamento por que Pasos en la escalera no haya tenido tan buena fortuna como la anterior. Pues debe de ser que a mí me gusta ir contracorriente porque Rompecabezas, gustándome, me parece bastante inferior a Pasos en la escalera.

«Pasos en la escalera no ha tenido, hasta el momento, mucha suerte. Ha tenido lectores, sí, pero no muchos. Así como Rompecabezas puedo afirmar que es una novela con estrella. Pasos en la escalera ha sido —hasta ahora— más de estrellarse.»