La ensoñación, lo real, lo irreal, la escritura, la ficción, lo ficcionalizado, lo cierto, lo imaginado, lo falso, lo auténtico, lo verosímil, lo incierto, lo imposible... El tiempo, el tiempo, el tiempo..., siempre el tiempo: ayer, hoy, mañana. No hay tiempo, no existe el tiempo, sólo hay hoy, sólo hay presente..., pero siempre escribimos sobre el Ayer.
Agota Kristóf se pone traje de hombre, se mete en la piel de Sandor Lester, un exiliado húngaro que vive en Suiza y trabaja en una fábrica de relojes efectuando tareas rutinarias y repetitivas durante ocho horas diarias todos los días para tener derecho a un salario que apenas le permite otra cosa que comer y dormir para al día siguiente levantarse y poder acudir de nuevo a la tediosa tarea que para nada justifica su vida. Su vida sólo la justifica Lina. Lina es el Amor. Pero como en todo una cosa es la idea y otra muy distinta la plasmación real de la misma. Hay una Lina real que remite a Sandor a su vida auténtica, al pasado en Hungría, hijo huérfano de Esther, mujer de oficio antiquísimo y por lo mismo al tiempo querida y vilipendiada por todo el pueblo. El azar, el tiempo, la vida, harán que Sandor quince años después de abandonar su país vuelva a ver a Lina, su amiga de la escuela. Entiende entonces él que por fin su ideal amoroso se ha corporeizado en esta mujer, ahora ya casada y madre de una niña. Sí, parece que sí; pero la vida es indidiosa, hace sus barrabasadas, no entiende de altas emociones; la vida habla de ellas, sí, pero camina por la senda de la comodidad, de lo práctico, de lo trillado, de lo zafio, de la falta de empatía.
Hay en "Ayer" dos narraciones en cada uno de los siete capítulos que componen la novela. La primera de ellas se mueve en el terreno de lo imaginativo, lo fantasioso, lo onírico... En ésta aparecen animales y elementos simbólicos (el tigre, el pájaro abatido, el viento...) que participan en igualdad de condiciones con los seres humanos. Hay mucho de irracional en estos apartados que acaecen siempre bajo la lluvia, una lluvia pertinaz que todo lo anega y todo lo disuelve... Como sucede en los sueños, todo lo que aparece en ellos tiene a lo más un valor simbólico, cuando no ilógico, puro absurdo, surrealismo total.
Comienza la novela con una caída en el barro, una muerte aparente que lleva al protagonista del relato al hospital. Allí se repone durante unos días y en ese tiempo en su mente hay sueños, imágenes, y recuerdos, sobre todo recuerdos. En el fondo lo que es la novela es un inmenso flash back que viene a mostrarnos por qué Sandor Lester ha llegado a la situación en que se encuentra. El Amor tiene gran parte de culpa de lo que le sucede. Al tener un concepto tan alto del mismo, es imposible encontrarlo en la realidad; pese a ello la esperanzada espera de que llegue le permite sobrellevar la existencia.
En una interesante entrevista publicada en Babelia en 2007 la escritora llegaba a abominar de "La analfabeta" [leer mi reseña aquí], su considerada obra autobiográfica que hasta ahora mismo yo tenía por la fuente más fidedigna para conocer a la autora. Pero no, parece decirnos Agota, yo me explico mucho mejor en la ficción; y en otras declaraciones suyas afirma que "Ayer" es su novela más autobiográfica. Sí, yo creo que lo es, pero siempre que entendamos que en todos los personajes hay algo de ella, aunque en ninguno esté Agota completamente. Así entendido es evidente que la vida vivida por la escritora nacida en Csikvánd, Hungría, el 30 de octubre de 1935, pero avecindada en Suiza hasta su muerte en 2011, la podemos visualizar en esta poética novela.
Como en el resto de sus novelas, en especial en la trilogía "Claus y Lucas", la dureza en las relaciones, la falta de sentimientos, el egoísmo, la pobreza, el clasismo..., también aparecen en "Ayer". Quizás hoy las condiciones en que habitan y viven los personajes de este relato puedan parecernos increíbles, exageradas por desconocidas afortunadamente para nosotros; habría que situarse en el contexto de 1956 cuando Hungría fue invadida por los tanques soviéticos y la represión, la cárcel, el exilio, la simulación y la mentira pasaron a ser parte de la vida cotidiana de las personas para comprender que la escritora húngara ni miente, ni exagera, simplemente expone.
Lo que aparece en "Ayer" es la alienación del trabajo fabril que ella misma realizó durante años en una fábrica de relojes en Neuchâtel (Suiza). El trabajo era tan poco creativo, tan adocenador que ella se "evadía" del mismo a través de su mundo interior, de su imaginación. Decía que en silencio componía poemas en su cabeza, poemas que luego pasaba al papel en cuanto llegaba a su casa. De igual manera Sandor le dice a Lina que aspira a ser escritor y ella comenta:
"—¡Ya es difícil escribir en la propia lengua de uno, así que figúrate en otra lengua!
Yo digo:
—Lo intento, eso es todo. Que funcione o no, me da lo mismo.
[...] Ya no escribo en el idioma de aquí mis extravagantes historias, escribo poemas en mi lengua materna" (pág. 53)
Se percibe en estas palabras de Sandor Lester a la auténtica Agota. Pero del mismo modo vemos a la verdadera Agota Kristóf detrás de esta Lina que acompañada de su marido Koloman y de su pequeña hija ha abandonado el país y está viviendo en el extranjero, y trabajando en esta fábrica de relojes que detesta en lo más profundo de su ser. Sólo la imaginación, sus ensoñaciones, alguna pasajera aventura amorosa como la que mantiene con Sandor la mantiene en pie.
Junto a lo ajustadamente autobiográfico en "Ayer" aparecen muhos otros elementos o asuntos que sin duda la autora ha podido vivir o sufrir en carne propia, aunque no necesariamente. Uno sería el de la función de la mujer en el mundo. Muchos son los personajes femeninos que surcan el relato: Esther, Eva, Kati, Vera, Yolanda, Lina... Cada una de ellas representa un papel o simboliza una función: Esther, la sumisión al varón y amor materno; Eva, la avidez utilitaria del sexo; Vera, la ilusión; Lina, el egoista sentido práctico; Yolanda, la mujer que a falta de otra mejor ("se escoge una, y se usa", pág. 29) sirve a Sandor para satisfacer sus necesidades de sexo y comida; etc. ... Todas ellas junto a sus maridos, amigos o amantes están en tierra hostil, son refugiados y por ende están en inferioridad de condiciones. Pero no por eso dejan de sufrir una doble o triple inferioridad pues al salir del trabajo deben de preparar la comida para el marido y atender a los hijos.
La falsedad y la mentira, Este tema es esencial en la novela. La mentira está en todas partes: en el emigrante que cuando vuelve de vacaciones a su país simula ante los suyos que todo le va divinamente cuando apenas si tiene un trozo de pan que llevarse a la boca (es el caso de Jean), o el refugiado político que en contra de lo que predica no desea para nada retornar a su país (es el caso de Sandor Lester; y por correspondencia fue el caso de Agota Kristóf), o la mentira del amor en que vive Yolanda respecto a Sandor.
Otro asunto esencial en este relato es el del nihilismo, la nada que significa la existencia, el para qué vivimos. El protagonista de la novela me ha recordado en varios momentos a Meursault, el personaje de la novela de Albert Camus "El extranjero", que se muestra indiferente a la realidad por resultarle absurda e inabordable. "Pensaba que la vida no podía ser sino lo que era, es decir, nada" (pág. 22)
Sólo la idealización que tiene de Lina y el recuerdo del ayer vivido le sirve para sobrellevar la existencia. Y lo logra a través de la literatura, plasmando en textos sus imaginaciones, sus deseos irrealizables, sus ensoñaciones. Hay reflexión literaria, metaliteratura, en algunos momentos. A Sandor le da lo mismo llegar a la fama, triunfar en el mundo literario, todo lo contrario que a Lina, que busca ser alguien en la vida, destacar
"—¿Dices eso en serio, Sandor? ¿Que hay que ser un don nadie para ser escritor?Utilizar la literatura para hacer literatura, reflexionar sobre el hecho de la creación y realizarlo precisamente construyendo una creación marca, sin duda alguna el paso de lo meramente conceptual a lo formal. Es quizás en el plano de la forma más que en el propio del contenido en el que Agota Kristóf se eleva hasta regiones literarias estratosféricas. Muchos son los aspectos formales remarcables:
—Yo creo que sí.
—Yo creo que para convertirse en escritor hay que tener una gran cultura. Es preciso haber leído mucho y escrito mucho. Uno no se hace escritor de la noche a la mañana.
Yo digo:
—No tendré una gran cultura, pero he leído mucho y escrito mucho. Para ser escritor, sólo hace falta escribir. Por supuesto, suele ocurrir que no se tenga nada que decir. Y a veces, incluso cuando se tiene algo que decir, uno no sabe cómo decirlo." (pág. 59)
Esencial es sin duda alguna la belleza poética que trasciende de su prosa. Estamos ante una prosa desnuda, esencial, que elimina todo lo superfluo quedándose, como sucede en la poesía, con lo mínimo, lo imprescindible. Este precedimiento de decantación, de depuración, da como resultado momentos de inigualable altura;
Cercano y constitutivo del tono poético que tiene el relato está todo el simbolismo que contiene. La parte de ensoñación, de imaginación, de irracionalidad, que constituye la primera parte de cada uno de los siete capítulos está cargada de símbolos: el tigre, el pájaro muerto, la lluvia, el viento, la luna...En general son símbolos de naturaleza que cobran valor y sentido dentro del onirismo que enmarca a estos primeros apartados de cada uno de los capítulos. De ellos el de la luna me ha recordado muchísimo a Federico García Lorca: "Estaban durmiendo. Él encima de ella. La luna los iluminaba a través de la ventana. Había luna llena. Una luna inmensa." (pág. 20). En cierto sentido hay una contraposición entre este mundo imaginativo, onírico, de pesadilla, representado en estos animales y elementos de la naturaleza, -terrible, si, pero libre y auténtico-, y la ciudad falsa y artificial que todo lo falsea:
- "Me voy a la calle para olvidar, me paseo como todo el mundo pero no hay nada en las calles, sólo gente, tiendas, es todo" (pág. 23)
- "En mi imaginación, un camino pedregoso conduce al pájaro muerto. —Entiérrame —me pide y, en los ángulos de sus miembros rotos, los reproches se mueven cual gusanos" (pág. 34)
- "La beso en las mejillas, en la frente, en los ojos, en el cuello, en la boca. Mis besos se mojan con la lluvia y las lágrimas" (pág. 62)
- "Todas las noches, se embarcan entre las olas algunos días olvidados" (pág. 64)
"Vete a la ciudad. Allí todavía hay luz. Una luz que hará palidecer tu rostro, una luz que se parece a la muerte. Vete allá adonde la gente es feliz porque no conoce el amor" (pág. 76)Hay mucha literatura dentro de esta historia de amor y desarraigo, dentro de esta joyita de Agota Kristóf de tono muy autobiográfico. Como bien le dice Lina a Sandor para ser un buen "escritor hay que tener una gran cultura. Es preciso haber leído mucho y escrito mucho". Y eso es, precisamente, lo que deja traslucir la escritora en esta novela tan hermosa. A las resonancias del Meursault de Camus ya comentadas se une en mi cabeza, quizás por pura deformación profesional, la que me recuerda a Lázaro de Tormes niño, concretamente cuando el pequeño Tobías Horvath ante el trasiego de hombres que había de continuo en su casa comenta lo siguiente para sí: "El pueblo estaba lleno de gente muy buena. Campesinos e hijos de campesinos venían siempre a nuestra casa y nos traían algo de comer" (pág. 18). En esta línea de reminiscencias literarias clásicas también quiero ver ese inexplicable -mejor sería decir, patético- sentido del decoro que le expone Lina a Sandor cuando rechaza sus propuestas de compromiso amoroso con estas palabras: "A tu madre la dejaron unos gitanos en la aldea. Unos ladrones, unos mendigos. Yo tengo unos padres honrados, cultivados, de buena familia" (pág. 61), o lo que es lo mismo, nuestro amor es imposible porque pertenecemos a distinta casta, a distinta clase. Patético es que los oprimidos hagan absurdos distingos entre ellos.
Para cerrar este capítulo de referencias literarias, y también cerrar la reseña, sólo me queda decir que la mismísima Agota Kristóf o mejor dicho, sus otras obras anteriores, resuenan en este "Ayer". No en balde además de refugiados, trabajos en fábricas anuladoras, moral personal y social cuestionables, varios de los personajes son hermanos; hermanos que como sucede en la trilogía "Claus y Lucas" no se comportan con amor y bondad entre ellos sino que más bien se fustigan, se castigan, son contrapunto unos de otros. Eso fue lo que vivió esta húngara exiliada cuya literatura es una constante confesión literaturizada de sus propias vivencias. Para ella el tiempo es un continuum, en su visión nihilista y existencial de la vida no hay más que presente, el Ayer es lo vivido, pero por lo mismo, por vivido, nos constituye:
"¿Mañana, ayer, qué quieren decir esas palabras? No existe sino el presente. Unas veces, nieva. Otras, llueve. Luego hay sol, viento. Todo eso es ahora"
_____________________
Nota
Esta novela fue comentada en la tertulia "más que palabras..." que mensualmente mantenemos unos cuantos amigos y confieso que dio muchísimo juego. Creo que es una estupenda lectura para grupos de lectura, clubs de lectura, tertulias literarias, o como quiera que queramos llamarlas.
_____________________
Datos del libro
Autora: AGOTA KRISTÓF
Título: “Ayer”
Nº de páginas: 112 págs (en papel)., 79 págs. (ebook)
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: El Aleph Editores (1 de marzo de 2009)
Lengua: CASTELLANO
ISBN-13: 978-8476698600
Precio:
En papel:
Ebook:
Ayer (Modernos y Clásicos)
Autora: AGOTA KRISTÓF
Título: “Ayer”
Nº de páginas: 112 págs (en papel)., 79 págs. (ebook)
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: El Aleph Editores (1 de marzo de 2009)
Lengua: CASTELLANO
ISBN-13: 978-8476698600
Precio:
En papel:
Ebook:
Sin duda interesante autora. Voy a mirar de leerla.
ResponderEliminarUn abrazo
Para introducirte en la autora esta novela es oportuna. La mejor suya sin duda alguna es la trilogía "Claus y Lucas"
EliminarUn abrazo
¡Hola Juan Carlos! A esta autora ya la tengo en mente desde hace tiempo. Me encantan y me llevo anotados algunos párrafos que has destacado
ResponderEliminarBesos
Si la lees comprobarás la belleza que se desprende de su literatura.
EliminarUn beso
Hace tiempo que tengo echado el ojo a este libro, desde que lo sacó Lorena en su blog. Ahora aún me han entrado más ganas de leerlo. pensaba empezar a conocer a esta autora por "Claus y Lucas", pero igual me decido por este. Tu reseña me ha puesto los dientes aún más largos.
ResponderEliminarUn beso.
Para empezar esta novelita corta que se lee en no llega a dos horas es una muy buena entrada en Agota Kristóf.
EliminarBesos
Ciertamente, a poco que se conozca la biografía de Agota Kristof, se percibe a la autora detrás de Sandor pero también de Lina, aunque tampoco es al cien por cien ninguno de ellos. Supongo que al haber leído ya La analfabeta tú aún has sido más sensible a cuanto de autobiográfico tiene esta novela, que, tal vez, además de en cuanto a similitud hechos es más una autobiografía de sentimientos. En cualquier caso lo explicas muy bien al igual que los puntos relacionables que tiene esta novela con otras obras de la autora como Claus y Lucas. Muy buena reseña, Juan Carlos. Y la novela un bocadito tan delicioso como 'indigesto'.
ResponderEliminarBesos
Me encanta tu precisa expresión de "autobiografía de sentimientos". Sí, en efecto, eso es lo que hay aquí en este relato, sentimientos por presencia y ausencia de los mismos pero que habitan en los personajes. Y en todos ellos -o en su mayoría- hay algo de la novelista.
EliminarTambién creo que clavas el diagnóstico sobre esta autora húngara en tu frase final: "la novela, un bocadito tan delicioso como 'indigesto'!. ¡Perfecto, Lorena. Da gusto leerte.
Un beso fuerte
😲😲😲 Yo viví en Neuchatel, y no nací allí por muy poco....me he quedado muerta...😉
ResponderEliminarUna razón más para leerlo.
Besitos cielo 💋💋💋
Pues si conoces Suiza, entenderás mucho mejor que otros la sensación de soledad y orfandad que un emigrante o un refugiado viviría en ese país en la época en que se supone está situado el relato: déecada de loa años 60 del pasado siglo.
EliminarUn beso
Qué interesantísimoooo. ¡No lo conocía! Solo con esa cita inicial te hubiera dicho qeu sí.
ResponderEliminarAnotadísimo.
Besos.
Te gustará, ya verás.
EliminarUn beso
Hola, Juan Carlos.
ResponderEliminarCon tus pormenorizadas reseñas literarias (disculpa la reiteración, pero no estaba acostumbrado a reseñas tan prolijas y detalladas como las tuyas), nos contagias las ganas de leer los libros que sometes a crítica, y este, a pesae de que se me antoja denso en cuanto a lo intrincado de su estilo narrativo (probablemente sea una apreciación errónea, muy subjetiva y simplemente premonitoria), me ha atraído mucho. Suele suceder que muchos autore/as extrapolen sus propias vivencias e incluso su personalidad al personaje protagonista o secundario de sus novelas. En este caso quedan claras las coincidencias existenciales entre la autora y el protagonista.
Un abrazo.
Hola, José Mª:
EliminarEs denso, pero es muy breve. Se lee en pocas horas y se disfruta mucho mucho.Me gustaría conocer tu opinión. A lo mejor yo me paso en alabanzas (ja, ja...)
Un abrazo
Para empezar, Juan Carlos, hacer esta tertulia literaria sobre el título de Agota Kristof, acompañados de la exquisita cocina peruana… wow, una combinación de lo más original y sugerente. Preguntaré a mi mujer por el restaurante peruano, seguro que lo conoce, a mí no me suena… y ya es raro. Toda una sorpresa ese enlace que dejas. Antes hacía muy bien los pisco sour, pero ya estoy algo desentrenado…
ResponderEliminarVolviendo a tu magnífica e ilustrativa reseña. Tu comienzo sobre ese operario, que trabaja como un autómata en la fábrica, y cuya única vía de escape es remorar un amor… pues me ha recordado, sí o sí, a aquellas memorables secuencias de Charlot en "Tiempos modernos", ¿te acuerdas? el hombre que trabaja de forma mecánica (nunca mejor dicho), totalmente alienado a la cadena productiva, repitiendo los mismos movimientos cada día… y que solo tiene un resquicio pensando en su enamorada. Aspectos de la alienación que tú ya señalas con maestría.
Y me traes otra gran lectura de mi juventud, “El extranjero” de Camús, libro que conservo con cariño.
Hace tiempo que pretendo leer a Agota Kristof, esa visión nihilista y existencial de la vida me atrae, en ese sentido leí otra recomendable obra, “La nausea” de Sartre… mismas angustias.
Un abrazo, Juan Carlos, se aprende bastante por tu "casa".
Hola, Paco:
EliminarEl restaurante peruano yo no lo conocía, pero seguro que volveré porque me gustó mucho. Si a la bondad de la comida añadimos unos buenos amigos hablando distendidamente de una delicatessen literaria ("Ayer" de Agota Kristóf) pues qué quieres que te diga..., para mí no hay mejor manera de pasar unas horitas, ¿no te parece?
Ya de lleno con la autora y su novela corta te recomiendo su lectura dado que veo que te atrae la visión existencial y nihilista de la vida. La Kristóf la tiene, pero además tiene dentro de sí muchísima literatura que se le escapa por todos los poros de su escritura. Es una gozada leerla, aunque como dice Lorena de su novela "es un bocadito delicioso, pero indigesto". En mi opinión el paxaru lo ha clavado.
Eres muy amable con tus palabras, Paco, pero te diré que me encanta pasarme por blogs amigos como el tuyo porque aprendo mucho leyéndoos.
Un abrazo
hola! siempre abiertas a nuevas propuestas y asombradas con tu blog y reseñas tan particulares! otro deleite son los comentarios, permiteme felicitarlos porque son tan inteligentes a la hora de opinar y observar, eres un lujo inexcusable de leer!!
ResponderEliminarEstas búhas siempre tan amables. Muchas gracias por vuestras palabras. Estoy de acuerdo en lo que decís de los inteligentes comentarios que quienes se acercan por aquí dejan en el blog. Y entre ellos os coloco a vosotras, amigas.
EliminarUn beso
"Claus y Lucas" llevo tiempo queriéndolo leer y veo que hay que tener muy en cuenta a su autora.
ResponderEliminarBesos
Fíjate si la autora está inmersa en sus narraciones que llegado un momento dejó de escribir porque -decía- prácticamente se había quedado seca, ya había contado todo.
Eliminar"Claus y Lucas" es literatura de alto calibre. Es una novela (bueno, mejor, tres novelas cortas, pues se trata de una trilogía) dura pero muy buena.
Besos
No dudo de que sea una estupenda lectura para debate, sin embargo, en estos momentos y a pesar de los buenos temas que trata, no me veo con ella. Ese simbolismo y esa parte que se adentra en la fantasía y en lo onírico no lo veo para mí.
ResponderEliminarBesos
Estoy contigo en que cada lectura tiene su momento. Cuando le llegue el suyo a esta escritora la disfrutarás, Mª Angeles, ya verás como sí.
EliminarUn beso
112 páginas que desde luego dan para mucho. Porque vaya reseñón. Lo único que me echa para atrás es esa primera parte que dices que se mueve en el terreno de lo onírico... No es lo que me pide el cuerpo ahora mismo. Pero me guardo el título, para cuando ya haya acabado con las opos y tenga la cabeza más despejada.
ResponderEliminarBesotes!!!
Margari, lo primero es lo primero. Y ahora te toca estudiar, así que a darle duro para luego encontrar la tranquilidad laboral y disfrutar de la vida y de las lecturas, ¿no crees?
EliminarLo onírico no es preocupante porque son como pequeños flashes muy bien traídos. Bueno, cuando puedas ponerte con esta joyita ya me dirás qué te parece todo.
Besotes, también para ti.