"A través de la cristalera, se divisaba la cinta gris topo de la carretera punteada de amarillo y, del otro lado, el emparrado de un merendero con mesas de madera carcomida por las lluvias y la intemperie. Más allá, corría el río, torrencial y cristalino, y, en la ribera opuesta, se iniciaba la ladera, muy pina, abrigada de robles con hoja nueva y coronada por abruptos tolmos, en torno a los cuales planeaban pausadamente los buitres.” (pág. 44)
Mi propósito inicial era hacer un breve apunte sobre dos libros para formar un decimoquinto "A pares". Pero al hacer la de "El disputado voto del señor Cayo" de Miguel Delibes me di cuenta de que merecía una sola para él solo. Al final de esta entrada doy el título del libro que se quedó huérfano.
Con esta reseña quiero rendir, como lector, humilde homenaje personal al escritor vallisoletano
Miguel Delibes que este año habría cumplido 100 años. En su centenario tenía que releer alguno de sus títulos, la mayoría de ellos leídos en su momento. Elegir cuál sin interrumpir la hoja de ruta lectora marcada durante los dos meses que quedaban hasta culminar 2020 no me era fácil. Quería uno breve que no hubiese sufrido mucho el peso del paso del tiempo. Quedaban fuera por lo tanto dada su extensión
"El hereje", quizás su mejor novela; de las otras, recordaba con mucho aprecio, por haber constituido allá en mi lejana adolescencia mi entrada consciente en la lectura literaria,
"La sombra del ciprés es alargada",
"Diario de un cazador" o
"La hoja roja"; por mi dedicación profesional tenía muy presentes en mí lecturas reiteradamente hechas y comentadas con los alumnos a quienes a lo largo de los años impartí clase de "
Lengua y literatura españolas":
"El camino",
"Las ratas",
"El príncipe destronado", "Mi idolatrado hijo Sisí", y alguna otra. La verdad es que tenía el terreno de elección bastante acotado si eliminaba las citadas. ¿Cuál elegir, pues? Al final me decidí por
"El disputado voto del señor Cayo", pensé que por su engarce con el mundo socio-político quizás no habría perdido actualidad.
Creo que acerté en la elección pues la novela de sólo 190 páginas, aparecida en 1978 antes de otra muy exitosa como "Los santos inocentes" y de ya una serie de libros de puro oficio que, salvando la estupenda de "El hereje", les siguieron podría cumplir a la perfección mi pretendida finalidad.
Estamos en la primera o en una de las primeras elecciones legislativas de la Democracia. Corre el año 1978 y en la sede de un partido progresista -no se dice cuál, pero por unas cosas u otras se viene a entender que es el PSOE- repasan el mapa de la provincia donde figuran señalados con chinchetas de colores los pueblos visitados y los que no. Es a alguno de los no visitados a donde Dani, el secretario provincial quiere que vayan siquiera a hacer acto de presencia algunos de los candidatos. Concretamente a tres de ellos van a ir Víctor, profesor universitario de unos 40 años, candidato cunero impuesto desde Madrid, y Laly, licenciada en matemáticas, algo menor que el anterior, y candidata en las listas simplemente por rellenar el número permitido dados los pocos voluntarios para hacerlo. Les llevará en su Seat 124 Rafa, militante de base de sólo 25 años.
Miguel Delibes no da puntada sin hilo y por la novela van desfilando todos los tópicos asociados a la izquierda y también y por ello sus propias contradicciones. Así cuando piensan qué coche y chófer llevarán los diputados se deciden precisamente por el 124 de Rafa para evitar malentendidos:
"A Miguel ya sabéis que no hay quién le apee del ciento treinta y uno, una manía. ¿Os importa llevar el ciento veinticuatro?
—Mejor —dijo Laly—: El ciento treinta y uno queda como burgués."
Los pueblos que visitarán son tres localidades que apenas si tienen habitantes, algo que ni ellos mismos conocen. Sus nombres son Cureña, Quintanabad y Martos. Son localidades ficticias que según se va leyendo quiere uno situarlas en el mapa. Al llegar al primero de ellos, Cureña, encuentran a Cayo uno de los tres vecinos del municipio. Vive junto a su mujer sordomuda y no se habla con el otro vecino. Pocos y mal avenidos como se ve.
Gracias al señor Cayo sabrán que en los otros dos pueblos no vive ya nadie. La España vacía y vaciada nos la muestra Delibes en estas tres poblaciones. El drama de la emigración y del abandono del medio rural es denunciado así por Miguel Delibes:
—Diga usted, ¿no habrá por aquí un lugar donde reunir a los vecinos?
—¿Qué vecinos? —preguntó el hombre.
—Los del pueblo.
—¡Huy! —dijo el viejo sonriendo con represada malicia—: Para eso tendrían ustedes que llegarse a Bilbao.
Por diálogos como el anterior la provincia que en mi opinión más puntos tiene para ser el referente real donde sucede la historia es Burgos. No obstante esta cuestión es poco importante pues la denuncia del abandono y desertización de Castilla no queda circunscrita a una única zona sino a toda la Comunidad.
La tarde, pues, a estos tres buscadores de votos se les irá en agradable compañía y charleta con este hombre de más de 80 años que les enseñará el pueblo y les ilustrará acerca de sus ocupaciones con las abejas y la miel que realiza por puro entretenimiento, de manera que cuando el joven e impulsivo Rafa le suelta en plan mitinero que no hay derecho a que siga trabajando, Cayo le contesta que si se lo impidiesen él moriría.
A lo largo de esa tarde sentirán que ellos tres desde la ciudad no les llevan la modernidad sino una cultura que viene a acabar de una vez por todas con la que mal que bien aún queda en esas zonas escondidas y aisladas de Castilla. Quien mejor lo entiende es Víctor que se maravilla ante la inmensa sabiduría de este castellano viejo.
—No hay derecho —murmuró. Y recostó la nuca en el respaldo del asiento.
—¿A qué no hay derecho, macho?
—A esto —dijo Víctor, apuntando a los últimos edificios del pueblo—: A que hayamos dejado morir una cultura sin mover un dedo.
El choque de dos culturas
Quizás donde mejor se perciba la pobreza de una de estas culturas frente a la inmensa riqueza de la otra sea en el léxico, en el vocabulario, preciso y unívoco el utilizado por el señor Cayo y su mundo en vías de extinción versus la carencia por ignorancia de los términos adecuados para designar esa realidad por parte de los urbanitas.
El candidato y profesor universitario Víctor entra en conflicto consigo mismo tras el encuentro con el sr. Cayo que con una inmensa naturalidad les ha mostrado costumbres de las abejas que bordoneaban (hacían el sonido que las identifica) en la rama de un árbol; a éstas les ha preparado una colmena fabricada con sus propias manos y con la ayuda del humeón (fuelle que suelta humo) organiza su traslado de la una a la otra. Rafa y Laly muestran su sorpresa ante aves cuyos nombres ignoran; así les sucede con el picorrelincho que no es otro que como en la zona, les aclara Cayo, llaman al picocarpintero. En el paseo por el pueblo y su entorno el señor Cayo les nombra diferentes terrenos: tolmos (peñascos elevados), tozal (teso o colina); y les muestra labores campesinas como hacer queso y los objetos a ellas asociados como el entremijo (mesa de tablero con ranuras que se emplea para hacer el queso). Finalmente los lleva a su casa que no es más que un tabuco (aposento pequeño) donde hay muchos objetos como por ejemplo la bruza (cepillo de cerdas muy espesas y fuertes con abrazadera de cuero al dorso para agarrarla utilizada para limpiar caballerías) que Cayo utilizaría de joven para tener lustroso al animal de tiro del carro que conduciría por la cambera (camino de carros). Prestaba siempre el sr Cayo la debida atención al recial (corriente recia e impetuosa del agua de los ríos) especialmente cuando ocurría el ejarbe (aumento de agua que reciben los ríos a consecuencia de grandes lluvias). Del otro vecino dice Cayo que no se hablaba con él porque era muy testarrón (testarudo)
Frente a la exuberancia terminológica de
Cayo, quienes han acudido allí a pedirle el voto ("
No saben hacer una O con un canuto pero les jode que alguien trate de enseñarles algo.") se comunican entre ellos con una pobreza lingüística tremenda. La licenciada en matemáticas y candidata
Laly es soez en su manera de hablar dirigiéndose a
Rafa constantemente con el apelativo "
cacho puto", y éste también constantemente minusvalora a los campesinos llamándolos
catetos y calificándolos como auténticos zombies ("Son como muertos vivos, coño, ¿te das cuenta? —le dice Rafa a Víctor).
Es Víctor el único que reconoce la valía de esta gente y es consciente de la barbaridad cometida con ellos por los supuestamente inteligentes: "nosotros, los listillos de la ciudad, hemos apeado a estos tíos del burro con el pretexto de que era un anacronismo y… y los hemos dejado a pie." El pensamiento de Miguel Delibes queda plenamente reflejado en algunas de las opiniones que Víctor al final de la reveladora jornada, y tras haber bebido alguna copa de más en la cena , le dice a Laly:
"—¿De… de veras te parece más importante recitar Althusser que conocer las propiedades de la flor del saúco?".
"¿P… puedes decirme, Laly, por qué es más cultura nuestra cultura?"
En mi opinión esta es la intención perseguida con esta novela por su autor: Mostrar, quizás, una leve esperanza de recuperar el mundo rural castellano dejado de la mano de Dios desde hacía décadas. La Democracia, quizás, piensa Delibes, podría prestarle la atención que el medio merecía. Pero los dos jóvenes que acompañan a Víctor, único representante de la intelectualidad, no parecen dejarnos, por la actitud de ambos, abrigar muchas esperanzas. En fin, era 1978 y todo podía aún ocurrir. Estamos hoy en 2020 y ahí está la España vacía y vaciada de la que hablan ahora muchos y buenos autores como Sergio del Molino, por citar un nombre importante. Estamos ahora más concienciados del problema que esto supone; como se ve llegamos 40 años tarde.
Esta novela corta es un prodigio lexicográfico. A los términos ya señalados cabría añadir otro montón que le nacen a Cayo con una fantástica naturalidad: 'almorrón' (lomo alto de tierra, acanalado en su parte superior, y que desde una noria, acequia, etc., conduce el agua hasta las regueras). Miguel Delibes es de Valladolid y eso se nota mucho en el vocabulario como se ve en este término y en otros como 'camella' (arcaísmo utilizado en el relato con el sentido de portillo que cierra o abre el paso del agua por la reguera) o incluso 'gárgol' (ranura en la que se encaja el canto de una pieza), palabra utilizada por el señor Cayo cuando les está hablando de la confección de la colmena de madera para las abejas. Y muchas más: 'chovas', 'dujos', 'hornilleras, 'costanillas'...
Es también, como he señalado, una denuncia explícita y muy plástica de la España vacía tal cual es y la vive Cayo: "Dentro de los edificios, bajo los dinteles sin puertas o tras los postigos desencuadernados, se veían arcones de nogal, viejos arados, ganchos, escañiles y yugos llenos de polvo y telarañas. De cuando en cuando, el señor Cayo se detenía para mostrarles alguna peculiaridad del pueblo o contarles anécdotas nimias, en cuyo relato ponía un énfasis desproporcionado"
Pero sobre todo es un canto al medio natural que el novelista abona con ese vocabulario preciso y pertinente que ya hoy pocos conocen:
"Descendían por la trocha de uno en uno, entre ringleras de manzanos chamosos, el caserío arriba, en el cantil, y, abajo, en la hondonada, el río, las torrenteras rugientes, con un rumor sordo, y cambiante como el del mar. Ya en la orilla, el señor Cayo caminó a paso rápido por la sirga hasta alcanzar un restaño"
Y en el aspecto de la política -no podemos obviar que la anécdota del libro es la búsqueda del voto- Miguel Delibes presenta, en mi opinión, un panorama algo descorazonador: los Partidos son como empresas que sólo buscan ganar y para ello pegan sus carteles electorales sobre los de la competencia e incluso en algún momento son capaces de llegar hasta las manos. Sus militantes, salvo excepciones como Víctor, son algo incultos, procaces y malhablados como Laly (Laly dirigiéndose con cierto humor a Rafa: "Reúnes todos los vicios del pequeño burgués, las tres Pes, como dice Ayuso: Pereza, pito y paladar."), vagos y pretenciosos (Rafa tiene 23 años y anda aún por 2º de Derecho). Además viven en un mundo irreal en el que ven la realidad a través del Cine e incluso llegan a considerar a alguien de una opción u otra por aspectos ajenos a la política como, por ejemplo, la conducción de un modelo u otro de automóvil e incluso por sus gustos musicales:
—¿Crees de veras que cada opción política tiene su música?
—Tampoco es eso —dijo Laly—, pero tú me dirás cómo casas el género chico con una alternativa progresista.
Lo que la relectura de esta novelita de Delibes me ha venido a mostrar es que su literatura sigue siendo más que adecuada para enseñar a escribir a quien sea y desee aprender. Véase, si no la descripción con la que abro esta reseña. ¿No os parece un más que pertinente ejemplo para mostrar a escolares y bachilleres?
Pero, me diréis, ¿hay algo en la novela que no te haya gustado? Pues sí, hay una cosa que creo que no hace mucho bien a los escritores que colocan sus novelas muy pegadas al tiempo real. Ello son las alusiones de nombres reales de políticos fugaces que en el momento de escritura quizás tuviesen relevancia pública ("Los de Fernández Cuesta eran"; "Ahora dicen que anda con Areilza", y así) pero pasados los años -42, nada más y nada menos- han quedado subsumidos y olvidados en el fango de la Historia.
Por último, sólo he visto en la novela un asunto que resulta anacrónico para un lector actual. Ese es la manera de relacionarse hombres y mujeres en el relato. Se percibe una falta de equidad en el trato entre ambos sexos; especialmente es perceptible tal cuestión en Rafa y Laly, siempre lanzando el primero pullitas machistas a la chica, y ésta defendiéndose del acoso verbal con una agresividad lingüística que resulta algo fuera de lugar. En defensa del escritor diré que para la generación a la que él pertenece hombres y mujeres pertenecían a esferas distintas; por eso no creo que haya machismo en Miguel Delibes, había machismo en la sociedad de 1978. La novela es una muestra de la realidad sociológica española de esos años.
Para finalizar
Pensaba unir esta reseña de "El disputado voto del señor Cayo" con "Coños", la primera publicación de Juan Manuel de Prada, y formar una entrega más de mi sección "A pares". No va a ser así porque creo que no maridan bien estos dos autores y menos aún estas dos publicaciones. Dejaré para otra ocasión a Juan Manuel de Prada y así homenajearé a Miguel Delibes como se merece.
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Nota
Esta novela fue la que elegimos en la Tertulia "más que palabras..." para homenajear al escritor que fuera director de El Norte de Castilla. Por la fecha de publicación y la maestría del autor también la incluyo dentro de las lecturas de clásicos dentro de la IVª edición del Reto 'Nos gustan los clásicos' en el que participo.
Tardé mucho en leer este libro ya que estaba terminando 1998 cuando por fin me decidí. De hecho, es el penúltimo libro de Delibes que leí (el último es "Aún es de día"). Durante los años setenta y ochenta leí mucho al autor. En mi lista de leídos aparecen diecinueve libros suyos. Por esa época lo consideraba merecedor del Nobel.
ResponderEliminarMe ha encantado recordar "El disputado voto del señor Cayo" en tu reseña porque, salvo que había un señor muy mayor en un pueblo cuyo voto iban a buscar unos políticos de izquierdas, poco más recordaba. Es maravilloso lo bien que escribía, la cantidad de vocabulario que utilizaba y su dominio de las costumbres y el habla rurales.
Un beso.
Yo cuando preparaba la reseña me puse a contar los que había leído y me salía también un número alto alto. Y algunos como creo que digo en la reseña requeteleidos al haberlo hecho con los alumnos durante años sucesivos. Tanto leíamos a Delibes que llegó un momento en que el Departamento (los profes, se entiende) ya estábamos cansados de hacerlo. Por eso volver a él tras varios años sin hacerlo me ha encantado. Era un maestro de la palabra. Lo es, porque su literatura sigue viva.
EliminarBesos
Esta no la he leído porque cometí el error de ver la película, que no está mal. Pero seguro que el libro es infinitamente mejor. Tengo que hacerle hueco, que me has dejado con ganas. Delibes era un maestro a la hora de plasmar ese mundo que le rodeaba, esa naturaleza que tanto le gustaba. Y de cuando en cuando, soltar alguna crítica que otra...
ResponderEliminarBesotes!!!
Yo también vi la peli en su momento. El libro es mucho mejor, sin duda alguna.
EliminarUn beso, Margari
¡Hola Juan Carlos! De los libros que pones arriba de Delibes he leído unos cuantos, en su día (me dio por leerle y arramplé con todo de él). Este que nos reseñas no lo he leído, pero vi la peli también en su día. Delibes es muy grande, disfruté mucho con su lectura, pero también es verdad que ahora prefiero leer otras cosas.
ResponderEliminarUn placer leerte Juan Carlos, como siempre
Besos
Hola, Marian:
EliminarEs verdad que pese a reconocer su inmensa altura en principio parece que Delibes es de otro tiempo literario y que leerlo ahora pues como que no; por eso esta celebración del Centenario de su nacimiento es una ocasión magnífica para pasearse por alguna de sus novelas y volver a reconocer que es muy grande y que no está tan fuera de la realidad como parece.
Muchas gracia por tu comentario, amiga mía.
Un beso
En casa somos devotos de Delibes, si sí, herejía total, pero es lo que hay; como escritor nos apasiona, y como persona, a mi padre que lo conoció, habla maravillas.
ResponderEliminarEsta novela no es de mis favoritas a pesar de gustarme mucho, pero si le tengo un cariño especial porque mi padre tiene un ejemplar firmado al que venera 😅
Magnifica reseña digna de las letras de Don Miguel.
Besos.
Jó, qué envidia, Yolanda. ¡Qué envidia me da tu padre por haberlo conocido de primera mano! Fíjate que sin conocerlo, sólo saber por un amigo santanderino que Delibes pasaba muchos veranos en el pueblo de Mave (Palencia) hace que las veces que paso por esa localidad me acuerde de él. Fue una persona que se hacía querer aún sin conocerlo personalmente.
EliminarY luego están sus novelas. Esta que en mi opinión es de las más flojitas sin embargo ahora cuando la he vuelto a leer he encontrado en ella cosas muy interesantes. Desde luego era una persona con mucho ingenio y muy buena escritura.
Un beso fuerte, amiga
😁💋💋💋
EliminarDelibes siempre tan natural en sus escritos, con la peculiaridad que describe una realidad cotidiana con personajes de andar por casa a los que todos conocemos.
ResponderEliminarEs descriptivo del mundo rural, de la naturaleza a la que conoce como la palma de su mano y de esa otra "humana" que te hace conectar con sus creaciones.
Cierto que este libro hay que tratarlo a parte pues tan solo marida con los del propio autor.
Un abrazo Juan Carlos.
Muy de acuerdo en todo contigo, amigo Francisco Javier. Al leer a Delibes uno se lamenta de la enorme pérdida que desde hace años en España (Castilla y Aragón sobre todo) llevamos sufriendo: pueblos abandonados, palabras moribundas, cultura en vías de extinción... Una lástima, porque además la cultura que se ofrece a los pocos que aún conservan la rural es de un pobreza y simplicidad absolutas.
EliminarFelicidades por tu santo, amigo
Un abrazo
Hemos sido colegas pues yo también he sido treinta y siete años profesor, primero de Literatura en exclusiva, y posteriormente de Lengua y Literatura. He leído buena parte de la obra de Delibes aunque esta que reseñas no. El mensaje de Delibes, visto cuarenta años después resulta desolador, pues toda esa cultura de los pueblos se ha perdido al ir unida a una vida cercana a la naturaleza, los oficios antiguos y el lenguaje tradicional. Ambos hemos sido profesores, yo en una localidad del Baix Llobregat, Cornellà, donde pasé casi treinta años. Yo trabajaba en un instituto en que el sesenta por ciento era de origen inmigrante y la realidad de la lengua era muy compleja -muchos alumnos modestos de origen magrebí o del este de Europa manejaban varias lenguas pero desconocían las oficiales (ahora el castellano ya no es oficial) en buena parte-. El nivel de la lengua, hablada o escrita, era penoso. Yo consideraba que hablaban, incluso los peninsulares, el castellano de doscientas palabras. El empobrecimiento del lenguaje ha sido devastador, tú ya lo habrás vivido también. Mi despedida de la profesión hace cuatro años fue hacerles escribir una mininovela de treinta páginas aproximadamente. Este es un ejercicio que había hecho varias veces a lo largo de mi historia como profesor y siempre los resultados habían sido magníficos. Y esta vez también lo fue. Varias de las novelas, generalmente de chicas, revelaban mundos muy personales e intrigas interesantes. Incluso las escritas por alumnas magrebíes ofrecían perfiles muy potentes -dejando al margen la ortografía o la corrección gramatical-. Había cuadros de costumbres apasionantes. Este es uno de los mejores ejercicios que he realizado a lo largo de mi carrera. No me molestaba leer concienzudamente treinta páginas por sesenta alumnos de dos cursos. Las correcciones eran a la altura de sus propuestas. No he sabido de otros profesores que hicieran algo parecido, pero proponer una mininovela tiene algo de reto que les fascina a la mayoría. Pienso que el cuidado y el enriquecimiento del lenguaje es crucial. Desafortunadamente, todo va en dirección contraria.
ResponderEliminarMe ha interesado mucho tu interesante análisis de la novela de Delibes que has desmenuzado con rigor y amenidad. Quiero releer este año que viene varias de sus novelas.
Un abrazo, Juan Carlos.
Suscribo lo que dices sobre el tremendo empobrecimiento idiomático de los hablantes. Siento rabia cada vez que -y cada vez es más 'cada vez'- cuando en los rótulos de los informativos televisivos aparecen errores ortográfico fruto de la rapidez periodística sin duda pero también de la poca importancia que ahora se da a la corrección idiomática.
EliminarTu experiencia como profesor de Lengua y Literatura en el Baix Llobregat me la imagino dura aunque veo que lograbas algún resultado con ejercicios imaginativos como el de que escribieran una mininovela. Yo jamás lo hice, pero entiendo que -dejando de lado incorrecciones gramaticales y ortográficas- debías de encontrar relatos más que interesantes. Lo más parecido en mi experiencia a esto que cuentas sería la lectura de los trabajos que alumnos de todo el instituto presentaban al Concurso literario que todos los años convocábamos desde el Departamento de Lengua. La verdad es que a lo sumo eran cuarenta trabajos y solían estar escritos con cierta corrección. Y también casi siempre eran las chicas las que se llevaban el premio porque a esas edades adolescentes son más los chicos que no pueden escapar del revuelo hormonal que las chicas, ¿verdad?
Yo enseñé en Gran Canaria, luego en Toledo y finalmente 27 años en Madrid, en un instituto de una zona relativamente acomodada por lo que la verdad es que el alumnado era fácil de llevar y al menos al principio se dejaban enseñar. Luego todo fue evolucionando a la baja, imagino que como por tu zona. En fin, la cosa está así y, como bien dices, todo en la sociedad se confabula para ir en dirección contraria.
Menos mal, amigo Joselu, que existen algunos blogs literarios como el tuyo la mar de interesantes; si no sería horrible.
Un fuerte abrazo
Ay, que se me escapó el mensaje... Tengo muchísimas ganas de leer este libro. En su día, andé detrás de la película pero sin duda, la novela me atrae mucho más. Me encanta Delibes. Tiene una forma de narrar que siempre me cautiva. Menudo análisis le haces al libro, fantástico como siempre. Saludos.
ResponderEliminar´Pues efectivamente y, como bien dices, creo que esta novela está de completa actualidad tantos años después. La leí hace mucho tiempo y lo que tengo más reciente, porque la pusieron no hace mucho en la televisión, es la película, que no está mal pero desde luego donde esté el libro que se quite lo demás. Qué pena que haya gente que tenga esa pobreza lingüistica, a veces los oyes hablar (o los lees, como en la novela) y te das cuenta de que se manejan con cuatro palabras como mucho... Todo lo contrario que Delibes, que escribía tan bien y tan bonito; y es que a mí eso de aprender palabras nuevas cuando leo es algo que me encanta. También me da pena que haya escritores, como don Miguel, a los que me habría encantado conocer en persona y no ha podido ser... Si es que ya decía mi abuela que hay gente que no debería morirse nunca...
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