9 may 2025

Los nombres de Feliza. Juan Gabriel Vásquez

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«Y entonces se terminó ese año y empezó el siguiente, y de verdad creíamos que todo empezaba de nuevo. […] Y me acuerdo de que Feliza sonrió apenas, pero sonrió, y contestó: “Sí, sí. Eso es definitivamente lo que voy a pedir”. Nos pusimos los abrigos y salimos. Viernes 8 de enero, con un frío de espanto, casi nadie en las calles. Y de esto me acuerdo: los periódicos habían dicho que esa noche iba a nevar.»

Juan Gabriel Vásquez, Los nombres de Feliza
Creo haberlo escrito ya más de una vez en este blog: el azar, la casualidad, la pertinente alineación de los astros, un sinfín de concatenaciones se producen para llegar hasta o alejarse de una lectura. Digo esto porque de Los nombres de Feliza de Juan Gabriel Vásquez me alejé voluntariamente en una ocasión cambiando en mi librería de cabecera un ejemplar del libro que con afecto me acababan de regalar por otro de la nobel surcoreana Han Kang de quien hasta ese momento nada había leído. Pero ¿por qué decidiste no leer la última de Juan Gabriel Vásquezdiréis, cuando venía avalada por un alto número de críticas elogiosas? Precisamente fue una de esas críticas, la firmada por Santos Sanz Villanueva en El Cultural del día 31 de enero de este año, lo que me empujó a hacer uso del cheque-regalo que acompañaba a la novela y cambiarla por Imposible decir adiós de la  Premio Nobel de Literatura 2024. ¿Tan fuerte, pues, era lo que afirmaba Sanz Villanueva?  A mí, desde luego, en una primera lectura del artículo así me lo pareció; sin embargo cuando degusté satisfactoriamente la novela y volví a leer la susodicha reseña me di cuenta de que en ella abundaban más los elogios que las críticas, aunque los dos "peros" que le ponía al autor colombiano, también yo, ahora, los suscribo plenamente.

Antes de decidirme a leer el libro, en mis paseos por blogs amigos y/o de prestigio leí una o dos reseñas sobre Los nombres de Feliza. La muy elogiosa escrita por mi gran amiga Rosa Berros en su blog Cuéntame una historia me incitó a dejarle un comentario señalándole mis reticencias y temores sobre la novela de Juan Gabriel Vásquez. En amable respuesta ella, para convencerme de las bondades de esa narración, se comprometió a prestarme el libro para que las comprobase por mí mismo. Y su ofrecimiento no era una broma, pues a los pocos días se materializó con la llegada por correo hasta mi casa de la novela Los nombres de Feliza. Muchas gracias, Rosa.

Naturalmente, lo he leído nada más recibirlo suspendiendo el orden de lecturas que tenía programado. Y  he de decir, así ya de entrada, que la novela me ha gustado. Me ha sucedido con ella lo que sólo me ocurre con algunas lecturas y que cuando me pasa íntimamente me viene a certificar la calidad de lo que tengo en las manos. Resulta que desde que en mi primerísima juventud leyera La ciudad y los perros del recientemente fallecido Mario Vargas Llosa, mi listón personal del muy seguro agrado lector viene marcado por el irrefrenable deseo nada más despertar de seguir leyendo el libro que el día anterior tuviera en mis manos. Exactamente esto es lo que me ha ocurrido con Los nombres de Feliza

La novela es ejemplo de la tendencia narrativa de la autoficción, hoy tan en boga. Consiste la misma en que el autor se ficcionaliza y se permea dentro de la narración. Aquí, él se transmuta en la figura del narrador y construye un relato, la novela que estamos leyendo, en la que cuenta la historia de una compatriota suya, la escultora Feliza Bursztyn. La idea de escribir este relato nació en el novelista a raíz de la lectura que realizó, durante su primera estancia en París el año 1996, de una columna contenida en un libro de García Márquez, Notas de prensa, que recopilaba artículos publicados en prensa por él mismo entre 1980 y 1984. Allí leyó la columna que el 20 de enero de 1982 escribiera Gabriel García Márquez (Gabo) en el diario español El País en la que daba cuenta de la muerte de una escultora colombiana exiliada en Francia por entonces. La escultora, de apellido imposible, era hasta ese preciso momento totalmente desconocida por el jovencísimo periodista. Pero lo que constituyó la espoleta para que el por entonces bisoño escritor Juan Gabriel Vásquez comenzase a pergeñar en su interior la novela que tenemos en las manos es que Gabo colocaba como causa de la muerte, la tristeza:
«La escultora colombiana Feliza Bursztyn, exiliada en Francia, se murió de tristeza a las 10:15 de la noche del pasado viernes 8 de enero, en un restaurante de París.»
¿Por qué esta mujer moriría de tristeza? ¿Por qué murió relativamente joven, con sólo 48 años? ¿Cómo es que nació su dedicación a la escultura? ¿Estuvo casada? ¿Tuvo descendencia? ¿...? Estos interrogantes y muchos otros más se abrirían en la mente de Juan Gabriel quien desde ese momento, unos años más y otros menos, comenzó a documentarse sobre Feliza Bursztyn: la 'escultora de la chatarra', una mujer independiente, liberada, que no admitirá el destino de mujer que le esperaba (dedicarse en exclusiva a la crianza de sus tres hijas), una mujer con inquietudes intelectuales que le llevaron a relacionarse con grandes figuras colombianas del mundo de la pintura (Alejandro Obregón, Jorge Gaitán Durán o Beatriz Daza), con escritores (Santiago García o Gabo), con críticos de arte (Marta Traba o Casimiro Elger)... 

Se asiste, leyendo la novela, a la vida de esta mujer de origen polaco, perteneciente por ascendencia familiar a la comunidad judía yiddish abundante en ese país a principios del siglo XX. Sus padres en 1930 a la vista de los acontecimientos que en Europa estaban acaeciendo deciden abandonar el continente y toman un barco que por puro azar los dejará en Colombia donde comienzan a hacer su vida. Allí, en Bogotá, nacerán Hela y cuatro años después su hermana Feliza. Es, pues, la protagonista de la novela colombiana de nacimiento, aunque su apellido polaco y sus rompedoras actitudes vitales harán que las fuerzas vivas del país siempre la consideren ajena, extranjera.

escultura colombiana, Vanguardismo escultórico, Escultura y Política

La tremenda personalidad de Feliza choca a la sociedad de su tiempo, incluida su propia familia. A los diecisiete años se casa con el judío norteamericano Larry Fleisher, a quien conoce en Nueva York, y lo hace pese a la oposición de sus padres que la veían demasiado joven para ello. Larry y ella vivirán en Bogotá y allí tendrán tres hijas; sin embargo pronto la afición de Feliza por el arte, por la pintura, por el mundo artístico la llevarán a pasar fuera de casa más tiempo del que Larry considera propio de un hobby. Pero es que el arte no es para Feliza un mero entretenimiento, un pasatiempo; para ella es su razón de vivir. Y eso Larry no lo entenderá. En los círculos de artistas, críticos de arte, poetas, escritores... en los que Feliza se mueve conocerá a Jorge Gaitán, un poeta que la atrae fuertemente. Jorge también está casado y tiene un hijo. La situación para ambos en Bogotá es complicada, asfixiante. El entorno de Feliza no soporta su actitud al abandonar a sus tres hijas y marchar a vivir en la misma ciudad con el amante, un hombre que además es 'goy' (no judío). Es por esto que ambos toman la decisión de abandonar Colombia y marchar a París donde el mundo artístico está en plena ebullición. La ruptura con todo lo anterior es total, tremenda. Su propia familia no logra comprenderlo y Jacobo, su padre, hasta realizará una ceremonia judía en la que simulará que su hija ha muerto para él y para la comunidad.
«Feliza entendió que el dolor de su padre era verdadero, pero le pareció además entrever otros desórdenes: pues un clima envenenado se había instalado en la comunidad por su culpa, y las niñas no eran más que la encarnación en el mundo de esas ideas etéreas. Lentamente se dio cuenta de que unas inercias invisibles y monstruosas, que nadie podía controlar porque no estaban en ninguna parte, unas inercias que salían de los fondos más recónditos de las tradiciones y las memorias y las leyes que nadie había escrito nunca, fueron arrinconando a sus padres, exigiendo la reparación de algo que se había roto, no, exigiendo algo más fuerte todavía que sólo podía llamarse de una forma: expiación.»
La muerte es elemento importante en la novela. SPOILER:Jacobo se la aplicó simbólicamente a Feliza y luego más tarde él la sufriría en la realidad. Feliza, que estaba en Israel, acudirá a su lado y Jorge desde París parte para acompañarla. Pero la mala suerte hará que el avión que lo trasladaba tenga un accidente Fin del SPOILER. Luego vendrían otras muertes de artistas y amigos hasta llegar a la suya propia en París al lado de su último amor, Pablo Leyva

En la construcción de la novela Pablo Leyva será importantísimo para Juan Gabriel Vásquez, pues es él la fuente viva que más cosas le contará de Feliza. Tras su relación con el poeta Jorge Gaitán, un día, habiéndose citado con su amiga y crítica de arte argentina Marta Traba, que estaba pensando abandonar Colombia al sentirse presionada por la policía, Feliza comenzará su relación con Pablo
«Allí, entre poetas inéditos y actores delgados y artistas en busca de un lugar en el mundo, estaba un hombre de barba densa y mirada amable que no dejaba de hablar del Apollo 11 ni de Neil Armstrong, y se preguntaba en voz alta lo que se sentiría en la planta del pie cuando uno pisaba la Luna. Feliza lo reconoció: era Pablo, sí, Pablo Leyva.»
Es con la memoria inestable de Pablo Leyva Franco, de 83 años, al que visitará el autor-narrador en su apartamento bogotano con la que en gran medida organizará el relato de la vida de Feliza Bursztyn. Precisamente es la estructura dada a la narración lo que más me ha agradado de la novela. Hay mucho trasiego temporal en un avanzar y retroceder en el tiempo que parece sorprender, pero que según se lee se da uno cuenta de que es lo propio de la mente del principal relator de la historia de Feliza. 

Todo en el libro sucede en 10 días, los que van de la llegada de Pablo a París para estar con Feliza a la fecha del fallecimiento de ella el viernes 8 de enero de 1982. Y en estos diez días a través de la memoria de Pablo y la mucha documentación recopilada por el novelista a lo largo de los años conocemos la historia de Feliza: la de sus padres judíos polacos, Jacobo y Chaja; la de ella misma y su primer matrimonio con el judío norteamericano Larry Fleisher; la amistad de Feliza con la crítica de arte argentina Marta Traba que la introduce en los círculos artísticos bogotanos; su relación con Jorge Gaitán; la vida de ambos en París; etc, etc. Todo se nos va dando con vueltas atrás y anticipaciones, al tiempo que nos acercamos a esa muerte anunciada desde el principio de la novela -muy García Márquez, desde luego- del viernes 8 de enero de 1982. 

Junto a esta estructura no lineal, que me ha gustado mucho, Juan Gabriel Vásquez  utiliza una manera peculiar de situar en el tiempo los episodios de la vida de Feliza. Lo hace, no dando el desnudo y escueto dato del año en que ocurrió tal o cual cosa, sino aludiendo a sucesos históricos relevantes y seguramente conocidos por todos los lectores: asesinato de Kennedy, Revolución cubana, muerte del Che, guerra en Israel, asesinato del dictador dominicano Rafael Trujillo...

Esta manera de incorporar datos históricos relevantes de dominio del gran público la mayoría, así como las frecuentes referencias a autores, pintores y escultores de relevancia en Colombia y en el mundo son elementos que el novelista maneja con sabiduría y que contribuyen a que la obra se lea con mucho gusto. Este culturalismo presente en Los nombres de Feliza deriva lógicamente de que el personaje novelado es una artista -pintora y escultora- que vive inmersa en el mundo del arte. Como el mundo artístico e intelectual está frecuentemente entreverado con el político, los sucesos de esta índole son también muy importantes en esta narración. Una mujer libre, independiente de todo y de todos, bondadosa, artista y además rompedora (escultora de la chatarra) dentro de una sociedad muy conservadora es desde luego elemento más que llamativo. Es normal que como dice el propio Juan Gabriel Vásquez nada más leer él en 1996 la columna de Gabriel García Márquez sintiera el primer deseo de hacer algo a partir de eso
«Veintiocho años pasaron entre el origen remoto de esta novela -el primer pequeño latido, como diría Nabokov- y su punto final.» 
Muy interesantes son las opiniones que sobre la política se vierten en estas páginas. La actitud independiente de Feliza contribuye a la veracidad de las mismas. No es Feliza Bursztyn militante de nada. En todo caso su militancia estuvo en el campo de la escultura de vanguardia. Así  recordaba Pablo, tras los problemas que tuvo Feliza con la policía, una conversación mantenida con Santiago García, militante comunista, casado con Patricia Ariza, de idéntica militancia que su esposo
«Patricia me lo dijo el otro día: si Feliza pintara eucaliptos en acuarela, nada de esto le habría pasado. Me dijo: “No me persiguen a mí, que soy de las Juventudes, pero sí la persiguen a ella”... No se entiende. Se siente culpable, Pablo».
Los mismísimos periodistas se perdían con Feliza cuando le preguntaban por el sentido de su obra. La artista era tan irónica en sus respuestas, tan independiente, que los dejaba completamente descolocados. Al respecto es muy interesante un momento de la novela en el que un periodista interroga a Feliza. El novelista presenta esta entrevista utilizando el formato Pregunta - Respuesta propio del mundo periodístico. En un momento dado el periodista pregunta a Feliza por lo que ha pretendido transmitir con una escultura suya llamada "Las histéricas", a lo que la escultora algo enfadada le responde: 
«Ay, pero otra vez la misma cosa. Mire, si yo tengo que explicar mis obras se me va a ir la vida en eso y no voy a tener tiempo para hacerlas.
[...]
No me gusta que se obligue al escultor a decir lo que debería decir el crítico. No me gusta que se le pida al escultor explicar lo que debería sentir el espectador.»


Para finalizar
¿Tenía algo de razón Santos Sanz Villanueva en los 'peros' que ponía al libro? Pues en mi opinión, sí. El crítico de la revista El cultural achacaba a Juan Gabriel Vásquez el que, sin necesitarlo, dada su calidad como escritor, hubiese buscado premeditadamente el best seller, el éxito comercial. Y que para ello hubiese exagerado las referencias a Gabo (Gabriel García Márquez), sabedor de que sacarlo, incluso en momentos en que no era necesario, redundaría en que más lectores se acercasen a esta ya de por sí magnífica novela. Y si el nombre de Gabo le servía de aderezo o introductor de múltiples referencias historicistas, pues mejor que mejor. Así lo he podido detectar cuando al referirse a la salida de García Márquez de Colombia por miedo a ser detenido el novelista aprovecha para hablar de varios y diversos aspectos que poco o nada tenían que ver con el autor de Cien años de soledad
«"Pon Caracol, Feliza. Está pasando algo con Gabo". El programa de las mañanas habló del intento de golpe de Estado del 23 de febrero en Madrid, de un terremoto cuyas réplicas todavía se sentían, del traslado de la dictadura de Pinochet al Palacio de la Moneda y de la huelga de hambre de Bobby Sands, un miembro del IRA, y luego la voz del locutor de los cables de última hora, la voz melodramática sobre fondo de falsos ruidos de telégrafo, como de mensajes entrando en clave morse, anunció con el tono de las catástrofes que Gabriel García Márquez, el colombiano más célebre de todos los tiempos, se acababa de ir de Colombia para evitar que lo arrestaran.»
Novelistas colombianos actuales
Y la segunda objeción que el catedrático y crítico exponía en esa reseña que me alejó y me acercó a un mismo tiempo a Los nombres de Feliza era que por mostrar el amor y cariño entre Pablo Leyva y Feliza Bursztyn el autor caía, por exceso, en el ternurismo propio de la novela rosa. Y aquí también he de darle la razón a Sanz Villanueva. Sí, en una mujer tan fuerte, tan feminista, tan echada para adelante, independiente hasta la médula, que por ser ella misma hasta decidió alejarse de sus tres hijas cuando éstas eran pequeñas me sorprendió verla pidiéndole a su pareja matrimonio. Ocurre tal cosa en un viaje a Copenhague de Pablo al que Feliza lo acompañó para así alejarse del asfixiante y rancio ambiente colombiano:
«Se arregló para irse a su encuentro de ambientalistas, y luego, cuando se acercó a Feliza para despedirse, ella lo tomó de la mano y le dijo: “Quiero que nos casemos”. Y luego, sin darle tiempo a responder, añadió: “Si tú quieres también, casémonos aquí. Casémonos ya. Seguro que es muy fácil y la ciudad está linda”.
Pablo dijo: “Sí”.
”¿Verdad que sí?”, dijo Feliza.
“Sí”, dijo Pablo. “Sí, yo también quiero”
».

Pero estas dos reticencias son ciertamente muy menores. En la novela predomina sobre todo lo meritorio. Varios de los aspectos que contribuyen a ello ya los he señalado. Quizás me faltaría por consignar:

  • Un lenguaje plagado de colombianismos (entorchar [retorcer o trenzar varias veces], rumorar [rumorear], solaperos [insignias pegadas a la solapa], chaperona [persona que acompaña, carabina], bogotano [de Bogotá], galpón [cobertizo grande], talanquera [muro, valla], mamar gallo [reírse de], bolillo [instrumento cilíndrico usado por agentes de la autoridad] y muchos otros más que dan colorido y autenticidad a la historia.
  • Un claro estilo personal muy hermoso. Baste sólo una cita para mostrarlo: 
«Marta la citaba en El Cisne para quejarse: la gente no entendía, Feliza, aquí los críticos estaban todavía elogiando a Van Gogh, y eso si hubiera críticos, pero no, Feliza, tampoco hay críticos, porque no vamos a pisarnos las mangueras.»

  •  La estructura dada a la novela, distribuyendo el contenido en cinco capítulos que pivotan todos ellos alrededor de esos diez días del reencuentro en París de Pablo con la exiliada Feliza. De todas estas jornadas destaca  especialmente ese viernes 8 de enero de 1982 en el que literalmente Feliza se desplomó en un restaurante al que había acudido en compañía de Pablo para cenar con otras dos parejas, una de ellas la formada por Gabo y su mujer Mercedes. El mecanismo de la  recursividad, el volver con reiteración a esa noche en Paris con Gabo y Mercedes, es de lo que mas me ha gustado. Es un volver insistente y en desorden propio de la memoria.
  • Y naturalmente, creo ya haberlo escrito, el contenido propiamente dicho. Un recorrido por la biografía vital y artística de la 'escultora de la chatarra' y de paso por el arte del siglo XX, anterior y coincidente con su existencia. También el recorrido por la historia del siglo XX en Colombia y en el mundo, quizás algo excesivo y redundante en algún momento. 
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Nota
Hoy mismo en la revista El Cultural leo que Juan Gabriel Vásquez en opinión de varios autores y críticos literarios es el sucesor de Vargas Llosa, algo que yo también comparto:
«El boom hispanoamericano tiene un sucesor indiscutible: Juan Gabriel Vásquez. El escritor colombiano ha publicado ya una obra que ha robustecido su figura literaria, hasta el punto de que son muchos los que lo consideran sucesor de Mario Vargas llosa. Y aunque el crítico de El Cultural, Santos Sanz Villanueva, subraya con acierto los fallos de su última novela, Los nombres de Feliza, varias de sus publicaciones, sus colecciones de cuentos y sobre todo la novela Los informantes, sitúan a Juan Gabriel Vásquez en la cumbre literaria.»

29 abr 2025

Lea Ypi en la Albania socialista, una "Alicia en el país de las maravillas"(A pares XLV)

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Lewis Carroll. 160 aniversario de la aparición de Alicia en el país de las maravillas
Quizás algunos de quienes frecuentemente pasáis por aquí os preguntéis: «¿Pero cómo es que este JC une en una misma entrada a dos autores tan distintos como Lewis Carroll y Lea Ypi?». Sí, sí, el interrogante me parece de lo más pertinente, y como ocurre tantísimas veces la respuesta es de lo más sencilla y prosaica que pueda existir: "Pues simplemente porque la tertulia 'más que palabras...' de la que formo parte decidió visitar, justo el día que habíamos establecido para comentar el libro de la albanesa Lea Ypi, la exposición que Caixa Forum Madrid dedica actualmente a las dos obras de Lewis Carroll ". Pero, fíjate, todo en este mundo tiene posibilidad de relacionarse y leyendo a ambos autores me di cuenta de que Albania, socialista desde 1946 hasta 1990, no fue menos surrealista en su realidad que en la ficción las aventuras de Alicia. El dicho tantas veces repetido, atribuido a Óscar Wilde, de que la realidad supera a la ficción creo que se convierte en verdad tras la lectura de las aventuras de Lea Ypi en Albania durante esos años y de Alicia en la madriguera del Conejo Blanco. 

Pero vayamos por partes. Comenzaré por Alicia, la creación de Lewis Carroll, y Los mundos de Alicia, la magnífica exposición que Caixa Forum ha traído a Madrid desde Barcelona para celebrar los casi 160 años transcurridos desde la aparición del libro de Alicia en el país de las maravillas

De las dos entregas que de las aventuras de Alicia hizo Lewis Carroll —Alicia en el país de las maravillas y A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, su continuación— sorprende comprobar cómo la fantasía ideada por el profesor de matemáticas, fotógrafo, diácono y magnífico cuentacuentos que fue Charles Lutwidge Dodgson ha influido tantísimo en el mundo desde que esas dos obras fueron publicadas. Todos conocemos estos libros por lectura directa de los originales o por versiones abreviadas y/o cinematográficas que sobre ellos se han hecho. En mi caso en esta ocasión he releído la historia de Alicia a través de la edición anotada y comentada que en 1960 publicara el también matemático Martin Gardner. Las explicaciones y aclaraciones que da, a lo largo de ambos libros, de acertijos, temas musicales, poemas o cuestiones matemáticas esparcidas por ambas obras, me han ayudado muchísimo a degustar debidamente la fantasía ideada por Lewis Carroll; además, la excelente traducción que para la edición española hizo Francisco Torres Oliver ayuda no poco a este propósito. 

Alicia en el país de las maravillas. A través del espejo y lo que Alicia encontró allí
Si durante la lectura de las dos obras sobre Alicia muchas cuestiones de tipo existencial, surreal, onírico, social, identitario, etc. se agolpan en nuestra mente según vemos a la niña protagonista entrar en, salir de o superar diversas aventuras, visitar la exposición de Caixa Forum es su complemento ideal y perfecto. En la misma podemos comprobar cómo la literatura, el cine, la filosofía, los movimientos artísticos, el teatro, etc. se han visto sacudidos por la enorme fuerza que emana de la historia de fantasía ideada por el fotógrafo y profesor de matemáticas que fue Lewis Carroll. Todo queda debidamente ilustrado y justificado. En la muestra Los mundos de Alicia se pueden contemplar fotografías originales realizadas por el propio escritor, ediciones primeras de los cuentos, versiones cinematográficas (desde las del cine mudo hasta las últimas actuales protagonizadas por Johnny Deep y dirigidas por Tim Burton y James Bobin pasando, naturalmente, por el mundo Disney y su conocidísima película de animación); se puede comprobar la impronta dejada por el cuento en el surrealismo (Louis Aragon, André Breton, Salvador Dali...); la utilización del cuento para cuestiones tan variopintas y aparentemente tan alejadas del mismo como la publicidad, la política real, e incluso la gastronomía; y un largo etcétera que no es el caso enumerar aquí. 
«Lo primero que pensó fue que había estado soñando con el León y el Unicornio, y con aquellos extraños Mensajeros anglosajones. Sin embargo, aún tenía a sus pies la gran fuente sobre la que había tratado de cortar el bizcocho: "Así que, en definitiva, no estaba soñando", se dijo, "a menos…, a menos que todos formemos parte del mismo sueño. ¡Pero espero que sea mi sueño, no el del Rey Rojo! No me hace gracia pertenecer al sueño de otra persona"»
El León y el Unicornio que aparecen en la cita anterior serán figuras utilizadas, a favor y en contra, dentro de la campaña del referéndum por la independencia de Escocia; en la expo se puede visualizar un corto de unos 10 minutos de duración en el que ambos personajes dialogan en clave sobre el futuro de Escocia. También el sueño, la ensoñación, la dependencia o no de un ser superior, la propia identidad... son esenciales en Lewis Carroll

Al final de cada una de las dos entregas de Alicia vemos que la niña despierta en el regazo de una de sus dos hermanas Lidell. En el mundo real el diácono Charles Lutwidge Dodgson entretenía a las tres niñas en sus paseos en barca por el lago o en las calurosas tardes de verano haciéndolas soñar y evadirse de la realidad a través de los cuentos que él inventaba para ellas. Así nació Alicia en el país de las maravillas; su continuación, Alicia a través del espejo, finaliza con la coronación de la niña como reina tal y como les sucede a los peones en el juego de ajedrez. Lewis Carroll adoraba a las niñas -no así a los niños, que le parecían brutos y salvajes- a las que fotografiaba, paseaba, dibujaba y para las que inventaba historias como estas narraciones. En este amor a las niñas se ha querido ver una cierta inclinación pedófila por parte de Charles Dodgson. El comentarista Martin Gardner no ve tal cosa por parte alguna. Hoy quizás la valoración sería muy distinta, pues vemos cómo se producen cancelaciones de personas y obras antiguas por no atenerse a postulados hoy vigentes. Sin embargo creo que a Lewis Carroll le salva de esta injusta criba el surrealismo 'avant la lettre', la cuestión existencial que se muestra en estas aventuras, la crítica social y política a los poderosos (la Reina de corazones, la Reina Blanca, la Reina Roja, el Caballero Blanco, etc.) y la ausencia absoluta de sexo.





"Libre", de la albanesa Lea Ypi
 
Memorias, bildungsroman, libro iniciático de la albanesa Lea Ypi
Digo en el título de esta entrada que Lea Ypi me parece, especialmente durante la primera parte del libro, una pequeña e inocente Alicia. Y lo digo porque Libre, de la albanesa Lea Ypi, es una especie de memorias, de biografía novelada sobre su evolución personal dentro
de la Albania socialista en la que nació en 1979 pasando por la caída del sistema político en 1990, la guerra civil en 1997 hasta llegar a la salida de la joven de Albania para estudiar filosofía en Italia. En la citada primera parte la niña que es Lenuska vive con sincera entrega la vida que le relatan las profesoras de su colegio; ella cree a pies juntillas todo lo que le dicen: la envidia que toda Europa siente hacia Albania, la maldad del capitalismo, la bondad del socialismo, la preeminencia del Partido sobre cualquier otra cosa («Por algún motivo, yo asociaba la sede del Partido con Dios y con la idea del más allá»). La inocente Lea vivía en un mundo muy distinto al real de sus padres que más o menos transigían con sus deseos infantiles para no verse señalados como disidentes del Sistema.

Es Libre un bildungsroman, una novela de iniciación, de crecimiento personal, de evolución de la propia autora. Personalmente a mí la historia que relata no me ha sorprendido para nada. Quienes hemos vivido bajo dictaduras férreas hemos conocido esa manera de sobrevivir en una sociedad represora, esa manera de disimular, esos chistes nerviosos sobre los opresores, ese cinismo cuando oficialmente había que hablar sobre el Partido único, etc., etc. 

En esta novela lmás encantador es ver la inocencia que muestra la niña-narradora que vive 'engañada' por su familia durante el período socialista, el enfado de ella cuando lo descubre, su posicionamiento decidido respecto a su amiga Elona a la que busca sin descanso cuando de la noche a la mañana un día desaparece y el tremendo desencanto que sufre cuando descubre el trabajo que realiza en Italia a donde marchó con el chico que le gustaba... De entre los personajes, además de la autora-narradora, hay que destacar sobre cualquier otro a la abuela Nini sostenedora auténtica de la identidad familiar. La familia sufrió la expropiación de sus bienes a manos del gobierno socialista albanés igual que anteriormente en Tesalónica (Grecia) el padre de Nini y bisabuelo de Lea sufrió la confiscación de muchas de sus propiedades; Nini será quien a la caída del socialismo luchará sin descanso para recuperar lo que les pertenecía y era constitutivo de su razón de ser familiar. 

Respecto a otros personajes llama bastante la atención la  actuación y personalidad de la madre de Lea tanto durante la vigencia del Partido único como a la caída del mismo. Por su parte, la del padre resulta mucho más creíble, si bien no por ello menos sorprendente. Ambos cónyuges a la llegada de la democracia participarán activamente en política, pero el desencanto y la dinámica de la misma se los llevará por delante. 

Al final vemos a Lea estudiando filosofía en Italia y especializándose, curiosamente, en filosofía marxista. Esta deriva profesional no será bien entendida por sus padres: 
«como si estudiar las ideas de un sistema que destruyó tantas vidas en mi familia ya bastara para convertirme en la persona responsable de apretar el gatillo. Yo sabía que eso era lo que mi madre pensaba en el fondo. Siempre quise explicárselo, pero no sabía por dónde empezar.»
Tampoco sus compañeros de estudio, italianos que jamás vivieron bajo el yugo totalitario de un Partido único, aunque defendían y se manifestaban a favor del socialismo no logran comprender a Lea cuando ella les cuenta lo vivido personalmente en su país. El contraste entre el socialismo real -el que ella había vivido en Albania- y el socialismo de los países occidentales -una socialdemocracia en la que la palabra Libertad, el consumo, el libre mercado y tal coexisten dentro de un sistema claramente capitalista- es de lo más interesante en el libro:
«Muchos de mis amigos se declaraban socialistas: es decir, socialistas occidentales. Hablaban de Rosa Luxemburgo, León Trotski, Salvador Allende o Ernesto «Che» Guevara como si fuesen santos laicos. [...] Sus rostros se exhibían en pósteres, camisetas y tazas igual que lo hacían las fotos de Enver Hoxha en el salón de las casas albanesas cuando yo era niña. [...] Que me apropiara de la etiqueta socialista para describir mis experiencias y, al mismo tiempo, asimilarlas a su compromiso político era algo que a veces les parecía una provocación sospechosa a mis amigos universitarios. Solíamos ir a un gran concierto al aire libre en Roma que se celebraba todos los Primeros de Mayo y yo no podía evitar que aquello me recordase a los desfiles del Día de los Trabajadores de mi niñez. "Lo que vosotros teníais no era un verdadero socialismo", me decían casi sin poder disimular su irritación.»
Albania bajo el socialismo
Lea Ypi
al final de Libre muestra y se decanta, igual que hiciera su padre a lo largo de su vida, por una equidistancia mental puramente racional respecto a los dos sistemas políticos que ha vivido. Ambos, en su opinión, contienen aspectos salvables. Nada es malo absolutamente, al igual que nada es bueno siempre totalmente. Esa falta de visceralidad, de encono, de inquina, de crispación entre ideas distintas es, quizá, uno de los principales mensajes de esta obra. Tampoco esta manera de pensar, este comportamiento será muy entendible para muchos de sus amigos y miembros de su familia. Y ello, en palabras de la propia autora-narradora está, en la base del nacimiento de la obra:
«Pensaba que aclararlo me iba a llevar un libro entero. Este es ese libro. Al principio iba a ser un libro filosófico sobre la superposición de las ideas de libertad en las tradiciones liberal y socialista. Pero cuando comencé a escribir, igual que cuando empecé a leer Das Kapital, las ideas se convirtieron en personas; en las personas que me hicieron ser quien soy. Se amaban y se peleaban, tenían diferentes conceptos de sí mismos y de sus obligaciones para con los demás.» 

21 abr 2025

Día del Libro 2025

15 comentarios:

Otro año más que pasa y llega el 23 de abril, día en que el mundo literario recuerda a dos grandes autores: Miguel de Cervantes y William Shakespeare. Se dice que ambos murieron el mismo día, aunque tal cosa no es del todo cierta, pero como dijo alguien "que la realidad no te estropee una buena noticia". O sea que dicho y hecho: el 23 de abril de 1616 murieron los dos escritores más estimados y elogiados de las lenguas inglesa y española.

Desde hace siete u ocho años (2017,  2018,  2019,  2021,  2022 2023 y 2024) celebro este día con una entrada en el blog. En ella suelo recomendar alguna lectura que sirva de referencia a quien quiera comprar algún título aprovechando el descuento del 10% que las editoriales ofrecen a los lectores. Recomendar siempre es complicado dado que los gustos literarios son variadísimos. Pese a todo esta vez me atrevo a recomendar la literatura de la japonesa afincada en Canadá Aki Shimazaki de la que últimamente he hablado largo y tendido en este blog (reseñas sobre El corazón de Yamato, El quinteto de Nagasaki, y sobre dos novelas contenidas en La sombra del cardo), y también recomiendo las novelas de la último Premio Nobel de Literatura, la surcoreana Han Kang, de quien no hace mucho leí con inusitado placer la novela titulada Imposible decir adiós. Como se ve, este año me decanto por la escritura asiática; es claro que el mundo mira hacia ese continente por muchísimas razones.

En este mismo instante yo me encuentro leyendo a Lea Ypi, albanesa que en Libre da cuenta de la caída del sistema comunista que gobernó con mano de hierro su país desde 1944 hasta 1990. Es el libro que tenemos para leer y comentar en abril el grupo de lectura más que palabras... cuyo blog os animo a visitar, pues en él encontraréis referenciados casi doscientos títulos de buenos libros que los miembros de este amigable grupo hemos comentado a lo largo de los últimos quince años. 

Yo no sé vosotros, pero yo todos los años homenajeo a los libros adquiriendo uno o dos títulos que me interesen especialmente por lo que he leído por ahí en blogs y revistas o por las recomendaciones de amigos cuyo olfato literario tengo más que contrastado. En mi lista de posibles adquisiciones este 23 de abril figuran los siguientes títulos: Desfile de Rachel Cusk, autora de quien hace años leí A contraluz; El tercer amor de Hiromi Kawakami, otra escritora japonesa; o incluso, quizás, el último de Pablo Rivero, el actor escritor que ya va por su séptimo título -El rebaño- y de quien a día de hoy nada he leído aún.




¡¡Feliz 23 de abril!! ¡¡Felices y buenas lecturas!!

8 abr 2025

Teatro y Novela, "Nada" de Carmen Laforet y "El cuarto de atrás" de Carmen Martín Gaite (A pares XLIV)

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Desde que en diciembre del año pasado viera la adaptación teatral de la novela Nada de Carmen Laforet en el Teatro María Guerrero de Madrid llevaba semanas -ya más bien meses- pensando escribir algo en este blog sobre las líneas que marcan frontera entre géneros y la conveniencia, acierto o lo que sea que supone traspasarlas o no.  No es la primera vez que asisto a representaciones teatrales de historias nacidas como relatos. Recuerdo con inmenso agrado algunas de ellas ya lejanas en el tiempo: "Tirano Banderas" de Valle Inclán o "El baile" de Irene Nemirovski, podrían servir de ejemplo. Pero las dos que he visto últimamente, una la ya citada de Nada, y la otra, la teatralización de El cuarto de atrás de la salmantina Carmen Martín Gaite, en mi opinión no logran superar del todo el listón del encantamiento exigible a cualquier pieza teatral. 

 
Unas palabras sobre la adaptación teatral de Nada de Carmen Laforet 

«Era la primera vez que viajaba sola, pero no estaba asustada; por el contrario, me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda libertad en la noche. La sangre, después del viaje largo y cansado, me empezaba a circular en las piernas entumecidas y con una sonrisa de asombro miraba la gran Estación de Francia y los grupos que estaban esperando el expreso y los que llegábamos con tres horas de retraso.»

Premio Nadal de 1944, Primer Premio Nadal
La adaptación de Nada, la novela firmada por una jovencísima Carmen Laforet, ganadora en 1944 con ella del Premio Nadal en su primera convocatoria, me pareció que padecía de un exceso de voz en off para la figura del narrador. El mismo intervenía con inusitada frecuencia en la pieza siendo en ocasiones sus parlamentos de una extensión excesiva. Se convertía así la obra dramática más en una novela leída que en una obra representada. A este, en mi opinión, defecto, habría que añadir la exagerada duración de la representación -nada menos que tres horas con descanso- y la tardía hora de inicio de la sesión, las 20:30 horas de la tarde. Estos tres malos mimbres provocaron en mí que la excelencia de la magnífica puesta en escena de la directora teatral Beatriz Jaén se diluyese y no lograse que yo saliese satisfecho de la función. De los tres defectos señalados el que, en mi opinión, hace más flaco favor a la obra es el de su excesiva duración, lo que revela una adaptación escasa, una insuficiente reducción a lo esencial, un no saber sustituir debidamente los rasgos propios de la narración por otros más característicos de la dramatización. Esta adaptación, en mi opinión poco lograda, corre a cargo de Joan Yago


Beatriz Jaén, Joan Yago, Carmen Barrantes

Tras mi asistencia al teatro, no volví a leer la novela. Tenía bastante presente en mi memoria la historia de Andrea, la chica huérfana que al acabar la guerra civil va a estudiar a Barcelona alojándose en casa de su abuela. Andrea recuerda la Barcelona anterior a la guerra y ahora comprueba lo mucho que ha cambiado la vida en la calle Aribau donde está la casa de l'àvia (abuela en catalán). El ambiente, la atmósfera que se vive tanto en la casa como en la calle es bien diferente al que ella recordaba. Los personajes (sus tíos Román y Juan, su tía Angustias, Gloria, la abuela y Antonia -la criada-) viven en permanente tensión; hay una violencia subyacente y una oscuridad terrible en todos ellos. La joven de dieciocho años que es Andrea quiere vivir la vida con intensidad; ella tiene sueños, es rebelde, no quiere verse doblegada por la angustia existencial en que vive sumido todo el país. Sólo sus amigos de la universidad, en especial su amiga Ena, la ayudarán a sobrevivir. Con Ena tiene una relación de amistad especial que no es amor, pero sí más que mera amigabilidad; ambas son mujeres diferentes, se les decía "raras" por entonces, son precursoras de lo que hoy se entiende por sororidad. 




Sobre la adaptación teatral de El cuarto de atrás de Carmen Martín Gaite

Ya en 2025, concretamente un día del mes pasado, asistí en el teatro de La Abadía a la adaptación teatral de la novela El cuarto de atrás de Carmen Martín Gaite. La novela la publicó la autora salmantina en 1978 y según confiesa en la misma comenzó a escribirla el mismo día en que Francisco Franco murió. El Teatro de La Abadía ha recordado a la escritora perteneciente a la generación narrativa de 1955 con motivo de cumplirse este mismo año cien de su nacimiento y 25 de su fallecimiento. Lo ha hecho con dos representaciones, las dos adaptaciones de sendas novelas suyas: "Caperucita en Manhattan", novela de 1990,  y El cuarto de atrás

Adaptaciones teatrales de novelas, Emma Suárez
Resultó que cuando quise adquirir entradas para la primera ya no había localidades. Busqué para la segunda y de casualidad encontré dos butacas esquinadas en la última fila de la sala. Seguramente que ese día se jugase un competido partido de champions entre los dos principales equipos madrileños propició la existencia de esas dos entradas libres. Sea como fuere el caso es que yo, salmantino como la propia Martín Gaite, pude así rendir debido tributo a esta magnífica novelista. No había leído de manera completa esta novela antes de ver la representación, algo que si he hecho finalizada la misma. Pero antes de hablar de mis impresiones sobre esta lectura quiero exponer mi opinión sobre la puesta en escena de la misma.


La adaptación me pareció mucho mejor que la de la novela de Carmen Laforet a la que me he referido al comienzo de esta entrada. Aquí estamos ante una historia mezcla de realidad, onirismo, ensoñación y fantasía infantil que María Folguera, adaptadora de la obra, ha sabido llevar a las tablas con acierto. No hay en este caso exceso de narración en off que tanto perjudicaba a Nada, aquí vemos a una mujer adulta -la propia escritora- que en estado de vigilia por su dificultad para conciliar el sueño recibe la visita de un entrevistador que ella, en esa circunstancia, a medio camino entre la realidad y la ensoñación, viene a relacionar con aquel otro ser de alas negras que en su niñez la 'visitaba' cuando no podía quedarse dormida. La adaptación teatral se sostiene gracias a la magistral actuación de Emma Suárez que casi en un auténtico monólogo lleva al espectador del hoy al ayer, de lo real a lo imaginado, de un lugar físico a otro, de la ciudad de Salamanca a la de Madrid..., en una mezcla de espacios y tiempos que si en el texto escrito ya conlleva una cierta dificultad de intelección en el teatral es aún mayor. Pero la dificultad es superada con sobresaliente junto a la magnífica actuación de Emma Suárez, auténtica sostenedora y salvadora de la representación, por la de sus partenaires Alberto Iglesias y Nora Hernández.  

Si bien en términos generales salí satisfecho de la representación hubo dos elementos de la puesta en escena de la que son responsables Rakel Camacho como directora y María Folguera como adaptadora del texto que me sorprendieron y menoscabaron mi satisfacción. Fueron éstas el cubo en el que confinaron la historia y que giraban para un lado u otro según que deseaban llevarnos a un momento u otro, a un espacio u otro; y la bañera que ocupaba el centro de la escena en lo que simulaba ser el dormitorio o cuarto de estar de la novelista insomne. ¿Por qué se metía en esa bañera la mujer adulta a veces sola y otras en compañía de la chica que aparece por la casa en un momento de la representación? Sólo le encuentro una posible explicación: querer transmitir al espectador el extrañamiento, el onirismo, en que está inmersa la mujer que no puede dormir como desearía; un momento en el que acuden a su cabeza una multiplicidad de ideas, de recuerdos, cruces entre el hoy y el ayer. La ilógica presencia de la bañera allí donde debiera haber una cama o un sofá quizás pretenda abocarnos a la irracionalidad con que se suceden las imágenes o se ordenan los pensamientos en esos momentos de vigilia y ensoñación que preceden a la pérdida total de la conciencia al quedarnos dormidos. 


Comentario sobre la novela El cuarto de atrás
El caso fue que nada más salir del teatro me hice el firme propósito de leer la novela lo más pronto posible y comprobar si la bañera de marras también aparecía en El cuarto de atrás. Fue así como leí completa esta novela de Carmen Martín Gaite, la quinta en el orden de su producción. 

«Mi casa de Salamanca tenía dos pasillos paralelos, el de delante y el de atrás, que se comunicaban por otro pequeñito y oscuro, en ése no había cuartos, lo llamábamos el trazo de la hache. Las habitaciones del primer pasillo daban a la Plaza de los Bandos, las del otro, a un patio abierto donde estaban los lavaderos de la casa y eran la cocina, la carbonera, el cuarto de las criadas, el baño y el cuarto de atrás. Era muy grande y en él reinaban el desorden y la libertad, se permitía cantar a voz en cuello, cambiar de sitio los muebles, saltar encima de un sofá desvencijado y con los muelles rotos al que llamábamos el pobre sofá, tumbarse en la alfombra, mancharla de tinta, era un reino donde nada estaba prohibido.»

Salamanca en la obra de Martín Gaite
La novela me ha encantado. Hacía ya tiempo que no leía alguna obra de esta escritora, salmantina como yo mismo. Me ha gustado por muchas cosas, no siendo la menor la multiplicidad de referencias a Salamanca, tanto a su paisaje urbano, costumbres y paisanaje.  La familia de la escritora me ha sido fácilmente identificable, no porque la conociese de primera mano, sino porque su tipología y manera de proceder era característica de otras muchas otras de su nivel. El padre era notario y la madre «hubiera querido estudiar una carrera, como sus dos hermanos varones, pero entonces no era costumbre, ni siquiera se le pasó por la cabeza pedirlo». Su apellido materno procedía de Galicia, de ahí el apelativo Carmiña con que la novelista era denominada en su casa. La afición a la lectura que desde muy temprana edad tuvo Carmiña se la inoculó su madre a quien «le encantaba, desde pequeña, leer y jugar a juegos de chicos». Fue ella quien le aconsejaba lecturas, gracias a las cuales la Martín Gaite fue haciéndose con un  criterio literario propio. De las lecturas que por entonces, con poco más de dieciocho años, hacía dice:
«me gustaba todo el proceso del enamoramiento, los obstáculos, las lágrimas y los malentendidos, los besos a la luz de la luna, pero a partir de la boda, parecía que ya no había nada más que contar. [...]
Un día una señora había dicho de mí, moviendo la cabeza con reprobación: "Mujer que sabe latín no puede tener buen fin" [...]
Por aquel tiempo, ya tenía yo el criterio suficiente para entender que el "mal fin" contra el que ponía en guardia aquel refrán aludía a la negra amenaza de quedarse soltera.»
 En la novela, como también se ve en la adaptación teatral, el tiempo avanza y retrocede de manera caprichosa al descubrir un papel, un objeto, una caja de metal, verse en el espejo y verse en su imaginación de niña, pensar en la casa donde vive de adulta en Madrid y evocar la libertad de la que disfrutaba en Salamanca incluso durante los años terribles de la Guerra Civil que su familia pasó allí. Fue durante estos años cuando la niña Carmiña de unos doce o trece años quería parecerse a otra niña de igual nombre y edad que ella, Carmencita Franco (Carmen Franco Polo nació en 1926 y la novelista en 1925), a la que vio en su ciudad una o dos veces. Estaba junto a su padre, Franco, quien había instalado el Gobierno de la España sublevada en el Palacio del Obispo de la ciudad.
«—¿Envidiaba usted a Carmencita Franco? —pregunta, inopinadamente, mi entrevistador.
Por primera vez desde que ha entrado, se me ocurre pensar que es un entrevistador y le miro con una especie de asombro mezclado de simpatía. [...]
—Pues sí, la envidiaba un poco por el pelo —digo— como a Diana Durbin. Para la moda de entonces, lo ideal era el pelo ondulado y yo lo tenía muy liso.»
Esta referencia al tiempo real de su infancia y adolescencia le sirve a la escritora para darse un baño de costumbrismo en el relato. Hay muchas referencias a las costumbres de la época, a los oficios que se practicaban, al proceder durante la Guerra, a la manera de obrar de ciertas clases provincianas adineradas como la suya.
  • «—¿Se acuerda usted de los bombardeos de la guerra? —Miro al hombre de negro sin comprender, al principio, a qué guerra se refiere, si a la de Sucesión o a la del año treinta y seis. 
 —¿De los bombardeos? Sí, sí que me acuerdo. Un día cayó una bomba en una churrería de la calle Pérez Pujol, cerca de casa, mató a toda la familia del churrero; la niña era muy simpática, jugaba con nosotros en la plazuela, al padre no le gustaba ir al refugio, decía que prefería morirse en casa, que lo que está de Dios, está de Dios.» (sobre la Guerra Civil en Salamanca)
  • «Las "costureras de toda la vida", vivían en pisos bajos y modestos, sin rótulo en la puerta, y solían tener en la alcoba oscura donde nos tomaban las medidas y nos probaban, una cama con almohadones de muchos colores entre los que yacía una muñeca de China con peluca empolvada y zapatitos de raso. Cuando venían a coser a las casas, traían dulces o caramelos para los niños, les contaban historias y les regalaban carretes vacíos y recortes de la labor [...]  
«Las modistas propiamente dichas, es decir, las que habían tenido la suerte de afianzarse en su nombre de tales, no venían nunca a las casas, y eran apreciadas a tenor del lujo con que se hubieran montado y de la lentitud con que llevaran a cabo los trabajos. A mí siempre me extrañó el hecho de que su prestigio estuviera en razón inversa con la prontitud en terminarlos y nunca en razón directa. «Es buenísima, pero tarda mucho, hasta después de Navidad no te lo tiene», se solía decir, como una recomendación infalible.»
(costureras y modistas)
  • «"Eso, cuando vayamos a Madrid; mejor en Madrid" Todo se dejaba para comprarlo, verlo o consultarlo en el próximo viaje, que ya faltaba poco, vivíamos de aquella experiencia fraudulenta. A Madrid se venía, en primer lugar, de modistas [...] Otro de los objetivos fundamentales del viaje a Madrid era asistir  a los estrenos de cine o de teatro que no hubieran llegado a provincias (de la diferencia existente entre las provincias y la capital)
Escritoras españolas del siglo XX
Curiosamente, en una novela de tono autobiográfico, en la que la autora rememora episodios vitales de su infancia. adolescencia y juventud primera, no hay referencia alguna a sus relaciones amorosas y matrimoniales con compañeros de generación literaria (la de 1950, para unos, o 1955, en el sentir de otros). Concretamente al llegar a Madrid la escritora contactó, a través de Ignacio Aldecoa, a quien había conocido estudiando Filología Románica en la Universidad de Salamanca, con los integrantes de la generación literaria de 1950. Con uno de estos jóvenes, Rafael Sánchez Ferlosio, se casó en 1953. Fruto de esta unión que duró hasta el año 1970, fueron dos hijos: Miguel que falleció de meningitis con sólo siete meses de edad, y Marta con la que viviría en Madrid hasta la muerte de ésta en 1985 con 29 años víctima del sida. Nada de esto se dice en la novela. Tan sólo, muy tangencialmente, aparece la figura de su hija Marta volviendo de noche a casa y encontrando dormida a su madre con papeles y el libro de Todorov esparcidos por el suelo

El hombre de sombrero y alas negras de las vigilias de su infancia se transforma, cuando de la Carmiña infantil se pasa sin solución de continuidad a la insomne Carmen adulta, en un entrevistador. Gracias a este artificio en la novela podemos asistir a un discontinuo repaso biográfico de su producción literaria. Así se habla de sus inicios en la literatura fantástica, de la atracción que sobre ella ejerce lo fantástico, lo mágico, la sensación de extrañeza. Lo comenta el hombre del sombrero negro cuando alaba en su primera novela, "El balneario", la parte fantástica, pero le echa en cara la racionalidad en la que recae tras sus incursiones en lo extraño. En cierto modo es lo que está haciendo en El cuarto de atrás, viajar de la extrañeza a la racionalidad, de la imaginación onírica a la realidad. De lo fantástico e imposible a lo verosímil
«Hay un punto en que la literatura de misterio franquea el umbral de lo maravilloso, y a partir de ahí, todo es posible y verosímil; vamos por el aire como en una ficción de Lewis Carroll, planeando sobre los tejados de una ciudad, es de noche y ella se agarra fuerte de mi mano y se ríe con el pelo alborotado, porque hace mucho aire»
Y es que hay mucha, muchísima, literatura en esta novela. Se inicia con ese libro de Todorov que la novelista está leyendo en la cama y con el que se queda dormida e ingresa en ese territorio donde todo, como decía Quevedo, se mezcla, se confunde y se bazuca. 
«Introducción a la literatura fantástica de Todorov, vaya, a buenas horas, lo estuve buscando antes no sé cuánto rato, habla de los desdoblamientos de personalidad, de la ruptura de límites entre tiempo y espacio, de la ambigüedad y la incertidumbre; es de esos libros que te espabilan y te disparan a tomar notas, cuando lo acabé, escribí en un cuaderno: "Palabra que voy a escribir una novela fantástica"»
 
Y esa novela fantástica que piensa escribir, que está escribiendo, que ha escrito y descubrimos al final de la novela, no es otra que la que tenemos en nuestras manos. Esta manera de proceder literariamente es muy propio del momento en que Carmen Martín Gaite está escribiendo esta narración, en pleno posmodernismo literario.
"El cuarto de atrás" en teatro

Muchísimas reflexiones metaliterarias cruzan el relato. Son reflexiones muy interesantes y muy reveladoras del propio quehacer escritural de la novelista. Ya sólo por ellas merece mucho la pena leer este libro. pero es que además está escrito de manera muy hermosa, con cierto toque poético que le sirve de pasarela del mundo real de la edad adulta al mágico de la niñez. Esta poeticidad creo que la han logrado transmitir a las tablas la directora y la adaptadora teatrales. Pero, ¿era preciso para lograrlo colocar una bañera en el centro de la escena? Yo pienso que no. 

28 mar 2025

Erri di Luca: Aquí no, ahora no

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«Entenderemos las vidas, los niños que corretean jugando a crecer, las madres que alargan la ropa, compran zapatos y se quedan mirando el tiempo que corre por los hijos. Luego los hijos se detienen y son las madres las que corren hacia la brusca vejez y que, de tanto subir y bajar habitaciones, ni siquiera están peinadas. Luego hablan poco y comen pausadamente en Navidad. Por lo menos, así eran las madres.»

Novelas de Erri di Luca
Aunque había oído años atrás el nombre de este autor italiano nacido en Nápoles (Italia) hará en mayo 75 años, Aquí no, ahora no es el primer libro suyo que leo. Erri di Luca publicó ésta, su primera novela, cuando ya tenía casi 40 años. Cuenta en ella sus años de infancia en Nápoles. Usa como disculpa el hallazgo de unas fotografías antiguas en las que de niño aparece con su madre. En este tiempo congelado el adulto de casi cuarenta años dialoga con ella que ya es intemporal. Cuenta el proceso de adaptación de la familia, y particularmente el suyo, desde la pobreza y escasez de todo en que quedó sumida Nápoles tras la Segunda Guerra Mundial, a una vida mejor y más confortable según pasaban los años. Pese a la indudable mejora, sin embargo el pequeño Erri no se adapta bien a los nuevos edificios a los que su familia se ha trasladado a vivir; allí convive con otras familias, acomodadas como la suya, y con los nuevos habitantes venidos desde muy lejos que son los norteamericanos.

Tras los diez primeros de su vida años que tanto le marcaron velozmente vemos pasar su adolescencia y primera juventud hasta que a los 31 años se casa y permanece en ese estado hasta los 37. Según dice en la obra fue persona durante los primeros diez años y también durante los siete de su matrimonio. Y es que, afirma: «Ser en el mundo, por lo que he podido entender, es cuando se te confía una persona y tú eres responsable y al mismo tiempo tú eres confiado a esa persona y ella es responsable de ti.». De niño estuvo confiado a sus padres, en especial a su madre; de casado se responsabilizó de su esposa especialmente en los momentos más terribles de la enfermedad que ella sufrió.

En cuanto a la forma, el estilo  de Aquí no, ahora no es muy cuidado, con logradas y hermosas imágenes literarias; podría decirse que en muchas páginas de esta breve obra (a veces más un ensayo por sus reflexiones que una novela) la prosa poética es la tónica de su escritura. Los ejemplos son múltiples en este libro, yo diría que casi, casi, constantes:
  • «El sol se apagaba dentro del mar. A veces el violeta de las nubes lo partía y lo deshacía antes de que tocase el horizonte. Lo mirábamos desde la orilla mientras nos secábamos después del baño, y era nuestro, como la arena que quedaba en los pies, como el aliento.»
  • «Está el olor de la Torreta el domingo: mercado, gentío, frío. Desde el horno irradian aromas y enfrente el carro de los frutos secos tuesta el aire.»
Me ha resultado llamativa y muy significativa la reflexión que realiza Erri di Luca sobre el propio acto de escribir, sobre la literatura, y el nacimiento en él de su afición por la escritura. Sitúa la misma en los años de niñez cuando viviendo en una callejuela pobretona de la ciudad de Nápoles para evadirse miraba fijamente a través del cristal de la cocina el muro desconchado de la casa de enfrente. Al hacerlo descubría en su imaginación cómo el desconchón que veía se expandía en una enorme diversidad de  tonos azulados; al trasladarse la familia en Nápoles a la zona de casas nuevas la mirada  a través del cristal de la cocina ya no se fijaba en desconchón alguno sino que se difuminaba en el exterior en una infinidad de colores que le resultaban desconocidos y poco atractivos. Mientras que en la callejuela las dificultades que le suponían su tartamudez las superaba a través de la escritura («Hablar es recorrer un hilo. Escribir, en cambio, es poseerlo, devanarlo.»), en la casa nueva, ya adolescente, comenzó a descuidarse, a no esforzarse, a sentir que no servía para nada, que todo lo hacía mal. 
«Adopté en aquel tiempo la costumbre de no terminar los ejercicios, de dejar en blanco una parte. También en los exámenes me guardaba una parte de la respuesta que debía al docente. Custodiaba una porción de no plenitud, iba mal, comenzaba a crecer.»
Además, mientras que en la vida real no se podía mentir, la escritura, siempre que permaneciese en el secreto de su lectura en silencio, sí las permitía. Todo cambió cuando un día un maestro, prendado de una redacción de Erri decidió leerla en voz alta; en ese momento el adolescente entendió que también la escritura podía mentir:
«Me juré no escribir más mentiras. Contarlas, no las contaba, y tú en esto eras inflexible. Pero escribirlas no me parecía un pecado, era bonito inventar. Luego llegó ese tema y tuve la prueba de que también la escritura, despojada de su secreto, se convierte en mentira.»
Es una novela en la que el autor habla de la vida, de la suya. En ella el sentimiento más profundo es el del amor, especialmente hacia su madre y su mujer. También, como es propio de la vida, sentirá el descubrimiento terrible de la muerte: la de su amigo Massimo que tanto lo impactó; la de su padre, que no pudo soportar la presión vital; la de su mujer, que lo amó y a la que él tanto quiso; la de su propia madre, inmortalizada en las fotografías que está visualizando y a través de las que dialoga con ella. Amor y muerte, la esencia de la vida.

El título lo toma de la frase que tantas veces su padre, que jamás le pegó, le repetía para censurar un gesto, una palabra, una actitud del niño Erri. Afirma que las palabras con frecuencia son más castradoras, anulan más que una torta, que un cachete:
«Mejor los golpes, mejor el derecho arriesgado a meter un poco de ruido cuando un juego me cogía la mano. No las palabras: a ésas no se les podía llorar, no se les podía responder, y yo no era capaz de decir ni una sola cuando tú intervenías, entre la apnea y el tartamudeo. Se aprende tarde a defenderse de las palabras.»
La inseguridad que tales admoniciones paternas le produjeron hicieron que el niño, el adolescente e incluso el adulto joven que fue Erri di Luca constantemente se estuviese disculpando, temiendo equivocarse. También cuando sus padres criticaban su tartamudez él se disculpaba afirmando su involuntariedad. Paradójicamente, cuando conoció a la que sería su esposa esas mismas palabras le sirvieron para conquistarla:
«No he hecho nada.» «No lo he hecho adrede.»
Autores italianos de poesía, prosa y prosa poética
https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0
Para finalizar y aun a riesgo de equivocarme en mi reflexión diré algo acerca de la traducción que firma César Palma. Creo que hace un trabajo aceptable, incluso brillante; sin embargo no puedo dejar de señalar un momento en que su texto me ha sorprendido por demás. Ha sido cuando refiriéndose a Filomena, la sirvienta de origen siciliano que trabajaba en la casa nueva de la familia en Nápoles, dice que hablaba utilizando asonancias y en la traducción no quedan clara las mismas. Al actuar así, entiendo que la idea del traductor habrá sido marcar la impericia e incultura de la tal Filomena para conseguirlas más que descuido del propio Palma. De cualquier manera, creo que como poco falta una aclaración explicativa a pie de página.
«Asombraban sus despistes con las palabras, siempre basados en una asonancia. «Esta mañana he salido al balconcillo y hacía un frío de pegarse.» «Qué bonitos estos naranjos rojos sanguinarios.»

Una novela breve, pero profunda. Todas sus páginas esconden informaciones valiosas, que en esta corta reseña seguro que muchas se me habrán pasado. Lo que no quiero que se me pase, por último ultimísimo, es la impronta que la figura paterna  -ausente, pero al tiempo tan presente- tuvo sobre el autor. La prueba de ello es el título que decidió dar a su libro, un homenaje a su persona sin duda alguna.






22 mar 2025

Aki Shimazaki y Delphine de Vigan. (A pares XLIII)

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Tiempo hacía que no incluía en el blog una entrada de 'A pares'. La perentoriedad de devolver tres breves novelas, llegadas hasta casa gracias a la amistad de tiempo que me/nos une a Lupe y a Justo  hizo que no demorase estas lecturas. A ambas autoras ya las conocía por otros de sus libros ("El quinteto de Nagasaki" o "El corazón de Yamato" de Aki Shimazaki, y "Nada se opone a la noche" de Delphine de Vigan) si bien no guardaba de ambas idéntico y satisfactorio recuerdo, pues mientras que las dos pentalogías de Shimazaki me habían encantado, mi satisfacción no había sido la misma en el caso de la De Vigan como demuestra el que ni siquiera hiciese reseña en El blog de Juan Carlos de dicha lectura. Así que, pensé, hora es de comprobar si la valoración que tengo de ambas autoras se mantiene incólume. 



"Azami, el club de Mitsuko" y "Hôzuki, la librería de Mitsuko" de Aki Shimazaki

 «Me siento a la mesa y ella me sirve un vaso de té de cebada frío. Mientras bebo, mira a mi alrededor. La ventana, el fregadero, la pequeña cocina eléctrica, los utensilios de cocina colgados en la pared, el teléfono. Nada ha cambiado. Simple y minimalista. El aire acondicionado está apagado.» 


Aki Shimazaki, escritoras japonesas actuales
En esta ocasión al tener ante mí estas dos entregas de la pentalogía "La sombra del cardo" en forma de libros independientes no reparé en que uno y otro tenían un orden. Y al no reparar en ello resultó que leí primero la novela que apareció después. Pensé equivocadamente que Hôzuki, la librería de Mitsuko había aparecido como no perteneciente a pentalogía alguna. No era así, lo comprobé después. Pero salvo alguna pequeña sorpresa no pasa nada por no haber respetado el orden de aparición; es más al leer luego Azami, la primera de la serie, el ya conocer ciertos sucesos no interfirió en mi disfrute.

 Pese a lo dicho antes, en esta breve reseña hablaré en el orden debido de estas dos primeras entregas de la pentalogía La sombra del cardo. Y anticipo que seguiré leyendo las entregas que faltan hasta completar las cinco; y daré cuenta debida de las mismas en una futura entrada en este blog.

Azami, el club de Mitsuko de Aki Shimazaki es, como acabo de explicar, la primera entrega de la pentalogía "La sombra del cardo". Pese a conocer ya lo que sucede en Hôzuki, la librería de Mitsuko, me ha gustado muchísimo esta novela corta. En la misma la voz narrativa es la de Mitsuo. Este personaje es redactor en una importante revista y lleva una vida laboral y matrimonial agradables. Su esposa Atsuko desde que tuvo a su segundo hijo no tiene relaciones sexuales con él, algo que ambos han aceptado sin problemas. Cuando Mitsuo se siente apremiado sexualmente acude a los «hoteles rosa» o a salas de video en las que se alivia debidamente. 

La tranquilidad y statu quo anterior se verá modificado cuando Gôro, antiguo compañero de escuela con quien él nunca tuvo relación estrecha, lo encuentra y lo invita a tomar algo en un club de élite. Allí ve a su amor secreto de juventud, Mitsuko, a la que jamás le expresó sus sentimientos. El reencuentro y la actividad laboral de Atsuko fuera de la ciudad varios días a la semana facilitará que Mitsuko y Mitsuo inicien una relación que hará que él se plantee la conveniencia de abandonarla o proseguir en ella pese a los problemas que en su trabajo y matrimonio la misma pudiera producir.

Destaca en esta hermosisima novela todo, pero por destacar algo destacaría los personajes y sus señas de identidad: La dulzura de Mitsuko, la sinceridad y amistad de Mitsuo hacia ella, la maldad de Gôro, el antiguo compañero de escuela, la comprensión de Atsuko, la esposa de Mitsuo, etc. Todo ello contado  con esa magnífica literatura que hace Aki Shimazaki.



Editorial Nórdica Libros,Aki Shimazaki
La segunda novela de la pentalogía "La sombra del cardo" es Hôzuki, la librería de Mitsuko. También me ha encantado. Al haber sido la primera de las dos que leí me fijaba más en aquellos asuntos y tratamientos que ya había disfrutado en las pentalogías anteriores que de la japonesa canadiense había leído. Veía que como en "El quinteto de Nagasaki" estábamos ante una pareja de niños hermanastros que se sienten atraídos como amigos íntimos sin saber ellos que tienen la misma madre; se contraponían y presentaban debidamente los casamientos 'miai' y los casamientos por amor; también la vivencia del sexo visto sin ese sentimiento de culpa o de comportamiento poco aceptable que se impone en occidente; aparecía un país, Japón, a caballo entre la tradición y la modernidad, un país mostrado por ejemplo en cómo las geishas antiguas hoy son mujeres hermosas que hablan y atienden a los hombres de la misma manera, aunque vestidas con trajes y un maquillaje que las hace parecer más unas escorts que otra cosa; etc.

En Hôzuki, la librería de Mitsuko es Mitsuko quien lleva la voz narrativa. La encontramos varios años después de Azami regentando una librería y completando sus ingresos con su trabajo los viernes por la tarde-noche en el club donde la descubriera Mitsuo en la novela anterior. Si en Azami el mundo era visto desde la perspectiva masculina de Mitsuo, aquí está presentado desde los ojos y manera de pensar de una mujer. Estamos ante un mundo de mujeres que es el que preferentemente, y no sólo en esta novela,  muestra la escritora. El ocultamiento de la identidad o de la vida vivida (es el caso de Mitsuko respecto a su hijo Tarô, el de la señora Sato respecto al hijo que tuvo y abandonó al poco de nacer, y el de la madre de Mitsuko sobre su breve estancia en la cárcel por un asunto de violencia con arma blanca) es una constante en esta historia. 

Es una novela en la que, como es habitual en la literatura de Aki Shimazaki, la identidad japonesa se expone y se recrea. Destaca la misma en la presentación de la maravillosa naturaleza mostrada en forma de nieve, animales, flores, paisajes...; también es importante la escritura: las grafías japonesas en los dos tipos de caligrafías (hiragana y kanji); y me ha parecido de sumo interés aquí, pero más aún en Azami, la tradición e identidad nipona marcada por los temas musicales que cantaban los abuelas y que recurrentemente vuelven a la cabeza de Tarô o de Mitsuo, quien en esta novela siempre aparece evocado por Mitsuko como su amor verdadero.

El mundo es convulso y muy distinto al que inspira esa naturaleza tranquila y serena antes destacada. El lenguaje e idioma utilizados son exquisitos. Hay avances y retrocesos en la linealidad temporal, si bien ésta es la predominante. Es un estilo minimalista como se ve en la cita que precede al comentario de estas dos novelas. Ha vuelto a llamar mucho mi atención que a la hora de las evocaciones la autora (o el traductor Íñigo Jáuregui) utilice formas como «nos imagino» o «nos veo» con ese pronombre átono de 1ª persona de plural ante una forma verbal en primera de singular; es correcto, pero no es habitual usarla así entre nosotros.

Como en general en toda su obra, Aki Shimazaki  muestra en estas dos novelas el difícil equilibrio entre tradición y modernidad, entre Oriente y Occidente, entre empresa y familia; también el azar, el amor y la identidad en la sociedad japonesa. 
«Dibujo en mi mente una cadena, cada uno de cuyos eslabones lleva un nombre:Shôji - yo - mi último amante Mitsuo - el periodista de su revista Azami - el hombre que le dio la revista al diplomático - la mujer del diplomático que vino a la librería - su hija Hanako - Tarô. Todos están relacionados, directa o indirectamente. Si no hubiese conocido a Shôji, probablemente no habría tenido a Tarô, aunque Shôji no sea su padre.»



"LAS GRATITUDES" de Delphine de Vigan

«Envejecer es aprender a perder.
Asumir, todas o casi todas las semanas, un nuevo déficit, una nueva degradación, un nuevo deterioro. Así es como yo lo veo.
Y ya no hay nada en la columna de las ganancias.
Un día ya no puedes correr, ni caminar, ni inclinarte, ni agacharte, ni levantarte, ni estirarte, ni encorvarte, ni darte la vuelta de un lado, ni del otro, ni hacia adelante, ni hacia atrás, ni por la mañana, ni por la noche, ni nada de nada. Solo puedes conformarte, una y otra vez.
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Delphine de Vigan, Novelistas francesas actuales

Este libro es de la francesa Delphine de Vigan. Entré en él con prevención y expectativas algo negativas. ¿Motivo? Pues simplemente que "Nada se opone a la noche" no me llenó lo mucho, y ni siquiera lo mínimo, de lo que esperaba de ella dada la magnífica acogida que estaba teniendo -y tiene- entre los lectores. No sé, pero no me gustó demasiado. Sin embargo, ésta, Las gratitudes, me ha llegado bastante adentro, me ha conmovido, me ha parecido bien escrita, una historia además de realista muy, muy, verosímil.

Me ha valido la reconciliación con esta escritora francesa y ya sólo por ello salgo reconfortado a la par que emocionado de esta novela corta, que presenta el asunto de la vejez de una manera real. Estamos ante una mujer anciana, Michka Seld, que un día pide ayuda a Marie, una mujer joven a la que le une una relación casi familiar. Resultado de los achaques propios de su edad se le presenta la necesidad de ingresar en una residencia de ancianos. Michka padece afasia, dolencia neurológica que le hace difícil encontrar los términos correctos del lenguaje.

En la Residencia la atiende individualmente Jerôme, un logopeda que intenta ayudarla. La relación de la señora Seld con Marie y con Jerôme llenan las páginas de esta novela corta. Ambos jóvenes pretenden ayudar a Michka, pero en verdad ellos también se benefician de esta relación, pues la anciana se interesa mucho por sus problemas: la relación de Jerôme con su padre o el embarazo por el que está pasando Marie.
«¿Sabes? Yo no quería tener hijos. Por nada del mundo. Ni familia, ni hijos. Nada de nada. Si no hubieseis vivido en el piso de arriba, me habría quedado tan pancha. No era más que una bacina... una vecina, tranquilita en sus roscón. La primera vez que viniste, no sé si te acuerdas, llevabas no sé cuánto tiempo sola en casa, uno o dos días, no quisiste decírmelo, esa vez yo también me pegué un buen gusto. Comiste y te fuiste. Me pasé la noche en veda. Luego volviste por segunda vez, con esos ojos, con esos ojazos tuyos que me empeoraban, y te abrí las puertas de mi casa. A partir de entonces volviste una y otra vez, y cada vez que venías yo te recogía, pasabas tardes enteras, y acabé comprando rotuladores, y papeles de colores, y tijeras, y los almirantes del zoo, no sé si te acuerdas, las cebritas de plástico eran tus favoritas, y la plastilina, y luego los polos de Coca-Loca, que metíamos en él c... consolador.»

 

«— Debería estar prohibido envejecer. Pero, bueno, ya que estás aquí, aprovecho para decirte algo: me gustaría que me abreviaran.
— ¿Cómo?
-Para mi falaral. Una abreviación..., unos canapés y se acabó. Como la señora Crespin, parece que estuvo muy bien la cosa