«Aquella historia laberíntica, que era la de Diana pero que era la de todos, que era la nuestra, porque nosotros también estuvimos ahí en algún punto. Fuimos algún eslabón de la cadena, probablemente el último, que es quien más sufre, el más sucio, el que más se oxida y el que primero cae. Somos nosotros y son nuestros años, los meses que dieron comienzo a una década de la que no todos saldríamos.»
Enrique llamas (Zamora, 1989) es un periodista que a los 17 años se trasladó a Madrid para estudiar Ciencias de la Información. Desde ese momento reside en la capital de España donde actualmente colabora en diversos medios realizando entrevistas y escribiendo sobre literatura y teatro. La novela "Todos estábamos vivos" aparecida en 2020 es su segunda incursión en la literatura narrativa: la anterior fue "Los Caín" con la que debutó el año 2018. Fue precisamente a raíz de la lectura que hice de la reseña de esta novela publicada por Rosa Berros en su blog que conocí al escritor y me animé a leer algo suyo.La novela ficcionaliza la entrada de España en la década de los 80, la "década prodigiosa". Concretamente la narración abre con la muerte en accidente el día primero de enero de 1980 de Canito (José Enrique Cano Leal), quien junto a los hermanos Urquijo formó a finales de los 70 el grupo de música TOS. El concierto de homenaje que se hizo en la Escuela de Caminos de Madrid en febrero de ese mismo año es considerado como el punto de partida de la Movida madrileña.
Y de esto va la novela, de la movida madrileña y de cómo su vorágine se llevó por delante a muchos jóvenes («Alternábamos los funerales de nuestros abuelos con los de nuestros amigos. Cuando nuestro país parecía empezar a arder en el fuego de una pasión nueva, recién estrenada, nosotros nos congelábamos»). La libertad había venido para quedarse y los jóvenes del momento desconocían -lo irían sabiendo a base de golpes y de caídas- el poder adictivo de los estupefacientes. La cultura punk caló en la juventud de todas las clases sociales. La novela centra el foco en dos chicas de clase alta, cuyas madres pertenecieron en su juventud al mundo de la farándula, mucho más abierto a los nuevos aires que soplaban con fuerza. Estas dos chicas (Adela Argol y Diana Belflor) reproducen en su comportamiento el de sus respectivas madres cuando por los años 50, ambas (Adela del Oro y Diana Pavón) competían y se zancadilleaban mutuamente por hacerse con la primacía del estrellato teatral.
La libertad no sólo trajo inconvenientes como el de la adicción a las drogas duras y el reguero de muertes que se cobró. También trajo una vivencia del sexo más abierta, más libre, menos encorsetada en los parámetros tradicionales del matrimonio burgués heterosexual. Junto a las dos chicas de clase alta ya citadas hay en la novela una pareja de homosexuales que viven su amor con sinceridad y en clave abierta, o sea, sin una fidelidad a prueba de bombas. Es la pareja formada por Ric y Aldo Sampedro. Estos dos chicos son de clase popular y se ganan la vida sobre todo de chaperos o «destaponando tuberías», en el caso de Aldo, a señoras o señores de clase acomodada que así podían satisfacer sus deseos ciertamente muy reprimidos.
A finales de los 70 e inicios de los 80 se generalizó en España la práctica del sexo entre las parejas jóvenes. El movimiento hippie estadounidense y la popularización de los anticonceptivos contribuyeron decisivamente a ello. Pero en España, muchas de estas parejas jóvenes desconocían los métodos contraceptivos y el amor libre que llevaban a cabo, muchas veces entre vapores alcohólicos u obnubilaciones psicotrópicas, provocaba con frecuencia embarazos no deseados. El aborto, prohibido en España por esas fechas, así como el consumo cada vez más habitual de la píldora anticonceptiva, también son asuntos que se abordan en esta novela. El distinto enfoque dado al sexo por las dos generaciones que aparecen en la novela -la de Adela y Diana, madres, versus la de Adela y Diana, hijas- tienen en el relato un elemento conector: el personaje de la madrina de Adela, la hermana de su padre. Dentro de su generación la madrina es ciertamente una adelantada a su tiempo; es ella la que más se acerca a Adela Algor, la joven burguesa perdida en sus afectos que necesita alguien de quien asirse, Sólo su madrina sabe acercarse a ella e interesarse por sus problemas.
«La madrina reía. Desde siempre, para Adela, era difícil pensar que aquella mujer fuese hermana de su padre. Quince años menor, y tan moderna siempre, con pantalones anchos y camisas blancas.»
De la galería de personajes, además de los nombrados, hay que citar a Teo, el noviete de Adela. Teo es el típico joven de esos años que juega con las drogas, el sexo y la música a pesar de no tener dotes para esto último. Afortunadamente para él saldrá indemne de todos los juegos en los que participa; consciente o inconscientemente deja a su paso un reguero de seres caídos, es un seductor que no sabe el daño que causa a su alrededor.
Los seres de ficción se mueven por un Madrid real, el Madrid que va de la Nochevieja de 1979 al 9 de febrero de 1980, fecha del concierto homenaje a Canito. Es una ciudad que revienta de música por todos sus poros. Si algo hubo en la Movida fue música. Los grupos musicales surgían como setas, muchos jóvenes se reunían para formar uno, no importaba mucho saber de música o saber cantar, incluso en la cultura punk del momento desafinar era una buena seña de identidad. Las agrupaciones de jóvenes músicos que se citan en Todos estábamos vivos son reales (Los Elegantes, TOS, Los Secretos, Parálisis Permanente, Enrique Urquijo, Los Pegamoides...). También los locales (La Bobia, El Penta, La Vía Lactea...) donde estos conjuntos de música daban sus conciertos primeros y a los que los jóvenes acudían a beber, escuchar los temas de moda, relacionarse entre ellos y saltar a otra dimensión haciendo interminable la noche con ayuda de sustancias de las que se ignoraban o se negaban sus peligros, son reales.
La historia inventada discurre, pues, en un contexto y marco reales. Lo que se nos cuenta no ocurrió, pero infinidad de historias semejantes sí sucedieron. La realidad se sobrepone a la invención. Son reales, además de la música, de los garitos, de los grupos de música y el nombre de algunos de sus integrantes, la referencia a la llegada a la capital de jóvenes procedentes del medio rural o ciudades pequeñas próximas a Madrid que para salir adelante se metieron de lleno en el camelleo de las drogas
«El piso era el del Pedro, un amigo de su pueblo que había llegado a Madrid algunos meses antes que él. Eran muchos hermanos y el doble de manos para trabajar una tierra a la que le sobraban bocas y faltaba lluvia. [...] Ric sabía que probablemente el Pedro le ofrecería aquel caballo tan bueno que le habían pasado la noche anterior y que no había probado todavía.»
La vulgarización del uso de las drogas y la falsa percepción de control que el adicto cree tener sobre ellas era/es una evidencia real
«en el bolsillo interior de su chupa guardaba la farlopa para el ensayo. Llevaba otra también, de aquellos polvos tan buenos que le había pasado el fotógrafo de Cascorro. No, no era como ellos. Él no era como aquella gente. Él controlaba.»
También es real la manifestación en libertad de la diversidad sexual que la Movida propició. Al amor libre entre los heterosexuales se une en la novela, el amor homosexual, el travestismo, la prostitución masculina...
«Adela volvió a mirarla de arriba abajo. Se fijó en la nuez de su cuello: un fruto maduro incapaz de ocultar su bulto.»
Y reales son las nuevas manifestaciones culturales como los cómics que proliferaron por aquellos años:
«—Esta es La Piraña Divina. Es de puta madre.
—¿De quién es?
—De Nazario, lo conozco por un amigo mío fotógrafo que vive aquí al lado.»
Por todo lo dicho hasta aquí, a mí la novela de Enrique Llamas me ha gustado. Pero lo que creo que hace dar un salto cualitativo a Todos estábamos vivos es la manera elegida por el escritor para presentar una historia, por desgracia, demasiado conocida por lo abundante que fue durante esos años. La estructura dada al relato es una estructura circular, envolvente, laberíntica, que avanza y retrocede, que anticipa y esconde, que aclara y oscurece..., pero que según que pasamos las páginas vamos comprobando cómo todo va encajando, cómo los elementos de un mundo roto, descolocado en las piezas que lo constituyen, conforman un universo reconocible y completamente comprensible. Y esta manera de construir la novela es para mí el mérito principal de esta narración
«Le quedaban a la señorita Adela varias semanas para despertar por última vez cuando tuvo lugar aquella conversación que fue interrumpida por un filón de muerte que casi atropella al Hortelano»
Marcó la Movida un cambio de época que no sólo atañó a la música, al amor, al sexo o al consumo de drogas. El cambio fue total. Las revistas del corazón, representadas aquí en el personaje de la periodista Encarna Arce, iniciaron su época dorada; comenzaron a realizarse los velatorios en las salas anónimas y frías de los llamados tanatorios; el choque generacional padres-hijos también se evidencia con mucha fuerza en este relato; etc.
El título
El novelista Enrique Llamas |
«entre las muchas inspiraciones de este libro están los poemas de El Ángel (Ángel Álvarez Caballero, 1961-1995). Un poema suyo sugirió la idea del título:¿Recuerdas cuando estábamos todos vivos y vacilábamos de mesa en mesa con los ojos como bolas de billar, desafiando a quien tuviera lo que había que tener para cruzarse en nuestro camino?»
Y prosigue el autor diciendo que los títulos dados a los capítulos los toma asimismo deliberadamente de los homónimos de poemas y canciones de El Ángel. También aclara que el título de la novela debe no poco al poemario de la poeta Olvido García Valdés Y todos estábamos vivos. Concluye el novelista este Bonus Track con una serie de aclaraciones al lector, en mi opinión innecesarias, sobre las inspiraciones de los nombres de algunos personajes o de las denominaciones dadas a las partes en que estructura la novela.
En conclusión
Una novela que me ha gustado por su contenido y bastante más por su continente. Me parece que Enrique Llamas se maneja con acierto en la presentación de una época. Tomando como punto de partida el fallecimiento de una chica nos va dando, a base de círculos informativos cada vez más alejados o más próximos al hecho con que abre el relato, información puntual y muy fidedigna de lo que fueron esos años, que él comprime en unos escasos meses, para aquellos que se zambulleron en ellos sin ningún miedo, llenos de fe y de ansias de libertad. Cómo estas mismas ansias a muchos los devoraron y otros, que jugaron con fuego, salieron indemnes en propia carne aunque hicieron bien de daño a algunos que con ellos toparon.
La música y los ambientes musicales del momento (los garitos, los baretos, las discotecas...) donde no sólo se escuchaba música y donde se acudía con excesiva frecuencia al servicio es el marco que contiene a todos los protagonistas de ese momento tan peculiar e importante: la Movida madrileña.
La música y los ambientes musicales del momento (los garitos, los baretos, las discotecas...) donde no sólo se escuchaba música y donde se acudía con excesiva frecuencia al servicio es el marco que contiene a todos los protagonistas de ese momento tan peculiar e importante: la Movida madrileña.
Nota
Todos estábamos vivos me ha servido para conocer más sobre los años de la Movida, que por estas fechas o poco antes ha celebrado su 40º aniversario. Además al tocar aspectos de la música española durante esos años, prolíficos en la aparición de grupos, he podido completar la información que también sobre la música de ese momento leí no hace mucho en Medicina & Rock'n Roll, memorias musicales de Francico Coronel, amigo, médico y vocalista en un grupo de la época [leer reseña aquí].
Con la novela de Enrique Llamas completo la letra Ll del Reto "Autores de la A a la Z" del blog Lecturápolis de mi amiga Serendipia.
Qué curioso: siempre me ha llamado la atención el mundo de la "Movida", pero no recuerdo haber leído ninguna obra narrativa centrada exclusivamente en ese universo. Quizá me acabes de dar una pista interesante para comenzar ese viaje.
ResponderEliminarSi te digo la verdad, para mí ha sido la primera obra narrativa que plantea una ficción en ese contexto. Y lo hace sin ideas preconcebidas a favor o en contra. Y además, la historia está muy bien contada. Ya me dirás qué te parece si te decides a leerla.
EliminarFeliz Navidad, Rubén
Un abrazo
Muchas gracias por la mención. ya tengo este libro en espera y espero que no espere mucho. Mucha espera ¿no?, ja ja. Los Caín fue una novela que me encantó, me sorprendió y me permitió descubrir a este autor que ya queda entre mis fijos.
ResponderEliminarLa Movida fue toda una época gloriosa, como todas, con sus luces y sus sombras. Desde León no se vivió igual que en Madrid, pero algo nos llegó. Para mí, la década de los ochenta, que fue la de mis veinte años, los cumplí en junio del 79, fue la que yo llamo de mi otra vida. Fye terminar la década y dar un vuelco total. Lo que vino luego ha sido bueno, pero aquella época...
Un beso.
Como de joven, en especial esa primera juventud, nada mejor. Es verdad, es así. Yo viví la Movida desde Toledo, pero todos los findes o la mayoría de ellos los pasaba con amigos en Madrid. Y como decía aquel de París, Madrid en los 89 era una fiesta que no se reconocía como demasiado peligrosa. Afortunadamente algunos éramos miedosos y respetuosos ante novedades que hacían perder la cabeza, pero hubo otros más lanzados que... Y de todo esto habla esta novela. Y lo mejor, como señalo en la reseña, es que lo cuenta muy bien.
EliminarAsí que, querida Rosa, gracias por haberme descubierto a este joven novelista.
Besos
Llegué a Barcelona, recién acabada la mili en diciembre de 1979 y pude ser consciente en una ciudad diferente de la euforia existente en un país y una ciudad que se desembarazaba de una dictadura y creíamos que todo era posible. Fue una época vibrante, viva, libérrima en que se traspasaron todas las barreras. El teatro estaba vivo, la música estaba viva, las fiestas eran alucinantes, la gente caminaba por las calles con un aire desenvuelto y reivindicativo, se derribaban tabúes, nos sentíamos libres y éramos jóvenes. Y vi con estupor la película de Almodóvar Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón. Era el sabor de la libertad en estado máximo. Todo lo que viví e hice en aquel tiempo es inimaginable en un tiempo puritano, reprimido, lleno de tabúes y de represión como el actual. No leeré el libro porque no me gusta recordar el pasado, igual que ha dejado de gustarme Almodóvar cuando antes lo adoraba. Todo eso ha envejecido y solo queda un sabor de algo que fue único e inimitable, pero ya lejano y olvidado. Un cordial saludo, Juan Carlos.
ResponderEliminarQué bien has descrito las sensaciones que experimentamos quienes vivimos esa época; y en general el espíritu de optimismo que se vivió en toda España.
EliminarPese a que no te guste recordar el pasado, te diré que la novela hace buena ficción de una época no muy novelada de manera objetiva. Esta objetividad y la manera de presentar la historia es lo que me ha atraído de esta obra. Creo que te gustaría.
Un abrazo y Feliz Nochebuena