✔«No intento demostrar la continuidad de la tradición griega, sino la fuerza del mito. Continúa vivo, a pesar de que todo alrededor ha cambiado. Convive con nosotros y convivimos con él. Es el gran río que arrastra nuestro destino.»
✔«Grecia le ha dado a la humanidad cincuenta y dos mil palabras, leí en el aeropuerto de Atenas. Suecia le ha dado el rodamiento, la cremallera y la llave inglesa que, pese a su nombre, es un invento sueco.»
Mi muy buena amiga Isabel me recomendó la lectura de este libro de
Theodor Kallifatides. No me atrevo a calificarlo de novela porque en mi opinión no lo es, sino más bien unas memorias familiares, un recorrido por el territorio vital de los
Kallifatides, en especial de la rama iniciada por
Dimitrios Kallifatides, padre de Theodor.
Pero no quiero desestructurar la reseña. Tras la explicación de por qué llegué hasta el autor griego residente en Suecia conviene decir algo sobre él para luego entrar de lleno en el relato. Allá voy.
El autor
Nació en Molaoi, Grecia, el 12 de marzo de 1938. Es un escritor sueco de origen griego. Se trasladó con sus padres a Atenas en 1956 y emigró a Suecia en 1964 en busca de trabajo. Allí se adaptó y dominó rápidamente el sueco, lo que le permitió retomar sus estudios. Se matriculó en la Universidad de Estocolmo en filosofía. Licenciado, trabajó en la dicha universidad como profesor entre 1969 y 1972. Inició su carrera de escritor en 1969 con un libro de poesía, pero el reconocimiento lo obtuvo principalmente gracias a sus novelas. Ha publicado novelas, recopilaciones de poesía, libros de viajes y obras de teatro. También ha escrito guiones cinematográficos y ha dirigido una película. Ha recibido muchos premios por su trabajo tanto en Grecia como en Suecia.
«Madres e hijos»
Sinopsis proporcionada por la propia editorial)
A los sesenta y ocho años, Theodor Kallifatides, exiliado en Suecia desde hace más de cuatro décadas, visita a su madre de noventa y dos, que sigue residiendo en Atenas. Ambos saben que puede ser uno de sus últimos encuentros. Durante la semana que pasan juntos, recuerdan lo que ha sido lo más importante en sus vidas con una presencia decisiva del padre, de quien Theodor está leyendo el recuento escrito que este le ha dejado de lo que ha sido su difícil existencia, desde sus orígenes como exiliado griego en Turquía, pasando por sus meses en una prisión de los nazis y su pasión por el oficio de maestro. Se desvelan así los orígenes de una familia que atraviesa el siglo xx.
Opinión
"Madres e hijos" (publicado originalmente en 2007. En España en 2020) es un libro de autoficción en el que su autor Theodor Kallifatides presenta de manera narrativa la memoria de su propia familia. El escritor retorna con 68 años a su país, Grecia, para visitar a su madre de 92. Vive en Suecia desde 1964. Tras una exitosa vida tanto en el plano laboral como en el personal -casado y con un hijo- nada ha escrito que tenga por centro a su madre. Desea hacerlo aunque no sabe si a ella la satisfará. Su avanzada edad le hace pensar que quizás no alcance a leer la obra que piensa escribir tras la visita de una semana que hace a la casa familiar en Atenas.
Según leemos "Madres e hijos" nos enteramos de las vicisitudes vividas por la familia, en especial por su padre, auténtico eje sobre el que pivota todo el escrito. Resulta que Dimitrios Kallifatides, que así se llamaba el padre, escribió en 1972 a la edad de 82 años un texto sobre su vida a petición del propio Theodor ausente de Grecia desde 1964; Theodor se lo pidió porque no quería que la memoria familiar cayese en el olvido. Durante el viaje y la estancia en Atenas releerá este escrito de su padre, que entra a formar parte del relato de autoficción que tenemos entre las manos. A lo largo de las cerca de 160 páginas que "Madres e hijos" tiene de extensión se entremezclan tres planos narrativos: la biografía escrita por el padre; los comentarios, recuerdos infantiles y adolescentes vividos en la casa familiar que le suscitan la lectura del texto paterno; y el presente de los siete días del viaje desde Estocolmo a Atenas donde revive con su madre y su hermano Stelios la cultura que le pertenece pero de la que se ha visto alejado por múltiples circunstancias políticas y personales.
Muchas cosas interesantes contiene este libro. Una de ellas, y no menor, es la mostración de las deportaciones o emigraciones forzadas de unos lugares a otros por motivos políticos. La familia Kallifatides es originaria de Trebisonda, ciudad creada por colonos griegos en el VIII a.C. La historia de esta importante colonia es movidita; lo importante de ella es que en época antiquísima, -cuando los griegos apoyaron a Ciro el Joven en su lucha contra el heredero del trono de Persia, su hermano mayor Artajerjes, al regreso hacia Grecia tras la campaña-, muchos griegos se establecieron en la colonia que comenzó a florecer especialmente con el Imperio Romano dada su ubicación estratégica en el Mar Negro y dentro de la Ruta de la Seda. A la caída del Imperio Romano, Trebisonda quedó dentro del Imperio Bizantino hasta que el mismo en el siglo XV cayó en manos de los otomanos. La colonia griega permaneció viva y activa con sus escuelas, su actividad comercial, su lengua propia, etc., hasta que «tuvo lugar la Revolución de los Jóvenes Turcos, en 1908-1909, que promulgó la Constitución y abolió el absolutismo de los sultanes. La Constitución trajo la aniquilación y finalmente el exterminio del elemento griego en Turquía». Pero es en 1923, a raíz del final de la Primera Guerra Mundial y la posterior Guerra de independencia turca, cuando se produjo un acuerdo -el Tratado de Lausana- por el que Trebisonda queda definitivamente integrada en la Turquía de Ataturk y se produce un acuerdo entre Grecia y Turquía por que que habrá un intercambio forzoso de población. Por este acuerdo más de un millón y medio de 'griegos pónticos' (así eran denominados los que desde tiempo inmemorial habitaban esta zona) hubieron de migrar a Grecia.
Esta emigración forzada, tras haber participado en la Primera Guerra Mundial en la que llegó a alcanzar la Cruz de Hierro por su valor, la vivió en primera persona
Dimitrios Kallifatides, el padre de
Theodor, que es quien a grandes rasgos lo cuenta en el texto que a su muerte dejó escrito para su hijo.
De grandísimo interés para mí ha sido ver la inmensa vocación de Dimitrios Kallifatides por la enseñanza. El relato que leemos es un auténtico canto a la profesión de maestro ejercida por Dimitrios en circunstancias difíciles pero siempre con una disposición a prueba de bombas. También Theodor confiesa su devoción y aprecio por los educadores. Gracias a ellos, los que tuvo en Grecia y los que tuvo en Suecia, confiesa, él pudo llegar a donde ha llegado:
[en Grecia]
- «el maestro, el inolvidable señor Pablo, estuvo siempre conmigo. Con frecuencia me pregunto cómo se habría desarrollado mi vida sin aquellos maestros.»
- «Yannis Raisis, profesor de Griego Clásico y Latín que, como castigo por hacer novillos, me obligó a leer los poemas de Catulo y de ese modo descubrí la gran poesía. El profesor de Historia, el señor Ilías Georgiu, me pidió que lo ayudara en sus investigaciones.»
[en Suecia]
- «también en Suecia algunos maestros fueron mi salvación. El lector Ake Löfgren y el profesor Harald Ofstad, que impartían Filosofía Práctica en la Universidad de Estocolmo, y que vieron en mí algo más que mi deficiente y patoso sueco. Así como el profesor Marc Wogau, en la Universidad de Uppsala, que aceptó examinarme de Filosofía Teórica»
Para concluir con una pregunta que muchos nos hacemos continuamente:
«¿Por qué en nuestros días no se estima a los buenos maestros?»
La pervivencia del mito en la vida cotidiana es otro aspecto que ha llamado mucho mi atención durante la lectura de este relato de autoficción. Resulta que el escritor-narrador ve especialmente en la lengua («Si hay algo absolutamente auténtico en el interior del hombre, eso es su lengua, el primer mito») y en la manera de vivir de su madre la personificación de no pocos relatos míticos.
«Un ejemplo más de que mi madre vive en el mito griego, creyendo que vive su propia realidad. De nuevo veo que el mito de la muerte es más fuerte que la propia muerte. De nuevo me doy cuenta de que mi madre es mi verdadera patria. Si yo fuera una fruta, ella sería mi árbol. Si yo fuera un árbol, ella sería la tierra. Si yo fuera la tierra, ella sería mi cielo»
Para un hombre mayor que ha vivido más de cuarenta años en un país nórdico europeo el choque cultural Grecia-Suecia es muy perceptible. Para Theodor, un griego que junto a su familia vivió muchas privaciones en sus años de adolescente, llegar al aeropuerto de Estocolmo con la maleta llena de comestibles hechos por su madre es la representación misma del estigma de la pobreza («¿Por qué me comportaba yo así? Hay ciertas situaciones que no soporto. Supongamos que me abren la maleta en el aeropuerto. ¿Qué van a pensar cuando vean los kurabiés? ¿Qué gitano es este? En pocas palabras, cargo conmigo el estigma de la pobreza.»). Por contra Gunilla, su mujer, no arrastra esa baja autoestima; según Theodor Kallifatides porque «mi mujer no sabe lo que es la pobreza. Lo que le dan, para ella es un regalo. Para mí, una limosna».
Al igual que existe un fuerte contraste entre la manera de sentir un mismo hecho en Suecia o en Grecia, también el autor-narrador marca en este relato de autoficción el enorme salto entre generaciones. Markos, el hijo de Theodor, o los hijos de su hermano Stelios no sienten ni se comportan como en el pasado hicieron sus padres y mucho menos con la entrega y desprendimiento del abuelo Dimitrios. Al respecto el novelista evoca la figura de Yorgos, el medio hermano mayor, que durante la guerra civil se negó a maltratar a dos guerrilleras que había capturado su compañía, por lo que fue condenado a muerte; afortunadamente cambiaron las tornas del conflicto armado y se salvó. Cuando Theodor le preguntó, después de la guerra, por qué lo hizo, ¿cómo se atrevió a decir no? respondió: «¿Qué habría dicho papá?»
Al hilo de este comportamiento Kallifatides reflexiona sobre cómo este respeto a los mayores, este sentido del deber, de observancia de lo aprendido de padres y educadores no es práctica habitual en la actualidad y por eso lo resalta
«Eso es tener un padre. Eso es tener un hermano mayor. Ya no vive. Una mañana se levantó, se hizo su café, se sentó en el sofá a tomárselo, y no se levantó más. Se le reventó la aorta y ya no pudo siquiera probar su último café.»
Los jóvenes de hoy, prosigue en su reflexión, han perdido en gran medida el sentido del valor de lo colectivo y lo ejemplifica de esta manera:
«En Suecia, con excepción de los impuestos, las obligaciones comunes poco a poco han ido remitiendo, dejando cada vez más espacio a la libertad individual. La obligación que tienen los alumnos en una escuela de mantener cierto silencio en las clases se ha visto sustituida por el derecho a llamar desde sus teléfonos móviles dentro del aula.»
Pero sin duda es este libro un
canto a la maternidad y la paternidad. Al titularse la obra "Madres e hijos" podría pensarse que el alcance de la misma se reduce a la figura materna, que sólo es un homenaje sentido hacia esa mujer de 92 años que lo quiere como si siguiera siendo un chiquillo. Así es, en efecto, pero no sólo. La madre es esencial, pero lo es también
por la enorme figura del padre con el que convivió durante más de cuarenta años. Theodor Kallifatides en la obra vuelve a agradecer a su padre todo lo que hizo por su familia. Digo que "vuelve a agradecer a su padre" porque sobre él ya había escrito el autor dos obras, una precisamente cuando éste falleció en 1972.
Lo que la pareja de progenitores ha representado para él lo sintetiza en una frase: «mi madre es el ayer, mi padre es el futuro». Más tarde esta frase la explicita con claridad meridiana
«Mi padre hizo de mí un ser humano, y mi madre, un escritor. En el mundo de mi padre existía el trabajo, el deber, la perseverancia, el contener las lágrimas hasta que se hubieran terminado todas las sonrisas. El mundo de mi madre era distinto. En él existían los lazos sentimentales y la preocupación, que es la consecuencia de estos.»
Son estos lazos sentimentales los que quizás por última vez el escritor ha ido a estrechar y abrazar. La despedida última en que ella, la madre, no sale a la puerta de casa para despedirlo confirmará al escritor lo que había pensado la noche anterior, acostado en el sillón donde dormía, que «no podía olvidar "el agujero". Ese miedo congénito por el abismo que acompaña al hombre desde el primer día. El peligro de caerte de la tierra como te caes de un caballo desbocado».
Las referencias sobre la propia construcción de la novela son continuas. Dado que Theodor Kallifatides cuenta de manera entrecortada, mezclando a todo lo largo del relato los tres niveles narrativos ya señalados, y que en ocasiones se pierde en reflexiones algo alejadas del hilo principal, a veces se ve impelido a disculparse ante el lector («Que me perdone el lector por estas constantes interrupciones, pero no podía continuar.»).
Respecto a la figura materna sobre la que se propone escribir, lo que más le preocupa es caer en la falsedad. No quiere convertirla en modelo como hacen los pintores porque, piensa, eso la haría comportarse de manera irreal. Por otra parte, reflexiona, que quizás haya «Poca gente tan incapaz como los escritores para describir la realidad». De ahí que lo que haga sea mostrar la relación madre-hijo mantenida durante esos siete días que duró la fugaz visita del exitoso escritor. Vemos a una auténtica madre preocupada fundamentalmente por satisfacer el paladar del hijo pródigo a quien endulza la vida con los lukumás, taramás, kurabiés..., todos alimentos típicos de Grecia que en Suecia no se verán ni por soñación. ¡Hay algo más auténtico que una madre haciendo esto!
El autor aprovecha la visita para completar la visión que tiene del padre extraída esencialmente del texto que este escribió para él; por ello indaga cuidadosamente sobre cómo fue la relación amorosa entre sus padres dado que entre ambos existía una diferencia de 24 años de edad y que Dimitrios llegó al matrimonio viudo y con un hijo. O sea, que el matrimonio había sido concertado. A tan íntima pregunta la madre le responde que sí, que así fue, pero que «con los años aprendí a respetarlo, a avenirme a él, a amarlo». Y tras decir esto ella salió del balcón donde estaba hablando con su hijo. Es este el momento en que el propio narrador-autor-personaje aprovecha para realizar una digresión reflexiva sobre qué cosa será el amor; consecuencia de esta reflexión es un listado que, mientras ella está en la cocina trajinando, él hace de las formas en las que nos enamoramos. Esta divagación es de las más extensas del relato y marca claramente el proceso mental que un narrador seguramente seguirá cuando decide presentar un enamoramiento de un tipo o de otro. En mi opinión esto es metaliteratura en estado puro.
¡Hola Juan Carlos!
ResponderEliminarcuantos temas interesantes aborda esta novela autoficcionada que hoy nos presentas. No me extraña que te haya atraído su lado de educador y ese canto a la profesión de los profes. Y esa reflexión al respeto a los mayores que en los jóvenes de hoy en día parece estar tan en falta. También ese cierto homenaje a los padres y a las madres, vaya que lo abarca todo
En principio no tengo en mente leerla, pero nunca se sabe..., en cualquier caso, me ha encantado esa disección tuya sobre la novela que me deja claro de que va
Besos
Muchas gracias por el comentario, Marian. He estado fuera de casa y aunque vi tu comentario no te contesté porque sin ordenador no es o mismo.
EliminarMuchas gracias por lo que dices sobre mi "disección" (ja, ja...)
Un beso
Aunque las memorias no me suelen llamar la atención, teniendo en cuenta la multitud de temas interesantes que tocan éstas, no la descarto del todo.
ResponderEliminarBesos
Hola, Margarita:
EliminarCon lo lectora que tú eres, estoy convencido de que este libro te gustaría. Ya me dirás si lo pruebas.
Un beso
¡Hola!
ResponderEliminarPues en una sola obra abordamuchos temas, y todos de interés.
Me quedo con la frase en la que explica que su padre hizo de él un ser humano y su madre un escritor.
Muy feliz día y mil gracias por la reseña.
Esa frase es magnífica y en ella abraza a ambos progenitores. Tiene frases impresionantes por lo que encierran. Y lo que cuenta sobre la deportación que sufrieron los griegos a partir del Tratado de Lausanne de 1923 hace reflexionar mucho.
EliminarUn beso
El caso es que me suena el nombre del autor y no sé bien de qué. He ido a Wikipedia y no hay nada por lo que le pueda conocer pues las películas que ha dirigido o escrito no me suenan de nada.
ResponderEliminarVeo que tiene una serie policíaca (siendo sueco de adopción no podría sustraerse), pero no parece que esté traducida.
Esta novela o realidad ficcionada tiene una pinta estupenda. Que trate sobre su padre y su madre a los que califica de futuro y pasado respectivamente, y esos hechos históricos y todo lo que cuentas me la hace muy atractiva.
Un beso.
Hola, Rosa:
EliminarEs fantástico encontrar autores y directores de cine desconocidos porque descubrir escritores desconocidos anima a seguir leyendo.
Creo que te gustará, Rosa. El homenaje que hace a los profes emociona a quienes lo hemos sido, ya verás. Todo todo está muy bien en ella.
Besos
Hola Juan Carlos!. Si que trata un montón de temas interesantes esta novela. Las figuras de los padres, vistas por el hijo, que no tienen porque ajustarse a la realidad ( o si, depende de como cada uno lo interprete), la loa a la figura del maestro, el choque cultural Grecia- Suecia, la migración y las deportaciones... Confieso que no he oído hablar del autor pero me lo apunto para curiosear un poco. Un abrazo.
ResponderEliminarYo también es la primera vez que llego hasta él y me ha gustado. Creo que a ti también ta va a gustar.
EliminarBesos, Mar
El libro me gustó bastante, aunque me costó entrar. Esos niveles mezclados con las reflexiones...
ResponderEliminarTu reseña es magnífica, la disfruté desde el principio.
Muchas gracias.
Hola, Mary Luz:
EliminarEs cierto que en ocasiones el abundante número de nombres de persona de la familia Kallifatides despista un poco cuando los entremezcla con sus reflexiones, el escrito del padre y los días pasados con su madre. Pero poco a poco todo va ocupando su lugar, ¿no?
Muchas gracias por tus amables palabras sobre mi reseña.
Besos
Es curioso que termines con esa escena del balcón porque, justo cuando comencé a leerte, no pude evitar pensar en El balcón en invierno de Luis Landero. Después enseguida he deshecho mi conexión, pues aunque haya también mucha memoria, metaliteratura y relación tanto maternofilial como paternofilial, se ve que cada uno de ambos libros tiene su propia esencia. El contexto obviamente es muy diferente, así como la relación entre ambos autores y sus respectivos padres. En todo caso, este libro tiene muy buena pinta y me interesan mucho todas esas cosas que mezcla.
ResponderEliminarBesos
Yo creo, Lorena, que este libro te gustará. Es algo diferente a otros, y eso siempre está bien. Ya me dirás cuando lo leas
EliminarBesos
Hola ,Juan Carlos.Soy tu " buena amiga" Isabel.Me ha gustado leer tu reseña y tu
ResponderEliminarpunto de vista me ha hecho apreciar aspectos que no había captado con mi lectura.
Gracias por publicar.
Hola, Isabel:
EliminarNo sólo eres "mi buena amiga Isabel", sino textualmente "mi muy buena amiga Isabel". Siempre tus recomendaciones literarias me han agradado; esta novela del griego sueco, también.
Creo que intercambiar puntos de vista sobre lo que se acaba de leer siempre es un buen ejercicio. Si mi reseña ha servido para completar el tuyo, entonces el fin perseguido al hacerla se ha logrado.
Muchas gracias por tu comentario, amiga
Besos
Parece una lectura interesantísima, conocía el título por otra reseña y ahora he podido hacerme una idea más cabal. El tema de preservar la memoria de nuestro mayores me parece esencial, junto a otros temas que introduce Kallifatides. Parece que el individualismo gana la partida y las relaciones entre las personas son un mero intercambio comercial, por eso esta lectura tiene un valor añadido.
ResponderEliminarExcelente análisis, Juan Carlos, como siempre.
Un abrazo.
Hola, Gerardo:
EliminarCreo que el libro será de tu agrado. Es interesante además ver cómo sienten temas comunes a los nuestros personas de otras tierras. Muy curioso es ver cómo nota el choque cultural un griego de origen y sueco de adopción cuando retorna a la Grecia de su niñez. Y aunque sea Grecia, los temas que toca son comunes a la mayoría de los lugares, y desde luego el nuestro, España.
Muchas gracias por tu comentario, siempre amable, Gerardo
Un abrazo
Tengo que empezar a leer a este autor. Estoy segura de que me va a gustar. Un saludo
ResponderEliminarSeguro que sí, Esther
EliminarUn beso
No es un género que suela leer, pero trata temas tan interesantes y son tantas las buenas reflexiones que en esta ocasión podría salir de mi zona de confort y animarme con esta lectura.
ResponderEliminarBesotes!!!
Sí, Margari, hay que salir de la zona de confort. A veces se encuentran zonas igual o hasta más confortables que las habituales. Bueno, la cosa es probar.
EliminarUn beso
Juan Carlos, el título de este libro encierra tantísimo, tantísimo... Qué relación esa entre madres e hijos. Me gusta mucho lo que cuentas. No me importa que sean memorias. Las memorias son muy importantes, nada debe sucumbir ante el olvido. Me lo anoto porque sé que me podría gustar. Besos
ResponderEliminarSeguro que te va a gustar, Marisa, ya verás como sí.
EliminarUn beso
Qué cosas, nunca había conocido a un escritor medio griego y medio sueco. Tiene buena pinta este libro, aunque por lo que dices, supongo que yo tampoco lo calificaría de novela sino de "memorias familiares" o algo así, si es que ese género existe.
ResponderEliminarHola, Espe:
EliminarPienso que si hay algunas memorias de verdad verdad, esas son las familiares. Todo comienza ahí; luego lo social y lo profesional es en gran medida consecuencia de lo que se haya sembrado en el seno familiar. O sea que sí, memorias familiares, relato familiar, autoficción e incluso novela porque en esa denominación cabe todo o casi todo.
Saludos y besos
Hola! Siempre me encuentro cosas y lecturas tan interesantes en tu blog que te tengo en un apartado en mi cuaderno , y con estrellas para recordarme algo que s me haya pasado y es que en tu blog todo merece la pena.
ResponderEliminarGracias vere que hago con este descubrimiento, Saludosbuhos!!
Que tengas buena semana.
Pero qué amable eres, amiga mía. Desde luego tener para mí solo un apartado en tu cuaderno me llena de satisfacción y también de responsabilidad porque no querría que alguna de mis reseñas te desilusione. pero seguro que hay, ha habido o habrá alguna/s que así lo hayan hecho. Ya sabes, amiga, que eso es inevitable.
EliminarYo también te deseo una buena semana. por aquí ya con un calor que va a er tremendo según nos están anunciando.
BESOS