29 ago 2025

¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? de Jeanette Winterson

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«En febrero de 2008 intenté terminar con mi vida. [...] Yo ya había nacido dos veces, ¿o no?; mi madre perdida y mi nueva madre, la señora Winterson. Esa doble identidad, en sí misma es una especie de esquizofrenia; la sensación de ser una chica que es un chico que es un chico que es una chica. Un desdoblamiento en el corazón de las cosas.»

literatura gay, feminismo, lesbianismo
¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? se trata de una autobiografía personal en la que Jeanette Winterson (Manchester, 1959), como es habitual y rasgo de estilo en ella, mezcla lo real con algo de ficción. Estamos ante una autobiografía novelada. La autora muestra especialmente la búsqueda de su identidad, tanto de sus orígenes biológicos al haber sido una niña adoptada cuanto de la personal en lo que respecta a su sexualidad.
 
Jeanette Winterson achaca sus problemas de identidad a su madre adoptiva muy mediatizada ésta por su pertenencia a la iglesia pentecostal. Para la señora Winterson todo es pecado, todo ha de ser renuncia, sacrificio, expiación. La señora Winterson considera que su hija es una cruz que ella arrastra por haber nacido la niña en «la cuna equivocada». Esta insistencia de la madre adoptiva crea serios problemas a Jeanette quien en su cabeza, sin conocerla siquiera, no deja  de achacar a su madre biológica un sinfín de defectos, vicios y cuantas culpas pueda alguien atribuir a quien sin más ni más la abandonó a las seis semanas de haber nacido.

La otra parte de esta autobiografía, perfectamente entrelazada con la de la adopción se refiere al lesbianismo de Jeanette. Su madre adoptiva no lo admite y por ello ella abandonará la casa familiar con tan solo 16 años. Este rasgo identitario la acompañará siempre, con mayor o menor fortuna respecto a las parejas tenidas a lo largo de su vida.

El libro me ha parecido tener en muchos momentos el formato de libro de autoayuda, algo que en mi opinión le resta atractivo. Sin embargo, junto a esto  hay que destacar en lo positivo el poder salvador de la literatura cuya lectura y escritura hizo que Jeanette pudiese sobrellevar situaciones vitales muy complicadas. La autora utiliza la literatura como patrón de medida para cuanto hace o vive. Dato fundamental en su biografía, que explica su dedicación absoluta a la escritura, es el tremendo éxito que en su país, Inglaterra, tuvo su primera novela, "Las naranjas no son la única fruta" (en España se tituló "Fruta prohibida"), que publicó con solo 24 años. Esta novela fue adaptada por la BBC en 1990 creando una serie televisiva de enorme popularidad. 

La novela que he leído, ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?, se inscribe en la tendencia narrativa posmoderna: mezcla de géneros, de personas narrativas, de asuntos, de citaciones literarias, de humor por momentos... La propia escritora confiesa en muchas ocasiones que ella no sabe escribir de otra manera 
«Nunca podría escribir una historia con un principio, una mitad y un final al modo habitual porque me resultaría falsa. Eso explica por qué escribo como escribo y cómo escribo como escribo. No es un método; soy yo»
Estamos, como ya he dicho, ante una autobiografía que incide en la búsqueda de la identidad personal en dos sentidos muy claros: el sentimiento de abandono de la autora por haber sido una niña adoptada y la reivindicación de su opción sexual que rompe o choca con la normalmente admitida para las mujeres. La autora sola o con ayuda de alguna de sus parejas realiza la búsqueda de su madre biológica. Es claro que ella se siente incompleta, a falta de algo y piensa que quizás si conociera a quien le dio la vida se entendería mejor a sí misma. Pero no será así. Lo que sí logrará cuando la encuentre será dar sentido a lo que es la adopción («Sea lo que sea la adopción, no es una familia inmediata, no con los padres adoptivos, ni con los padres redescubiertos»). Es evidente que para Jeanette Winterson haber sido niña adoptada equivale a haber sido abandonada, a no ser aceptada. Y esto ha marcado su existencia.

¿Influiría este sentimiento de orfandad en su orientación sexual? Pienso que no, si bien es algo que no se explicita en el libro ni en un sentido ni en otro. Sí aparecen ciertos datos que ¿podrían ser pistas? El principal es el peso que en ella pudo tener la religiosidad excesiva y mal entendida de su madre, la señora Winterson. La iglesia pentecostal a la que pertenecían ambas no hacía más que hablar de amor. La tía Nellie, dice en el libro la autora, pobre de solemnidad, daba amor a los niños pobres los martes y jueves con la sopa que hacía para ellos; ella misma, Jeanette, conoció el amor en Helen, de su misma edad y misma iglesia. Serían descubiertas por sus respectivas madres. Helen renunció al amor y ella no, razón por la que sufrió un exorcismo y a partir de ese momento decidió dormir en el jardín fuera de casa de sus padres. Enamorada más tarde de una compañera de curso y descubierta de nuevo por su madre ambas hablarán sobre el tema, sobre cómo para ella ser feliz equivalía a amar a personas como Janey Helen. Es en ese momento cuando la señora Winterson le lanzó la pregunta que da título al libro: «¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?»

También su amor temprano por la literatura y la sororidad despertada en ella hacia las autoras que la historia de la literatura siempre tuvo en un segundo plano respecto a los hombres la inclinará  decisivamente hacia las personas de su mismo sexo, o quizás el proceso haya sido a la inversa: que su orientación sexual la llevará a fijarse en la literatura escrita por mujeres. Sobre ellas y la literatura dice Jeanette Winterson:
«Henry James nos hizo un flaco favor cuando dijo que Jane Austen escribía sobre cuatro pulgadas de Marfil, en otras palabras, minucias sin importancia. Algo parecido se decía de Emily Dickinson y de Virginia Woolf»
Son precisamente las escritoras quienes le marcan el camino literario a seguir. Autoras como Woolf ('Orlando'), Stein ('Autobiografia de Alice B. Toklas'), Charlotte Bronté ('Jane Eyre') o Jane Austen ('Mansfield Park') le gustan porque construyen sus obras derribando el espacio entre realidad y ficción:
«Para alguien como yo, fascinada con la identidad y con cómo te defines, esos libros resultaron cruciales. Leerse a uno mismo como ficción y realidad al mismo tiempo es el único modo de mantener la narración abierta, el único modo de evitar que la historia se escape por su propia inercia, con frecuencia hacia un final que nadie quiere»
Una chica como ella, de una localidad pequeña, Accrington, al norte de la industrial Manchester, que vive su adolescencia durante los primeros años setenta del siglo pasado me ha recordado mucho a la irlandesa Edna O'Brien y sus "chicas de campo" reseñada por mí en este blog hace ya años: puro costumbrismo, puro tipismo de una época pasada que como se dice en el libro está muy lejos del hoy. Quizás por ello en ocasiones esa parte del contenido del libro me haya resultado algo anacrónica, vieja, pesada por sabida. 

¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?
La pequeña ciudad de Accrington creció gracias al algodón y la industria de los telares. La cultura familiar de la autora es obrera, la que se vivía en su casa, en su barrio, en su ciudad. Esto unido a su acendrado feminismo hizo que el ascenso de Margaret Thacher, hija de un panadero, hasta el puesto de Primer Ministro la sedujera. Confiesa que votó por ella, aunque posteriormente abominase de ella por la excesiva privatización. Sobre la historia de su ciudad y sobre la idea de progreso que impuso la Primera Ministra durante los años que dirigió el país leemos:
«El dinero que salía de los telares y la industria del algodón sirvió para construir el mercado y el Ayuntamiento, el hospital Victoria, el instituto de mecánica y más tarde, en parte, la biblioteca pública. Hoy en día parece muy sencillo destruir las bibliotecas sobre todo llevándose todos los libros y decir que los libros y las biblioteca no son relevantes en la vida de las personas. Se habla mucho de la desestructuración y la alienación de la sociedad, pero ¿qué otra cosa podemos esperar cuando nuestra idea de progreso elimina los centros que tanto hicieron por mantener unida a la gente?»

Evidentemente Jeanette Winterson tiene claras ideas políticas. Pero que arremeta contra el exceso de liberalismo no equivale a aprobar cuanto proceda de la izquierda. A ésta le echa en cara su discurso ramplón sobre la mujer y el no haber considerado hasta ya muy avanzado el siglo XX que el feminismo no es una broma, no es humor de mujer con el rodillo esperando al marido tras la puerta de casa cuando éste llega borracho, sino política. Así lo siente ella y por eso, confiesa, quiso hacerse escritora porque la literatura está llena de nombres de hombres y pocos de mujeres.

La escritora vive inmersa en la literatura. Ella se salvó gracias a ella y, creo ya haberlo destacado, la vida real la ve siempre a su través:

«Si la poesía era una cuerda, los libros fueron botes salvavidas. En mis momentos más inestables buscaba el equilibrio en un libro, y los libros me llevaban sobre las mareas de sentimientos que me dejaban empapada y hecha añicos.»

24 ago 2025

David Uclés en "La península de las casas vacías"

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«Pensó en cómo aquella guerra había cambiado al pueblo, y en qué poca cosa quedaban los ideales cuando los hombres y las mujeres eran heridos; qué poco importaba la política y la lucha cuando las costuras del cuerpo se soltaban, cuando la nación resultaba diezmada.»

David Uclés, posmodernismo literario
Esta novela en la que su autor, según confesión propia, ha empleado más de quince años en escribirla, abandonándola en ocasiones para retomarla de nuevo más tarde, me ha gustado, a pesar de que del tema de la Guerra Civil estoy ya un poco ahíto. Y me ha gustado porque me ha parecido una manera muy original de presentar la guerra civil española que comenzó en 1936 y acabó en 1939. Dice David Uclés (Úbeda, Jaén, 21 de enero de 1990) que ha escrito esta historia para que las generaciones jóvenes como la suya no olviden lo que aquella lucha fratricida fue, la mucha gente que murió: 
«He escrito esta novela con total libertad, sin ningún reparo ni prejuicio, sólo he intentado honrar a toda la gente que murió.»
Sinopsis (tomada de la página de la editorial Siruela)

UNA NOVELA TOTAL SOBRE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA EN CLAVE DE REALISMO MÁGICO


Premio Cálamo Libro del Año 2024
Premio Andalucía de la Crítica
Candidato español al Premio Literario de la Unión Europea
Premio Kelvin 505 del Festival Celcius 232 a la mejor novela original en castellano publicada por primera vez en España en 2024
Premio Espartaco en la Semana Negra de Gijón a la mejor novela histórica escrita en español


He aquí la historia de la descomposición total de una familia, de la deshumanización de un pueblo, de la desintegración de un territorio y de una península de casas vacías.

Mi comentario
El autor-narrador se sitúa en la posición de narrador omnisciente, de dios creador, desde la que observa, dispone y enjuicia los acontecimientos. Describe los paisajes, en especial ese territorio cuasi mítico, Jándula (el pueblo jienense de Quesada en la realidad), en el que nace y muere esta novela, donde ocurren muchos episodios, algunos de ellos surreales o por encima de la realidad, siendo aquí donde el concepto de Realismo Mágico aplicado a La península de las casa vacías (editorial Siruela, 2024) encuentra toda su justificación. Parodiando algo al propio Uclés diré que sobre el realismo mágico en esta novela hablaré más tarde. Ahora sigo con ese narrador-dios que todo lo sabe y todo lo domina; naturalmente conoce todo de los personajes que intervienen en el relato, unos históricos y otros intrahistóricos (en definición de Miguel de Unamuno, creador del concepto: la gente común que hace la historia, pero no pasa a la Historia), o sea, reales en tanto en cuanto que él, según confiesa en varias ocasiones, es nieto del último de ellos, Luis, nacido al final de la GC, y que es quien, nos confiesa, le ha relatado la mayor parte de los sucesos narrados. 

El propio autor-narrador David Uclés no escatima el humor en su novela. 
«—Dicen que van a derribar su casa para construir una más moderna.
—¿Quiénes?
—Los herederos, los hijos que tiene repartíos entre Alicante y Mágina. Les trae sin cuidado la costumbre que tenemos de dejar que las casas se caigan solas.
»
Como el maestro Gonzalo Torrente Ballester el autor de La península de las casas vacías concibe la narrativa como un juego y en este sentido juega absolutamente con todo: entrando y saliendo del relato a voluntad; también juega con los lectores, con los personajes, con las creencias, con los contendientes..., en suma con la propia literatura. Construye un relato en el que las reflexiones metaliterarias abundan, especialmente dirigidas a los propios lectores quienes, el mismísimo Uclés reconoce, deben/mos estar perplejos ante esta lectura
  • «No sé si os habréis percatado, en las reacciones de varios personajes, de cierta dicotomía existencialista: los íberos no sabían si creer en Dios o en el narrador. Desconocían si eran lo mismo o no, y si alguno de los dos existía. Por regla general, la idea de ser un producto narrativo les angustiaba más que la de ser criaturas de un ente celestial.»
  • [sobre dos personajes que va a eliminar del relato] «En cuanto a si me arrepentiré y los traeré de vuelta, no puedo saberlo. Quizás más adelante los reviva narrativamente o los retome al final para cerrar la historia; o quizás mueran y cuando quiera echar mano de ellos, ya no estén, y serán ellos los que me habrán abandonado. No puedo saberlo. Vosotros sí, si hojeáis el final del libro. Es curioso. Podéis adelantaros a lo que yo mismo desconozco todavía que ocurrirá. En ese sentido, os envidio. Adiós, Manolo. Adiós, Pura.»
Son numerosas las confesiones del propio autor sobre decisiones escriturales tomadas en una novela que tiene mucho de histórica y en la que por eso mismo conviene ser cuidadoso. Así, por ejemplo, al hablar del personaje de Fuensanta y atribuírsela como hija al pintor Rafael Zabaleta, el autor de la portada, el novelista se ve en la necesidad de aclarar en el característico tono distendido predominante en la mayor parte del relato lo siguiente:
«Fuensanta. Esta era hija del pintor del pueblo, el cubista Zabaleta. En realidad, el artista nunca tuvo descendencia; pero, en el reino maleable de la literatura, he querido darle una hija.»
Y en cuanto a la interesante y llamativa portada, en un momento de la narración David Uclés informa de que es precisamente el padre de Fuensanta el autor de la misma, y que fue a él a quien acudió Ángela Ardolento para que le predijese más o menos la fecha de nacimiento del hijo que llevaba en sus entrañas:
«Una vez terminó de pintarla, Zabaleta se retiró a continuar con otro trabajo que llevaba a medias —un encargo realizado por el narrador de esta historia, quien quería que la portada llevara los rostros de los personajes principales del libro, acompañados por dos militares—»
Cualquiera que lea la cita anterior se dará cuenta de cómo el novelista hace uso de la maleabilidad que dice es consustancial a la literatura. Es a en efecto, mucho más en una novela que se siente más que a gusto dentro de la tendencia del posmodernismo literario como se observa en el texto anterior: metaliteratura, parodia de la propia escritura e introducción del libro real dentro de la propia ficción.
Si bien en la novela el narrador afirma que los personajes pintados son las personas de su familia y otras del pueblo, la portada en realidad no es más que un fragmento del cuadro 'La romería' que el pintor Zabaleta pintó en 1959. El autor disfruta jugando con los elementos reales e inventados más que un chiquillo.

El realismo mágico es sin duda alguna el estilo narrativo elegido por David Uclés para presentar a esa familia Ardolento transitando por la España de la Guerra Civil. Es la modalidad literaria que, en su opinión, mejor muestra la realidad, brutal en muchas ocasiones, inserta en la cotidianidad y el costumbrismo propios de los pueblos y personas que la tuvieron que vivir y sufrir pese a ellos. Al igual que el colombiano García Márquez con Macondo o el mexicano Juan Rulfo con Comala, Uclés crea un territorio mágico que emana de la propia realidad. Este territorio mítico al que Odisto y todos los Ardolento quieren retornar es Jándula (el pueblo real de Quesada en Jaén) que forma parte de Iberia (España junto a Portugal -Lusitania en la novela-). 
La magia e irrealidad impregnan la existencia de las personas en esta Iberia ficticia:
  • «Al final de las misas de difuntos el miembro más pequeño de la familia del fallecido tocaba un almirez de cobre; debía golpearlo una sola vez y con fuerza. Pensaban que la nota se desplazaría horizontalmente, daría la vuelta a la tierra y volvería meses después al mismo punto del planeta, ascendiendo finalmente hasta el cielo»
  • «Aquel pintor de lutos conocía las tonalidades oscuras mejor que nadie y la duración del pigmento que usaba coincidía con la de la tristeza de los familiares por el fallecido.»
  • [Manola, la sobrina de Odisto que ha salido en busca de su hermana Antonia llega a] «Écija, donde se entretuvo en contar las torres barrocas. Allí, debido a las temperaturas extremas, todos los habitantes sin excepción usaban sombrero para que no se les escapara el alma por la cabeza.»
Pero, advierte el narrador saliéndose del texto que esta técnica del realismo mágico no se aviene siempre bien con lo realmente sucedido, por lo que a veces debe de abandonarla o avisar al lector de que la realidad supera cualquier cosa imaginada, ironizando metaliterariamente con el propio estilo:
  • [las tropas de Yagüe] «llegaron a Badajoz. Lo que ocurrió allí, así como la respuesta republicana en la Cárcel Modelo, bien merece otro capítulo, uno más cercano a la novela histórica que al realismo mágico. No habrá muchos más relatos como el de Badajoz en este libro, pues la sangre no sale bien de este teclado.»
  • «El Caudillo, para destrozar cuantos más mejor, tenía un método: abría las compuertas de los embalses de Tremp y Camarasa para que el nivel del agua en el río ascendiera y lanzaba troncos que flotaban y que cargaban con dinamita, la cual estallaba contra las pasarelas. Parece realismo mágico, pero fue tal que así.»

Antes de entrar, para cerrar ya esta reseña, en la presentación del propio contenido histórico quisiera destacar el gusto por el vocabulario que demuestra el novelista en La península de las casas vacías. Son innumerables las palabras poco empleadas o al menos poco conocidas por los lectores actuales, habitantes la mayoría de núcleos urbanos que han olvidado por completo las actividades y los objetos empleados para ellas en el medio rural tan habitado en los ya lejanos años de la guerra civil española. Algunos de estos vocablos son por ejemplo: Abuzado: Echado de bruces especialmente para beber; Oblata: Dicho de un niño confiado por sus padres a un monasterio para que allí se eduque y si se aficionase entre en religión;  Barjas: Cestas de madera o esparto utilizadas en el campo para llevar alimentos; Entortar: Hacer tuerto metiéndole algo en el ojo; Orza: Vasija vidriada de barro alta y sin asas que sirve normalmente para conservar alimentos;  Estezonazos: golpes; Tomiza: Cuerda o soguilla de esparto; Jifero: Matarife; Albéitares: Veterinarios; Olíbano: Incienso aromático; Bleda: acelga; etc, etc.

La historia
que nos cuenta David Uclés la distribuye en cuatro apartados. El primero son los antecedentes de la contienda: luego los tres siguientes corresponden, cada uno de ellos, a los años en liza (1936, 1937 y 1938-1939). Finaliza la obra con un Epílogo en el que venimos a comprobar y a reafirmarnos en que es el propio autor quien ha narrado la historia a través del tamiz de su imaginación y la de su abuelo Luis que vino a este mundo en 1940, último vástago de la mítica estirpe de Odisto Ardolento, auténtico protagonista de toda esta historia.

En cuanto a lo estrictamente histórico el autor es ecléctico, imparcial, a pesar de que para evitar susceptibilidades confiesa su simpatía por el bando republicano, lo que no quita para que exponga de modo neutro las brutalidades cometidas por unos y por otros. Durante la lectura constantemente venía a mi mente la figura del periodista Manuel Chaves Nogales que en su obra "A sangre y fuego", reseñada en este blog hace ya doce años, presenta crónicas periodísticas escritas por él mismo durante la contienda; en ellas asistimos asombrados a bestialidades perpetradas por los 'hunos' y por los 'hotros'. Esta terminología cacográfica la toma deliberadamente el autor de La península de las casas vacías del propio Miguel de Unamuno quien la usó en más de un ensayo para describir lo equivalentes que en brutalidad eran las derechas y las izquierdas, o sea, los unos y los otros.
«—Estamos apañaos con ser de derechas o de izquierdas… ¡Siempre con lo mismo!
—Los políticos no tienen campo. Si no, no tendrían tiempo de inventar tantas cosas.
»
Sobre la GC dice Uclés en entrevistas: 
«Fue tan grotesco, tan irracional, que creo que nadie sabe explicarlo bien del todo. Hay quienes lo explican culpando sólo a una parte de la población, u olvidándose de la otra. Lo que tengo claro es que abrió un pozo de tristeza que no se ha secado. Todo el mundo en este país tiene una historia sobre la Guerra Civil; unas familias las sufrieron más que otras, pero todas la sufrieron.»

Y al inicio del relato de La península de las casas vacías reflexiona el autor-narrador:
«— Lo más peligroso de una guerra muchas veces no es la lucha armada contra el enemigo político, sino el ajuste de cuentas con los que te rodean. ¡Todo está permitido! Y si alguien te descerraja un tiro en mitad de una calle, nadie va a ser juzgado. Ese es el mayor miedo que da una guerra, la sensación total de indefensión. Y con la que se nos viene encima… Pero bueno, no creo que nadie toree a nadie en esta historia; y mucho menos a animales. ¿No ves que el narrador está contra la fiesta?»

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Nota final
No quiero extenderme más en esta reseña. Pero he de advertir que esta buena novela contiene muchas más cosas dignas de ser señaladas. Entre ellas las innumerables, si bien bastante sabidas, alusiones a personajes de la esfera literaria de la época (Alberti, María Moliner, Machado, García Lorca, André Malraux, Saint d'Exupery, Max Aub, Alejandro Casona...) y a otros del futuro que se ocuparían más o menos directamente de la Guerra Civil o de sus consecuencias (Paul Preston, Almudena Grandes,  Pío Moa, Hugh Thomas, Carmen Laforet...). Rompe David Uclés la línea temporal hacia adelante o hacia atrás muchas veces; también, como se ve, con estos protagonistas de la cultura española.








25 jul 2025

Manuel Machado, el hermano de Antonio

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Alfonso Guerra, comisario de la exposición Los Machado

Disfruté mucho viendo en la sede de la RAE en Madrid la exposición "Los Machado. Retrato de familia", que se cerró el pasado día 29 de junio. La exposición llegó a la capital tras su paso por Sevilla y Burgos, Concretamente la muestra se inauguró el 21 de octubre de 2024 en la antigua Fábrica de Artillería de Sevilla y siguió a comienzos ya de este año en la Sala de Exposiciones Pedro de Torrecilla en Burgos (Fundación Círculo Burgos). El motivo de estas dos primeras localizaciones es que los dos poetas Machado, Manuel y Antonio, nacieron en Sevilla en los años 1874, el primero, y 1875, el segundo. Se cumplen, pues, este año 2025 y el anterior, 150 años del nacimiento de uno y otro. En cuanto a Burgos, la razón principal de que la muestra recalara allí antes de su llegada a Madrid no es otro que el que fue en esta ciudad donde definitivamente el destino hizo que los dos hermanos se separaran definitivamente dado que el estallido de la Guerra Civil de 1936 encontró a Manuel en la ciudad burgalesa y a Antonio en Madrid; estas dos ciudades quedaron adscritas respectivamente a uno y otro bando de los dos en liza siendo imposible la comunicación entre ambos hasta 1939, año en que Antonio moriría exiliado en Colliure (Francia). 

La exposición comisariada por Alfonso Guerra me pareció interesante por el buen número de documentos, manuscritos, cartas, primeras ediciones bibliográficas, fotografías, material hemerográfico, obras plásticas y objetos personales que explicaban los orígenes literarios de los hermanos y su recorrido vital y creativo. Se parte del legado familiar: la pasión por lo científico y la naturaleza del abuelo Antonio Machado Núñez, la querencia por los cuentos y romances de la abuela Cipriana Álvarez Durán o el gusto por el folclore o el mundo popular del padre Antonio Machado y Álvarez "Demófilo". Y tras este legado se mostraba la trayectoria en paralelo, muchas veces coincidente, de ambos hermanos, organizada en ocho apartados: 
  1. La infancia (1874-1883), centrada en la vida doméstica, las influencias de los abuelos y el padre en la futura obra de los Machado
  2. La adolescencia (1883-1893), que relata el traslado a Madrid, la formación en la Institución Libre de Enseñanza, y la muerte del padre y del abuelo 
  3. La juventud (1893-1907), marcada por las tabernas y la cultura popular en la que se sumerge Manuel, y la estancia en París de ambos hermanos 
  4. El viaje (1907-1912), que repasa la separación, el inicio de la vida profesional y el periodo en Soria de Antonio
  5. La madurez (1912-1919), en la que se analiza el duelo de Antonio por Leonor y el casamiento de Manuel 
  6. El regreso (1919-1936), con el destino en Segovia, luego en Madrid, de Antonio y la Real Academia Española de fondo. Manuel como funcionario por oposición y periodista de diversos medios.
  7. La guerra (1936-1939), que relata el inicio de la contienda y las repercusiones en la familia, y 
  8. Colliure (1939), fundamentada en la muerte y el exilio.
Como no podía ser de otro modo la figura preeminente de la muestra era la de Antonio. Pero a mí me  resultó más interesante, por menos sabido, la luz que la misma lanzaba sobre Manuel, autor que al haber quedado por azar durante la GC en zona nacional suele ser adscrito a dicha ideología cuando como bien se destaca en la expo y puso de manifiesto el comisario de la misma en cuantas entrevistas le hicieron antes y mientras estuvo abierta no había tal ya que los hermanos eran uña y carne literaria, social y afectivamente. Como muestra, Alfonso Guerra destacaba la anécdota del argentino Jorge Luis Borges cuando, recabada su opinión sobre el poeta Antonio Machado, respondió: "¡Ah, no sabía yo que Manuel tenía un hermano!" con lo que quería destacar la altura e importancia literaria del hermano menos conocido popularmente, Manuel. 

Manuel Machado, Exposición sobre Los Machado
Yo, aunque conocía muchos de los poemas de Manuel que junto a otros de Antonio ilustraban los muros de las dependencias de la RAE donde estaba  ubicada la exposición, llamaron mucho mi atención otros desconocidos para mí. Salí, pues, de la Real Academia con el decidido propósito de penetrar más a fondo en la poesía del primogénito de los Machado. Busqué en librerías títulos suyos y apenas si todo se reducía a las colaboraciones teatrales realizadas en comandita por ambos hermanos y a alguna antología que recogía poemas de uno y otro, con preeminencia siempre del autor de "Campos de Castilla"; sólo un voluminoso libro, las "Poesías Completas", editado por Renacimiento en 2019 aparecía en todas ellas. E igual sucedía en las bibliotecas públicas: apenas nada de Manuel y sí, todo, de Antonio. Yo buscaba una antología de su poesía, y aunque las hay (una publicada por Alianza editorial en 2016, otra por editorial Río Nuevo en 1982, otra más por Edaf en 2003, y quizás la que yo buscaba también publicada por editorial Renacimiento con el título de "Yo, poeta decadente" en 2013) es evidente que los bibliotecarios encargados de las compras no habían sentido la necesidad de adquirir ejemplares de Manuel Machado. Sólo en una biblioteca municipal cercana a mi domicilio pude tomar en préstamo un ejemplar que contiene los tres primeros títulos dados a la imprenta por el poeta. Se trata de sus poemarios "Alma" (1902), "Caprichos" (1905) y "El mal poema" (1909).

Mi gran primera sorpresa al ponerme con el libro fue observar que la nota biográfica realizada por Rafael Alarcón Sierra, encargado de la edición crítica de estas tres publicaciones que en el año 2000 publicó la editorial Castalia, difería muy poco, si es que difería en algo, de lo que el comisario de "Los Machado. Retrato de familia" decía en la página web dedicada a promocionar la muestra. Quizás, pensé, había yo arribado a las fuentes del Nilo que sirvieron al político, entusiasta machadiano, para organizar y dar contenido a esos ocho apartados en que la expo quedó definitivamente conformada. En cualquier caso he de decir que la introducción biográfica y crítica que hace Alarcón Sierra es magnífica. 

Antonio Machado, Modernismo, Simbolismo
He disfrutado mucho leyendo los poemas de cada uno de los poemarios. Los dos primeros, "Alma" y "Caprichos" están claramente alineados con el simbolismo y el modernismo. Los influjos del maestro mágico, liróforo celeste y de quien así lo calificó en el hermoso responso que le dedicó a su muerte en 1896 son más que evidentes. Como le sucediera a Antonio la primera estancia de ambos en París en 1899 poéticamente fue muy fructífera para los dos hermanos y eso se nota en "Alma" (1902) y "Caprichos" (1905). A "Alma" pertenecen esos dos poemas tan sabidos y conocidos de Manuel Machado, Adelfos (Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron) y Castilla (El ciego sol se estrella / en las duras aristas de las armas), pero también destacan el que dedicara a Francisco Giner de los Ríos titulado Felipe IV (Nadie más cortesano y pulido / que nuestro rey Felipe, que Dios guarde / siempre de negro hasta los pies vestido) dentro de una sección poética llamada 'Museo' y especialmente para mí el titulado Cantares que figura en tantos libros de texto como ejemplo de lo que en el 98 fue la fusión del simbolismo con la veta popularista al mostrar una Andalucía modernista, íntima y melancólica. La copla, su ritmo y su expresión tan caros al cante hondo, está presente en este poema. 

Son precisamente esas coplas y esos cantares los que en el poemario "Cante Hondo" publicado en 1912 dignificará reconociendo su importancia y su poeticidad intrínseca emanada del propio pueblo que los hace, los pule, los canta, los hace suyos aunque ellos no sean sus autores tal y como en hermoso poema contenido en ese poemario y titulado La copla expresa el propio poeta: 
Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.

Tal es la gloria, Guillén,
de los que escriben cantares:
oír decir a la gente
que no los ha escrito nadie.

Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.

Que, al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad.

En el poemario "Caprichos" el poeta prosigue en su línea modernista y simbolista aunque comienzan a aparecer poemas más unidos a la propia experiencia vital del escritor. Era Manuel Machado hombre vividor, asiduo de los tablaos y cliente asiduo de alguna que otra casa de mancebía donde tenía sus preferencias y alguna que otra amante. A ellas, a la mujer en general (Mujeres) y a varias en particular (Mimí, la modelo, Rosa, Ruth...) dedica una buena parte de las coplas, madrigales y cantares que forman el poemario. Un poemario que no fue tan bien recibido como el anterior pues se le achacaba cierto continuismo con éste y un mucho de frivolidad debido a esos Pierrots, Arlequines y Colombinas tan artificiosos que invaden algunos de sus poemas. A mí personalmente el poema Vísperas (Era una tarde quieta / de paz. La plazoleta, / solitaria, / [...]) en el que el poeta introduce en su poesía la cotidianidad es con mucho el que más me ha gustado de este segundo libro, quizás -casi seguro que por ello- por su parecido con Recuerdo infantil de su hermano Antonio (

Manuel Machado, Poesía neopopular, Generación del 98
Una tarde parda y fría / de invierno. Los colegiales / estudian. Monotonía / de lluvia tras los cristales. [...]).

"El mal poema" aparecido en 1909 representa ya definitivamente el inicio de la ruptura con el modernismo aunque no con el simbolismo de Verlaine de quien, en el fondo, viene a tomar el título del propio libro. Manuel Machado estaba seriamente dolido con las críticas que recibió Caprichos cuyos poemas fueron tildados de malos por los asuntos y también, dijeron algunos comentaristas, por defectos en la medida y ritmo de algunos versos. Se revuelve, pues, el poeta contra sus detractores y se reivindica como creador de una obra original y distinta que nace de la propia vida, de la suya, de sus experiencias, de su verdad. Así lo muestra en varios poemas:

    MI PHRINÉ

No es cinismo. Es la verdad:
yo quiero a una mujer mala,
fuera de la sociedad.
Una déclassée, lo sé;
pero... ¿la conoce usté?
¡No! Pues, bueno;
sea usted bueno y cállese,
que es el saber más profundo,
y nadie diga en el mundo
de este agua no beberé.
[...]

 

YO, POETA DECADENTE...

Yo, poeta decadente,
español del siglo veinte,
que los toros he elogiado,
y cantado
las golfas y el aguardiente...,
y la noche de Madrid,
y los rincones impuros,
y los vicios más oscuros
de estos bisnietos del Cid:
de tanta canallería
harto estar un poco debo;
ya estoy malo, y ya no bebo
lo que han dicho que bebía.

Porque ya
una cosa es la poesía
y otra cosa lo que está
grabado en el alma mía...

Grabado, lugar común.
Alma, palabra gastada.
Mía... No sabemos nada.
Todo es conforme y según.

La idea estoica y existencial de la vida como camino, como peregrinaje hacia su final, presente en poemas de Antonio Machado también se ve en "El mal poema". Así, en la poesía titulada El Camino, el estribillo que abre y cierra la canción dice así: Es el camino de la muerte. / Es el camino de la vida...) y el poema enigmáticamente encabezado con un signo de interrogación reza:

                ?

Peregrino, peregrino,
que no sabes el camino,
¿dónde vas?

Soy peregrino de hoy,
no me importa donde voy;
¿mañana?...¡Nunca, quizás!

Admirable peregrino,
todos siguen tu camino.

Por último, señalar que es en este poemario donde Manuel Machado se abre más decididamente a un costumbrismo popularista más ciudadano, más cosmopolita, especialmente en la última sección del libro que titula 'Voces de la ciudad'. En ella aparecen poemas como el titulado A la tarde en el que canta la vida dura y sencilla de las mujeres que se van incorporando al mundo de las fábricas y talleres bajo la, siempre concupiscente, mirada viril (Las chicas son de los talleres / que han terminado la labor... / Dulces capullos de mujeres / a los golosos del amor / [...] Acaso es triste, pero es bello / el verlas siempre sonreír / sin más oro que el del cabello / ni más ventura que vivir / [...]).

Manuel Machado, Verlaine, Rubén Darío
En fin, para concluir declararé mi completa satisfacción con la lectura de estas tres primeras obras del hermano de Antonio, un poeta como la copa de un pino que merece más aprecio y mucho más renombre que el que tiene pues, como bien recordaba Alfonso Guerra en las entrevistas y en la propia muestra "Los Machado. Retrato de familia" pude apreciar, él y su esposa sufrieron hostigamiento, incluso prisión durante unos días, en Burgos por parte de los facciosos que se habían levantado contra el orden constitucional. Fue liberado por los oficios de familiares de su esposa y tuvo que escribir algunos poemas de elogio al levantamiento. Sí, así fue, pero como dice el comisario de la exposición tanto Manuel como Antonio eran partidarios de la libertad y de la libre decisión del pueblo; o sea que si en 1931 los españoles habían elegido República pues bienvenida sea, y si no lo hubieran hecho también habrían respetado su decisión. Sí es verdad que Antonio expresó de viva voz y por escrito su adhesión al nuevo Régimen y Manuel no, si bien este último escribió una letra para el himno republicano y los dos hermanos una obra de teatro, 'La diosa Razón', en la que señalaban los peligros que estaba corriendo la misma. En ambos siempre primó la libertad por encima de cualquier consigna. 

16 jul 2025

Bernhard Schlink e Hisashi Kashiwai (A pares XLV)

12 comentarios:
Durante el verano las lecturas que realizo son más imprevisibles, menos meditadas. Quiero decir con esto que no sigo orden alguno en ellas, sino que salto de unas a otras de modo caprichoso. La ruptura de la rutina provocada por viajes, visitas de familiares, atención a hijos y nietos, etc. hace que me sea difícil seguir debidamente el orden establecido en mi lista de próximas lecturas. El descanso se impone y forma parte también de él esta anarquía. Pese a todo procuro realizar lecturas de calidad, pero que no exijan de mi parte en exceso. Este exordio es la manera que tengo de justificar la unión en este A pares de dos libros bien distintos, bien diferentes; podría decir que sólo tienen en común el fondo amarillo de las respectivas portadas que la editorial Salamandra para el que comento en segundo lugar y Anagrama para el que le precede tienen como seña empresarial. 
 



"La nieta"

« —¿Habrías venido a mi Jugendleite si te hubieran invitado?
Le explicó que era una fiesta para despedirse de la infancia y entrar en la vida adulta para la que se asignaba una tarea; la familia, los amigos y compañeros formaban un gran círculo y se sentaban en alfombras alrededor del fuego. Era una fiesta con canciones y lemas, y, para concluir, una bofetada: despedirse de la infancia duele; en la ceremonia en la que se armaba a los caballeros también se les daba una bofetada.
»


Bernhard Schlink, literatura alemana actual
La primera novela de Bernhard Schlink que leí allá por el año 2009 fue El lector (en 2013 escribí en este blog una reseña sobre ella). Me encantó el libro. Realicé su lectura a raíz de la visualización de la magnífica película que, protagonizada por Kate Winslet, David Kross, Ralph Fiennes, etc., hizo sobre la misma el director británico Stephen Daldry.  Tras este primer acercamiento a la Obra del escritor y jurista alemán varios años después cayó en mis manos Olga, novela aparecida en 2018 que leí con sumo gusto en 2021 y de la que también dejé reseña escrita en este blog.

La nieta,  como casi todo lo que este buen escritor, además de juez federal en su momento, ha escrito me ha satisfecho plenamente. He comprobado que a 
Bernhard Schlink son los temas relativos a la convivencia entre alemanes, a las relaciones entre alemanes occidentales y orientales, al resurgir con fuerza del nacionalismo de extrema derecha, los que le preocupan y de los que habla fundamentalmente en sus libros. 
En La nieta vemos hecho realidad el dicho español de "los extremos se juntan". Curiosamente los jóvenes educados bajo la férrea mano del socialismo real en la extinta RDA serán fundamentalmente quienes alumbren y sostengan a los nuevos grupos de neonazis que con fuerza progresan y campan a su gusto en la Alemania unificada actual.  Esta es la gran paradoja, que los nietos de los educados en el comunismo de la República democrática alemana vayan con el paso de los años a engrosar grupos neonazis alemanes de la actualidad como  «el Partido Nacionaldemócrata y Alternativa para Alemania, los nacionalistas autónomos, el Movimiento Identitario, la Liga Artaman, los nacionales, sus colonias y las zonas liberadas y también sus organizaciones juveniles y de mujeres». 

Personalmente he aprendido mucho leyendo esta novela. Me he enterado de cómo los movimientos de ultraderecha alemanes, como ya he dicho, deben no poco a los años de socialismo real en la extinta RDA, lo que para nada exculpa a la RFA si bien la democracia de ésta abre más los ojos y las mentes de los ciudadanos. En La nieta asistimos al encuentro entre un abuelo (más bien abuelastro) y la nieta (o sea, nietastra para él) de su fallecida mujer. ¿Por qué han estado separados? ¿Cómo lo recibe Ingrun, la nieta? ¿Qué evolución tendrá esta adolescente que ha vivido en el seno de una familia ultranacionalista al topar con la cultura abierta y libre de Occidente? Todo esto es lo que mantiene viva la atención del lector en este buen libro de Bernhard Schlink

Como todo lo suyo está muy bien escrito. Quizás una pega le pondría a la novela: a veces me ha parecido estar leyendo un libro de texto o de autoayuda en el que prima lo políticamente correcto sobre cualquier otra cosa. Pero, también he de decirlo, tal sensación sólo la he tenido en momentos puntuales muy concretos. Al final, el novelista sabe dar un giro narrativo más que interesante al relato que me ha hecho olvidar lo anterior. 

En cuanto a lo puramente formal estamos ante una novela que se está construyendo ante nuestros propios ojos. Kaspar, principal protagonista de la misma encuentra a la muerte de su esposa Birgit fragmentos de la novela que ésta llevaba escribiendo durante los últimos veinte años. Por ella se entera de que Birgit, que con la ayuda de Kaspar escapó de Berlín Oriental en 1965, dejó en la RDA una hija recién nacida. Kaspar decide ir en su búsqueda. La hija se llama Svenja, está casada con Björn y viven dentro de una comunidad rural de ideología derechista ultraconservadora. Cuando va a verlos se entera de que tienen una hija, Sigrun. Esa es la nieta protagonista de la novela. El plan que la propia Birgit había ideado para su novela es la que tiene el libro que tenemos en nuestras manos:
«Así imagino mi novela:

Primera parte: Yo
Infancia y juventud, Leo, Kaspar, el parto, los años de aprendizaje y la librería, la India, orfebre, cocinera, el camino hacia la escritura, la escritura como búsqueda.

Segunda parte: La búsqueda
La búsqueda de Paula, la conversación con ella, los viajes, seguir las pistas, las escalas.

Tercera parte: Ella
»
Y como corresponde el narrador en la primera parte es el 'yo' de la propia Birgit, autora de los fragmentos novelísticos que Kaspar ha hallado a la muerte de ésta. A partir de esta lectura que conforma en esencia la Primera parte de la novela en las otras dos el narrador pasa a una tercera persona objetiva. 

Si Kaspar es personaje esencial en este relato, Sigrun es sin duda alguna el centro de la novela. Asistimos a través de los ojos de su abuelo a la evolución de ella, una niña de trece años cuando la conoce, adolescente de quince cuando comienza a pasar alguna temporada con él y finalmente mujer mayor de edad que toma las riendas de su propia existencia. En este sentido, en definitiva La nieta es un bildungsroman, una novela de iniciación, de aprendizaje en el que una adolescente busca su propio camino entre las más de mil influencias (buenas, malas y regulares) con las que va topando en el mundo que está viviendo. 

Bernhard Schlink, literatura alemana
Subyace en
La nieta una tesis, la de que la cultura (música y literatura fundamentalmente) es la llave para salir del oscurantismo ideológico. El culturalismo es la luz que, como pensaban los ilustrados del siglo dieciocho, abre las mentes y da opciones de elegir; en definitiva está en la base de la democracia auténtica. Esta es la gran tesis, si bien el propio Schlink es consciente de que el disfrute de la belleza también anida en el alma de seres crueles como en algunos ídolos nazis de Sigrun («No hay que preocuparse por nadie que vive la música de esa manera, pensó, hasta que recordó a Hans Frank y luego a Irma Grese»). O sea que Sigrun, pese sus buenas cualidades como pianista y amor por la música en general y también por la buena literatura, aún no estaba a salvo a ojos de Kaspar de la ideología que la tenía subyugada. 

De sumo interés me parece la reflexión que la nieta hace a su abuelo sobre el supremacismo que ella cree ver en Kaspar:
«—Tú nos desprecias. Piensas que somos tontos, que nos equivocamos en todo, que con nosotros es imposible hablar. Te crees mejor que nosotros.
Kaspar quiso contradecirle al instante, pero ¿acaso no tenía razón?
»
Hay quien afirma que en esta sensación y manifestación de la superioridad de unos sobre otros radica el vuelco -inexplicable, se dice muchas veces- producido en el voto popular en algunos países occidentales en los últimos años. Sea lo que fuere, sí que es buen asunto para reflexionar.

Finalmente diré que, como me ocurre con algunos autores (Zweig, Faulkner, Mo Yan, Chirbes, Kawabata, Berlin, Lemaitre y pocos más) esta novela de Bernhard Schlink me ha satisfecho totalmente. Volveré a él sin duda alguna en alguna otra ocasión.  Sus libros son siempre excelentes lecturas.





"Las deliciosas historias de la taberna Kamogawa"

«En Kioto es costumbre comer sardinas en Setsubun, cuando acaba el invierno y empieza por fin la primavera. La gente las asa el mismo tres de febrero y usa las espinas, ensartadas en ramas de acebo, para fabricar amuletos que se cuelgan en la entrada de las casas. Se supone que ahuyentan a los ogros oni y a los malos espíritus en general.»


Hisashi Kashiwai
Junto a otros, adquirí este libro en mi visita a la Feria del Libro de Madrid del pasado mes de junio. Había oído hablar de su autor, el japonés Hisashi Kashiwai, y la amenidad de la serie protagonizada por  el señor Nagare y su hija Kioshi que había leído en varios blogs hizo que cuando vi un ejemplar en una de las casetas de inmediato decidiese comprarlo. Quizás debería haber iniciado mi lectura de la serie en el orden debido, esto es, comenzando por el primero de la misma titulado "Los misterios de la taberna Kamogawa". Pero no ha sucedido así y ha sido el segundo de la serie el que cayó en mis manos y he leído con agrado y a una velocidad endiablada.

En esta entrega el chef Nagare, padre de Kioshi, la encargada de la agencia de detectives que alberga la taberna Kamogawa, investigarán sobre seis platos que seis personajes desean recuperar para así poder volver a sentir la emoción que recuerdan tuvieron cuando en el pasado los ingirieron. Los datos que dan sobre los mismos son poco precisos y Kioshi les pide en la entrevista inicial que mantiene con cada uno de ellos que le transmitan las sensaciones que experimentaron cuando los tomaron, le informen de la localidad, la calle y el tiempo (estación del año, horario...) en que tuvo lugar la experiencia, etc.  Casi siempre estos clientes buscan platos que por lo que sea los recuerdan con afecto. Llevan años sin robarlos y los lugares donde los consumieron han desaparecido en su mayoría. El sr. Nagare se desplazará hasta el lugar de Japón donde el cliente los consumiera en el pasado e investigará sobre el mismo.

La estructura es siempre la misma en las seis historias: el cliente busca la taberna y entra en ella; el señor Nagare le ofrece comida; tras ella expone su caso a KioshiNagare Kioshi no le cobran la comida y le dicen que ya lo hará cuando dentro de dos semanas -¡siempre son dos semanas!- vuelva al restaurante para ver la resolución de su caso gastronómico; y también siempre tras resolverlo el señor Nagare les dice a sus clientes que ingresen en la cuenta corriente cuyos datos les da la cantidad que estimen merece el asunto investigado.

literatura feelgood japonesa
Es esta novela -e imagino que toda la serie- una lectura agradable, sencilla, sin ninguna dificultad, muy apta para aquellos lectores que gusten de la comida nipona y deseen enterarse un poco más de sus ingredientes.  También la lectura me parece recomendable para aquellos que vayan a visitar Japón y deseen contactar previamente con la cultura del país. Hay toques de humor que facilitan aún más si cabe esta lectura de 'cozy crime', expresión que bien podría traducirse por "misterio acogedor" o "amable". Se trataría esta tendencia literaria de un subgénero de la novela policíaca centrada en la resolución de misterios siempre de manera amable y sin las truculencias o violencias que caracterizan otras novelas de misterio. A mí, según avanzaba en la lectura de Las deliciosas historias de la taberna Kamogawa la novela me recordaba mucho a otras de la tendencia feelgood de la que en este blog he reseñado algunos títulos de Mónica Gutiérrez Artero (La librería del señor LivingstoneEl noviembre de Kate, y otras), de David Foenkinos, de Paul Gallico, de Mayte Esteban, de Hiromi Kawakami, etc. 

Para finalizar sólo decir que en Japón se ha hecho serie de TV sobre estas novelas. Creo que la misma no se puede ver aún en España, pero lo digo sin haberlo comprobado debidamente.

26 jun 2025

Jens Peter Jacobsen. "Niels Lyhne"

14 comentarios:
Feminismo avant la lettre, novela nórdica del XIX
Esta novela danesa de finales del siglo XIX, Niels Lyhne,  me ha recordado mucho a autores postrománticos y también a algunos realistas y naturalistas. Alguien -no lo creo, pero quizás, alguno haya- podría ver una contradicción en esta sensación, pero diré que en mi opinión la mentalidad positivista y cientificista del autor, un intelectual naturalista, y la vivencia más íntima y subjetiva del sentimiento amoroso hacen que en la época de publicación de la novela (1880) la convivencia de ambas en el alma de la persona hagan nacer sentimientos contradictorios: por un lado decae la trascendencia religiosa bajo la fuerza del razonamiento científico, pero al tiempo la emotividad amorosa parece exigir una especie de superación de la inmediatez de la pura realidad. En esta contradicción se mueve Niels Lyhne un poeta amante de la naturaleza al que las personas sobre las que deposita su amor irremediablemente lo desilusionan: unos, -su tía Edele, su amigo Erik, la señora Boye, su amor Fennimore...-, porque lo abandonan físicamente; otros, es el caso de su esposa Gerda, porque al enfrentarse a la enfermedad y sus consecuencias le pide auxilio espiritual, algo en lo que él, aunque se lo concede, no cree en absoluto.

A mí el tratamiento que hace Jens Peter Jacobsen (1847-1885) del sentimiento amoroso con sus habituales dudas y contradicciones, su quiero y no quiero, me amas y no me amas, el sacrificio por amor versus la comodidad burguesa, etc., etc. unido a la belleza contenida en no pocas de las páginas de la novela me han hecho recordar al Bécquer de las Rimas y quizás, incluso, un poquito a ese otro Bécquer de las Leyendas en las que asoma el tratamiento del miedo y del terror, especialmente ante la muerte, por esa enfermedad que diezmaba las sociedades del momento: la tuberculosis. Es este momento literario, un tiempo de cambios, de transformación, de inseguridades, de probaturas. Y el autor danés lo plasma en Niels Lyhne

Muchos son los temas que se tocan en esta narración de Jens Peter Jacobsen: la creación artística, la inspiración del artista, el artista como un dios creador; el amor, casi el asunto esencial y central en el relato; las creencias religiosas, en especial, el ateísmo, convertido casi, casi, en otra nueva religión; pero para mí, sin duda alguna, es la mujer el asunto que más interés tiene en este relato.

He dicho que en la vivencia por parte de Niels Lyhne del amor hay algo de romanticismo, un romanticismo típicamente masculino (el mismo que se percibe en el preceptor Bigum, por ejemplo), que consiste en entronizar la figura femenina cual si de una diosa o una virgen se tratase. Esto era lo normal; lo que ya no lo era es que las propias mujeres renegasen de esta concepción. En la novela -recuérdese, publicada en 1880- Edele cuando se ve pretendida por el preceptor, al rechazarlo razona de la siguiente manera: 
«No puedo ayudarle, Sr. Bigum, para mí, usted no es nada de lo que le gustaría ser. Si eso le hace desdichado, si sufre, pues sufra, siempre tiene que haber alguien que sufra. Si uno ha convertido a un ser humano en su dios y su amo, tendrá que someterse a la voluntad de la divinidad, pero nunca es prudente crearse dioses y entregar el alma a otro, pues hay dioses que no quieren bajar de su pedestal. Sea sensato, Sr. Bigum, su dios es tan insignificante y tan poco digno de su adoración. Dele la espalda y sea feliz con una de las hijas del pueblo.» (pág. 51).
Otro tanto le dice Fennimore a Niels cuando ambos amantes hablan sobre la condición femenina y la idea de pureza y delicadeza que los hombres vertían sobre ellas y que éstas debían de mantener viva para seguirles el juego: 
«Las mujeres no somos seres tan etéreos como más de un muchacho sueña. Realmente [ellas] no son más delicadas que los hombres. y no son en absoluto distintas al hombre. Créeme, sin duda la arcilla de la que ambos están hechos debió estar un poco sucia.» (pág. 204)
Como se ve, es una clara manifestación de empoderamiento femenino, de sentido igualitario entre sexos. El escritor danés se confiesa a través de sus personajes como contrario al machismo rampante de la sociedad de su tiempo. Es una ruptura clara con el romanticismo, demodé por viejo y falso. pero que sin embargo estaba vivo en el interior del hombre, del propio Niels. Peter Jacobsen pensando en la vida amorosa y también en la vida literaria del personaje (auténtico alter ego suyo) lanza la siguiente reflexión: 
«A veces le parecía que había nacido medio siglo demasiado tarde, otras veces que había llegado demasiado temprano»
En mi opinión aquí reside la auténtica ubicación de esta novela: Romántica al estilo del Werther de Goethe, publicado en 1774, por lo que Niels Lyhne sería una novela romántica tardía; y novela de nuevo cuño (naturalista, impresionista, simbolista...), un tipo de narrativa que ahora se inicia y que se confirmaría en el siglo XX con autores tan definitivos como Thomas Mann, Marcel Proust y otros. Quizás sea la atadura religiosa, -tan cara al Romanticismo y de la que el naturalismo, simbolismo, impresionismo... lograrán finalmente desembarazarse-, lo que marque este estar a medias, este no haber dejado del todo lo anterior y haber internalizado definitivamente lo nuevo. . 

Efectivamente es la religión, la creencia en una existencia más allá de la muerte, el pensamiento en un Dios hacedor y todopoderoso, lo que marca la diferencia entre personajes en este relato. Niels Lyhne es ateo, pero un ateo comprensivo con los creyentes que lo rodean. Curiosamente algunos convertidos al ateísmo como su esposa Gerda, muy intransigente con los que, como ella antes, son creyentes, a la hora de la verdad pedirá auxilio espiritual. ¿Y Niels? ¿También Niels recurrirá a Dios como hace cuando algunas de las personas que ama o ha amado están al borde de la muerte? ¡Ay, amigos! Eso es uno de los suspenses de esta novela, un verdadero acicate para proseguir en su lectura. Una lectura que a veces se hace algo dura por estar poco habituados nosotros, en estos años de lecturas en diagonal, al estilo de este escritor danés.

Sobre el estilo de Jens Peter Jacobsen diría que es muy cuidado, muy poético, quizás  demasiado descriptivo lleno de adjetivos y de un cromatismo tal que llega a ser empalagoso para nuestro gusto actual. Según lo leía me venía a la mente lo que decía Miguel de Unamuno cuando en 1902 y los años siguientes está abordando la renovación de la novela: se quejaba de que las que llegaban a sus manos estaban cargadas de larguísimas y alambicadas descripciones, y que estaban faltas de diálogos... Efectivamente, así es Niels Lyhne: de claro estilo realista-naturalista cuando muestra, por ejemplo, la enfermedad, y de un cromatismo impresionista muy pictórico en las descripciones de la naturaleza que ocupan no pocas páginas de la novela. Lo que, en mi opinión, salva todo esto es la poesía que impregna la prosa en muchos instantes. El autor, conviene saberlo, era poeta; igual que, también conviene recordarlo, era naturalista, y esto se nota en sus descripciones. Disfruta Jens Peter Jacobsen con la enumeración de elementos de la naturaleza: plantas, pájaros, piedras, etc.
«El oro y la incandescencia de la puesta de sol estaban ocultos tras los árboles del jardín, tan sólo en un punto se abría una mancha de color rojo candente entre los troncos que dejaba que un sol de rayos dorados y chispeantes despertar a las tonalidades verdes y las del reverberación bronce en el espeso follaje.
Por encima de las copas, las nubes volaban oscuras sobre un cielo del color de la jadea de grosella y, con las prisas, dejaban atrás pequeños copos de nube, pequeñas y estrechas estrías de nube desprendida que los rayos de sol saturaban de una incandescencia del color del vino.
»
(pág. 117)
No puedo resistirme a colocar otra cita textual para ejemplificar ese estilo colorista, muy pictórico, que recuerda el impresionismo:
«A través de las ramas colgantes de un anciano fresno se filtraban los rayos de sol amarillos que caían sobre la escalera formando en la fresca y diáfana sombra barrotes luminosos que colmaban el aire de un polvo dorado y dibujaban unas manchas claras sobre los peldaños de la escalera, sobre puertas y paredes; una mota de sol junto a otra que parecían resplandecer a través de una sombra agujereada y salían al encuentro de otros resplandores, otros colores: el blanco del vestido blanco de Edele, el púrpura sangriento de unos labios purpúreos y el amarillo como el ámbar de la cabellera marina. Y por doquier, otros cientos de colores: azul y dorado, pardo como el roble, resplandeciente como el cristal de un espejo, rojo y verde.» (pág. 45)
Sólo resta para finalizar esta reseña aludir al culturalismo que está presente en Niels Lyhne. Al ser los dos principales personajes, pintor uno y poeta el otro, es la pintura y la literatura los ámbitos artísticos que más protagonismo tienen en la novela. Erik, el amigo de Niels y marido de Fennimore, es pintor y al hablar el narrador omnisciente de sus gustos pictóricos dice: 
«Nada le agradaba más que Guido Remi, que en aquellos tiempos gozaba de mejor nombre que Rafael y los más grandes [...]. Andrea del Santo, Parmigianino,y Luini, que más tarde, cuando su talento y su persona se hubieran fundido, llegarían a significar tanto para él, le dejaban indiferente, mientras que la prontitud de Tintoretto, la amargura de Salvatore Rosa y de Caravaggio le entusiasmaban» (pág. 65).
Respecto a Niels, el narrador ya desde la niñez de éste habla del influjo que los libros tuvieron sobre él: 
«De la misma manera que las aguas que fluyen se tiñen con cada una de las imágenes que se acercan a su espejo [...] la historia del niño se apoderó de personajes y de sucesos, de vidas y de libros tanto como pudo. [...] Si tomabas uno, llegabas allí, y si tomabas otro, allá; llegabas a Aladino y Robinson Crusoe, a Vaulunder y Henry Maynard, a Niels Klimt y Mungo Park, a Peter Simple y Ulises. Y con sólo desearlo volvías a casa de nuevo.» (pág. 27)
También es rasgo culturalista la utilización de referentes literarios en muchas de las imágenes empleadas a lo largo de la narración. Personajes del Quijote aparecen en algunas:
«Niels acudió, el caballero andante de la amistad en persona, y le fue dispensado, tal como era de esperar, el recibimiento, entre arisco y lastimoso, que siempre les han dispensado a los caballeros andantes aquellos por los que han sacado a Rocinante del acogedor establo.» (pág. 195)
Un 'pero' final
Llego al final de esta reseña con  una pregunta en mi cabeza que se resiste a abandonarme: ¿Qué es lo que ha hecho que a veces avanzar en esta lectura, que esconde tantas cosas buenas, me haya resultado fatigoso o producido disgusto? Creo que esencialmente ello se ha debido a algunos defectos más o menos graves que he percibido en la edición de 2003 cuya traducción firma Ana Sofía Pascual. Señalo algunos de los más llamativos, pero hay bastantes más. Debo advertir que su presencia no es constante; si lo fuera, la lectura sería del todo imposible: 
  • Mala utilización de los signos de puntuación o mala traducción: «Mientras tanto, los otros dos pronto hubieron cargado las embarcaciones de pólvora, en un nido de estopa embreada.» (pág. 70) 
  • Confusiones ortográficas. Una entre varias es la que se produce en la página 93 donde aparece la conjunción consecutiva «conque», en vez de la secuencia preposición «con» más relativo o conjunción «que», que sería lo pertinente en este lugar. 
  • Falta de tildes. En la página 174 el adverbio «» aparece sin tilde con lo que todo el sentido de la frase se viene abajo.
  • Barbarismos. En pág 185 encontramos un extrañísimo verbo ajeno del todo a nuestro idioma: «su alma se hinchió en un (...)»
  • Faltas ortográficas inexcusables. En pág 187:  «aquello había injerido» (?).
  • Excesiva acumulación de signos de puntuación que hace que la lectura de  los periodos oracionales avance como a trompicones: «Fue entonces, cuando Erik y Fennimore, como ya quedó dicho, llevaban dos años casados, en un día de verano, que recibió una carta, medio lastimera, medio presuntuosa, de Erik, en la que se acusaba de haber perdido el tiempo últimamente, pero no sabía por qué, ya no tenía ideas.» (Pág 186)  

Conclusión
Literatura danesa, novela danesa del XIX
El personaje, alter ego del propio autor, es un hombre que cree ciegamente en la ciencia, en el evolucionismo, un positivista de tomo y lomo. Esto es lo que explica que la religión sea puesta en cuestión continuamente al no casar el concepto de trascendencia y la creencia en un Dios hacedor y justiciero con la práctica y videncia científicas, en especial con el darwinismo del que Jens Peter Jacobsen era seguidor absoluto.

La mujer aparece plenamente dignificada en esta novela. La mayoría de ellas son mujeres realizadas,  independientes, que en el aspecto amoroso se entregan o se retraen con bastante libertad y liberalidad teniendo en cuenta, claro, la época que les ha tocado vivir. 

Niels Lyhne fue una obra elogiadísima por los autores del nuevo e incipiente siglo XX, aquellos que renovaron la literatura. En especial, como reza la publicidad de Acantilado en la promoción de la novela, Stephen Zweig o Rainer María Rilke, quedaron prendados de la misma. 
  • «La primera vez que leí Niels Lyhne me propuse encontrar al autor y hacer lo posible para convertirme en su amigo. Es un libro inolvidable». (Rainer Maria Rilke, Carta a Rodin)
  • «Niels Lyhne fue el Werther de nuestra generación… Y cuando todavía hoy hojeo algunos de sus pasajes, podría transcribir de memoria palabra por palabra, con tanta frecuencia y con tanta pasión incorporamos entonces aquellas escenas a nuestra vida… Niels Lyhne, ese medio Werther, ese medio Hamlet, ese medio Peer Gynt rebosante de pasión y sin fuerza alguna, con una inmensa voluntad de vivir y que se ve asfixiado por sus sueños y vencido por un pesado cansancio. Ese Niels Lyhne es un hombre con todas las posibilidades, de las que sin embargo ninguna se realiza, siendo por lo mismo su vida un ala irisada en perpetua vibración, pero que nunca se precipita impetuosa sobre la realidad vital». (Stefan Zweig, El legado de Europa)