"Vuelvo a mis guardias en el Albergue. Dos veces por semana paso allí el día, y otras dos la noche. Fifina ya no está, ni tampoco Carmela, que es ahora enfermera de la Cruz Roja; en cambio está Laurita de los Ríos, la hija del Ministro, y una chica andaluza, hermana de García Lorca el poeta." ("Celia en la revolución", cap. I, 'Segovia, 1936')
Un libro interesante y para mí sorprendente. Digo sorprendente porque de niño -sí, lo fui, hace ya no sé ni el tiempo- veía por casa algún ejemplar de la autora que mi madre o sus hermanas, o sea, mis tías, conservaban de épocas anteriores. Siempre entendí, porque así nos lo hacían entender a los chicos por aquel entonces, que la autora hacía libros para niñas del mismo modo que los libros de Karl May, Emilio Salgari o Zane Gray nos tenían a nosotros por destinatarios. Por eso, cuál no habrá sido mi sorpresa cuando este libro, "Celia en la revolución", aunque es la historia de una niña durante la Guerra Civil española su destinatario es cualquier lector de cualquier edad e incluso, me atrevería a decir, de cualquier país pues lo que muestra la autora es el sufrimiento gratuito, la maldad, los abusos, el menosprecio de la condición humana, que los contendientes -todos: los unos y los otros- practican y ocasionan.
La peripecia de este libro
La novela conoció una peripecia que conviene conocer: escrita por la autora en 1943 aparecerá publicada en España en 1987 por la editorial Aguilar, la editorial que a partir de 1934 publicaba en forma de novela los relatos que el diario ABC en la revista Blanco Negro le había comenzado a publicar en 1928 dentro de una sección titulada 'Gente menuda'. Pero sorprendentemente al poco desapareció de las librerías y no fue hasta casi 30 años después que se hizo una nueva edición, ésta, la que yo he leído. ¿Por qué sucedió tal cosa?
La razón fundamental es la de que Elena Fortún (su nombre verdadero era Encarnación Aragoneses) nunca se adscribió a grupo ideológico concreto, lo que ocasionó que en un país como el nuestro que desde Antonio Machado habla de que "una de las dos Españas ha de helarte el corazón" estar en tierra de nadie, en una tercera España no adscrita a tirios ni troyanos, no sea bien acogido. A la buena de Encarna le sucedió lo mismo que al periodista sevillano Manuel Chaves Nogales a quien hace ya cosa de cuatro años dediqué una entrada a su excelente colección de relatos "A sangre y fuego" [leerla aquí], un libro muy, pero que muy, recomendable. Andrés Trapiello en su libro "Las Armas y las Letras" (1994, reeditado en 2002 y 2010) revindicó la figura del periodista andaluz y lo mismo hace de la figura de la creadora de Celia, ejemplo ambos de esa España no militante, de esa tercera España, demócrata y liberal, republicana, que se verá arrumbada al desván de la historia por la intransigencia de uno y otro bando. Trapiello en el ensayo "Los unos y los otros" que aparece antes de la novela en la edición de 2016 se lamenta de que haya tenido que pasar más de un cuarto de siglo para que la existencia de esta tercera vía, esta tercera España, haya sido admitida por 'los unos y los otros'. Y la razón de esta afirmación estriba en que en 1987, primera edición de la novela en España, el momento político que vivía España no contemplaba la posibilidad de admitir más de dos enfoques político-sociales en nuestro país. Y lo más triste es que a día de hoy, aún hay sectores de nuestra nación que sólo admiten el seguimiento ciego y sin cuestionamiento alguno de unos u otros. ¡Qué pena tan grande!
La novela
Estalla la guerra y Celia que está en Segovia pasando el caluroso mes de julio de 1936 cuidando de sus hermanas debe partir con ellas hacia Madrid pues el abuelo ha sido detenido y 'paseado' por los golpistas. En Madrid se encuentra con la revolución, pero de signo inverso a la que ha padecido en Segovia. La tía de Celia, Julia Gálvez, no hace más que maldecir la postura de defensa de la República, totalmente opuesta a la de su hijo Gerardo, que ha tomado el padre de Celia quien se ha marchado a la Sierra para defender de los facciosos al gobierno legítimo.
En Madrid, Celia, cual el galdosiano Gabriel de Araceli, recorre las calles y relata las barbaridades que observa. Su relato es a pie de calle, en el tranvía, saliendo o entrando de las casas de sus amigas de colegio Fifina o María Luisa, en el Albergue para niños de la calle de Serrano... Es impresionante la narración que hace del desastre sucedido en la calle de Ferraz donde acudía a visitar a su amiga Fifina que vivía con sus dos tías ("Así de calle en calle y de susto en susto, llego al boulevard. Ahora no hay más remedio que seguir por esta calle que acaba en Rosales…, a unos metros del frente. Hay otras personas que, como yo, están paradas en la esquina sin decidirse a exponer el cuerpo a la ancha calzada abierta a las balas y a los obuses que levantan trozos de calle."). En Madrid las condiciones de vida son cada día más difíciles. Su amiga María Luisa colabora en el Albergue de niños que hay en la calle Serrano a la altura del Hipódromo. Allí llevará Celia a sus hermanas Teresina y María Fuencisla a las que cuida como una madre desde que muriera la de las tres. Precisamente la peripecia sufrida por los niños de esta institución será la que haga que Celia viaje por gran parte de la España republicana en busca de sus hermanitas que serán evacuadas de Madrid a Valencia, para después ser trasladadas a Barcelona y de allí ya muy avanzada la refriega civil a Francia. Afortunadamente Teresina y María Fuencisla están al cuidado de Valeriana, la sirviente fiel que desde hace muchos años asiste a la familia. Y por suerte también, Cuchifritín, el hermano de Celia, está estudiando en Londres, razón por la que no aparece en este relato.
Celia dejará un Madrid donde todo escasea y donde los bombardeos son cada día más frecuentes para ir a Valencia en busca de sus hermanas. Valencia, a donde se ha trasladado el gobierno de la República se está poniendo imposible pues los bombardeos que Celia creía exclusivos de Madrid se han trasladado ahora a la capital levantina. En Valencia no aparecen sus hermanas y Celia malvive en pensiones y de pupilaje en casas particulares. Subsiste gracias a las quinientas pesetas que su padre le entregó en Madrid.
De Valencia irá a Albacete y de aquí más tarde a Barcelona. En Valencia se encuentra con Jorge, el hermano de su amiga Adela al que conocía de los veraneos de la familia en Santander. Jorge será su amor, quien la ayudará en todo facilitándole plaza en los trenes para que viaje, la invitará al cine y al teatro..., hará vivir a Celia, durante los brevísimos días de permiso que a veces consigue, un simulacro de felicidad en plena guerra.
Como en Barcelona no encuentra a sus hermanas, su padre le dice que lo mejor que puede hacer es marchar de nuevo a Madrid a la casa que la familia tenía en Chamartín. Allí se traslada Celia para luego ya, pasados unos meses, cuando con la guerra ya casi perdida las condiciones de vida sean totalmente inasumibles, vuelva a trasladarse a Valencia para allí esperar a tomar un barco que la traslade a Francia pues ella, una niña de 17 años, ha perdido el contacto con su padre y sólo le queda la opción de buscarlos allí en los campos de refugiados de la Cruz Roja que se han creado en territorio francés.
Una crónica autobiográfica realista
Este recorrido literario que realiza la niña, ya casi una mujer, Celia Gálvez, es el mismo que en la vida real realizara Elena Fortún. Naturalmente hay diferencias fruto de la verosimilitud literaria. Así el padre de Celia, a quien ésta sigue y respeta en todo lo que dice, es trasunto del marido de la escritora, Eusebio de Gorbea y Lemmi, militar de profesión y escritor teatral de vocación, bastante mayor que ella, a quien siempre respetó pero que no la hizo nada feliz. Es más, el éxito que la escritora consiguió en el mundo literario siempre escoció al marido, lo que al convivir con él hizo aún más infeliz a Elena.
En una sociedad tan machista como era la española de los años 30, que una mujer trabajase y allegase dinero a su casa era tenido por poco femenino. Por ello Elena Fortún, como le ocurriera a otras mujeres intelectuales y liberales del momento (Gloria Fuertes, Jimena Menéndez Pidal, Laura de los Ríos, Isabel García Lorca...), fue tildada de lesbiana en muchas ocasiones. La Fortún, que yo sepa, salvo en una novela inédita hasta 2016, no reflejó tal cosa en sus escritos si bien era muy conocedora del alma femenina y de la sensibilidad característica de la mujer. En la novela aparecen varias amigas de Celia (Fifina, María Luisa, Lydia, Adela y alguna otra) pero entre ellas no hay atisbo de relación lésbica alguna sino simple, buena y sana amistad entre personas en momentos tan difíciles como los que España vivía por entonces. Tan sólo, quizás, con su amiga Lydia a la que encuentra en Barcelona y con la que va al Astoria en cuya atmósfera desaparece la brutalidad de la guerra podría verse algo..., pero no... tampoco...
" —Esto es lo más «chic» de Barcelona –me dice–. Es un verdadero rincón parisién. Va gente rara. Muchachas con el cabello teñido de azul, de verde y hasta cubierto de polvo de oro; muchachos con cara de mujer y mujeres con aire de chicos… [...]
Fíjate en aquella chica rubia del traje sastre con la corbata y los guantes escoceses... ¡Es divina! Mira qué manos tiene. ¡Son de marfil...!"
La protagonista, María Luisa, siente su rareza gracias al asco, al asco que le da imaginar que tendrá que pasar la vida entregándose físicamente a un hombre. Sufre la incomprensión que padecen las mujeres que no caben dentro del corsé femenino, que tienen inquietudes intelectuales, lo cual se considera como una tara que ahuyenta a esos posibles pretendientes que no las quieren demasiado listas.Que estamos ante una novela realista lo demuestra el que en la novela comparezcan como personajes no pocas personas reales, como sus amigas Laurita de los Ríos o Isabelita García Lorca o su editor Aguilar. También es interesante la conversación que al inicio de la novela, en Segovia, mantienen Celia y Valeriana. Celia está deseosa de contarle a la criada el asunto del libro que está leyendo y que la tiene totalmente atrapada. Valeriana la oye distraída y dice:
"-Eso, ¿ha pasado?Así como Chaves Nogales, periodista, escribe relatos partiendo de la realidad de la guerra civil española, Elena Fortún, novelista, escribe la crónica -una crónica autobiográfica- de la vida real, el día a día, de una familia de clase media alta durante la guerra civil. Esto es lo que es "Celia en la revolución", una crónica, una novela dialogada, 'la novela de la lucha por la vida en la retaguardia, la gran novela del miedo y del hambre' en palabras de Andrés Trapiello.
-No sé... puede que sí.
-Pues mira: si no ha pasado, déjalo y no te disgustes, porque aquí están pasando cosas peores..."
Es una novela fácil de leer, simple en el lenguaje, con incursiones en el habla del pueblo llano ("hasta hay algunos que emprincipian con que si lo que pedrica el cura en el púlpito no es verdad, que si los frailes, y que si el Papa que está en Roma… ¡No paece sino que ellos van a arreglar el mundo y se lo saben too…!", le cuenta Valeriana a Celia cuando llegan a Madrid procedentes de Segovia), pero también con algunos momentos de elevación poética como cuando Celia ve marchar a su padre que la ha ido a despedir al ómnibus que la llevará desde Madrid a Valencia ("Se va… Le veo marchar inclinado… Ahora que cree que ya no le veo, anda despacio como si llevara un saco de pena sobre la espalda…").
La Tercera Vía
A Celia se le insta constantemente a que milite en alguno de los partidos existentes por entonces. Ella no siente predilección por ninguno, aunque sí se siente republicana y está en contra de los golpistas. En Valencia, esperando al barco que la saque de España habla con su amiga Rosita y escucha lo que dice la familia de ésta partidaria de los vencedores:
"-La revolución comunista de Madrid ha fracasado... Ya es cosa de días... puede ser cosa de horas la entrada del ejército... Van a fusilar a medio mundoCuando al final de la novela para poder subir al barco que la sacará de España se le pide su filiación política cita, aunque sólo como simpatizante, a IR (izquierda republicana), el partido de Manuel Azaña, precisamente el hombre que siendo presidente de la República se vio atrapado entre esas dos Españas, la fascista de los sublevados y la de los revolucionarios anarco-comunistas republicanos.
Parecen contentos. ¡Dios mío! ¡Y papá que decía...! ¡Y Jorge...! ¡Pobre Jorge...! Todo ha concluido… Sólo queda huir… Nosotros huimos… Otros están contentos. ¿Es que ellos no eran demócratas como papá? ¿Quién tenía razón? Papá; yo estoy segura de que papá y el abuelito son los únicos que tenían razón…"
Con Jorge habla muchas veces de política. El ideario de Celia y por ende de Elena Fortún se percibe en esta cita:
"Mira, papá me explicó una tarde que él defendía al pueblo para que se educara en el mismo banco de la escuela que el hijo del médico y del millonario y que no hubiera más diferencias entre ellos que las limitaciones de la naturaleza… Pero no me dijo que fueran todos pobres, o todos ricos… ni que les obligaran a hacer esto o aquello… No. Lo primero es ser libre y hacer lo que se quiere… ". A lo que Jorge le responde: "-Pues, chica, con esas teorías, no sé en qué partido convendrías... "Para finalizar
Elena Fortún escribió historietas y novelas protagonizadas por esta niña de la burguesía alta madrileña durante más de 20 años. La serie de narraciones protagonizadas por Celia ocupan 21 volúmenes: el primero de ellos, recopilación -como los tres volúmenes siguientes- de historias cortas publicadas en la revista Blanco y Negro, se titula "Celia, lo que dice", vio la luz en 1929; el último, éste que acabo de reseñar, apareció por vez primera en 1987 y luego en 2016. Algunas novelas de esta serie fueron adaptadas para televisión en 1993 por José Luis Borau.
Como tantas otras mujeres de su época, Elena Fortún conoció la incomprensión en vida y, afortunadamente, ya en plena democracia su figura fue reivindicada por un buen número de intelectuales, especialmente mujeres. Es el caso de Elvira Lindo, citada anteriormente, pero sobre todo el de la salmantina Carmen Martín Gaite que, reconociéndose en ella, dio conferencias y escribió artículos en los que salvaba la figura de esta mujer que no sólo era una escritora para niños (¡qué gran parecido con la poeta Gloria Fuertes!) sino una creadora con todas las letras y con una calidad análoga, si no superior, a la del género masculino.
Tengo originales de Celia aún en casa, eran de mis primas mayores y me encantaban; no tenía ni idea que había un libro de Celia sobre algo tan terrible. Mira, solo por el recuerdo que tengo de estos libros, me lo llevo.
ResponderEliminarUn besito.
Hola, Yolanda:
EliminarComo conoces otros de la misma serie de esta autora esta novela te sorprenderá por el tema pero no -pienso- por el estilo que es muy reconocible.
Que los RRMM te colmen de Libros.
Un beso
No sabía nada de esta novela y me ha encantado saberlo. Esta va a mis compras con el dinero del Tarro-Libros. A mi madre le gustará también.
ResponderEliminarAunque yo estoy bastante adscrita a un bando, lo estoy sin radicalismos ni estridencias. Sé lo que soy, pero probablemente, para muchos no estaría muy claro. Creo que ando cerca de esa tercera España que relatas.
Un beso, amigo.
Hola, Rosa:
EliminarYo, que leo mucho en mi Kindle, conseguí hace nada la novela dentro de las ofertas flash que todos los días me hacen llegar. Son ofertas a un precio muy bueno (esta novela salió ese día a 0'89€) y cuando creo que son interesantes las adquiero. Es lo que hice con esta novela que la autora no se atrevió a publicar en vida. Después de leerla se da uno cuenta de por qué: porque ser independiente, tener criterio, no tragar con todo, no militar en definitiva, no es bien visto por unos españoles que -no sé qué nos pasa- estamos siempre a la gresca unos contra otros.
Besos
Hola, gran reseña. La novela la leí en su día ya que estaba en la biblioteca de mi pueblo. La edición del 87, cuadrada y en tapa roja. Cuando fui algo mayor la estuve buscando durante años y solo vi ejemplares a precios astronómicos. En cuanto leí que habían vuelto a editarla me hice con ella. Los libros de Celia nunca los he visto para niñas, aparte de reírte mucho con ellos por las ocurrencias de los niños siempre los he visto más como novela costumbrista de cierta clase social de la época, y como tal, fascinantes. Te leo por Tarro - libros, un saludo.
ResponderEliminarHola Domi:
EliminarEn primer lugar quiero darte las gracias por este comentario que has dejado en mi blog. También agradezco lo que opinas en general sobre la reseña.
Luego ya te diré que estoy completamente de acuerdo contigo en que Celia no es una lectura sólo para niños como nos quisieron hacer creer; no, para nada. Es la visión dl mundo a través de los ojos de una niña que va creciendo y que lógicamente va cambiando su percepción del mundo. Como niña que es nos hace sonreír por la inocencia con que a veces ve las cosas.
Por último, he pasado por tu blog ("Reading in my room") y veo que te gusta mucho la novela negra y que coincido en muchas lecturas contigo. Esto me agrada y por ello a partir de hoy mismo me convierto en seguidor de tu blog.
Veo que tú también estás siguiendo el mío. Muchas gracias.
A partir de ahora te leeré por tu blog y/ o por Tarro-Libros 2018.
Saludos
Hola!! Me encantaría saber si tiene uno o varios temas; sé que el principal es el de la Guerra Civil Española, pero yo que me he leído el libro no se si también se podría incluir el tema de la pobreza como un tema distinto o se podría poner todo incluido en el mismo
ResponderEliminarHola, Noa:
EliminarSobre la pregunta que planteas yo diría que no es la pobreza un tema distinto al propio de la guerra. Celia pertenece a una familia burguesa republicana acomodada que jamás sufre privaciones derivadas de la falta de medios económicos. Sufre privaciones como cualquier otra persona, rica o pobre, derivadas estas penurias del propio estado de guerra que se sufría en España. Al haber guerra todo escaseaba, claro, y era imposible para cualquiera encontrar alimentos. O sea que en mi opinión, no, la pobreza no es tema diferente al propio de la Guerra sino que va incluido en el lote que acompaña a cualquier guerra.
Un abrazo