«[Reacher] contó su biografía condensada. Fácil de entender al principio, luego difícil más adelante. Hijo de un marine, infancia en cincuenta lugares distintos, después West Point, después la Policía Militar en cien lugares distintos, después las reducciones en la fuerza cuando terminó la Guerra Fría, que llevaron directamente a su precipitada y repentina introducción a la vida civil.»
Luna azul ha sido mi primera lectura completa durante este agosto de calor; de su autor, escritor de novela negra británico, es la segunda que hago. La anterior, titulada Noche caliente, la realicé hace ya dos o tres años. La verdad es que de esta última apenas si recuerdo algo; tan sólo que la protagonizaba Jack Reacher, igual que en Luna azul.
Sinopsis de la novela
Aaron Shevick se baja de un autobús con un abultado sobre en el bolsillo de su chaqueta. Jack Reacher se ha percatado de que está lleno de dinero, pero no ha sido el único. Un hombre ve la oportunidad de hacerse con el paquete. Reacher les sigue y logra evitar el atraco, pero Shevick termina magullado y dolorido. Y tiene prisa: debe estar en un sitio antes de las doce o el sobre no será suficiente. Habrá consecuencias. Intereses. Reacher le sirve de muleta y llegan a tiempo pero el destinatario no se presenta. En el lugar del encuentro le indican que regrese por la tarde, y sin saber muy bien cómo los destinos de los dos hombres se enlazarán hasta extremos muy peligrosos.
Antes de entrar en materia me referiré al porqué del título. Se denomina Luna azul (traducción del inglés blue moon) a la segunda luna llena ocurrida durante un mismo mes del calendario gregoriano (el usado habitualmente en Occidente), lo que sucede aproximadamente (en promedio) cada 2,5 años. Haciendo traslación de este fenómeno, el autor da este título a su relato al presentarnos en una misma ciudad a dos bandas que la oprimen, una -los ucranianos- en la zona oeste y la otra -los albaneses- en la zona este; les separa una gran avenida, la calle Central.
Así, como primera impresión, diré que la novela de Lee Child es una historia en la que el héroe, Jack Reacher, un auténtico Superman, mata con una soltura increíble. Es, ya lo sabemos desde la primera novela de la serie (Zona peligrosa), un antiguo y duro miembro de la Policía Militar norteamericana, que desde que dejó el ejército vagabundea por los Estados Unidos sin domicilio, teléfono ni tarjeta de crédito. Jack Reacher era especialista en la Policía Militar en prever ataques, de ahí que el análisis psicológico de las posibles reacciones de los 'malos' sea esencial en su trabajo.
Su trabajo, al menos en esta novela, me parece desmesurado, pues el héroe, de unos 50 años de edad, logra por sí solo cargarse nada menos que a dos bandas de delincuentes (los ucranianos y los albaneses) que controlaban el mundo delincuencial de todo tipo (drogas, préstamos onerosos, prostitución, armas...) de una gran ciudad norteamericana. Físicamente el grandote Jack Reacher («un metro noventa y cinco de hueso y músculo y ciento quince kilos de masa en movimiento») está en plena forma, incluso en el aspecto sexual pues es capaz de satisfacer más que debidamente a Abby, una 'jovencita' de 32 años o así.
Un máquina este Reacher. Algo exagerado en todo: en las balaceras, en su rendimiento sexual, en su bondad exagerada con los 'buenos' (el matrimonio Shevick, Abby, los músicos Barton y Hogan, el especialista militar en idiomas de los países excomunistas Guy Vantresca...), en su superioridad absoluta cual si de un Superman se tratara... Y también exagerado, demasiado exagerado, en su implacable comportamiento con los 'malos' (las bandas, los colaboradores de las mismas como el hacker Trulenko propagador de fake news rusas, pornografía, engaños bancarios,,,).
Por todo lo dicho hasta aquí concluyo sobre esta novela que cojea mucho en verosimilitud. Por este lado patina un montón. Pero, como lectura de verano, sí que me parece muy adecuada para hacerla bajo la sombrilla y sobre la toallita que limita por todas partes con las de otros veraneantes y bañistas que parecen competir en chillidos a sus niños y/o música estridente lanzada a todo trapo sin que nadie la haya solicitado... Sí, para esto es fantástica, pues aísla y entretiene. Pero eso si, no se pretenda buscar en ella más de lo que hay, que no me parece mucho.
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"Poetas de la escuela salmantina del siglo XVIII"
De paseo por Salamanca, mi ciudad natal, compré en la tienda de su Universidad este librito de poco más de 100 páginas que presenta una selección de poetas dieciochescos adscritos a lo que se dio en llamar, ya en su tiempo Escuela de Menéndez o Escuela de Cadalso, y definitivamente en el siglo XX Escuela salmantina del siglo XVIII. Concretamente -nos dice César Real Ramos, su antólogo-, fue César Real de la Riva quien en 1948 probó a aplicar sobre el conglomerado de poetas que se agrupaban al calor de la universidad salmantina las premisas establecidas en 1930 por el crítico literario alemán Julius Petersen para poder hablar en literatura de Generación o Escuela. En el prólogo que Real Ramos redacta como preámbulo al listado de poetas y composiciones elegidos recuerda esta aplicación. Sí, efectivamente, los ocho requisitos de Petersen se adaptan al grupo salmantino; quizás tan sólo se resista a su aplicación, sensu stricto, el de la coetaneidad dado que entre Meléndez Valdés, maestro y jefe del grupo, y algunos de los miembros hay una importante diferencia de años («más de veinte años separan a Meléndez de fray Diego y casi cincuenta a éste de Somoza»).
Once poetas son los seleccionados, cada uno de ellos con un número desigual de composiciones. Destacan por su número José Cadalso con seis y José Iglesias de la Casa con siete; el resto, a excepción de Meléndez Valdés con cuatro, aparecen con dos o sólo una composición.
No todos los poemas han sido de mi agrado. Algunos, como la larga carta de Jovellanos a sus amigos de Salamanca me ha parecido pesados, falsos por sus tópicos anacreónticos y pastoriles, muy poco verosímiles y apenas interesantes. Sin embargo otros, como la también extensa elegía que Francisco Sánchez Barbero escribe "En la muerte de la duquesa de Alba" me han gustado mucho y me han mostrado el papel de puente que esta generación o escuela poética tiene entre los poetas barrocos y los románticos que ya se atisban en los versos de Sánchez Barbero.
Sólo el Albano sucesor [...] / /«De una pálida luz a los reflejos / Sigue, y alzarse una pesada losa, / Y luego incorporarse / A la duquesa de Alba ve de lejos, / Asómbrase; el cabello se le eriza; / Ni hablar puede, ni huir, ni adelantarse. / Una voz cariñosa / Acércate, le dice, y se estremece; / Otra voz imperiosa / Acércate, le grita, y obedece.»
De los once poetas que aparecen en el librito me fijaré en tres por ser estos poco conocidos o, al menos, poco nombrados hoy. Me refiero al Sánchez Barbero de la elegía a la duquesa de Alba citada antes, a Nicasio Álvarez de Cienfuegos y a Manuel José Quintana:
De Francisco Sánchez Barbero, además del prerromanticismo que se atisba en su poema, quisiera destacar la versificación utilizada en él: versos de 7 y 11 sílabas (una silva) que, con frecuencia, se quiebran con un encabalgamiento en el heptasílabo. El ritmo que de tal manera de proceder resulta es bello por demás. Me han recordado a Jorge Manrique esas interrogaciones retóricas que no aguardan respuestas («¿Qué será de vosotros, oh leales / Vasallos? Vuestra vida / ¿Quién asegurará? ¿Quién vuestros hijos / Defenderá? La paz y regocijos / [...]»). También me ha llevado en prolepsis retórica (ja, ja...) al Miguel Hernández de la Elegía a Ramón Sijé; es fácil que entre los libros que el canónigo Luis Almarcha, vicario general de la diócesis de Orihuela prestaba al cabrero hubiera alguno de este poeta salmantino.
El poema que de Nicasio Álvarez de Cienfuegos ha elegido el antólogo, aunque me ha parecido largo en exceso y excesivamente amanerado, recreador de aquella poesía pastoril del XVI que ya en el XVIII estaba fuera de sitio, lo destaco por referirse de modo hermoso a las aguas que riegan Salamanca. Se dirige a Batilo (Meléndez Valdés) evocando los días de la adolescencia cuando de él recibió enseñanzas junto al río Tormes. Poetiza de manera muy idealista los arroyos Zurguén y Otea, especialmente este ultimo proveedor de lechugas y verduras a la ciudad. Jamás había leído alusiones tan poéticas a estos dos arroyuelos hoy casi sepultados por el crecimiento urbano.
«¿[...] volar con mi Batilo / A buscarle del Tormes en la orilla? / Le encontrara; allí está: por siempre inmóvil / Entre sus ondas deleznables yace / Mi adolescencia; por doquier mis ojos / hallarán restos de sus frescas flores. / Del Otea, el Zurguén, de la enriscada / Aspereza que mira amenazando [...]»
De los dos poemas de Manuel José Quintana, "A Dafne en sus días" tiene el ritmo y la gracia de la poesía andaluza. Utiliza el octosílabo asonantado en los pares, pero no siempre. Tiene ese regusto de coplilla andaluza que con tanto gusto y brío divulgarán en el siglo XX poetas y autores de canciones populares como Quintero, León y Quiroga, e incluso Carlos Cano.
El poema "A Meléndez" que lleva el subtitulo de «Cuando la publicación de sus poesías» lo escribe en estancias. Es un clásico poema laudatorio al magisterio de Meléndez Valdés.
Por último sólo quiero recordar cómo, en el juego de recuperación poética que estos poetas realizaban para acercarse más a su predilección, esto es, la poesía del primer renacimiento español del siglo XVI, adoptan pseudónimos poéticos de naturaleza pastoril: «Dalmiro (Cadalso), Batilo (Meléndez), Delio (Fray Diego), Arcadio (Iglesias), Aminta (Forner), Etc.». Incluso los ajenos a la escuela como Jovellanos cuando a ellos se dirigen divertidamente se disfrazan de idealizados pastores, en su caso, 'Jovino'.
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Nota.- Esta antología, realizada por César Real Ramos, me sirve para ir completando el Reto "Nos gustan los clásicos" y el Reto "25 españoles".
Vaya mezcla. De un ¿negro? ¿Policíaco? ¿Thriller? Norteamericano a poesía salmantina del XVIII. Desde luego, para el entretenimiento vacacional, mucho mejor el primero, aunque sea inverosímil y exagerado. No he leído nada de ese autor, pero tampoco me quedan ganas.
ResponderEliminarUn beso.
Para completar la letra CH en el Reto de Autores de la A a la Z viene estupendo Lee Child. Y las historias de Jack Reacher que he leído por ahí que tienen versión peliculera o de serie, pues qué quieres que te diga, que se leen y entretienen.
EliminarLa poesía a mí me atrae de siempre. La del XVIII no especialmente, claro; pero leer una selección bien escogida me ha parecido de lo más interesante.
Un beso
Es una buena oportunidad de conocer al autor, tal vez.
ResponderEliminarAnotado queda, gracias!
Saludosbuhos, y bella semana.
Hoy nos traes mis dos géneros favoritos: la poesía y la novela negra. A Lee Child no lo conocía, así que lo apunto y la poesía salamantina también. Siempre es un placer leerte Juan Carlos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y buen comienzo de semana.