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19 nov 2013

"Tirano Banderas": Teatro, novela, o todo lo contrario.

Esta entrada o post podría muy bien haberse titulado, al estilo clásico, como "De la utilidad de los géneros literarios", pues tras haber visto la cuarta versión teatral –no son muchas para casi 90 años - de la excelente novela de Valle no me cabe duda alguna de que no todo vale, de que cuando el genial don Ramón escogió el género narrativo para contar la historia del bárbaro dictador Santos Banderas por algo lo hizo, él que manejaba los recursos del drama como nadie.

Como bien dice Horacio Otheguy Riveira sobre esta adaptación de Flavio González Mello en "Culturamas, la revista de información cultural" unos actores magníficos se desaprovechan totalmente en un espectáculo "desangelado" que abusa de una escenografía demasiado simplista que a mí me ha recordado a las representaciones teatrales de los grupos universitarios de los años 70 cuando no -como con acierto dijo mi amigo Rafa- las propias de los finales de curso en colegios e institutos. En mi opinión Oriol Broggi, director  y escenógrafo, ha confundido los experimentalimos valleinclanescos de la época vanguardista en que nació el texto (1926) con teatro barato y cutre: así algo tan interesante como la simultaneidad de acciones la resuelve con el anquilosado recurso de la sábana que recorre en excesivas ocasiones el escenario mostrando o tapando la escena oportuna; o cuando para mostrar la omnipresencia del dictador éste deambula por la escena o aparece hierático y en semipenumbra sentado en su poltrona junto a un catalejo símbolo seguramente de su alejamiento de la realidad.
A estos para mí errores de puesta en escena cabe añadir los momentos, especialmente durante el primer acto, en que el espectador se pierde en una vorágine de carreras, gritos ininteligibles, personajes que se confunden a veces al realizar la mayoría de los actores  varios papeles (un elenco de 9 actores cubren la actuación de 49 personajes), junto  a una variedad en los timbres y acentos que dificultan, al menos durante la primera media hora, el seguimiento de la acción al ser 5 de los 9 actores no españoles: 2 de México (Emilio Echeverría, magnífico en su papel de dictador sin escrúpulos, y Joaquín Cosío, que borda el papel de humilde vejado y humillado) , 1 de Venezuela (Rafa Cruz)  y otros 2 de Argentina (Vanessa Maja y Mauricio Minetti), sin que esto se convierta en demérito pues todos ellos son excelentes aunque en esta ocasión mal dirigidos.
Afortunadamente tras el intermedio vuelve el hombre, quiero decir el autor Ramón María del Valle Inclán, con su texto literario contundente, lírico y profundo que, dichos por los propios actores algunos de los hermosísimos fragmentos narrativos cual si de acotaciones teatrales se tratase,  provoca que la acción se sosiegue y avance con orden y belleza suma al quedar realzados los recursos esperpénticos y expresionistas contenidos dentro del propio lenguaje narrativo de la novela. Además los actores en esta segunda parte dejan de ser sólo tipos ganando en individualidad  con momentos de alto nivel. Tal sucede con el mexicano Joaquín Cosío  (Zacarías) cuando grita y gesticula desesperado tras la injusta y salvaje pérdida de su mujer e hijo (expresionismo puro) o cuando el dictador mata a su hija de quince puñaladas antes de que él sucumba a manos de los revolucionarios y su cuerpo sea hecho cuartos.  

Ya sólo por servir para difundir de nuevo la novela de “Tirano Banderas”  esta adaptación tendría  sentido. Y es que la narración de Valle Inclán esconde muchos valores como incorporar a la lengua literaria modismos y frases propias del pueblo llano (quizás una deuda de Valle Inclán con el naturalismo del que él en sus inicios modernistas renegó profundamente) que en la estética del esperpento que llena el relato encuentra su espacio propio. Y también, qué duda cabe, Don Ramón con este relato abrió definitivamente[en el año 1845 apareció el relato “Facundo” de Domingo Faustino Sarmiento considerado como el primero de la lista] la puerta de salida para la larga nómina de “novelas de dictador” que surgieron en Latinoamérica a lo largo del siglo pasado: “El señor presidente” de Miguel Ángel Asturias, “El otoño del patriarca” de García Márquez, “El siglo de las luces” de Alejo Carpentier, “Yo, el Supremo” de Augusto Roa Bastos, "Conversación en la Catedral" de Mario Vargas Llosa, etc., llegando el subgénero a entrar en el XXI con “La fiesta del chivo[año 2000] de Vargas Llosa o “La maravillosa vida breve de Óscar Wao”del estadounidense-dominicano Junot Díaz [año 2007].


Meritorio es el proyecto “Dos orillas” que esta adaptación inaugura en el Teatro Español de Madrid   y que consiste en realizar espectáculos teatrales participados por grupos, actores, directores, etc. pertenecientes a ésta y la otra orilla del Atlántico. El proyecto es interesante y cuando se consolide no se nos hará extraño escuchar  -¡y los entenderemos desde el principio!- los timbres y acentos de los distintos lugares en los que se habla español.

2 comentarios:

  1. Saludos. Actualmente escribo una novela sobre el tema no del dictador pero sí del poder, pues el personaje central es un presidente en ejercicio, de modo que reviso y releo no la temática hispanoamericana y los estudios derivados. Cualquier contacto con usted, Juan Carlos Galán, me puede servir de mucho al respecto. Si le parece, escribame a elpoetajotape@gmail.com.

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  2. Hola, anónimo:

    Te escribo a tu e mail para que me contestes diciendome aquello que quieres y que yo, quizás, pueda responderte.

    Un saludo

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