“Laura conoce demasiados espectáculos de vidas ardientes y palpitantes para que la maraville o sugestione el trastorno de María. Secreto designio -vuelve a salir el nombre- que ella tendrá que llamar parte de su propio destino.” (pág. 108)
Participo este año con muchísimo gusto en el Reto que Ana Bolox en su blog personal lanzó por primera vez el mes de enero pasado. Se trata de dar por fin lectura a esos libros siempre pendientes y que no sabes por qué nunca acabas de comenzar a leer. Decidido a cortar, al menos en este asunto, con mi pertinaz procrastinación (jo, jo, jo... ¡qué oportunidad para utilizar el palabro!) estoy siendo aplicado en su ejecución de manera que con éste de Carmen Conde que llevaba en mi biblioteca muchos, muchos, años doy por realizada la tercera lectura de mis pendientes, concretamente la correspondiente al mes de marzo. Que la reseña salga en abril es un pequeño desajuste de fechas al haberse metido un fin de semana de por medio.
Recordé a esta escritora de la Generación del 27 (¡sí, el 27 no sólo estuvo formado por hombres!) tras la lectura que a finales del año pasado hice de "Oculto sendero" [leer reseña aquí], la autobiografía ficcionalizada en forma de novela que Elena Fortún dejó sin publicar en vida y en la que descubría muchas de las relaciones afectivas entre mujeres que hubo en su época en las capas ilustradas de la sociedad que ella frecuentaba. Quedé muy sorprendido al leer nombres de escritoras de las que ignoraba este aspecto. Entre estos nombres aparecía el de Carmen Conde. Fue entonces cuando recordé el volumen que amarilleaba en un anaquel de mi biblioteca. La sospecha de que Carmen Conde hubiese tenido relación íntima con alguna mujer se instaló en mi mente habida cuenta de que su nombre figuraba en el listado de mujeres con las que se carteaba la Fortún, todas ellas tenidas por 'chicas raras' (así se las denominaba en esa época). ¿Este efufemismo sería también aplicable a la primera académica de la española? En ese momento, desde luego, yo lo ignoraba. Un acicate más, pues, para lanzarme sobre la lectura que me aguardaba en el estante; una lectura que además era una narración y la Conde había sido sobre todo poeta. Como se ve todo me llamaba a leerla.
La escritora
Antes de redactar esta reseña busqué en internet información sobre Carmen Conde. Así me enteré de que nació en Cartagena en 1907 y que a los 17 años ya empezó a escribir sus primeras colaboraciones en la prensa local. A los 20 años conoció al que luego sería su marido, el poeta Antonio Oliver. Se casaron en 1931 una vez que ella el año anterior había finalizado sus estudios de magisterio y los dos pusieron en marcha, al socaire de los nuevos tiempos republicanos, la Universidad Popular de Cartagena. Por esta universidad pasaron a dar lecciones y conferencias mentes preclaras del momento como Ramón Sijé, Miguel Hernández o María de Maeztu. Colaboró Conde activamente con la República por lo que el matrimonio se trasladó un tiempo a Madrid donde ella fue inspectora-celadora del orfanato de niños de El Pardo. Fue aquí en Madrid donde tuvo a su única hija, que nació muerta, en 1933.
Al estallar la Guerra y alistarse su marido ella se traslada a Valencia y allí mientras estudiaba en su Universidad conoce a Amanda Junquera, esposa del catedrático de Historia española Cayetano Alcázar Molina, con quien según biógrafos que han estudiado su vida y obra mantuvo una intensa y duradera relación sentimental. Al acabar la contienda Antonio Oliver se escondió en Murcia en casa de una hermana suya mientras que Carmen Conde se refugió en Madrid en el domicilio de los Junquera, instalándose en 1940 en El Escorial junto a Amanda. En 1941 se traslada con Amanda y el marido de ésta a la calle Welingtonia a una casa que les alquila el poeta Vicente Aleixandre quien vivía en la planta baja del inmueble. En 1945 pudo por fin reunirse con su marido yéndose el matrimonio a vivir a la calle Goya y luego en 1949 a la calle Ferraz que sería su domicilio familiar hasta 1992 en que ingresa en una residencia de ancianos donde vivirá hasta el fin de sus días en 1996 a la edad de 88 años.
Carmen Conde y su marido subsistieron hasta que sus expedientes judiciales fueron sobreseidos definitvamente en 1945 realizando bajo seudónimos diversos colaboraciones en periódicos de Madrid, ella, y de Murcia, él. Muchas de estas publicaciones eran de tono religioso o dirigidas a los niños: tal y como soplaban los vientos que imponía el franquismo en sus años más duros no había otra opción. Cuando ya viven juntos, Alberto Oliver será profesor de Lengua y Literatura en el Instituto Cervantes de Madrid al tiempo que va escribiendo su obra poética y de crítica literaria. Ella durante toda su vida escribió fundamentalmente poesía que recogió, tras ir apareciendo en libros sueltos, en una antología personal titulada "Memoria puesta en olvido (antología personal)" en 1987.
Además de su producción lírica también escribió obras de teatro para adultos y para niños, así como bastantes cuentos.Con toda esta Obra a sus espaldas no puede sorprender que en 1978 fuese elegida académica de la lengua española. En 1979 pronunció el discurso de ingreso en la Academia titulado "Poesía ante el tiempo y la inmortalidad". Fue este año cuando vio la luz "Creció espesa la yerba...", una narración escrita en prosa enchida de lirismo. En 1982 se le manifestaron los primeros síntomas de la enfermedad de Alzheimer aunque siguió activa intelectualmente escribiendo, publicando y dando conferencias. En 1987 murió Amanda Junqueras y los cinco últimos años de su vida los pasó Carmen Conde en una residencia de mayores en Majadahonda (Madrid) donde falleció en 1996.
"Creció espesa la yerba..."
A mí esta novela, lírica sobre todas las cosas, me ha emocionado. Es la expresión con que resumiría mi impresión tras su lectura. Me ha emocionado porque la autora sabe penetrar en el alma de los dos personajes femeninos que aparecen en el relato. Dos personajes que en el fondo no son más que uno pues la obra es un ejercicio de introspección y reflexión que una mujer madura experimenta al emprender el camino para visitar la casa de una localidad donde de joven vivió una experiencia que la marcó para el resto de ssus días.
Admirablemente Carmen Conde idea una situación en la que, al menos en apariencia, la protagonista Laura que viaja en coche hacia Cartagena recoge a María una joven autoestopista de 17 años que ha escapado de la casa donde vivía con su hermana Isabel y el esposo de ésta, Santiago. Según transcurre el viaje Laura se va enterando de lo sucedido y entiende que debe devolver a esta chica a su casa dada su minoría de edad. La historia de María es una historia de amor y al tiempo una historia de puro deseo. María por su edad está confusa por lo sucedido entre ella y Santiago; además en el otro vértice de su triángulo familiar está Isabel, su hermana, quien de la noche a la mañana para ella ha pasado de ser sólo su hermana a verla ahora sólo como mujer que compite por el mismo objeto de deseo.
Laura da consejos a María para que consiga que Isabel y Fernando la autoricen a marcharse de casa legalmente y no huyendo. Cuando eso suceda y si no encuentra lugar donde guarecerse ella le ofrece su casa para vivir. Al tiempo que estos hechos exteriores a Laura se desarrollan, en su interior despiertan fantasmas olvidados por el paso de los años muy, muy, semejantes a la historia de María.
En el fondo y así nos lo aclara la propia autora en dos epílogos al acabar la historia que nos ha relatado, lo ocurrido no es más que metáfora de lo acaecido a la propia Laura cuando ese viaje revelador que emprendió concluye en la casa donde en su juventud sucedieron cosas que estaban dentro de ella dormidas y que el contacto con las cosas y objetos del pasado las han reavivado. Todo ha sucedido realmente en un día. Y sin embargo ella ha experimentado un viaje interior que ha durado lo que va de esa juventud tan lejana hasta el momento de madurez en que se halla ahora.
La obra es breve, tiene sólo 181 páginas. Está fechada en 1974, aunque la novela no viera la luz hasta 1979 en plena democracia y quizás aprovechando el tirón que la editorial vería en la elección de la autora como primera mujer académica de la lengua. Está estructurada en secuencias narrativas de poca extensión, alguna de ellas de sólo una página. Es, pues, una prosa concentrada, contenida, que dice mucho con pocas palabras. Es un lenguaje en su mayoría poético que en muchas ocasiones bebe directamente en maestros literarios reconocidos por la autora. A veces aclara la autoría de alguna de sus expresiones. Así hace con el propio título, "Creció espesa la yerba..." que en la cita inicial bajo la que enmarca todo el relato aparece completada por una segunda parte que dice "...sobre la tumba de mi juventud" y firmada por su autor, Alexandre Solzhenitsin, y el título de la obra de la que ha sido entresacada, "Archipiélago Gulag". Se da la circunstancia de que la aparición en occidente de este libro en 1973 fue toda una revelación de la tremenda represión que se vivía en la URSS, una represión que Solzhenitsin vivió en su juventud y que aunque llevaba ya años con el libro escrito no quería publicar para evitar consecuencias a quienes en él aparecían y seguían viviendo en los campos de concentración soviéticos. Es, pues, el título, en el fondo, una metáfora que anticipa lo que en la historia que Carmen Conde ha escrito se encontrará el lector. Por si no nos hubiéramos enterado, la autora dispone una secuencia cerca del final, muy breve, pero muy intensa, en la que realiza la unión y desenmascaramiento de las tres equivalencias: la historia de María, la de Laura, y la del sentido del título.
Como digo la literatura está por toda la historia. Salen a colación los nombres de varios escritores, todos ellos muy del gusto de Carmen Conde. A veces expresamente como cuando viene a unir a seres tan distantes en el tiempo pero coincidentes en la opinión como son Santa Teresa de Jesús ("De nada vale predicar. La única manera de cambiar el comportamiento de alguien es amando, no predicando", pág. 149) y el científico del momento Allan Wats (“La cosa no está en saber mucho, sino en amar mucho”, ibidem). Se ve, viene a decirnos la autora que hay cuestiones que están por encima de cualquier contingencia temporal, cosas que son eternas.
Otras veces la novelista coloca las palabras pero omite el nombre de su autor. Es lo que ocurre cuando leemos "un platillo en el cielo, un platillo en el cieno… Prefería estar muerto” tomados del poemario “Arenal de eternidades” de Juan Ramón Jiménez; igual que cuando en la misma secuencia narrativa Carmen Conde cita “el dormir es como un puente -que va del hoy al mañana. -Por debajo, como un sueño, -pasa el agua.” versos pertenecientes al poema “La noche” del mismo poeta onubense que ella tanto estimaba. Estos versos de Juan Ramón marcan todo el relato: el amor en los primeros, el tiempo en los segundos. Se piensa que el paso del tiempo todo lo cura, pero -parece decirnos la autora- las dolencias de amor, no.
No quiero dejar este apartado sin destacar la cita tomada de un escritor esencial dentro de la denominada novela poética española, Gabriel Miró, levantino como la escritora (bueno, Carmen Conde es cartagenera y Miró alicantino, pero ambos crecieron con las brisas mediterráneas de Levante) y los dos cultivadores de la novela lírica: "'Desnutricion sensitiva del mediterráneo’, dijo Gabriel Miró de su estado psíquico cuando no estaba en su tierra alicantina y sí en la socarradura del verano castellano", pág. 37.
La escritora cartagenera cuida mucho la expresión. Es muy interesante observar cómo para la evocación y la poeticidad utiliza el tiempo futuro que le sirve para imaginar. El uso de este tiempo crea una sensación de incertidumbre en el lector sobre si lo que está leyendo sucede en la realidad o sólo en la mente de quien está narrando. Aparece constantemente pero es muy destacable cuando se presenta la historia del triángulo Isabel - Santiago - María. ¿No ha sucedido la acción porque María está huida junto a Laura y aún no ha regresado junto a su hermana? ¿Laura está recibiendo, desdoblándose, su propia historia pasada a raíz de haber recogido a esta chica en autostop?
"Luego, separándose, se asomará al balcón a mirar los árboles y a oírlos resonar llenos de pájaros, y ella volverá a sus quehaceres intentando que absorban una atención de la cual carece, como no sea para pensar en su desdicha. [...] [ellos] han sido un solo ser delirante durante unos siglos -minutos, ¡pero siglos!-, y eso la roe como un agua fuertecomiéndose el oro que no es oro aunque lo aparente.
[...]
Pasará el tiempo. Pesará el aire.
Todo será denso y gravitante sobre los dos." (PP. 74-75)
Vemos a la Académica de la Lengua en reflexiones lingüísticas como la que aparece en la página 96 sobre el verbo 'ir’: “Ir es una pausa, es un puente. No estar ni llegar aún. Yendo. ‘Ir yendo’ es una expresión adecuada, indica algo que se hace para hacer pero que no es definitivo todavía. Yo voy a…, estamos yendo a…”
- Sobre los hombres no son muy positivas al verlos siempre como ansiosos depredadores sexuales:
“-Es tu marido, recuérdalo. El es como casi todos los otros: egoísta, sin moral por lo que se refiere al sexo. A ti te eligió porque te quiere bien; a mí me quiere mal y eso se pasa.
- El deseo insatisfecho no se pasa…
- Procura agotarle tú todos los deseos." (pág.88)
[María] “experimentará un asco profundo hacia el hombre, todo él un miembro rabiosamente hambriento de María.” (112)
- A las mujeres siempre las presenta como seres con más poso, sinceridad, profundidad y racionalidad:
“Laura sonríe. Le es grata María por fuera y se la imagina por dentro. Pero lo que está intentando es ayudarla a descargarse de ella misma. A neutralizarse. Para enfrentar mejor el futuro.” (pág. 78)
“Ella es una loca y él un irresponsable que corre tras ella mientras no surja algo que le haga olvidarla en cualquier parte. Porque María, en un rapto de lucidez acaba de enterarse de que todo cuanto ocurre es disparatado.” (p. 157)Para finalizar
Lo que se percibe en este relato es que lo ha escrito una poeta. Por todos lados aparece el toque de poeticidad, la belleza, el ritmo, la hondura significativa... Tiempo y Amor son los dos ejes sobre los que se articula el relato.
⇒ Las frases referidas al Tiempo impresionan:
- Por su hondura filosófica: “Acercándose, acercándose... ¿A qué? ¿Por qué?. Nunca se contesta a estas preguntas que son, como dijo Henry Miller, las más importantes del hombre.” (pág. 114)
- Por la subjetividad inherente a la percepción del mismo: “Tiempo. Nuevo tiempo. Ayer denso, arrastrándose para no llegar nunca a ninguna parte; y hoy tan ágil, tan escurridizo, tan inaccesible por rápido que antes de que llegue del todo ya da la sensación de haberse ido.” (Pág. 138)
“Laura se advierte dueña de muchas vidas; desde la honda cima ascienden vahos opacos que, poco a poco, se clasificarán en imágenes... En este pedazo del tiempo arrebatado al que era despacioso, golpetean voces que ya no suenan y corren brisas de mareas fundidas, fósiles hasta hace unos días. “ (141)
Lo mejor
El modo como Carmen Conde construye un interesante desdoblamiento en la evocación que realiza. Es una mujer madura, mayor, que al retornar a un espacio familiar en el que vivió en su juventud recuerda desde fuera lo que ocurrió hace tantos años ya. Todo está ido, fuera, acabado. El tiempo no se detiene por mucho que queramos pararlo. Los versos de Juan Ramón Jiménez que esparce por el relato son elocuentes en este sentido.Lo no tan bueno
Lo único que no me ha gustado de esta obra es que al final de la misma la escritora haya añadido dos epilogos que aclaran completamente la construcción del relato: la evocación, la visión de la narradora desde fuera, la anulación del ayer y del hoy a través de la técnica del contrapunto como si el tiempo hubiese dejado de existir. Está exégesis no me ha gustado porque, en mi opinión, mata la magia que un relato debe imbuir en la mente del lector. Pero, como se ve, es un 'pero' menor, muy menor, un 'pero', me atrevería a decir, de puro cascarrabias.
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Esta novela, además de ser, como he dicho al inicio de este post, uno de mis 12 pendientes en el Reto "12 lecturas pendientes" de Ana Bolox, es también uno de los clásicos que incluyo dentro del III Reto "Nos gustan los clásicos" propuesto por Francisco en su blog 'Un lector indiscreto'.
Con razón me parecía tan poético el título de esta novela. Muy interesante la biografía de la autora. Y tienes razón, por todo lo que nos cuentas, creo que disfrutaría y mucho de esta lectura.
ResponderEliminarBesos
Si que es interesante la vida y la obra de esta autora hoy muy olvidada. Como es cortita puedes leerla en un ratito perdido que tengas por ahí. Ya verás cómo te gusta.
ResponderEliminarUn beso
que gran reseña, gracias!
ResponderEliminarMuchas gracias, María Paula por tus palabras. Y gracias también por pasarte por aquí
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