«Yo soy de los que viven, archivan en la memoria, y luego, al recordar, me lo reinvento casi todo. Yo solo necesito un poquito de realidad para escribir; lo demás es añadido imaginario.» (pág. 98)
«Pensé en cómo mi mundo propio e irrepetible, con su infinita minucia de sucesos, al que a última hora vendría a agregarse el de la muerte, se perdería conmigo, igual que se perdió el de mis padres y el de todos los muertos que ahora me rodeaban.»
Es El huerto de Emerson una obra memorialista y autobiográfica por donde quiera que se la mire: los orígenes extremeños del autor, el traslado de la familia a Madrid, la muerte del padre, sus diversos trabajos y ocupaciones: ayudante en un despacho de abogados, guitarrista, profesor ayudante de francés en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, profesor de instituto, conferenciante... Mil y uno oficios han sido desempañados por Luis Landero si bien «Salvo cuando fui guitarrista, también yo me considero un hombre sin oficio, con solo algunas habilidades difusas que me han permitido ganarme la vida y encontrar un lugar en el mundo. Desde siempre, yo he admirado a quienes tienen y dominan una profesión y la desempeñan con esmero y con gusto.»
El escritor-narrador en este ensayo autobiográfico novelado se presenta a sí mismo como impostor, maestro de la apariencia, siempre a punto de abandonar cualquier oficio u ocupación atraído por los cantos de sirena de la pereza, su auténtica perdición, contra la que ha luchado desde siempre. Su impostura le lleva a confesar que más que un profesor que escribe, he sido un escritor que en sus horas libres se ganaba la vida dando clases, por aquello de la maldición bíblica del pan y del sudor. Sin embargo como profesor de Literatura en el madrileño Instituto Calderón de la Barca, de Literatura comparada en la Universidad de Yale o de Escritura y Ciencias Teatrales en la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático) sus clases se caracterizaban por la atención puesta en el detalle dejando de lado las grandes exposiciones teóricas («he sido un profesor de detalles, vislumbres y caprichos, en tanto que el grueso del saber académico lo encomendaba a los buenos oficios de cualquier manual.»)
Y la verdad es que también en su narrativa —algo que en este libro se percibe muy especialmente— ese gusto por el detalle, por lo mínimo, se comprueba de varios modos. Uno es a través del vocabulario al que recurre en ocasiones; palabras como escuerzo (sapo), tueco (oquedad producida en la madera por la carcoma), garabato (instrumento de hierro con punta semicírcular que sirve para tener colgado algo, asirlo o agarrarlo), evónimo (tipo de arbusto también llamado 'bonetero') o aldabón (culebrilla inofensiva de mítica mala fama) le sirven para dar entrada en el relato al realismo mágico que por momentos se enseñorea en él: « Si te pica el alicante, llama al cura que te cante.Si te pica el aldabón,avisa al enterrador».Si el aldabón y su mala fama pertenecen a la esfera de lo imaginado, la niñez es terreno abonado a la fantasía y surtidor primordial de ese realismo mágico —mejor sería decir "memorialismo mágico"— en que a base de detalles mínimos en algunas ocasiones esta obra se transforma. Es muy ilustrativo al respecto la estampa en la que el autor rememora cómo un hombre gordo que caminaba junto a un niño en una feria se separaba del suelo y volaba elevándose; algo que al Landero niño e incluso al novelista adulto cuando ha sido preguntado por ello no le parece para nada inverosímil: al niño porque todos sus compañeros así lo veían, y al adulto porque, dice, "no es inverosímil que un hombre gordo, si es joven, salga volando". Sentido del humor no le falta al autor de Albuquerque.Muchos elementos sabrosos hay en este relato memorialista. A los recuerdos vividos se le añaden de una manera no menos vívida un gran número de frases escuchadas que por mecanismo inexplicable se quedaron grabadas en su memoria reapareciendo de manera recurrente a lo largo de su vida. Son expresiones aparentemente tan sin sentido como la que durante su adolescencia oyó decir en un ultramarinos del barrio («Aquí no trabajamos el mejillón pequeño"») o la que con seriedad profirió su tío Paco en un círculo masculino que el Landero niño observaba («El problema de las grandes ciudades es que los taxis libres van más despacio que los ocupados, y eso entorpece el tráfico»). A estas frases, oídas durante su adolescencia a hombres y mujeres en conversaciones mantenidas en torno al fuego o a la puerta de las casas durante las cálidas noches de verano, se suman otro sinfín de ellas leídas en Faulkner (El villorrio, especialmente), en Stendhal (Rojo y negro), en Cervantes que sostenía que «Saber sentir es saber decir», o en Goethe cuando afirmaba que «Basta con sentir». Pero también en su memoria están los versos de Antonio Machado («En el corazón tenía / la espina de una pasión; / logré arrancármela un día: / ya no siento el corazón»), de Juan Ramón Jiménez, de Quevedo, Cernuda, Valle... que afloran por doquier en este texto memorial como formantes intrínsecos de su propia experiencia vital. Esta presencia se plasma en intertextos que cualquier lector avisado puede reconocer durante la lectura. Así en una plegaria «al señor de la invención y de la gramática» leemos, entre muchas otras, una petición en la que resuena el poeta de Moguer («concédeme la gracia de encontrar el nombre exacto de las cosas») y sucede otro tanto en alusiones y citas que llevan a muñidores literarios que en Landero forman parte inseparable de su propio existir.
El lenguaje literario contenido en "El huerto de Emerson" de Luis Landero es poético por demás. La imaginería que utiliza para construirlo, la abundancia descriptiva, la metaforización, las alusiones y elisiones... Todo contribuye a crear una atmosfera lectora agradable y satisfactoria. Esta obra de apariencia sencilla, compendio de lo que su vida ha sido, se disfruta infinitamente cuando el lector reconoce las alusiones intertextuales, comprende las elisiones, desarrolla las imágenes y se deleita con el color y plasticidad derivada de su poder descriptivo«Son días intensos, irrepetibles, perdurables, de no parar de contar, de escuchar, de preguntar, y de un continuo y deleitoso asombro que todos querrían que no acabara nunca. Pero luego, sin embargo, lento pero seguro, pasa el tiempo, haciendo su oficio, y llega el día en que los niños se han comido las golosinas, las mujeres han guardado sus ropas y perfumes, porque en aquellas soledades no tienen ocasión de lucirlos, las aventuras y noticias ya han sido despachadas, y sin saber cómo, vuelve la monotonía, y el camino liso de lo cotidiano, y el fastidio de la rutina, y la desgana de los días y el secreto sinsabor de vivir.»Efectivamente es el tiempo, como no podía ser de otra manera, elemento esencial de un libro autobiográfico, un libro en el que se muestra el camino que la vida es, el viaje que ella supone. A través de la escritura memorial se pretende capturar el tiempo que huye y los tiempos que mudan. Landero muestra en este libro un mundo que desaparece si es que todavía existe: «Estas cosas se habían contado durante siglos alrededor del fuego, y en verano al fresco de la calle. Mi abuela Frasca y mi tía Cipriana me las habían contado a mí, pero yo ahora no tengo a quién contárselas. Como tantas cosas, aquellos tiempos también se han extinguido» Diríase que la experiencia vital no está completa hasta que no contamos o nos contamos lo vivido.
Es el momento actual, nuestro tiempo, época en la que el viaje físico se ha sacralizado. Es preciso viajar, es casi una obligación ciudadana. Si no se viaja, la economía se resiente. Luis Landero no gusta de estos desplazamientos físicos en el espacio pese a haberlos practicado en algún momento de su ya larga vida. Afirma que «de todos mis viajes, los que he vivido con más emoción e intensidad, los buenos, los inolvidables, los esenciales, los he hecho con Julio Verne, con Defoe, con Homero, con Stevenson, con Humboldt, con Darwin, con Kapuściński, con Shackleton y con tantos otros. Pocos lectores habrán disfrutado tanto como yo con los libros de viajes y las novelas de aventuras.» Y categórico, concluyente, y muy muy literario como es todo en él, añade
«Dejemos los viajes para los hombres sin imaginación, como dice Proust de las mujeres hermosas»
No me había iniciado yo en el universo Landero, y he encontrado en este autor muchas cosas que me han gustado. Sin duda leeré más novelas suyas. Un abrazo
ResponderEliminarEs autor muy interesante, si bien al sacar sus historias del mismo "huerto" tras haberlo leído bastante pierde frescura en los asuntos aunque las formas siempre son excelentes.
EliminarUn fuerte abrazo, amigo
Para mi este hombre es indispensable en una biblioteca
ResponderEliminarAsí lo creo yo también.
EliminarUn fuerte abrazo
Viene a mi cabeza Los juegos de la edad tardía, o más bien la forma de contarlo, o mejor aún la sensación que te deja el leerlo.
ResponderEliminarHay que repetir, si.
Besos 💋💋💋
Coincido contigo, Yolanda, en que lo esencial en Luis Landero es su personalísima forma de contar. Una forma de contar que efectivamente revela y transmite una forma de sentir. Ahí reside la magia de Landero.
EliminarUn beso
Pues yo no he leído nada del autor, pero no sé por qué me he formado una idea, quizá equivocada de que yo no lo disfrutaría tanto. Quizá me anime y salga de dudas.
ResponderEliminarBesos
Es un autor que no gusta a todo el mundo. Su estilo es peculiar y muy particular, desde luego. A mí cuando lo leí por vez primera hace ya muchos años me dejó algo desconcertado y tarde tiempo en volver a él. Pero luego, como decía Juan Ramón Jiménez de su poesía, me fue conquistando poco a poco y e conquistó del todo (versión muy libre del conocido poema juanramoniano) hasta llegar al día de hoy en que me declaro adepto al extremeño.
EliminarUn beso
Pues no he leído aún nada del autor. Me tengo que poner las pilas!
ResponderEliminarBesotes!!!
Lo que nos sucede a todos, Margari, y no sólo a ti, es que son demasiados los frentes literarios que existen y es imposible cubrir todos. Así que, amiga mía, tranquilidad absoluta, ya le llegará su momento, ¿no te parece?
EliminarUn besazo
Hola.
ResponderEliminarNo he leído esta obra, llevo un tiempo dudando, jejejeje. Leí la reseña en el blog de Rosa Berros Canuria(era doble reseña) y desde entonces dudo. Me gusta el autor, tiene una especie de pesimismo que engancha, sus historias familiares atrapan.
Muy feliz día, gracias por la opinión y a ver si me decido.
Si eres de las personas a las que gustan los libros que hablan de libros -y creo que sí lo eres- esta vuelta a la memoria personal de Landero te gustará. Sobre todo porque a lo vivido físicamente de manera personal adjunta lo 'vivido' literariamente que también ha sido nutrición suficiente para sus novelas, algo que en ésta se puede comprobar perfectamente.
EliminarUn beso, Marigem
Ya sabes que a mí este libro me sorprendió (iba a poner decepcionó, pero no es esa la palabra) por no encontrar lo que esperaba. Lo vende la editorial como la continuación de El balcón en invierno y yo pensaba encontrar las memorias de Luis Landero de estudiante universitario, de profesor de Secundaria, de escritor que triunfa con su primera novela... Mi carácter cotilla me hace desear conocer esas cosas. Evidentemente El huerto de Emerson no es eso. Ya he dicho que tras superar esa sorpresa/decepción he sabido apreciar el libro en lo que vale. Hasta me ha llevado a leer y releer a Faulkner. Tan solo una pega le pongo, en algunos asuntos se alarga en exceso, pero, como dices el libro es una joya.
ResponderEliminarUn beso.
A mí también me ¿decepcionó? Bueno, quizás no tanto, pero sí que no respondió a las expectativas con las que me puse a leerlo. Algo largo en algunos momentos, como si no supiese qué decirnos ya. Y la verdad, pienso que quizás este sea el problema al que se enfrenta Landero, a no poder extraer ya más literatura de su memoria vital. Ojalá no sea así, pero leyendo este libro a veces lo he pensado.
EliminarUn beso
La cita con la que cierras me ha recordado a ciertas reflexiones de Pessoa en su Libro del desasosiego.
ResponderEliminarLlevo leído tres libros de Landero y es cierto que, aun siendo los tres muy diferentes, en todos he sabido identificar esa fuente de su literatura debida a la memoria y a la experiencia vital. Supongo que el hecho de que el primer libro suyo que leí fue El balcón en invierno, que me pareció maravilla pura, ha contribuido a que haga esa identificación.
Leo que comentas con Rosa que te has quedado con la impresión de que el discurso del autor comienza como a agotarse. Me escamó un poco ver que este libro se vendía como una continuación de El balcón en invierno, pues suele ser el tipo de estrategia que las editoriales utilizan para vender. Unido esto a que mi reciente lectura de Lluvia fina me produjo cierto desencanto (creo recordar que a ti te gustó mucho), he comenzado a tener sospechas en la misma línea. Repetiré con Landero, no obstante y seguro, pues me gusta mucho. El tiempo dirá si es con este El huerto de Emerson o con una de sus novelas más añosas.
Besos
Creo que hay que haces bien en ir hacia atrás en la literatura de Landero. Insisto en que me parece que está llegando al final de su pozo memorialístico. Oye, a lo mejor me equivoco. Me encantaría que así fuese.
EliminarUn beso
Me ha encantado, Juan Carlos. Luis Landero, y lo digo con fastidio, es uno de mis autores pendientes (en casa tengo "Juegos de la edad tardía" y "Caballeros de fortuna", y sin leer). Cuando salió "Lluvia fina" estuve tentado tras escuchar una entrevista que le hizo Pepa Fernández, pero tampoco. Hay autores que no sé por qué se me resisten, aun sin empezar a leerlos.
ResponderEliminarTras leer la reseña tengo claro que este será el primer libro que lea de Landero (no sé cuándo)porque me atraen mucho este tipo de ensayos autobiográficos en los que el autor nos habla de su visión del mundo y de su proceso creativo. Es maravilloso cómo lo explica.
Una gran reseña.
Un abrazo, tocayo.
Hola, Juan Carlos:
EliminarMe atrevo a recomendarte que hagas primero la lectura de "El balcón en invierno" dado que esta, "El huerto de Emerson", es -al menos así se publicita- continuación de la anterior. Pero ya habrás visto por los comentarios anteriores que tampoco es así exactamente. Te diré también que "Lluvia fina" es una novela que me agradó bastante, aunque como le sucedió a Lorena quizás algo menos que "El balcón en invierno". En fin, tú mismo (ja, ja...)
Un abrazo
Hola Juan Carlos, hace años que no leo nada de Landero, aunque Juegos de la edad tardía me gustó mucho. Tengo ganas de retomarlo, aunque Lluvia fina es el que más me llama. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Mar:
EliminarYo si fuera tú también leería antes de "El huerto de Emerson" el de "Lluvia fina" y el de "El balcón en invierno". Luego ya, más tarde, me podría venir a este huerto, pero sólo después de haber pasado bajo la lluvia por ese balcón invernal.
Un beso
Juan CArlos, una minuciosa reseña como siempre. Me encanta Landero. Leí El balcón de invierno y me gustó. Cierto es que, no tanto tanto como esperaba pero me gustó. Y andaba yo queriendo comprarme este libro pero leí la reseña de Rosa que, como ella misma te dice en comentarios, no fue lo que esperaba. Eso me hizo replantearme la compra. No sé qué hacer la verdad. Lo dejaré en manos del destino. Pero una cosa curiosa. Al leerte la definición de los términos que usa Landero, para mí la palabra garabato tiene otro significado jejeje. En fin, cosas del lenguaje. Besos
ResponderEliminarEl vocabulario es de lo que más me ha agradado de esta novela. Es un léxico que se nos está yendo por la "gatera" y que convendría hacer un esfuerzo y no olvidarlo. Si lo dejamos ahí, arrumbado, seremos aún más pobres de lo que ya lo somos. Todo serán pájaros, árboles, cosas, gente... No sabremos distinguir un mirlo de un vencejo, una acacia de un alcornoque, un garabato de una badila, un amigo entrañable de un idiota impresentable... Y eso sí que sería una absoluta lástima.
EliminarPero, querida Marisa, has despertado mi curiosidad: ¿Qué es un garabato para ti?
Un matutino beso dominical
Solo he leído un libro del autor... si bien no me pareció brutal, sí quiero volver a leer algo suyo =)
ResponderEliminarBesotes
Hola, Shorby. Muchas gracias por tu comentario. Landero siempre merece una nueva lectura.
EliminarUn beso
De momento no he leído nada de Landero, pero por lo que cuentas, está claro que me estoy perdiendo algo que segurísimo que me iba a gustar. Esta novela además me ha llamado la atención, porque lo del lenguaje literario poético, lleno de descripciones y de pensamientos interiores, es algo con lo que disfruto mucho. Así que otra lectura pendiente más, jajajajaja.
ResponderEliminarUn análisis profundo, inteligente y poliédrico, Juan Carlos. Te felicito por él. A Landero lo tengo en un pedestal como lector. Quizá por eso esta obra me ha parecido menos excelsa que otras suyas que he leído. Entiendo que tira de oficio, pero que no llega a "compactar" un volumen homogéneo. En todo caso, siempre me va a tener entre sus seguidores fieles, porque me ha dado tantas y tantas horas de felicidad como lector que sería una injusticia mancillarlo con mi desprecio por este libro. En modo alguno. Saludos de landerista a landerista.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con tu apreciación sobre este libro. Pero seguiremos siendo landeristas, ¿no? (ja, ja).
EliminarEres muy amable, Rubén, con tu apreciación sobre mi reseña. Agradezco mucho tus palabras.
Un fuerte abrazo