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15 mar 2024

Revisitando a Antonio Orejudo

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«La rebelión gramatical es la única revolución que nos queda. Hoy aquella heroica resistencia contra el fascismo consiste en negarse a hablar como los animadores de los programas de variedades, consiste en evitar las expresiones que imponen los políticos o las series de televisión más populares, y en no repetir jamás los lemas ideados por las agencias de publicidad. Hay que resistir frente a esa dictadura de la vulgaridad que nos iguala a todos por abajo, que nos obliga a expresarnos mal y por lo tanto a pensar con dificultad.»

Un momento de descanso, Humor paródico, Universidad española

Por circunstancias de la vida que no viene al caso contar aquí, he vuelto a leer por segunda vez en el plazo de cinco meses una novela de Antonio Orejudo. Se trata de Un momento de descanso, creo que quinto título salido del, si se me permite decirlo así, obrador Antonio Orejudo.   

Sobre el sentido del vocablo caso se habla mucho en el Lazarillo de Tormes, ¿recordáis? Seguramente algunos no sabéis o no recordaréis a qué me refiero ni qué puñetera relación puede existir entre la segunda lectura realizada en marzo de 2024 de una novela aparecida en 2011 y la novela escrita en 1554. «Hasta el día de hoy nunca nadie nos oyó sobre el caso», leemos en el prólogo de la picaresca novela; y sólo es al final de la misma que alcanzamos a descubrir el sentido escondido en esa palabra. El caso actual entra más en el terreno de la sana y sincera amistad, no hay que buscarle otras significaciones. Pienso que no hay que declararlo, si bien quienes sigan un poco de cerca este blog podrán acercarse a su desvelamiento; y si no lo desvelaren tampoco pasa nada, quédense con una agradable reunión de amigos en la que entre otras cosas se comentó una novela del escritor madrileño.

Antonio Orejudo es un novelista distinto a muchos otros como ya dejé dicho en la reseña que en este mismo blog publiqué hace ahora exactamente un año. Allí, en el comentario que hice de Fabulosas narraciones por historias, primera novela del escritor, escribí:
«Lo que busca el escritor con estos contrastes, constantes a lo largo de toda la novela, entre lo elevado y lo degradado, lo excelso y lo zafio, lo culto refinado y lo populachero rijoso es la parodia y a su través la desmitificación, volver humano aquello que tenemos sobrevalorado.»
Dice el novelista en alguna que otra entrevista que he leído por ahí que su intención al parodiar lo considerado culto, elevado e intocable es recuperar la narratividad que desde la Generación del 27 y durante buena parte del siglo XX estuvo en serio peligro. A Orejudo le repatean obras en las que todo queda en el plano del lenguaje o de la construcción o estructura narrativa; por ejemplo, vamos, abomina de la obra de Juan Benet Había empezado a estudiar la influencia de Benet en la literatura española, pero no había encontrado nada y no sabía qué hacer», dice en Un momento de descanso hablando de la especialidad de Luis Baeza, un andaluz graduado en USA que buscaba tema para su tesis). Yo, según leía esta novela, pensaba que el novelista afincado en Almería sería buen seguidor de Enrique Vila Matas. Así pues en cuanto tuve oportunidad de hablar directamente con él fui y se lo lancé. Para mi sorpresa me dijo que no, que para nada, que al escritor barcelonés Fabulosas narraciones por historias no le había gustado nada, y que a él a partir de entonces este catalán tampoco le agradaba demasiado (y echó unas risas).

Lo anterior viene a corroborar, en mi opinión, uno de los principios esenciales del arte de novelar de Antonio Orejudo: que a donde no llega la realidad, se impone la ficción. Y eso es lo que vemos en sus novelas donde se coloca al mismo nivel, por ejemplo, títulos literarios tan reales, estimados y valorados como El Quijote de Miguel de Cervantes y otros puramente ficticios como «El sabio Salamanquesa, un poema didáctico del siglo XVIII firmado por el maestro Pablo Mora-Rey» (en su novela Un momento de descanso). Y para reafirmarse en la idea declara allí que ambos títulos son obras de ficción, de manera que echando mano de su indudable vena humorística dice:
«Para mí la única diferencia entre el Quijote y El sabio Salamanquesa era que el primero podía encontrarse en una biblioteca o comprarse en una librería y el segundo no.»

Cuando en mi grupo de lectura comentamos junto al escritor su primera novela, Fabulosas narraciones por historias, al hilo de las preguntas que unos y otros le hicimos, en un momento dado afirmó que sus novelas eran todas distintas, pues no le agradaba repetirse: que Ventajas de viajar en tren (2000), su segunda novela, bebía en el conocimiento que él poseía sobre el mundo de los trenes al ser de familia de ferroviarios; que la última, titulada Grandes éxitos (2018), la había planteado al estilo de la presentación de los hits de música; que al vivir en Almería le había dedicado un libro a esa ciudad titulado Almería, crónica personal (2008)… Vamos, que él siempre partía de lo real, de su propia experiencia vital, tal y como sucede con Un momento de descanso inspirada claramente en su experiencia americana donde pasó siete años trabajando como profesor y donde se doctoró por la State University of New York at Stony Brook.

Como se ve, pues, sus ficciones novelescas se asientan en su propia realidad vivida a la que añade las debidas dosis de ficción porque la realidad nunca es suficiente. Él siempre está presente en sus novelas, que por ello cabría calificarlas de autoficciones, aunque estoy convencido de que este encasillamiento a él no le satisfaría demasiado. Precisamente cuestiones propiamente literarias como éstas  afloran por doquier en sus obras que constantemente tienen un pie puesto en la metaliteratura. En la quinta de sus novelas, y siempre fiel al principio irónico y burlesco predominante en su narrativa, el protagonista ante el acoso profesional al que se ve sometido en su Universidad ve que 

«Los profesores más jóvenes y más sensibles a lo posmoderno digamos, los mismos que habían escrito ensayos sobre la autoficción o que estudiaban la mezcla de realidad e imaginación en la narrativa contemporánea fueron los más intransigentes conmigo. [...]
Los seniors, en cambio, los profesores más veteranos, los que se habían formado en la vieja escuela, fueron más indulgentes. Especialmente Elías Rivers.»

Es Antonio Orejudo un autor que analiza la realidad como si de un calcetín se tratara. Quiero decir que nos la muestra por su haz y por su envés, o sea, que cual si de un inmenso oxímoron se tratara presenta una visión y su opuesto con lo que logra o fuerza al lector a crear su propia intelección. Un nuevo sentido que no es mejor ni peor que los anteriores, pero que tiene la virtualidad de ser exclusivamente suyo, del propio lector. Y así es constantemente en las dos novelas suyas que hasta el momento he leído. En Un momento de descanso la construcción de la realidad se va realizando en la cabeza del narrador Orejudo a base de relatos de lo mismo que le refieren, como si de un puzle se tratara: la versión de Arturo Cifuentes, su compañero de juventud; la versión de Lib. la exmujer de Cifuentes; la propia versión de Antonio Orejudo cuando convivió con Cifuentes en USA; la versión de la profesora Magdalena Lima-Pintón; el relato de Virgilio Desmoines, rector de la Universidad e hijo del fundador de la misma, Augusto Desmoines; el relato de Florencio Castillejo, hijo de Claudio Castillejo, compañero de Augusto Desmoines y en alguna de las versiones fundador de la Universidad; etc. El autor-narrador y a su través nosotros mismos, los lectores, al finalizar la lectura sacamos una idea aproximada de la realidad presentada a través de las distintas perspectivas de cada actuante en la misma.

Y luego, en el novelista afincado en Almería, está el estilo que a mí me ha resultado grato de leer y que ya en otras entradas sobre Antonio Orejudo he señalado: mezcla de géneros (en Un momento de descanso hasta el musical americano), mezcla de estilos narrativos, utilización sistemática del estilo paródico, ruptura de la normativa narrativa establecida, constantemente usa técnicas narrativas como el perspectivismo y las cajas chinas, etc. Y todo esto lo realiza de manera a veces muy novedosa, muy sorprendente, al menos para mí, como avisar al lector del cambio estilístico que va a realizar. Así en un momento dado y de la manera habitual, o sea, sin avisar, el narrador hace uso del estilo indirecto libre («No, Arturo no me había contado nada, pero yo lo sabía», pág, 142), para proseguir utilizando de manera combinada este indirecto libre con el habitual en tercera persona; todo este párrafo finaliza en un momento dado con el aviso por parte del narrador del paso al estilo directo: «Y a continuación empezaron a hablar en estilo directo», (ibidem).

Desde luego, cuando menos, interesante es la forma de novelar de este escritor, no siempre del gusto de todos, con frecuencia por esa manera tan liviana que tiene de poner al mismo nivel lo más excelso con lo más abyecto, algo que, en mi opinión, no siempre es bien comprendido por todos. Valga un ejemplo que considero más que clarificador:
«Mel había estudiado Teoría de la Literatura en Cornell, pero lo había dejado todo por el porno.
[...]
En la industria hemos creado una jerigonza para entendidos que resulta ininteligible para el común de los mortales. En eso el porno me recuerda algunas veces a la crítica literaria. ¿Sabes qué es la crítica literaria?
—Más o menos.
—Yo estudié crítica literaria…, pero, bueno, eso es otra historia.
»
 
Tertulia literaria ¡más que palabras...'

En cada visita o revisita que hago a este madrileño, profesor titular de Literatura española en la Universidad de Almería, más elementos interesantes descubro en sus novelas. Son novelas de una extensión media pero con una densidad profusa que, en mi opinión, las hace inagotables. Proseguiré leyéndole pues su lectura me enseña cosas que desconocía o tenía arrumbadas en la memoria, disfruto con su peculiar proceder literario y sobre todo me divierte y entretiene, sin duda alguna una de las principales finalidades del arte literario.

Las respectivas reseñas de las dos novelas de Antonio Orejudo que he leído se pueden visitar pinchando en los títulos de cada una de ellas:

10 mar 2024

Presentación de "La historia que había que contar" de Francisco Coronel el próximo miércoles 13 de marzo

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El miércoles 13 de este mes de marzo a las 18:15 horas tendrá lugar en la Sala Cajal del Ilustre Colegio de Médicos de Madrid (c/ Sta. Isabel, 51) la presentación de La historia que había que contar, tercera obra salida de las manos del escritor y nefrólogo Francisco Coronel. El autor del prólogo de la novela, Juan Carlos Galán, y los nefrólogos Dr. Rafael Matesanz y Dr José Antonio Herrero acompañarán al autor en esta presentación.

Sobre la novela publiqué hace unos meses, concretamente el pasado mes de noviembre, una reseña en este mismo blog que invito a leer a quien quiera saber de qué va este libro. Basta para ello hacer clic en el enlace siguiente: "La historia que había que contar" por Francisco Coronel o en la imagen de la portada del libro que acompaña a esta entrada. 


Os esperamos a todos este miércoles 13 de marzo a las 18:15 en la Sala Cajal del Colegio de Médicos de Madrid (c/ Santa Isabel, 51).

1 mar 2024

Vicente Aleixandre: "Los encuentros"

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Prosa de Vicente Aleixandre, Velintonia y la poesía española
Mi muy buen amigo José Antonio, poco tiempo antes de emprender el viaje definitivo, me regaló varios libros de su bien surtida biblioteca. De ellos quiero destacar dos que él sabía que yo apreciaría mucho dada la afición que de siempre tengo por la poesía. Se trata de los volúmenes (hoy difíciles de encontrar en el mercado) que la editorial Aguilar en su Colección Premios Nobel dedicó a los poetas españoles distinguidos con tal reconocimiento: Juan Ramón Jiménez, que lo obtuvo en 1956, y Vicente Aleixandre, que se alzó con el galardón en 1977.  Esta prueba de sincera amistad que José Antonio quiso hacerme personalmente la veo renovada cada vez que tomo en mis manos alguno de estos ejemplares. Gracias, amigo.



De las obras completas del poeta y Premio Nobel de Literatura 1977, Vicente Aleixandre, he leído, con enorme satisfacción, Los encuentros, una de sus publicaciones en prosa. Para mí ha sido uno de esos libros que no puedes dejar de leer, y no por su tensión narrativa o cosas por el estilo. No, en este caso la calidad de la prosa que el poeta sevillano despliega en sus páginas es lo que continuamente me reclamaba volver a él. No sé cómo brevemente podré transmitir el enorme disfrute que he experimentado durante la lectura de sus apenas 300 páginas; en ellas el poeta rememora los encuentros que a lo largo de buena parte de su vida (el libro vio la luz por vez primera en 1958) tuvo con literatos y personas relacionadas con el mundo de la literatura. Lo hace siguiendo un cierto orden cronológico, referido éste al de las generaciones literarias de los protagonistas de los mismos: Generación de 1868 (Galdós, Pardo Bazán), del 98 (Baroja, Unamuno, Azorín, Machado...), de 1914 (Ortega y Gasset), del 27 (Guillén, Moreno Villa, Gerardo Diego, Lorca...), del 36 (Miguel Hernández, José Antonio Muñoz Rojas...), y la poesía existencial y luego la social (Celaya, Blas de Otero, José Hierro, Carlos Bousoño, Maruri, Valverde...). La disposición cronológica que hace Vicente Aleixandre de estas generaciones en Los encuentros está deliberadamente rota desde el inicio, pues contra todo pronóstico a los protagonistas de 1868 los sitúa, en la linealidad libresca, después de los poetas del 98 y del 27 (apartado I de la obra) y antes de aquellos que llegaron tras el estallido de la Guerra Civil, o sea, los autores surgidos a partir de 1936 (apartado II del libro). Quedan así los literatos de 1868 destacados y encumbrados en un denominado «Intermedio mayor».

Son 39 los encuentros de los que habla el autor. Ocupa cada uno de ellos no más de seis o siete páginas. Ninguno de ellos resulta  -al menos a mí así me lo ha parecido- pesado en absoluto. Hay encuentros que divide en dos apartados: uno primero, referido a la vez primera en que conoció a esa persona, y un segundo, más cercano al momento de escritura del libro. Así, el poeta logra transmitir mejor la evolución de la persona y también la de su producción literaria. La generación más destacada y que tiene más protagonismo es la propia de Vicente Aleixandre, o sea, la del 27. Incluso señala epígonos de ella como Luis Felipe Vivanco, sobrino del prosista del 27 José Bergamín, o Carmen Conde que ya se la suele incluir en la de 1936. Pero lo importante en este libro no es la taxonomía literaria de poetas y escritores, sino la calidez humana que desprenden las palabras, emocionadas, poéticas y muy sinceras, que Aleixandre utiliza para describirlos física y espiritualmente. Autentica poesía en prosa la que el Premio Nobel de 1977 despliega en esta obra, que vio la luz en la etapa más social y humana de su literatura, aquella que se ha definido como época antropocéntrica durante la que dio a la luz dos destacados poemarios suyos: Historia del corazón (1954) y En un vasto dominio (1962). Precisamente en medio de estos dos enormes libros de poesía aparece publicado por vez primera Los encuentros (1958).

Está Vicente Aleixandre tan embebido de literatura, conoce el habitante de la calle Velintonia de Madrid tan bien la obra de quienes le visitan o de quienes conoce en sus desplazamientos por la geografía peninsular, que el retrato que hace de ellos surge de manera natural como de la propia producción de los mismos. Son innumerables las solapadas -a veces no tan solapadas- referencias a libros de estos protagonistas. En el caso de los mayores y de aquellos a los que trató menos, como le sucedió con Unamuno, son sus libros los que le sirven de guía. A don Miguel sólo lo vio una vez en la madrileña calle de San Bernardo. A Aleixandre, por entonces anónimo y tímido joven poeta, le pregunta Unamuno, supremo poeta para él, si acaso conoce el Parlamento, a lo que Vicente...
«"No", contestó el muchacho. "¡No, don Miguel, no!, le hubiera respondido, agarrándole de las solapas. '¡Pero he tratado mucho, mucho, muchísimo, a don Sandalio, jugador de ajedrez, a Manuel B, mártir, al infinitamente desgraciado Abel Sánchez!"»
Cuando está con Jorge Guillén en una fugaz visita de éste a Madrid desde su exilio, Vicente escribe:
«pronunció algunas frases graves, y a mí me pareció oír detrás un clamor casi mudo, fondo de sus palabras».
 Semejante referencia a alguna obra del protagonista de un encuentro se ve cuando a Rafael Alberti, a quien por vez primera conoció en 1922, 15 años después, en 1937, el autor, en un nuevo encuentro, le pregunta por la pintura (primera afición artística del poeta), a lo que el gaditano responde que la cambió por la poesía. Ahora (década de los años 50), en el mar de Plata, Rafael —le dicen a Vicente—, ha regresado a la pintura. Se referían, quienes esto le dijeron, al poemario "A la pintura" que allá publicaría el que fuera en Madrid un marinero en tierra.

El encuentro dedicado a Luis Felipe Vivanco lo titula con el nombre de una de las obras del poeta escurialense, Continuación de la vida. Cuando tras el paso del tiempo vuelvan a coincidir, Vicente Aleixandre lo ve, alto como era, junto a una mujer y unos chiquillos que corretean delante de ellos. Y escribe:
«Continuación de la vida. Todo sobre la figura pesa y es cuerpo. Cuerpo que es cuerpo suyo, porque el poeta, ¿qué es cosa distinta de su resultado de la historia, de su existencia?».
Como digo, todo en este libro me ha gustado, me ha satisfecho. Pero si algo por encima de otras muchas cosas pudiera destacar, esto serían las descripciones físicas de persona que hace Aleixandre, las cuales muchas veces me han llevado inevitablemente a Quevedo. 
  • «figura demasiado delgada que aún no se había encontrado a sí misma, rostro pálido, nariz larga y fina, ojos pequeños y escrutadores.» (el poeta José Antonio Muñoz Rojas)
  • «Julio Maruri era un soldado; mejor dicho: Julio Maruri era un uniforme azul de paño grueso puesto de pie y al que se presentía habitado. Fijándose, sí, efectivamente, había una cabecita pequeña, una carilla escurrida, un pelo rubio, rubiasco que, ladeado, casi le tapaba los ojos. Abundante el pelo, si todo lo demás escasísimo. Dos ojillos casi azules, abiertos con un taladro, y en ellos unas chispas, unas chiribitas reidoras, confusas, disculpantes, humildísimas.» ("La encarnación de Julio Maruri")
Vicente Aleixandre, Generación del 27
En 1958, cuando publica Los encuentros Vicente Aleixandre se encuentra, como ya he dicho,  en su época antropocéntrica. El hombre está en el centro de su producción, es su etapa más social, más humana, menos surrealista. Eso se nota en este libro en prosa. Especialmente yo he querido percibirlo en el último de los encuentros titulado «El poeta desconocido». En él un joven soldado quiere visitarlo en su casa de Velintonia; él accede y cuando lo hace, ese joven, que ha escrito con mucho esfuerzo y trabajo dos poemas, que ha olvidado traer consigo para leérselos al maestro, le lanza la pregunta siguiente: «¿Usted escribe noche y día?». A esto, Aleixandre le responde que «Noche y día, no». La desilusión en la cara del joven poeta soldado es tremenda cuando le dice: 
«Usted, entonces es como cualquiera. ¡Escribe usted como cualquiera! ¡Como yo mismo! ¡Y esto es lo que dicen es un poeta...!»
Sí, efectivamente, confiesa el autor, él era un hombre como los demás, para nada un dios que daba certificados de buena o mala poeticidad a quienes lo visitaban. Por eso el joven poeta soldado, oscense desconocido...
«Tajó su visita. Había comprendido de repente que yo era un hombre como él, que escribir, para mí, podía ser un esfuerzo humano, como para él. Su mirada ya no era mitad de confianza, mitad de severidad, sino ya toda de severidad. Porque yo le había engañado.» 
Concluyendo. La lectura de este libro ha supuesto una delicia para mí. Creo que todos aquellos que amen la literatura, la poesía y el buen escribir lo disfrutarán igualmente. Es un libro intemporal, un clásico con todas las letras y por todo lo alto.

24 feb 2024

Castillos de fuego. Ignacio Martínez de Pisón

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✔ «Aquí, si quieres vivir, si quieres tener algún derecho, tienes que volverte como ellos, convertirte en un colaboracionista, en un carcelero, en un chivato, en un traidor. ¿Te parece suficiente información? Estamos ocupados por fuera pero también por dentro. ¿Quieres más información o te basta con esto?»
«Revilla, que no tenía con él tanta familiaridad como Santos, se sumó a la conversación cuando evocaron algunos de los lugares sagrados del falangismo: el Teatro de la Comedia, en el que se había celebrado el acto fundacional, y el Café Lion, con La Ballena Alegre en el sótano…
—¡La de veces que estuve allí con José Antonio! —exclamó, tratando de ponerse a la altura del propio Ridruejo, uno de los próceres del partido, compositor de varios versos del Cara al sol.»

Novelas de la posguerra española, Madrid
Como todos los finales de año leí, en los suplementos de los periódicos y en las revistas literarias que frecuento, listados sobre los mejores libros del año que se iba. En casi todos ellos figuraba en posición preeminente, si no en la primera, Castillos de fuego, la última novela de Ignacio Martínez de Pisón. Me la regalé por Reyes y es ahora cuando he dado fin a sus cerca de 700 páginas. 

Es una novela larga, pero para nada pesada. Entra a formar parte del grupo de narraciones situadas durante el primer franquismo, ese momento en que la represión, las venganzas, el deseo de retornar al momento anterior a 1936,  estaban a la orden del día. La vida en España transcurría dentro de una anormalísima normalidad. Nadie estaba seguro de lo que ese día, el siguiente, o cualquier otro podría ocurrirle; vivir al día, sobrevivir, era la aspiración máxima. Una aspiración compartida por todos, si bien los vencedores de la contienda tenían las de ganar; sin embargo, los perdedores mantenían viva su esperanza, pues la guerra en Europa, especialmente su discurrir a partir de 1943, auguraba -así decían y así lo creían muchos- el inminente desalojo del dictador.

Estamos ante una novela histórica de personaje coral que me ha recordado mucho a otras como La colmena de Camilo José Cela y, casi más todavía, a Las tres bodas de Manolita, tercera entrega de los Episodios de una guerra interminable, escrita por la prematuramente desaparecida Almudena Grandes. Precisamente es esta novela de la escritora madrileña la que más he recordado mientras deambulaba por Madrid con los personajes de Castillos de fuego

Ignacio Martínez de Pisón presenta la vida en el Madrid que va de Noviembre de 1939 a septiembre de 1945 y la distribuye en cinco partes que el denomina 'Libros': 

  • En el primero, Noviembre de 1939 a Junio de 1940, asistimos a la presentación de muchos de los actores del relato, tanto los propiamente históricos como los de ficción. Del contexto mundial sobresale sobremanera la presencia en el panorama europeo de Alemania, que está realizando sus primeras invasiones: la de Polonia primero, seguida de otras como la de Francia. Esta parte finaliza en el emblemático edificio de Telefónica desde cuya terraza se realiza un castillo de fuego (fuegos artificiales) en homenaje a que Tánger ha vuelto a ser administrado por España dada la alianza que Franco mantiene con Hitler.
  • En el segundo libro, Julio a Diciembre de 1941, los dos mundos madrileños se muestran en su interioridad: el de los ganadores (falangistas de siempre como Matías Revilla y no falangistas como Valentín Aja que durante la guerra militaba en el PC y que ahora es colaboracionista de la brigada político-social denunciando a antiguos compañeros); y el de los perdedores (republicanos, especialmente comunistas que intentan mantener viva la resistencia a la espera de que la guerra europea acabe con los fascismos, el de Franco entre ellos). Luego estarían los, digámoslo así, neutrales como Basilio, padre de Gloria, catedrático de universidad depurado y apartado de su cátedra por los vencedores; Félix Benítez, alumno de Basilio, enamorado de Gloria. Y también los arribistas que se apuntaron al carro del vencedor.
  • En el tercer libro, Abril a Octubre de 1942, las historias de los miembros de este personaje coral conectan e inflexionan a través de una historia de celos existente entre los hermanos Ruiz: Esteban, protésico dental, y Aníbal, colaborador de Matías Revilla en la Comisión Revisora de Viviendas y Muebles; estos dos hermanos tienen muy mala relación entre ellos a propósito de la paternidad de Rocío, la hija de Rosario, esposa de Esteban. Lo que sucede entre los hermanos complica la vida a Revilla que no quiere verse salpicado por ello. Aquí se ven las maniobras dentro de los falangistas para echar a unos u otros. Si cayese el ministro Arrese, sostenedor de Revilla, Valentín Aja correría serio peligro. Por otro lado, en esta parte prosigue la represión en cárceles y Bernabé, el hermano de Cristina y de Eloy, encarcelado en Porlier, es fusilado junto a muchos otros. En contraste con lo anterior, Avelina, esposa de Matías Revilla, muestra la 'caridad' del Régimen. Caen muchos comunistas por la represión y las denuncias de Valentín; Eloy logra, de milagro, huir al monte.
  • En el cuarto libro o cuarta parte, Septiembre de 1943 a Marzo de 1944, vemos la vida de los guerrilleros en el monte. En el grupo de Eloy, entre otros, están el Caralarga,  Arsenio, el Chaconero, el Mancho, Ginés, niño pastor que ayuda a Eloy.... Estos guerrilleros realizan batidas por la zona, robos para aprovisionarse, ejecuciones sumarias por viejas deudas o por encargo del Partido. Porque el propio PCE también realizaba sus purgas. Al tiempo, en el interior de Madrid, Cristina participa en la Resistencia colaborando con Heriberto Quiñones, con Virgilio, y otros comunistas del exterior, como el primero, o del interior, como el segundo, que es su enlace con el Partido. Todo lo hace Cristina para así mantener, siquiera sea de manera epistolar, relación con Eloy. También en el interior vemos cómo se desarrolla la vida de Gloria con Félix, que los ha acogido, a Basilio y a ella, en su despacho de abogado. Por último, Valentín, empecinado en la persecución de sus antiguos compañeros, va medrando en el Cuerpo de policía. 
  • En la quinta parte o quinto libro, Febrero a septiembre de 1945, Eloy retorna a Madrid por orden del Partido. Personajes reales e históricos como Jesús Monzón y Pilar Soler serán llamados por el Partido desde Toulouse. Otros, como  Gabriel León Trilla, no obedecerán la orden y sufrirán en propia carne su indisciplina. Si así, más o menos, discurre la peripecia real, la historia de ficción en esta parte final se va resolviendo. Lógicamente -eso lo sabemos desde el principio todos los lectores-, las aspiraciones de los antifascistas quedarán en agua de borrajas, serán puro Castillos de fuego. Pero Ignacio Martínez de Pisón culmina la historia de ficción, una hermosa historia de amor, de manera emotiva y muy esperanzadora para todos aquellos que hemos disfrutado leyendo la novela.
Una novela, en definitiva, muy equilibrada, que muestra grandezas y debilidades en los dos bandos: el sacrificio y la ciega entrega de los derrotados; las insidias, emociones y decepciones entre los falangistas que con ilusión militaron en la primera hora y que con el paso del tiempo -¡y de la guerra en Europa!- ven cómo son abandonados, dejados de la mano de Dios. Aquí se habla con emoción de Dionisio Ridruejo, falangista convencido que también con convencimiento dirige una demoledora carta a Franco, que lo depurará y echará del entorno gubernamental.

Me ha encantado pasar unos agradables momentos con personajes históricos que he estudiado, leído y algunas obras suyas incluso admirado. En la novela, centrada en el Madrid del franquismo del primer momento, la intelectualidad republicana no existe: los que no han muerto, como les ocurrió a García Lorca o a Antonio Machado, se han exiliado (Alberti, Cernuda, Emilio Prados...) y los que no (Dámaso Alonso, Aleixandre...) están silenciados en lo que se denomina exilio interior. Sólo quedó la intelectualidad que apoyó el golpe como los poetas falangistas Luis Rosales o Dionisio Ridruejo, autores teatrales como Arniches, los Álvarez Quintero o Jardiel Poncela. Algunos, como el propio Ridruejo, renegarían de su apoyo inicial a Franco, pero volver atrás ya era imposible.
«Mira quiénes están ahí: Pemán, Luca de Tena, Arniches… Es él, ¿no? Carlos Arniches, el de los sainetes. ¡Qué viejito está! Y allí mira: Fernando Díaz de Mendoza, María Guerrero… El de al lado debe de ser su hermano, el aviador. Un héroe de guerra.»
En el campo de los nombres propios la novela me ha permitido conocer algunos de personas que desconocía, que tuvieron responsabilidades políticas en los muy represivos gobiernos franquistas de la primera mitad de los años 40 del pasado siglo:
  • «Basilio había visto a varios gerifaltes del régimen entrar en la iglesia. Había reconocido a dos generales y varios ministros. A uno de ellos, el de Hacienda, José Larraz, lo había tenido de alumno veinte años atrás. Pero el que le interesaba era el de Educación Nacional, José Ibáñez Martín»
  • «Mercedes Sanz, una mujer de mofletes rellenos y mirada infantil, con el pelo recogido en una compleja arquitectura de horquillas, que, aunque había vuelto a casarse, seguía vistiendo de negro para no renunciar a su condición de viuda de Onésimo Redondo, prohombre de Falange.»

Al igual que me sucedió cuando leí Madrid de Andrés Trapiello, Castillos de fuego me ha parecido, por momentos, un excelente cartel turístico para la ciudad por donde deambulan toda esta serie de personajes. La verdad es que en definitiva es a Madrid a quien Ignacio Martínez de Pisón da el  verdadero protagonismo. 
«[Esteban] Cruzó la plaza, siguió hasta Carretas y salió a la Puerta del Sol. [...] En la esquina de Montera, se zafaba de una prostituta empeñada en colgársele del hombro [...]. Llegó Esteban a la Gran Vía. A partir de allí avanzó despacio, asomándose a las bocacalles de uno y otro lado, que estaban en plena ebullición: Valverde, Chinchilla, Jacometrezo, Libreros.»
Los nombres de los seres de ficción e incluso el de los reales históricos no suponen más que un muestrario de los otros muchos que componían la población y la fisonomía de la capital de España, que por esos años alcanzaba el millón de habitantes. Con enorme acierto en 1942  Dámaso Alonso en su poema 'Insomnio' decía: «Madrid es una ciudad de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)». Y tal cementerio es patente en la novela que acabo de leer.  

Novelistas zaragozanos, Literatura actual de Aragón
Dejando a un lado el importante fresco de represión política que se plasma en la narración, quisiera destacar la frescura, naturalidad y viveza con que el autor muestra la vida popular. Los madrileños de la novela sobreviven a duras penas, pero están vivos: luchan por sus ideales, se sacrifican por sus semejantes, sacan con esfuerzo -¡y también con picaresca!- a sus familias adelante, y aman con sinceridad a sus parejas, hijos, maridos, amantes... En definitiva, respiran vida, aunque se la juegan de continuo y pueden perderla en cualquier momento

La música es también un elemento importante en esta novela. Desde la sintonía del franquista parte radiofónico, que yo ignoraba que fuese una adaptación de un tema de Henry Purcell («Concluido el parte informativo, sonó la sintonía habitual, una versión de la marcha Lillibullero de Henry Purcell») pasando por la música norteamericana del momento («¡Glenn Miller! ¡Me encanta! Empezó a bailar al son de In the Mood»). Pero lo que a este respecto más ha llamado mi atención es la manera que tiene Martínez de Pisón de introducir la música popular del momento (tangos, canciones de la guerra reciente y otras) a base de unos cuantos versos o frases del tema en cuestión, sin necesidad de dar el título de la canción:
  • «Granada, tierra soñada por mí. Mi cantar se vuelve gitano cuando es para ti…»
  • «...Regando las flores hay una monjita, que como ellas tiene carita de flor y que se parece a aquella mocita que tras la cancela le hablaba de amor...»
  • «...Rocío, ay, mi Rocío, manojito de claveles, capullito florecío...»
  • «¡Ay, ba...! ¡Ay, ba...! Ay, babilonio que marea... ¡Ay, ba...! ¡Ay, ba...! Ay, vámonos pronto a Judea...»

Para finalizar
Castillos de fuego de Ignacio Martínez de Pisón es una novela de lectura sencilla, con una estructura lineal, sin florituras ni alharacas, que avanza de manera ordenada por la España de 1939 a 1945. Es una España de traiciones, de maquis, de tretas dentro del Régimen, de brutal represión en todo el país y también en el interior del PCE, que se cargó a no pocos de sus militantes por -en su equivocada impresión- falta de disciplina.
«Supongo que no te suena el nombre de Heriberto Quiñones… Yo lo conocí porque vino a traerme una carta de Eloy. Era un hombre íntegro, noble, valiente, generoso: un gran comunista. Lo dio todo por reorganizar el Partido en el interior. Y, cuando digo todo, digo todo. Hasta la vida. Pero a los dirigentes que estaban en Francia, en México, en Rusia, no les gustaba que pensara por sí mismo.»
En definitiva, estamos ante una novela coral, de personajes variados y muy creíbles, muy auténticos. Seres que aman, que traicionan, que a veces deben prostituirse para salir adelante, que traicionan, que luchan, que sufren, que mueren, que odian hasta el extremo... Una ciudad (Madrid) en la que conviven enemigos irreconciliables que durante la reciente guerra civil, algunos, se cambiaron de bando, colaboraron con el otro, y que en la "Paz" se instalarán en el el odio más profundo. ¡¡Una magnífica novela!!


9 feb 2024

Honoré de Balzac: "La piel de zapa", Comedia Humana 1

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«Pensó de pronto en que la posesión del poder, por inmenso que éste pueda ser, no proporciona la ciencia de utilizarle. El cetro es un juguete en manos de un niño, una hacha en las de Richelieu, y en las de Napoleón una palanca que hace vacilar al mundo. El poder nos deja tal cual somos y no engrandece más que a los grandes. Rafael pudo hacerlo todo y no hizo nada.»

Política y Literatura, Realismo francés
Los motivos que llevan a los lectores a leer un libro u otro son variados por demás. Fijándome en mí diré que, en ocasiones, la elección de los títulos obedece a alguna de las causas siguientes: he visto una serie televisiva basada en una obra narrativa y quiero conocerla de primera mano; la novela de un autor, que me satisfizo en su momento, me impulsa a probar con otra realizada por el mismo; tras la lectura de una buena reseña en un blog literario de toda mi confianza de un libro, me entran unas irresistibles ganas de ponerme con él; un artículo, incluso publicitario, leído en una revista o suplemento cultural de un diario hace que lo recuerde en una librería o biblioteca y lo compro o lo saco en préstamo; e incluso, como en esta ocasión, la referencia a una obra, aunque sea de soslayo o de manera metafórica, realizada, como apoyo argumentativo, en un artículo periodístico sobre política actual de aquí o de otro lugar. Así, esta última motivación me llevó a buscar en la biblioteca de mi barrio, la novela inaugural de La Comedia Humana de Honoré de Balzac, "La piel de zapa".

Por acabar con la justificación de mi elección, diré que el artículo periodístico de marras lo firmaba en el diario digital El Confidencial el periodista Pablo Pombo bajo el título "La piel de Puigdemont". Es tal actualmente la profusión y acumulación de informaciones sobre la proyectada primera ley de esta legislatura que ver en un artículo sobre la misma una referencia literaria, nada menos que a Balzac, me incitó a buscar la novela a la que, una vez hecha la lectura del artículo, entendí se refería. Así de curiosos son los caminos que nos dirigen o nos apartan de ciertos libros. Pero ya quiero entrar en harina, o sea, ya es hora de hablar de literatura y dejar de dar rodeos.

Honoré de Balzac (Tours, 1799 - París, 1850) es uno de los grandes escritores franceses de la escuela realista. Junto a Stendhal es precursor de este movimiento literario que encontró sus nombres culmen en Flaubert (1821-1880) y Victor Hugo (1802-1885), sin dejar en el olvido a los dos Alejandro Dumas (1802-1870, el padre; 1824-1895, el hijo). Jugador, pendenciero, endeudado hasta las cejas en muchas ocasiones, mujeriego (sólo se casó próximo ya a su fallecimiento. pero fue pareja de múltiples mujeres), escritor prolífico al que la enfermedad persiguió durante toda su vida por sus excesos de todo tipo: amatorios, festivos, pendencieros, y, sobre todo, sus largas jornadas de trabajo literario que minaron mortalmente su salud.

En La piel de zapa, novela publicada primero en cinco entregas, pero no completa, en la Revue de París, encontramos a Rafael, joven poeta que con una última moneda en su poder entra en un salón de juego a apostarla. Tras perderla deambula por los muelles del Sena con la determinación tomada de poner fin a sus días. En su errático vagar ve una tienda de antigüedades en la que decide entrar. Las obras de arte allí exhibidas le hacen entrar en divagaciones filosóficas de todo tipo. El anticuario le invita a visitar un departamento de la tienda con piezas de mayor valor. Allí el anciano vendedor, tras hablar con él y conocer sus graves problemas económicos y vitales, le ofrece un viejo pedazo de cuero, una piel de zapa (pez) o de onagro (asno salvaje), de gran aspereza, pero con una enorme cualidad: es capaz de satisfacer cualquier deseo de su poseedor; sin embargo, por cada deseo realizado la piel se adelgazará y encogerá consumiendo la energía vital del propietario hasta llegar a su consumación. Es por esto que el anciano le insta a no aceptarla, pero Rafael de Valentin, desesperado, no le hace caso y tras tomarla expresa un primer deseo: ojalá pudiese asistir a un pantagruélico banquete con buenos vinos, hermosas mujeres y buenos amigos. Abandona la tienda y al poco topa con unos amigos suyos, que están de francachela, que  le invitan a unirse a ellos y acompañarlos a la casa de un burgués millonario donde piensan culminar la noche con una orgía por todo lo alto. Todo esto ocurre en 'El talismán', la primera parte de la novela.

Con estos amigos asiste al banquete que el creador de un periódico, el capitalista Taillefer, da en su casa. Quizás Taillefer le sirva para salir de su indigencia ofreciéndole un puesto en su periódico. Su amigo Emilio, periodista, será su valedor ante Taillefer. En este banquete ambos amigos divagan sobre temas de lo más filosófico mientras disfrutan de la compañía y placeres que les dispensan dos bellas cortesanas (prostitutas), Aquilina y Eufrasia. La libertad y liberalidad con que actúan ambas le sirven a Rafael de contrapunto con la continencia de otras como Paulina, hija de la dueña de la pensión donde ha habitado durante tres años consumiendo el dinero que su padre le dejó al morir. Rafael se siente atraído por Paulina, joven virtuosa y contenida que lo atiende con enorme dedicación
«—¿Pero no es odiosa una mujer sin virtud? —preguntó Emilio a Rafael.
Eufrasia les lanzó una mirada viperina y contestó con inimitable acento de ironía:
—¡La virtud! Eso queda para las feas y contrahechas. ¿Qué sería, sin ella, de esas infelices?
—¡Calla! ¡Calla! —exclamó Emilio—, no hables de lo que no sabes.
—¿No he de saberlo? —replicó Eufrasia—. Entregarse durante toda la vida a un ser odiado, saber criar hijos que nos abandonen, y haber de darles las gracias cuando desgarren nuestro corazón. Ésas son las virtudes que exigen ustedes a la mujer; y aun para recompensar su abnegación, acaban por imponerla sufrimientos, tratando de seducirla, y si resiste la comprometen. ¡Bonita vida! Vale más conservar la libertad, amar a quien se quiera y morir jóvenes.»
En el curso de este orgiástico banquete que dura hasta el día siguiente, el poeta desesperado topa con Rastignac, antiguo amigo, vividor donde los haya, que le insta a visitar los salones de la alta sociedad para salir de su penoso estado. Es así como Rafael conocerá a la condesa Fedora, bellísima mujer, de la que quedará prendado pero a la que no logrará seducir al ser ésta, como reza el título de esta segunda parte, una «mujer sin corazón». Pese a esto, Rafael la visita una y otra vez hasta que decide abandonar sus salones por la imposibilidad de conseguirla y haber perdido con ella los pocos dineros logrados siguiendo los consejos del pícaro Rastignac, cuya consigna vital es la de que pues hemos de morir, mejor hacerlo a través del exceso que no de la morigeración. De esta manera, Rafael de Valentin concluye diciéndole a Emilio casi al final de esta segunda parte, que acababa de gastar su último napoleón en la casa de juego. 

La tercera parte de La piel de zapa, "La agonía", sucede varios años después del orgiástico banquete que finalizó con la comunicación a Rafael por parte de un notario de ser el único heredero de una enorme fortuna, evaluada en unos seis millones de francos, dejada por «el mayor O`Flaharty, fallecido en agosto de 1828 en Calcuta». Al ver Rafael cómo la piel de zapa había encogido nada más conocer la noticia, decidió procurar desear las menos cosas posibles a fin de preservar su vida. Y así lo encontramos en esta última parte de la novela de la que más ya no puedo desvelar para no destrozar el deleite lector.

 La lectura me ha resultado satisfactoria, aunque he de reconocer la enorme evolución del gusto literario experimentada por el lector de hoy respecto al de hace casi doscientos años. Actualmente el exceso descriptivo, la enorme acumulación de adjetivos, las digresiones filosóficas o de otro tipo, la patente búsqueda de finalidad moralizante, etc. de esa literatura no casa bien con la velocidad, escasa profundidad conceptual, el ritmo adictivo, etc. que los lectores actuales buscan -o mejor exigen- en los relatos que toman en sus manos. De ahí que los planteamientos de orden filosófico que especialmente en la primera parte acumula Honoré de Balzac hayan hecho que esas páginas me resultasen por momentos algo tediosas. Sin embargo, la segunda gana en viveza por los diálogos y el dinamismo mostrado por los personajes. Y ya en la tercera el lector se hace cómplice del autor deseando ver en qué acaba la historia, cómo se resolverá el peliagudo asunto de Rafael con esa piel que satisface todos sus deseos aunque sea a costa de su propia existencia, etc.

Junto a la historia propiamente dicha, una historia realista situada en un contexto histórico contemporáneo al momento de escritura, la Revolución de julio del año 1830, que supuso la caída del absolutista Carlos X y el ascenso de Luis Felipe de Orleans, esta primera novela de la obra que Honoré de Balzac pretendía que fuera un retrato de la sociedad francesa de su tiempo, La Comedia Humana, ha sido de mi interés por varias cosas: la primera porque se ve en ella con claridad el tránsito desde el Romanticismo de un Goethe, un Chateaubriand o un Lamartine, a un declarado realismo que luego eclosionaría definitivamente con Gustave Flaubert y Emilio Zola; la segunda, por la cantidad de elementos autobiográficos contenidos en La piel de zapa
✔«La curiosidad filosófica, el exceso de trabajo, la afición a la lectura, que han ocupado constantemente mi vida, desde la edad de siete años hasta mi entrada en el mundo, ¿no me habrán dotado de esa facilidad, que todos me atribuís, para expresar mis pensamientos y seguir avanzando por el vasto campo de los conocimientos humanos?» 
✔«—Ha debido usted cometer muchos excesos, entregándose a una vida disipada, y, a la vez, desarrollar un intenso trabajo mental —dijo a Rafael uno de los tres afamado doctores, cuya cabeza cuadrada , ancho rostro y vigorosa complexión parecían denotar un genio superior al de sus dos antagonistas.
—He querido matarme haciendo una vida desordenada, después de pasar tres años escribiendo una extensa obra, en la que quizá se ocupen ustedes algún día —contestó Rafael.
»
Otro punto que me ha interesado mucho de esta novela es conocer de primera mano qué personalidades del pensamiento, la literatura y del mundo científico eran en el momento de escritura importantes para un iniciador de la escuela realista como era Honoré de Balzac. En las páginas de La piel de zapa aparecen citados el inglés Sterne, Charles Perrault («Era Ariel deslizándose como un silfo bajo techo y proveyendo a mis necesidades. Una noche, Paulina me contó su historia, con emocionante ingenuidad.»), Rabelais («Entre las acerbas chuscadas dedicadas por aquellos hijos de la Revolución al nacimiento de un periódico y las ocurrencias prodigadas por alegres bebedores al nacimiento de Gargantúa, mediaba todo el abismo que separa al siglo décimonono del decimosexto. Éste preparaba una destrucción, riendo; aquél, reía entre las ruinas.»), Immanuel Kant, John Milton («La contemplación de los salones, en aquel momento, constituía una vista anticipada del Pandemonio de Milton.»), y otros tantos autores más.

Por lo demás, la novela es típica del realismo del XIX. Muestra la realidad de un modo que va un paso más allá del pintoresquismo propio del costumbrismo romántico. Ahora se pone el acento en la crítica de la ascendente clase burguesa con una evidente intención moralizadora. Es una gente que gasta su dinero con evidente mal gusto (no son aristócratas) sin importarles que la clase baja lo esté pasando mal: 
«¡Ah! Nunca nos falta dinero para nuestros caprichos: sólo regateamos el precio de las cosas útiles o necesarias. Tiramos el oro indiferentemente con una bailarina, y escatimamos una moneda en el salario de un obrero, cuya famélica familia espera el jornal para pagar sus atrasos.» 
E igualmente, en la narración, y en varios momentos, la crítica a la doblez e hipocresía de los miembros de esta clase es patente:
  • Comedie Humaine, Honorato Balzac
     «Fedora, a pesar de su sagacidad, no había desechado todos los vestigios de su origen plebeyo; su olvido de sí misma era falsía; sus modales, en lugar de ser ingénitos, revelaban un laborioso estudio; su cortesía, en fin, trascendía a servilismo. Y, sin embargo, sus melosas palabras eran para sus favoritos la expresión de la bondad, su pretenciosa exageración, noble entusiasmo. Sólo yo había estudiado sus muecas; había descubierto su interior, despojándola de la tenue corteza exigida por la sociedad; yo era el único a quien no podía embaucar con sus arterías, porque conocía a fondo su alma felina.»
  • «¿Que uno de nuestros amigos carece de talento? Se habla de su probidad, de su franqueza. ¿Que la obra de otro resulta pesada? Se la presenta como un trabajo concienzudo. Si el libro está mal escrito, se elogian las ideas. ¿Qué Fulano es un descreído, un inconstante, un tarambana? ¡Bah! En cambio, es un hombre seductor, original, divertidísimo. Pero ¿se trata de un enemigo? ¡Ah! Entonces se le achacan todas las culpas, se invierten con él los términos del lenguaje, y se muestra tanta perspicacia en descubrir sus defectos, como habilidad se puso para hacer resaltar las virtudes de los amigos.»
Cualquiera puede ver, sólo ya con la última cita, la enorme actualidad que tiene La piel de zapa. El manejo del lenguaje, el cambio de términos y significación si es de los nuestros o no, se evidencia en esta novela. Es por ello que, al llegar al final de su lectura y regresar al mundo de la realidad en que habito, encuentro pertinente por demás la metáfora que el periodista Pablo Pombo, citado al inicio de esta reseña, realizaba en su artículo de temática política. Quizás la cita con la que quiero cerrar la reseña sea aún más clarificadora: 
«—¡Son ustedes unos majaderos! —replicó el ferviente republicano—. ¿Acaso pretenden ustedes limpiar una nación con mondadientes? A su juicio, la justicia es más peligrosa que los ladrones.»
Permitan que me ría y que me quite el sombrero ante el genial Honoré de Balzac (¡Chapeau!, dirían sus compatriotas) y esta novela con la que el novelista se dio a conocer, que le dotó de enorme prestigio literario y que, hasta el mismísimo Goethe, muy anciano ya en 1831, alabó. La verdad es que el asunto de venderse por conseguir lo deseado recuerda bastante a Fausto, del alemán ilustre.




3 feb 2024

"Mañana no estás". Una historia de Jack Reacher escrita por Lee Child

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«Las organizaciones ideológicas no se pueden permitir consideraciones racionales. Empiezas a pensar de manera racional y todo se viene abajo. Y a las organizaciones ideológicas les gusta comprometer a sus soldados de infantería en operaciones sin vuelta atrás.»

Mañana no estás, Lee Child, Aldo Giacometti (traductor)
No hace mucho que leí otra novela de la serie Jack Reacher de Lee Child [me refiero a Luna azul, 24ª de la serie, de la que tengo reseña hecha en este blog], escritor británico asentado en USA que pasó del mundo de la televisión al de la escritura al quedarse en paro. Hay quienes dicen (no sé si será de él mismo de donde nace esta información) que las historias protagonizadas por Reacher son historias de venganza inspiradas por el sentimiento de rabia que sintió al ser despedido en 1995 de Granada Televisión donde trabajó durante más de 15 años. 

Mañana no estás es una novela aparecida en 2009 a rebufo de la tremenda intranquilidad que el atentado contra las torres gemelas de Nueva York en 2001 produjo en los Estados Unidos. Todo lo que se mueve durante los inmediatos años posteriores al atentado es sospechoso de terrorismo. Y esta intranquilidad también actúa en Jack Reacher una noche en la que viaja en el metro de Nueva York y los diez puntos de una lista creada por los servicios secretos israelíes para descubrir a un terrorista concuerdan sin faltar ninguno con la actitud y presencia de una  de las cinco personas que junto a él viajan en un vagón del metro neoyorquino ese día a las dos de la madrugada. Jack Reacher se aproxima a la mujer sospechosa y entabla conversación con ella. Inopinadamente ésta saca una pistola y colocándosela bajo el mentón se suicida. Este es el fulgurante y adictivo inicio de esta novela que como casi todas las de Lee Child una vez iniciadas se hace difícil abandonar.

La policía neoyorquina rápidamente cierra el caso archivándolo como suicidio, pero Reacher no lo tiene tan claro; mucho menos cuando empieza a ser acosado por los enviados de John Sansom, un congresista de Carolina del Norte que aspira a ser senador y en la actualidad se encuentra en plena campaña de recaudación de fondos; también los servicios de la policía federal le hostigan e interrogan. Por si esto fuera poco un grupo terrorista afgano contacta con él. Este grupo, formado por una quincena de miembros, está comandado por una tal Lila Hoth. Todos los que se acercan a él le demandan idéntica cosa: qué le dijo Susan Markt, la mujer que se pegó el tiro en el metro, si ella le entregó un USB o cualquier otro objeto por el estilo antes de suicidarse.

Como ocurre con la mayoría de sus libros Lee Child entrega una novela muy entretenida, minuciosa, con ritmo, con muchas vueltas y revueltas... Sin embargo a mí me ha parecido en esta ocasión que el novelista se repite; concretamente la manera de obrar y comportarse del personaje me ha resultado ya archiconocida. En mi opinión lo mejor de Mañana no estás es lo que en ella se dice sobre las actividades que los servicios secretos de los EEUU realizaron en Afganistan cuando el país de los futuros talibanes estaba luchando contra los rusos. Fue en 1986 cuando agentes norteamericanos efectuaron actividades sucias y secretas en esa zona; concretamente fueron elementos de las fuerzas Delta (servicios especiales USA) los encargados de las mismas. Lo que ayer, en 1986, fue exitoso y recompensado con menciones y medallas, hoy, en 2009, puede resultar enormemente perjudicial.
«No hay duda de que el Ejército de los Estados Unidos estaba ahí. La Unión Soviética era su enemigo, y los muyahidines eran sus aliados. Era la Guerra Fría por encargo. Al presidente Reagan le venía muy bien que el Ejército Rojo se desgastara. Era parte de su estrategia anticomunista.»
Quedan testimonios gráficos de estas operaciones, realizadas junto a los por entonces excelentes amigos afganos. Hoy, en 2009, tras los atentados de Al Qaeda a las Torres Gemelas, su líder Osama Bin Laden, amigo íntimo en 1986 de los agentes secretos norteamericanos, ha pasado a ser enemigo total y cualquier acercamiento a él, por muy antiguo que éste sea, puede ser utilizado en la lucha política. De ahí el interés de unos y otros por lo que Susan Markt dijera o le diera a Jack Reacher poco antes de volarse la cabeza.

Se mezclan, pues, en Mañana no estás, y con mucha habilidad, todo hay que decirlo, por un lado los intereses particulares del político Sansom con los más amplios de los Estados Unidos; y por otro, los individuales del antiguo agente de la policía militar, Jack Reacher, con los también algo más amplios de los otros personajes neoyorquinos que se mueven a su alrededor como la agente Theresa LeeJacob Markt; la propia Susan Markt, hermana del anterior; Leonid, uno de los guardaespaldas de Lila Hoth; Springfield, guardaespaldas del congresista Sansom; etc. Esta manera de entremezclar estos ámbitos entre sí, me parece un mérito de la novela.

He dicho ya que Mañana no estás capta la atención del lector desde la primera página. Es una novela cuyo contenido se distribuye en 84 capítulos nada extensos que finalizan sistemáticamente cada uno de ellos con una frase creadora de suspense que impele a quien la está leyendo a no poderse despegar del libro. Junto a este artificio Lee Child en el thriller que tenemos en las manos utiliza otros propios de la novela clásica detectivesca tipo Raymond Chandler, por ejemplo el gusto que tiene por mostrar diversos tipos de armas
«Dos de los federales tenían en las manos unas Glock 17. Pistolas automáticas nueve milímetros austriacas, cuadradas, angulosas, confiables, bien probadas a lo largo de más de veinte años de servicio eficaz. Yo me había quedado con una leve preferencia personal por la Beretta M9, como las Franchi también italiana, pero un millón de veces de una y un millón la Glock iba a hacer el trabajo igual de bien que la Beretta.»
Del mismo modo citar diversos tipos de vehículos a motor como acostumbran a hacer las policíacas clásicas es también del gusto del novelista inglés («seis metros por delante de mí un Chevy Impala dorado frenó de golpe pegado al bordillo»). Aquí, en el texto citado, es un Impala, pero otras veces el vehículo nombrado es un Ford Crown Victoria, un Crown Vic u otros modelos semejantes. 

También quisiera destacar la racionalidad del protagonista que, siguiendo la senda de los investigadores protagonistas de las novelas de Agatha Christie, reflexiona sobre lo hablado con otros personajes, piensa en silencio, o recuerda frases y/o principios que le parecen esenciales en el proceso deductivo que está llevando a cabo en pro de la resolución del asunto que se trae entre manos («Si yo no te puedo ver, tú no me puedes ver», «Me acordé de Jacob Mark diciendo: Era buena con los ordenadores.», «Momento de decidir», etc.). Como puede verse en estos casos Child utiliza la tipografía en cursiva para señalarlo con más claridad.

Mañana no estás, ya lo he dicho, se lee muy bien, sin ninguna dificultad. A ello contribuye de manera importante el humor que aparece en bastantes momentos del relato. Creo que el novelista lo utiliza esencialmente, además de para atrapar mejor al lector, para resaltar el cinismo del personaje protagonista y lanzar alguna que otra crítica social
✔«La mejor manera de rastrear un número de teléfono depende de cuán arriba estés en la cadena alimentaria. Los policías y los detectives tienen guías de teléfono inversas. Buscan el número, consiguen un nombre, consiguen una dirección. El FBI tiene bases de datos sofisticadas de todo tipo. La CIA probablemente es la dueña de las compañías telefónicas. Yo no tengo ninguna de esas cosas. Así que uso una estrategia tecnológicamente sencilla. Marco el número y veo quién contesta.»
✔«La detective nos dijo que usted hablaba francés.
—Hay mucha gente que habla francés. En Europa hay un país entero.»
✔«El líder de los federales [...] siguió avanzando con su mano y la detuvo detrás de mi pasaporte
—¿Por qué está caducado? -preguntó.
—Porque nadie puede hacer que el tiempo se quede quieto -dije.
—Me refería a por qué no lo renovó.
—Ninguna necesidad inminente. De la misma manera que tú no llevas un condón en la cartera.
»

Serie literaria Jack Reacher, Cine y TV.
El autor tiene un estilo característico que, además de lo señalado hasta aquí, incluye muchas veces el empleo de largos y diversos listados, repeticiones nominales o verbales («Pude ver el lugar en el que debían haber instalado la cámara. Pude ver el lugar en el que habían puesto las luces. Pude ver los nudos de cuerda deshilachada») que insuflan en la novela un ritmo que sirve para hacer más fácil la lectura y que el lector se sienta así de manera más confortable en ella. No se puede olvidar que Lee Child es un reputado autor de bestsellers que conoce a la perfección lo que sus lectores esperan y buscan encontrar en sus libros. Desde luego él no engaña a nadie, pues su finalidad principal es la de entretener, algo que sin duda logra. Además, a veces, como en Mañana no estás, da informaciones relevantes sobre política internacional o expone al desnudo el funcionamiento manipulador e hipócrita de la política dentro de un país democrático como es Estados Unidos. Así al hablar de cómo es presentado al electorado el candidato a senador John Sansom leemos:
«La parte de la infancia era convencional para el género. Joven pobre de barrio, sin dinero, sin lujos, su madre como un gran apoyo, su padre con dos trabajos para llegar a fin de mes. Casi con seguridad exagerado. Si se toma a los candidatos políticos como muestra de la población, Estados Unidos es un país del Tercer Mundo. Todos crecen pobres, el agua corriente es un lujo, los zapatos escasean, una comida completa es motivo de celebración.»

Para acabar sólo querría dar dos datos que me parecen anecdóticos pero reveladores de la personalidad del escritor. El primero es el porqué del nombre con que firma sus obras siendo el suyo de nacimiento James Dover Grant. Según relata él mismo Lee es un apodo surgido de una broma familiar, mientras que Child nace de una argucia suya, gran admirador de la obra de Raymond Chandler y Agatha Christie, para que sus libros en librerías y bibliotecas figurasen entre esas dos grandes estrellas de las novelas detectivescas y de misterio.

La segunda cosa es el cuidado que pone en las traducciones que tienen sus libros a otros idiomas. Personalmente elige al encargado de las mismas. Al español, por acuerdo y determinación suyas, es el argentino Aldo Giacometti el traductor de la mayoría de ellas. La edición en lengua española de esta novela, aparecida en 2020 en Buenos Aires (en inglés apareció en USA en 2009), es, pues, responsabilidad de Giacometti por lo que es a él a quien hay que atribuir algún error o elección idiomática que por estos lares nuestros no solemos emplear. Citaré sólo dos ejemplos: "erran" por "yerran" («La mayoría de las armas cortas erran en el disparo») que aunque es forma admisible a mí me suena peor que la que porta la 'y' griega inicial. La otra, y esta ya me parece más grave y más censurable, es la utilización de la forma verbal 'andamos' en lugar de la correcta 'anduvimos' por estar refiriéndose a un hecho pretérito («Springfield pagó nuestra cuenta del salón de té con una tarjeta de crédito platinum y andamos del Four Season al Sheraton.»).

Las novelas de Lee Child funcionan muy bien en la pantalla, razón por la que algunas de ellas han sido adaptadas al cine y/o la televisión. En 2012 el director Christopher McQuarrie adaptó la novela Un disparo y dirigió su versión fílmica titulada con el nombre del peculiar detective, Jack Reacher.
Del mismo modo en 2016 el director Edward Zwick puso en imágenes la novela Nunca vuelvas atrás; la película resultante recibió el titulo de Jack Reacher: Never Go Back.
Por último, es muy reciente la serie televisiva Reacher (2022) creada por Nick Santora. Su primera temporada está basada en la novela Zona peligrosa, la primera de la serie literaria. En USA ya se ha estrenado la 2ª temporada y está rodándose ya una 3ª. El éxito de las historias creadas por Lee Child es absoluto también en formato cinematográfico.

31 ene 2024

VIIIª edición del Reto "Nos gustan los clásicos"

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Un año más me apunto al Reto "Nos gustan los clásicos" que Francisco del blog Un lector indiscreto convoca por séptimo año consecutivo.

Las bases de esta convocatoria no difieren de las del año pasado. En esencia lo más importante es lo siguiente:
  1. Debe ser el propio interesado quien elija entre siete u ocho libros clásicos a leer y reseñar durante el año 2024. En 2023 leí 10 títulos, tres más del mínimo exigido. Pienso que este año también lo lograré.
  2. Para que un libro sea considerado como clásico su primera fecha de publicación no podrá superar la fecha del año 1980.
Dice Francisco que no excluye realizar algún Sorteo entre aquellos participantes nacionales que superen el Reto. Es un aliciente más para participar en tan interesante reto. O sea que animaos y pasad por el blog Un lector indiscreto para, por vosotros mismos, enteraros de todos los extremos de tan interesante Reto.

Importante: El plazo de inscripción finaliza el próximo 28 de febrero.


En este mismo post iré colocando los títulos de los libros según vaya leyéndolos siempre que se adapten a las bases de esta VIIIª Edición Reto Literario "Nos gustan los clásicos".

Mis clásicos leídos son:
1.- "La piel de zapa" de Honoré de Balzac
2.- "Los encuentros" de Vicente Aleixandre









26 ene 2024

Claudia Piñeiro: El tiempo de las moscas

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«Laura revisa sus subrayados sobre el texto de Glantz titulado “La mosca y el dinosaurio”: “Sí, estoy de acuerdo con Tito: hay tres temas: el amor, la muerte y las moscas” […] “Estoy convencida, la literatura no podría existir si no existiesen las moscas […] Sí, la mosca es el más perfecto vestigio arqueológico, ‘el último transmisor de nuestra torpe cultura occidental’”»

Claudia Piñeiro, mujeres escritoras argentinas
A Claudia Piñeiro (Buenos Aires, 1960) llegué por vía de las numerosas reseñas elogiosas que sobre ella y su narrativa a lo largo del tiempo he ido leyendo en blogs de toda confianza que visito de manera habitual. Me decidí primeramente por su novela Las grietas de Jara (2009) que hizo que me enamorara totalmente del estilo natural y lleno de suspense de su autora [para leer mi reseña sobre esta novela basta con pinchar aquí]. Tras la impostura e hipocresía manifiesta de Pablo Simó, el personaje principal de esa historia de maledicencia y engaños sucesivos, tuve ocasión, hará cosa de un mes, de leer una novelita anterior de la autora argentina titulada Tuya  (2005). Como señalo en la reseña que escribí sobre ella se trata de un original suspense en el que Inés, la personaje protagonista, hace lo posible por 'salvar' su matrimonio, aunque esas salvaciones, diríamos unilaterales, pocas veces llegan a buen puerto. 
Además de estas lecturas también he visto algunas adaptaciones cinematográficas de obras de Claudia Piñeiro. Tal hice con Las grietas de Jara dirigida en 2017 por Nicolás Gil Lavedra; esta versión fílmica me pareció muy bien realizada y me agradó mucho. Tras ella indagué por ahí y descubrí un buen número de alabanzas hacia Las viudas de los jueves, novela aparecida el mismo año que Tuya, que también había sido volcada a la pantalla, en esta ocasión en forma de serie televisiva, si bien creo que existe también película larga. He visto la serie y me ha parecido excelente. Desde luego, me dije, esta escritora nunca defrauda. 

Es por todo lo señalado anteriormente que no pude resistir el impulso de leer su última obra, El tiempo de las moscas (2022). A ella me ha llevado no sólo la fuerte atracción que me produce la literatura de esta argentina sino también conocer, gracias a los blogs literarios que frecuento, que era una especie de secuela de Tuya que tantísimo me había agradado. Así que dicho y hecho. La he leído y he salido muy satisfecho de la misma. 

El planteamiento del que parte es el siguiente: Inés ha pasado quince años en la cárcel por el crimen relatado en Tuya. Su estancia en una cárcel de mujeres le ha hecho conocer más de cerca la problemática de la mujer y adquirir conciencia sobre su identidad personal. En el interior de la prisión ha hecho una muy buena amistad con la Manca, condenada por tráfico de drogas al ser utilizada como mula, papel menor dado a la mujer con frecuencia en el mundo del narcotráfico. Al salir ambas de la cárcel distanciadas por pocos meses deciden constituir una empresa que aúne sus respectivas vocaciones, la investigadora de la Manca y la entomológica de Inés. La empresa se llamará «MMM, CONTROL INOFENSIVO DE PLAGAS (lo de MMM por "muerte, mujeres y moscas")». Estos tres conceptos son importantes en su vida y en la historia que se cuenta en la novela: la muerte porque fumigar e investigar sucesos tienen mucha relación; mujeres porque ambas lo son; y moscas porque Inés tiene una que no se le va de su ojo izquierdo y porque si ella hubiera tenido la percepción del tiempo, cuatro veces más lenta, que estos insectos tienen, quizás su vida habría discurrido por otros derroteros. 

Los quince años transcurridos entre las historias de Tuya y de El tiempo de las moscas no han pasado en balde. Muchos son los cambios sociales que Inés encuentra a su salida de prisión. El principal es el auge del feminismo: las mujeres -observa ella- ya no se contentan con ser esposas y madres, quieren participar más en esa sociedad, totalmente patriarcal hace quince años, que sin duda contribuyó a que ella creyera que debía de hacer lo que hizo sin plantearse más cosas. Pero, claro, no se pasa de una percepción vital a otra de la noche a la mañana: Inés duda, tiene altibajos, no entiende ese excesivo acercamiento hacia ella que pretende la Manca aunque al tiempo ella quiere lo mejor para ésta y se embarcará en una peligrosa aventura sólo por procurarle un bien a su antigua compañera de encierro. Sí, muchas cosas han cambiado en el mundo que dejara afuera Inés, incluso en su mundo personal, el familiar, especialmente respecto a Lali (nombre familiar que ella y Ernesto daban a su hija Laura) cuya actitud y comportamiento actuales le resultan totalmente novedosos. 
«al poco tiempo de salir me di cuenta de que todo había cambiado, no sólo la relación de la gente con los insectos. Las mujeres también. En especial cambiaron las mujeres. Los hombres, no tanto; quedaron pedaleando en el aire pero de cambios, poco»
Si ha habido profundos cambios en el mundo, también los más de quince años, diecisiete concretamente, que van de 2005 cuando apareció Tuya a 2022 en que se publica El tiempo de las moscas son perceptibles en la manera de presentar la historia en una y otra novela. Mientras que en Tuya la reflexión era más individual y centrada en el "yo" de Inés quien a base de monólogos interiores se planteaba el mundo en que vivía, ahora en El tiempo... Claudia Piñeiro hace que la voz sea colectiva, más coral, centrándose la voz reflexiva en un plural integrador "nosotros", mejor dicho, "nosotras" dado que la autora parece dirigirse especialmente a ellas
«para las moscas el tiempo pasa más lento que para nosotras. Y ahí está la clave de por qué resulta imposible atrapar una mosca. Cuando avanzamos sigilosas (si hay un sigiloso, que se dé por incluido) [...]»

 Da la palabra, pues, la novelista argentina al colectivo de género femenino. Y lo hace recurriendo no sólo a las actuales opiniones sociopolíticas tan extendidas, discutidas y conocidas por todos, sino que busca apoyo en otras voces más autorizadas emanadas de la cultura desde la noche de los tiempos. Así la tragedia Medea de Eurípides es cimiento sobre el que Claudia Piñeiro construye buena parte de su novela. Varios de los capítulos, especialmente aquellos que adquieren un tono más ensayístico, aparecen bajo el epígrafe de una cita de esta tragedia griega, normalmente del coro de mujeres. Da paso así la novelista a través de la puerta de la Medea de Eurípides a Inés, la narradora, pero también a otros personajes como la señora Bonar e incluso Charo (la mujer asesinada por Inés en la novela anterior) cobijados todos ellos bajo la manta colectiva del género mujer. Juntas y solidarias hacen uso de la primera persona de plural («votemos», «volvamos al punto anterior», «estamos en el punto»...) y reflexionan sobre el feminicidio, el patriarcado y el feminismo en general introduciendo en el relato citas de otros autores que han tratado el asunto (Rebeca Solnit, Toni Morrison,Vivian Gornick, Natalia Ginzburg, Mary Bulção, Rosa Montero, Chimamanda Ngozi Adichie, Ángela Davis, María Miles... También aparecen los nombres de algunos hombres, pocos en comparación, como el ya citado Eurípides, Rainer María Rilke o Gaston Bachelard). 

En uno de estos capítulos que he denominado 'ensayísticos' pasa a debatir sobre si una mujer puede cometer 'feminicidio' (conviene recordar que la protagonista ha pasado quince años de reclusión por haber matado a una  mujer), viniendo a concluir que no pues el código penal habla en masculino y no en femenino: 

«el feminicidio sólo puede cometerlo un hombre. Error, son crímenes de odio contra las mujeres, ¡y hay mujeres que odian a otras mujeres! [...] La ley dice "el que matare..."; si quiere incluirnos que diga "el o la que matare", cuanto menos. Le que matare. Me gusta, pero parece un trabalenguas. Le mer estebe serene.» [...]

Con esta entrada en el debate del lenguaje inclusivo la Piñeiro hace que la novela trascienda de su condición de mera historia de ficción a la realidad cotidiana que nos rodea. Es sin duda alguna un ejercicio literario muy innovador en el que ella, la autora, pretende permanecer neutral, desaparecer, quedar en una posición equidistante, y por eso da argumentos a unos y a otros para que cada quien pueda exponer su punto de vista. 

En la novela, a la par de la historia protagonizada por los personajes con el suspense que supone descubrir si Inés proporcionará o no a Susana Bonar el veneno que le ha pedido, si ésta lo usará para matar a la amante de su marido o por el contrario está engañando a Inés y se lo dará a otra persona que no se lo merece tanto, aparecen junto al feminicidio y el lenguaje inclusivo, otros muchos debates propios del feminismo como el deseo de maternidad y la obligación de por vida de 'maternar', la transexualidad, el debate sobre género y sexo («al igual que las lenguas, las sexualidades se pueden aprender. Se pueden articular varias sexualidades como se hablan varios idiomas»), el deporte y la mujer, el debate sobre si el feminismo debe suponer la cancelación de todo lo masculino, si abandonar un hombre a sus hijos es equiparable a abusar de ellos, etc.

Desde el punto de vista meramente estilístico El tiempo de las moscas me ha gustado mucho y me ha reafirmado en la magnífica escritora que es Claudia Piñeiro. Así lo demuestra la estructura que ha dado al relato con un uso distinto de la figura del narrador según que estemos en aquellos capítulos que he denominado ensayísticos en los que predomina la tercera persona y también la primera de plural, frente a aquellos otros en los que es ella, Inés, quien en 1ª persona de singular reflexiona y ata cabos sobre su vida pasada y lo que está haciendo o va a realizar en la actual. Al tiempo hay otros capítulos en los que predomina el diálogo vivo entre los personajes, especialmente entre las dos amigas. Es curioso observar la práctica ausencia de personajes masculinos en la novela; sólo aparece uno llamado Rudy2, primo de la Manca, que ésta utiliza como ayudante en sus investigaciones y que claramente tiene un papel muy secundario y menor en el relato.

novela de suspense argentina
Al igual que en las otras novelas que he leído de esta bonaerense, en El tiempo de las moscas abundan los argentinismos. Se ve que Claudia Piñeiro es una enamorada de su tierra y especialmente de la manera popular de hablar por allá, sobre todo de esos vocablos provenientes del lunfardo. No todos los términos que incluyo en la siguiente relación son lunfardismos, pero sí que abundan: shockeada, chupando a (borracha), fainá (pizza. Es un lunfardismo), boluda, chabón (fulano, zutano, tío, tipo. Es un lunfardismo), transa (vendedor de drogas ilegales. Es un lunfardismo), picada (enojado), poronga (matón, maleante ), bacha (pila de fregar en la cocina), tachos (cubos), remerón (camiseta larga y amplia usada como camisón para dormir), pucho (cigarrillo), pitadas (caladas), estar anotado (dispuesto a participar en cualquier asunto o negocio), chango o changuito (carro para llevar la compra), enchastrado (ensuciado), furgoneta 'botona' (que da el cante, como si fuera un soplón de la policía), bochar (desairar), de prepo (con desconsideración), descular (desentrañar un asunto), cachuzos (envejecidos), posta (en serio, de verdad), etc.

Queda por último hacer una pequeña alusión al asunto de las moscas. La verdad es que durante la lectura muchas veces me preguntaba sobre el porqué del título. Luego según iba leyendo, y quiero creer que algo sobre ello he explicado en la reseña, iba tomando cuerpo en mi cabeza una especie de explicación. Pero con todo y con eso creo que la mosca del ojo izquierdo que tiene Inés y que soporta con beatitud franciscana, así como la clasificación y diferenciación entomológica entre unas subespecies y otras despista un tanto al lector del propio desarrollo de la trama. Sólo queda claro que la mosca azul o mosca de la carne, y también la mosca de la fruta son insectos favoritos para Inés. Llega su predilección al punto de que, pese a dedicarse a la fumigación, ellas son los únicos insectos («¿insectas?») que respeta:

«¿Qué mal le hacen las moscas a nadie? No comen las plantas como las hormigas o los pulgones, no pican como los mosquitos, no mastican la madera como el bicho taladro, no producen ronchas como las arañas o las pulgas, ni dejan heces en cualquier parte de la casa como las cucarachas, las ratas o los murciélagos.
Yo no mato moscas
Si una mata, que tenga sentido, un motivo válido, la necesidad de evitar un mal mayor. O de suprimir un dolor.
Un dolor es el mayor mal.
»

Pienso que esta última cita más el epígrafe inicial bajo el que coloco la reseña pueden servir al lector de El tiempo de las moscas para comprender algo mejor el sentido que su autora, Claudia Piñeiro, ha querido darles. Pero como siempre, claro, no me cansaré de insistir en que  leer la novela es la mejor manera de comprenderla y disfrutarla en su integridad. 

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Nota: Tachada aparece una frase que desvela algo importante de la novela Tuya. Si no te importa saber qué es, sólo tienes que seleccionar dicha zona tachada para poder leer lo que ahí se esconde.