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1 abr 2014

"Ocho apellidos vascos": La necesidad de conocernos sin prejuicios.

Aprovechando la promoción "La fiesta del cine" me acerqué ayer lunes a ver "Ocho apellidos vascos", la película de Emilio Martínez-Lázaro. La sala estaba hasta la bandera de espectadores; muchos años hacía que no veía una aceptación así de una película española. Mi alegría fue enorme. Me he enterado, además, de que esta producción nacional ha aventajado en número de espectadores a hollywoodenses estrenos como "Capitán América". ¡Qué bien, qué hemorragia de satisfacción!

El film, que es una comedia, pasa con holgura el corte particular que tengo para las pelis que me gustan: buenos actores que actúan con naturalidad, dirección correcta aunque sin aspavientos de ninguna clase,  buen guión y, en esta ocasión, risa, mucha risa; sana risa que es algo de lo que estamos algo faltos por estos pagos nacionales, siempre enfadados los unos con (contra) los otros reivindicando no sé qué cosas y sí sé qué cosas que, por frecuentes (20, 30 años..., siglos quizá), ya me hastían. Quiero pensar que quienes junto a mí llenaban la sala buscaban eso, reír, normalizar la risa con una comedia para todos los públicos que, haciendo uso de algunos de los tópicos que de siempre circulan entre nosotros (en esta ocasión los de andaluces vagos y dicharacheros vs vascos serios y poco comunicativos), pretende echarlos por tierra gracias a la eclosión de sentimientos que pueden aflorar entre nosotros si sabemos escapar de estos lugares comunes.

Ha habido aguafiestas como Jon Juaristi (http://paralalibertad.org/vascoandaluza/) que se han mostrado reticentes a convertir 'la tragedia terrorista en comedia' (sic) insistiendo en que no cabe hacer concesiones, o como Mikel Insausti, crítico del diario "Gara" que han criticado el que los personajes vascos no hayan sido hechos por vascos. Yo creo que pese a todo la vida sigue y que si tenemos vocación de entendimiento, si queremos seguir juntos debemos "normalizar" las peculiaridades y poner en solfa los comportamientos extemporáneos de uno y otro lado. Creo que el guión que han escrito Borja Cobeaga y Diego San José, que no por casualidad coincidieron en Vaya semanita (programa de humor emitido en la segunda cadena de Euskal Telebista desde 2003-actualidad) va por ahí. ¿Pues no le reconviene el personaje de Karra Elejalde (Koldo) a su futuro yerno (Antxón / Rafael) por su liderazgo en la manifestación independentista?: "Hostia, Antxon, cuando yo era joven no estaba mal lo de luchar por la independencia, pero creo que ahora...". ¿Y el personaje de Dani Rovira (el sevillano Rafael Quirós) no acalla a sus amigos trianeros cuando éstos equiparan vasco a terrorista?  Creo que los espectadores que llenan (están llenando) las salas para ver la creación de Martínez-Lázaro lo que están transmitiendo a los que -bien como Juaristi o como el crítico de cine del diario Gara- ponen peros a esta comedia es un rotundo: ¡Estamos hartos! ¡Dejadnos vivir! ¡No nos amarguéis más la vida!

Misma edad y parecido físico innegable
Entrando ya de lleno en la película, he de decir que su director (Madrid, 1945) ya nos había alegrado la vida en otras ocasiones (El otro lado de la cama, Los dos lados de la cama, Amo tu cama rica...) aunque también ha dirigido otras obras ajenas al género de la comedia como Carreteras secundarias o Las trece rosas. En mi cabeza su imagen se me confunde con la de otro director madrileño ilustre en el género de la comedia, Fernando Colomo (Madrid, 1946); y no sólo por su indudable parecido físico sino porque ambos cuando tocan el género de la comedia entremezclan magistralmente la ironía y el humor dando lugar a un tipo de comedia, donde la realidad o la memoria histórica son interpretadas con cierto cinismo y simpatía. Con todo Emilio Martínez Lázaro -y lo mismo podría decirse de Colomo- filma de manera convencional y cuando, como en esta ocasión, rompe moldes es más consecuencia de un excelente guión o de un magnífico plantel de actores. En esta ocasión se unen ambas cosas.

LOS ACTORES. Aparte de en el guión al que ya me he referido, la película se sostiene sobre la magnífica actuación de sus cuatro actores principales:

Karra Elejalde, en el papel del arrantzale Koldo, interpreta a un buen hombre con dificultades para expresar sus sentimientos que se mueve y encuentra su lugar en la sociedad de su pequeña localidad euskalduna merced a un exhibido vasquismo de generaciones fuera de toda duda. Este es el eje sobre el que gira la comicidad del film: su inquisitorial búsqueda de pedigrí vasco en el que parece que va a ser su futuro yerno, el cual sale como puede del interrogatorio acudiendo a apellidos que le suenan por su relevancia profesional o mediática dentro de la sociedad española: Arguiñano, Igartiburu, Erentxun, Gabilondo, Urdangarín, Otegi, Zubizarreta y… Clemente.

Antxon/Rafael y Amaia
Dani Rovira es el gran descubrimiento de esta película, al ser ésta la primera vez que deja su función habitual de cómico para hacer de actor protagonista. Su procedencia andaluza (es malagueño) y su comicidad innata conocida por el espectador le sirven para ejecutar a la perfección el papel de sevillano imitador del acento vasco. El salto desde su papel de monologuista en la vida real  al de Rafael / Antxon de la trama fílmica se escenifica  en la misma ficción en el momento en que él y Amaia (Clara Lago),  en la especie de caseta andaluza donde trabaja él y al que ella ha acudido con unas amigas, se insultan lanzándose como arma arrojadiza los estereotipos circulantes sobre lo vasco y lo andaluz.

Clara Lago es la chica vasca que gusta de decir las verdades a la cara y que por nada del mundo claudicaría de su vasquismo representado en su look (vestuario y peinado) y en su fachada de mujer dura e insensible al amor. Pero, como es lógico, el amor todo lo vence. Quizás sea esta actriz la que en ocasiones actúa con menos naturalidad, como no creyéndose -¡y eso es muy malo para un actor!- del todo su personaje.
Merche/Anne y Koldo
Carmen Machi, como siempre, está que se sale, impresionante, fantástica. Su personaje de extremeña que llegó al País Vasco siguiendo a su amor y que tras quedar viuda sigue allí porque se siente de allí, es muy auténtico. Lástima que al final, el director, los guionistas o los tres juntos, hagan una concesión a un estereotipo casposo que sólo lo podríamos salvar si lo interpretamos como hipérbole caricaturesca próxima a lo esperpéntico; pero, aun así, me parece una condescendencia a ciertos sectores recalcitrantes vascos y no vascos. Dejando esto a un lado, que poco tiene que ver con la propia actriz, Carmen Machí es una Merche genial que acoge a Rafael como hijo ayudándole en su propósito de enamorar a Amaia. Las veladas junto a Koldo, para quien se llama Anne, haciendo que el hosco arrantzale sea capaz de expresar sus sentimientos las borda. La comicidad que además ella sabe expresar con su voz, gesto y el movimiento corporal suman puntos al film que con ella nunca decae.

El resto de actores (Aitor Mazo en el papel del cura que ha conocido en confesión la farsa, Alberto López y Alberto Sánchez en el de los amigos sevillanos del personaje de Dani Rovira, más los amigos abertzales que Antxon / Rafael se ha echado en comisaría en su proceso de simulación) son estereotipos humanos sin más función que la de abundar en la visión tópica de unos y otros, eso sí añadiéndoles en dosis iguales el componente de estupidez consustancial a quienes son incapaces de ver más allá de sus narices y su vida se resume a una equivocada reafirmación continua de ideales que otros ('los de arriba' se dice en el film) les sirven en bandeja para poder muñirlos como a peleles.

En conclusión, una típica comedia romántica construida sobre los tópicos de siempre que circulan entre los españoles y que a menudo son consecuencia de la falta de conocimiento entre unos y otros. De los muchos momentos del film destacaría uno que, en mi opinión, viene a explicar esta cerrazón que mantenemos entre nosotros: Koldo hablando con su hija Amaia sobre su futuro yerno le dice que le parece una persona rara, como si fuera del sur. Al oir esto Rafael piensa que ya le ha descubierto; pero Koldo acaba lo que estaba comentando diciendo "...del sur, vamos de Álava". Para este ser primario el mundo se reduce a lo que Rafael llama las Vascongadas. Por el otro lado, preguntado Antxon por su futuro suegro sobre si había viajado mucho, éste le contesta: "Sí, bastante... He estado en Donosti, Algorta, Eibar, Hernani...". Si hubiese contestado la verdad su diáspora se habría reducido a Dos Hermanas, Sanlúcar, Alcalá de Guadaira y así. Vamos, que antes de chocar conviene conocer, viajar, para entender y entendernos

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