Mi excelente amiga y bloguera, Rosa Berros Canuria, me dejó en el comentario que escribió a mi reseña de
que no tiene nada que ver con este, más que el hecho de estar ambientado en Moscú, si bien lo está entre los años 1922 y 1954. El autor,
, es estadounidense. Eso también puede ser una coincidencia, alguien extranjero que se sumerge en las costumbres y la forma de vida rusas. Te lo recomiendo si no lo has leído.»
Como veis su recomendación no cayó en saco roto. He leído la novela y me ha gustado, quizás algo menos de lo que presuponía, pero sí que es una obra que se lee bien y que muestra la evolución de un ser humano en un contexto muy complicado, lo buena persona que él es, su sabiduría en todos los aspectos de la vida (literatura, saber estar, música, relaciones humanas y adaptación a las circunstancias cambiantes de la vida)...
El autor realiza una crítica tranquila y sosegada del sistema soviético, en especial de la época estalinista. Muestra con ironía y humor las colas, la escasez, el fracaso de los planes quinquenales, la estupidez derivada de un igualitarismo excedido y excesivo, la destrucción de obras de arte del pasado por el mero hecho de haber sido realizadas por una clase dominante, etc., etc. Por contra, el aire fresco
Amor Towles parece referirlo, dejando a un lado, claro, los afectos humanos, al sistema americano, a los EEUU: los periodistas norteamericanos son agradables, simpáticos y con ellos el protagonista puede hablar de cualquier cosa, los empresarios estadounidenses que quieren introducir sus negocios en la URSS sufrirán por la dejadez y falta de estímulos de los funcionarios soviéticos que deben aprobárselos, los agregados de la embajada americana es personal amigable, etc.
Como no podía ser de otra manera toda la novela gira en torno al caballero del título, el conde Aleksandr Ilich Rostov, protagonista del relato que, residente en el hotel Metropol de Moscú desde su regreso de París en 1918, un día de 1922 recibe la visita de funcionarios policiales que lo conducen a un juicio sumarísimo por ser miembro de la aristocracia del zarismo derrocado en la Revolución de Octubre de 1917. Su destino probable es el paredón por contrarrevolucionario. Afortunadamente esquiva el fusilamiento por un poema prerrevolucionario atribuido a él titulado "¿Qué ha sido de él?". Es este poema, muy jaleado durante los años que precedieron a la revolución de octubre, lo que librará a Rostov del ajusticiamiento. A cambio, por el mero hecho de pertenecer a la casta de la aristocracia será condenado a permanecer indefinidamente en su domicilio sin poder pisar jamás la calle. Dado que el conde Rostov llevaba cuatro años viviendo en el Hotel Metropol será este el lugar de su confinamiento.
Diríase que Aleksandr Ilich ha sido afortunado. Sí y no tanto. Sí, porque su encierro no admite parangón con la perspectiva de la muerte, claro; no, porque será desalojado de la lujosa suite que ocupaba para ubicarlo en las dependencias que durante el zarismo destinaba el hotel para la servidumbre que acompañaba a nobles y funcionarios zaristas que se alojaban en él. Allí, en una habitación abuhardillada de no más de siete metros cuadrados, Rostov deberá colocar las pocas posesiones que le permiten conservar en su poder: el retrato de su fallecida hermana Helena, el escritorio del Gran Duque Demidov, el reloj de dos repiques de su padre, dos botellas de coñac, los gemelos de teatro de su abuela, algunos libros como los Ensayos de Montaigne de la biblioteca de su abuelo... Poco más. Afortunadamente, un caballero, como el protagonista de la novela de Amor Towles, sabe conformarse
«Comprendiendo que un hombre debe dominar sus circunstancias para que éstas no lo dominen a él, el conde
pensó que valía la pena plantearse cuál era la mejor manera de conseguir su objetivo, tras haber sido condenado
a un confinamiento de por vida.»
El conde Rostov vive bastante feliz en el Metropol. Es un hombre muy bien considerado por los empleados del hotel desde el botones Petia hasta el director Josef Halecki («uno de esos raros ejecutivos que habían llegado a dominar el secreto arte de delegar [...] que curiosamente, encima de su mesa no había ni un solo papel; que su teléfono casi nunca sonaba; que junto a una de las paredes había una tumbona de color burdeos con cojines aplastados»). Y entre ambos toda una serie de personajes importantes como Andréi, el maître del restaurante «con su porte impecable y sus manos largas y juiciosas»; Vasili, el inimitable conserje del hotel; Marina, «recientemente ascendida de camarera a costurera»; Arkadi, el recepcionista del hotel; Tania, la encargada del guardarropa; Emile Zhukovski, el chef de la cocina; Audrius, «el barman del Chaliapin, un lituano de perilla rubia y sonrisa fácil», Abram, el anciano empleado de mantenimiento con el que el conde mantiene profundas conversaciones en la azotea del edificio...
Al staff del hotel, central en este relato, hay que añadir otros personajes, femeninos y masculinos, muy importantes en la trama. El primero es naturalmente Nina Kulikova, una niña de nueve años muy despierta, inteligente y avispada, que se hace amiga del conde al que enseñará todos los secretos del hotel; otro personaje femenino de la mayor importancia es la actriz Anna Urbanová, exitosa estrella de la época muda del séptimo arte que verá declinar su prestigio según que el cine hablado se vaya imponiendo. Ambas mujeres serán muy importantes para Aleksandr Ilich Rostov: la primera, pasado el tiempo y convertida en una bolchevique idealista de libro, le dejará un regalito en forma de personita de cinco años llamada Sofía que con los años el propio Sasha (así llamaban familiarmente al conde Rostov) tendrá por su propia hija; la otra, la Urbanová es una mujer libre e independiente con la que el conde mantiene relaciones periódicas.
De los masculinos habría que citar a los norteamericanos agregados de la embajada estadounidense que visitan el bar del Metropol con asiduidad. Destaca el capitán Richard Vanderwhile con el que Rostov hará muy buena amistad; también está un comerciante que se las ve y se las desea para introducir productos en la URSS. De entre los rusos no podemos olvida a Víktor Stepánovich, profesor de piano de Sofía y amigo de Rostov; en la resolución de la trama la música y este profesor intervendrán activamente. Y si la música marca en parte el desenlace de Un caballero en Moscú, es la poesía, la que, como ya se ha visto, provocó el encierro de Aleksandr Ilich en el Metropol evitándole la muerte. Próximo, muy próximo a la creación poética y literaria en general, está Mishka, amigo de Rostov desde su época universitaria. Mishka es un idealista que se resiste a eliminar de una publicación realizada por él una velada referencia a que en Occidente había algunos panes mejores que los rusos. Esta nimiedad le ocasionará serios problemas.
En la novela hay, como se adivina por lo dicho, muchas referencias a la música y a la literatura. Las musicales tienen por protagonista al príncipe Nikolai, al profesor Stepánovich y a Sofía, quien triunfará internacionalmente gracias a las dotes que demuestra tener al piano: los Nocturnos de Chopin, los Conciertos de Brandeburgo de Bach, la Sonata para piano n.º 1 en do mayor de Mozart, o el Concierto para piano n.º 2 de Rachmáninov son, entre otras muchas creaciones e intérpretes, mencionados por Amor Towles en la novela.
De la misma manera, pero referidas en este caso a la literatura, Mishka y el propio Rostov mantienen no pocas conversaciones cuyo centro es la misma. Algunas están referidas a la esperanza, truncada posteriormente, que la revolución supuso en no pocos artistas como Maiakovski
«Mishka se dirigió a la Casa Central de Escritores, pasó por delante de la estatua de Gorki donde antaño se había erigido la pensativa estatua de Gogol
[...]
en 1934 Stalin convenció a Gógol, que se había instalado en Italia, para que regresara a Rusia, y le ofreció la mansión de Riabushinski, desde donde podría presidir la consagración del Realismo Socialista como único estilo artístico de todo el pueblo ruso. «¿Y cuál ha sido la consecuencia?», le preguntó Mishka a la estatua. Todo se había echado a perder. Bulgákov llevaba años sin escribir ni una sola palabra. Ajmátova había abandonado la pluma. A Mandelstam, que ya había cumplido su condena, habían vuelto a detenerlo. ¿Y Maiakovski? ¡Ah, Maiakovski»
Tiene la literatura, y no sólo la rusa, significación especial en Un caballero en Moscú. Desde el principio notamos ya su importancia en esos Ensayos de Montaigne que Rostov salva de su suite y que luego Nina y la misma Sofía leerán con mucha atención. Pero en general a lo largo de toda la narración el autor hace uso frecuente de imágenes y analogías entre la realidad y la ficción literaria:
«En la isla de Creta, Teseo tuvo a su Ariadna con su mágico carrete de hilo para salir sano y salvo de la guarida del minotauro. Por las cavernas donde habitan sombras espectrales, Ulises tuvo a su Tiresias, del mismo modo que Dante tuvo a su Virgilio. Y en el Hotel Metropol, el conde Aleksandr Ilich Rostov tenía a una niña de nueve años llamada Nina Kulikova»
Por último no quiero dejar sin destacar la peculiar manera que tiene el narrador de ir explicando el quehacer literario que la realización del relato que cuenta le está suponiendo. La metaliteratura hace acto de presencia no pocas veces en la novela a través de las llamadas que el narrador hace a los lectores a quienes se dirige. Es este dirigirse a los narratarios procedimiento característico y frecuente entre los novelistas del XIX e incluso antes en los creadores de cuentos maravillosos dirigidos a niños:
- «una vez aclarado que no es necesario que os molestéis en recordar el nombre del príncipe Petrov, debería comentar que, pese a la breve aparición del individuo de cara redonda y con entradas del próximo capítulo, a él sí deberíais conservarlo en la memoria, ya que años más tarde tendrá un papel muy importante en el desenlace de esta historia.»
- «Pero. . . Un momento. Nos estamos adelantando a los acontecimientos.»
- «Al leer esto, quizá estéis tentados de preguntar, con cierta ironía, si el conde Rostov, que se jactaba de ser una persona con dignidad, se permitía escuchar las conversaciones privadas de los comensales. Pero vuestra pregunta, como vuestra ironía, estarían fuera de lugar. Porque, como sucede con los mejores sirvientes, los camareros competentes tienen que oír lo que se dice a su alrededor.»
También el humor aparece en no pocas ocasiones. Unas veces Amor Towles lo hace flirteando con el propio quehacer literario:
«Es que hay otro suceso que todavía no he relatado: mañana hará diez años que, mientras yo estaba en París dejando pasar el tiempo, mi hermana falleció.
—¿Murió... de pena?
—Las jóvenes sólo mueren de pena en las novelas, Charles. Murió de escarlatina.»
Pero el humor, a veces convertido en sarcasmo y casi siempre en formato irónico, se centra sobre todo en la crítica del sistema soviético. Que el pobre Mishka padeciera persecución por su opinión sobre la inferioridad del pan ruso frente a alguno realizado en occidente ya es de por sí muestra de humor trágico. Pero estás abundan por doquier:
«Así que, a la manera de aquel que en el Génesis ordenaba «Hágase esto» o «Hágase lo otro» y se hacía, cuando Soso [Stalin] declaró: «La vida ha mejorado, camaradas», la vida. . . ¡mejoró!»
«Los bolcheviques no sólo trataban la misma clase de temas un día tras otro, sino que además manejaban unas opiniones tan reducidas con un vocabulario tan limitado que, inevitablemente, tenías la sensación de haberlo leído todo antes. Hasta que llegó al quinto artículo, el conde no se dio cuenta de que, de hecho, ya lo había leído todo antes.»
También existe humor blanco, quiero decir, sin referencias políticas o de escasa entidad de haberlas. Este tipo de humor a mí me encanta:
«He visto a taxistas relacionándose con comisarios y a obispos con estraperlistas; y, como mínimo en una ocasión, he visto cómo una joven conseguía hacer cambiar de opinión a un anciano.»
Finalizo señalando un recurso en esta narración que ha llamado mucho mi atención. Me refiero a una serie de notas a pie de página que aparecen en algunos momentos de la narración; en ellas el propio narrador se explaya sobre algún aspecto del propio relato de ficción que está escribiendo. Con este recurso parece querer dar aspecto de realidad comprobable a la pura ficción que la novela es. En estas notas, a veces se introducen verdaderos datos históricos que refuerzan la crítica al sistema soviético que en el fondo realiza el autor de este libro. Un ejemplo de esto es la referencia que en nota aparte hace el narrador cuando
Nina, voluntaria e idealistamente, contribuye a la colectivización de las producciones agrícolas. Tras arrebatárselas a los
kulaks (propietarios que eran quienes sabían trabajarlas) las tierras bajaban continuamente su producción y la hambruna se extendió de modo imparable. Para evitar que se conociera este estado de cosas
«los campesinos tenían prohibido entrar en las ciudades y los periodistas de las ciudades tenían prohibido ir al campo; se suspendió el reparto de correo privado y se taparon las ventanas de los trenes de pasajeros.»Ya lo he dicho al principio, la novela me ha agradado mucho. Es una novela distinta, crítica, histórica, con toques de humor, con variadas referencias culturalistas, que muestra la producción de un relato haciéndose, con variadas referencias metaliterarias... Una novela en la que la literatura sale reforzada por encima de todo.
Tras finalizarla, me he enterado de que existe versión televisiva de la novela. He visto dos entregas de las seis o siete que forman la serie y diré que me parece muy fiel al relato novelesco. Sin embargo creo que la novela es muy superior a la versión fílmica o al menos así me lo ha parecido a mí hasta el momento.
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Nota.- Con Un caballero en Moscú de Amor Towles cumplimento la letra T del Reto 'Autores de la A a la Z'
Tengo esta novela apuntada por la reseña que de ella hizo recientemente nuestra común amiga Rosa. Igualmente, siempre se agradece otra valoración que aporte diferentes matices. Una novela crítica contra el estalinismo, con toques de humor y con mucha literatura y metaliteratura sin duda había de llamar mi atención. Y también sin duda tu reseña no ha hecho más que reafirmar mi intención de leer esta novela.
ResponderEliminarBesos
Como he dejado escrito en tu blog a propósito de tu reseña sobre "Antes de que llegue el olvido" de Ana Rodríguez Fisher Moscú (Rusia en sentido más amplio) están en el entorno lector muy presentes. Será por el hecho de la guerra que mantiene con Ucrania, por el dictador Putin que la dirige desde hace ya muchos años o por lo que sea, pero el caso es que los libros sobre el país hoy o ayer cuando era URSS se multiplican. A ver qué te parece éste.
EliminarUn beso
Hola, Juan Carlos. Te leo de puntillas porque, si bien no tengo en punto de mira leer la novela, sí quiero probar con la serie que me han recomendado por activa y por pasiva. La cosa es que he llegado a ver el primer capítulo y, si te digo la verdad, no he terminado de pillarle el punto. En honor a la verdad, tengo que decir que, cuando me puse a verla, mi marido no se estaba quieto, me preguntaba mil cosas, me interrumpía, y así no había manera de meterme en la historia. Por lo tanto, le voy a dar otra oportunidad. Ya que empecé con la serie, sigo ese camino pero seguro que la novela está mil veces mejor. Gracias por el aporte. Besos
ResponderEliminarDe los dos capítulos que he visto, el segundo me aburrió un poco. Intentaré seguir viendo la serie, pero si el próximo que vea me aburre la dejaré. No querría perder el buen sabor de boca que me ha dejado la novela.
EliminarUn beso
"Distinta, crítica, histórica, con toques de humor, con variadas referencias culturalistas" es una etiqueta que, por sí sola, ya me hubiera provocado interés por la obra. Tu análisis (tan seductor como siempre) termina de convencerme. Y como no tengo proyecto de ver la adaptación en imágenes (me gusta que sea mi cerebro el que ponga las imágenes) buscaré el libro para dar buena cuenta de él. Te agradezco muchísimo la sugerencia.
ResponderEliminarOjalá que te satisfaga, amigo Rubén. Espero no haber errado en mi diagnóstico sobre el libro.
EliminarUn fuerte abrazo
Cuánto me alegro de que te haya gustado la novela, aunque veo que no te ha entusiasmado como a mí. Eso hará que algunos seguidores de ambos vayan con una idea más objetiva. Has hecho una reseña muy completa, añadiendo detalles que yo obvié, bien por olvido o bien por no alargarme demasiado (últimamente me da la impresión de que hago reseñas excesivamente largas).
ResponderEliminarYo también quería ver la serie. De momento ando liada con otras, pero no la olvidaré, aunque me han dicho que puede resultar un tanto aburrida y es que veintidós años metido en un hotel, hay que ser muy hábil para que no cansen. Amor Towles lo consigue a la perfección, no sé yo si el guionista, el director y el encargado del montaje la serie si podrán decir otro tanto. Veremos.
Un eso y muchas gracias por la mención.
La serie, como digo en la reseña, sigue de manera bastante fiel la novela. Pero sí, a veces resulta un pelín tediosa. Serie y novela son buena muestra de las diferencias que existen entre Cine y Literatura. La palabra, en mi opinión, vence a la imagen en las descripciones por el poder metafórico que, si tiene pericia el autor, logra transmitir al lector; estas mismas descripciones cuando se traducen a imagen se van en unos pocos segundos y toda el interés retorna al diálogo entre los personajes. Cuando esto ocurre se da uno cuenta de que, como bien dices, 22 años encerrado en un mismo espacio es mucho tiempo y no hacerse reiterativo resulta dificil.
EliminarUn beso
Pues una muy buena reseña que señala muy bien lo que nos vamos a encontrar en esta novela. La tenía apuntada pero viendo que aunque te haya gustado, no te veo entusiasmado, bajo mis expectativas por si acaso. Y tomo nota de la serie, que no la conocía, y pinta bastante bien también.
ResponderEliminarBesotes!!!
Hola, Margari:
EliminarTe diré que la novela me ha gustado bastante. Me da que la serie, por lo que ahora he visto de ella, es algo más pesada. La novela está muy bien; esto no quita para que tras la entusiasta reseña que lei en el blog de Rosa llegase a la lectura con unas expectativas fuera de serie. Y, claro, eso lo sabes tú muy bien porque eres una muy buena lectora, cuando tal cosa ocurre quieres encontrar tanto, tanto, que todo te parece poco. Pero la novela, te lo puedo asegurar, está la mar de bien.
Un beso grande