«Después de una partida de tres horas la cabeza le dolía terriblemente, no entera, sino en partes, en negros cuadrados de dolor, y durante un buen rato no podía encontrar la puerta, que estaba oscurecida por una mancha negra, y no podía recordar las señas de la adorada casa; por fortuna llevaba siempre en el bolsillo la tarjeta postal, doblada en dos, un poco rota por el doblez (“Le esperamos esta noche”)».
De Vladimir Nabokov conocía, como la mayoría de los mortales, su “Lolita”, perturbadora novela publicada en USA en 1955. El éxito de esta obra, sin duda alguna la que llevó a su autor al Olimpo literario, provocó que editores y lectores comenzasen a interesarse por el resto de su producción. Fue así como las novelas que escribió en ruso empezaron a ser traducidas al francés y al inglés por él mismo que fue trilingüe (ruso, francés e inglés) desde su niñez.
La edición española de “La defensa” que he manejado, la de Anagrama de 1990, es traducción de la que en 1965 apareció publicada por vez primera en lengua inglesa. Es esta de 1965 la que ha traducido al castellano el mexicano Sergio Pitol, magnífico siempre en esta labor y autor reconocido de un buen número de novelas que merecerían más atención por parte de todos.
Esta obra aparece publicada por vez primera el año 1929 en París en una revista literaria editada por emigrados rusos. Pero sería el año siguiente cuando una editorial berlinesa, también dirigida por emigrados rusos, la que la colocaría en el mercado. En ambos caso, naturalmente, la novela iba en lengua rusa, la original en la que el autor la escribió, y apareció con el título “Zaschita Luzhina” (‘La defensa de Luzhin’) referido a una jugada de ajedrez supuestamente inventada por su protagonista, el gran maestro Luzhin. Nabokov en el prólogo que puso a la edición inglesa de 1965 y que se reproduce en la española de 1990 aclara que «Este nombre rima en inglés con ‘illusion’ (ilusión) si se pronuncia con la ‘u’ suficientemente abierta». Y allí mismo confiesa que su redacción la inició en la primavera de 1929 en «Le Boulou, un pequeño balneario de los Pirineos Orientales en donde me hallaba cazando mariposas, y la terminé en Berlín ese mismo año».
La novela cuenta la historia de Alexander Ivánovich Luzhin, estrafalario personaje hijo de una aristócrata familia rusa. Su padre es un escritor mediocre que ha escrito cerca de diez libros dirigidos a un público adolescente pensando siempre, dice él, en su hijo Alexander. Desearía el Luzhin escritor que su vástago triunfase en la música y para ello lo matriculará en una buena institución escolar. Sin embargo el joven Luzhin no parece inclinarse por este arte y además en el centro escolar sufre el acoso y las burlas de sus compañeros a propósito de su introvertido carácter y las cualidades literarias del padre que le dedicó uno de sus libros.
Luzhin hijo sale de su letargo vital cuando visitando a una tía suya, amable y vividora, ésta le muestra un tablero de ajedrez y le va dando las nociones básicas del juego. La atracción por el juego milenario se le acrecienta merced a su profesor de Educación Física, Valentinov, que ve en el chico cualidades innatas para el mismo y comienza a entrenarlo y llevarlo a torneos. Por su parte Alexander Ivánovich desde hacía ya tiempo había dejado de asistir al instituto atraído por el deporte ciencia al que sin importarle nada exponía su tía dejándolo solo en la casa mientras ella salía a la calle. El padre al descubrir a quién visita su hijo cuando hace pellas se preocupa seriamente por la estabilidad de su matrimonio.
En un magnífico salto temporal nos encontramos en el capítulo cuarto –son 14 los que conforman todo el relato- con un Luzhin adulto que en ese momento parece estar recuperándose de alguna dolencia en un balneario berlinés. En ese balneario la visión de una ventana, a la que señala con su bastón junto a una bella mujer cuya identidad desconocemos, parece despertar en él una serie de recuerdos que iremos conociendo en los capítulos siguientes. Conocemos al viejo Luzhin que viaja por toda Rusia en pos de su hijo prodigio que gana torneo tras torneo habiéndose convertido ya en consumado maestro del ajedrez. Sabemos por el brazalete negro que porta este anciano que la madre de Luzhin ha fallecido, y cuando este flashback finaliza y regresamos al balneario donde se inició la retrospectiva sabemos por la conversación que mantienen Luzhin y la mujer que lo acompaña que el escritor Luzhin, padre del maestro Luzhin, también ya ha fallecido.
Vive el ajedrecista Luzhin en un mundo ajeno a la realidad. Todo en él son estrategias, jugadas pensadas, problemas resueltos, partidas reproducidas mentalmente paso por paso, planteamientos defensivos, análisis retrospectivos de pasos seguidos en la partida, consideraciones diversas sobre ataques decididos o sobre jugadas de distracción que provoquen en el adversario el error o la obnubilación necesaria para asestarle jaque mate con decisión y acierto. Tan sólo una mujer, aquella con la que se encontraba observando esa ventana evocadora en el balneario, le intentará sacar de su adicción al tablero. Ella es la hija de un acaudalado y acomodado matrimonio emigrado ruso afincado en Berlín que no ve con buenos ojos la relación que mantiene su hija con este desaseado y despistado hombre para quien el mundo se reduce a 32 piezas desplazándose por 64 cuadros en movimientos codificados que admiten una infinidad de posibles combinaciones. Pero la fuerza de la juventud es grande y los deseos de los padres de Ella (Nabokov nunca revela el nombre de esta mujer como si esta joven careciese de personalidad propia) no contienen la atracción un tanto rara y peculiar de Ella hacia Luzhin. Y digo rara y peculiar porque entre ambos existe un distanciamiento enorme que se percibe en el lenguaje que utiliza dirigiéndose a él por el apellido, siempre tratándole de usted, y postergando las relaciones íntimas para cuando realizasen el viaje de novios, algo que siempre se dilataba en el tiempo.
A Luzhin este asunto del enamoramiento le preocupa poco en comparación con el que llena toda su cabeza: el enfrentamiento que en breve tendrá con el italiano Turati, máximo exponente del ajedrez del momento. Tal torneo tendrá lugar en Berlín y a él Luzhin dedica todas sus energías. Las aperturas de Turati las conoce al dedillo y tiene estudiadas y establecidas las correspondientes respuestas a las mismas. Todo, pues, parece estar controlado. Sin embargo el día de la partida Turati realiza una salida inesperada que frustra todos los planes de Luzhin. La partida se complica, la defensa ha de ser bien otra, la mente de Luzhin se obnubila, la tensión crece en su interior, el tiempo discurre, la jornada va a acabar, la partida habrá de postergarse hasta el día siguiente, Luzhin no desea tal cosa pero tampoco encuentra la respuesta adecuada, ha de dejar anotada en un papel su próxima jugada, y… en ese momento todo desaparece, todo cambia y el mundo real se impone. Luzhin está seriamente enfermo, una fuerte crisis nerviosa se desata dentro de él, por lo que tendrá que procurar curarse si quiere seguir en este mundo.
No quiero decir nada más de la trama porque si lo hiciese el interés de la lectura quizás se diluyese un poco. No obstante el mismo Nabokov en su imprescindible prólogo (quizás sea mejor leerlo finalizada la novela que no antes) advierte que leer una historia sabiendo su resolución no debiera hacer decrecer el interés por la misma. ¿Por qué insiste el autor en esta idea? Sólo hay una razón y es que Vladimir Nabokov es consciente de que la literatura no reside exclusivamente en la historia que se cuenta sino en la manera empleada para presentarla.
Esta es la gran apuesta que el novelista realiza en esta novela: presentar una historia de amor y ajedrez utilizando para ello efectos y recursos parejos. Quizás por ello sea el flashback uno de los elementos imprescindibles en la estructura de esta narración de manera análoga que el repaso de los movimientos preliminares a la jugada que está por venir es procedimiento esencial en el ajedrez. A este repaso de lo acaecido antes viene a unirse en la historia del protagonista Alexander Ivánovich los traumatizantes sucesos vividos por él durante su niñez y que habría de arrastrar y arrostrar a lo largo de toda su existencia en consonancia con lo sostenido por el psicoanálisis que tanta fuerza había adquirido en los años en que Nabokov se haya escribiendo el relato. La mujer de Luzhin piensa con buen criterio que para curar a su marido de la crisis nerviosa es necesario hacerle olvidar todo lo que en su mente le recuerde el ajedrez. Así Ella, sus padres y el entorno que lo rodea evitarán hasta palabras como peón, torre, rey, caballo o reina por si su sonido pudiera despertar en la mente del ajedrecista su perniciosa afición. Pero no es fácil tal cosa. Un día en un baile organizado por su esposa él topa con un antiguo compañero de clase del instituto de San Petersburgo llamado Petrishchev quien al reconocerlo le hablará de otros chicos de aquellos tiempos como por ejemplo Gromov que lo acosaron con crueldad. Estos nombres despiertan en él otros (Valentinov, su tía que le enseñó el juego, etc.) que harán que el pasado vuelva a su cabeza. Quizás allí se encuentre la solución, piensa su confundida mente, ha de repasar cuanto ha vivido para dar una oportuna respuesta («el encuentro con Petrishchev era tan sólo la continuación de algo, y que era necesario profundizar más, volver hacia atrás, y repetir todas las jugadas de su vida desde la enfermedad hasta el baile»). Los procedimientos del ajedrez que le han hecho enfermar, reflexiona, serán paradójicamente la solución. Su adecuada defensa nacerá de la acertada comprensión de todo cuanto ha vivido.
Respecto a lo anterior y en un alarde humorístico –y no es el único presente en el libro- el autor cuando presenta esta narración dice que en todos los prólogos que ha escrito para las ediciones inglesas de sus novelas rusas siempre ha querido «dirigir unas cuantas palabras de aliento a los representantes de Viena […] Tanto analistas como analizados disfrutarán, o al menos eso espero, con ciertos detalles del tratamiento al que Luzhin es sometido después de su crisis nerviosa (como la insinuación terapéutica de que un jugador de ajedrez ve a su madre en su propia reina y a su padre en el rey contrario)». Este no es el único rasgo de humor inteligente que muestra Vladimir Nabokov en esta novela. Son numerosas las referencias al frío ruso y también berlinés. Y muchas veces las realiza a través de inteligentes imágenes literarias cargadas de sentido humorístico: ««Desde una tienda de máquinas tragaperras les llegó el sonido de una cancioncilla, hasta que alguien cerró la puerta para que la música no se resfriara.» o ««era tal el frío que ni siquiera los estudiantes querían patinar. En los parques yacían los pajaritos con el pecho abultado y las patas al aire. El impotente mercurio, bajo la influencia del medio, bajaba cada vez más. Hasta los osos polares del zoológico encontraban que la dirección se había excedido.»
Me ha parecido de lo más interesante el contexto social en que se ubica el relato: el mundo de emigrados forzosos o voluntarios rusos que escaparon del zarismo o/y de los bolcheviques para salvaguardar sus bienes o salvar sus vidas («Vasili Vasilievich, tímido, majestuoso, puro de corazón, con una barba rubia y zapatos de fieltro propios de un anciano. Durante el zarismo había sido desterrado a Siberia y luego al extranjero, de donde volvió en 1917 a tiempo para dar un vistazo a la revolución antes de ser nuevamente desterrado, en esa ocasión por los bolcheviques»). Son en su mayoría aristócratas y nuevos ricos representantes de la burguesía como los padres de la mujer de Luzhin. Característica de este grupo social es su emprendimiento y amplia cultura que viene a chocar con las grandes lagunas en este campo de Luzhin que junto a su abandono corporal y de vestuario su suegra critica con razonamientos propios de quienes quieren darse un tono del que carecen. Y es que Luzhin, alter ego del propio escritor, no necesita aparentar, él es claro y diáfano, aunque viva en un mundo paralelo conceptual y abstracto propio del juego que lo tiene materialmente abducido. Luzhin como el propio Nabokov y Vera, su esposa, es enemigo de lo que en ruso se denomina “byt” (la cotidianidad y sus insignificantes ocupaciones) que le ofrece Ella para curar su adicción: hace falta comprar un abrigo nuevo, el bizcocho no ha tenido el éxito que merecía, es necesario limpiar la tumba del padre, hay que pasar por el dentista, etc.
Vladimir Nabokov además de consumado novelista era crítico literario, especialista en mariposas y ajedrecista consumado. Todas estas habilidades las exhibe en esta novela. La de entomólogo la muestra de pasada en el mismo prólogo cuando dice que comenzó a escribir esta novela «en la primavera de 1929 en Le Boulou, un pequeño balneario de los Pirineos Orientales en donde me hallaba cazando mariposas, y la terminé en Berlín ese mismo año», la de crítico literario en las andanadas que lanza allí mismo a ese gremio que él conoce tan bien («me gustaría ahorrar tiempo y esfuerzo a los críticos poco imaginativos —y, en general, a las personas que mueven los labios mientras leen y de quienes no puede esperarse que se enfrenten a una novela sin diálogos cuando su argumento puede saberse gracias al prólogo—») y en las muchísimas referencias a títulos y autores que aparecen esparcidas a lo largo y ancho de la narración:
- «los libros de su progenitor eran tan aburridos como El músico ciego de Korolenko o La fragata Palas de Goncharov. El gran volumen de Pushkin con el retrato de un muchacho de labios abultados y cabellera ensortijada en la portada nunca había sido abierto.»
- « —He andado de una librería a otra —suspiró la hija—; quería leer sin demora a Julio Verne y las novelas de Sherlock Holmes. Por lo que he advertido, nunca ha leído a Tolstoi. […] Le gustó Anna Karenina, especialmente las páginas sobre las elecciones del Comité Regional y la cena ofrecida por Oblonski.».
Sobre el ajedrecista consumado que Nabokov era esta novela es buena muestra de ello al tiempo que una autoconfesión de su adicción al tablero y la difícil curación de la misma por la que hubo de pasar.
Para finalizar
Finalizaría esta reseña que me ha salido algo extensa señalando que el estilo es francamente magnífico. A la estructura ya comentada en forma de anticipaciones y vueltas atrás se une la narración puesta en boca de un relator omnisciente plagada de descripciones muy plásticas, visuales y de corte cinematográfico:
Para finalizar
Finalizaría esta reseña que me ha salido algo extensa señalando que el estilo es francamente magnífico. A la estructura ya comentada en forma de anticipaciones y vueltas atrás se une la narración puesta en boca de un relator omnisciente plagada de descripciones muy plásticas, visuales y de corte cinematográfico:
«La institutriz y el ama de llaves descendieron pausadamente del segundo vehículo, la una por la izquierda, la otra por la derecha. El padre se quitó los guantes. La madre, levantándose el velo, vigilaba al mozo de estación de pecho abombado que se encargaba de recoger las mantas de viaje. Un repentino viento sacudió las crines de los caballos e hinchó las mangas color carmesí del cochero.»
«El estilo es denso y alusivo», dice el crítico y escritor Anthony Burgess en la contraportada del libro acompañando a las opiniones de otros importantes autores como Martin Amis, por ejemplo, quien a su vez recalca que «su lectura es lo más cercano al puro placer sensual que puede ofrecer la escritura…». Efectivamente así he sentido y disfrutado yo la lectura. Una lectura que –y ahora sí que ya pongo definitivo punto final- en algunos momentos ha traído a mi cabeza la novela de Mihail Bulgakov, "El Maestro y Margarita", especialmente cuando en la persona de Luzhin se producen entradas y salidas de lo real a lo irreal, a lo mental, que no puede dominar y esclarecer:
«Luzhin se quedó dormido en el automóvil; los reflejos de una luz blanquecina se abrieron en forma de abanico, dándole vida a su rostro, y la tenue sombra de su nariz describió lentos círculos sobre su mejilla y su labio superior, y luego se hizo de nuevo la oscuridad hasta que pasó otra ráfaga de luz, acariciando al pasar la mano de Luzhin, que pareció introducirse en un bolsillo oscuro tan pronto como regresó a la oscuridad.»
Existe versión cinematográfica de esta novela dirigida en 2001 por Marleen Gorris con John Turturro y Emily Watson en sus papeles protagonistas. Tras haber leído con agrado la novela intentaré ver el film. Me interesa conocer cómo la directora holandesa ha plasmado en imágenes la confusión mental de Luzhin y su extraña relación con las mujeres.
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Nota:
Esta novela pasa a engrosar los títulos de obras clásicas dentro del Reto, propuesto por el blog Un lector indiscreto, 'Nos gustan los clásicos, Vª edición', que estoy realizando este año.
Es esta sin duda alguna la mejor novela de ajedrez que he leído. Como aficionado que soy me gusta leer todas las novelas que hacen referencia al juego. La de Stefan Zweig está bien, pero a mí del escritor austríaco me gustan más los ensayos que las novelas. Esta novela está entre las mejores que analizan el "genio". En este caso trata del ajedrez, pero bien podría referise a otras artes. Está a la altura de "Lolita".
ResponderEliminarMe han encantado esas palabras de Nabokov acerca del spoiler, que comparto en su totalidad. Yo también considero que saber cuál será la resolución de un drama no supone impedimento alguno para su lectura. La lectura es el camino.
Abrazo.
No sabes lo mucho que coincido con tu apreciación a propósito del spoiler totalmente en línea con lo sostenido por Nabokov. Me gusta la frase con la que concluyes: 'La lectura es el camino.
EliminarYo también creo que es una muy buena novela sobre el ajedrez, mucho mejor sin duda que la de Zweig, autor que destaca especialmente en sus ensayos y algunas de las biografías que escribió. Y en cuanto a que bien podría haberse referido a otras artes, el mismo Nabokov aclara en el Prólogo que en 1930 hubo una editorial berlinesa que le propuso publicarla siempe que cambiase el asunto del ajedrez a la música. Nabokov se negó, pero es evidente que la traslación a ésta u otra arte era más que plausible.
Un fuerte abrazo
He leído Lolita, como casi todos los mortales (ja, ja), y no he leído nada más, aunque ahí está entre los eternos pendientes Ada o el ardor. No conocía este libro que hoy nos traes. Lo pongo a la cola. Parece interesante.
ResponderEliminarUn beso.
Está muy bien. A mí me ha gustado mucho por la estructura que le da, oareja a una partida de ajedrez. Se ve que Nabokov era un maestro en el ajedrez (escribía problemas de ajedrez para periódicos) y en literatura, claro.
EliminarTampoco yo he leído "Ada o el ardor", algún día caerá sin duda. "Lolita" la leí hace mucho tiempo más por lubricidad (je, je...) que por otra cosa; en esa época era yo un jovenzuelo más cerca de la adolescencia que de la edad adulta.
Creo que "La defensa" te gustará.
Un beso
Sólo he leído "Lolita", este título ni siquiera lo conocía.
ResponderEliminarNo estoy del todo de acuerdo con el prólogo: sí que es cierto que a veces no importa saber el final si la prosa es tan bonita que sólo leer es un placer, independientemente de lo que se lee. Pero, si se pueden juntar las dos cosas, mejor que mejor, ¿no? Una bonita prosa y una bonita sorpresa final jejeje
Besos
Mujer, te entiendo perfectamente. Yo creo que quien habla en ese prólogo es el crítico literario que Nabokov era y con un poquito de mala idea lanza una pullita a algunos críticos que sólo van al asunto y no reparan en la belleza de la forma. Pero estoy contigo en que si se unen las dos cosas, pues miel sobre hojuelas.
EliminarUn beso
Sólo he leído Lolita y, aunque me gustó, no me he animado a leer nada más suyo. Muy interesante esta novela, aunque no soy nada experta en ajedrez. Y muy de acuerdo con Nabokov sobre lo de conocer la resolución de la novela. Y el mejor ejemplo, sin duda, Crónica de una muerte anunciada.
ResponderEliminarBesotes!!!
Léela Margari. Yo tampoco soy experto en ajedrez aunque he jugado, claro, y sé que el jueguecito llega a comerte el tarro bastante. No tanto como a Luzhin, sin duda, pero yo me recuerdo a los 20 años participando en partidas entre amigos que te ocupaban la cabeza durante horas. Así que el asunto este de la adicción a algo, de vivir sólo para ese algo (drogas, juego, trabajo..., lo que sea) es una verdad muy grande. A propósito de adicción al juego acabo de recordar una novela de José Antonio Gabriel y Galán centrada en la ludopatía qye es muy fuerte y recomendable. El título ahora mismo no me viene a la cabeza, ¡ay esta cabeza mía!
EliminarUn besazo
No conocía yo a ese autor. Y he estado investigando. ¿Podría ser "Muchos años después"?
EliminarMás besotes!!!
Sí, creo que sí, que ese debe de ser el titulo, pero no te lo puedo asegurar.
EliminarKisses!!
Cerré 2020 y comencé este 2021 con El Maestro y Margarita, que me pareció una genialidad, así que casi solo con la referencia a esa novela ya me tienes ganada para esta causa literario-ajedrecista.
ResponderEliminarEstoy bastante de acuerdo con Nabokov y no suele importarme demasiado que me 'spoileen' salvo en cosas muy concretas. Más allá de la trama importa lo que subyace tras ella y cómo se cuenta.
Del autor no he leído ni su famosísima Lolita. Sí llevo varios años con intención de hacerlo, pero, como son también varias las grandes obras de la literatura universal que tengo pendientes y que me gustaría que dejara de ser así, les voy dando cabida poco a poco y así se me va eternizando el encuentro con Nabokov. Ahora acabas de generar una pequeña disputa entre Lolita y La defensa por ver con cuál me estreno con este ruso políglota, jeje.
Besos
Por número de páginas, Lorena, yo te animaría a hacer tu estreno nabokoviano con "La defensa" (221 páginas); si bien "Lolita" (331 págs.) tampoco se sale de madre. Por el asunto, el de "Lolita" pese a no haberla leído como dices seguro que sí lo conoces mientras que el de La defensa" no. Pero tú misma.
EliminarMi referencia a Bulgakov la refiero a ese ambiente entre real e irreal que en ambas novelas vive en la cabeza de los personajes protagonistas, si bien son historias muy muy diferentes.
Y en cuanto a la opinión de Nabokov sobre el spoiler entiendo perfectamente lo que dice pero me uno al ideal sostenido por Laky que es que vayan juntos lo mejor de "ambos mundos", o sea, el fondo y la forma.
Un beso
¡Hola Juan Carlos!
ResponderEliminarno me atrae especialmente esta novela de Nabokov ya que hace tiempo empecé a leer Lolita y ahora que nadie nos escucha te confesaré que no me enganchó lo suficiente y lo dejé (aún así no dudo de que sea un buen libro, no, para nada, pero ya sabes que soy algo rara para engancharme a una lectura y que a la primera de cambio, a otra cosa, mariposa...)
Pero te diré que desgranas tan bien el argumento de las novelas que reseñas, que a veces, pienso que ya la he leído, jeje. Por cierto no conocía esa aficion (más bien adicción) al ajedrez del autor. Siempre aprendo mucho leyéndote
Besos
Hola, Marian:
EliminarTambién yo voy a ser sincero contigo sobre "Lolita". Como ya he dicho en algún otro comentario la leí hace mucho y más por la "insana" curiosidad propia de la edad que por otra cosa, pero me aburrió bastante y no logré finalizarla del todo leyéndola de tiempo en tiempo y tú ya sabes que así no se puede leer nada.
Pero esta de "La defensa" es muy diferente. Creo que te guste o no el ajedrez, no llegará a decepcionarte. Pero también sé -a mí me pasa con algunos- que hay nombres de autores que se te atragantan y uno los tienes tachados para los restos, ¿verdad?
Y también era aficionado a la caza de mariposas. Aunque no hayas leído "Lolita" seguro que sí habrás visto la película en la que el hombre maduro seducido por la nínfula Lolita aparece al inicio del relato con un cazamariposas en la mano. Ese hombre seducido por una jovencita -¿o será al revés la cosa?- es alter ego del propio Vladimir Nabokov.
A propósito de la desaparición del blog que me comunicaste hace cinco días, te diré que hoy mismo me ha pasado a mí, pero no de una sola entrada sino de todo mi blog. Te imaginarás el susto tremendo que me he llevado cuando al abrir el blog me sale una página que dice "Tu blog ha sido eliminado" y luego me decía que infringía las normas de Blogger y tal y tal. Me quedé pálido. Naturalmente pedí que revisaran su decisión dado que era lo único que me permitían hacer. Bueno, afortunadamente a las dos horas y media del aviso, concretamente a las 15'10 me enviaron un email que decía textualmente:
"Hola: Hemos vuelto a revisar tu blog para valorar si cumple las normas de la comunidad de Blogger (https://blogger.com/go/contentpolicy). Después de revisarlo, hemos decidido restaurarlo. Puedes acceder a él en la siguiente dirección: http://elblogdejcgc.blogspot.com/. Gracias por tu comprensión. Atentamente, El equipo de Blogger"
Uf, qué alivio. Pero te lo comento porque estos de Blogger así se las gastan. Por ello en vez de hacer copias de seguridad del contenido cada tres o cuatro meses, las haré mucho antes para que si la cosa se repitiese y no se resolviese como esta vez ver si el trabajo al menos lo pudiese salvar. Te recomiendo que hagas lo propio, querida amiga.
Un beso fuerte
Por aquí estoy de nuevo... me alegra saber que no pudiste tampoco con Lolita (a veces me siento bicho.raro), aunque no pasa nada, hay que disfrutar leyendo y eso hago. Quizás sí le de oportunidad al autor (a este no le tengo especial manía, solo que recordaba lo de Lolita y como que pensaba que iba a ser igual y por lo que dices puede que no). Curioso también lo de la caza de mariposas (sí, vi la peli, aunque sinceramente no recuerdo lo del cazamariposas, hace tanto tiempo de ello...)
ResponderEliminarUfff, leyendo lo de tu blog también me he quedado blanca y no entiendo lo de que no cumple las normas. ¿Te han dado explicaciones sobre eso? ¿quizás por el tema imágenes?
Pienso que a mi me puede ocurrir lo mismo y viene bien saber que escribiéndoles te lo recuperan. Ahora mismo hago una copia de seguridad (suelo hacerlas cada mes). Gracias por la información y me alegra que todo quedara en un susto. Los de Blogger la verdad es que a veces tela marinera...
Besos
No se el libro pero tu entrada me gusta y tienta.
ResponderEliminarSolo leí Lolita de el ☺
Pues creo que el libro también te gustaría, amiga mía.
EliminarUn beso
Leí "Lolita" hace la tira de tiempo y casi ni recuerdo la historia más allá de la idea principal que todos conocemos; pero no he vuelto a leer nada más del autor. De todas formas me apunto esta recomendación, porque aunque hace un montón que no juego, me gusta mucho el ajedrez y me ha dado curiosidad esta lectura. Por cierto, me ha encantado la mención a "El maestro y Margarita", que he leído más de una vez y que me gusta muchísimo; a ver si un día de estos me animo a leerla en versión original, que también hace la tira que no leo nada en ruso y a este paso se me va a olvidar todo...
ResponderEliminarSólo francés, hablado y escrito, e inglés un poco y especialmente si es por escrito. Nada más, amiga mía.
EliminarLa verdad es que los libros habría que leerlos en su idioma original o como en el caso de "La defensa" traducido por el propio autor. Traducido por Nabokov al inglés desde el ruso original y a su vez al español por ese magnífico traductor y escritor que fue Sergio Pitol.
Si te gusta el ajedrez, desde luego esta es tu novela. Según alguno de quienes han leído la reseña y conocen la novela, "La defensa" es de lo mejor que en literatura se ha hecho para plasmar el mundo del ajedrez. Te interesará.
Saludos