Gracias a mi muy buena amiga bloguera Lorena Álvarez González he vuelto a leer las opiniones que en el lejano año 2007 vertiera yo sobre la para mí obra cumbre de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas. Resulta que el pasado día 20 de febrero Lorena en su blog literario El pájaro verde publicó una reseña magnífica sobre Lord Jim, novela que el lituano-polaco nacionalizado británico publicó en 1900, precisamente un año después de El corazón de las tinieblas. Fue leer el profundo y bien escrito comentario sobre la peripecia del joven marinero Jim y recordar la buena prosa que utiliza Joseph Conrad y que tanto he disfrutado en las obras que de él he leído, pero muy especialmente en su novela situada en el río Congo.
Antes de proseguir quiero advertir que las siguientes opiniones sobre El corazón de las tinieblas contienen varios spoilers, quiero decir, descubrimientos de la peripecia y por ello destrozos del gusto lector. Es por ello que todo aquello que pueda machacar el disfrute de la lectura lo oculto bajo color negro. Quienes deseen enterarse y no les importe que les destripen la historia que Joseph Conrad presenta en esta magnífica novela pueden, si así lo desean, descubrir las frases ocultas simplemente colocando el curso sobre el texto tapado para seleccionarlo; de esta manera el mismo quedará descubierto y permitirá ser leído. Espero que mi comentario os agrade.
La novela se publicó en forma de libro independiente en 1902; tres años antes, en 1899, apareció por entregas en una revista literaria. Al autor –escritor de títulos como Lord Jim o El agente secreto– y al escenario donde transcurre –África– se le suele inscribir en el grupo de autores que gustan a los adolescentes por el carácter aventurero de sus historias. Sin embargo al leerlo se observa que, si bien los escenarios responden a ese esquema, las reflexiones de los personajes y del narrador son profundas y están llenas de contenido filosófico existencial con no pocas admoniciones de carácter moral.
En El corazón de las tinieblas se cuenta el rescate en la colonia belga de El Congo de Kurtz, un cualificado agente de la Compañía Real Belga encargada de la explotación del marfil y caucho congoleños. Quien debe conducir el vapor que ascienda el río Congo hasta dar con el agente comercial será Marlow, quien consiguió el empleo gracias a las influencias de una tía suya, lo que hará creer a otros personajes (el director, el fabricante de ladrillos, el ruso estrafalario…, los ‘peregrinos’ en sentido genérico) que alberga deseos de sustituir a algunos en el cargo que ocupan y que, evidentemente, les está enriqueciendo. Pero nada de esto es cierto; más bien, al contrario, Marlow, una vez realizado el trabajo en el vapor donde Kurtz morirá, decidirá completarlo entregando los papeles que el agente le pasó. Y estos papeles eran un informe para la Sociedad Internacional para la Supresión de las Costumbres Salvajes en el que Kurtz venía a concluir que la solución para lograr el objetivo “civilizador” sería el de matar a todos los negros, lo que, siendo casi cierto sobre el terreno, sin embargo era impresentable en Europa; y en el apartado privado, Marlow se encargará de dar con la novia de Kurtz a la que ocultará la relación –o relaciones–que el agente tuvo en el Congo con otras mujeres y le dirá que las últimas palabras de Kurtz fueron para ella, y no, las que pronunció en realidad: «¡El horror!, ¡el horror!».
La novela se articula en tres partes. En la I Marlow cuenta cómo logró el puesto de piloto del vapor que asciende el río Congo y cómo fue teniendo noticia del tal Kurtz según iba acercándose al lugar donde debía tomar posesión de su puesto de trabajo.
En II estamos en la Estación Central de la Cia. Aquí pasan dos meses mientras que el vapor es reparado y luego pasamos a la ascensión hasta la Estación donde Kurtz se encuentra. Marlow va dándonos cuenta del ambiente africano en que se encuentra: dos mundos, el de los negros y el de los blancos; en este sentido la vida de los caníbales porteadores negros que los acompañan y que son invisibles para los blancos –los ‘peregrinos’– que bien armados viajan junto a ellos. Aquí encuentra al ruso estrafalario que admiraba a Kurtz y que fue quien guio, con sus notas y leña en la cabaña abandonada del curso del río, a los expedicionarios hasta la meta. Todo esto le lleva a considerar que el mundo en el que se está introduciendo se remonta a la noche de los tiempos:
«No entendíamos porque estábamos demasiado lejos y no podíamos recordar porque nuestro viaje atravesaba la noche de los tiempos, de aquellos tiempos que ya pasaron, que apenas han dejado huellas-y ningún recuerdo» (pág. 82).Y por último en III Marlow conocerá a Kurtz. Pero lo conocerá más a través del testimonio de los demás que del suyo propio porque Kurtz está muy enfermo y además no desea irse de allí. Allí ha sido tenido por un dios, aunque un dios salvaje y terrorífico, como indican los cráneos que coronan los palos de la empalizada que dirige hasta su choza-palacio. Los integrantes de la Compañía se encargarán de cargar en el vapor la ingente cantidad de marfil que Kurtz tenía atesorado no sin haber apartado una cierta cantidad para sí el corrupto director. Y Kurtz morirá en el trayecto hacia el puerto que le conduciría a Europa. Ya sólo le queda a Marlow entregar las cartas personales que el fallecido le diera para su novia, no sin antes haber forcejeado con los enviados del propio gobierno y/o Compañía que llegan a amenazarle si no les entrega toda la documentación que poseyera sobre el muerto.
Respecto a la estructura narrativa, aunque fundamentalmente el relato es lineal, se produce alguna anticipación (flash-forward) como cuando el narrador habla del informe que Kurtz le entregó sobre los salvajes y el progreso dirigido a la Sociedad Internacional (…). Estas anticipaciones son factibles dada la estructura narrativa dual que viene a corroborar la dualidad del mundo. Así, hay dos narradores, el marinero que oyó la historia de Marlow y la cuenta, y la narración de la historia del propio Marlow. Esta dualidad narrativa permite al autor utilizar los diversos estilos narrativos: el directo, el indirecto, el indirecto libre, y así.
También hay dos mundos,
- El de los blancos y el de los negros, que simbólicamente se intercambian sus colores pues si bien los primeros dicen guiarse y llevar a la negritud la luz del progreso, en realidad su inmersión en ese mundo recóndito lo harán a base de sumergir en el terror a los inocentes habitantes del lugar a los que se engañarán de cualquier manera (los objetos que les entregan a cambio del marfil son baratijas sin valor alguno);
- Dos prometidas: la negra orgullosa que se acerca al vapor y la inocente europea que vive deliciosamente engañada y que será una víctima más del extraordinario Kurtz;
- Dos parcas que hilan a las puertas de los locales de la Compañía:
«Había dos mujeres, una gorda y la otra delgada, sentadas en sillas de anea, tejiendo con lana negra» (pág. 21);
- Dos colores, el blanco y negro en los mapas.
En mi opinión lo más interesante de esta estructura está en:
- la construcción a base de historias dentro de otras historias (estructura de cajas chinas)[en pág. 19 se cuenta la historia de la revuelta en que murió el capitán del vapor]
- El narrador en 1ª persona que cuenta según vive la historia y que enjuicia los comportamientos de los otros con quienes interactúa, unido al cierto suspense que conlleva la ascensión por el río y el desconocimiento de lo que podría suceder, remite o anuncia el tono de la novela negra de la que el mismo autor es representante cualificado con su “El agente secreto”.
- El carácter elusivo de la narración. Conrad no se ceba en la denuncia: la pone, marca algunas piezas [los seis negros que caminan unidos por una cadena que parte de la argolla que cada uno lleva al cuello, los hambrientos y malnutridos caníbales que viajan con ellos en el vapor, la relación de Kurtz con la orgullosa negra, las atrocidades que debía cometer el ‘extraordinario agente’ en sus incursiones a por marfil y que quedan reducidas poéticamente a un «tenía muchos cartuchos».
- Novela que se puede considerar de tipo simbolista o modernista por el valor significativo trasladado que tienen algunos nombres y objetos. Así las mujeres a las puertas de los locales de la Cia tejen con lana negra, el mapa de África que hay en la Cia está teñido de color rojo, el color más abundante; cuanto más color blanco hay en los mapas más inocencia, y cuando la civilización llega todo se tiñe de negro.
- La soledad es un elemento muy importante en el relato. La mayoría de los personajes van solos por el mundo, viven solos, y cuando, fruto de esta soledad, enloquecen como Kurtz o el ruso se elevan a la quintaesencia de la soledad, pues un loco es el ser más solo del mundo.
- La fuerza plástica de la literatura:
«¿Imaginan la historia que les estoy contando? ¿Ven algo? […] No, es imposible transmitir la sensación de vida […] su sutil y penetrante esencia. Es imposible. Vivimos igual que soñamos: solos.» (pág. 61).
- El lenguaje utilizado refuerza la ambigüedad –dualidad– fantasmal en que todo el relato se mueve. El narrador Marlow muchas veces dice que se sentía como dentro de un sueño. Hay cierto onirismo. Pero sobre todo mucha poesía –y mucha filosofía [términos parejos]– encerrada en esas profundas reflexiones que el narrador hace a su auditorio entrando y saliendo a capricho de la historia que relata.
- Sarcasmo. Creo que es lo que se esconde bajo algunas engoladas e irónicas frases: «esforzados europeos», «Kurtz, un agente excepcional», «métodos erróneos»… Es el lenguaje eufemístico de la política.
- El romanticismo de la vida marinera típico de muchas obras de Joseph Conrad.
Para concluir
Novela densa, pero imprescindible. Nos pone en contacto con la auténtica realidad del ser humano que está compuesto también por una zona tenebrosa presente en cualquier persona aunque normalmente dominada, reprimida, pero que como un demonio puede saltar. Y si no, véanse las buenísimas intenciones que Kurtz, o el rey de Bélgica confesaban tener de ayudar y practicar la filantropía con los habitantes del Congo y cómo lo peor de ellos se desataba como una bestia escondida. No creo, por ello, –y coincido en esto con Vargas Llosa– que la novela haya que entenderla en un maniqueo enfrentamiento entre buenos (=los negros salvajes) y los malos (=los europeos y su civilización), sino en lo apuntado en esta conclusión.
Todo un clásico de la literatura analizado con rigor y con ese novedoso negrita anti-spoilers je, je. La conclusión es real como la vida misma: supongo que existen demonios interiores que ni nosotros mismos conocemos. Un fuerte abrazo, Juan Carlos.
ResponderEliminarSe me olvidó comentar la poca fortuna de las adaptaciones audiovisuales de la obra. Recuerdo una especie de mini-serie y una peli venezolana basada en la obra de Conrad que casi es mejor olvidar.
ResponderEliminarEl dicho que reza lo de que 'buenas novelas hacen malas películas y malas novelas, al revés' he comprobado muchas veces que se hace realidad. Quizás esta sea una de ellas.
EliminarUn abrazo, Miguel
Es una de las novelas más estremecedoras que nunca he leído. Esa expresión final, "¡El horror! ¡El horror!" resume de maravilla todo lo que es el libro. No sé si sería capaz de repetir lectura. Me dejó un tanto conmocionada. A medida que avanzas en la lectura, se te va metiendo en la cabeza ese horror y cuesta sacarlo después.
ResponderEliminarUn beso.
Es una de las mejores novelas para mostrar la realidad terrorífica del colonialismo europeo durante el siglo XIX y los primeros años del siglo XX. La actividad desarrollada en el llamado por entonces Congo belga fue brutal, sanguinaria, terrible. pese a ello al rey Leopoldo I le concedieron por esos años más de un reconocimiento por su labor civilizadora. Qué barbaridades hemos cometido los seres humanos tenidos por educados, cultos y civilizados.
EliminarBesos, Rosa
Si bien esta obra se encuadra en el contexto de la colonización belga del Congo y sus atroces consecuencias para la población indígena, coincido contigo (y veo que con Vargas Llosa) en que la lectura que hago de ella es que es un viaje a la más profunda oscuridad que puede albergar el ser humano independientemente del color de su piel, a ese horror (y en esto coincido con Rosa) que tan bien la define. También es cierto que los argumentos de las obras de Conrad suelen remitirnos a las novelas de aventuras, pero esas aventuras las aprovecha el autor para llevarnos a los recovecos más profundos del alma humana. Supongo, pues, que una lectura más juvenil y otra más adulta de una de esas obras, ha de ser, por tanto, muy diferente.
ResponderEliminarTe agradezco la mención, Juan Carlos. Y, por cierto, como ya te comenté en mi respuesta a tu comentario a mi reseña de Lord Jim, he terminado recientemente de leer Montevideo, novela de Vila-Matas que según me has contado te encuentras leyendo. Pues bien, esa lectura me ha llevado a revisitar algunas de mis reseñas de libros o autores de los que me he ido acordando durante la misma. Parece que últimamente vamos siguiéndonos los pasos.
Besos
Cierto que la lectura de Conrad por un adolescente y uno que ya no lo es debe de ser muy diferente. Ahí radica también otra grandeza de este autor: su obra trasciende los límites de lo particular (la pura aventura por el río Congo) para elevarse hacia lo universal (el alma del ser humano y sus recovecos más profundos). Esto sólo lo logran los mejores, desde luego.
EliminarEstoy ya finalizando Montevideo. Es un libro que sirve para completarme, quiero decir que sus muchas citaciones y recurrencias a otros autores, la mayoría conocidos y degustados por mí, me sirven para cerrar el círculo del placer lector. Pero con todo y con eso Vila Matas me resulta a veces difícil, confuso, abstruso... aunque en muchos momentos siento fogonazos, iluminaciones, que me satisfacen completamente.
A mí también me ocurre que las muchas citas que aparecen en Montevideo me llevan a recordar lecturas pasadas muy satisfactorias.
Un beso grande, Lorena
Qué gran y exigente obra. Me fascinó absolutamente. Y tu comentario me ha permitido refrescar detalles de aquella lectura. ¡¡¡Gracias!!!
ResponderEliminarGrande grande, desde luego, Rubén. Buenísima literatura la de Conrad.
EliminarUn abrazo
Te lo comenté por redes, Juan Carlos. Esta novela es para mí como un escalón difícil de subir. Pero el problema está en que la tuve que leer en inglés en época universitaria y se me hizo muy cuesta arriba. Me pasa igual con Moby Dick. Son dos títulos que me traen malos recuerdos de días con el diccionario a cuestas jejeje. Imagino que si la leo ahora, a esta edad, y en castellano, cambie mi percepción, y es posible que me acerque a tu opinión en algunos aspectos, pero nada más que plantearme esta lectura, ufff. No sé yo. Besos
ResponderEliminarA mí Moby Dick aún se me resiste, jamás he logrado finalizarla, se me hace pesada. ¿Por qué? Pues por lo mismo que tú dices en tu comentario: hube de leerla durante la carrera y sin acabarla porque se me hacía bola pasé la prueba malamente; desde ese momento oigo su nombre y sólo pensar en la posibilidad de leerla casi casi me enfada.
EliminarNo me sucede lo mismo con esta de Conrad. La leí siendo ya de otra edad y desde el primer momento me impactó; es dura, pero muy interesante. Seguro que si la tomas ahora en tus manos te gustará.
Un beso
Me pasa como a Marisa, que tuve que leer este libro en inglés en mis años universitarios y se me atravesó. Es que no me enteraba de nada. Vamos, para el examen me busqué el libro en español para enterarme de algo. Pero ya lo tenía atravesado. Le debo una relectura. Quizás ahora lo disfrute más.
ResponderEliminarBesotes!!!
(Por cierto, soy Margari, que hoy no tengo manera de comentar con mi nick)
Hola, Margari:
EliminarQué mal han hecho -y siguen haciendo- las lecturas obligatorias que los profes de literatura nos empeñamos (en mi caso, nos hemos empeñado) en establecer. La verdad es que es un tema difícil de solucionar: por un lado si no las marcas hay alumnos que jamás las leerían; de otro, al hacerlo dejas traumatizados para los restos a otros. ¿Quoi faire?, que se preguntaba Jean Paul Sartre a propósito de otra cosa. Pues yo creo que pese al posible mal hay que seguir marcándolas; eso sí los profes de la cosa deben esforzarse en presentar una buena introducción a las mismas y luego realizar en el aula con los alumnos un debido comentario. No es solución -he sido profe y he visto de todo- señalar los títulos y luego sin más hacer una o dos preguntas sobre ellos en el examen. Eso no es ser profe ni nada; así no se alimenta el deseo de leer y disfrutar con la lectura que es, en mi opinión, la finalidad principal de las clases de literatura.
Si además, como es vuestro caso, lo teníais que hacer en inglés, siendo como era el idioma no materno de Conrad, el asunto ya se las trae. Por muy bien que utilizase la lengua de Shakespeare estoy convencido de que no lo haría con la misma claridad y fluidez que un nativo anglo, ¿no te parece?
Léelo en castellano, estoy seguro de que disfrutarás.
Un beso grande
¡Hola! un verdadero clásico, donde los haya...
ResponderEliminarya me conoces y sabes que este tipo de libros no me llaman mucho, al menos en la actualidad. Ni recuerdo haberlo leído en mis años de instituto obligada por los profes, porque me acordaría ya que se ve lectura impactante.
Por cierto, esas frases tachadas en color negro ilegible, pensé que era algún tipo de error (te pensaba comentar algo por privado), pero veo, según te comenta Miguel que es a propósito, una especie de antispoiler (¿para que nosotros no podamos leerlo? curioso y novedoso...)
Besos
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