«Uno cuando joven no sabe nada de la vida y no se imagina que las cosas que uno hace pueden caerle encima en el futuro. Uno cuando joven cree que siempre va a ser joven y alegre. Uno cuando joven es tonto, después uno es menos tonto, pero ya no es joven»
Ni siquiera conocía el nombre de este escritor chileno. Mi llegada hasta él ha sido puro azar y como ya me ha ocurrido en otras ocasiones, la oportunidad me la ha brindado el Reto "Autores de la A a la Z" que Marisa G., en su blog Lecturápolis, lleva proponiéndonos desde hace ya varios años. Hay letras complicadas o que a mí me lo resultan. La "Q" en esta ocasión ha sido una de ellas. Buscando, buscando, topé con el nombre de Boris Quercia; busqué en librerías y bibliotecas algo suyo y hete aquí que encontré este libro de título tan llamativo.
El escritor
La mejor información que sobre el autor chileno he podido hallar ha sido la que Paco Gómez Escribano dejó en la revista MoonMagazine hace cosa de dos años o así. Dejo aquí el enlace a las reseñas que hace de sus novelas y reproduzco al pie de la letra la nota biográfica que allí aparece:
«Boris Quercia es actor, director, guionista y escritor. Interpretó a Roberto Parra (hermano de Violeta Parra) en uno de los mayores éxitos del teatro chileno: La negra Ester. Es director de Sexo con amor, una de las películas más vistas del cine chileno, y de Los 80, la serie más premiada de la televisión chilena. Y para completar el ciclo de un tipo tan apasionado por su profesión que toca todos los palos del escalafón, en 2014 hace su primera incursión literaria publicando una novela negra titulada Santiago Quiñones, tira, publicada originalmente por Random House Mondadori y traducida al francés el mismo año por Asphalte Editions como Les Rues de Santiago. Ahora, la editorial Alrevés la publica con el título de Hoy no quiero matar a nadie, y en sucesivas entregas también publicará la segunda y la tercera entrega de la saga de Santiago Quiñones. Entiendo que esta vez sí que se respetarán los títulos originales, que son respectivamente Perro muerto (ganadora del prestigioso Grand Prix de Littérature Policière el año 2016 en París, así como el Prix Claude Chabrol en categoría de novela policial el mismo año) y La sangre no es agua, publicadas originalmente también por Random House y traducidas igualmente al francés, un país, el galo, con una de las series más longevas de novela negra (la serie noir de Gallimard) y con un interés especial de los lectores por el noir de todas las latitudes. Envidiable, desde luego.»
La novela
Me ha gustado mucho. Su trama nos presenta a un tira (un 'tira' en Chile es como entre nosotros un 'madero') que, pese a tener siempre en su cabeza la frase que sirve de título a esta novelita de poco más de 100 páginas, se ve involucrado en la muerte de un menor narcotraficante. Este hecho provoca una investigación del departamento policial de asuntos internos; durante el curso de la misma Quiñones se verá apartado de la acción directa. Pese a esto, y simplemente llevado por la intensa atracción que sobre él ejercen las mujeres, Santiago Quiñones se verá inmerso en el esclarecimiento de una historia de engaños a compañías de seguros en la que participa Riquelme, un 'extira' expulsado del cuerpo por su corrupción y afición a la coca.
Me ha gustado el personaje protagonista porque lo veo humano, o sea, reconocible, entendible. ¿Qué quiero decir? Pues simplemente que no es el típico investigador que se sobrepone a todo, que aguanta palizas -¡y también las da!- sin despeinarse siquiera, que no tiene contradicciones íntimas... No, para nada. Santiago Quiñones recibe heridas que le hacen sufrir, pasa frío cuando encerrado en su coche vigila el portal de un domicilio, consume drogas aunque en su fuero interno sabe que no debería hacerlo, duda si engañar o no a su pareja y cuando lo hace quiere que el amor que siente por ella no se vaya por el sumidero... Es, -quizás esta sea su principal característica-, un hombre que se siente muy atraído por el sexo contrario. Como ya he dicho esta predisposición hacia ellas es lo que motiva el lío en que se ve metido en esta novela. El sexo -practicarlo con Ema, el andante objeto de su ciego deseo, y el más reposado y basado en verdadero amor que acostumbra realizar con Marina- ocupa en este relato un muy importante espacio. La descripción de su práctica es vívida, muy realista, pero muy bien relatada sin buscar para nada la lúbrica delectación.
Me ha gustado el personaje protagonista porque lo veo humano, o sea, reconocible, entendible. ¿Qué quiero decir? Pues simplemente que no es el típico investigador que se sobrepone a todo, que aguanta palizas -¡y también las da!- sin despeinarse siquiera, que no tiene contradicciones íntimas... No, para nada. Santiago Quiñones recibe heridas que le hacen sufrir, pasa frío cuando encerrado en su coche vigila el portal de un domicilio, consume drogas aunque en su fuero interno sabe que no debería hacerlo, duda si engañar o no a su pareja y cuando lo hace quiere que el amor que siente por ella no se vaya por el sumidero... Es, -quizás esta sea su principal característica-, un hombre que se siente muy atraído por el sexo contrario. Como ya he dicho esta predisposición hacia ellas es lo que motiva el lío en que se ve metido en esta novela. El sexo -practicarlo con Ema, el andante objeto de su ciego deseo, y el más reposado y basado en verdadero amor que acostumbra realizar con Marina- ocupa en este relato un muy importante espacio. La descripción de su práctica es vívida, muy realista, pero muy bien relatada sin buscar para nada la lúbrica delectación.
Junto a los personajes citados se mueven otros bien diseñados como García, el fiel compañero de Quiñones que le avisa de lo que sucede en el Departamento policial cuando él no está dentro; también en el grupo de los personajes varones está López, el hombre de asuntos internos encargado de investigar a Quiñones, y el abogado corrupto Alejandro Albano, siempre en el filo de la navaja de la ilegalidad; luego ya en el grupo de las féminas, excepción hecha de Ema y Marina, encontramos a pobres mujeres que se prostituyen por cuatro duros o menores que pese a intentar redimirlas vuelven, totalmente perdidas y dependientes, al redil donde las explotan de modo inmisericorde.
En este sentido -el de personajes y trama-, Hoy no quiero matar a nadie me ha satisfecho plenamente. Pero los méritos de esta novela corta rebosan por todas partes. En especial ha sido el del vocabulario el que a mí personalmente más me ha gustado. Hay que ver la enorme riqueza que tiene nuestro idioma allende el océano. El listado de términos que he ido tomando y aclarando su sentido a lo largo de la lectura es largo; aquí va sólo una pequeña muestra:
- «Yo le dije que era tira, ella me dijo que sabía, que su papá fue paco. La encontré medio flaca, pero me gustó altiro, en especial sus dientes. Los tiene todos chuecos. Ahora las pergenias se ponen frenillos, andan todas iguales con los dientes ordenaditos, uno al lado del otro.»
- Pichicatearse (drogarse con drogas ilegales), tira (en Chile, madero),altiro (inmediatamente), chuecos (descolocados), pergenias (niñas, mujeres muy jóvenes), piscola (en Chile, bebida hecha con pisco y un refresco gaseoso), piteada (calada), ambo (en Argentina y Chile, conjunto de pantalón y saco [americana], para hombre, confeccionado con la misma tela o a juego), petizo (que es de baja estatura), chicoco (coloquial en Chile, niño pequeño), coimear a algunos actuarios (sobornar a algunos auxiliares judiciales), hacer la cimarra (no asistir a clase o a un lugar donde se debe cumplir una obligación), pololo (en Bolivia y Chile, persona que mantiene con otra una relación afectiva menos formal que el noviazgo), guata (en Chile, Vientre de las personas o de los animales), etc.
Si el léxico, por lógica lleno de americanismos usados en Chile y en toda la zona andina, me ha encantado, no menos puedo decir del estilo del que Boris Quercia hace gala en Hoy no quiero matar a nadie. Es un estilo vivo, directo, escasamente descriptivo, con mucha acción y movimiento. Este dinamismo lo logra a base de diálogos directos entre los partícipes en ellos y, cuando la narración se hace introspectiva, los períodos oracionales breves y en yuxtaposición hacen que la acción y la ligereza no escapen del relato
«No puedo dormir con esta angustia. Me duele todo. Quiero ver a Marina. Quiero que me consuele. Me palpitan las sienes. Me palpita la herida del brazo. Me dan ganas de fumar, me levanto. Me quedan tres Kent en la cajetilla. Me saco la camisa. Tengo una costra que sangra, no se ve bonita. Me pongo un Kent en la boca. Voy al baño. Saco confort. Le pongo Old Spice a la herida. Arde la mierda. Voy a la cocina. Prendo el gas con la chispa del encendedor. Me chamusco las pestañas cuando prendo el cigarro. Aspiro. Toso. Me doblo tosiendo. Escupo en el lavaplatos. Me palpita la herida del brazo.»A la agilidad predominante en la novela contribuye decisivamente la distribución de la misma en capítulos breves, concretamente 33 es su número. Son más que capítulos secuencias narrativas al estilo de las que se realizan en los guiones y realizaciones cinematográficas. No hay que olvidar que Boris Quercia es actor, director, guionista y escritor, por este orden. Estoy convencido de que Santiago Quiñones, tira -título original de Hoy no quiero matar a nadie- más pronto que tarde será trasladada a la gran pantalla.
Pero que una historia contada por escrito pueda tener versión cinematográfica no debe de entenderse como mérito sensu estricto. No, para nada. Hay novelas buenísimas que jamás han tenido adaptación en imágens y si la han tenido la película ha resultado un auténtico bodrio; y también -esto casi casi en más ocasiones- ha sucedido al contrario: de novelas flojitas han resultado filmes más que importantes. Por ahora en Hoy no quiero matar a nadie de Boris Quercia sólo podemos hablar de lo que hay, de literatura escrita. Y ahí, además de lo ya señalado hay calidades importantes como son la metáfora y la comparación tan habituales en la novela negra, género al que se adscribe por derecho esta narración. Y en el noir no sólo se muestran los bajos fondos, las entretelas corruptas del sistema, la marginación sobre la que la sociedad biempensante está asentada; también hay reflexiones profundas sobre la propia vida, la religión, el amor, la amistad... La cita con la que abro esta entrada creo que es buena muestra de ello; contiene esta cita una reflexión existencial presentada elegantemente mediante la repetición paralelística. Esto es, en mi opinión, buena literatura. ¿También opináis vosotros así o me estoy dejando llevar por yo que sé qué cosas?
Esta novela es la primera entrega de una saga. Os dejo aquí las portadas de los dos siguientes títulos, publicados también por Alrevés, que más pronto que tarde leeré:
Leí esta novela hace unos meses y me gustó mucho. Mira que le pasan cosas al pobre Santiago Quiñones y por más que no quiere matar a nadie, no se le arregla. Quiero seguir con la serie, pero se acumula tanto que no sé cuándo le llegará el momento.
ResponderEliminarYo también me fijé en Boris Quercia por Paco Gómez Escribano en MoonMagazine y, desde luego, es literatura de la buena, de la de cerrarle la boca a esos que dicen que la novela negra y/o policial es un género menor.
Un beso.
Qué razón tienes, Rosa. A ver si yo también les hinco el diente a las continuaciones.
EliminarBesos
¡Hola! pues fíjate que aún siendo que esta es el comienzo de una saga, me apetece mucho y no es fácil. De vez en cuando leo alguna si me parecen especiales o que por alguna razón determinada pueden merecer mucho la pena, es el caso. Veo que además te ha resultado una novela redonda en todos los aspectos
ResponderEliminarBesos
Cuando la cogí para leerla no sabía que era el inicio de una saga. Pienso que da un poco lo mismo. Aquí se desarrolla una trama con principio y fin; lo de saga se deberá a que en las dos siguientes novelas Santiago Quiñones sigue siendo el protagonista e imagino que Marina, García y algún otro seguirán andando por ahí. Siempre que no te exiga mucha atención respecto a relaciones entre personajes a mí lo de serie o saga me da un poquito igual.
EliminarYo creo que te gustará. Me encantará conocer tu opinión sobre ella.
Un beso
Pues pinta interesante este libro que traes, lo que me echa para atrás es que sea una saga. Besos
ResponderEliminarAl ser el primero de la misma, creo que no te debería de echar para atrás. Otra cosa sería que fuera la segunda o tercera entrega.
EliminarYo creo que te gustará cuando lo leas, Rocío.
Un beso
Veo que es una novela breve en cuanto a número de páginas, a extensión de sus respectivos capítulos y a tiempo de lectura (pues me da que el estilo del autor es de esos que imprimen agilidad al relato, muestra de ello es el magnífico párrafo que nos dejas que comienza por «No puedo dormir con esta angustia...»). Veo también que estamos ante una pequeña gran novela, y, aunque no es el suyo un género que suela atraerme mucho, creo que en algún momento tal vez me anime con ella.
ResponderEliminarY me encanta, por cierto, eso de «Uno cuando joven es tonto, después uno es menos tonto, pero ya no es joven». Genial.
Besos
Para mí ha sido una auténtica sorpresa. Nada había leído de Boris Quercia y, ¡zás!, una agradable sorpresa. Yo creo, Lorena, que te gustará a pesar de que el género no sea tu preferido.
EliminarLa frase con la que abro la reseña no pude evitar colocarla porque, estoy contigo, es genial.
Un beso