«Entonces, con la suavidad imperceptible de un ladrón de guante blanco, se materializó la luz prodigiosa. Llamo así a esa hora, más bien a ese momento, pues dura solo un puñado de segundos, en que se unen íntimamente tus sentidos y la luminosidad, distinta a cualquier otra, del principio del nuevo día»
En febrero pasado leí de Fernando Marías, con inmenso placer, la novela de no ficción Arde este libro. Sin duda alguna -ya lo expresé en la reseña que hice sobre ella- una de mis mejores lecturas del año 2022. Uno de los momentos fundamentales de esa autobiografía novelada es el de la publicación de la primera novela del autor. Esa novela es La luz prodigiosa y la pareja, que formaban en el libro y en la vida real, Verónica y Fernando habían trabajado mucho en ella. Si éxito fue que la obra se alzase con el Premio de Novela Corta Ciudad de Barbastro el año de 1991, no fue menor que doce años más parde, en 2003, el cineasta Miguel Hermoso la llevase a la gran pantalla. Y de este triunfo artístico se habla, ¡y mucho!, en Arde este libro. Precisamente, en ese su último libro publicado en vida, el amor en ascenso y la luego completa desaparición del mismo tienen por vórtice La luz prodigiosa. Se entenderá, pues, que yo no tenía otra opción que ir a esa novela primera; pensaba que en ella encontraría claves que me harían entender mejor al escritor tristemente desaparecido el 4 de febrero de este año. Y así ha sido.
Sinopsis (proporcionada por la propia editorial)
Durante ese instante especial, preciso, en que comienza a amanecer y las partículas de luz sustituyen a las de oscuridad con una cadencia que es a la vez velocidad vertiginosa y extraordinaria lentitud, nos encontramos ante ella: la luz prodigiosa, dispuesta a obsequiarnos con su maravillosa virtud de permitir que nuestra imaginación se abra en libertad, viendo y sintiendo cosas para las que normalmente no está entrenada.
En La luz prodigiosa vuelve a aparecer, si bien innominado, el mismísimo Fernando Marías. Esta vez lo hace transmutado en un joven periodista que en agosto de 1986 ha acudido a Granada para cubrir el homenaje que la ciudad andaluza realizó a Federico García Lorca con motivo de cumplirse el cincuentenario de su vil asesinato. Cuál no será la sorpresa de este periodista, muy amigo de la bebida, cuando en un bar, esperando ya al tren que le llevará de vuelta a Madrid, se topa con un hombre desharrapado, casi un mendigo, que tras ser invitado a una copa más le suelta una revelación:
«Lorca no murió aquel día que festejasteis ayer. Murió mucho después.»
Tal revelación, y más si se le dice a un periodista bisoño, provocaría la curiosidad y el interés de cualquier reportero que se precie. Y así ocurre en esta novela. Nuestro gacetillero, una vez cubierto el objeto de su viaje y a la espera de volver a Madrid, tira de la lengua a este hombre entrado en años. Y el hombre, animado por los vasos que va trasegando, le cuenta una historia ciertamente sorprendente. Le dice que él, en ese julio de 1936, una madrugada topó con un moribundo que había sido mal fusilado. Eso y el mucho tiempo pasado desde entonces, unido al innegable hecho de no haber sido encontrado el cadáver del poeta, lleva al anciano bebedor a concluir que Lorca no murió cuando habitualmente se dice.
Esto es en síntesis el asunto que se expone en estas páginas. El periodista queda impresionado por la declaración que el viejo le ha hecho, aunque tiene serias sospechas de que todo sea una auténtica patraña. Sin embargo, ¿y si no fuese tal?, ¿y si esa luz prodigiosa del amanecer que asaltó al entonces joven en 1936, se hubiese vuelto a manifestar cincuenta años después en el compartimento del tren que de madrugada devuelve al periodista, también joven, a Madrid? ¿Y si fuese todo cierto? ¿Por qué no?
No sé bien por qué, pero esa 'luz prodigiosa', que apenas si dura un puñado de segundos, me ha hecho recordar durante la lectura de esta novela corta a Julio Verne, concretamente a su novela 'El rayo verde'. En ella el autor francés noveliza una leyenda escocesa según la cual, en el atardecer, poco antes de la puesta del sol, entre sus últimos rayos sale uno de color verde; quien lo ve es que está enamorado y si no logra verlo es que el amor no anida en él o en ella. Es evidente que hay cierta similitud entre la funcionalidad de esas dos luces, si bien en la novela de Fernando Marías la revelación se produce durante el incierto amanecer y en la de Julio Verne sucede en el atardecer.
Desde el punto de vista literario he podido constatar que el estilo que tanto me sorprendió durante la lectura de Arde este libro ya estaba, al menos en ciernes, en La luz prodigiosa. Así, por ejemplo, me ha parecido verlo en esa manera de abrir y cerrar los dos relatos de la misma manera, esto es, utilizando en el inicio y el final, de cada uno de ellos respectivamente, la misma expresión o el mismo conjunto de frases. Y por eso de buscar coincidencias, no deja de ser curioso que también estas dos novelas sean, una, la primera publicada, y la otra, la última en ver la luz.
Es Fernando Marías -ya lo dejé dicho en la reseña de Arde este libro- un enamorado de la lengua, a la que da siempre un trato excelente; un trato tan bueno, que su vena poética, aunque no la dejó impresa en forma de poemarios, sí que es reconocible en su prosa, que ya desde este primer libro se acerca en muchos momentos a la poesía. La poesía, la belleza de las palabras, confundidos -así lo confiesa en Arde este libro- por eso de que Edgar Allan Poe, Scott Fitzgerald, Fiodor Dostoievski, Jack London o el mismísimo Dylan Thomas encontrasen la genialidad envueltos en las brumas del alcohol, el autor y sus personajes la buscan en el fondo del vaso. Durante muchos años de su vida la soledad del alcohólico fue la compañía conscientemente buscada por el escritor. En La luz prodigiosa, el periodista que es su alter ego mata las horas muertas, antes de encontrar al viejo que le contará lo de que Lorca no murió en agosto del 36, bebiendo por los bares de Granada («una de las cosas que mejor sé hacer es beber solo»). Esta misma soledad es la necesaria para vislumbrar lo que no tiene explicación por los métodos habituales; es lo que ocurre con la luz prodigiosa («Para que ello ocurra es necesario que uno esté solo –la luz prodigiosa no se puede compartir–»).
«nos encontramos ante ella: la luz prodigiosa, dispuesta a obsequiarnos con su maravillosa virtud de permitir que nuestra imaginación se abra en libertad, viendo y sintiendo cosas para las que normalmente no está entrenada.»
También en esta novela, igual que en su última obra, el escritor es consciente de la importancia que tiene la primera frase, las líneas iniciales de una obra. En su novelística, más en Arde este libro que aquí, las reflexiones metaliterarias abundan. Cómo comenzar una narración es algo que siempre le preocupa:
«"El viejo encendió otro cigarrillo de mi paquete de rubio americano, dio una profunda calada, expulsó el humo mirándome fijamente a los ojos y dijo:-Además, Federico García Lorca no murió en agosto de 1936"Era una forma de empezar como cualquier otra. Tomé un sorbo de café, encendí un cigarrillo y continué escribiendo.»
Si estas palabras, frases o líneas son acertadas, el lector -él así lo refiere cuando, en algunas entrevistas, habla como mero lector- quedará ya prendido en y prendado de lo que tiene en sus manos, no será capaz de desprenderse de él y lo disfrutará.
Otra coincidencia más entre estas dos novelas -primera y última de su producción- es la condición que tienen ambas de ser relatos redondos, cerrados sobre sí mismos. En ambos, al final, al repetir lo mismo que expresó al inicio nos transmite que lo que acabamos de leer es, en definitiva, el mismo libro que él está o ha estado escribiendo. Se cierra, pues, el círculo
De la versión cinematográfica que en 2003 hizo Miguel Hermoso y en la que él mismo intervino como guionista poco puedo decir, pues, sí, lo confieso, no la he visto. Sólo sé por lo que he leído por aquí y por allí que pone más el acento en el ocultamiento y falsificación de la historia realizado por el franquismo que en otra cosa. Intentaré verla en alguna plataforma televisiva, si es que aún la tienen en catálogo, que imagino que sí.
Hola, Juan Carlos.
ResponderEliminarTu reseña desprende amor hacia la literatura y una bonita admiración hacia Fernando Marías. Yo al contrario que tú vi la película pero no he leído el libro. La recuerdo como muy poética y emocional con una excelente interpretación de Alfredo Landa.
Un abrazo y buen fin de semana.
Para mí Fernando Marías ha sido un gran descubrimiento. Conocía su nombre, pero hasta Arde este libro nada suyo había leído. Seguiré con alguna otra de sus novelas, pues su estilo me gusta mucho. Buscaré La isla del padre que es la obra inmediatamente anterior a Arde este libro; me han hablado muy bien de ella.
Eliminar¡Ah! Y veré La luz prodigiosa, aunque por ahora no la he encontrado. Pondré más interés en ello (ja, ja...)
Un fuerte abrazo, Miguel
Un libro espléndido, basado en una idea increíblemente perturbadora. Tú añades luz al texto con tus comentarios.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras, Rubén.
EliminarUn fuerte abrazo
Conocía el título (que, por cierto, siempre me ha parecido precioso) de esta novela y sabía que era la primera publicada por Fernando Marías, pero, sinceramente, desconocía de qué iba. La verdad es que me ha llamado la atención esa historia alternativa respecto a la no muerte de García Lorca cuando todos imaginamos, y es cierto que en el protagonista se ven coincidencias con el autor.
ResponderEliminarDe Fernando Marías solo he leído La isla del padre, como creo que te comenté en tu reseña de Arde este libro. Me gustaría reencontrarme con él tanto con su primera como con su última obra.
Besos
Es una novela ciertamente muy imaginativa, que el escritor desarrolla divinamente. Cuando te vuelvas a acercar de nuevo al Fernando Marías disfrutarás de su magnífica literatura.
EliminarUn beso
Nunca he leído a este autor, pero la verdad, es que tampoco me llama especialmente. Un beso.
ResponderEliminarUn beso, lady
EliminarLeí La isla del padre tras la muerte del escritor. No lo había leído pero me sorprendió gratamente esta novela. Luego me compré Esta noche moriré pero todavía no la he leído. Pronto lo haré. Me admira el mundo personal tan limpio del escritor que, pese a su alcoholismo y sus años de deriva, mantiene el timón de la bondad como expresa La isla del padre. Seguiré leyéndolo, me das ideas para otras lecturas. Ciertamente, se fue muy joven. No lo conocía antes pero luego sentí su ausencia. Era una buena persona y un buen escritor. Un abrazo.
ResponderEliminarQuiero leer La isla del padre. Veo que buenos lectores, como tú o Lorena, la recomendáis y confesáis haber disfrutado durante su lectura; para mí, eso es garantía absoluta.
EliminarAl igual que en Arde este libro y no sé -aunque pienso que sí- en La isla del padre hay mucho autobiografismo en La luz prodigiosa. Y sí, se ve que anidaba en él una buena persona además de un excelente escritor.
Un abrazo
Estaba segura de haber leído La luz prodigiosa, pero no la encuentro en mi lista de leídos. Ahora me queda la duda de si olvidé apuntarla o si en realidad no la he leído. La historia de Lorca y todo lo demás me suena mucho, pero puede que tan solo sea por la película que sí he visto seguro porque fue no hace tanto. En todo caso, ciertamente, es interesante la relación que haces entre ella y Arde este libro. Es el inicio y el final en la vida literaria del autor y, como en cada una de esas novelas, se cierra el círculo de manera perfecta.
ResponderEliminarUn beso.
Hola, Rosa:
EliminarSi no la has leído, no te preocupes. Digo que no te preocupes no porque sea prescindible, ¡nada de eso!, sino porque es cortita y te la lees en apenas dos horas o algo más. Creo que es un magnífico complemento para valorar aún mejor a Arde este libro. Se ve con ella cómo fueron sus inicios y cómo su estilo fue perfilándose y conformando según que pasaron los años. La historia de Lorca y tal es ingeniosa sin duda alguna.
Un beso
Fíjate que yo había visto el titulo de esta película y no lo he relacionado nunca con esta novela. Ahora me han entrado muchísimas ganas de verla, porque la tenía pendiente desde ni recuerdo cuándo. Pero, en cuestión de libros, creo que, de leer a este autor -que no he leído nunca-, me decantaría por Arde este libro. Me quedé enganchada a la reseña que hiciste. Besos
ResponderEliminarUff, Marisa, sin duda ninguna debes leer Arde este libro. Creo que te va a encantar.
EliminarMuchos besos
No habiendo leído nada de Fernando Marías, y tras leer tiempo atrás una reseña muy elogiosa de Arde este libro, la tenía en la lista de próximas novelas para leer, pero después de lo que has referido aquí, creo que antepondré La luz prodigiosa, pues, a primera vista (o lectura) la trama me resulta más atractiva. En principio, parecería que la última novela de un autor tiene que ser mejor que su primera obra, pero, en mi opinión, no tiene necesariamente que gustar más. Quizá sí que el estilo narrativo mejora con los años, pero muchas veces el argumento alrededor del cual gira una historia es lo que manda a la hora de elegir una lectura. Veremos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues tienes toda la razón en esto que dices, Josep. Estoy seguro de que después de que leas La luz prodigiosa te lanzarás hacia Arde este libro pues la manera de escribir de Fernando Marías te habrá captado. O quizás no (ja, ja...). Bueno, ya me dirás.
EliminarUn fuerte abrazo
¡Hola Juan Carlos!
ResponderEliminarYo todavía no he leído a Marías, pero siempre que leo una reseña tuya de alguna de sus novelas, me quedo con muchas ganas. Supongo que tarde o temprano me animaré a leerle (hay tanto por descubrir...)
Que curioso todo lo que cuentas de tus percepciones sobre la primera y su última obra, como dices la primera y última en ver la luz y esas coincidencias a la hora de comenzarlas y acabarlas (considero super importantes los comienzos, y mas en mi caso en el que, si esas primeras palabras esos primeros capítulos, no consiguen atraparme por completo, me llevan al abandono.
Por cierto, algo, ¡que bonita la idea de de esos primeros rayos de luz del día, esa luz prodigiosa que se fusiona con nuestras primeras percepciones del nuevo día ¿verdad?
Una reseña magnífica, como todas.
Besos
Hola, Marian:
EliminarEste escritor escribe divinamente. Maneja la lengua como nadie. Ya sólo el título que da a la novela, La luz prodigiosa, es para quitarse el sombrero, ¿no te parece? También estoy con él -¡y contigo!- en que las primeras frases de una novela son esenciales para poder entrar con ganas en la lectura.
¿Has visto la película? Yo aún no, y en las plataformas sólo la veo en una que se llama FlixOlé que exige no sé qué cosas, así que por ahora a esperar. Imagino que alguna otra la colocará en su catálogo.
Muchas gracias por lo que dices, Marian, eres una mujer de lo más amable.
Muchos besos
Pue tenía apuntado Arde este libro por tu reseña, y veo que voy a tener que apuntar también esta novela, que tu reseña no deja lugar a las dudas. Se me acumula la tarea! Que también me apunto la peli, que tampoco conocía.
ResponderEliminarBesotes!!!
Esto es un no parar, Margari (ja, ja...)
EliminarUn beso
La historia me recuerda mucho a un documental que vi hace un tiempo donde también se habla de la posibilidad de que García Lorca muriera años después sin saber quien era y que su tumba esté en el fondo de un pantano. ¿Quién sabe? El documental realmente era un programa de ficción de TVE. Y, ahora, buscándolo encuentro en un artículo de El Mundo: "Atraídos por la fascinación de semejante guión, una novela y una serie propagaron involuntariamente la versión. El libro es La luz prodigiosa, de Fernando Marías, que inspiró una conocida serie de ficción emitida en TVE, en 1999, titulada Páginas ocultas de la Historia, dirigida por Javier Díez Moro y cuyos guionistas eran el propio Fernando Marías y Juan Bas." Me queda leer el libro y ver la película, pero ya conozco la historia ;) Una historia que me fascinó y que no he olvidado. Un abrazo, Juan Carlos
ResponderEliminarPues con la novela y la película vas a conocer las fuentes primeras de ese documental que tanto te gustó.
EliminarUn beso, Ana