17 oct 2025

"La piel del invierno". La última novela publicada por Luisa Ferro

Luisa Ferro, novelistas españolas actuales
He leído de Luisa Ferro las tres novelas anteriores a ésta, su bilogía Donde mueren los ladrones de Jade (2022) [reseñada en este blog] formada por "El pozo de las luciérnagas" y "La sanadora del emperador", y El Círculo del Alba (2016) [reseñada en este blog]. Sólo me faltaría por leer la primera que publicó, Alcander (2014).
En cada una de ellas aborda temas distintos, diferentes. Así, leo que Alcander es una novela fantástica que trata de luchas entre razas inmortales por el dominio de las escalas de las especies y la supremacía de unos clanes sobre otros. Ya digo que no la he leído y la verdad es que a mí las novelas de fantasía tipo El señor de los anillos y demás no me atraen demasiado. Lo que sí sé es que las otras dos publicaciones de Luisa Ferro anteriores a La piel del invierno (2025), El Círculo del Alba y la bilogía Donde mueren los ladrones de Jade presentan asuntos muy distintos: Una investigación policial y detectivesca desarrollada en los primeros años del siglo XX, en la primera; y la vida de las mujeres en la China de los mongoles de Kublai Kan (siglo XIII) durante la dinastía Song, en la segunda. Las dos son novelas históricas, pero situadas en períodos bien diferentes. A mí los novelistas que saben variar de época, de asuntos y de tramas como hace Luisa Ferro en sus distintos libros me merecen mucho más respeto que aquellos que constantemente hablan de lo mismo sin salirse nunca de su zona de confort, que se dice habitualmente. 

La piel del invierno sigue la pauta de las anteriores y también aborda un asunto distinto, novedoso en la narrativa de la escritora: el mundo de los bajos fondos, de la picaresca en el Madrid de la década de los años 40 del siglo pasado. La historia es trepidante. Leyéndola conoceremos los orígenes oscuros de varios personajes, descubriremos varias identidades confusas, muchas amistades complicadas, abundantes mujeres liberadas en lo intimo y presas socialmente por su estigmatizado oficio, algún policía corrupto así como algún sacerdote comprensivo con las debilidades humanas en un momento histórico tan complicado, variados trúhanes y embaucadores al modo Robin Hood...; y también, claro que sí, veremos corretear por las casi seiscientas páginas de esta novela a malos malísimos. Una novela que pese a su extensión atrapa desde las primeras páginas, se lee con mucho gusto y enorme facilidad sin hacerse nunca pesada.

La narración está puesta en boca de un niño sacado de la inclusa en 1939 si bien el centro de la trama se sitúa en 1947 cuando tal niño ronda los 14 o 15 años. La edad del narrador cuando relata los sucedidos es ya de 21 años. En el fondo, pues, estamos ante una novela de iniciación, un bildungsroman en el que Anguila, el niño sacado a los ocho años de la inclusa por Julio, crece y se entera de lo que es el mundo estando al servicio de varios "amos", que diría Lázaro de Tormes. Y es que, en definitiva eso es lo que es este Anguila, un muchacho que va entendiendo el mundo a base de coscorrones, sorpresas y experiencias diversas: desengaño en el amor, valoración de la amistad, descubrimiento de lo que verdaderamente es un padre y lo que no lo es, etc., etc. 

Que Anguila, el narrador en primera persona, es émulo de Lázaro de Tormes y de la novela que narra sus andanzas, se percibe en el personaje que siente hambre y que escapa y no quiere escapar de Julio a quien considera su amo 
«—Te he oído, gurriato. ¿Por qué escapas? Si no bajas te quedarás sin queso. ¡Baja, desconfiado, que no voy a hacerte nada!
Me aferré con más fuerza a la rama. Me vi tentado por el queso, pues el ruido de mis tripas era más grande que mi miedo.»
El personaje protagonista es claramente un pícaro, un pillo, que sabe buscarse la vida con estos seres que lo han tomado a su cargo y cuyas vidas y problemillas iremos descubriendo según vaya discurriendo la historia. 
En cuanto al espacio donde este discurrir sucede, éste es Madrid.  Luisa Ferro ya había situado El Círculo del Alba, su segunda novela, en Madrid. Y ahora lo vuelve a hacer aunque una treintena de años después. El ambiente y los lugares matritenses los pinta la autora con maestría. Y digo matritense con toda la intención, por eso de querer significar la fuerte y noble emulación del costumbrismo literario del XIX que he percibido en muchos momentos.
«La Puerta del Sol era bulliciosa donde las hubiera. Por todas partes surgían tiendas como hongos y el aroma de los kioscos callejeros lo inundaba todo haciéndome cosquillas en la nariz. Olía a gallinejas, a chicharros, a churros, a mil y un aromas. Los vendedores ambulantes se triplicaban. No era raro encontrarlos en cualquier barrio, pero allí aumentaban a ojos vista. Los repartidores de periódicos anunciaban El Heraldo o La Tribuna. Sus voces se mezclaban con las de las aguadoras que, con sus botijos apostados a la cadera, ofrecían el trago a cinco céntimos. Altramuces, pipas, miel de la Alcarria. También había traperos, cacharreros reparando cacerolas a golpe de martillo y colchoneros pregonando su saber hacer. El sonido de la ocarina de los afiladores se alzaba por encima de aquel gentío dando voces.»
Y si así realiza las descripciones de los espacios públicos, cuando se detiene en el rostro o en la figura de alguno de los personajes, las cualidades y conocimientos literarios de la novelista aparecen y en alguna ocasión, como en la descripción que hace de la cara de Manuel, compañero hospiciano de Julio y en el relato acompañante de Anguila en el burdel que regenta madame Crusoe, es evidente la legítima emulación del estilo quevedesco. 
«En verdad era poco agraciado. Flaco, de ojos saltones, nariz enorme hasta el punto de parecer "un hombre a una nariz pegado", que hubiese dicho el padre Tomás parafraseando a Quevedo en sus pullas contra Góngora. No tardaría mucho en darme cuenta de que aquel apéndice tenía vida propia. "Las doce tribus de narices era".»
De la historia que se relata todo me ha gustado. De nuevo me ha sorprendido lo bien que Luisa Ferro realiza las escenas de acción. También me ha encantado la manera que tiene de ir introduciendo los personajes, que son muchos, según va avanzando la historia. Diríase que la anécdota va ampliándose, haciéndose más y más compleja según que pasan las páginas; pero no hay tal cosa, se trata de una mera sensación de aparente confusión que al poco viene  a serenarse y a integrarse en la placidez de la historia que estamos leyendo. Esta manera de proceder me ha interesado mucho.

Todos los personajes tienen vida y personalidad propias. Destacan, además de los que tienen papel central en el desarrollo de la historia de investigación y suspense (Inspector Ramírez, el médico Aniceto Cárdenas, Julio, el irlandés, Hahn, el cura Tomás, Paulino Albiol...), todas y cada de las mujeres y chicas que viven o tienen mucha relación con el lupanar (Lorenza, Josefina, Epifanía, Elisa, Violeta, Rosario, madame Crusoe...). Cada una de ellas lleva a sus espaldas una mochila, una vida, que las condiciona en el presente y les anuncia su futuro.  Anguila, que es el eje central de la novela va construyendo su propia vida y personalidad, a raíz del contacto con cada uno de ellos y de ellas. Todos le aportan elementos que le servirán, por acción u omisión, en su paso de la niñez, cuando lo vemos salir del hospicio con sólo ocho años, a su etapa de muchacho adolescente de catorce o quince, cuando tienen lugar los hechos principales que se narran, hasta llegar a la plena edad adulta de los veintiuno que dice tener al final de la novela, en un epílogo en el que además de atar alguno que otro cabo suelto nos enteramos del porqué del título de la novela. 

La trama de la novela se desarrolla de manera lineal sin saltos hacia atrás ni hacia adelante. Es de lectura sencilla. La única complicación viene dada, como ya he dejado dicho antes al referirme a los personajes, por la aparición o desaparición de alguno o algunos que tuvieron papel relevante en el pasado; pero dicha confusión se irá aclarando según vayan sucediendo los acontecimientos.  

Me ha gustado mucho el vocabulario puesto por la autora en boca de algunos personajes en momentos puntuales. Es un conjunto de términos extraídos la mayoría del caló, también del argot delincuencial, pero siempre vocablos muy, muy populares. Son palabras y expresiones como 'cheira' (navaja), 'salir de naja' (marcharse), 'lumias' (prostitutas), 'mangelo a ochí' (estar matando a alguien), 'baladro' (grito o alarido espantoso), 'gumia' (agonías), 'avizor' (centinela, vigía), 'roro' (hombre atractivo), 'bilbaína de hierro' (cocina económica de chapa), 'pillar una del quince' (pillar algo en cantidad excesiva), 'estar rilado' (estar agotado), 'chirona' (cárcel)etc. 

También es habitual en la novela que la autora eche mano de referencias culturales populares. Tal se ve, por ejemplo, en la conversación que mantienen Manuel y Anguila cuando el muchacho pregunta a éste, que acaba de salir de cárcel, a qué se dedicaba antes de entrar en prisión. 
«—Dilo sin miedo, Anguila: antes de que me enchironaran. Pues vendía libros por entregas. Eran fascículos semanales o mensuales, dependiendo del cliente y sus posibles. Los títulos más populares eran La cieguecita, Genoveva de Bramante y Ángeles del Arroyo. También vendía novelas de a duro, del oeste y, sobre todo, de amor. A las chicas las vuelven locas las historias de amor. Los mozalbetes se decantaban por El conde de Montecristo. Las andanzas de Edmundo Dantés para llevar a cabo su venganza, les gustaban sobremanera. 
—Sí, a mí también me gustó mucho ese libro. Aunque prefiero a Julio Verne. 
—No me extraña, De la tierra a la luna, 20.000 leguas de viaje submarino… Son verdaderas joyas literarias.»
Cine y Literatura, Ciene en la Literatura
 Y de igual manera se utilizan referentes culturalistas para metaforizar acciones o personas. Un ejemplo sería la manera que tiene de describir la mirada torva del Chepa, pandillero enemigo de Anguila («Al llegar a la altura del Chepa me miró con la hondura de Don Ameche en El diablo dijo no») haciendo uso del actor de la película de Ernst Lubitsch del año 1943 que sería muy popular en el tiempo en que se sitúa la narración.

No quiero extenderme más. Sólo quisiera señalar, ya para finalizar, dos puntos anecdóticos que han llamado mi atención según leía con sumo agrado La piel del invierno. El primero es el peculiar y personal empleo que en ocasiones hace la escritora de los signos de puntuación, en especial del punto y coma. El segundo es uno o dos anacronismos, muy habituales en estas novelas tan inmersas en un momento histórico, que he creído detectar en el relato. Pero por lo demás, queridos amigos, todo bien. Una novela muy recomendable para aquellos que quieran pasar un buen rato al tiempo que aprender e informarse  sobre las difíciles condiciones de vida en España durante la década de los años 40 del siglo XX.



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