«—Es asombroso, pero todo se repite. Mis preocupaciones de hace unos treinta años son exactamente las mismas que las de ahora: 1) no ensuciarte, no envilecerte, 2) no ir a parar entre rejas y 3) no dejar pasar la oportunidad cuando llegue la hora de partir para siempre. Y sigo teniendo esa eterna esperanza, ese espejismo: el de que de pronto me despierte y toda esta pesadilla haya terminado.» (cuento Sventa, escrito en enero de 2017)
Sigo con los rusos. En esta ocasión de la mano de unas narraciones de un autor contemporáneo de 59 años, Maxim Ósipov. Son diez relatos publicados bajo el título de uno de ellos, "Piedra, papel, tijera". La impresión de lectura es muy favorable. Me han gustado especialmente porque muestran la Rusia real de hoy día. Los relatos están fechados entre 2011, los más antiguos, y 2017 los más recientes. Me ha dado la sensación de que en todos ellos se respira una denuncia del sistema socio-político más y más acerada según que los relatos se acercan a nuestro hoy. Otra primera sensación es la del deseo mayoritario en los personajes de los mismos -la mayoría pertenecen a la clase media y están dedicados a actividades artísticas (música, danza...), o son profesores, escritores, guionistas de cine, licenciados en matemáticas, expertos en finanzas...- de abandonar el país. Los menos cualificados, que emigraron antes y ahora retornan, poseen menor formación sin duda alguna.
En muchos relatos se percibe cómo conviven juntas en la sociedad rusa de hoy una cierta nostalgia por la desaparición del antiguo mundo de la URSS y la plena adopción del capitalismo desaforado en que una parte del país cayó a partir de 1989. El cambio de un sistema a otro realizado sin fase de transición dulce o tranquila es algo que también resuena en estos escritos de Ósipov.
«No soy el primero en observar que la música es la mejor maestra de composición en cualquier arte, incluida la escritura. Hay muchas similitudes entre los cuentos y las sonatas musicales. Ambos duran entre 15 y 40 minutos. "Hacen que nada suceda", como dijo Auden de la poesía. Cuando escuchamos una sonata por primera vez, el propósito es decidir si queremos volver a escucharlo o no. Lo mismo debería ocurrir cuando lees un cuento».
«—Es un film innegablemente antirruso —sentencia de pronto la hermosa Lidia.Él sonríe:—¿Puede que antisoviético?La pequeña frente se recoge en pliegues:—Es lo mismo, es exactamente igual.No, a él no se lo parece. Hay diferencias.» (Cuento Fantasía de 2017)
La sensación de ser unos elegidos, de tener una relación de continuidad con sus ancestros, de poseer una grandeza que hoy, dicen los nostálgicos, les quieren arrebatar es perceptible muchas veces y a mí me sirve para entender -que no justificar- el comportamiento agresivo de Rusia:
«—Cualquiera que levante la mano contra nuestro… como lo diría… en una palabra, contra nuestro orden, ¡recibirá su merecido! —Y suelta un golpetazo contra la mesilla: ¡zas!—. Tú y yo les haremos ver que los nuestros, nuestros padres y abuelos, defendieron nuestra tierra. ¡De los alemanes! ¡De los franceses! —Se para a pensar—. ¡Y de los malditos polacos!» (dice Ksenia en el cuento Piedra, papel, tijera. Ksenia es una mujer nostálgica de la URSS que con su marido enfermo del corazón tiene una cantina en la que trabaja Roxana una tayika muy formada intelectualmente pero a la que por etnia y religión los rusos de este cuento tienen marginada)
El contraste ayer-hoy es clarísimo en las frecuentes alusiones que existen hacia la religión y el cambio en el comportamiento de los dirigentes políticos respecto a ella
«—¿Qué nos dijeron que teníamos que creer? Que después de la muerte no hay nada. En cambio ahora hasta las más altas personalidades están allí con sus velas, persignándose.» (Piedra, papel, tijera)
Los descreídos, muchos de ellos con cargos en el país de antaño, sin embargo ahora visitan los Monasterios y realizan peticiones como las que figuran escritas en los muros del de Novodévichi y que aparecen en Un hombre del Renacimiento:
- «Madrecita Sofía, ayúdame a comprar un piso más barato y ya reformado. Y con todos los papeles en regla.»
- «Ayuda a Anna a recuperar la salud y haz que regrese conmigo para siempre.»
- «Ayúdame a olvidar a Vlad»
Desde el punto de vista socio-político los personajes comunes que habitan en estos relatos reflexionan con frecuencia sobre el país que habitan al que no le ven demasiado futuro:
«No parece que a nuestra patria actual, heredera de aquella en la que nacieron Liova y Yasha y Katia y Dódik, le espere una larga vida: en su cuerpo hay un sinfín de grietas; se está descomponiendo, desmoronando. Aunque es posible que al final no pase nada. No hay que inventar nada: mejor que la historia se desarrolle por sí misma.» (El amigo polaco)
Un país constantemente en guerra.
«el país está en guerra, nadie quiere clases particulares. En 1992, el año anterior, hubo cien mil muertos: la cosa no está para bellas letras. Los enfrentados reciben el nombre de vóvchiki y yúrchiki. Su madre se lo explica: los yúrchiki son los comunistas, y se los llama así por —imagínate— Yuri Andrópov. Los apoyan los habitantes del distrito de Kulob, los de aquí del norte, los uzbekos y los rusos. Los vóvchiki proceden de la cordillera del Pamir y la región de Jarm, y son un movimiento prooccidental. ¿Prooccidental? ¿Y por qué los llaman vóvchiki, que es una palabra tan rusa? Lo lógico hubiera sido que los vóvchiki fueran los comunistas, ¿no? No, son vóvchiki: viene de «wahabitas». (Piedra, papel, tijera)
Quizás por esto la actual campaña contra Ucrania no sea motivo de especial preocupación para la ciudadanía salvo por el evidente empeoramiento de sus condiciones de vida a causa de las sanciones económicas de Occidente.
La aspiración de cualquier joven medianamente bien preparado es la de abandonar Rusia y marchar a Occidente. Alemania puede ser un buen lugar como se ve en el cuento En el Spree. En este relato Betty viaja a Berlín para ver si su hermana Elsa, enfadada con la familia desde hace muchos años, accediera a pedir la reunificación familiar en Alemania. Si tuviera ese gesto su padre, enfermo de cáncer de próstata, podría tratarse de su enfermedad allá. Él ansía esta petición pues al haber sido antiguo miembro del KGB no le está permitido viajar libremente a Europa.
«A los que formaron parte del Primer Directorio del KGB (sí, ese KGB), no les dejan viajar a Europa; de hecho, a ninguna parte. Es una prohibición bien pública. El padre soltó todo eso a toda prisa e incluso con tono displicente: eres una chica lista, deja de dártelas de que todo esto te ha sorprendido.»
Pero por encima de cualquier otro lugar es Estados Unidos el destino soñado. En el cuento Cape Cod la pareja formada por Shúrochka y Aliosha lo tienen meridianamente claro
«En Moscú se vive una intensa tensión social; es 1989 y la gente se está enterando de muchas y diversas verdades. De lo pequeño y privado, la atención se traslada a lo social y común. Hay que darse prisa y los dos, Shúrochka y Aliosha, unen sin esfuerzo sus destinos. Ni siquiera la cuestión de dónde han de vivir, si con los padres de Shúrochka o con el padre de Aliosha, es motivo de conflicto: tienen claro que donde hay que vivir es en los Estados Unidos de América. (Cape Cod)»
Entre otras razones para marchar a USA, los alistamientos obligatorios que en esos años se realizaban para combatir en Afganistán, empujaban a muchos jóvenes a emigrar pese a no tener formación suficiente como para triunfar en el país de destino. No es el caso de los protagonistas de Cape Cod, especialistas en Genética, ella, y en Petróleos y Gas, él. Con el paso de los años la pareja habrá triunfado en sus respectivos campos y hecho realidad su sueño: comprarse una casa en Cape Cod, lugar donde se conocieron e hicieron el amor por primera vez. Tienen un hijo, Leo. Son o deberían de ser felices. Pero como decía una vieja serie televisiva los problemas crecen y Leo les dará más de un quebradero de cabeza. Alguno de ellos es de tal índole que Aliosha que ahora ha americanizado su nombre se replantea muchas cosas:
« Ahora que Alex tiene mucho dinero y tiempo, y el cuerpo aún aguanta, cada vez se para más a pensar. ¿De qué es responsable cada persona, y de qué son responsables sus progenitores? Y si es responsable la persona, ¿ante quién?» (Cape Cod)
Muchos otros asuntos y peculiaridades de la vida actual en Rusia aparecen en estos diez estupendos relatos de Maxim Ósipov, cada uno de los cuales bien merecería reseña individualizada. Pero no sólo son los temas que se tocan lo que hace que la Literatura del escritor de Tarusa merezca mucho la pena. A mí especialmente me ha gustado mucho la manera de contar, el modo que tiene de iniciar sus escritos, la redondez que consigue dar a algunos de ellos como por ejemplo al titulado Cual ola de mar escrito en 2012 que está dotado de gran poeticidad, mucho humor y conforma una composición hermosamente cerrada. Otro tanto cabría decir del titulado El complejo.
Hay cuentos de cierta longitud estructurados en tres o cuatro apartados con los que logra transitar debidamente por espacios temporales más amplios. Es el caso de los titulados Cape Cod y Un hombre del Renacimiento. También me ha parecido muy interesante el ejercicio metaliterario que se percibe en algunos relatos como por ejemplo en Sventa, («Si quisieras, podrías recordar también las aventuras en la sauna; pero mejor en otra ocasión: esto no es Amarcord, sino la crónica de un viaje.») donde además de emplear la segunda persona narrativa, como medio para referirse a sí mismo viéndose desde fuera, introduce referencias o elementos propios del quehacer escritural
«Te abres paso entre la multitud, pero el gentío no mengua, no se reduce, aunque tampoco es que te impida pasar: simplemente se queda quieto. Lo forman tipos fornidos de mediana edad, sin barba, con abrigos y chaquetas oscuras, que parecen no verte. Si les pasas por encima con tu maleta de ruedas ni te imprecan ni se inmutan. Se diría que se los podría pellizcar o pinchar y tampoco se moverían. Notas una incomprensible y oscura fuerza extraída de un sueño. ¿Quiénes son? ¿Adónde se dirigen? ¿Es una peregrinación? ¿A La Meca? Ahora vamos a aclararlo: ¿dónde está la policía, los guardias de seguridad?
[...]
Es fácil encontrar información al respecto: la gente acude a Vnúkovo de todas partes. "Ya es el sexto año que venimos." "Creemos en nuestro pueblo, en el país."»
Es Sventa, fechado en abril de 2017, el cuento más autobiográfico del conjunto. En él el novelista acaba de regresar de Vilnius (Lituania) donde ha participado en unos encuentros de escritores y donde ha leído, precisamente, fragmentos del último relato de este compendio, el titulado Fantasía.
«—"Pues nosotros, Andriusha, nos hemos buscado un pisito en Vilnius. —Lees partes del relato Fantasía—. Vilnius, lo saben, no los salvará de todo. Aunque con el pasaporte israelí… Vaya, hasta tienen un pasaporte israelí."
Los asistentes sonreirán, y al final se acercará un moscovita más o menos de tu edad, salido de la selecta Facultad de Física y Matemáticas, en la que también se doctoró. Resulta que el pisito en el que te han alojado es suyo; él no te paseará delante de las narices su pasaporte israelí, aunque lo tiene. De modo que el mundo ha encontrado su rima en el cuento: el resultado es redondo, el acertado, nada que ver con un galimatías irracional.»
Es este cuento inicial, que enlaza con el último de la decena, el que marca el Alfa de la composición que finaliza con el Omega del que extrae la cita anterior que lee ante un auditorio atento a todo lo que pueda decir el escritor llegado hasta aquí desde Tarusa. Ósipov, con esto, compone una obra redonda, completa, acabada desde lo formal y también desde lo conceptual pues en este relato muchos de los motivos que luego irán apareciendo en los siguientes ya están presentes.
«Por supuesto que hay muchas circunstancias externas imposibles de adivinar. Admitamos que no hay casualidades, pero la incertidumbre, y muy grande, sí que se da. Por ejemplo: ¿durará mucho nuestro país actual? Su antecesor, la URSS, con todo su poderío, resultó ser de vida más corta que un violín cualquiera, para el que setenta años no son nada.» (El amigo polaco)
«—¿O sea que es la primera vez que visita la Lituania libre?
La libre es la primera vez. Es bueno no sentirse un invasor. Recorriste Vilnius y te gustó todo, pero te atraía la idea de venir aquí. Miras a los lados y ves una nueva biblioteca junto al lago (toda la ciudad está a la orilla del agua), un café de principios de los setenta, con columnas, cerrado (allí daban comidas de menú), una iglesia católica» (Sventa)
«Y lleva su relato hasta el final: menciona a los dirigentes del centro y la oficina de personal, y añade un poco de su cosecha, porque toda historia, hasta la más sencilla, necesita un punto culminante y un desenlace. Ahora, tras acabar el relato, espera que lo tranquilicen, que lo consuelen, que le digan que no pasa nada; que en sus facultades y empresas también se realizan inspecciones, que son una formalidad, porque ahora todo está planeado, incluso las inspecciones. Que no hay de qué preocuparse, que las cosas ya no son como antes.Y, sin embargo, todos callan.» (Fantasía)
«A Lávrik se le ponen las orejas rojas, ya sea por lo que ha bebido, ya sea porque de nuevo necesita un consejo. Al poco le dirá: "Tengo que pedirte un consejo". "Y luego dinero", le gustaría añadir a Alex, pero no lo hará y le dará el dinero.—Cada vez soy más de izquierdas —declara Lávrik. ¿Y en qué consiste? ¿En la falta de respeto por la propiedad ajena? ¿En no devolver las deudas?»
«Yo creo en que gracias a una coma bien puesta sucederán muchas cosas buenas a mis chicos. No preguntéis cómo ocurrirá, porque no os responderé, pero de estos detalles —de los "junto o separado" en la ortografía, de la geometría, de los continentes, de los estrechos, de las fechas de las campañas de Savórov, del amor a Chopin y Block— surgirá, creativa y armónica, la vida» (escribe el maestro de escuela en su diario en el cuento Piedra, papel, tijera)
«—Bueno —hay que acabar con una nota vibrante—, si te has quedado a vivir en este país, has de estar preparado para todo.»
Leí recientemente una entrevista el El Mundo a Maxim Ósipov que, tras la "operación especial" había logrado huir de Rusia y estaba en Armenia con la intención de reunirse con su hija que vive en Alemania. Su perspectiva es claramente crítica con la guerra iniciada por Putin y es consciente de que Rusia ya no es un país democrático en el que no es posible manifestar opiniones críticas ya que todos los canales informativos han sido cerrados y perseguidos sus periodistas e intelectuales. Esta postura de Maxim Ósipov, ampliamente reconocido por una escritora de cabecera como Svetlana Alexievich, me hizo llegar el libro que hoy tan espléndidamente analizas. Creo que tu comentario está en la linea del blog, riguroso y profundo. Cuando siento dudas sobre cómo enfocar este conflicto acudo a personas que representan uno u otro polo y me doy cuenta de que estoy con los Maxim Ósipov, con Svetlana Alexievich, con muchos otros que tienen que huir de Rusia sin nada o quedarse allí encerrados en una dictadura en la que es imposible ya decir nada. Me es duro ser consciente de que buena parte de la izquierda radical mundial tienen a Putin como adalid. Saludos.
ResponderEliminarHola, Joselu:
EliminarDesconocía por completo la salida de Ósipov de Rusia, pero no me extraña nada, claro. Este Putin está destrozando, además de a Ucrania, el enorme prestigio que Rusia tenía entre mucha gente. Me da una pena increíble.
Agradezco mucho y valoro muchísimo los adjetivos "riguroso" y "profundo" que dedicas a mi blog. Y lo valoro porque sé de tu enorme criterio y altura intelectual, amigo Joselu.
En cuanto a lo que dices sobre que la izquierda radical mundial esté con Putin, nada que decir salvo que, como dice el dicho "los extremos se juntan", y también la extrema derecha es muy blandita respecto a la impresentable invasión.
Un fuerte abrazo
Una de las muchas funciones que tiene la literatura es aprovechar el contexto histórico para analizar en en los libros locales como se forja una nación y los reveses que tiene. En este caso se desprende mucha frustración de las élites rusas que los han llevado a una operación militar que de momento es un desastre. Y lo peor de todo es el miedo de los ciudadanos de vivir en una gran cárcel como es Rusia. El amedrentamiento como fórmula social es de las primeras leyes no es escritas de toda dictadura. Excelente, por tanto, tu análisis del libro de relatos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Juan Carlos.
Así es en efecto, querido Miguel. Lo de Rusia no tiene un pase y como bien dices se demuestra en el abandono de la mayor parte de sus intelectuales que abominan del comportamiento del dirigente máximo y dictador Vladimir Putin. En fin, sólo nos queda esperar que el desastre bélico acabe lo antes posible.
EliminarUn abrazo
Interesante esa Rusia actual. Si los países del ámbito soviético eran grises y tristes, no creo que ahora todo sea un paraíso. Y no me extraña que algunos echen de menos el antiguo régimen porque como dijo alguien que no sé quién fue "todo lo que nos dijeron del socialismo (las alabanzas) era mentira, pero lo que nos dijeron del capitalismo (las maldades) era verdad". Ni aquello era el infierno (aunque se le pudiera parecer) ni esto es el paraíso (al que no se parece nada).
ResponderEliminarMagnífica la frase de Chejov como literato adúltero. Anotada queda esta obra para esos relatos que suelo compaginar con la novela de turno.
Un beso.
Te gustarán sin duda alguna, Rosa. Las frases de Chéjov, autor al que se parece mucho Ósipov, son maravillosas. Me han entrado muchas ganas de releerlo y creo que lo haré para así añadir de paso un clásico -y otro ruso más- al Reto "Nos gustan los clásicos"
EliminarUn beso
Me llevo este libro y volveré a tu reseña cuando lo lea. Un abrazo
ResponderEliminarMe parece fenomenal, Esther. Hasta entonces, pues.
EliminarUn beso
Reconozco humildemente que leo poco a los autores rusos; pero lo que aprendo con tus reseñas es una maravilla. ¡¡¡Gracias!!!
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Rubén, por las inmerecidas palabras que dedicas a mis reseñas.
EliminarUn muy fuerte abrazo
Una lectura muy interesante, para comprender, aunque sea un poco mejor, todo lo que está sucediendo y cómo lo están ahí viviendo. Tomo buena nota.
ResponderEliminarBesotes!!!
A mí me han gustado mucho y me han servido un poquito para conocer -o comprender como bien dices tú- algo mejor los puntos de vista del ciudadano común del país agresor.
EliminarBesazo
Se ve que estos cuentos te han convencido tanto en fondo como en forma, Juan Carlos, así como que Rusia aún tienen deberes pendientes en cuanto a asumir su pasado y conciliar su presente.
ResponderEliminarEse choque generacional entre añorar el pasado y abrazar el capitalismo lo detecté en mi reciente lectura de la novela La desaparición, de la estadounidense Julia Phillips, que está ambientada en la península rusa de Kamchatka.
Sí que sería interesante conocer la opinión de otros estratos sociales. Con todo, estos relatos de Máxim Osipov tienen una pinta estupenda.
Besos
Hay alguna que otra opinión de personas de estratos sociales distintos al predominante de intelectuales, músicos y artistas que, quizás, no he incluido en la reseña por olvido y también por su escasa aparición. Estos seres son presentados viviendo dentro del ámbito religioso, practicando con devoción los ritos (quizás sea por ello que los dirigentes, ayer comunistas ateos, hayan hoy abrazado la fe y la liturgia religiosas de manera un tanto excesiva), o defendiendo unos valores arrumbados por el paso de los años.
EliminarTe van a gustar mucho, Lorena, te lo aseguro.
Un beso