"Lo poco que le retiene aquí es lo mucho que echa en falta. Cada vez que levanta la vista del libro se siente fuera de lugar, desplazado por un imprevisto golpe del destino, y ese sentimiento de desarraigo es más patente cuanto más cavila sobre su fortuito origen familiar." (p. 223, cap. 10: ‘Caligrafía de los sueños’)
Hay personas que, pese a no conocerlas personalmente, cuando desaparecen definitivamente dejan un vacío grande en nuestros corazones. Es lo que me ha sucedido con el fallecimiento de Juan Marsé el pasado 18 de julio de este año. Su literatura ha acompañado mi vida desde muy temprano. Recuerdo ahora mismo el regalo que un hermano mío me hiciera con motivo de un cumpleaños (el 18º o 19º de mi existencia, no más): se trataba de un librito de pastas azules con letras en blanco y de titulo un tanto extraño, "Encerrados con un solo juguete". Estuvo durmiendo unos años en casa hasta que un día lo abrí y descubrí a un autor nuevo que en ese volumen experimentaba con las formas narrativas. Aunque la obra en sí no fue totalmente de mi agrado sí que el nombre de quien la había escrito se me quedó grabado. Fue así como comencé a leer un buen número de novelas de este autor y a seguir con especial deleite algunas de las muchas adaptaciones cinematográficas que se han hecho de un buen número de ellas.
Si no recuerdo mal, de Juan Marsé he leído, además de "Encerrados con un solo juguete" (1960),
"Últimas tardes con Teresa" (Premio Biblioteca Breve, 1966) [tengo reseña hecha en este blog], "La chica de las bragas de oro" (Premio Planeta 1978), "El embrujo de Shanghai" (1993), "La oscura historia de la prima Montse" (1970) y "Esa puta tan distinguida" (2016) [tengo reseña hecha en este blog]. No son muchas desde luego, pero creo que sí que me dieron una adecuada perspectiva de la inmensa altura de este catalán nacido en Barcelona en 1933. En cuanto a adaptaciones cinematográficas he visto en pantalla "Últimas tardes con Teresa" (del director Gonzalo Herralde, 1984), "La muchacha de las bragas de oro" (de Vicente Aranda, 1980) y "El embrujo de Shanghai" (dirigida por Fernando Trueba en 2002). Seguramente alguna más como "Si te dicen que caí" (Vicente Aranda, 1989) pero no lo puedo afirmar con rotundidad.
Al morir Juan Marsé, toda España dedicó a su figura minutos televisivos y páginas en los principales periódicos. Tras leer y escuchar los panegíricos que le dedicaron quise leer la que se considera su novela más autobiográfica, "Caligrafía de los sueños". Es lo que he hecho durante estos días veraniegos de finales de julio e inicios de agosto y he de confesar, así sin más, que la novela en cuestión, publicada en 2011, me ha gustado mucho.
"Caligrafía de los sueños"
Resumen y sinópsis (tomado de la contraportada de la novela)
Mi comentario
A mediados de los cuarenta, Ringo es un chaval de quince años que pasa las horas muertas en el bar de la señora Paquita, moviendo los dedos sobre la mesa, como si repasara las lecciones de piano que su familia ya no puede pagarle. En esa taberna del barrio de Gracia, es testigo de la historia de amor entre Vicky Mir y el señor Alonso: ella, una mujer entrada en años y en carnes, masajista de profesión, ingenua y enamoradiza; él, un cincuentón apuesto que empezó frecuentando a la mujer para curarse de una lesión en el pie y ha acabado instalándose en su casa. Allí viven junto a Violeta, la hija de la señora Mir, hasta que sucede algo inesperado: un domingo por la tarde, Vicky se echa a las vías de un tranvía intentando un suicidio imposible y patético, mientras el señor Alonso desaparece para no volver. Lo único que queda de él es una carta que prometió escribir y que Vicky estará esperando y deseando hasta la locura, mientras Violeta mueve sus espléndidas caderas por el barrio, hosca e indiferente a los halagos.
La vida entera discurre por el bar de la señora Paquita y bajo la mirada de Ringo, que ahora escucha, lee, y finalmente empezará a escribir las palabras de lo que será su primer relato. Un encuentro casual con el señor Alonso ligará para siempre la historia de los amantes con la de Ringo y con la triste caligrafía de toda una generación que alimentó sus sueños en los cines de periferia y en las calles grises de una ciudad donde el futuro parecía algo improbable.
Mi comentario
En la novela se suceden en sabia combinación una serie de cuadros o de estampas de sesgo muy costumbrista: Barcelona. Los años 40. El racionamiento. De fondo, la represión. Las dificultades para sacar la familia adelante. Las ilusiones y fantasías infantiles. La escapada a través de los tebeos. La invención de 'aventis'. La adolescencia. Los primeros escarceos amorosos. La llamada del sexo; su urgencia mayor en unos (Quique) que en otros (el mismo Ringo). Las relaciones de vecindad. Las ilusiones y desilusiones de los mayores. Los bailes de los domingos. Las calles y los barrios: el Guinardó, el Carmelo, la Travesera de Salt, Paseo de Gracia, Barranco de las Flores... Los héroes novelescos y de los cómics casi más reales que la propia realidad. El Cine y los cines. Los artistas del celuloide. Los grandes personajes cinematográficos. Toda una época reflejada en la vida diaria de unos personajes populares, vitales, auténticos. Más que costumbrismo, realismo tierno, melancólico, incluso nostálgico, de un tiempo fenecido, irrecuperable ya... La vida en suma.
Además de esta radiografía de un tiempo contemplado por el escritor desde la altura de los años, -la novela sale a la luz en 2011, dos años después de haber recibido Juan Marsé el premio Cervantes. Tiene en ese momento el novelista 79 años-. el autor rememora sus vivencias personales a través de Ringo, ese chiquillo que como él trabaja en una joyería y que se va abriendo a la vida real junto a sus amigos ("Están sentados en corro al estilo indio en la ladera sur de la Montaña Pelada, con los ojos al acecho y el oído atento, son el Chato Morales, Roger, los hermanos Cazorla, el Quique Pegamil, Julito y él mismo") y también a la literaria a través de su tremenda afición a la lectura que practica a todas horas en la taberna de la señora Paquita, afición que se ve acrecentada durante la convalecencia a que se ve obligado por la pérdida de un dedo de la mano mientras trabajaba en su ocupación de orfebre:
Además de esta radiografía de un tiempo contemplado por el escritor desde la altura de los años, -la novela sale a la luz en 2011, dos años después de haber recibido Juan Marsé el premio Cervantes. Tiene en ese momento el novelista 79 años-. el autor rememora sus vivencias personales a través de Ringo, ese chiquillo que como él trabaja en una joyería y que se va abriendo a la vida real junto a sus amigos ("Están sentados en corro al estilo indio en la ladera sur de la Montaña Pelada, con los ojos al acecho y el oído atento, son el Chato Morales, Roger, los hermanos Cazorla, el Quique Pegamil, Julito y él mismo") y también a la literaria a través de su tremenda afición a la lectura que practica a todas horas en la taberna de la señora Paquita, afición que se ve acrecentada durante la convalecencia a que se ve obligado por la pérdida de un dedo de la mano mientras trabajaba en su ocupación de orfebre:
"La convalecencia, más larga de lo previsto, al liberarle del trabajo favorece las lecturas más caprichosas, diversas y disparejas. De Karl May a Balzac y a Dostoyevski, de Julio Verne a Edgar Wallace y a Papini, Zane Grey, Curzio Malaparte, Stefan Zweig y Knut Hamsun." (p. 137)
Estas lecturas avivan la imaginación del niño que se va haciendo hombre. Todo lo que vive y acontece lo pasa por el filtro de su desbordante fantasía. Asistimos en esta novela al nacimiento de la escritura en un ser humano, el propio Juan Marsé a través de Ringo, su alter ego. La vena artística presente desde el principio y desarrollándose poco a poco a golpe de observación, de recreación mental, de fantasía, de imaginación... Recuerdos, quizás, de su propia experiencia vital tanto en el terreno personal (su condición de niño adoptado) cuanto en el terreno profesional: el nacimiento del escritor.
Es frecuente en mí la expresión 'vive en un territorio llamado literatura' al hablar de algunos escritores, por así parecérmelo. Y sin duda en esta novela es más que apropiada tanto para el personaje de Ringo como para su referente real, el autor que en él se ficcionaliza. Cuanto realiza o ve el adolescente lo filtra a través de su imaginación. Así una gitanilla que ve en una taberna amamantando a su criatura es transfigurada por el novelista en ciernes intuyendo que le servirá en alguna de sus futurascreaciones literarias: " [...] se desplaza ligeramente en la barra para enmarcar correctamente la imagen, fijarla y grabar en la memoria lo que sabe ha de devenir inolvidable: la azarosa transfiguración de la belleza en el rostro de la muchacha, la cabeza ladeada con los labios entreabierta y los parpados cerrados, morados y pesados os, sus brazos de niña rodeando al bebé, la persistente dulzura y tensión de las manos sujetándole, el precario equilibrio de la silla.”
La ciudad que habita -Barcelona-, el marco donde crece y se hace hombre este Ringo, la presenta el autor de modo magnífico:
"Antes de alcanzar las Ramblas caen las primeras gotas. No hay tranvía ni metro a estas horas de la madrugada. Mejor, Ringo, a pata hasta casa bajo la promesa de la lluvia. Primero Ramblas arriba y luego cruzar la plaza de Cataluña desierta y espectral, subir por el paseo de Gracia y girar en la Diagonal hasta el paseo de San Juan, y de allí hasta la Travesera para volver a girar a la derecha y enfilar la calle Escorial. Al fondo de algunos portales emerge de entre las sombras la muchacha del espejo haciéndole señas, abriéndose la blusa. Lluvia en los zapatos. Nubes grises en la boca. El mensaje rosado en el bolsillo. A mí qué hostias me importa la dichosa carta. Por Escorial hacia arriba y todo recto, no te distraigas, a la derecha evito las sombras de la avenida del General Mola-Mulo-Mola, así es como lo llama el Matarratas." (p. 265)
Y en esta ciudad de los años 40 la lucha por la vida en forma de 'contrabandeo' económico y también político llevando de acá para allá (Francia) cartas y mensajes a los huidos de la represión franquista es practicado por algunos concienciados como Pep el Matarratas, el padre de Ringo, cuyas actividades son objeto de comentario por parte de sus vecinos:
"-¡Naranjas de la China, Blay! -exclama el señor Sucre-. Si te dedicas al contrabando y al estraperlo, y te pillan, te juzgarán por estraperlista y por contrabandista, es decir, por delincuente, por malhechor, no por otra cosa.-Pero él es más que eso- dice el viejo Blay.- Ya. Pero ese plus suele estar a cargo de los hombres de la frontera. Y él no es un hombre de la frontera. Es un hombre viajante de comercio, digamos. O sea, entre comillas." (p. 332)
Ringo es feliz cuando su padre le encarga entregar algo a alguien, pues mentalmente se transforma en alguno de los héroes de esos cómics que siempre lleva consigo. Pero al tiempo no entiende a Pep cuando quemando documentos y libros comprometedores ve que entre ellos va una novela sobre Bill Barnes, el héroe de la aviación. Ringo se lamenta y recrimina a su padre tal acción. Pero luego en su imaginación ve al aviador remontar el vuelo y saludarle alegre con la mano. La literatura es lo que siempre lo salva y lo salvará.
Final
Novela magnífica por el asunto, la manera de presentarlo, los personajes populares auténticos, las ilusiones que hacen vivible la dura existencia, la veracidad del lenguaje manejado (“ir de burilla" referido a ir de fiesta, de fulanas, echar una canita al aire; “¡Nunca vendrán, hostia! ¿No ves que no pintamos nada, hombre, no ves que somos el culo del mundo?”, dice Pep hablando con Batalla el acomodador del Cine Plaza (antes Maryland) sobre la ayuda de los aliados a la España vencida; o cuando con ingenuidad infantil los chicos viendo en el cine Delicias una película de el Zorro (Tyrone Power) escuchan de boca de uno de los personajes una alusión a la ciudad de Barcelona con lo que entienden que si en Hollywood saben que esta ciudad existe entonces no somos el culo del mundo dado que el capitán Esteban Pasquale (Basil Rathbone)¡Por algo fue profesor de esgrima en Barcelona!.
Novela magnífica por el asunto, la manera de presentarlo, los personajes populares auténticos, las ilusiones que hacen vivible la dura existencia, la veracidad del lenguaje manejado (“ir de burilla" referido a ir de fiesta, de fulanas, echar una canita al aire; “¡Nunca vendrán, hostia! ¿No ves que no pintamos nada, hombre, no ves que somos el culo del mundo?”, dice Pep hablando con Batalla el acomodador del Cine Plaza (antes Maryland) sobre la ayuda de los aliados a la España vencida; o cuando con ingenuidad infantil los chicos viendo en el cine Delicias una película de el Zorro (Tyrone Power) escuchan de boca de uno de los personajes una alusión a la ciudad de Barcelona con lo que entienden que si en Hollywood saben que esta ciudad existe entonces no somos el culo del mundo dado que el capitán Esteban Pasquale (Basil Rathbone)¡Por algo fue profesor de esgrima en Barcelona!.
La leí en el mismo 2011, pero no fue de las que más huella han dejado en mí del autor. No me di cuenta de que ya la había leído hasta que no empecé a leer tu entrada y me vino a la cabeza la imagen del tranvía y hasta el lugar en el que estaba sentada mientras la leía.
ResponderEliminarOcho son las novelas de Marsé que tengo en mi lista de leídas. Aunque no está en ella "Si te dicen que caí". Yo creo que esa "cayó" antes de que empezara mi lista.
La literatura es lo que siempre nos salva de todo.
Un beso.
Qué gran verdad dices, Rosa. Es la literatura una auténtica tabla de salvación. ¡Y que nos dure!
EliminarUn beso
¿Te puedes creer que no he leído nada de Juan Marsé a estas alturas de la vida? Me suenan todos los títulos que mencionas, y también las adaptaciones cinematográficas aunque creo que tampoco las he visto. En fin, a ver si le pongo remedio un día de estos...
ResponderEliminarNo te lamentes por nada, Espe, es imposible abarcar el inmenso mar que es la literatura.
EliminarUn beso
¡Hola Juan Carlos! Ya te conté que leí en du día "Ultimas tardes con Teresa" (puede que haya visto también la peli) y puede que también "La chica de las bragas de oro", aunque no consigo recordar el argumento de ninguna. Siempre me ha parecido muy curioso que cuando un escritor fallece todos sus libros de la biblioteca empiezan a moverse que da gusto (hace poco con Zafón también pasó, de repente todo el mundo pidiendo sus libros como locos y haciendo reservas. Es algo que siempre me ha costado un poco de entender, porque a mí no me pasa, no sé porqué (si no me ha apetecido leerle en vida, tampoco me suele apetecer leerle tras su fallecimiento). Pero en tu caso que ya habías leído varias cosas del autor, no me cuesta entender que te apetezca su novela más autobiográfica (en cualquier caso es algo que siempre me ha llamado la atención (es algo que comentamos mucho las compis de la biblio cuando un autor fallece y empiezan a moverse sus libros). Pero también es verdad que aunque me parezca un dato curioso, también pienso que más vale tarde que nunca conocer un autor y sus obras
ResponderEliminarNo creo que ahora me dé por leer a Marsé, pero la verdad es que leyéndote he recordado un poco esa forma suya tan peculiar de escribir, tan directa, tan coloquial. ¿Quién sabe? Quizás más adelante...
Maravillosa tu reseña, como siempre
Besos
Amiga Marian:
EliminarNo sabes cómo envidio tu profesión. A mí me hubiera encantado estar en una biblioteca trabajando porque los libros me llaman desde siempre. Por eso leer vuestras cuestiones bibliotecarias y tal es algo que me gusta mucho leer.
Lo que más me apena de Marsé es que en su tierra (Barcelona, Cataluña) le hicieran algo -¡bastante!- el vacío inbstitucional sólo por el hecho de escribir en castellano. Mientras los españoles sigamos siendo así nos tendremos bien merecido todo lo que nos pase, ¿no te parece?
Un beso grande y disfruta del verano no vaya a ser que... (pero no, por Dios, confinamiento de nuevo, no)
Exhaustivo y merecido homenaje, para mí un grande entre los grandes. Imposible de encasillas.
ResponderEliminarUn abrazo
Un enorme escritor imposible de encasillar como bien dices, Alba
EliminarUn beso
Anotado y por conocer
ResponderEliminarGracias saludosbuhos