«La rebelión gramatical es la única revolución que nos queda. Hoy aquella heroica resistencia contra el fascismo consiste en negarse a hablar como los animadores de los programas de variedades, consiste en evitar las expresiones que imponen los políticos o las series de televisión más populares, y en no repetir jamás los lemas ideados por las agencias de publicidad. Hay que resistir frente a esa dictadura de la vulgaridad que nos iguala a todos por abajo, que nos obliga a expresarnos mal y por lo tanto a pensar con dificultad.»
Por circunstancias de la vida que no viene al
caso contar aquí, he vuelto a leer por segunda vez en el plazo de cinco meses una novela de
Antonio Orejudo. Se trata de
Un momento de descanso, creo que quinto título salido del, si se me permite decirlo así, obrador Antonio Orejudo.
Sobre el sentido del vocablo caso se habla mucho en el Lazarillo de Tormes, ¿recordáis? Seguramente algunos no sabéis o no recordaréis a qué me refiero ni qué puñetera relación puede existir entre la segunda lectura realizada en marzo de 2024 de una novela aparecida en 2011 y la novela escrita en 1554. «Hasta el día de hoy nunca nadie nos oyó sobre el caso», leemos en el prólogo de la picaresca novela; y sólo es al final de la misma que alcanzamos a descubrir el sentido escondido en esa palabra. El caso actual entra más en el terreno de la sana y sincera amistad, no hay que buscarle otras significaciones. Pienso que no hay que declararlo, si bien quienes sigan un poco de cerca este blog podrán acercarse a su desvelamiento; y si no lo desvelaren tampoco pasa nada, quédense con una agradable reunión de amigos en la que entre otras cosas se comentó una novela del escritor madrileño.
Antonio Orejudo es un novelista distinto a muchos otros como ya dejé dicho en la reseña que en este mismo blog publiqué hace ahora exactamente un año. Allí, en el comentario que hice de Fabulosas narraciones por historias, primera novela del escritor, escribí:
«Lo que busca el escritor con estos contrastes, constantes a lo largo de toda la novela, entre lo elevado y lo degradado, lo excelso y lo zafio, lo culto refinado y lo populachero rijoso es la parodia y a su través la desmitificación, volver humano aquello que tenemos sobrevalorado.»
Dice el novelista en alguna que otra entrevista que he leído por ahí que su intención al parodiar lo considerado culto, elevado e intocable es recuperar la narratividad que desde la Generación del 27 y durante buena parte del siglo XX estuvo en serio peligro. A Orejudo le repatean obras en las que todo queda en el plano del lenguaje o de la construcción o estructura narrativa; por ejemplo, vamos, abomina de la obra de Juan Benet («Había empezado a estudiar la influencia de Benet en la literatura española, pero no había encontrado nada y no sabía qué hacer», dice en Un momento de descanso hablando de la especialidad de Luis Baeza, un andaluz graduado en USA que buscaba tema para su tesis). Yo, según leía esta novela, pensaba que el novelista afincado en Almería sería buen seguidor de Enrique Vila Matas. Así pues en cuanto tuve oportunidad de hablar directamente con él fui y se lo lancé. Para mi sorpresa me dijo que no, que para nada, que al escritor barcelonés Fabulosas narraciones por historias no le había gustado nada, y que a él a partir de entonces este catalán tampoco le agradaba demasiado (y echó unas risas).
Lo anterior viene a corroborar, en mi opinión, uno de los principios esenciales del arte de novelar de Antonio Orejudo: que a donde no llega la realidad, se impone la ficción. Y eso es lo que vemos en sus novelas donde se coloca al mismo nivel, por ejemplo, títulos literarios tan reales, estimados y valorados como El Quijote de Miguel de Cervantes y otros puramente ficticios como «El sabio Salamanquesa, un poema didáctico del siglo XVIII firmado por el maestro Pablo Mora-Rey» (en su novela Un momento de descanso). Y para reafirmarse en la idea declara allí que ambos títulos son obras de ficción, de manera que echando mano de su indudable vena humorística dice:
«Para mí la única diferencia entre el Quijote y El sabio Salamanquesa era que el primero podía encontrarse en una biblioteca o comprarse en una librería y el segundo no.»
Cuando en mi grupo de lectura comentamos junto al escritor su primera novela, Fabulosas narraciones por historias, al hilo de las preguntas que unos y otros le hicimos, en un momento dado afirmó que sus novelas eran todas distintas, pues no le agradaba repetirse: que Ventajas de viajar en tren (2000), su segunda novela, bebía en el conocimiento que él poseía sobre el mundo de los trenes al ser de familia de ferroviarios; que la última, titulada Grandes éxitos (2018), la había planteado al estilo de la presentación de los hits de música; que al vivir en Almería le había dedicado un libro a esa ciudad titulado Almería, crónica personal (2008)… Vamos, que él siempre partía de lo real, de su propia experiencia vital, tal y como sucede con Un momento de descanso inspirada claramente en su experiencia americana donde pasó siete años trabajando como profesor y donde se doctoró por la State University of New York at Stony Brook.
Como se ve, pues, sus ficciones novelescas se asientan en su propia realidad vivida a la que añade las debidas dosis de ficción porque la realidad nunca es suficiente. Él siempre está presente en sus novelas, que por ello cabría calificarlas de autoficciones, aunque estoy convencido de que este encasillamiento a él no le satisfaría demasiado. Precisamente cuestiones propiamente literarias como éstas afloran por doquier en sus obras que constantemente tienen un pie puesto en la metaliteratura. En la quinta de sus novelas, y siempre fiel al principio irónico y burlesco predominante en su narrativa, el protagonista ante el acoso profesional al que se ve sometido en su Universidad ve que
«Los profesores más jóvenes y más sensibles a lo posmoderno digamos, los mismos que habían escrito ensayos sobre la autoficción o que estudiaban la mezcla de realidad e imaginación en la narrativa contemporánea fueron los más intransigentes conmigo. [...]
Los seniors, en cambio, los profesores más veteranos, los que se habían formado en la vieja escuela, fueron más indulgentes. Especialmente Elías Rivers.»
Es Antonio Orejudo un autor que analiza la realidad como si de un calcetín se tratara. Quiero decir que nos la muestra por su haz y por su envés, o sea, que cual si de un inmenso oxímoron se tratara presenta una visión y su opuesto con lo que logra o fuerza al lector a crear su propia intelección. Un nuevo sentido que no es mejor ni peor que los anteriores, pero que tiene la virtualidad de ser exclusivamente suyo, del propio lector. Y así es constantemente en las dos novelas suyas que hasta el momento he leído. En Un momento de descanso la construcción de la realidad se va realizando en la cabeza del narrador Orejudo a base de relatos de lo mismo que le refieren, como si de un puzle se tratara: la versión de Arturo Cifuentes, su compañero de juventud; la versión de Lib. la exmujer de Cifuentes; la propia versión de Antonio Orejudo cuando convivió con Cifuentes en USA; la versión de la profesora Magdalena Lima-Pintón; el relato de Virgilio Desmoines, rector de la Universidad e hijo del fundador de la misma, Augusto Desmoines; el relato de Florencio Castillejo, hijo de Claudio Castillejo, compañero de Augusto Desmoines y en alguna de las versiones fundador de la Universidad; etc. El autor-narrador y a su través nosotros mismos, los lectores, al finalizar la lectura sacamos una idea aproximada de la realidad presentada a través de las distintas perspectivas de cada actuante en la misma.
Y luego, en el novelista afincado en Almería, está el estilo que a mí me ha resultado grato de leer y que ya en otras entradas sobre Antonio Orejudo he señalado: mezcla de géneros (en Un momento de descanso hasta el musical americano), mezcla de estilos narrativos, utilización sistemática del estilo paródico, ruptura de la normativa narrativa establecida, constantemente usa técnicas narrativas como el perspectivismo y las cajas chinas, etc. Y todo esto lo realiza de manera a veces muy novedosa, muy sorprendente, al menos para mí, como avisar al lector del cambio estilístico que va a realizar. Así en un momento dado y de la manera habitual, o sea, sin avisar, el narrador hace uso del estilo indirecto libre («No, Arturo no me había contado nada, pero yo lo sabía», pág, 142), para proseguir utilizando de manera combinada este indirecto libre con el habitual en tercera persona; todo este párrafo finaliza en un momento dado con el aviso por parte del narrador del paso al estilo directo: «Y a continuación empezaron a hablar en estilo directo», (ibidem).
Desde luego, cuando menos, interesante es la forma de novelar de este escritor, no siempre del gusto de todos, con frecuencia por esa manera tan liviana que tiene de poner al mismo nivel lo más excelso con lo más abyecto, algo que, en mi opinión, no siempre es bien comprendido por todos. Valga un ejemplo que considero más que clarificador:
«Mel había estudiado Teoría de la Literatura en Cornell, pero lo había dejado todo por el porno.
[...]
En la industria hemos creado una jerigonza para entendidos que resulta ininteligible para el común de los mortales. En eso el porno me recuerda algunas veces a la crítica literaria. ¿Sabes qué es la crítica literaria?
—Más o menos.
—Yo estudié crítica literaria…, pero, bueno, eso es otra historia.»
En cada visita o revisita que hago a este madrileño, profesor titular de Literatura española en la Universidad de Almería, más elementos interesantes descubro en sus novelas. Son novelas de una extensión media pero con una densidad profusa que, en mi opinión, las hace inagotables. Proseguiré leyéndole pues su lectura me enseña cosas que desconocía o tenía arrumbadas en la memoria, disfruto con su peculiar proceder literario y sobre todo me divierte y entretiene, sin duda alguna una de las principales finalidades del arte literario.
Las respectivas reseñas de las dos novelas de Antonio Orejudo que he leído se pueden visitar pinchando en los títulos de cada una de ellas:
Es un autor muy llamativo, ya lo creo. De esos a los que visito, me gusta... y luego me pregunto por qué no lo visito más. Me pasa también con Antonio Soler, Juan José Millás y Vicente Verdú (por citar tres casos entre muchos). Siempre agradecido por las ideas y análisis que lanzas en tus reseñas. Puro néctar.
ResponderEliminarCoincido contigo, Rubén. De los tres autores que citas, sólo del primero no he leído nada, aunque sé que en su novela se basa la película El camino de los ingleses que vi con mucho gusto. Tengo que acercarme a Antonio Soler.
EliminarUn fuerte abrazo, amable amigo.
Hice propósito de leer Fabulosas narraciones por historias cuando hiciste la reseña, pero en propósito se quedó. Me las apunto las dos, pero no prometo nada. Van viniendo tantas cosas... y no me refiero a nuevas publicaciones, sino a novelas que voy viendo en las redes y me van apeteciendo, muchas ya clásicas o con varios años de vida. Es curioso que a ti te parezca que puede ser seguidor de Vila-Matas y a éste no le guste.
ResponderEliminarUn beso.
Sigo manteniendo mi opinión sobre una cierta cercanía entre Vila-Matas y él. La no reciprocidad de admiraciones yo la inscribo dentro de la competencia y hasta envidias que existe entre los escritores. Date cuenta de que Vila-Matas no dio una buena opinión sobre Fabulosas narraciones por historias, algo que a Orejudo le molestó. Pienso que los valores literarios a partir de ahí pasaron a un claro segundo plano.
EliminarUn beso
Demuestras una bonita admiración hacia el autor y me gusta lo que dices sobre la mezcla de géneros, su técnica de escritura y sobre todo esa implicación en llegar al lector demostrando respeto e inteligencia. De su obra solo he visto la adaptación al cine de 'Ventajas de viajar en tren' que era original aunque muy controvertida. Entiendo que el libro debe ser muy superior.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Juan Carlos.
No he visto ninguna película basada en novelas suyas. En general quienes son rompedores, artísticamente hablando, suelen chocar con el gusto establecido. Los consumidores de la obra artística solemos partir de presupuestos muy establecidos y la innovación suele costar trabajo aceptarla. Por otra parte te diré que Orejudo es controvertido per se y en mi opinión él mismo gusta de suscitar controversia, debate encendido, choques interpretativos... Echando mano de una frase popular diría que es de la opinión de que lo importante es que se hable de uno aunque sea para mal.
EliminarUn abrazo
No he leído nada de Antonio Orejudo pero habrá que solucionarlo y hacerme con alguna de sus novelas. Me encanta acercarme a tu casa siempre descubro a grandes autores.
ResponderEliminarMil gracias Juan Carlos y un abrazo enorme.
Gracias a ti, Rita. Disfruto mucho pasando por tu blog y leyendo los poemas que allí cuelgas. El último que haces como homenaje a la Poesía (tú siempre la estás homenajeando de la mejor manera) me ha gustado muchísimo. Hablas en él de Eleanora Carrington, de Remedios Varo y otras pintoras que me agradan sobre manera, especialmente desde que hace ya muchos años leí el libro de Elena Poniatowska titulado Leonora en el que habla de todas ellas, unas mujeres libres y avanzadas por encima de todas las cosas.
EliminarUn beso
No he leído nada de este autor aún. Son tantos pendientes que resulta imposible llegar a todo. Estoy escribiendo esto y estoy viendo en tu columna ahí al ladito el libro de Castillos de fuego que también tengo pendiente de leer... Esa lista es infinita y más allá. Pues eso, que siempre me dejas con ganas con tus reseñas tan elaboradas y con esa admiración que se nota sientes por este escritor. A ver si consigo hacerle hueco.
ResponderEliminarBesotes!!!
Es un autor tan irónico, tan rompedor en muchas cosas que no creas, Margari, que gusta a todo el mundo. Este librito (sólo 168 páginas), aunque sea el quinto suyo, no está mal para acercarse a él por vez primera.
EliminarDisfruta de unos merecidos días de descanso.
Un beso
Me encanta la anécdota sobre Vila-Matas, jaja. Es cusioso cómo muchas veces les suponemos a los autores referencias literarias que son las nuestras propias.
ResponderEliminarEn cuanto a esta novela de Antonio Orejudo que has releído en tan breve período de tiempo, ya me la había apuntado cuando la comentaste en tu primera lectura. En este 'caso', queda bien patente tu admiracion por el autor, así como el valor que sin duda tienen sus obras. Reapunto, pues, y veremos cuándo cae.
Besos
Qué gran verdad, Lorena: vemos en otros (aquí los escritores) aquello que pensamos para nosotros mismos. Lo de Vila Matas cuando me lo contó también me sorprendió a mí, ¡glups!
EliminarDisfruta de estos días, amiga. Espero que no te mojes mucho (je, je)
Un beso