Aclaración preliminar
Cuando el blog "Cuéntame una historia" de Rosa Berros me invitó a adherirme a la iniciativa "Libros encadenados" lo hice diciéndole que leería "Gran Cabaret" de David Grossman, pero que tardaría algún tiempo. Bueno, pues no ha sido así. Hay ocasiones en que una lectura parece perderse debajo de una inmensa resma de libros y otras, -como ha ocurrido en esta ocasión-, en que contra todo pronóstico lo que habíamos programado para más tarde se impone y se encarama a la primera posición.
¿Por qué pasan estas cosas? Pues no lo sé, ni tampoco creo que exista una Ley universal que explique el fenómeno; sólo puedo lanzar suposiciones que intenten dar una justificación medianamente lógica. En el caso que nos ocupa debo confesar que cuando pensé en este título, que había llegado a mis manos de manera casual, la memoria -mi mala memoria, evidentemente- me jugó una mala pasada: confundí a David Grossman con otro Grossman de nombre Vasili. Ambos, además, tienen una obra cuyos títulos comparten la palabra 'Vida': "La vida entera", David Grossman; "Vida y destino", Vasili Grossman. Cuando elegí leer a David estaba pensando en Vasili. Confieso mi error pues, aparte del apellido, de la palabra 'vida' en una de sus obras y ser judíos los dos, la 'Vida' particular de cada uno de ellos fue distante y distinta: Vasili nació en la Rusia Imperial en 1904 y murió en la Rusia Soviética en 1964; mientras que David nació en Jerusalén en 1954 y está actualmente en plena actividad creadora. Pido perdón, pues cuando en el post yo afirmaba haber leído la obra "La vida entera" me equivocaba de medio a medio dado que la obra en la que estaba pensando en ese momento era "Vida y destino" de Vasili. Perdón, perdón, perdón.
Al advertir mi confusión, rápidamente, quizás para amortiguar la culpa, me puse con "Gran Cabaret". Y así, sin comerlo ni beberlo, la novela del israelita Grossman se saltó la cola de la que formaba parte sin importarle nada los murmullos, los ahogados silbidos y hasta algunos velados insultos que otros libros a punto estuvieron de proferir. Natural el enfado, ¿no?
Mi
reseña
sobre
Estamos en Natanya, una ciudad costera israelita. Durante dos horas Dóvaleh, un showman, entretiene a un público entregado en su cabaretera función diaria. Al local, el histrión Dóvaleh Grinstein lo nombra Cesarea, igual que la ciudad judía al norte de donde él y su público se encuentran,
Dóvaleh es un hombre de unos 57 años, aproximadamente la misma edad de David Grossman. Está utilizando la función de esa noche -no sabemos si hará lo mismo todos los días- como catarsis de toda su existencia. Con él va a entrar en esa purificación todo su público, bueno, en realidad, sólo aquellos de entre los asistentes que soporten hasta el final su actuación. Entre este público se encuentra Avishai Lazar, un juez del Tribunal Supremo, que ha sido invitado expreamente por el actor. Famoso por sus justas sentencias, Avishai Lazar también sufrirá una importante transformación según vaya transcurriendo la función. Él y Dóvaleh fueron amigos y compañeros de clase en la ya muy lejana niñez. Los dos guardan de esa época elementos en su interior de los que necesitan liberarse aunque no sin esfuerzo y dolor.
Durante el monólogo con interacciones constantes con el público, Dóvaleh entre bromas y veras (irónicamente) da un repaso a toda su vida. Una vida desarrollada en Israel, un país rodeado por "siete países árabes sedientos de sangre", un país atípico en guerra constante que vive encerrado en sí mismo "como si nada existiera, ni la ocupación, ni los palestinos, ni el mundo, ni la realidad, como si no hubiera dos colonos que van caminando por la kasba de Hebrón" (pág. 44). Este egoísmo brutal, los israelitas lo hacen recaer directamente en 'ellos': "El problema lo tienen ellos. ¿Quién les ha pedido que se queden aquí para comer la mierda que nosotros cagamos?" (pág. 47).
Los clientes del Cesarea están ahí para pasar una noche divertida, pero Dóvaleh les hará pensar y eso siempre es lo contrario de divertirse. Aunque de vez en cuando el showman entrevera algún chiste que otro, es evidente que la función va subiendo en seriedad según avanza, hasta el punto de que los silbidos y las protestas llenan el local a menudo. Dóvaleh es consciente de esta reacción y sin embargo no hace nada por evitarla; es más, se diría que quiere provocarla:
"-Tus chistes son muy malos, le responde ella [una mujer pequeña que le conoce desde su niñez] con la mirada fija en la mesa y los dedos acariciando las asas de su bolso.
-¿Malos porque no hacen reír, le pregunta él con suavidad, o malos porque, digamos, encierran cierta maldad?
Ella no contesta de inmediato. Reflexiona.
-Las dos cosas, dice finalmente.
-O sea que mis chistes no tienen gracia, repite él, y además contienen maldad.
Ella vuelve a reflexionar: Sí.
-La comedia en vivo es así." (pág. 72)
Por esta Comedia en vivo que es "Gran Cabaret" desfilan todos los fantasmas del Estado de Israel: el adoctrinamiento militar dado a niños y adolescentes, los territorios ocupados, los asentamientos y los colonos, la religión impregnándolo todo (la Torá, el bar mitzvá, el muro de las lamentaciones...), los soldados por las calles, la política de venganza practicada habitualmente por el Estado... Todo esto, aunque público, salta, invade, mancha a todos y a cada uno de los que forman el país:
"¡Yo soy el primer caso de la política de venganza! ¿Captáis la situación? Tenemos la guerra del Sinaí, la batalla de Karamé, la operación Entebbe, la operación quién sabe qué, y tenemos la operación Grinstein." (pág. 16)
Con frases como las de la cita anterior es lógico que David Grossman sea considerado por los poderes del estado israelí un intelectual muy molesto. Él, pese a no abjurar del derecho de los judíos a mantener el territorio dado por Naciones Unidas en 1947, quiere y desea la convivencia en paz con los palestinos que allí estaban antes de su llegada y con todos los países árabes que les rodean y con los que viven en situación de guerra permanente. Grossman critica la política del diente por diente presente en la ley mosaica de los judíos y que, en el fondo, sirve también para justificar las agresiones continuas efectuadas por los musulmanes radicales contra ellos.
Grossman pone en solfa los comportamientos hipócritas de las autoridades militares y estatales que llegan al llanto ante la orfandad sufrida por un adolescente y no descomponen el gesto ante las brutalidades cometidas contra cientos de seres humanos en sus famosas operaciones de autodefensa. Para ellos sólo existe un Holocausto, el suyo; el Holocausto que sufren otros, no es tal, no es comparable.
Una novela política e iniciática
Cinismo e hipocresía. Esto es lo que Dóvaleh denuncia en su actuación y de lo que él intenta liberarse; y eso mismo es lo que el juez Avishai Lazar le promete poner por escrito para provocar en otros lo que en ellos ya se ha producido: la catarsis, la liberación de sus propios prejuicios y pasiones malsanas, la vuelta a lo que fueron en esa ya muy lejana adolescencia en la que se separaron siendo como eran excelentes compañeros. Estamos, pues, en cierto modo ante una novela de iniciación pero planteada a la inversa de lo que es común; es decir, partimos de la edad adulta -los dos personajes tienen 57 años- para a través de la palabra patentizar, visualizar, alcanzar, recuperar a esos dos adolescentes de trece años que fueron.
El video anterior sacado del programa cultural "Página Dos" de RTVE (12 de abril de 2015) lo ha realizado "Alguien" del blog "Algún día en alguna parte" que en You Tube tiene un canal interesantísimo que desde aquí a todos sugiero visitar [pinchar aquí].
David Grossman en este video habla sólo de su novela. En la página "A la Carta" de RTVE se puede ver el programa completo [pinchar aquí]. En el mismo, además de la entrevista a David Grossman propiamente dicha, el programa televisivo da un paseo por el concepto de "escritor comprometido" (¡interesantísimo!) y dada la condición de judío de Grossman, la tercera y última parte del video se centra en Jerusalén como ciudad literaria.
Final
Lo que comencé considerando equivocación imperdonable por mi parte, se ha convertido al final para mí en un magnífico descubrimiento literario. Pero eso sí, advierto, David Grossman no es un escritor fácil; no se le puede leer sin la debida atención; no es sólo entretenimiento; tras la anécdota y las humoradas del monologuista de este Club de la Comedia que es el Cabaret donde actúa Dóvaleh hay mucha chicha.
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Recordatorio:
Por ser unos magníficos blogs que incorporaré -si es que hay alguno que aún no aparece ahí- a mi página "Blogs de referencia", vuelvo a deciros cuáles son los seis blogs a los que he propuesto participar en la iniciativa "Libros encadenados" de la que esta reseña forma parte.
Mis nominados son:
- Rosana del blog "Soy profe... y más"
- Manuel Casanova del blog "Equinoccio"
- Alejandra y/o Javier del blog "Acabo de leer"
- El blog "Susurros de bibliotecas"
- Bea y Carmen del blog "De lector a lector"
- Mª Angeles de "Bookeando con Mª Angeles"
Una bonita iniciativa de la que me han hecho partícipe, aunque aun no se si podré llevarla a cabo porque me ha tocado una sílaba de la que no tengo nada en casa. La novela que nos comentas hoy no la conocía de nada y creo que sería interesante para saber qué tiene que decirse estos dos personajes. Gracias por tan magnífica y completa reseña. Besos
ResponderEliminarGracias a ti, Marina. Tú sí que haces excelentes reseñas. Acabo de pasar por tu blog y ya estoy que no vivo buscando el libro de Andrés Pascual.
EliminarEn cuanto a David Grossman ya lo digo al final, es algo arduo.
Besos
Me gusta lo que cuentas, pero si es un escritor difícil ahora no es mi momento para leerlo. Me lo anoto para otro momento. También voy a participar en los libros encadenados pero todavía no se con cual será.
ResponderEliminarUn beso ;)
"Difícil" no es el término exacto; yo creo que es un escritor que pide atención. A mí me ha sucedido que en algún momento su lectura me parecía fantástica (quizás el contexto en que yo me encontraba lo facilitaba) y en otro momento o día se me hacía algo correoso, como que no me integraba debidamente con él. Estas cosas pasan, ¿no?
EliminarMe necanta que participes en "libros encadenados"; estaré atento a tu elección pues sueles dar en la diana.
Un beso, amiga
Una equivocación muy normal. Yo leí "Vida y destino" de Vasili Grossman (qué maravilla!!) y cuando me encontré con "La vida entera", pensé por un momento que era del mismo autor. Te la recomiendo. Pensar que el hijo del autor murió en una operación militar en el sur del Líbano mientras escribía el libro, da más valor aún a su tolerancia.
ResponderEliminarMaravillosos autores ambos y magnífica tu reseña.
Un beso
Tengo "La vida entera" desde hace tiempo en formato ebook; aún no la he leído, me asusta el número de páginas, pero dada la satisfacción que me ha proporcionado "Gran Cabaret" la pondré en la lista de 'Próximas lecturas' sacándola así del ostracismo de años en que se encuentra la pobre. Desde luego hay que ser muy, pero que muy, tolerante y tener una mente muy, pero que muy, abierta para impulsar el diálogo con quienes en el fondo mataron (pero, claro, en un conflicto de guerra abierta es más comprensible) a tu hijo. Me es imposible ponerme en su lugar y ojalá que nunca,nunca, nos veamos en semejante tesitura.
EliminarUn beso, Rosa
Muy buena tu reseña Juan Carlos, a mí me pasó lo mismo al ver el apellido Grossman en la tapa de varios libros, tardé tiempo en darme cuenta que había dos grandes escritores tras el mismo. Del soviético nada que decir, en su día ya comenté en mi blog su impresionante "Vida y destino", el israelita en cambio es uno de esos autores de los que quiero leer algo y lo dejo para más adelante de forma indefinida. Tengo que leer un día de estos "La vida entera" ... o al menos intentarlo :-).
ResponderEliminarHola:
EliminarReconforta ver que grandes lectores como tú también sufren confusiones como la mío (ya sabes...'mal de muchos, consuelo...').
Si te apetece algo de David Grossman empieza por "Gran Cabaret" que es breve e interesante. "La vida entera" anda cerca de las 800 páginas o así. Pero pese a su tamaño me gustaría hincarle el diente. ¿Cuándo? No lo sé.
Un fuerte abrazo
Creo Juan Carlos que tu despiste es el propio de los sabios que están a lo que están y no prestan atención a los pequeños detalles. Además tu corriges el error no solo leyendo uno sino los dos y un tercero por si acaso. Ja,ja.
EliminarLos libros te perdonarán sabiendo como saben como los aprecias.
Con respecto a la obra que nos traes esta vez, parece tratarse más que de un libro con historia entretenida, de un juicio ante la situación geopolitica del estado de Israel, donde se repasan los prejuicios y la problemática de los unos y de los otros.
Creo entrever en tus renglones que tiene algo de ensayo con solapadas opiniones personales del autor, que parece identificarse con el protagonista.
Me parece interesante, pero de momento no estoy yo para reflexiones sobre temas tan enjundiosos.
Un abrazo.
Eres un buen amigo pues disculpas con amables palabras mi error. Creo que éstos, por lógica, irán a más; es el paso del tiempo que no perdona a nadie.
ResponderEliminarUn abrazo Francisco.
Juan Carlos, usted y Rosa ya me ganaron porque yo no he leído el libro con el que me comprometí.
ResponderEliminarLa reseña es magnífica, ignorante de los dos Grossman jamás me hubiera percatado del error sin embargo, viendo que este libro le ha causado tan buena impresión me lo apunto.
Dos elementos que me convencen, además de su buen ánimo tras la lectura, es entender más sobre esta nueva forma de holocausto y si, comparto en que es una hipocresía. Muy fácil es mantener la fe en la ley mosaica, ignorando al mismo Dios que la abolió más tarde con otra ley.
Además, a mí siempre me van a atraer los libros donde los autores se comprometen con informar, con llevar al lector al análisis y que lo hacen de una manera que exige disciplina para el entendimiento. Como dice, todo um reto, pero vale la pena.
Exactamente, Lesli, un reto que merece mucho la pena.
EliminarGracias por tus amables palabras.
Un abrazo