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29 nov 2023

Desde aquel día. Novela de Graham Swift

«¿Y qué son estas cosas: el teatro, la poesía? Ilusiones, juguetes. No hace falta una bomba para destrozarlos. Sólo nos dicen lo que está en nuestro corazón. Sólo son espejos de nuestra alma perdida y deshonrada.»
✔«¡El momento en que comienza la representación! Ese momento mágico en que las luces se apagan y el telón tiembla; cuando lo fingido, lo ficticio, se convierte en lo real, y los espectadores, en sus filas oscuras, se convierten en fantasmas. Ese momento en que las cosas cobran vida.»

novelistas ingleses actuales, Graham Swift
Desde aquel día es una novela densa, intensa, muy incardinada en la cultura inglesa. Graham Swift, su autor, cuenta en ella la peripecia de un hombre de mediana edad (cincuenta y tantos años) que en la primera línea de la novela nos dice que acaba de volver de un intento de suicidio («Éstas -debo advertíroslo- son las palabras de un hombre muerto») Es a raíz de este regreso que nos vamos a ir enterando del universo que habitaba el personaje, Bill Undwin. Es él mismo el encargado de relatarnos en 22 capítulos la peripecia de su vida que le ha llevado a estar a punto de no regresar del otro lado.

En el momento en que se inicia el relato él es un estudioso humanista becado en una universidad inglesa en la que su jefe es un tal Potter al que Bill le ha mostrado unos cuadernos de un tal Matthew Pearson que han llegado hasta sus manos por vía familiar, siguiendo una ruta que en ese instante estamos aún por dilucidar. Luego, algo más tarde, conocemos que iban dentro del legado que su madre Silvia, cuando falleció le hizo llegar.

A partir de aquí, Bill irá mezclando en la novela que está escribiendo -precisamente la que tenemos ante nuestros ojos- estos cuadernos, una especie de Diario, con su peripecia personal: hijo de un militar, que en 1946 se suicidó, y de  Sylvie, una mujer actriz muy disfrutona de la vida, que al año o poco más de enviudar se casa con Sam, casi veinte años más joven que ella, de procedencia norteamericana y relacionado con la novedosa industria del plástico. Las relaciones entre Bill y su padrastro de quien procede su apellido no serán muy buenas y en un encuentro en París éste revelará a Bill el auténtico motivo por el que su padre se pegó un tiro.
«París me inculcó primero la idea de que el más elevado objetivo de la civilización es la perfección de lo inútil: bailarinas, charlas de café, óperas de Puccini, sonetos isabelinos, ropa interior de seda, perfumerie, pâtisserie, arañas, el murmullo mágico del momento en que se apagan las luces en una sala.»
En cuanto a la historia de Matthew Pearce, esta es interesante por demás. Transcurre en el siglo XIX: el personaje es un agrimensor que tuvo mucha importancia en el desarrollo del primero o uno de los primeros ferrocarriles ingleses; es un científico, un racionalista, aficionado a la paleontología. Matthew conocerá a quien será su esposa, Elizabeth, hija de un pastor metodista, de una manera un tanto azarosa. Durante unos años todo les va bien. Pero surgirán disensiones irreconciliables entre ambos hombres -el pastor y Matthew- a raíz de la teoría del Origen de las especies de Charles Darwin. Elizabeth se pondrá de parte del padre y, por ello, Matthew abandonará el hogar. Es importante también la relación entre Matthew y su propio padre, John Pearce, al que cuidará con abnegación al final de sus días, a pesar del mal trato que éste, alcohólico, le da.

En la historia principal Bill es hijo de George Rawlinson: A raíz de esto en la novela se nos cuenta el origen de dicho apellido que se remonta nada menos que a Walter Raleigh, aventurero histórico que combatió a los españoles, que hizo dinero en América y que al final de sus días se dedicó a la poesía. Se mezcla con todo lo dicho hasta aquí la figura de Hamlet de Shakespeare y de los personajes de esta tragedia, utilizados por el autor como referentes de los comportamientos de no pocos actuantes de la novela. Esto último, unido a los paralelismos entre las distantes historias de Matthew y Bill, contribuye no poco a componer una historia complicada y confusa en ocasiones. La complicación viene dada especialmente por la caída del texto durante varias páginas en reflexiones filosóficas y teológicas muy acordes con el pensamiento del siglo XIX. Concretamente a mí me ha llevado la lectura de esta parte de Desde aquel día  a recordar con frecuencia el pensamiento naturalista y trascendentalista  propio del escritor, filósofo y poeta norteamericano del XIX Ralph Waldo Emerson que tuve ocasión de conocer leyendo su obra titulada "Naturaleza". Esta lectura volví a recrearla en mi memoria cuando poco después leí la novela de Luis Landero, "El huerto de Emerson". [pinchando en cada uno de estos dos títulos se puede acceder a la reseña que en su día hice en el blog].

Desde aquel día, Últimos tragos, Last orders
Hay contenida en esta novela, la primera que he leído de este escritor inglés, Graham Swift, al que no tenía el gusto de conocer, mucha literatura. A la anterior referencia a Emerson, que acabo de señalar, se unen otras muchas referencias, evocaciones y/o intertextos literarios. El principal sin duda alguna es el de la tragedia de Shakespeare, Hamlet. Contribuye esta tragedia a la belleza, que sin duda existe en esta historia magníficamente contada, con metáforas alusivas a Hamlet en un claro paralelismo de la vida de Bill con la obra: él, Bill, sería Hamlet; su padre muerto, George Rawlinson, el espíritu de Hamlet; Sam, Polonio, asesino del padre; Sylvia, la reina que se casa con el asesino; Ruth, esposa de Bill, sería Ofelia; y las aguas en las que ésta perece las transforma en las cuartillas y papeles que Bill Undwin está escribiendo (¡¡este libro!!) y en los papeles de Pearce. Complicado, sin duda, pero cuando se logra desentrañar, el disfrute del lector y su valoración del mérito del novelista crecen exponencialmente.

Pero Graham Swift no queda satisfecho del todo con estas analogías y paralelismos literarios. Hay más. Así por ejemplo la pareja de enamorados, Bill y Ruth, los compara con Dido y Eneas, y ya más metido en el ámbito cultural anglo con los personajes Jill y Jack del cuento infantil de la norteamericana Louisa May Alcott. Dentro de estas referencias intertextuales no puedo dejar sin citar la que en mí se ha producido al leer la afición paleontológica de Mattew Pearce y la búsqueda de fósiles que realiza en las playas de Lyme Regis. Durante esta búsqueda se alude al ictiosaurio que allí mismo descubriera la paleontóloga Mary Anning. Hace como dos años que yo había tenido oportunidad de leer la novela histórica de Tracy Chevalier titulada Las huellas de la vida en la que se muestra la amistad profesional y posible relación afectivo amorosa entre las paleontólogas Mary Anning y Elizabeth Philpot durante los años veinte del siglo XIX en las playas de Lyme Regis. La intertextualidad en mi cabeza volvía a restallar con gran regocijo por mi parte. 

Es precisamente la paleontología el motivo que el autor  utiliza para que el narrador pase a contar la historia del agrimensor inglés. Estando Bill embebido en la lectura de los papeles de Pearce, no acude en auxilio de Katherine, esposa de Michael Potter, su profesor jefe, cuando ésta se quiebra el tobillo buscando fósiles en la playa de Lyme Regis. Este nodo en ambas historias principales le sirve al narrador para, de modo muy propio del Cine, pasar a contar la historia sobre Matthew Pearce (1819-1869). El eslabón que Graham Swift utiliza para hacerlo es, además del de la mujer en la playa, el del hallazgo del ictiosaurio por el propio Pearce. La presentación que hace de este personaje mediante una descripción dinámica es cinematográfica por demás. La noche de juerga que vive Matthew junto a su joven compañero de viaje, poco antes de embarcar rumbo a América, y su reflexión, borracho, frente a la ventana del cuarto que ocupa en su posada es muy shakespeariano: "No somos quienes creemos ser, sólo somos personajes en una eterna y amoral mascarada..."
  
Desde aquel día comienza con una muerte fallida, con un regreso de ella tras haberla tocado levemente. En el interior de la narración la muerte abunda: el suicidio paterno y el de Ruth, la esposa de Bill a la que él tanto quería; la muerte natural de Silvia, la madre a la que Bill ama quizás de una manera algo exagerada; la muy posible muerte de Matthew Pearce; la del padre de éste, John Pearce; y en la vida representada en la tragedia de Shakespeare: Hamlet y Ofelia;  etc. 

Sir Walter Raleigh, piratas ingleses contra España
Tras su suicidio fallido, Bill ha sentido el deseo inmenso de escribir. ¿Busca la inmortalidad? No, él dice que ya estuvo allí y que ha regresado. Como Matthew con Darwin, él a través de su muerte no lograda ha vivido una revelación, ha visto que las personas, los seres vivos, se convierten en cosas. Pero no al revés. ¿O, quizás, sí? Sí así fuera puede ser que Ruth aún esté actuando y no haya muerto, que pueda volver.  Hay mucho azar en la vida. Somos una cosa u otra por mor del azar: Cómo Shakespeare llegó a ser poeta y no se convirtió  en otra cosa, en pastor de ovejas, por ejemplo;  cómo Darwin dejó la poesía y gracias a eso estudió y estableció su teoría sobre la evolución de las especies; y también cómo sir Walter Raleigh escribió tras una vida de aventura. Quizás todos buscaban la posteridad, la inmortalidad, vivir más allá de la muerte, trascender la finitud de la vida.  Y para llegar a ello, para lograr al menos acercarse un mínimo a esta inmortalidad, a esta trascendencia, sólo queda la poesía, la literatura, el arte teatral, pues sólo él es capaz de convertir cosas en personas y corregir el destino vital que conduce inexorablemente a convertir las personas en cosas.
«Amor romántico. Amor romántico. El primer beso nervioso en una noche húmeda, dentro de un taxi, a la Chica Número Tres. El último, al romper el alba, a la Reina de Egipto. "Ahora presume, muerte, tienes en tu poder una chica sin par".»
Formalmente Graham Swift se esmera en esta novela: Hace uso del paréntesis, las anticipaciones y otros artificios estilísticos; mezcla el francés con el inglés en un afán de mostrar elegancia, cultura, ternura, suavidad, delicadeza («Fausse naïveté»); se sirve de la letra cursiva para destacar algunas palabras especialmente relevantes en la narración: El, impidiera, sustitutas... Muy hermosa me ha parecido la manera que tiene de presentar la narración con cambio en la persona del narrador del 'yo' habitual al 'tú' y al 'él'. Y naturalmente, -ya lo he dicho anteriormente-, me ha encantado ese llevar la literatura de la mano que el escritor a lo largo de toda la narración practica.

En definitiva, Desde aquel día es una novela que me ha satisfecho, que me ha gustado y que, sí, también he de decirlo, me ha supuesto esfuerzo en algún momento. Quizás sea por ello una novela que en mi opinión pretende mucho más de lo que alcanza y que en ocasiones se pierde en meandros de confusas reflexiones cuando al final vemos que la historia bien podría reducirse a una serie de duelos por la muerte de seres queridos, de personas amadas, y al deseo de trascender la finitud de la vida. 

16 comentarios:

  1. Volver de un suicidio no debe ser fácil ya que no es lógicamente volver a la vida tras un accidente o una grave enfermedad. Es una premisa muy literaria y hace muy interesante esta lectura. Quizás esos intertextos o divagaciones nos puedan sacar de lo fundamental, pero nada es perfecto je,je.
    Un abrazo, Juan Carlos.

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    1. Los intertextos enriquecen, pero pienso que pueden despistar a quienes no los cojan o a lectores como nosotros, españoles, que no dominamos todos los registros de la cultura anglosajona. Pero es, como bien dices, una obra muy muy literaria. Alguna novela suya se ha llevado a la pantalla; y no me parece mal porque de verdad que esta novela tiene rasgos muy cinematográficos.
      Un abrazo, Miguel

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  2. Esos juegos de pasado y del presente ya sabes que me gustan mucho. El hecho de que aparezcan teorías científicas de lo más novedoso en ese pasado de la novela es también un acicate para mí. Creo que le daré una oportunidad a la novela, aunque no de inmediato, porque tengo en puertas como media docena que quería terminar este año que se nos va sin remedio.
    Un beso.

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    1. ¿No te parece, Rosa, que cada vez el tiempo se va más deprisa? Dicen que es porque nos vamos haciendo mayores. Quizás sea eso, pero no es que el tiempo se vaya rápido, es que huye en desbandada, ¡Dios!
      Te va a gustar. Desde luego es diferente a novelas que leemos habitualmente
      Un beso

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    2. Yo últimamente digo que los años no pasan, se despeñan. Yo creo que el hecho de que el tiempo pase cada vez más deprisa es porque cada vez la relación entre una medida de tiempo y lo que hemos vivido, es menor. No es lo mismo un año en setenta años, que un año en siete años. En fin, que se despeñan...
      Otro beso.

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  3. Cómo te agradezco la sugerencia de esta novela. Y cómo te agradezco que consideres que "cincuenta y tantos años" es la mediana edad. Me siento rejuvenecido, ja ja ja. Abrazos desde la esquinita sureste.

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  4. Pues la premisa es interesante pero no sé si terminaría de disfrutar de esta novela. Me parece que me perdería en muchas ocasiones. No sé si me animaré.
    Besotes!!!

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  5. Hola, Margari:
    No sé si a ti también te pasa. Me refiero al inmenso placer que se experimenta cuando tras un momento o período de cierta confusión tu cabeza parece aclararse y coloca todo en su debido lugar. Pues eso es lo que sucede leyendo esta novela, que tras algo de "sufrimiento" (es un término exagerado, pero que me agrada usar aquí) todo en la mente se ilumina y todo casa, todo concuerda, ¡oh, maravilla, qué bien, qué gozada, qué buena novela! Sí, querida amiga, ya me dirás si te animas con ella.
    Un beso grandote

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  6. Hola, Juan Carlos. Cuánto tiempo sin venir, y lo lamento porque siempre que me voy de esta "tu casa", me noto un poquito más ilustrada, no es broma. Tu forma de redactar tus reseñas, independientemente del contenido de la novela, plasma mucha sabiduría.

    A mí la novela me superaría (creo que me entiendes), por la cantidad de piezas que parece que hay que encajar, pero también entiendo que debe ser muuuy satisfactorio, lograrlo.

    Un abrazo, amigo.
    Como siempre,

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    1. Hola, Chelo:
      Sabes que siempre eres bienvenida por aquí. También sabes que no tomo en cuenta las ausencias o presencias más o menos prolongadas. Todos tenemos nuestras obligaciones, nuestras aficiones y no se puede estar en todos los sitios a todas horas. Pero, dicho esto, querida Chelo, me encanta leerte de nuevo. Yo sé de ti por el wasap de Reunión bloguera, y eso es lo importante no perder el "contacto" humano.
      Me gustó mucho ver que habías retomado tu blog y así te lo dejé dicho en él. A ver si a partir de ahora nos leemos más a menudo.
      Un beso grande

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  7. A mí me encanta que la hipertextualidad me estalle en la cabeza, jaja. Es algo que enriquece mucho la lectura aunque sea de un modo particular y personal. En cuanto a la hipertextualidad que de por sí puede haber en una novela, no siempre se abarca en su totalidad por no compartir necesariamente autor y lector las mismas referencias literarias y culturales.
    Veo que este que nos traes es un libro intrincado tanto en forma como en fondo. Tiene muchas cosas que me llaman la atención: tema del suicidio, la referencia a la teoría de El origen de las especies de Darwin, el estar planteado como un libro dentro de otro libro, la relevancia del azar en la vida, la asunción de la mortalidad y la literatura y el arte como medio de alcanzar la inmortalidad, … En fin, probablemente también encontraría en él partes confusas y dificultosas, pero me da que lo disfrutaría mucho.
    Besos

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    1. Estoy seguro de ello, Lorena. Es una obra que la vas a disfrutar un montón cuando la leas. Además la historia situada en el XIX con todas las referencias que tiene a la paleontología y a la paleontóloga que encontró el ictiosaurio que desde entonces se expone en el Mº de Ciencias Naturales de Londres, Mary Anning, convencido estoy de que disfrutarás con ello.
      Un fuerte abrazo y un beso, Lorena

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  8. Parece que Desde aquel día es una novela diferente y eso me atrae.
    Muy detallista tu crítica, Juan Carlos, tanto que me he sentido dentro de la novela y con ganas de comenzar su lectura.
    Un abrazo.

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    1. Pues si es así, Carmen, sólo resta que te zambullas en ella. Ya me dirás qué te parece cuando la leas.
      Beso y abrazo

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  9. Te lo iba a decir, Juan Carlos, que parece una novela que "obliga", en cierto modo, a que el lector ponga de su parte. Y ya comentas tú al final, que te ha supuesto algo de esfuerzo. Eso no me asusta, en absoluto. A mí, ese regreso "de los infiernos", ese caer bajo para resurgir me llama la atención en la naturaleza humana. Y luego está lo que comentas sobre el estilo del autor. Tiene una pinta estupenda, aunque creo que es un libro que también requiere su momento. Besos

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    1. Sí, es un libro que requiere su momento,. Si lo encuentras, Marisa, vas a disfrutar un montón con su lectura. Los buenos lectores como tú disfrutan con obras que suben el listón. La satisfacción que se experimenta tras el obligado ejercicio es placentero por demás. Ya me dirás cuando lo leas.
      Un beso

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