Tengo en mis manos -acabo de cerrarlo- el último libro de Ezequías Blanco. No sé si será porque es el último o por qué otro motivo, pero no puedo desprenderme de él, releo algunos poemas, debo de volver a leerlos todos, contiene poemas que me han impresionado, que me han llegado muy hondo. De los 43 poemas que integran esta última entrega de su poesía me es difícil seleccionar aquellos que más me han gustado, tanta es la calidad que existe en todos ellos.
En cinco secciones y un epílogo distribuye Ezequías sus composiciones poéticas: de las cinco es precisamente la última, Algo tendrá que ver el cine la que da título a todo el volumen. Tengo la impresión de que en la ordenación que el autor da a los apartados en que organiza sus poemas existe una dirección que va de su interior más personal y reflexivo de Unos cuantos al origen, donde se diría que el poeta decide detenerse y, desde la altura de su edad cumplida, volver la vista atrás para, en la contemplación de los estragos causados por el tiempo inexorable sobre las cosas (Visita a la casa familiar abandonada) y sobre las personas (La sonrisa de mi madre), rememorar la vida pasada y ya desaparecida. No veo pesimismo en esta constatación sino aceptación estoica de lo que es la vida, una vida de la que atisba ya el final consabido aunque por fortuna aún no próximo: «Aún estamos para llegar en hora / al pie de la colina a descansar / en vuestro camposanto» (en Visita a la casa familiar abandonada) o «Su mente es una grieta / donde no existen los dones / sólo la certidumbre del destino» (en La sonrisa de mi madre).
En la segunda parte, El cuenco de manteca, Ezequías agavilla otros 11 poemas, como en la sección primera, con la salvedad respecto a ésta de que aquí la mitad de ellos están dedicados o tienen destinatarios concretos a quienes el poeta regala lo que él posee, lo que mejor sabe hacer, su cuenco de manteca. Y por si sospechase que quedase un mínimo de oscuridad interpretativa él mismo en el poema primero que da título a todo el apartado aclara «El cuenco de manteca es el poema». Hay en estos versos diálogo con el otro, mostrándose el yo saliendo de sí mismo y viéndose en la contemplación del de enfrente: «No soy otra cosa que lo que ves» dice en No soy más..., hermosísimo poema que utiliza como estribillo el paralelismo. También me ha gustado -y divertido- mucho la declaración de amor que a su tierra, Zamora, hace Ezequías: «No hay pensamiento sin voz. / No hay límite sin espacio. / No hay ciudad con más amor / en su nombre que Z(amor)a» (en A Zamora). Como digo son poemas los de esta sección que tocan más la realidad vivida, la realidad que existe fuera de él: «La muerte nunca llega a tiempo / a pesar de que siempre comparezca / a la hora convenida» (en En plena pandemia). Son en general poemas muy en línea con la veta popularista de la poesía española tanto en las formas elegidas (canciones paralelísticas con ritmos marcados a base de anáforas, repeticiones y estribillos, coplas, cuartetas de romance, etc.) cuanto en los términos que utiliza: 'ruchabel', 'cambriza', 'trasminar', 'nelumbos', 'andurriales', 'piedralipe', etc.
Como si de dos apartados eslabón se tratase aparecen tras las dos primeras secciones la parte titulada Autoayuda /autoamparo, y de seguido una cuarta titulada Vetavena social. Los denomino apartados eslabón por eso de que el tercero parece enlazar más con los poemas más del YO de las partes que lo anteceden y el cuarto entra ya de lleno en la externalidad representada en lo social donde el poeta habita y en las influencias artísticas que de esa sociedad recibe y al tiempo lo conforman.
De la parte III destacaría especialmente dos poemas: el titulado Cantar bostezar deslizarse en el que el poeta se ve a sí mismo como desde afuera y manifiesta los anhelos que le gustaría ser y lograr; el segundo es el que lleva por título Letra para canción sin éxito, auténtica declaración de independencia: «Puedo vivir sin ti perfectamente. / Nada tiene que ver contigo / esta declaración de independencia»
En la parte IVª el poeta, diría yo emulando a Gabriel Celaya, baja a la calle, sale de su ensimismamiento íntimo para relacionarse con el mundo. Son poemas en los que los grandes temas sociales afloran: la solidaridad en Simón de Cirene), los refugiados en "Refugiado" palabra del año, la violencia contra la mujer en "Ciudad Juárez" o en Violencia de género, poemas estos últimos que rompen poéticamente las expectativas que sus títulos evocan habitualmente. Creo que en esto reside uno de los muchos grandes méritos de la poesía de Ezequías Blanco quien, como muy bien dice en el magnífico prólogo que le escribe José Luis Morales, es «Un poeta que abjura del mesianismo y de la poesía obscenamente testimonial, atacando con ironía cualquier asomo de poesía didáctica -con fines éticos, políticos o sociales tanto da- o militante.»
El último apartado, el que da título a todo el poemario, es una muestra de lo atento que el poeta está a lo que le rodea y le sirve de estímulo en este mundo. Muchas cosas lo son, desde luego, -aunque aquí haya centrado su atención en el Cine-, lo que en el terreno cultural mantiene vivo a Ezequías. La literatura es quizás lo primero de todo. Hay muchas referencias a ella en toda su obra poética, y aquí, en la parte anterior, hay una alusión explícita en el poema Los cólicos de la justicia: «No he dicho a nadie todavía / (ni a José Hierro ni a Manuel del Río) /que hay mucha gente a punto de llorar» en ese juego con el poema Réquiem de José Hierro cuyo primer verso dice: Manuel del Río, natural / de España, ha fallecido el sábado / [...]. Pero sería largo hablar del culturalismo literario presente en todo este libro de poemas. Si, por no perderme, me centro en esta quinta sección del poemario, diré que, junto a la influencia cinematográfica, en los poemas Carta de Yukio Mishima a la novia de Mochimaru, El cartero y Pablo Neruda, y en El volcán de la Palma, las referencias literarias son más que evidentes en el título de los dos primeros; leyendo el tercero, encontramos como cierre del mismo unos versos tomados de manera literal de la estrofa final de la endecha a la muerte de Guillén Peraza escrita por un anónimo poeta canario del siglo XV. Menos evidente para los no conocedores de las admiraciones literarias de Ezequías es la evocación -homenaje, creo yo que sería mejor decir- que hace al poeta salmantino Aníbal Núñez (Salamanca, 1944-1987) en Castillo de Gormaz, poema para el que usa directa y conscientemente el título de uno de los poemas más conocidos del poeta salmantino («Gormaz a sangre y fuego»); al tiempo juega con versos de ese poema alterando el orden de sus palabras: [...] «Aljibe sin bóveda / brocal sin pozo lleno de cascotes. /("Gormaz a sangre y fuego" figura ya en lo escrito)»; son versos que remedan los de Aníbal Núñez: «Bóveda del aljibe; / los jóvenes cadáveres / por el brocal cayeron» del poema así titulado. El sentido homenaje es más que evidente.
Pero vuelvo al asunto cinematográfico que justifica no sólo la Vª parte sino todo el volumen. Me ha divertido mucho buscar la base cinematográfica que sustenta cada uno de los poemas. Seguramente habré errado el tiro en más de una de las atribuciones, pero no me preocupa, lo interesante es que el poema en cuestión me ha evocado ese título, que coincida o no con el que el propio escritor tenía en su mente en el momento de la escritura es ya harina de otro costal. Comienzo mi listado, omitiendo aquellos a los que no he logrado adscribir film alguno:
- Bird de Clint Eastwood para Cuando Harry Red se enteró de la muerte de Charlie Parker
- Doce años de esclavitud de Steve McQueen para Solomon Northup
- Ágora de Alejandro Amenábar para Teodosio I el Grande empieza a claudicar ante el empuje de los bárbaros
- Mishima, una vida en cuatro capítulos de Paul Schrader para Carta de Yukio Mishima a la novia de Mochimaru
- El cartero y Pablo Neruda de Michael Radfort para El Cartero y Pablo Neruda
- El Cid de Samuel Broston para Castillo de Gormaz
Pero dejando a un lado estas relaciones cinéfilas lo importante es que todos los poemas son muy interesantes. Alguno, por ejemplo El cartero y Pablo Neruda, está realizado en formato teatralizado como si formase parte de un texto más amplio. En otro, como el titulado Película israelí, he visto un lenguaje de características muy surrealistas, con presencia de imágenes muy en línea con esa corriente literaria: «Las madres mueren por la noche / y siempre antes de morir / lloran delante de los lobos / cuando a los saltamontes ven sin fuerza».
De esta parte destacaría sobre los demás, siendo todos ellos de enorme calidad, dos: Anne Marie y Teodosio I el Grande empieza a claudicar ante el empuje de los bárbaros.
Final
Poco más me cabe decir sobre este librito de 88 páginas, tan bellamente presentado por Los libros del Mississippi en su Colección Libretos. Sólo querría añadir, antes de cerrar y para que no se me olvide, que Ezequías Blanco prescinde conscientemente en todos los poemas de Algo tendrá que ver el cine del signo de puntuación de la coma. Con esto logra dar da más cancha al lector, que ha de poner más de su parte para la debida intelección del poema; al tiempo, al poeta le sirve para abrir el campo significativo de algunas palabras a una posible doble, e incluso triple, significación.
Me he centrado en esta reseña exclusivamente en el poemario sin hacer alusión alguna a la biografía del autor ni a sus obras anteriores. El motivo no es otro que figurar en otros lugares de este blog suficiente información al respecto. Así para conocer la biografía literaria del poeta remito a lo que sobre ella escribí en la reseña que en febrero de 2021 hice de su libro en prosa "Nuevas nuevas sobre Colón" [pinchar sobre el título]. Para saber sobre su trayectoria vital (profesión, amigos, revista literaria Cuadernos del matemático, etc), la lectura de lo que escribí un año antes al reseñar su anterior libro de poemas, "Tierra de luz blanda" [pinchar sobre el título], creo que da suficiente información sobre la misma.
importante
Si toda la información anterior sobre Ezequías Blanco no os resultara suficiente podéis (deberíais) acercaros a la Feria del Libro de Madrid este sábado 4 de junio y charlar tranquilamente con él. No os arrepentiréis.
Me gusta leerte pero me lleva tiempo Te felicito eres un gran escritor
ResponderEliminarTiene muy buena pinta el nuevo libro de Ezequías. Literatura y cine es una combinación irresistible para los que amamos ambas artes. Cuando leemos poesía es quizás cuando más libres somos como lectores. Es cuando leemos un libro más diferente que el escrito por el autor por eso cuando dices hablando de las películas que te ha evocado la lectura «que coincida o no con el que el propio escritor tenía en su mente en el momento de la escritura es ya harina de otro costal», yo añadiría «y no tiene la más mínima importancia».
ResponderEliminarUn beso.
Es una poesía profunda pero al tiempo muy cercana, nada pesimista pese a la seriedad de los asuntos. En fin, creo, querida Rosa, que te gustarán estos poemas y más siendo una estupenda degustadora de la buena literatura y el buen cine.
EliminarUn beso
La cosa va más en mi intención por aquello de que la vida es cine que por películas concretas en la línea del simbolismo (vale más sugerir que crear - decían; se monta unas películas o es un peliculero- decimos). Ese es el hilo. Esa es la película, al menos en la intención.
ResponderEliminarNo soy anónimo. ¿O sí? Soy Ezequías Blanco. ¡Qué generoso eres, Juan Carlos y qué buen crítico!
EliminarGracias de corazón!!!!
ResponderEliminarMe gusta ese "la vida es cine" porque mira que me gustaba Luis Eduardo Aute, y veo que a ti también. He disfrutado mucho con tu libro, amigo.
ResponderEliminarTú sí que eres amable, Ezequías.
Un abrazo
Todo arte desde luego: poesía, cine, literatura. 88 páginas que deben ser un gustazo y qué además podemos ir interpretando al hilo de nuestros propios acontecimientos vitales. Respecto a El cartero y Pablo Neruda diría que es cine hecho poesía o poesía hecha cine.
ResponderEliminarUn abrazo, Juan Carlos.
Bellísima película la de El Cartero y Pablo Neruda. Pura poesía, efectivamente.
EliminarUn saludo, Miguel
Gracias por la recomendación, pero esta vez no me llama. Un beso.
ResponderEliminarHay mucho donde elegir, lady Aliena. Ya llegará otro libro que te llame.
EliminarUn beso
Poesía y cine unidas? Me lo llevo, que me ha atraído un montón. Y no conocía al autor, así que me apunto bien su nombre, para que no se me olvide.
ResponderEliminarBesotes!!!
Pues ya verás, Margari, cómo no te defrauda. Si has mirado las otras dos reseñas sobre obras suyas que enlazo al final de ésta comprobarás que también escribe prosa: relatos y novelas. Pero sin duda alguna él es sobre todo poeta.
EliminarUn beso grande
Hola Juan Carlos,
ResponderEliminarNo podía evitar al leerte ir imaginando los poemas en mi cabeza, es que necesito un buen poemario entre novela y novela o al menos cada pocas novelas leer poesía para que mi cabeza vuelva a funcionar y fluir.
Besos
Hola, Pelipequirroja:
EliminarTe puedo asegurar que este poemario de Ezequías te servirá para que tu cabeza vuelva a fluir debidamente (ja, ja...). Hay poemas muy emotivos, que calan muy adentro. Prueba a ver qué tal.
Un beso grande