Con frecuencia sucede -a mí, al menos, me ocurre en ocasiones- que una novela, una película o una canción vista, escuchada o leída por primera vez deja un sabor agridulce que no se sabe hacia donde derivará, bueno o malo. Esto me pasa especialmente con aquellas obras que se salen del carril, que no siguen las pautas que, establecidas o no, ya mi cabeza tiene asumidas y cuyo discurrir parece como que ya lo anticipase. Las obras innovadoras suelen romper los estrechos márgenes en los que uno estaba confortablemente instalado.
Tras el lógico desasosiego inicial, al remansarse en la cabeza lo leído, visto u oído, el contenido y la forma de aquello comienza a crecer, a adquirir volumen, a ocupar todo el espacio llegando hasta los rincones más escondidos de manera que el disfrute estético te invade completamente, deshaciendo esos 'peros' que durante el proceso de recepción hubieran surgido en tu interior. Entonces, definitivamente, los matices ocultos se revelan como nunca y comprendes que acabas de degustar algo nuevo, interesante, desasosegante por único y que, por ello, eres/soy afortunado. Este es el proceso sucedido en mí tras la lectura de "El mar" de John Banville.
El autor
[Ilustración de Alba Marina Rivera en;el suplemento 'La Buena Vida';(nº 3 octubre 2008) de la;revista Tiempo] |
Vivió dos años (1968 y 1969) en Estados Unidos: En 1970 vuelve a Irlanda trabajando como periodista en el diario The Irish Press. Cuando este periódico desapareció en 1995, pasó al The Irish Times. Actualmente es colaborador habitual de The New York Review of Books.
Ha publicado libros desde el año 1970. En narrativa tiene dos líneas: Una propiamente creativa y muy personal que firma con su propio nombre; y otra que comenzó como divertimento en 2006, tras la obtención en 2005 del Premio Booker precisamente por "El mar", la novela que acabo de leer. Su segunda línea creativa se sitúa dentro del género de la novela negra; hasta ahora ocho son las novelas de esta tendencia narrativa que ha hecho y que firma con el seudónimo de Benjamin Black. De la última de ellas, "La rubia de ojos negros", tengo hecha reseña en este blog [leerla aquí].
Por esta doble dirección en su narrativa es preguntado con frecuencia. Siempre responde que para él la principal, y en la que se siente verdadero novelista, es la que firma como John Banville, pero sin despreciar nada su faceta de novelista noir:
"El arte es una cosa extraña. Bajo el sombrero de Banville puedo escribir 200 palabras al día. Un día decidí que podía convertirme en otro y bajo ese segundo sombrero, en esa segunda piel, puedo irme a comer tras haber escrito un millar de palabras, tal vez 2.000, y disfrutar con ello. Es increíble descubrir cómo otro tipo puede vivir tu vida y usar tus manos y deleitarse con eso. Escribir es un trabajo peculiar... Escribir es como respirar. Lo hago por necesidad. Por mi propia boca, y ahora también por la de Black" (wikipedia)He comprobado por mí mismo que en verdad Banville y Black parecen individualidades diferentes. Leer a Benjamin Black es sencillo pues lo que hace en sus relatos es utilizar las claves narrativas de los grandes autores clásicos del género (Raymond Chandler, Conan Doyle, Agatha Christie...) sin introducir innovación alguna. El resultado novelístico en esta su segunda trayectoria nbarrativa es como digo en la reseña de la única novela firmada por Black que le he leído es simplemente "correcto", sin más. Sin embargo la lectura de esta mi primera incursión en una novela de John Banville he de decir que no es algo sencillo por ser bastante distinto a casi todo lo que he leído. Banville exige atención, detenimiento; Banville no circula por raíles ya explorados por otros como le sucede a su heterónimo Benjamin Black.
La novela "El mar"
El protagonista Max acaba de enviudar de Anna. En su pérdida de referentes decide buscar algún asidero. Lo encuentra en la localidad de veraneo frente al mar a la que siendo niño acudía con sus padres. Allá decide regresar en busca de un pasado imposible."Algo se había estropeado, un coche, no, una bicicleta, pues aunque tenía la edad que tengo ahora, también era un muchacho, un muchacho grande y torpe, sí, de camino a casa, debía de ir a casa, o a algún lugar que alguna vez hubiera sido mi casa, y que volvería a reconocer en cuanto llegara allí."
Magistralmente el narrador protagonista va entreverando la situación de duelo personal en la que está inmerso tras la muerte de la que fue su Amor con el descubrimiento de éste cuando apenas si era un adolescente. La familia de los Grace centra toda la atención de un jovencísimo Max que primero se siente enamorado de la madre de los gemelos Chloe y Myles para luego tener sus primeros escarceos eróticos en forma de besos y caricias con Chloe que, aunque de la misma edad que él, parece vivir en otra dimensión en todos los aspectos.
Del despertar de la ilusión por el nacimiento de los primeros latidos del sentimiento amoroso a su declive, no por su destrucción sino por el acabamiento de la/s persona/s objeto del mismo transita Max en esta novela. En concreto hasta la desaparición de la/s persona/s en las que había fijado su atracción, sobre todo, en Anna quien tras la visita al especialista doctor Todd se sabe condenada a muerte por la dolencia incurable que padece:
"Era algo que no debía haberle ocurrido, que no debería habernos ocurrido. Nosotros no éramos de ésos. La desdicha, la enfermedad, la muerte prematura, esas cosas les pasan a la buena gente, a los humildes, a la sal de la tierra, no a Anna, ni a mí."Al haber pasado por la experiencia de la partida definitiva del ser más querido, el narrador de manera concluyente piensa que "A lo mejor todo lo que nos ocurre en la vida no es más que una larga preparación para abandonarla.". Ya con exageración barroca nuestro Quevedo decía eso de 'En el hoy y mañana y ayer junto pañales y mortaja'; exactamente lo mismo que viene a concluir el protagonista de "El mar", la novela que Banville publicó en 2005 ganando el premio Booker de ese año con el que se premiaba no sólo a la novela sino también la trayectoria del escritor.
"El mar", una novela excelente
➤ Por las variadísimas referencias culturales que contiene: musicales, pictóricas, propiamente literarias...
- De todas ellas quizás sean las referidas a la pintura las más importantes. En especial en "El mar" existe una constante alusión a las pinturas de Pierre Bonnard, pintor francés nacido a finales del s. XIX cuya trayectoria pictórica se fue decantando hacia el naturalismo y el simbolismo movido por su interés por la magia y las ciencias ocultas. Max, nuestro narrador, se viene a comparar con el artista francés en muchos momentos. Uno de ellos cuando confiesa la falta de certezas que la memoria y el recuerdo imponen:
"En esos últimos cuadros que Bonnard pintó en el cuarto de baño, en los que retrató a la septuagenaria Marthe, nos la muestra como la adolescente que él creía que era cuando la conoció. ¿Por qué me exijo a mí más veracidad en mi visión que a un gran y trágico artista?"
- Si el personaje de Max se busca a través de la pintura, a la srta. Vavasour, otro de los personajes, dado el exacerbado romanticismo de esta mujer, el mismo Max la define a través de la música:
"La señorita Vavasour está tocando el piano.Toca Chopin muy bien. Espero que no empiece con John Field, eso no podría soportarlo. Al principio intenté que se interesara por Fauré, sobre todo los últimos nocturnos, que admiro enormemente."
- Pero sin lugar a dudas es la literatura, en forma de alusiones intertextuales y extratextuales, lo que más abunda en esta magnífica novela:
➛ Referencias a escritores: La primera y principal, implícita ya en el propio título, me lleva a Jorge Manrique y a ese 'la mar que es el morir'. Pero hay otras llamadas a autores importantes como cuando se refiere a los que él denomina "profesionales" de la escritura, contraponiéndolos a los 'creadores' y a los 'diletantes' (aficionados)
"Estamos libres, fatalmente libres, de lo que podría denominarse la maldición de la perpetuación. Acabamos las cosas, mientras que para el creador de verdad, como el poeta Valéry, creo que fue él, afirmó, la obra nunca se acaba, sino que se abandona." (p. 24)
➛ Menciones literarias hechas de manera poco frecuente: "El Bardo de Hartford" (Mark Twain), la "Alicia de Tenniel": la Alicia de Lewis Carroll vista a través de las ilustraciones del artista inglés del XIX John Tenniel...
➤ Por contener el más propio estilo Banville
En alguna de las muchísimas entrevistas que se le hicieron al autor irlandés con motivo de haberle sido concedido el premio Princesa de Asturias 2014 creo que dijo algo así como que siempre tenía sobre su mesa de trabajo dos novelas: un Banville, que le llevaba su tiempo, y un Black que utilizaba como divertimento. De este comentario vengo yo a concluir que el propio escritor se sabe poseedor de un estilo característico. Un estilo del que creo haber vislumbrado alguna característica y que por su individualidad hace que el primer Banville que uno lee, como ha sido mi caso, represente mayor dificultad, pienso yo, que los siguientes.
➛ Un narrador que describe de manera minuciosa con detallismo impresionista buscando captar la sensación en los detalles:
"las melodías llegaban hasta mí, un lejano estruendo de metales que la brisa me traía desde las salas de baile del Hotel Playa o el Golf, y pensaba en las parejas, las chicas permanentadas vestidas de azul caramelo y verde limón, los jóvenes con tupé vestidos con gruesas americanas y zapatos de suelas mullidas y de dos centímetros de grosor, dando vueltas en la cálida y polvorienta penumbra." (p. 107)
➛ Una manera de escribir que en ocasiones linda con la creación poética:
"El neblinoso aire gris de la tarde tenía un tacto a ceniza húmeda. Nos veo dando la vuelta y alejándonos hacia las dunas que conducen a la calle de la Estación." (p. 90)
"Chloe, su crueldad. La playa. Nadar a medianoche. Su sandalia perdida, aquella noche en la puerta de la sala de baile, el zapato de Cenicienta. Todo ha desaparecido. Todo se ha perdido. Tanto da. Cansado, cansado y borracho. Tanto da." (p. 122)
➛ Un vocabulario deliberadamente literario: 'apóstrofe apotropaico', 'vernal' ("un nombre tan delicadamente vernal"), etc.
➛ El propio John Banville se confunde con la figura de Max, el narrador, difuminándose las fronteras, sin saberse a ciencia cierta donde acaba uno y empieza el otro. Así, por ejemplo, lo vemos reflexionando sobre su propio proceso de escritura a través de esas directas llamadas a los lectores:
"Permitidme que me quede un rato a su lado, antes de que aparezca Rose, y Myles y Chloe regresen de donde están"
"Pero esperad, algo no funciona. Éste no puede haber sido el día del beso. Cuando salimos del cine era ya al ocaso, había llovido, y ahora es media tarde,"
➛ Este confusionismo deliberado, esta posible doble interpretación, es recurso empleado en otros muchos momentos del relato como cuando se reflexiona sobre la propia condición humana:
- la rebelión rabiosa e improductiva ante lo que no tiene remedio:"Puta, maldita puta, cómo has podido dejarme así, revolcándome en mi propia inmundicia, sin nadie que me salve de mí mismo. Cómo has podido.". Al leer esta imprecación dudamos de si la bronca se la está echando Max a la Muerte o a Anna, su propia mujer, por haberle dejado desvalido.
- Aunque quizás la más profunda reflexión que aparece en esta novela y que en cierto modo es motivo conductor de la misma se refiere a la indiferencia con que el mundo recibe y asimila lo que tanto perturba a cada uno de nosotros. Así ante la muerte, ante la desaparición de algún ser querido el mundo reacciona como si no hubiera pasado nada: "Y de hecho no había pasado nada, una memorable nada, tan sólo otro de esos grandes encogimientos de hombros con que el mundo manifiesta su indiferencia." (p. 175)
➛ La envoltura del humor. A pesar del profundo tema de la novela: el duelo, la asunción de la pena a través de la memoria..., Banville esparce por el relato con sabia dosificación las gotas de humor necesarias para sobrellevar cualquier asunto por terrible que éste sea:
"La gente se va, desaparece. Este es el mayor misterio; el más grande. Yo también podría irme, oh sí, podría irme sin avisar y sería como si nunca hubiese existido, sólo que el prolongado hábito de vivir me predispone contra la muerte, como ha dicho el doctor Browne" (p. 92)
"Tampoco es que me preocupara especialmente el origen del dinero de Anna [...] ¿Qué es el dinero, después de todo? Casi nada, cuando uno tiene suficiente. (p. 137)
"Bollo vive en la ciudad, en un piso situado sobre una tienda, en circunstancias que, me había hecho saber con firmeza, están muy por debajo de su nivel social, pues es hija de la pequeña nobleza y en su apellido lleva un guión." (p. 135)
Final
Una novela con cierta exigencia, que se degusta más según pasan las horas y lo leído se va decantando de manera lenta pero segura. Una novela en la que como se ve en la reseña se pueden destacar muchas cosas. Yo por quedarme con una que me haya llegado especialmente tomo aquella que viene a manifestar con incredulidad infantil la fastidiosa constatación de nuestra finitud vista a través de la perpetuación de las creaciones humanas frente a la vida de sus artífices. Esta idea es en cierta manera el marco de toda la novela:
"Sí, las cosas perduran, mientras la vida pasa." (p. 6)
Me dejas alucinada con la meticulosidad de tus reseñas. Este libro lo leí hace unos años y recuerdo que me gustó, pero sin entusiasmarme. Tal vez el duelo por su esposa muerta me resultó algo incómodo pues me parecen temas demasiado tristes a no ser que tengan detrás una trama que te distraiga del hecho en sí. Tal vez era demasiado poético para mí. Soy muy poco lírica y prefiero a Benjamin Black.
ResponderEliminarPero tu reseña es fabulosa.
Un beso.
Si te soy sincero, te diré que sí que pienso que adolece un poco de falta de trama detrás, como tú bien dices, aunque al final gana en ritmo. Pero es verdad que tras dos tres días de haber acabado su lectura el libro fue agrandándose en mi cabeza y me puse a anotar aquellas cosas que me parecían interesantes y, al final, salió esto.
EliminarDe lo que sí me he quedado con ganas, dado que ahora ya conozco la manera de novelar de Banville es de coger por banda otro de sus títulos ("La guitarra azul" ´que es el último, por ejemplo) para aprovechar el impulso que he cogido.
Mi reseña no sé cómo será, lo que sí sé es que tú eres una magnífica amiga, Rosa.
Un beso
¡Gran reseña Juan Carlos! Porque ya envié la carta a los Reyes Magos, si no incluía el libro. Tendré que hacerlo en la primera librería que encuentre porque tiene una fantástica pinta. Y de nuevo, gran reseña, muy sincera y completa. Besos.
ResponderEliminarHola Erianod:
EliminarComo los Reyes son magos, seguro que alguno de ellos sabrá que esta novela te interesa y te la regalará (estaría bien, ¿no?).
Te agradezco tus palabras sobre la reseña.
Muchos besos
Me acerqué a Banville después de leer una entrevista en El País titulada "Los artistas somos caníbales", ahí es nada. El caso es que me deslumbró y me fui por la parte más arriesgada. Me costó un poco, sobre todo porque tuve que leerla a ratos y así es fácil perderse, pero coincido con tus apreciaciones. Aunque el tema fundamental es el duelo y la memoria, hay más por debajo, es una novela densa y compleja. Sobre todo logró conmoverme el final. Un grande, Banville y capaz de ese desdoblamiento que a mí me tiene asombrado.
ResponderEliminarSaludos, Juan Carlos, buena lectura para empezar este 2017.
Hola Gerardo:
EliminarEs un grande, sí señor. Tan grande que su nombre suena àra el Nobel, aunque hay muchos candidatos mercedores (Irving y Marukami, por ejemplo) y oytrosd que se cuelan de rondón como el de este año que acaba de finalizar.
Un fuerte abrazo, amigo
La reseña espectacular Juan Carlos, es así, cuidada, detallista, analizando todos los aspectos, de lujo, vamos.
ResponderEliminarMe he quedado con esa reflexión final que nos dejas sobre la indiferencia con que el mundo acoge las muertes ajenas. Es algo que siempre me impresiona, ese seguir de lo cotidiano, inalterable, ajeno, indiferente mientras el otro está inmerso en el dolor, ese continuar de la vida sin alterarse seguramente como debe ser y el gran poder curativo de la escritura como una catarsis, ese poder escribir sobre lo que duele intentando que cada vez lo haga menos.
A lo que iba que me voy por las ramas, me ha gustado mucho aunque no sé si en estos momentos tengo ganas de una novela tan densa, que necesite tanta dedicación y tiempo o me decantaré más por su parte más light.
Besos
Aunque no sea este un momento en que te sientas predispuesta a enfrentarte con novelas densas y profundas como las de Banville, ya te llegará el momento en que te digas 'ahora voy a leerme una suya'. Cuando lo hagas, creo, que te pasará como a la mayoría de quienes lo han leído: lectura no fácil, pero que deja una enorme satisfacción final.
EliminarUn beso, Conxita
Hace varias semanas que terminé de leer esta novela y no puedo quitármela de la cabeza, como creo que te ha pasado a ti, Juan Carlos. La leí al aparecer mencionada por algunos autores como lectura recomendada. Hubo momentos que pensaba que estaba bien sin más, otros que era una gran novela, a veces perdía el hilo ( y encima suelo leer varias cosas a la vez)… Al final esta novela me ha producido una nostalgia y admiración narrativa similar a la que me producen las novelas que he leído de Sándar Márai . He estado buscando reseñas de para ver si en otros esta novela ha creado esa sensación de desasosiego y me he topado con tu blog. Tu reseña, Juan Carlos, es magnífica; me apunto tu blog y husmearé tus comentarios y recomendaciones. Gracias y un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias, amigo "Unknown" (desconocido), por tu opinión sobre mi blog. No sabes la satisfacción que me produce encontrar lectores como tú. Te invito a que te suscribas al blog, a que lo sigas..., también esto a quienes hacemos reseñas y cosas así nos agrada.
EliminarRespecto a lo que comentas sobre la novela, esa comparación que haces con Sandor Marai me parece de lo más oportuna. Sandor Marai es uno de mis autores favoritos, sus novelas me encantan ("El último encuentro", "Divorcio en Buda", "La hermana" son títulos suyos que me encantaron). Incluso quizás por apuntar otro autor que admiro y cuyo estilo me encanta y puede resultar similar -en mejor, ¡eh!- al de Banville estaría el de Stefan Zweig.
Gracias a ti por tu comentario.
Un abrazo
Uff acabé "desconocido" porque algo hice mal. Ya me suscribí por email y por facebook( creo haberlo hecho bien, me pierdo en estos asuntos). Me llamo Alberto Medina y ojalá lo haya hecho bien para recibir tus publicaciones; tu blog es de primera. Un saludo!!!
ResponderEliminarBienvenido, Alberto:
EliminarImagino que te habrá suscrito bien, no creas que yo soy muy experto en estos asuntos. Si te has suscrito por email y Facebook imagino que te llegarán comunicaciones con mis entradas. También puedes seguir el blog pinchando en el botón 'seguir' del primer apartado ('Seguidores') de la columna de la derecha. Creo que es la mejor manera para que yo pueda ver con rapidez los comentarios que dejes en el blog. pero, bueno, da igual. Lo importante es poder leer y hablar de literatura con personas interesadas y competentes como tú.
Un cordial saludo