8 abr 2025

Teatro y Novela, "Nada" de Carmen Laforet y "El cuarto de atrás" de Carmen Martín Gaite (A pares XLIV)

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Desde que en diciembre del año pasado viera la adaptación teatral de la novela Nada de Carmen Laforet en el Teatro María Guerrero de Madrid llevaba semanas -ya más bien meses- pensando escribir algo en este blog sobre las líneas que marcan frontera entre géneros y la conveniencia, acierto o lo que sea que supone no traspasarlas. No es la primera vez que asisto a representaciones teatrales de historias nacidas como relatos. Recuerdo con inmenso agrado algunas de ellas ya lejanas en el tiempo: "Tirano Banderas" de Valle Inclán o "El baile" de Irene Nemirovski, podrían servir de ejemplo. Pero las dos que he visto últimamente, una la ya citada de Nada, y la otra, la teatralización de El cuarto de atrás de la salmantina Carmen Martín Gaite, en mi opinión no logran superar del todo el listón del encantamiento exigible a cualquier pieza teatral. 

 
Unas palabras sobre la adaptación teatral de Nada de Carmen Laforet 

«Era la primera vez que viajaba sola, pero no estaba asustada; por el contrario, me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda libertad en la noche. La sangre, después del viaje largo y cansado, me empezaba a circular en las piernas entumecidas y con una sonrisa de asombro miraba la gran Estación de Francia y los grupos que estaban esperando el expreso y los que llegábamos con tres horas de retraso.»

Premio Nadal de 1944, Primer Premio Nadal
La adaptación de Nada, la novela firmada por una jovencísima Carmen Laforet, ganadora en 1944 con ella del Premio Nadal en su primera convocatoria, me pareció que padecía de un exceso de voz en off para la figura del narrador. El mismo intervenía con inusitada frecuencia en la pieza siendo en ocasiones sus parlamentos de una extensión excesiva. Se convertía así la obra dramática más en una novela leída que en una obra representada. A este, en mi opinión, defecto, habría que añadir la exagerada duración de la representación -nada menos que tres horas con descanso- y la tardía hora de inicio de la sesión, las 20:30 horas de la tarde. Estos tres malos mimbres provocaron en mí que la excelencia de la magnífica puesta en escena de la directora teatral Beatriz Jaén se diluyese y no lograse que yo saliese satisfecho de la función. De los tres defectos señalados el que, en mi opinión, hace más flaco favor a la obra es el de su excesiva duración, lo que revela una adaptación escasa, una insuficiente reducción a lo esencial, un no saber sustituir debidamente los rasgos propios de la narración por otros más característicos de la dramatización. Esta adaptación, en mi opinión poco lograda, corre a cargo de Joan Yago


Beatriz Jaén, Joan Yago, Carmen Barrantes

Tras mi asistencia al teatro, no volví a leer la novela. Tenía bastante presente en mi memoria la historia de Andrea, la chica huérfana que al acabar la guerra civil va a estudiar a Barcelona alojándose en casa de su abuela. Andrea recuerda la Barcelona anterior a la guerra y ahora comprueba lo mucho que ha cambiado la vida en la calle Aribau donde está la casa de l'àvia (abuela en catalán). El ambiente, la atmósfera que se vive tanto en la casa como en la calle es bien diferente al que ella recordaba. Los personajes (sus tíos Román y Juan, su tía Angustias, Gloria, la abuela y Antonia -la criada-) viven en permanente tensión; hay una violencia subyacente y una oscuridad terrible en todos ellos. La joven de dieciocho años que es Andrea quiere vivir la vida con intensidad; ella tiene sueños, es rebelde, no quiere verse doblegada por la angustia existencial en que vive sumido todo el país. Sólo sus amigos de la universidad, en especial su amiga Ena, la ayudarán a sobrevivir. Con Ena tiene una relación de amistad especial que no es amor, pero sí más que mera amigabilidad; ambas son mujeres diferentes, se les decía "raras" por entonces, son precursoras de lo que hoy se entiende por sororidad. 




Sobre la adaptación teatral de El cuarto de atrás de Carmen Martín Gaite

Ya en 2025, concretamente un día del mes pasado, asistí en el teatro de La Abadía a la adaptación teatral de la novela El cuarto de atrás de Carmen Martín Gaite. La novela la publicó la autora salmantina en 1978 y según confiesa en la misma comenzó a escribirla el mismo día en que Francisco Franco murió. El Teatro de La Abadía ha recordado a la escritora perteneciente a la generación narrativa de 1955 con motivo de cumplirse este mismo año cien de su nacimiento y 25 de su fallecimiento. Lo ha hecho con dos representaciones, las dos adaptaciones de sendas novelas suyas: "Caperucita en Manhattan", novela de 1990,  y El cuarto de atrás

Adaptaciones teatrales de novelas, Emma Suárez
Resultó que cuando quise adquirir entradas para la primera ya no había localidades. Busqué para la segunda y de casualidad encontré dos butacas esquinadas en la última fila de la sala. Seguramente que ese día se jugase un competido partido de champions entre los dos principales equipos madrileños propició la existencia de esas dos entradas libres. Sea como fuere el caso es que yo, salmantino como la propia Martín Gaite, pude así rendir debido tributo a esta magnífica novelista. No había leído de manera completa esta novela antes de ver la representación, algo que si he hecho finalizada la misma. Pero antes de hablar de mis impresiones sobre esta lectura quiero exponer mi opinión sobre la puesta en escena de la misma.


La adaptación me pareció mucho mejor que la de la novela de Carmen Laforet a la que me he referido al comienzo de esta entrada. Aquí estamos ante una historia mezcla de realidad, onirismo, ensoñación y fantasía infantil que María Folguera, adaptadora de la obra, ha sabido llevar a las tablas con acierto. No hay en este caso exceso de narración en off que tanto perjudicaba a Nada, aquí vemos a una mujer adulta -la propia escritora- que en estado de vigilia por su dificultad para conciliar el sueño recibe la visita de un entrevistador que ella, en esa circunstancia, a medio camino entre la realidad y la ensoñación, viene a relacionar con aquel otro ser de alas negras que en su niñez la 'visitaba' cuando no podía quedarse dormida. La adaptación teatral se sostiene gracias a la magistral actuación de Emma Suárez que casi en un auténtico monólogo lleva al espectador del hoy al ayer, de lo real a lo imaginado, de un lugar físico a otro, de la ciudad de Salamanca a la de Madrid..., en una mezcla de espacios y tiempos que si en el texto escrito ya conlleva una cierta dificultad de intelección en el teatral es aún mayor. Pero la dificultad es superada con sobresaliente junto a la magnífica actuación de Emma Suárez, auténtica sostenedora y salvadora de la representación, por la de sus partenaires Alberto Iglesias y Nora Hernández.  

Si bien en términos generales salí satisfecho de la representación hubo dos elementos de la puesta en escena de la que son responsables Rakel Camacho como directora y María Folguera como adaptadora del texto que me sorprendieron y menoscabaron mi satisfacción. Fueron éstas el cubo en el que confinaron la historia y que giraban para un lado u otro según que deseaban llevarnos a un momento u otro, a un espacio u otro; y la bañera que ocupaba el centro de la escena en lo que simulaba ser el dormitorio o cuarto de estar de la novelista insomne. ¿Por qué se metía en esa bañera la mujer adulta a veces sola y otras en compañía de la chica que aparece por la casa en un momento de la representación? Sólo le encuentro una posible explicación: querer transmitir al espectador el extrañamiento, el onirismo, en que está inmersa la mujer que no puede dormir como desearía; un momento en el que acuden a su cabeza una multiplicidad de ideas, de recuerdos, cruces entre el hoy y el ayer. La ilógica presencia de la bañera allí donde debiera haber una cama o un sofá quizás pretenda abocarnos a la irracionalidad con que se suceden las imágenes o se ordenan los pensamientos en esos momentos de vigilia y ensoñación que preceden a la pérdida total de la conciencia al quedarnos dormidos. 


Comentario sobre la novela El cuarto de atrás
El caso fue que nada más salir del teatro me hice el firme propósito de leer la novela lo más pronto posible y comprobar si la bañera de marras también aparecía en El cuarto de atrás. Fue así como leí completa esta novela de Carmen Martín Gaite, la quinta en el orden de su producción. 

«Mi casa de Salamanca tenía dos pasillos paralelos, el de delante y el de atrás, que se comunicaban por otro pequeñito y oscuro, en ése no había cuartos, lo llamábamos el trazo de la hache. Las habitaciones del primer pasillo daban a la Plaza de los Bandos, las del otro, a un patio abierto donde estaban los lavaderos de la casa y eran la cocina, la carbonera, el cuarto de las criadas, el baño y el cuarto de atrás. Era muy grande y en él reinaban el desorden y la libertad, se permitía cantar a voz en cuello, cambiar de sitio los muebles, saltar encima de un sofá desvencijado y con los muelles rotos al que llamábamos el pobre sofá, tumbarse en la alfombra, mancharla de tinta, era un reino donde nada estaba prohibido.»

Salamanca en la obra de Martín Gaite
La novela me ha encantado. Hacía ya tiempo que no leía alguna obra de esta escritora, salmantina como yo mismo. Me ha gustado por muchas cosas, no siendo la menor la multiplicidad de referencias a Salamanca, tanto a su paisaje urbano, costumbres y paisanaje.  La familia de la escritora me ha sido fácilmente identificable, no porque la conociese de primera mano, sino porque su tipología y manera de proceder era característica de otras muchas otras de su nivel. El padre era notario y la madre «hubiera querido estudiar una carrera, como sus dos hermanos varones, pero entonces no era costumbre, ni siquiera se le pasó por la cabeza pedirlo». Su apellido materno procedía de Galicia, de ahí el apelativo Carmiña con que la novelista era denominada en su casa. La afición a la lectura que desde muy temprana edad tuvo Carmiña se la inoculó su madre a quien «le encantaba, desde pequeña, leer y jugar a juegos de chicos». Fue ella quien le aconsejaba lecturas, gracias a las cuales la Martín Gaite fue haciéndose con un  criterio literario propio. De las lecturas que por entonces, con poco más de dieciocho años, hacía dice:
«me gustaba todo el proceso del enamoramiento, los obstáculos, las lágrimas y los malentendidos, los besos a la luz de la luna, pero a partir de la boda, parecía que ya no había nada más que contar. [...]
Un día una señora había dicho de mí, moviendo la cabeza con reprobación: "Mujer que sabe latín no puede tener buen fin" [...]
Por aquel tiempo, ya tenía yo el criterio suficiente para entender que el "mal fin" contra el que ponía en guardia aquel refrán aludía a la negra amenaza de quedarse soltera.»
 En la novela, como también se ve en la adaptación teatral, el tiempo avanza y retrocede de manera caprichosa al descubrir un papel, un objeto, una caja de metal, verse en el espejo y verse en su imaginación de niña, pensar en la casa donde vive de adulta en Madrid y evocar la libertad de la que disfrutaba en Salamanca incluso durante los años terribles de la Guerra Civil que su familia pasó allí. Fue durante estos años cuando la niña Carmiña de unos doce o trece años quería parecerse a otra niña de igual nombre y edad que ella, Carmencita Franco (Carmen Franco Polo nació en 1926 y la novelista en 1925), a la que vio en su ciudad una o dos veces. Estaba junto a su padre, Franco, quien había instalado el Gobierno de la España sublevada en el Palacio del Obispo de la ciudad.
«—¿Envidiaba usted a Carmencita Franco? —pregunta, inopinadamente, mi entrevistador.
Por primera vez desde que ha entrado, se me ocurre pensar que es un entrevistador y le miro con una especie de asombro mezclado de simpatía. [...]
—Pues sí, la envidiaba un poco por el pelo —digo— como a Diana Durbin. Para la moda de entonces, lo ideal era el pelo ondulado y yo lo tenía muy liso.»
Esta referencia al tiempo real de su infancia y adolescencia le sirve a la escritora para darse un baño de costumbrismo en el relato. Hay muchas referencias a las costumbres de la época, a los oficios que se practicaban, al proceder durante la Guerra, a la manera de obrar de ciertas clases provincianas adineradas como la suya.
  • «—¿Se acuerda usted de los bombardeos de la guerra? —Miro al hombre de negro sin comprender, al principio, a qué guerra se refiere, si a la de Sucesión o a la del año treinta y seis. 
 —¿De los bombardeos? Sí, sí que me acuerdo. Un día cayó una bomba en una churrería de la calle Pérez Pujol, cerca de casa, mató a toda la familia del churrero; la niña era muy simpática, jugaba con nosotros en la plazuela, al padre no le gustaba ir al refugio, decía que prefería morirse en casa, que lo que está de Dios, está de Dios.» (sobre la Guerra Civil en Salamanca)
  • «Las "costureras de toda la vida", vivían en pisos bajos y modestos, sin rótulo en la puerta, y solían tener en la alcoba oscura donde nos tomaban las medidas y nos probaban, una cama con almohadones de muchos colores entre los que yacía una muñeca de China con peluca empolvada y zapatitos de raso. Cuando venían a coser a las casas, traían dulces o caramelos para los niños, les contaban historias y les regalaban carretes vacíos y recortes de la labor [...]  
«Las modistas propiamente dichas, es decir, las que habían tenido la suerte de afianzarse en su nombre de tales, no venían nunca a las casas, y eran apreciadas a tenor del lujo con que se hubieran montado y de la lentitud con que llevaran a cabo los trabajos. A mí siempre me extrañó el hecho de que su prestigio estuviera en razón inversa con la prontitud en terminarlos y nunca en razón directa. «Es buenísima, pero tarda mucho, hasta después de Navidad no te lo tiene», se solía decir, como una recomendación infalible.»
(costureras y modistas)
  • «"Eso, cuando vayamos a Madrid; mejor en Madrid" Todo se dejaba para comprarlo, verlo o consultarlo en el próximo viaje, que ya faltaba poco, vivíamos de aquella experiencia fraudulenta. A Madrid se venía, en primer lugar, de modistas [...] Otro de los objetivos fundamentales del viaje a Madrid era asistir  a los estrenos de cine o de teatro que no hubieran llegado a provincias (de la diferencia existente entre las provincias y la capital)
Escritoras españolas del siglo XX
Curiosamente, en una novela de tono autobiográfico, en la que la autora rememora episodios vitales de su infancia. adolescencia y juventud primera, no hay referencia alguna a sus relaciones amorosas y matrimoniales con compañeros de generación literaria (la de 1950, para unos, o 1955, en el sentir de otros). Concretamente al llegar a Madrid la escritora contactó, a través de Ignacio Aldecoa, a quien había conocido estudiando Filología Románica en la Universidad de Salamanca, con los integrantes de la generación literaria de 1950. Con uno de estos jóvenes, Rafael Sánchez Ferlosio, se casó en 1953. Fruto de esta unión que duró hasta el año 1970, fueron dos hijos: Miguel que falleció de meningitis con sólo siete meses de edad, y Marta con la que viviría en Madrid hasta la muerte de ésta en 1985 con 29 años víctima del sida. Nada de esto se dice en la novela. Tan sólo, muy tangencialmente, aparece la figura de su hija Marta volviendo de noche a casa y encontrando dormida a su madre con papeles y el libro de Todorov esparcidos por el suelo

El hombre de sombrero y alas negras de las vigilias de su infancia se transforma, cuando de la Carmiña infantil se pasa sin solución de continuidad a la insomne Carmen adulta, en un entrevistador. Gracias a este artificio en la novela podemos asistir a un discontinuo repaso biográfico de su producción literaria. Así se habla de sus inicios en la literatura fantástica, de la atracción que sobre ella ejerce lo fantástico, lo mágico, la sensación de extrañeza. Lo comenta el hombre del sombrero negro cuando alaba en su primera novela, "El balneario", la parte fantástica, pero le echa en cara la racionalidad en la que recae tras sus incursiones en lo extraño. En cierto modo es lo que está haciendo en El cuarto de atrás, viajar de la extrañeza a la racionalidad, de la imaginación onírica a la realidad. De lo fantástico e imposible a lo verosímil
«Hay un punto en que la literatura de misterio franquea el umbral de lo maravilloso, y a partir de ahí, todo es posible y verosímil; vamos por el aire como en una ficción de Lewis Carroll, planeando sobre los tejados de una ciudad, es de noche y ella se agarra fuerte de mi mano y se ríe con el pelo alborotado, porque hace mucho aire»
Y es que hay mucha, muchísima, literatura en esta novela. Se inicia con ese libro de Todorov que la novelista está leyendo en la cama y con el que se queda dormida e ingresa en ese territorio donde todo, como decía Quevedo, se mezcla, se confunde y se bazuca. 
«Introducción a la literatura fantástica de Todorov, vaya, a buenas horas, lo estuve buscando antes no sé cuánto rato, habla de los desdoblamientos de personalidad, de la ruptura de límites entre tiempo y espacio, de la ambigüedad y la incertidumbre; es de esos libros que te espabilan y te disparan a tomar notas, cuando lo acabé, escribí en un cuaderno: "Palabra que voy a escribir una novela fantástica"»
 
Y esa novela fantástica que piensa escribir, que está escribiendo, que ha escrito y descubrimos al final de la novela, no es otra que la que tenemos en nuestras manos. Esta manera de proceder literariamente es muy propio del momento en que Carmen Martín Gaite está escribiendo esta narración, en pleno posmodernismo literario.
"El cuarto de atrás" en teatro

Muchísimas reflexiones metaliterarias cruzan el relato. Son reflexiones muy interesantes y muy reveladoras del propio quehacer escritural de la novelista. Ya sólo por ellas merece mucho la pena leer este libro. pero es que además está escrito de manera muy hermosa, con cierto toque poético que le sirve de pasarela del mundo real de la edad adulta al mágico de la niñez. Esta poeticidad creo que la han logrado transmitir a las tablas la directora y la adaptadora teatrales. Pero, ¿era preciso para lograrlo colocar una bañera en el centro de la escena? Yo pienso que no. 

28 mar 2025

Erri di Luca: Aquí no, ahora no

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«Entenderemos las vidas, los niños que corretean jugando a crecer, las madres que alargan la ropa, compran zapatos y se quedan mirando el tiempo que corre por los hijos. Luego los hijos se detienen y son las madres las que corren hacia la brusca vejez y que, de tanto subir y bajar habitaciones, ni siquiera están peinadas. Luego hablan poco y comen pausadamente en Navidad. Por lo menos, así eran las madres.»

Novelas de Erri di Luca
Aunque había oído años atrás el nombre de este autor italiano nacido en Nápoles (Italia) hará en mayo 75 años, Aquí no, ahora no es el primer libro suyo que leo. Erri di Luca publicó ésta, su primera novela, cuando ya tenía casi 40 años. Cuenta en ella sus años de infancia en Nápoles. Usa como disculpa el hallazgo de unas fotografías antiguas en las que de niño aparece con su madre. En este tiempo congelado el adulto de casi cuarenta años dialoga con ella que ya es intemporal. Cuenta el proceso de adaptación de la familia, y particularmente el suyo, desde la pobreza y escasez de todo en que quedó sumida Nápoles tras la Segunda Guerra Mundial, a una vida mejor y más confortable según pasaban los años. Pese a la indudable mejora, sin embargo el pequeño Erri no se adapta bien a los nuevos edificios a los que su familia se ha trasladado a vivir; allí convive con otras familias, acomodadas como la suya, y con los nuevos habitantes venidos desde muy lejos que son los norteamericanos.

Tras los diez primeros de su vida años que tanto le marcaron velozmente vemos pasar su adolescencia y primera juventud hasta que a los 31 años se casa y permanece en ese estado hasta los 37. Según dice en la obra fue persona durante los primeros diez años y también durante los siete de su matrimonio. Y es que, afirma: «Ser en el mundo, por lo que he podido entender, es cuando se te confía una persona y tú eres responsable y al mismo tiempo tú eres confiado a esa persona y ella es responsable de ti.». De niño estuvo confiado a sus padres, en especial a su madre; de casado se responsabilizó de su esposa especialmente en los momentos más terribles de la enfermedad que ella sufrió.

En cuanto a la forma, el estilo  de Aquí no, ahora no es muy cuidado, con logradas y hermosas imágenes literarias; podría decirse que en muchas páginas de esta breve obra (a veces más un ensayo por sus reflexiones que una novela) la prosa poética es la tónica de su escritura. Los ejemplos son múltiples en este libro, yo diría que casi, casi, constantes:
  • «El sol se apagaba dentro del mar. A veces el violeta de las nubes lo partía y lo deshacía antes de que tocase el horizonte. Lo mirábamos desde la orilla mientras nos secábamos después del baño, y era nuestro, como la arena que quedaba en los pies, como el aliento.»
  • «Está el olor de la Torreta el domingo: mercado, gentío, frío. Desde el horno irradian aromas y enfrente el carro de los frutos secos tuesta el aire.»
Me ha resultado llamativa y muy significativa la reflexión que realiza Erri di Luca sobre el propio acto de escribir, sobre la literatura, y el nacimiento en él de su afición por la escritura. Sitúa la misma en los años de niñez cuando viviendo en una callejuela pobretona de la ciudad de Nápoles para evadirse miraba fijamente a través del cristal de la cocina el muro desconchado de la casa de enfrente. Al hacerlo descubría en su imaginación cómo el desconchón que veía se expandía en una enorme diversidad de  tonos azulados; al trasladarse la familia en Nápoles a la zona de casas nuevas la mirada  a través del cristal de la cocina ya no se fijaba en desconchón alguno sino que se difuminaba en el exterior en una infinidad de colores que le resultaban desconocidos y poco atractivos. Mientras que en la callejuela las dificultades que le suponían su tartamudez las superaba a través de la escritura («Hablar es recorrer un hilo. Escribir, en cambio, es poseerlo, devanarlo.»), en la casa nueva, ya adolescente, comenzó a descuidarse, a no esforzarse, a sentir que no servía para nada, que todo lo hacía mal. 
«Adopté en aquel tiempo la costumbre de no terminar los ejercicios, de dejar en blanco una parte. También en los exámenes me guardaba una parte de la respuesta que debía al docente. Custodiaba una porción de no plenitud, iba mal, comenzaba a crecer.»
Además, mientras que en la vida real no se podía mentir, la escritura, siempre que permaneciese en el secreto de su lectura en silencio, sí las permitía. Todo cambió cuando un día un maestro, prendado de una redacción de Erri decidió leerla en voz alta; en ese momento el adolescente entendió que también la escritura podía mentir:
«Me juré no escribir más mentiras. Contarlas, no las contaba, y tú en esto eras inflexible. Pero escribirlas no me parecía un pecado, era bonito inventar. Luego llegó ese tema y tuve la prueba de que también la escritura, despojada de su secreto, se convierte en mentira.»
Es una novela en la que el autor habla de la vida, de la suya. En ella el sentimiento más profundo es el del amor, especialmente hacia su madre y su mujer. También, como es propio de la vida, sentirá el descubrimiento terrible de la muerte: la de su amigo Massimo que tanto lo impactó; la de su padre, que no pudo soportar la presión vital; la de su mujer, que lo amó y a la que él tanto quiso; la de su propia madre, inmortalizada en las fotografías que está visualizando y a través de las que dialoga con ella. Amor y muerte, la esencia de la vida.

El título lo toma de la frase que tantas veces su padre, que jamás le pegó, le repetía para censurar un gesto, una palabra, una actitud del niño Erri. Afirma que las palabras con frecuencia son más castradoras, anulan más que una torta, que un cachete:
«Mejor los golpes, mejor el derecho arriesgado a meter un poco de ruido cuando un juego me cogía la mano. No las palabras: a ésas no se les podía llorar, no se les podía responder, y yo no era capaz de decir ni una sola cuando tú intervenías, entre la apnea y el tartamudeo. Se aprende tarde a defenderse de las palabras.»
La inseguridad que tales admoniciones paternas le produjeron hicieron que el niño, el adolescente e incluso el adulto joven que fue Erri di Luca constantemente se estuviese disculpando, temiendo equivocarse. También cuando sus padres criticaban su tartamudez él se disculpaba afirmando su involuntariedad. Paradójicamente, cuando conoció a la que sería su esposa esas mismas palabras le sirvieron para conquistarla:
«No he hecho nada.» «No lo he hecho adrede.»
Autores italianos de poesía, prosa y prosa poética
https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0
Para finalizar y aun a riesgo de equivocarme en mi reflexión diré algo acerca de la traducción que firma César Palma. Creo que hace un trabajo aceptable, incluso brillante; sin embargo no puedo dejar de señalar un momento en que su texto me ha sorprendido por demás. Ha sido cuando refiriéndose a Filomena, la sirvienta de origen siciliano que trabajaba en la casa nueva de la familia en Nápoles, dice que hablaba utilizando asonancias y en la traducción no quedan clara las mismas. Al actuar así, entiendo que la idea del traductor habrá sido marcar la impericia e incultura de la tal Filomena para conseguirlas más que descuido del propio Palma. De cualquier manera, creo que como poco falta una aclaración explicativa a pie de página.
«Asombraban sus despistes con las palabras, siempre basados en una asonancia. «Esta mañana he salido al balconcillo y hacía un frío de pegarse.» «Qué bonitos estos naranjos rojos sanguinarios.»

Una novela breve, pero profunda. Todas sus páginas esconden informaciones valiosas, que en esta corta reseña seguro que muchas se me habrán pasado. Lo que no quiero que se me pase, por último ultimísimo, es la impronta que la figura paterna  -ausente, pero al tiempo tan presente- tuvo sobre el autor. La prueba de ello es el título que decidió dar a su libro, un homenaje a su persona sin duda alguna.






22 mar 2025

Aki Shimazaki y Delphine de Vigan. (A pares XLIII)

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Tiempo hacía que no incluía en el blog una entrada de 'A pares'. La perentoriedad de devolver tres breves novelas, llegadas hasta casa gracias a la amistad de tiempo que me/nos une a Lupe y a Justo  hizo que no demorase estas lecturas. A ambas autoras ya las conocía por otros de sus libros ("El quinteto de Nagasaki" o "El corazón de Yamato" de Aki Shimazaki, y "Nada se opone a la noche" de Delphine de Vigan) si bien no guardaba de ambas idéntico y satisfactorio recuerdo, pues mientras que las dos pentalogías de Shimazaki me habían encantado, mi satisfacción no había sido la misma en el caso de la De Vigan como demuestra el que ni siquiera hiciese reseña en El blog de Juan Carlos de dicha lectura. Así que, pensé, hora es de comprobar si la valoración que tengo de ambas autoras se mantiene incólume. 



"Azami, el club de Mitsuko" y "Hôzuki, la librería de Mitsuko" de Aki Shimazaki

 «Me siento a la mesa y ella me sirve un vaso de té de cebada frío. Mientras bebo, mira a mi alrededor. La ventana, el fregadero, la pequeña cocina eléctrica, los utensilios de cocina colgados en la pared, el teléfono. Nada ha cambiado. Simple y minimalista. El aire acondicionado está apagado.» 


Aki Shimazaki, escritoras japonesas actuales
En esta ocasión al tener ante mí estas dos entregas de la pentalogía "La sombra del cardo" en forma de libros independientes no reparé en que uno y otro tenían un orden. Y al no reparar en ello resultó que leí primero la novela que apareció después. Pensé equivocadamente que Hôzuki, la librería de Mitsuko había aparecido como no perteneciente a pentalogía alguna. No era así, lo comprobé después. Pero salvo alguna pequeña sorpresa no pasa nada por no haber respetado el orden de aparición; es más al leer luego Azami, la primera de la serie, el ya conocer ciertos sucesos no interfirió en mi disfrute.

 Pese a lo dicho antes, en esta breve reseña hablaré en el orden debido de estas dos primeras entregas de la pentalogía La sombra del cardo. Y anticipo que seguiré leyendo las entregas que faltan hasta completar las cinco; y daré cuenta debida de las mismas en una futura entrada en este blog.

Azami, el club de Mitsuko de Aki Shimazaki es, como acabo de explicar, la primera entrega de la pentalogía "La sombra del cardo". Pese a conocer ya lo que sucede en Hôzuki, la librería de Mitsuko, me ha gustado muchísimo esta novela corta. En la misma la voz narrativa es la de Mitsuo. Este personaje es redactor en una importante revista y lleva una vida laboral y matrimonial agradables. Su esposa Atsuko desde que tuvo a su segundo hijo no tiene relaciones sexuales con él, algo que ambos han aceptado sin problemas. Cuando Mitsuo se siente apremiado sexualmente acude a los «hoteles rosa» o a salas de video en las que se alivia debidamente. 

La tranquilidad y statu quo anterior se verá modificado cuando Gôro, antiguo compañero de escuela con quien él nunca tuvo relación estrecha, lo encuentra y lo invita a tomar algo en un club de élite. Allí ve a su amor secreto de juventud, Mitsuko, a la que jamás le expresó sus sentimientos. El reencuentro y la actividad laboral de Atsuko fuera de la ciudad varios días a la semana facilitará que Mitsuko y Mitsuo inicien una relación que hará que él se plantee la conveniencia de abandonarla o proseguir en ella pese a los problemas que en su trabajo y matrimonio la misma pudiera producir.

Destaca en esta hermosisima novela todo, pero por destacar algo destacaría los personajes y sus señas de identidad: La dulzura de Mitsuko, la sinceridad y amistad de Mitsuo hacia ella, la maldad de Gôro, el antiguo compañero de escuela, la comprensión de Atsuko, la esposa de Mitsuo, etc. Todo ello contado  con esa magnífica literatura que hace Aki Shimazaki.



Editorial Nórdica Libros,Aki Shimazaki
La segunda novela de la pentalogía "La sombra del cardo" es Hôzuki, la librería de Mitsuko. También me ha encantado. Al haber sido la primera de las dos que leí me fijaba más en aquellos asuntos y tratamientos que ya había disfrutado en las pentalogías anteriores que de la japonesa canadiense había leído. Veía que como en "El quinteto de Nagasaki" estábamos ante una pareja de niños hermanastros que se sienten atraídos como amigos íntimos sin saber ellos que tienen la misma madre; se contraponían y presentaban debidamente los casamientos 'miai' y los casamientos por amor; también la vivencia del sexo visto sin ese sentimiento de culpa o de comportamiento poco aceptable que se impone en occidente; aparecía un país, Japón, a caballo entre la tradición y la modernidad, un país mostrado por ejemplo en cómo las geishas antiguas hoy son mujeres hermosas que hablan y atienden a los hombres de la misma manera, aunque vestidas con trajes y un maquillaje que las hace parecer más unas escorts que otra cosa; etc.

En Hôzuki, la librería de Mitsuko es Mitsuko quien lleva la voz narrativa. La encontramos varios años después de Azami regentando una librería y completando sus ingresos con su trabajo los viernes por la tarde-noche en el club donde la descubriera Mitsuo en la novela anterior. Si en Azami el mundo era visto desde la perspectiva masculina de Mitsuo, aquí está presentado desde los ojos y manera de pensar de una mujer. Estamos ante un mundo de mujeres que es el que preferentemente, y no sólo en esta novela,  muestra la escritora. El ocultamiento de la identidad o de la vida vivida (es el caso de Mitsuko respecto a su hijo Tarô, el de la señora Sato respecto al hijo que tuvo y abandonó al poco de nacer, y el de la madre de Mitsuko sobre su breve estancia en la cárcel por un asunto de violencia con arma blanca) es una constante en esta historia. 

Es una novela en la que, como es habitual en la literatura de Aki Shimazaki, la identidad japonesa se expone y se recrea. Destaca la misma en la presentación de la maravillosa naturaleza mostrada en forma de nieve, animales, flores, paisajes...; también es importante la escritura: las grafías japonesas en los dos tipos de caligrafías (hiragana y kanji); y me ha parecido de sumo interés aquí, pero más aún en Azami, la tradición e identidad nipona marcada por los temas musicales que cantaban los abuelas y que recurrentemente vuelven a la cabeza de Tarô o de Mitsuo, quien en esta novela siempre aparece evocado por Mitsuko como su amor verdadero.

El mundo es convulso y muy distinto al que inspira esa naturaleza tranquila y serena antes destacada. El lenguaje e idioma utilizados son exquisitos. Hay avances y retrocesos en la linealidad temporal, si bien ésta es la predominante. Es un estilo minimalista como se ve en la cita que precede al comentario de estas dos novelas. Ha vuelto a llamar mucho mi atención que a la hora de las evocaciones la autora (o el traductor Íñigo Jáuregui) utilice formas como «nos imagino» o «nos veo» con ese pronombre átono de 1ª persona de plural ante una forma verbal en primera de singular; es correcto, pero no es habitual usarla así entre nosotros.

Como en general en toda su obra, Aki Shimazaki  muestra en estas dos novelas el difícil equilibrio entre tradición y modernidad, entre Oriente y Occidente, entre empresa y familia; también el azar, el amor y la identidad en la sociedad japonesa. 
«Dibujo en mi mente una cadena, cada uno de cuyos eslabones lleva un nombre:Shôji - yo - mi último amante Mitsuo - el periodista de su revista Azami - el hombre que le dio la revista al diplomático - la mujer del diplomático que vino a la librería - su hija Hanako - Tarô. Todos están relacionados, directa o indirectamente. Si no hubiese conocido a Shôji, probablemente no habría tenido a Tarô, aunque Shôji no sea su padre.»



"LAS GRATITUDES" de Delphine de Vigan

«Envejecer es aprender a perder.
Asumir, todas o casi todas las semanas, un nuevo déficit, una nueva degradación, un nuevo deterioro. Así es como yo lo veo.
Y ya no hay nada en la columna de las ganancias.
Un día ya no puedes correr, ni caminar, ni inclinarte, ni agacharte, ni levantarte, ni estirarte, ni encorvarte, ni darte la vuelta de un lado, ni del otro, ni hacia adelante, ni hacia atrás, ni por la mañana, ni por la noche, ni nada de nada. Solo puedes conformarte, una y otra vez.
»

Delphine de Vigan, Novelistas francesas actuales

Este libro es de la francesa Delphine de Vigan. Entré en él con prevención y expectativas algo negativas. ¿Motivo? Pues simplemente que "Nada se opone a la noche" no me llenó lo mucho, y ni siquiera lo mínimo, de lo que esperaba de ella dada la magnífica acogida que estaba teniendo -y tiene- entre los lectores. No sé, pero no me gustó demasiado. Sin embargo, ésta, Las gratitudes, me ha llegado bastante adentro, me ha conmovido, me ha parecido bien escrita, una historia además de realista muy, muy, verosímil.

Me ha valido la reconciliación con esta escritora francesa y ya sólo por ello salgo reconfortado a la par que emocionado de esta novela corta, que presenta el asunto de la vejez de una manera real. Estamos ante una mujer anciana, Michka Seld, que un día pide ayuda a Marie, una mujer joven a la que le une una relación casi familiar. Resultado de los achaques propios de su edad se le presenta la necesidad de ingresar en una residencia de ancianos. Michka padece afasia, dolencia neurológica que le hace difícil encontrar los términos correctos del lenguaje.

En la Residencia la atiende individualmente Jerôme, un logopeda que intenta ayudarla. La relación de la señora Seld con Marie y con Jerôme llenan las páginas de esta novela corta. Ambos jóvenes pretenden ayudar a Michka, pero en verdad ellos también se benefician de esta relación, pues la anciana se interesa mucho por sus problemas: la relación de Jerôme con su padre o el embarazo por el que está pasando Marie.
«¿Sabes? Yo no quería tener hijos. Por nada del mundo. Ni familia, ni hijos. Nada de nada. Si no hubieseis vivido en el piso de arriba, me habría quedado tan pancha. No era más que una bacina... una vecina, tranquilita en sus roscón. La primera vez que viniste, no sé si te acuerdas, llevabas no sé cuánto tiempo sola en casa, uno o dos días, no quisiste decírmelo, esa vez yo también me pegué un buen gusto. Comiste y te fuiste. Me pasé la noche en veda. Luego volviste por segunda vez, con esos ojos, con esos ojazos tuyos que me empeoraban, y te abrí las puertas de mi casa. A partir de entonces volviste una y otra vez, y cada vez que venías yo te recogía, pasabas tardes enteras, y acabé comprando rotuladores, y papeles de colores, y tijeras, y los almirantes del zoo, no sé si te acuerdas, las cebritas de plástico eran tus favoritas, y la plastilina, y luego los polos de Coca-Loca, que metíamos en él c... consolador.»

 

«— Debería estar prohibido envejecer. Pero, bueno, ya que estás aquí, aprovecho para decirte algo: me gustaría que me abreviaran.
— ¿Cómo?
-Para mi falaral. Una abreviación..., unos canapés y se acabó. Como la señora Crespin, parece que estuvo muy bien la cosa

17 mar 2025

"La vida un camino". Presentación. Celebración de la Poesía (21 de marzo)

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El pasado viernes 14 de marzo tuve la satisfacción de asistir en el Centro Riojano de Madrid (C/ Serrano, 25) a la presentación de La vida un camino, libro de poemas de Francisco José Sánchez Muniz

Francisco José Sánchez Muniz, Farmacéuticos poetas
Pablo Méndez
, de la editorial Vitruvio que publica la obra, fue el introductor del acto. Habló de su relación con Francisco José Sánchez Muniz (Paco) de quien no hacía mucho su editorial había publicado el libro de relatos titulado Cuentos del espejo del agua (leer reseña de este libro aquí); resaltó su sorpresa al conocer la faceta poética de Paco y su satisfacción ante este libro de poemas, especie de antología realizada por el propio autor de la poesía escrita por él durante los últimos 50 años.

Tras Pablo Méndez tomó la palabra José Félix Olalla, quien tras señalar la coincidencia profesional con Paco, poetas y farmacéuticos ambos, procedió a reseñar lo en su opinión más destacable de La vida un camino, el poemario que se presentaba. Se fijó José Félix Olalla en los doce apartados en los que distribuye Paco los 69 poemas que componen su libro. Habló del contenido de los mismos (amor, sensualidad, amistad, mujer, mar, viaje, paternidad, la muerte que camina...), de la forma que el autor utiliza (sin atenerse siempre al canon, creando incluso un canon personal, poemas libres, heterogéneos...), y de otros muchos aspectos, interesantísimos todos ellos, que fue ilustrando con la lectura de poemas del  escritor. 

Ya por último, Paco (Francisco José Sánchez Muniz) tomó la palabra. Agradeció a todos los que allí estábamos el que hubiéramos acudido a la presentación a pesar de la invernal tarde que ese viernes marceño se nos había echado encima. Explicó que el poemario reúne versos fechados entre 1975 y 2023; que, como ya dijeran los anteriores intervinientes, él escribe casi a diario de manera un tanto febril; que le encanta hacerlo y que siempre busca mejorar en el empeño; agradeció a compañeros y amigos que nunca le pusieran mala cara cuando él les mostraba sus poemas, que lo animaran a seguir escribiendo; finalmente citó por su nombre a algunos (Juan Ramón, Agustín...) fijándose especialmente en José Félix, presentador del libro en este mismo acto, de quien textualmente apuntó que le decía: «¡Selecciona, edita, léelas en voz alta, escúchate y sin miedo, quita!»

Tras estas palabras, y correspondiendo a la petición que le efectuaran José Félix y Pablo Méndez en sus respectivas intervenciones, Paco leyó algunas de las poesías contenidas en el libro. Hizo una especie de recorrido por esos doce estadios en que distribuye sus poemas. De todos los que leyó yo destacaría los que hizo a propósito del nacimiento de cada uno de sus dos hijos (Lo más hermoso y Por segunda vez); el titulado El mar de medianoche que lleva un epígrafe que reza «A Yolanda que sueña con el mar de medianoche»; algunos en los que la naturaleza ocupa lugar preferente (He viajado [ahora charro, luego campesino], varios de los que localiza en El Portil (especialmente me ha gustado, sobre todo por el quiebro contenido en su verso final, el titulado Primer deseo, aunque ahora mismo no sé si fue de los que Paco leyó en el Círculo); del apartado "Encuentros" me impactó el titulado Tan importante, especialmente al ver que Paco lo escribió en 1975 con sólo 25 años; y me golpearon emocionalmente varios en los que el inevitable final del camino que es la vida se impone ya de hecho (A Fernando) o se anticipa y se imagina el efecto producido en quien queda con vida (He muerto).

Los asistentes al acto, colegas, amigos y compañeros de Francisco José Sánchez Muniz aplaudimos con ganas al finalizar las lecturas realizadas por Paco. Como no podía ser de otro modo al encontrarnos en la sede del Círculo Riojano en Madrid, el autor obsequió a quienes allí estábamos con un vino de Rioja que degustamos mientras esperábamos que, con amabilidad, firmase ejemplares de la obra a quien así lo deseó.

Juan Carlos Galán, Paloma Celada, Círculo riojano en Madrid
De izda a dcha: Paloma Celada, Paco y Juan Carlos Galán (yo mismo)


Estamos a pocos días de la celebración del Día mundial de la Poesía, conmemoración a la que este blog todos los años se suma con una entrada centrada en este género literario. Sirva, pues, esta crónica sobre la presentación del poemario de Sánchez Muniz como la aportación de El blog de Juan Carlos este 2025 al homenaje a la Poesía del día 21 de marzo. Y lo hago en esta ocasión con unos poemas de La vida un camino que me han gustado especialmente. El primero es el que el propio editor, Pablo Méndez, ha destacado situándolo en la contraportada del libro; el otro es el que el mismísimo Francisco José Sánchez Muniz seleccionó tras señalar la dificultad de elegir uno entre todos

Le dices


¿Le dices a la noche que me encuentro
a la vuelta de la esquina?
¿Y al día, le dirás que ya llevo
esperándote un buen rato
con la ilusión en la mano
y mirando a tu horizonte?

Es sábado, recuerda,
ponte los vaqueros que te gustan,
la blusa más bonita que tú tengas
canta cuando ya vayas llegando.

Se despertarán todas las mariposas
que aún andan dormitando
a causa de la lluvia.
Pídeme silencio


Pídeme silencio
Y no tendré alma para dártelo

Reclámame un suspiro
Y pondré tu oído cerca de mi pecho

Di que te cuente un cuento
Y abriré el libro de las mil noches

Llámame en la mañana
Y sonarán para ti mil sinfonías

Pon a una caracola mi nombre
Y edificaré la rosa de los vientos

Búscame en el horizonte
Y te traeré el sol y el arcoiris

Móntate en el columpio de la luna
Y te arroparé mirando a sus colores

Mírame despacio
Y tu cara brillará en el salón de los [espejos

Tráeme la aventura de la vida
Y compraré todos los números del [sorteo

A mí, personalmente, los poemas contenidos en La vida un camino me han gustado, me han llegado muy adentro, han conseguido emocionarme. Hace Paco una poesía con elementos sencillos, sin alambiques ni grandes artificios, echando mano de coloquialismos, sirviéndose del lenguaje cotidiano, pero logrando insuflar indudable aire poético con imágenes en ocasiones muy hermosas. El amor, la muerte, el viaje, la amistad, la naturaleza, los hijos... son temas esenciales en este poemario que emociona, que conmueve al lector por su verdad. Es una verdad revelada poéticamente que le sirve a él para mostrar y a nosotros para entrever esos cincuenta años durante los que Francisco José Sánchez Muniz ha ido componiendo los poemas que conforman esta obra, su Obra, es decir, su vida, su verdad, su camino.

Por mi parte, y a falta de una lectura mucho más reposada de este hermoso, sincero y emotivo poemario, de los 69 poemas que lo componen, destacaría como mi favorito el siguiente, quizás, no lo oculto,  porque su lectura me ha llevado a evocar a Pedro Salinas, poeta del amor:

Para que pueda volver a amar


Para que pueda volver a amar,
tendré que borrar hasta tu nombre, 
la forma de tus labios y tu boca,´
el color suave de tu pelo,
cómo te acercabas a mí
buscando mil caricias.

Para que pueda volver a amar, 
tendré que olvidar
el color del sol cuando se pone, 
el deseo de escribir
cien versos en tu espalda,
saber que no es ahora primavera.

Para que pueda volver a amar,
tendré que trepar por mis abetos, 
cerrar los ojos desde el cielo,
soñar que tu mirada
no está besando a mi sonrisa
y que ya no es tiempo de cosecha.
Día de la Poesía, 21 de marzo



Si queréis celebrar la Poesía como se merece no dejéis de leerla, de escribirla, de hacerla, de vivirla...

  ¡¡Feliz Día de la Poesía para todos!!



11 mar 2025

Colson Whitehead. "El ritmo de Harlem"

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El ritmo de Harlem por Colson Whitehead

«Harlem. Error, una vez más: una jaula para impedir que la turba de locos que consideraban aquellas calles su casa pudieran escapar al mundo de más allá. A saber qué caos no sembrarían, qué perdición, si los soltaban entre la población decente. Mejor tenerlos a todos aquí encerrados, en esta isla comprada a los indios por veintisiete pavos, según cuentan por ahí.»

Novela que denuncia la discriminación de la población de color en USA
Tras haber leído hace ya casi cinco años dos duras novelas de Colson Whitehead ('El ferrocarril subterráneo' y 'Los chicos de la Níckel') que tocaban el tema de la persecución a los negros americanos durante la época en que la esclavitud y segregación racial estaban más que vivas en el Sur de los EEUU, el autor aborda ahora una temática histórica y terrible con la que inicia una saga novelística protagonizada por Ray Carney, un americano de color, pequeño empresario de una tienda de muebles en el Harlem. Carney está casado con Elizabeth con quien tiene dos hijos, May y John. Sus suegros lo desprecian porque lo consideran un mindundi; él se esfuerza por estar a la altura, pero recibe desprecios y abusos no sólo por parte de los elementos corruptos de la sociedad neoyorquina de su barrio harlemitano (especialmente policías y mafiosos negros que lo utilizan de perista para sus robos pequeños y no tan pequeños). Ray Carney tiene una doble cara, practica lo que él denomina «dorvey», añagaza que crea ante su mujer Elizabeth y que consiste en dividir el sueño en dos etapas, una primera desde que anochece hasta la medianoche y otra posterior tras un periodo de vigilia. Este periodo es lo que denomina "dorvey" (término contracto proveniente del francés 'dormir' y 'veiller', en español sería algo así como 'duermevela').

Ray Carney se mueve entre dos fuegos siempre: los mafiosos malotes y los delincuentes menores como su primo Freddie y el compañero de éste Pepper; entre la legalidad de su tienda y la ilegalidad de su tráfico de piezas robadas; entre los pagos a los policías corruptos como el inspector Munson y los mismos pagos realizados a Miami Joe y otros jefes mafiosos; entre los engaños y chivatazos a unos y otros, y de los otros a los unos. Carney es experto en sobrevivir y moverse entre dos aguas.

Una novela que contiene mucho humor sarcástico, mucha crítica social, mucha denuncia de los abusos policiales sobre la población negra. Precisamente la muerte de un chico de color por un policía es el fondo social de la novela, un abuso que se repite con una constante que es de preocupar y que viene a demostrar que el choque entre negros y blancos estaba muy vivo en gran parte de la población estadounidense de ayer (la novela transcurre durante la década de los 60 del siglo pasado), pero también  en la de hoy como lo demuestran revueltas sociales sucedidas en ese país de manera periódica.

Me gusta la literatura que despliega Colson Whitehead en sus libros. Me agrada sobremanera el culturalismo que muestra el autor en El ritmo de Harlem. Especialmente destaca la música (el blues y el bebop, sobre todo) que nombres como los de Charles Mingus, Ornette Coleman o Lena Horne, y títulos emblemáticos de temas clásicos de estos ritmos tan caros a los afroamericanos como "Ebony", "Lonely woman" o temas de godspell como "My Heart is a Pasture" entonados en iglesias episcopalianas que tanto abundan en Harlem y que tan frecuentadas son por los habitantes del barrio. En una magnífica pirueta musical Colson Whitehead titula la novela, al menos en la edición americana, como "Harlem Shuffle", tema del año 1963 del dúo Bob & Earl que los Rolling Stone recogieron e interpretaron con enorme el año 1986. El novelista confiesa en entrevista publicada por el diario The Objective al poco de publicarse en España la novela en 2023 que tomó el título de esa canción para su novela porque representa muy bien la dualidad del personaje y en general de toda la sociedad tanto la delincuencial como la aparentemente honesta. 
«La letra es muy ligera. Como una canción de baile: te mueves a la izquierda, te mueves a la derecha. Es el ritmo de Harlem. Pero, parte de la melodía es un poco siniestra. Se oyen muchos cuernos, que dan ese toque maligno a la canción. Creo que eso está en mi libro. Hay mucho humor, pero también mucha gente que es asesinada todo el tiempo. Así que esa canción capta las dos caras de la historia»


Como en las otras dos novelas que he leído de  Colson Whitehead el asunto central es la insoportable discriminación racial que los de su raza sufren en los Estados Unidos, bien sea históricamente (El ferrocarril subterráneo) como ya en épocas más próximas a la nuestra como sucede en Los chicos de la Nickel y también en El ritmo de Harlem. La gran diferencia estriba en que en esta última el humor ocupa lugar preferente. No sólo es una novela de gánsteres y policías (novela de atracos la definen algunos), que lo es, también es una denuncia de lo difícil que la población de color lo tiene en ese barrio neoyorquino para mantenerse impoluto sin incurrir en delitos más o menos graves.  El personaje de Ray Carney es perfecto para mostrar esa dificultad, ese querer estar en el lado de los buenos pero llevándose más o menos bien con los malos. La mayoría de los personajes (La novedad es que el novelista echa mano del humor para mostrar esta dualidad. Es un humor sobre todo de dos tipos:

Blanco
«Se sentó en el sofá. A juzgar por su expresión, le sorprendía lo cómodo que era el Argent. Carney tuvo que aguantarse las ganas de cantarle las alabanzas de la espuma Airform»  (cuando el Carney comerciante debe morderse la lengua para no contar, cuando no es el momento, las excelencias de ese sofá que ansía vender) 
«Munson le reconoció a Carney que Cheap Brucie tenía a un contacto en la comisaría que velaba por él, y que Munson odiaba a ese tipo porque una vez le abrió la nevera y le birló el almuerzo» (la bobería que muestran incluso los delincuentes sanguinarios)
Lingüístico 
«Quiero que telefonees a Pepper a Donegal’s, es donde pide que le dejen los mensajes. Que le llames y le digas que tienes información sobre mí, que venga cagando leches, ipso flauto» (la incultura del gánster que habla se evidencia con este latinismo mal expresado)
«Yo estudié en la… —UCLA —añadió Carney. —Exacto. ¡La Universidad del Chaflán de Lenox Avenue! —Un viejo chiste privado.» (el acrónimo famoso vulgarizado para mofarse de esa cultura elevada). 
Es un humor que incluso sirve de aderezo a la fuerte denuncia que el autor hace de la fortísima discriminación racial que existe en su país contra la que él lucha con las armas que mejor maneja: su escritura. El humor sarcástico es evidente en comentarios como el siguiente: 
«Meter en la cárcel a un poli blanco por matar a un chico negro? —dijo—. Ahora dime que el Ratoncito Pérez existe.»


Final

(Tomado de The Objective de 08/03/2023. Colson Whitehead,
imagen de archivo, 2022. | Marilla Sicilia / Europa Press)
 
Diré para cerrar esta breve reseña que El ritmo de Harlem es -así lo declara el mismísimo Colson Whitehead- la primera entrega de una trilogía. En la ya citada entrevista del The Objective afirma que él sólo pensaba haber escrito un atraco en un momento dado, pero que según iba escribiendo se vio en la necesidad de contar tres historias situadas respectivamente en el año 1959, 1961 y 1964; estas tres historias son los tres capítulos que tiene la novela. Y del mismo modo, si esta primera entrega de la saga Ray Carney sucede en los años 60, pensó, según escribía, que el personaje daba para otras dos novelas que se situarán en los años 70 y los años 80 del siglo pasado.
«Poco a poco, iba viendo que se estaba convirtiendo en una saga. Decidí que iban a ser dos libros. Y si haces dos, también puedes hacer tres. Sólo es una regla de tres. El lector va a seguir a Ray y a la ciudad en los años 60, 70 y 80. Cada década –cada libro– es un momento muy diferente en su vida. Tiene 30 años en el primer libro y tendrá 50 en el tercero. La ciudad de Nueva York entra en un desastre financiero a mediados de los 70 y sale de él en los 80. En cierto modo, el destino de Ray está escrito en la ciudad»

27 feb 2025

De bestias y aves. Pilar Adón

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«En la misma postura, junto al árbol, oyó un zumbido y se pasó una mano por el pelo. De nuevo estaban ahí los reclamos de los gorriones y los cantos agudos de las golondrinas. Esos chi-r-r-r, chi-r-r-r, chi-r-r-r. También el trino de un cuco, aunque quizás se tratase de una tórtola. Y un sonido similar al que emitiría un pato. "Somos los pájaros que se quedan", recordó. Y "La esperanza es esa cosa con plumas". No había silencio en la naturaleza.»

Pilar Adón, De bestias y aves
De bestias y aves es una novela de Pilar Adón (Madrid, 1971) publicada en 2022, distinguida con una gran pluralidad de premios: el Premio Nacional de Narrativa, el Premio de la Crítica, el Premio Francisco Umbral al Libro del Año y el Premio Cálamo Otra Mirada. Sin conocer previamente todas estas distinciones he de confesar que varias razones me han empujado a leer De bestias y aves: la primera, como en otras muchas ocasiones, corre de cuenta de blogs literarios que admiro y frecuento, concretamente los de mis amigas Lorena (El pájaro verde) y Marian (MarianLEEmásLIBROS); pero el impulso definitivo me vino dado por la lectura de la entrevista que Nuria Azancot hace a la escritora en la revista El Cultural de la semana 10-16 de enero de este mismo año con motivo de la aparición de su último libro de relatos titulado "Las iras". Los elogios que a la novela que he leído le hacían mis dos compañeras blogueras más la interesantísima entrevista de Nuria Azancot en la que se hablaba mucho de De bestias y aves me decidieron a leer ya la novela. Tantas distinciones, elogios y referencias de unos y otras no podían ser mera casualidad, me dije. Y así es.

Sinopsis (de la contraportada del libro)
Termina el verano, cambia la estación, y una mujer conduce durante horas en plena noche sin saber que se aproxima a Betania, una casa aislada, casi un territorio fuera del mundo. Un lugar desconocido y habitado exclusivamente por unas mujeres que, sin embargo, sí parecen conocerla a ella. Lleva a sus espaldas a una hermana ahogada, y no le ha dicho a nadie que se marcha ni adónde porque ni siquiera ella sabe que su viaje va a ser tan largo. Que está a punto de entrar en una casa en la que las mujeres se visten de la misma manera, como adeptas de un culto ancestral, y llevan a cabo extraños ritos y celebraciones. Un espacio en el que las cabras dominan todo lo que no esté vigilado por los innumerables perros que viven allí, y en el que una roca inmensa oculta la luz del sol y domina el paisaje. En el que, al fondo, un lago delimita las fronteras del terreno, sobrevolado de manera perpetua por las aves. Y en el que también viven una mujer ciega a la que todas adoran y una niña que corretea de un lado a otro sin haber salido jamás de ese sitio. Un rincón de tierra, agua y árboles donde la recién llegada no quiere estar a pesar de que tal vez sea, como le dicen sin que llegue a creérselo, el lugar en el que descubra por fin lo que significa formar parte de algo

Hay sinopsis cuyos realizadores no deben de conocer con exactitud el significado del término. Tras leer la sinopsis anterior creo que la información y el dirigismo que se da al posible lector son excesivos. Si hay algo que gusta cuando se lee es sorprenderse, perderse, buscar el sentido, equivocarse y volver a buscar el dato que nos conduzca en la dirección correcta... Pero tras resúmenes tan extensos y pretendidamente tan explícitos la capacidad de sorpresa queda seriamente dañada. Estoy a punto de velar algunas frases para dejar al futurible lector la libertad de perderse, sorprenderse, equivocarse... Confieso que yo no leí ese resumen del contenido y lo celebro pues mi percepción hubiera sido diferente de haberlo hecho previamente.


Comentario
Se trata de mi primer acercamiento a la literatura de Pilar Adón. De bestias y de aves me ha parecido una novela diferente, una obra literaria distinta que me ha sorprendido y hasta despistado -especialmente al principio-, pero que sobre todo -esto ya al haberla finalizado- me ha hecho reflexionar sobre lo leído. Pese a las resistencias iniciales he de decir que, vencidas las mismas, la lectura del libro se realiza con mucho gusto y hasta con rapidez

Se trata de una historia en la que participan sólo mujeres, unas mujeres que se arropan, que se ayudan, que viven en comunidad, que participan de algo en común; son unas mujeres libres de estar o no en el lugar donde se encuentran congregadas, pero no siempre es o ha sido así. Sólo hay un hombre que se dice el dueño del lugar que habitan, algo que ellas no le reconocen. Lo que le sucede a este tal Tobías de Mos no queda muy claro. La verdad es que en esta novela nada está muy claro, no todo queda debidamente explicitado. El lugar, la casa, la finca con el lago y la poza a la que llega la protagonista por azar no se ubica con claridad, igual que la manera de arribar de ella... Según leía tenía la impresión de que la protagonista al inicio sale de esa misma casa, toma su automóvil y tras una serie de kilómetros, se pierde, ve que no tiene combustible y buscándolo llega hasta la verja que delimita la casa a la que entra y en la que permanecerá. ¿Por siempre? Tampoco el final es claro, aunque sí que parece que ella busca a la hermana que se ahogó en un canal víctima de un accidente del coche que Coro, la protagonista, conducía. La busca en las aguas del lago y, quizás, puede que la encuentre y permanezca con ella para siempre. Pero no está claro, nada lo está, ¡claro!

La religión, mejor sería decir la religiosidad, es importante en esta novela. Hay algo de religioso en esa comunidad de mujeres que visten todas igual, que trabajan la tierra y cuidan de las mayores que vigilan las aguas de un lago. El agua es un elemento básico en esta narración. También en las religiones -en la cristiana especialmente- el agua ocupa un lugar preeminente. Los nombres de muchos de los personajes son simbólicos y nos hacen pensar en personajes evangélicos: Magdalena, Rebeca, Tobías... Incluso el lugar donde está la casa o el nombre dado a la misma, Betania, remite a los evangelios: Betania es donde Cristo resucitó a Lázaro. ¿Es ahí, en esa casa dónde Coro, la protagonista, resucitará, encontrará su nueva y definitiva vida? 

Elemento esencial en De bestias y aves es la Naturaleza. Los seres humanos que habitan en el relato lo hacen en pleno medio natural. Los árboles, los animales (en especial los perros), las aves, están por doquier. El conocimiento que tiene la autora de la misma es increíble. Es importante señalar que Pilar Adón, además de escritora, traductora y crítica literaria, es licenciada especializada en Derecho Medioambiental y ha trabajado en diversas agrupaciones ecologistas. La Naturaleza es algo que le interesa sobremanera. En la citada revista El Cultural a Nuria Azancot le decía al respecto: 
«No soporto que hagan daño a los seres indefensos, incluiría a los animales o las hectáreas de árboles que se incendian cada año. Es doloroso y absurdo. He formado parte de diversos grupos ecologistas y creo que todas las acciones son necesarias para llamar la atención sobre algo tan primordial como el cuidado del planeta, que, sin embargo, no parece importar demasiado. […] Del ejercicio medioambiental me interesó lo que hacían mis compañeras científicas: salir a la naturaleza y estar en contacto con ella, en vez de metida en un despacho rodeada de directivas europeas, que era lo que me tocaba a mí. El afán de naturaleza, por tanto, ha estado ahí siempre.»
Las mujeres que protagonizan De bestias y aves no dejan de ser parte de estos seres indefensos dado que siempre han estado sometidas. Como otros seres amenazados su única posibilidad de supervivencia, de resistencia, es comportarse como esas hormigas que para vadear las aguas del lago se agrupan y se integran junto a otras afines formando una balsa que las permita sobrevivir. En cierto modo es lo mismo que Coro Mae, la pintora de trípticos y miniaturas que protagoniza esta novela, hacía antes de ingresar en la comunidad de Betania: buscar refugio en la burbuja de seres afines siguiendo una serie de reglas no escritas, pero respetadas por todos. De esa comunidad a esta otra sólo había una diferencia: en Betania sólo hay mujeres, mientras que en el mundo convivía con otros muchos individuos.
 [Un] «grupo robusto que la había protegido y en el que se había mantenido a flote. Compuesto por la familia, los compañeros, los otros creadores con los que había compartido rutinas, métodos, propósitos y vivencias en un espacio trazado y montado para ella y para los que eran como ella. Una manera de actuar y congregarse. Igual que las hormigas. En torno a un trozo de pan. Los restos de un escarabajo. A lo largo de muchos años de servidumbre voluntaria, cuando se encontraba tan afianzada en su burbuja de esclavitud diaria que ni siquiera se percataba de la existencia real de la burbuja real. También ella había sido una hormiga marrón integrando junto a otras hormigas marrones su propia balsa.»
Pilar Adón insiste en su preocupación por las mujeres, personas a las que ve abrumadas por una serie de normas y conductas que sus iguales masculinos -dice la novelista- no han tenido que soportar jamás.
«Las mujeres llevamos una carga que los hombres no han sufrido jamás: esas normas de conducta que primero nos dieron ellos y que ahora, en una especie de giro perverso, nos imponemos nosotras mismas. Los hombres han escrito sobre nosotras desde su atalaya y han establecido sus patrones ideales de cómo debía ser nuestro comportamiento: pulcras, castas, buenas esposas, buenas madres, y, por supuesto, nada rebeldes ni imaginativas. De alguna manera, en una trampa increíble, ahora somos nosotras las que nos decimos cómo ser estupendas en la cama, con las parejas, las mejores hijas, las mejores amigas… Cayendo una y otra vez en unos tópicos que, aunque parezca que sí, no han cambiado mucho» (entrevista en El Cultural, enero de 2025)
 Quizás por ello la autora las saca del medio urbano que las constriñe y las lleva a la naturaleza donde  estas mujeres están mejor, son más felices, especialmente en el medio acuático. El agua es importantísima en la historia. El lago, la poza donde se hunde y se pierde una de las mujeres, donde otras van a buscarla, donde Coro Mae encuentra el sosiego y la paz... ¡El agua, siempre el agua! Los miembros de esta Comunidad femenina son como náyades que habitan las aguas del lago, de la poza donde la sabia Gloria o la ciega Missa Tita constantemente están atentas y vigilantes. Al igual que las náyades mitológicas estas mujeres parecen depender de un ser superior que, aunque pretendan ignorarlo, es el propietario del espacio que ellas ocupan, la casa de Betania. Este ser es Tobías de Mos con quien la niña Adel parece comunicarse mejor que ninguna otra. 

Es una novela no fácil, que exige dedicación y que hace un canto a la naturaleza en la que, sin ser muy conscientes de ello, los humanos estamos inmersos y a la que pertenecemos. La imaginación, el aprendizaje, el diálogo, aunque a veces sea un diálogo de sordos porque no se responde a lo que se inquiere, la importancia del agua, la mezcla de lo irreal con lo real...  Todo esto hace distinta y diferente esta novela. Respecto a esa simbiosis entre realidad e irrealidad me parece importante, fantástica e interesantísima en su realización, la escena de un ahogamiento ocurrido en la poza, a la que se accedía por el sótano de la casa, ingresando así en un mundo húmedo de irrealidad, de náyades, de criaturas mágicas, fantásticas... Al contemplar este suceso, en la cabeza de Coro se mezclan el ahogamiento de su hermana en el pasado y la quiebra de su vida a partir de ese momento. Hay un claro paralelismo entre la aventura que corren las hermanas Beca (Rebeca) y Lena (Magdalena) y la vivida por Coro y su hermana en el pasado.

Al ser Coro Mae una artista, una creadora, en la narración hay múltiples referencias al mundo del arte:  pintura y escultura en unas ocasiones...
Mujeres, Naturaleza, Pilar Adón
(del Museo Albertina de Viena)
«Coro ya no se resistía. Se había creado un nuevo refugio mental. Un espacio al que acudir para mantenerse en la realidad y, a la vez, al margen. Próxima a Louise Bourgeois. A Seraphine Louis, a Cornelia Parker o a la santa Casilda de Zurbarán. Reuniendo y reorganizando las piezas que habían quedado dispersas durante aquellos días. La herencia que le había dejado su hermana. Reconquistando la luz y el fervor de la Gran mata de hierba de Durero. Las flores de Adolphe Millot. Las metamorfosis de los insectos de María Sibylla Merian. Preguntándose dónde estaba la vida. ¿En su trabajo? ¿En el mundo al que tanto había querido regresar? ¿En sus cuadros? ¿O en el espacio real pero balsámico de la poza, donde residía y no residía su hermana?»
...literatura en muchas otras...
«Dio unos pasos hacia la puerta, pero no volvió a oír nada. Miró en el cabecero de la cama. Luego se dirigió a la estantería. Había un Manual de la buena esposa encuadernado en piel de color granate. Un Manual de plantas de interior. Un Anna Karenina, un Rebecca y varios tomos de Poesía completa con los lomos agrietados. Cavafis. Viaje a los confines de la tierra. En los mares del Sur. Y libros en francés.»
...y ambas juntas también:
«Nunca había sabido disfrutar del riesgo. Y ahí estaba, asumiendo el riesgo máximo, sumida en un fluido que parecía respirar para ella. Como La joven mártir. Como Antinoo. Como los hermanos al final de El molino del Floss o la Chica ahogándose de Lichtenstein. "Cuando la Taciturna llegue y decapite los tulipanes". La piel azulada alrededor de los labios. Como Ofelia. Como Shelley. Como la madre de Magritte en el río Sambre cuando él tenía 13 años y la descubrió ahogada con la cara cubierta por su propia ropa empapada que se transformaría en los velos de sus cuadros. Como el capitán Ahab. Como Mungo Park en el río Níger. El estado de apnea e hipotermia. Abogados azules con agua en los pulmones o ahogados blancos sin absorción de agua.»
Por último me gustaría destacar la incomunicación en que viven los seres humanos que transitan por este relato. Las conversaciones que mantienen estas mujeres son, en ocasiones, auténticos diálogos de besugos. A las preguntas que unas hacen o no responden las otras o salen por peteneras. Esta actitud es especialmente visible en el trato que al principio dan a Coro las mujeres que dirigen la casa. Son diálogos muy ágiles, vivos, directos, apenas con intervenciones del narrador
«La mujer fue hacia la cama y extendió sobre la colcha un vestido idéntico al que ella llevaba puesto. Idéntico también al de Catina. [...]
Sí. Les agradezco que me hayan alojado en su casa. Pero tengo que irme.
De momento le traigo uno. Ya habrá más para que pueda cambiarse. Pruébeselo Le quedará bien. Si necesita cualquier otra cosa, dígamelo.
Gasolina. Necesito gasolina para el coche. Ya se lo he dicho unas cuantas veces. Me he quedado sin gasolina y tengo que irme.
Los coso yo, ¿sabe? No imagina la cantidad de horas que empleo en llevar esta casa. El mantenimiento. La limpieza. [...]
¿Por qué no me escucha?
Claro que la escucho. Pero tiene que relajarse. Nada más que eso. Sólo relajarse
Me iré andando. Saldré de aquí aunque tenga que escalar la verja.
Tresa la oyó, pero no la oyó.
Debemos desprendernos de lo que no nos es útil. Renunciar a ello. De lo contrario, terminaríamos todas a empujones y codazos. Nos odiaríamos. [...]
¿Por qué no me lo dice de una vez? No pensarán que voy a quedarme aquí… En esta casa.»
De bestias y aves, Mujeres españolas que escriben
(Foto aparecida en El Cultural
del 10-16/1/2025)
 
Es De bestias y aves una novela densa, profunda. Pilar Adón presenta un mundo, el terrenal, sobrevolado por aves, animales que no están limitados por muros. El resto de seres vivos son bestias que apenas si tienen la libertad de poder ir a donde quieran; siempre topan con limitaciones físicas o mentales, siendo más fáciles de traspasar las primeras que las segundas. Echo mano de las palabras que Lorena pone en la estupenda reseña que dedica a esta novela. Dice Lorena que según un tal José Miguel Muñoz Santana, exégeta religioso, «los animales, al no ser esclavos de su mente, están en total conexión con su ser y por tanto en estado de reposo. Los humanos, en cambio, tenemos capacidad de razonar, lo cual nos lleva a desvincularnos de nuestra condición animal y de nuestra pertenencia a la naturaleza. Nuestra mente, además, crea sus propias formas de entender la realidad, estando estas muy influenciadas por el ambiente y la sociedad». Cada persona, pues, acarrea con una mochila en la que viaja su impedimenta mental. Este bagaje es el que lo fija a un lugar, a un paisaje, a un pensamiento.  El ser humano es un ser vivo que desde su condición animal de bestia debe procurar elevarse a la de ave porque son las aves (bestias diminutas) los seres más libres que habitan la naturaleza; estas aves son en cierta manera y paradójicamente peces que se deslizan por el medio que se refleja en las aguas. Y estas aguas en la novela son las del lago donde Coro, su hermana, las mujeres que vigilan, Rebeca, el resto de mujeres de Betania... se sumergen y encuentran reposo y paz.
«También ella era fruto de la tierra. Un elemento más del universo. Guiándose por una norma que consistía básicamente en no tratar a los demás como no querría que la trataran a ella. O al revés: tratar a los demás como querría que la trataran a ella. ¿Qué buscaban todas las criaturas del mundo, al fin y al cabo? Alimento. Espacio. Compañía.»