El pasado domingo día 21 de este mes de septiembre tuve la enorme satisfacción de asistir en el teatro Marquina de Madrid a la adaptación escénica de Memorias de Adriano, la novela histórica de Marguerite Yourcenar que tanto éxito tuvo desde que se publicó en París el año 1951.
En el Cuaderno de notas, que la autora añadió a la edición de 1974, ella misma explica el proceso de creación de la novela: cómo muy pronto, entre los 20 y 25 años de edad (1924 a 1929), concibió el libro, si bien en 1929 decidió quemar todo lo escrito. Durante años tuvo el proyecto en el olvido, aunque lo recuperó y abandonó varias veces entre 1934 y 1937 («En todo caso, yo era demasiado joven. Hay libros a los que no hay que atreverse hasta no haber cumplido los cuarenta años»), y se puso definitivamente con él en 1948. Durante estos años 'en blanco' Marguerite Yourcenar se documentó exhaustivamente. Fue en 1948, como digo, que decidió abordarlo con pasión, publicando el libro tres años más tarde.
Yo leí la novela, ejemplo de la renovación de la novela histórica en el siglo XX, hará cosa de cuarenta años, en 1984 o así. Su recuerdo me ha acompañado siempre y mi afición a la novela histórica durante bastantes años debe no poco a la escritora francesa, nacida en Bélgica y luego nacionalizada estadounidense. Por eso, cuando el pasado mes de julio vi anunciada la puesta en escena de una adaptación de la novela, supe que la tendría que ver. Me llevaba al teatro el recuerdo de la novela, pero también la personalidad y buen hacer del actor que da cuerpo a Adriano, el barcelonés Lluis Homar. Desconocía cuando compré las entradas que la directora de la obra era Beatriz Jaén, persona que había también llevado a las tablas la novela "Nada" de Carmen Laforet, adaptación y puesta en escena que me había gustado muy poquito [leer reseña aquí] cuando la vi en diciembre de 2024.
Qué bien que no siempre tengamos todos los datos en nuestro poder. Seguramente, de haber sabido que era Beatriz Jaén la directora de la obra, es fácil que hubiera declinado asistir al teatro. Afortunadamente, estuve ayer en el Marquina y fui testigo de un grandísimo espectáculo. El texto es de una enorme calidad, eso lo sabía desde que leí la novela de la Yourcenar . Pero oír hablar al emperador Adriano por boca de Lluis Homar me llenó por completo. Lluis Homar no sólo dice el texto, Lluis Homar siente el texto, se emociona y transmite dicha emoción al patio de butacas. Un patio de butacas que finalizada la representación prorrumpió en aplausos sonoros y muy duraderos, que hicieron salir a saludar varias veces al actor y a los otros cinco que, admirablemente y como auténticos mimos, siempre en silencio, grácilmente evolucionan por la escena secundando sus acciones. Los cinco (Cris Martinez, Álvar Nahuel, Marc Domingo, Xavi Casan y Ricard Boyle) estuvieron magníficos. De ellos quisiera destacar a Álvar Nahuel que representó al personaje de Antinoo con una estética, ritmo, belleza y agilidad tales que en mi opinión rompe la distancia que hay con el público al que magníficamente transmite la emotividad y sentimientos que requiere el momento de la definitiva separación de los amantes.
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Imagen tomada del blog literario Lluvia en el mar |
Quienes fuimos testigos del excelente espectáculo teatral aplaudimos, además de la labor actoral, la estupenda puesta en escena de Beatriz Jaén. Ideó la directora una escenografía en la que la música, los efectos sonoros, un decorado minimalista en el que las imágenes videográficas replican, duplican e incluso triplican, lo que en persona y sobre el escenario realizan los actores. Una cámara de video en manos de unos u otros actores es testigo mudo de las confesiones de Adriano, hombre poderoso donde los hubiera, pero en definitiva, y de ahí la intemporalidad del mismo, un hombre. Juega la puesta en escena con la trasposición del emperador romano desde su mundo antiguo al nuestro actual en forma de presidente de una nación. Durante los 90 minutos de la representación se presenta en escena la idea de la comunicación a la Nación por parte de su Presidente de algo trascendental: su renuncia al cargo y el designio de su sucesor. Los focos, los micrófonos, los maquilladores, los asesores políticos, la cámara de video o televisión... constantemente están evolucionando alrededor de este hombre que en medio de esta vorágine recuerda su vida ahora que se siente al final de la misma.
Naturalmente la excelencia de la representación habría quedado reducida a mero trampantojo sin la solidez del texto de Marguerite Yourcenar. Lo que en el teatro es una próxima declaración televisiva es en la novela la escritura de una carta a quien pronto será su sucesor en el cargo: Marco Aurelio. Y mientras la escribe Adriano recuerda su vida y hazañas. Las partes del texto de la novela elegidas por la dramaturga Brenda Escobedo y la directora Beatriz Jaén sirven a las mil maravillas para sin traicionar en nada a la novela, entender la tragedia humana del personaje, su conflicto emocional, la profundidad filosófica de su pensamiento y su quehacer como emperador romano en busca de la paz. Si como he dicho antes sus conflictos íntimos, sus debilidades físicas, sus problemas familiares y sus ansías de poder trascienden al personaje y lo acercan hasta nosotros de manera increíble, la alusión que en un momento se hace (¡y también en la novela, no se vea en esto oportunismo alguno!) del papel que Adriano tuvo en su tiempo en la creación de una entidad política nueva a la que llamó Palestina sobre otra anterior y milenaria de nombre Judea, hace que la obra teatral penetre con fuerza inusitada en la rabiosa y terrible actualidad que todos los días contemplamos en las noticias.
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Imagen tomada del blog literario Lluvia en el mar |
Tras ver a Lluis Homar en la figura de Adriano, nada más volver a casa, busqué la novela de Marguerite Yourcenar. La he hojeado y he repasado algunos fragmentos, algunas frases que subrayé en los lejanos días en que la leí. Esto daría pie para otra entrada en el blog. Me refiero al cambio que nuestro ser experimenta de un tiempo a otro. Me explico: al leer alguno de mis subrayados recordé la falta de información que entonces tenía sobre tantas cosas; si no ¿por qué habría yo resaltado ciertas frases? El tiempo, como decía el gran Quevedo, todo lo cambia y lo bazuca (siempre me gustó esta palabra contenida en su escatológico y metafísico poema La vida comienza en lágrimas y caca...). Lo que ha quedado como entonces es la enorme satisfacción que he experimentado al escuchar en el teatro y leer en la novela las reflexiones filosóficas, epicúreas unas y estoicas otras, de un hombre de 62 años que se ve ya al borde de la muerte («Empiezo a percibir el perfil de mi muerte»), que la sabe próxima aunque no inminente. Estoicamente va a afrontarla y ante la idea del suicidio para evitarse dolores decide no adelantarse a su destino: «Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos...»
He aquí algunas frases que se me quedaron clavadas tras oírselas en la representación al emperador Adriano, redivivo en la figura de Lluis Homar. Mi mala memoria me ha obligado a buscarlas en su literalidad en la novela de la Yourcenar :
- «Te ahorro detalles que serían tan desagradables para ti como para mí, ladescripción del cuerpo de un hombre que está envejeciendo y está a punto de morir de un corazón hidrópico»
- «He formado un proyecto para contarte sobre mi vida. Por supuesto, el año pasado compuse un resumen oficial de mi carrera, al que mi secretario Flegón le dio su nombre. Conté tan pocas mentiras como fue posible; el respeto por el interés público y la decencia, sin embargo, me obligaron a modificar ciertos hechos.»
- «Lo esencial es que el hombre investido de poder debe haber demostrado posteriormente que merece ejercerlo.»
- «Humanitas, Libertas, Felicitas: esas nobles palabras que adornan las monedas de mi reinado no fueron de mi invención.»
- «He sido dueño absoluto solo una vez en mi vida, y sobre un solo ser.»
- «Aquiles a veces me parece el más grande de los hombres en su valentía, su fortaleza, su aprendizaje e inteligencia acompañados de habilidad corporal, y su ardiente amor por su joven compañero.»
- «He dado cuenta de que el suicidio podría aparecer como un signo de indiferencia, o quizás de ingratitud, hacia el pequeño grupo de amigos devotos que me rodean; no deseo legarles la horrible imagen de un hombre atormentado por el dolor que no puede soportar una tortura más.»
Finalizo señalando la enorme trascendencia que en el mundo literario tiene la novela histórica de Marguerite Yourcenar, verdadera constructora de la misma en el sentido moderno. En el Cuaderno de Notas, al que me he referido al inicio, además de contar las vicisitudes que corrieron estas Memorias hasta que vieron la luz, reflexiona sobre lo que para ella es el género de la novela histórica:
- «Reconstruir desde dentro lo que los arqueólogos del siglo XIX han hecho desde fuera»
- «Retrato de una voz. Si decidí escribir estas Memorias de Adriano en primera persona, fue para evitar en lo posible cualquier intermediario, inclusive yo misma. Adriano podía hablar de su vida con más firmeza y más sutileza que yo.»
- «En nuestra época, la novela histórica, o la que, por comodidad puede denominarse así debe desarrollarse en un tiempo recobrado, animado por la presencia de un mundo interior.»
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Nota histórica:
Adriano fue emperador romano del 117 al 138 d.C. y es conocido como el tercero de los cinco buenos emperadores (Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio) que gobernaron con justicia.
Nota práctica:
Memorias de Adriano se representa en el Teatro Marquina de Madrid desde el día 19 de este mes de septiembre y estará en cartel hasta el próximo día 10 de octubre. Si podéis, no os la perdáis.
Antes de llegar a Madrid se estrenó en el Festival de Teatro Clásico de Mérida de este año. Y tras Madrid, creo que giran por varias ciudades españolas.
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