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9 ago 2019

"Voces de Chernóbil". Svetlana Alexiévich, Premio Nobel de Literatura 2015

"Antes de la operación, yo ya sabía que tenía cáncer. Pensaba que sólo me quedaban pocos días de vida, y me resultaba terriblemente odiosa la idea de que me iba a morir. Y, de pronto, me empecé a fijar en cada hoja, en los colores brillantes de las flores, en la claridad del cielo, en el asfalto, de un gris cegador, veo las grietas que tiene y, entre ellas, cómo corren las hormigas. No, me digo, no las tengo que pisar. Me dan pena. ¿Por qué tienen que morir?".


Literatura rusa, literatura bielorrusa
Ni sé ya el tiempo que llevo oyendo alabanzas a mi alrededor sobre la serie televisiva -miniserie más bien- emitida por la plataforma HBO en exclusiva y de forma semanal a partir del 6 de mayo del año en curso. Su éxito de audiencia ha sido tal que incluso aquellos que como yo no estamos suscritos a dicha plataforma televisiva queríamos si no verla al menos saber más sobre ella. Fue así como me enteré del nombre de su autora, Svetlana Alexiévich (1948), escritora bielorrusa especializada en el periodismo literario y conocida en el mundo entero cuando la Academia sueca la distinguió en 2015 con el Premio Nobel de Literatura.

"Voces de Chernóbil" es un ensayo periodístico consistente en la recopilación por parte de la periodista de testimonios de supervivientes del desastre recogidos en 1996, diez años después de sucedido el mismo. El accidente de Chernóbil1​ fue un accidente nuclear ocurrido el 26 de abril de 1986 en la central nuclear Vladímir Ilich Lenin, ubicada en el norte de Ucrania, que en ese momento pertenecía a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, a 3 km de la ciudad de Prípiat, a 18 km de la ciudad de Chernóbil y a 17 km de la frontera con Bielorrusia.

Los supervivientes entrevistados pertenecen a todos los campos profesionales y a todos los niveles socioeconómicos. Hay que tener en cuenta que en 1986 la URSS aún existía si bien se encontraba en pleno proceso de reconversión económica a través de la denominada 'perestroika' que bajo una débil liberalización socioeconómica tenía por objeto reestructurar el sistema socialista a fin de poder perpetuarlo durante más tiempo. El hacedor de este proceso fue el Secretario General del Soviet Supremo de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, que accedió a la condición de líder supremo en 1985. Pero las cosas se precipitaron y la explosión del reactor de la Central nuclear de Chernóbil en abril del año siguiente tuvo mucho que ver en la caótica posterior desmembración política de la URSS.

Son seres de carne y hueso los que van a través de sus testimonios, de sus monólogos, dando forma al drama terrorífico que supuso para todos los habitantes de la zona este terrible suceso. Chernóbil hizo aflorar lo que durante 70 años estas personas llevaban oculto por obligación ("Ante Chernóbil todo el mundo se ponía a filosofar. Las personas se convertían en filósofos. Los templos se llenaron de nuevo. Se llenaron de creyentes y de gente hasta el día anterior atea" [pág. 46]). El estallido del reactor número 4 de la central nuclear mostró bien a las claras los éxitos y fracasos del sistema soviético. 

De éxito cabría calificar el magnífico resultado de la educación y cultura soviéticas: sabiendo del enorme peligro, de la segura muerte aplazada, los habitantes del lugar acudieron sin protección alguna a retirar la tierra contaminada, a sobrevolar el techo destruido del reactor, a trabajar en la mina hecha bajo la base del reactor para inyectar nitrógeno líquido y enfriar el agua y combustible nuclear a fin de evitar una explosión brutal que habría acabado con Kiev y Minsk extendiendo por toda Europa una nube radioactiva de proporciones jamás vistas. Sabiendo todo esto hubo trabajadores y voluntarios simplemente por patriotismo, por amor a la Patria, por haberse educado como soldados y no tener a la muerte: "¿O no es esto lo que yo les enseño a los alumnos? Solo eso: dar un paso adelante, lanzarse al fuego, defender, sacrificarse. La literatura que yo enseñaba no trataba de la vida, sino de la guerra. Sobre la muerte. Shólojov, Serafimóvich, Fúrmanov, Fadéyev, Boris Polevói…" (pág 252) - le cuenta una profesora de Lengua y Literatura rusas de la zona a la autora.

De enorme fracaso se reveló la constante preparación para la guerra inevitable, que estaba por venir, dada a los ciudadanos soviéticos durante toda la etapa de la guerra fría. Se esperaba la llegada de un enemigo exterior al que habría que combatir con el mismo ánimo y la victoriosa determinación demostrada durante la Gran Guerra Patria contra el nazismo alemán. A la zona fueron trasladados soldados pertrechados con armas, uniformes de paño, botas y poco más, que al llegar no vieron enemigo tradicional alguno; es más todo seguía como siempre: las flores, el cielo azul, las vacas paciendo en los campos de alrededor de la Central. Por esto los campesinos apenas si hacían caso a lo que algunos científicos, acallados por la nomenklatura moscovita, decían sobre la necesidad de abandonar la zona y no consumir los alimentos allí producidos ("En los primeros tiempos, algunos comestibles se llevaban a los dosimetristas, para comprobarlos; resultado: dosis diez veces superior a la norma, pero luego lo dejaron correr. 'Ni sé oye ni se ve ¡Qué no inventarán estos científicos!'" (por 187-188). 

Desastre de Chernóbil, Accidente nuclear, Chernobyl,
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=63251598
El fracaso lo describe a la perfección el ex Director del Instituto de Física Nuclear cuando tras plantear el asunto debidamente a las autoridades éstas se niegan a seguir sus recomendaciones científicas para no sembrar el pánico entre la población. Y por no querer asustar a los ciudadanos 700 toneladas de yodo se quedarían en los almacenes sin ser utilizadas a pesar de encontrase allí precisamente para catástrofes nucleares semejantes. Pero al no existir enemigo exterior alguno los dirigentes pusieron por encima de la salud de los habitantes el prestigio de la infabilidad soviética.
"Sobre nuestra tierra ya se habían precipitado miles de toneladas de cesio, yodo, plomo, zirconio, cadmio, berilio, boro, una cantidad incalculable de plutonio (en los reactores RBMK de uranio y grafito, en la versión de Chernóbil, se extraía plutonio estratégico, con el que se fabricaban las bombas atómicas). En total, 450 tipos de radionúclidos. El equivalente a 350 bombas como las que se lanzaron sobre Hiroshima. Se debía hablar de física. Y en cambio, se hablaba de enemigos. Se buscaba al enemigo.", pág 359 (dice el ex Director del Instituto de Física Nuclear)
La escritora publicó en 2013, dieciséis años después de aparecido éste que aquí reseño, un libro titulado "El fin del 'Homo Sovieticus'". Pues bien, en "Voces de Chernóbil" se muestra bien a las claras la caída del caballo de un perfecto 'homo sovieticus'. Se trata del exprimer secretario del Comité Regional del Partido de Slávgorod que relata su experiencia a la autora. En ella este hombre cuenta que cuando sucedió todo él mantuvo sus ideales comunistas por patriotismo y algo (¡quizá, mucho!) miedo. Y esa actitud le ha llevado a que ahora, diez años después, su nieta esté enferma de la sangre, él sea tenido por un criminal y se haya decidido a leer a Solzhenitsin. Como se ve es el caso de un auténtico 'homo sovieticus' caído:
"Vivíamos en una sociedad feliz. Nos habían dicho que 'éramos felices' y éramos felices. Yo era un hombre libre y ni siquiera se me ocurría pensar que alguien pudiera considerar que mi libertad no era tal. Ahora, en cambio, nos han borrado de la historia, como si no hubiéramos existido. Ahora estoy leyendo a Solzhenitsin... Creo que... [Calla] Mi nieta tiene leucemia. He pagado por todo. Un precio muy alto. Yo soy un hombre de mi tiempo. No soy un criminal." (pág.345)
"Voces de Chernóbil" como ya lo indica su título es una obra polifónica. Precisamente esta polifonía fue el argumento que la Academia Sueca dio para justificar este primer Premio Nobel otorgado a una autora periodista. Pero que sea periodista no quita para que en ella anide una buena conocedora de la literatura, especialmente literatura rusa. En este libro no son pocas las veces en que la escritora echa mano de la literatura para sostener, describir o apoyar mejor su argumentación. Nombres de autores rusos como los ya citados de Shólojov, Serafimóvich, Fúrmanov, Fadéyev o Boris Polevói están en boca de algunos entrevistados. Uno de ellos llega incluso a afirmar que "Chernóbil estaba ya en Dostoyevsky" (p. 297); y otro para sostener el sacrificio increíble realizado por la población de Pripiat  cita unas líneas de "El maestro y Margarita" de Serguéi Bulgákov : "En el padre Sergei Bulgákov he leído lo siguiente: 'Dios, sin duda, ha creado el mundo, o sea que el mundo en modo alguno puede no salir bien', y es necesario 'soportar con valor y hasta el final la historia'. Ya ve"  (pág 111).

Conclusión
La obra aparte de un reportaje sobre las vivencias tenidas por supervivientes de Chernóbil es una presentación crítica de la organización soviética de la URSS donde todos eran inactivos por miedo:
"Tenían miedo de sus jefes. Y estos temían a los que estaban por encima de ellos. Y así sucesivamente, subiendo por la pirámide hasta el secretario general. Una persona lo decidía todo, lo decidía allí en sus alturas celestiales. Así estaba construida la pirámide del poder. Y a su cabeza, el zar. Entonces un zar comunista." (pag 208)
Entender el comportamiento, la actitud de la gente, sólo es posible desde el sentimiento, jamás desde la razón:
"En primer lugar, nosotros ponemos los sentimientos. Esto le da gran vuelo, una gran altura a nuestra vida, pero al mismo tiempo es fatal. En cambio, la opción racional siempre es para nosotros negativa. Nosotros comprobamos nuestros actos con el corazón y no con la razón." (pág 209)
En cuanto al menosprecio de las razones científicas un periodista entrevistado por Svetlana Alexiévich decía lo siguiente:
"Recuerdo una conversación con un científico: 'Esto es para miles de años -me explicaba-. El uranio se desintegra en 238 semidesintegraciones. Si lo traducimos en tiempo, significa mil millones de años. Y en el caso del torio, son 14000 millones de años'. Cincuenta. Cien. Doscientos años. Vale. Pero ¿más? Más allá de esta cifra, mi mente no podía imaginar. Dejaba de comprender qué es el tiempo. ¿Dónde estoy?" (pág. 195)
Premio Nobel de Literatura, Periodismo literario
Y en mi opinión la escritora coloca en boca de un diputado del Parlamento de Bielorrusia, presidente además de la Fundación Para los Niños de Chernóbil el verdadero quid de este ensayo periodístico que no es otro que la opinión que la autora tiene del socialismo real soviético. Para ella Chernóbil es la culminación lógica de un sistema ilógico basado en el miedo y que anula la voluntad de los ciudadanos siempre a la espera de las dádivas del Padre Estado. Pero en 1986 este Estado Soviético estaba ya en trance de desaparición, de parálisis absoluta.
 "Mi diagnóstico es... ¿Quiere oírlo? Una mezcla de prisión y jardín de infancia: esto es el socialismo. El socialismo soviético. El hombre entregaba al estado el alma, la conciencia, el corazón, y a cambio recibía una ración. La ración de Chernóbil." (pág. 217)
_________________________
Nota
Era mi intención realizar una reseña colectiva de cinco títulos leídos durante el pasado mes de julio, pero la calidad y altura de "Voces de Chernóbil" se me ha impuesto y me ha exigido reseña individualizada. Así pues no he hecho otra cosa que atender sus deseos.

1 comentario:

  1. No sé si más nadie se lo ha dicho, pero estoy viendo que no tienen casi comentarios sus entradas. No es porque la calidad de éstas haya cambiado, siguen siendo excelentes recomendaciones y de impecable redacción. Pero noto que no me llegan las actualizaciones de su blog en la lista de lectura de blogger. ¿Ha revisado recientemente esas configuraciones?

    Quizá a otros blogueros les pase como a mí. Sé que actualiza por lo que veo que publica en instagram. Y como allá le dije, Voces de Chernobyl es un pendiente que tengo hace rato.

    ¡ Saludos !

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