Francisco Nieva, nacido en
Valdepeñas el 29 de diciembre de 1924, se formó como pintor en Madrid donde
estudió en la Real Academia de San Fernando. En 1948 deja el asfixiante
ambiente cultural español yendo a París donde explotará su creatividad plástica
y vivirá con gozo los ambientes libres y bohemios. Regresa a España en 1964 tras pasar el último año en Venecia, ya
separado de su mujer desde el año anterior. Desde ese momento se afinca en
Madrid donde reside hasta hoy día.
El hombre de teatro
Francisco Nieva desde muy
pronto se siente atraído por el mundo de la escena. De 1949 datan sus primeros escritos teatrales (por ejemplo "El rayo colgado" o "Malditas sean Coronada y sus hijas", si bien la primera la concluirá en 1952 y la segunda nada más y nada menos que en 1968). Cuando él se inicia en la escritura dramática, en
España hay dos tipos de teatro: el teatro público de Alfonso Paso, Jaime de Armiñán o Jaime Salom; y el teatro de protesta y denuncia de clara orientación social y tono realista que no accedía a los escenarios debido a la férrea censura que lo impedía en esa década de los cincuenta en que la Comisión Episcopal española acababa de dictar unas rígidas normas
sobre la moralidad en los espectáculos públicos. De esta tendencia de teatro soterrado e invisible formarían parte autores como Lauro Olmo, Martín Recuerda, Rodríguez Méndez, etc. que suscriben todos los puntos del Manifiesto del T.A.S. (Teatro de Agitación Social) que en 1952 presentaron Alfonso Sastre y José M. Quinto.
Mientras esto sucede en nuestro país, Nieva está descubriendo en París el poder arrollador
del teatro: conoce a José Ortí, editor de los surrealistas que le pone
en contacto con el teatro de Artaud; por Montparnase se cruza y conversa con
Juliette Greco, Samuel Beckett, Arthur Adamov, Ionesco... Con estos referentes en su
mente será con los que empieza a componer sus primeras piezas teatrales que luego englobará en
la tendencia de su teatro que él denominará "teatro furioso".
Ya en España trabajará como
escenógrafo con José Luis Alonso en "El rey se muere" de Ionesco, con
Marsillach en "Pigmalion" de Bernard Shaw y "Después de la
caída" de Arthur Miller, con otros
directores en puestas en escena de obras del teatro clásico español o de Carlos
Arniches..., hasta que en 1968 tras una fructífera estancia en Alemania
impregnándose del expresionismo teatral germano monte en España la escenografía
de "Marat Sade" de Peter Weiss que dirigió con gran éxito Adolfo
Marsillach. A partir de este momento su buen saber hacer teatral es reconocido siendo
director escénico de no pocas producciones al tiempo que comienza a impartir
docencia en la Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD en la actualidad).
Francisco Nieva, pese a ser por fecha de nacimiento de la generación de los autores citados como representantes del teatro de denuncia y protesta, estéticamente
se siente más en sintonía con autores más jóvenes que él como Luis Matilla, Gil
Novales, Fernando Arrabal, etc.; y desde luego muy lejos de los
existenciales Alfonso Sastre o Buero Vallejo. Su visión de la dramaturgia fluctúa entre la denuncia social practicada por los
hombres de su misma generación, que cuando él la practica la llama "Teatro furioso"; y la ficción poética, senda de experimentación teatral más simbolista y de farsa, que él denomina "Teatro de farsa y calamidad", y a la que sin lugar a dudas pertenece la obra que en estos momentos se puede ver en el Teatro María Guerrero de Madrid hasta el próximo día 5 de abril.
SALVATOR ROSA o El artista
El teatro de Francisco Nieva
suele tildarse de "barroco". En esta obra de 1988 el autor no sólo
barroquiza la puesta en escena y el lenguaje, sino que traslada la acción a plena época barroca: estamos en el Nápoles de 1640 donde el virrey español, el duque de Arcos, acaba de aplicar un impuesto sobre la fruta que ha encrespado los ánimos del pueblo provocando un levantamiento revolucionario comandado por Masanielo, un pescadero cualquiera de la Plaza del Mercado. Es tal su deseo de venganza que el pobre Masanielo acabará siendo devorado por la misma revolución que acaba de liderar.
La razón por la que Masanielo fracasará no es otra que su incapacidad para poder trasladar al virrey sus reclamaciones. Por este motivo el pintor y poeta Salvator Rosa se ofrecerá a suplantarle durante la entrevista con el Duque de Arcos. Tal será su identificación que también él acabará fracasando. Pero como artista que es será capaz de dar un giro a su fracaso, convirtiendo éste en triunfo artístico.
barroquiza la puesta en escena y el lenguaje, sino que traslada la acción a plena época barroca: estamos en el Nápoles de 1640 donde el virrey español, el duque de Arcos, acaba de aplicar un impuesto sobre la fruta que ha encrespado los ánimos del pueblo provocando un levantamiento revolucionario comandado por Masanielo, un pescadero cualquiera de la Plaza del Mercado. Es tal su deseo de venganza que el pobre Masanielo acabará siendo devorado por la misma revolución que acaba de liderar.
La razón por la que Masanielo fracasará no es otra que su incapacidad para poder trasladar al virrey sus reclamaciones. Por este motivo el pintor y poeta Salvator Rosa se ofrecerá a suplantarle durante la entrevista con el Duque de Arcos. Tal será su identificación que también él acabará fracasando. Pero como artista que es será capaz de dar un giro a su fracaso, convirtiendo éste en triunfo artístico.
Estamos ante una reflexión
sobre el arte y su superioridad sobre la política. Resulta que el artista, individuo normalmente
menospreciado por su estilo bohemio de vida sin valor práctico alguno, pasado
el tiempo es quien establece la Verdad histórica ("La verdad sobre la batalla de Lepanto es la que nos ofrece Tiziano en su cuadro", se repite varias veces en la obra), a pesar de que
paradójicamente la esencia del Arte sea la fantasía y falsificación. En la obra, Salvator Rosa es un
artista muy pagado de sí mismo que en sus cuadros plasma imágenes de sentido
alegórico que sus coetáneos no entienden e incluso atacan con argumentos como
los puestos en boca del pintor español Ribera quien aunque pinta sobre todo
Inmaculadas, Santos, Cristos o temas míticos se jacta de ser un pintor realista.
Aparte de estos dos asuntos -la superioridad del arte sobre la política; y la polémica realismo vs simbolismo en arte- hay otros temas que atraviesan
transversalmente la representación:
- La liberación de la mujer (Floria y Rubina admiten sin problema compartir a Salvator Rosa como marido)
- La liberalidad de costumbres extranjera frente al apocamiento español (visible en los cuadros de Salvator Rosa frente a los del maestro Ribera)
- El choque padres-hijos (la malísima Gezabel frente a su comprensivo y buen padre Cebadías)
- La futilidad y valor monetario del arte
- La magia y fantasía escondidas en las relaciones humanas (el enano Pittichinaccio es una mujer que esconde bajo su fealdad un seductor hombre capaz de que otro se convierta en su medio de transporte)
- El teatro clásico capaz de transmitir modernidad
... y todo ello envuelto en un precioso lenguaje junto al que viaja un gran
sentido del humor, un humor critico y sarcástico, claramente emparentado con Valle Inclán.
Puesta en escena
La puesta en escena que
plantea Guillermo Heras, director de la obra, es coherente con los asuntos que se dirimen
en el escenario. En principio estamos ante una exposición de un cuadro de
Salvator Rosa en la tienda del judío Cebadías; pero -y aquí aparece claramente la ficción poética de Nieva- dentro de ese cuadro se
puede vivir, ocultarse, observar a los demás.. Afuera de la tienda está la vida
representada en la plaza pública: un banco de piedra junto a la fuente donde acuden
las mujeres del pueblo, Lavinia y Floria, a coger agua, flirtear e intercambiar
confidencias. Esta fuente es el espacio de socialización donde coinciden las
clases bajas y las altas que como ya ha sido dicho comparten su amor por el
arte, vamos quiero decir, por Salvator.
En la segunda parte se cambia el espacio abierto de la plaza del pueblo por el cerrado de la Iglesia en la que se refugia Masanielo y por cuyos senderos secretos, que todos conocen y por eso resultan más secretos, se salvan unos (los artistas) y se enfrentan otros con su fatal destino al que retornan atraídos misteriosamente por él (Masanielo).
La estetica del vestir es la propia del
XVII: vestuario negro de la cabeza a los pies para los españoles, y alegres
y vivos colores para los napolitanos. En estos últimos hay que subrayar amén
del vestuario el acompañamiento musical y el narigudo antifaz veneciano de
Salvator Rosa.
El elenco
Todos los actores están a la
altura, aunque de entre todos ellos quiero destacar a Alfonso Blanco que
compone un Pittichinaccio esplendido. El resto del elenco lo forman Isabel Ayucar (Gezabel), Beatriz Bergamín (Rubina), Javier Ferrer (bailarín), Gabriel Garbisu (Masanielo), Carlos Lorenzo (Spadaro), Ángeles Martín (Floria), Juan Matute (Batuel), Juan Meseguer (Cebadías), Nancho Novo (Salvator Rosa), Sergio Reques (Falcone), Sara Sánchez (Lavinia), José Luis Sendarrubias (bailarín), Alfonso Vallejo (El maestro Ribera).
También hay que hacer mención de la colaboración del coro de niños de la Comunidad de Madrid para
en off ambientar la escena en distintos momentos de la representación.
No había visto ninguna obra de Francisco Nieva. La impresión que he sacado es magnífica. Es, en mi opinión, un teatro de grandísima calidad. Literatura en estado puro. Creo que es una experiencia teatral única que hay que procurar no perderse. Imagino que, pasado el 5 de abril, emprenderá gira por el resto de España, pues el esfuerzo puesto en la representación y el resultado alcanzado bien lo merecen.
Se nota que eres un amante del teatro y que aprovechas la oportunidad para bucear en las obras representadas por tu ciudad.
ResponderEliminarPor desgracia no tengo esa suerte de hacerlo con tanta asiduidad como quisiera por motivos varios.
Por eso es una gratificación leer estas reseñas tan bien desglosadas y comentadas.Es como haber estado detrás de bambalinas.
Un abrazo y gracias.
Gracias a ti, Francisco, por tu atenta lectura. Si tienes ocasión de verla, no te la pierda.
EliminarUn abrazo y gracias por tus comentarios.
Oye qué interesante. el teatro lo tengo un tanto dejado porque tristemente en mi ciudad no queda ninguno y tengo que aprovechar los viajes. Precisamente por eso me resulta particularmente interesante tu entrada, ya que me acerca un placer que tengo apartado por obligación.
ResponderEliminarBesos
Me encanta saber que este tipo de reseñas teatrales gustan a l@s bloguer@s literarios dado que la parte del león en estos blogs es narrativa.
EliminarPor otra parte, te diré que tanto esta obra como la que hoy mismo he reseñado de Calderón de la Barca son dos magníficos espectáculos que si tienes ocasión o pasas por aquí no deberías perderte.
Un beso