Desconocía por completo tanto el título de la obra como el nombre de su autor antes de que una compañera de tertulia literaria los pusiese sobre la mesa como propuesta de lectura. Me puse a leer la novela editada por Acantilado en 2012 sin buscar ninguna información sobre quien la escribió. Ha sido al finalizarla, aún impregnado por la agradable atmósfera que el escritor logra crear en su relato, cuando decidí echar un vistazo por Internet a ver qué se decía de él.
Al indagar en internet sobre Edmund de Waal vemos que se le considera -él mismo en entrevistas sobre sus libros también lo hace- más como artista cerámico que como escritor. Confiesa que su amor por las piezas de porcelana comenzó a muy temprana edad cuando percibió que con sus manos podía dar forma a cacharros, a objetos, que podía crear. Luego, prosigue, empecé a escribir, pero no me encontré a mí mismo en la escritura hasta que escribí "La liebre con ojos de ámbar". Descubrió entonces que si entraba él a formar parte de la historia ésta cobraba un tono y un color diferentes. Al hacerlo e ir colocando palabra tras palabra se sintió igual que el alfarero que aplica más o menos arcilla según que desee sacar un objeto u otro.
De Waal nace en Nottingham en 1964. Su dedicación principal es la cerámica de porcelana, sobre todo de color blanco, aunque también ha realizado piezas en otros colores. Dice que hasta el momento habrán salido de sus manos más de 100.000 objetos. En cuanto a su obra literaria ésta por el momento está formada por sólo dos títulos: el que aquí me propongo reseñar escrito en 2010 y "El oro blanco" del año 2015 publicado por Seix Barral en 2016.
La liebre con ojos de ámbar - Una herencia oculta
El autor protagoniza toda una indagación sobre los distintos lugares donde había parado la colección de 'netsuke' (pequeñas piezas de porcelana japonesas) que han llegado a su poder gracias a la herencia que le deja Jiro, el compañero durante más de cuarenta años de su tío abuelo Iggie Ephrussi, que tras muchas vueltas dadas por el mundo se instaló en Tokio (Japón) en 1952 donde fallecería en 1994.Es esta investigación sobre estas 264 figurillas de porcelana que compnen la colección lo que le sirve de disculpa a Edmund de Waal para hacer la Crónica de la saga familiar de los Ephrussi desde su salida de Odessa (Ucrania) en 1857 hasta el momento en que a él llegan estos 'bibelots'. Es, pues, un viaje por la historia de Europa desde ese momento hasta concretamente 2009 fecha en que culmina la "Coda" que cierra esta obra distribuida en cuatro grandes apartados, uno por cada una de las paradas que tuvo esta colección de miniaturas japonesas en porcelana.
Al ser los Ephrussi una familia judía la obra recala con frecuencia, como no puede ser de otra manera, en esas fases de antisemitismo que tanto daño han hecho a Europa y en general al resto del mundo. Observamos que junto al afán por seguir agrandando el negocio de grano que la familia Ephrussi tenía en Odessa otro motivo importantísimo y no menor para salir de allí era el arrinconamiento en que el imperio ruso tenía a esta etnia a la que sólo permitía realizar actividades mercantiles con cierta libertad en esa zona ucraniana. Todos los males del Imperio se adjudicaban en el imaginario popular ruso a los judíos. En 1859 tendrá lugar el pogromo de Odesa que hará que no pocas familias abandonen la zona buscando asentamientos donde la predisposición en contra de ellas no sea muy grande.
Es así como los Ephrussi llegan a Viena, capital del imperio austrohúngaro; y pocos años más tarde también a París, auténtico centro de Europa. En ambas capitales construirán casas que sean dignas de la riqueza que desde hace tiempo atesoran: el Palacio Ephrussi en la Ringstrasse vienesa y el Hôtel Ephrussi en la parisina rue Monceau. Son las zonas capitalinas donde están instaladas las familias más adineradas de ambas ciudades:
He hecho esta larga cita porque me parece muy significativa para entender la gestación de los bellos edificios que aún hoy día constituyen el alma de estas ciudades, y el lujo y elevado nivel cultural que los detentadores de estas inmensas fortunas tenían. Precisamente uno de ellos es Charles Ephrussi quien siendo el tercer hermano de la saga no está muy comprometido con la empresa familiar, ahora ya más en el campo bancario que en otra cosa, y se dedica a viajar por Europa en busca de arte en especial pintura. Charles se hará en París con la propiedad de la 'Gazette', una revista cultural donde hará crítica de arte; al tiempo será protector de muchos de los jóvenes impresionistas a quienes comprará cuadros cuando la gente respetable de su entorno despreciaba esta tendencia pictórica. Pese a esto cuando estalle el caso Dreyfus y se desate una ola de antisemitismo muchos de sus protegidos (Renoir, Monet y algún otro) renegarán de su amistad por miedo a ser confundidos con él."Diez edificios más abajo del de los Ephrussi, en el número 61, está la casa de Abraham Camondo; la de su hermano Nissim, en el 63, y la de su hermana Rebecca, en el 60. Los Camondo, como los Ephrussi, financieros judíos, habían llegado a París desde Constantinopla, pasando por Venecia. Junto al parque, en helada magnificencia con sus tesoros japoneses, vivía el banquero Henri Cernuschi, un defensor plutocrático de la Comuna de París, que había venido de Italia. En el número 55 está el Hôtel Cattaui, casa de una familia de banqueros judíos de Egipto. En el 43 está el palacio de Adolphe de Rothschild, comprado a Eugène Péreire y reconstruido con una sala de techo de cristal destinada a alojar la colección de arte renacentista de su dueño. Pero nada se compara con la mansión construida por el magnate chocolatero Émile-Justin Menier" (pág. 25)
"Entre los artistas amigos de Charles, uno de los antidreyfusianos más desatados fue Degas, que dejó de hablarles a él y al judío Pissarro. También Cézanne estaba convencido de que Dreyfus era culpable, y Renoir se hizo enemigo activo de Charles y su «arte judío»." (pág. 90)Es Charles el primer poseedor de estos bibelots que adquiere en Sichet, un anticuario francés que aprovechó el aperturismo hacia el exterior que emprendió el país nipón a partir de 1859 para traer de allá inmensas cantidades de 'japonaiseries' que se pusieron de moda durante varios años. Es a este anticuario a quien Charles compra esas 264 bellísimas miniaturas. El segundo propietario de las mismas será Viktor, el primo vienés de Charles, a quien éste se las regala por sus esponsales con Emmy. Esta pareja sufrirá en Viena durante la época nazi el brutal hostigamiento que se desató contra los judíos. Viktor es el padre de Iggie, el tío abuelo del escritor. Las historias de Iggie y de sus hermanas Elisabeth y Gisela tienen mucho interés, así como conocer cómo se salvaron las piececillas del expolio nazi y finalmente llegaron a manos de Iggie. Pero para eso se debe de leer el libro que es muy entretenido y en mi opinión está bien escrito.
Dentro de las bondades que aprecio en la obra está la de la propia consideración de qué sea ésta. El conocimiento de las vicisitudes sufridas por las porcelanas le han llegado a su actual propietario por una infinidad de fuentes: el tío abuelo Iggie; la abuela Elizabeth; sus propios padres, Esther y Víctor de Waal; también a través de documentos consultados en archivos y bibliotecas; así como a través de un sinfín de obras literarias que con mayor o menor acercamiento a la realidad citan, se inspiran o introducen como personajes a miembros de la saga Ephrussi. Concretamente el autor hace referencias frecuentes a Marcel Proust ("Las vidas de mis parientes de Viena quedaron refractadas en libros, como la del parisino Charles en los de Proust. De las novelas surge una y otra vez un desagrado por los Ephrussi", pág. 131) , a Joseph Roth ("Es en la irreprochable banca Efrussi -Roth lo escribe a la manera rusa- donde Trotta deposita su fortuna en 'Radetzkymarsch' [...] En 'Das Spinnennetz' ['La tela de araña'] el propio Ignace Ephrussi aparece retratado como rico joyero: 'alto y enjuto; siempre iba vestido de negro, con un chaleco subido de color negro, por cuya abertura apuntaba sólo la chalina negra, adornada con una perla del tamaño de una avellana'. Su mujer, la bella Frau Efrussi, es 'toda una una señora, judía, pero toda una señora'", pág. 131), a Edmond de Goncourt, Emile Zola..., y a otros autores menos conocidos, al menos por mí, como Jakob Wassermann ("Pips aparece por entonces como protagonista de una novela sumamente exitosa del escritor judío alemán Jakob Wassermann", pág. 124).
Con todo ese cúmulo variopinto y desordenado de informaciones Edmund de Waal confiesa abiertamente las dudas por las que pasa a la hora de dar forma a esta historia:
"Creo que esa historia podría escribirse sola. Un puñado de anécdotas lánguidas bien cosidas, una más sobre el Expreso de Oriente, claro, algún vagabundeo por Praga u otro lugar igualmente fotogénico, unos recortes de Google sobre salas de baile de la Belle Époque. Resultaría un libro nostálgico; y tenue. Y no estoy autorizado" (pág. 15)No, no lo hará así, sino que se centrará en los que por un tiempo tuvieron en su poder esos 264 bellos objetos. Fueron cuatro y de ahí la división en cuatro partes de la obra.
Una de las cuestiones que a mí se me plantean tras leer el libro es la de su género literario. Es evidente que "Novela" tiene las espaldas muy anchas y todo lo soporta. Pero, ¿verdaderamente es una novela? Creo que al tratarse de unos seres históricos en un tiempo real sin contaminación alguna de personajes ficticios o inventados, Edmund de Waal se posiciona en el ámbito de los textos ensayísticos, académicos, históricos, periodísticos y/o de investigación. Pienso que los cinco adjetivos que acabo de dar sirven adecuadamente para intentar situar en su debido lugar este escrito.
Es una obra que se lee bien, que está bien construida con movimientos hacia adelante y hacia atrás en el tiempo como corresponde a un ejercicio investigador. Lo que más me ha agradado del mismo es esa ubicación 'in situ' que el autor-indagador imagina cuando aborda un cuadro donde aparece retratado por Renoir, cuando relata la anécdota del cuadro 'Manojo de espárragos' que Charles comprase a Manet, o cuando contempla en la National Gallery de Londres el cuadro 'Les bains de la Grenouillère' que Charles compró a Monet por más de lo que el artista le pedía: "
Hace el calor justo para meterse en el agua, se nos ocurre, pero un poquito de frío para salir. Uno se siente vivo mirando el cuadro" (pág. 68)
“Es la primera parada de los netsuke en esta historia. Están cerca de las cajas de laca, cerca de los grandes tapices que trajo de Italia, cerca de la alfombra dorada. Me pregunto si podrá resistirse a salir al pasillo y doblar a la izquierda para contarle a su hermano Ignace lo que acaba de comprar” (57)Creo que se percibe perfectamente en esta obra la sensibilidad del escritor que no puede por menos que emocionarse -¡y transmitírnoslo!- ante las obras de los pintores que cita. Abundan estos momentos de hiperestesia sobre todo al hablar de los impresionistas (además de los tres ya citados el autor nombra y se demora en Berthe Morisot, Degas, Caillebotte, Pissarro, Sisley y algunos otros). Es un auténtico síndrome de Sthendal el que De Waal logra hacernos sentir.
El esteticismo unido a la erudición caminan de la mano en esta obra. El escritor holandés se extasía ante los cuadros de los impresionistas o habla con pasión de la obra escrita por escritores coetáneos de miembros de la saga Ephrussi, la mayoría lo hicieron -salvo raras excepciones como la de los poetas Laforgue, Paul Valéry o Rainer María Rilke- siempre en tono crítico contra ellos como ya he dicho antes. Si esto es así en los campos pictórico y literario qué no será cuando De Waal, ceramista por encima de todo, hable de estas piececillas de porcelana. Es en esos momentos cuando su prosa alcanza altas cotas de belleza
"Después del almuerzo abría las puertas correderas de la larga vitrina que ocupaba casi toda una pared de la sala y uno a uno iba sacando los 'netsuke'. La liebre de ojos de ámbar. El muchacho con espada y casco de samurái. Un tigre, todo paletas y patas, volviéndose para rugir. Iggie me pasaba uno, lo mirábamos juntos y luego yo volvía a ponerlo con cuidado entre las docenas de animales y figuras de los estantes de cristal" (pág. 6)
"Tomo uno y le doy vueltas en la mano: lo sopeso en la palma. Es de madera de castaño u olmo, más liviana aún que el marfil […] Los de marfil son de diversos tonos del crema; de hecho, todos los colores, menos blanco. Unos pocos tienen ojos incrustados de ámbar o de asta […] La mayoría están firmados; constancia de ese momento de posesión entre el acabado y el desprendimiento. Hay un 'netsuke' de madera de un hombre sentado que sujeta una calabaza entre los pies. […] Hay otro de un tonelero trabajando con una azuela en un barril a medio hacer. El hombre está sentado dentro, con el ceño fruncido de concentración, y el barril lo enmarca. Es una talla en marfil sobre la talla de la madera. Las dos piezas tratan del acabado de algo sobre el tema de lo inacabado" (pág. 11)Para finalizar
Este libro me ha recordado a esas grandes obras del pasado siglo XX escritas por autores centroeuropeos como Joseph Roth, Thomas Mann o Stefan Zweig que se pasean con parsimonia y elegante prosa por la Europa burguesa que emergió a finales del XIX en gran parte gracias a la llegada desde el este de numerosas familias judías que escapaban de los pogromos que en Rusia y Ucrania (Oriente europeo) se produjeron, especialmente el del año 1859 en Odessa. Estos judíos llevaban consigo una cultura que les hacía emprender negocios que con trabajo, dedicación y con seguridad ciertos comportamientos usureros conseguían levantar y hacerlos exitosos.
La saga Ephrussi me ha recordado a la novela "Los Buddenbrook" de Thomas Mann leer reseña aquí] si bien en el caso del escritor alemán no estamos ante una familia judía sino protestante. En ambas obras asistimos al ascenso, triunfo y desmoronamiento de una estirpe por culpa de sus propias acciones pero también por las circunstancias socio-políticas del momento. En "La liebre con ojos de ámbar" conocemos las terribles dificultades por las que pasarán tres generaciones de una familia judía acostumbrada a convivir con ese antisemitismo ancestral de las sociedades occidentales en cuyo seno, pese a ello, habían logrado hacerse con enormes fortunas. La envidia de sus coetáneos y la evolución política: pogromos, caída del imperio austrohúngaro, depresión alemana, ascenso del III Reich, despojo de cualquier tipo de bienes, campos de concentración, muerte, y acomodación a las nuevas circunstancias surgidas tras la II guerra mundial, provocarán que en el siglo XXI a los descendientes de estos Efrussi sólo les reste de aquello algunos objetos como estas miniaturas de porcelana, marfil y madera. Pero así como Eneas a su llegada a Cartago lloraba la caída de Troya, en la caída de los Ephrussi se puede decir como él "'Sunt lacrimae rerum'", "Hay lágrimas en las cosas". Y estas cosas, los 'netsuke', esconden en su interior de objetos los sufrimientos vividos por sus antiguos poseedores.
Lo leí hace unos años y me gustó. La interesante historia familiar a través de un netsuke, y de un tiempo.
ResponderEliminarMuy buena tu crónica. Un abrazo
Muchas gracias, Albada. Es un buen libro, sí señora.
EliminarBesos
Tomo nota del título y del autor. Ese repaso por la historia de Europa con escenarios diferentes es muy atractivo.
ResponderEliminarEs curioso, pero antes de llegar a la parte donde lo mencionas, según te leía pensé en Stephan Zweig por la forma de contar las cosas y mira tú por dónde también piensas igual.
Le daré una oportunidad a este libro.
Gracias por tan elaborada reseña.
Un beso.
Creo que te gustará, Paloma. Ya me dirás.
EliminarUn beso
Ojiplática, boquiabierta y con las patas vueltas me has dejado Juan Carlos hoy, por el libro y tu reseña ¿Y qué hago ya sin leerlo? Te lo he dicho más veces pero me encanta visitarte porque es como entrar en un universo ajeno, por fortuna, a las lecturas comerciales y los libros que están por todas partes 😏
ResponderEliminarBesitos carinyet 💋💋💋
Lo mismo me pasa a mi, Yolanda, cuando me paseo por tu blog y leo eesas opiniones tuyas tan personales y atinada sobre los libros que reseñas.
EliminarEn este caso me animo a recomendarte vivamente la lectura de esta obra. Es diferente a lo habitual.
Un beso
Me resulta muy curiosa esta lectura, muy interesante y al mismo tiempo, me gustaría ojearlo un poquito en la librería porque me queda una duda de si lo veo del todo para mí.
ResponderEliminarEn la siguiente visita decido.
BEsos.
Me has dejado con la intriga, Esther. ¿Qué duda es la que quieres despejar antes de decidirte por el libro? Seguiré con atención la resolución de este caso 😂😂
EliminarUn beso
Tampoco conocía ni el libro ni a su autor. Me gusta leer sobre este período y sobre esta temática, así que tomo buena nota, que ya veo que merece y mucho la pena. Y que la compares al final con Zweig todavía le sube más puntos.
ResponderEliminarBesotes!!!
En la comparación con Zweig ni que decir tiene que el autor de "El mundo de ayer" sale ganando y por mucho mucho. Es que Zweig es único. Pero sí, este libro de De Waal me hizo recordar otros de muy buenos autores. Y eso, amiga mía, al igual que a ti a mime parece un mérito indudable.
EliminarBesos
A pesar de tu recomendación, este libro no lo veo para mí.
ResponderEliminarBesos
En la variedad de gustos y de personas radica lo bueno de esta vida. Ya coincidiremos en otro.
EliminarUn beso
Yo también prefiero indagar sobre obra y autor una vez terminada la novela. Como prefiero leer el libro antes de ver la película. Es para mantener intacta la sorpresa en la forma que más me atrae, que es el libro y que suele ser la original.
ResponderEliminarEsta novela que nos comentas hoy, me parece apasionante en todos los aspectos. La apunto. ¿Será Charles Swann el personaje de Proust basado en este otro Charles?
Un beso.
En efecto, amiga Rosa, Charles Swann al decir de Edmund de Waal es este Charles Ephrussi. Se ve que eres una lectora de diez. Lectores como tú disfrutan leyendo novelas en las que las referencias intertextuales explícitas o no abundan. Descubrirlas es un placer supremo, ¿verdad? Estoy seguro que te gustara este libro. Ya te leerecuandi lo hagas.
EliminarUn beso
Con la excelente reseña que has hecho, no tengo más remedio que leerlo.
ResponderEliminarJa, ja..., ¡a ver si te he hecho una faena! Gracias, Miguel, por tu amabilidad.
EliminarUn abrazo
hola! toda una novedad!! a lo que estamos acostumbradas cada vez que te visitamos y no defraudas!! gracias, saludosbuhos pensantes.
ResponderEliminarUn beso, amigas.
Eliminar¡Hola!
ResponderEliminarYo también prefiero investigar sobre el libro y el autor cuando ya he terminado la lectura.
Tomo buena nota porque se ve interesante, diferente y apetecible.
Muy feliz fin de semana.
Yo también te deseo un fantástico fin de semana que, parece, va a ser frío. La verdad es que ya tocaba.
EliminarUn beso
Hola Juan Carlos. No he leido nada del autor pero me sonaba mucho el título de la novela por haber visto alguna reseña y porque me pareció de lo más original.
ResponderEliminarFelicitarte por la reseña. Es leerte y tener la sensacion de estar en una clase, atendiendo a detalles y a lecturas que no habia hecho.
Me gustan estos libros y series que van más allá de una generación y en la que vamos viendo los cambios sufridos en Europa y sobre todo me parece muy interesante esa idea de lo que acumulan en su interior los objetos, si estos hablaran todo lo que contarían.
Besos y feliz semana
Hola, Conxita:
EliminarImposible que hubiérmaos leído nada de este escritor porque esta es su primera incursión en la literatura propiamente dicha. Acaba de salir otro título en España que a pesar de ser de 2015 se está promocionando mucho ahora mismo a raíz del éxito de "La liebre...". En efecto estas sagas generacionales son muy agradables de leer sobre todo cuando tras ellas hay buenas plumas. Y en cuanto a la importancia (mucha y poca a la vez) que tienen los objetos tras los que corremos en nuestra vida lo que sí que es cierto es que siempre tras ellos hay vivencias interesantes de seres humanos. Y esto es lo que persigue encontrar el escritor en esta novela.
En cuanto a lo que dices sobre mis reseñas me es imposible separarme de tantos años de docencia. Creo que la profesión a todos nos influye mucho y se nos nota en todo aquello que tocamos, ¿no te parece?
Un beso y feliz semana corta