Sinopsis (tomada de la página
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Un hombre avanza por los recuerdos de su vida, desde el París de los años 70 donde trapicheaba con droga hasta el Festival de cine de Lisboa como escritor consagrado, pasando por Reikiavik o Bogotá, repasando momentos, lecturas, citas y conversaciones que podrían haber pasado, o no. Mientras tanto, trata de escapar de bloqueos y de su propio discurrir.
En una sucesión de escenas sin freno, el narrador trae constantemente al primer plano diferentes escritores (reales e inventados), citas pertinentes aunque a veces no, ciudades y reflexiones sobre escribir, la literatura por delante y por detrás. El rayo que mató a Ödön von Horváth, la puerta cegada de un cuento de Cortázar, la novela inventada de una escritora que jamás existió...
Y mientras tanto, poco a poco, va dándose cuenta de que siempre, en la habitación de al lado, algo pasa, algo sucede. Un misterio que guarda en su interior el secreto para desplazarse desde una ciudad a otra. De un recuerdo a otro. Como una máquina del tiempo y el espacio capaz de generar literatura.
Acabo de leer esta última novela de Enrique Vila Matas. Es una obra corta, pero grande y densa en forma y contenido. No es una lectura sencilla, es una lectura exigente que está bañada completamente por la literatura. Si hay algún autor cuyo espacio vital, su territorio, su nación es alguno, esa zona donde se mueve no es otra que la Literatura con mayúscula.
Montevideo, mi lectura número cinco de las veintitantas novelas del escritor, es una novela de apenas 200 páginas en la versión kindle que he manejado (304 en papel, editada por Seix Barral). De las cinco leídas, hasta el momento sólo una tengo reseñada en el blog, su
Historia abreviada de la literatura portátil. Agradándome como me agrada su manera de escribir, no encuentro para esto otra explicación plausible que la de la enorme dificultad que conlleva -para mí, al menos- poner en palabras los sentidos, referencias y componentes formales que
Vila Matas desgrana en sus libros. En analogía con alguno de sus personajes parece que me hubiera contagiado de aquello que, en esta última obra su protagonista tanto desdeña y de lo que tanto protesta, el
«preferiría no hacerlo» de Bartleby, personaje del cuento de
Herman Melville "Bartleby, el escribiente" que tanto juego le dio a nuestro novelista en novelas como
Bartleby y compañía (2000) o
París no se acaba nunca (2003).
Según leía Montevideo ingresaba en un territorio conocido, el del universo Vila Matas. Es éste un espacio impregnado de literatura por todas partes. Beben sus libros en las obras de otros autores, cuya lectura conforma la verdadera vida y realidad del escritor. Quizás sea por ello que todo cuanto hace en la historia el novelista-personaje-protagonista de la novela está relacionado con, o justificado por, propuestas y/o frases leídas por él en autores anteriores como Miklós Szentkuthy, Herman Melville, Thomas Wolfe, Antonio Tabucchi, Voltaire, Ödön von Horváth, Robert Walser..., y muchos otros más. Bastantes de estos nombres son conocidos por mí, pero otros muchos se me escapan y o bien he buscado en wikipedia información sobre ellos o simplemente he preferido dejarlos pasar, por una parte al saber que algunos de ellos a buen seguro serán inventados y, por otra, por dejarme placenteramente arrastrar por la vorágine surreal de la prosa del escritor, amén de mi reconocida incapacidad de albergar en mi cabeza información tan profusa.
En el listado autoral anterior intencionadamente he omitido los nombres de los dos autores centrales en este relato: el argentino Julio Cortázar y el francés Arthur Rimbaud. Estos dos escritores, en especial el primero, están en la base de la trama de la novela. El narrador-personaje de Montevideo es un novelista que busca reencontrar el deseo de escribir que parece haberle abandonado, busca un estilo literario propio que lo aleje de los manidos clichés con que desde hace unos años se clasifica su obra. Uno de ellos es la denominación de autoficción con la que críticos y periodistas suelen despacharla. En opinión del avatar novelesco de Vila Matas en una narración todo, incluso la no ficción, es ficción. Pese a esta afirmación, sostenida por el propio escritor en múltiples entrevistas, el personaje de Montevideo quiere encontrar el gozne, el umbral, la puerta por la que sin solución de continuidad se pueda pasar de la realidad a la ficción, o sea, lo que en su caso equivale a dejar el estilo antiguo y manido del que reniega e ingresar en otro nuevo y que le satisfaga. Para ello echa mano del cuento de Cortázar La puerta condenada en cuyo contenido este personaje avatar piensa poder hallar las claves para poder realizar este tránsito; es por ello que, en una surreal mezcla de lo real con lo ficcional, se empeña en seguir todos los pasos del protagonista del cuento visitando los lugares por donde el protagonista cortazariano pasó para ver de encontrarlas.
El otro autor importante para el desarrollo y comprensión de la trama de Montevideo es Arthur Rimbaud, el poeta maldito francés que de la noche a la mañana decidió abandonar su dedicación literaria -hay quienes afirman que por un desengaño amoroso sufrido con Paul Verlaine- y desaparecer. Pero como siempre ocurre con Enrique Vila Matas las referencias a cualquier autor del pasado suele realizarla utilizando el recurso de la citación, es decir, a través de citas que del mismo realizan autores actuales. Así respecto a Rimbaud, poeta maldito, echa mano de Le Clezio, autor maldito actual reconocido con el Premio Nobel de Literatura en 2008. Concretamente un personaje importante de Montevideo, Madeleine Moore, escritora amiga del narrador que quiere recuperarlo para la literatura, le comentará que él le ha recordado al Rimbaud viejo que aparece en una novela de Le Clezio, La Cuarentena:
«En una escala en Adén, o quizás en Harar, dijo, el viejo Rimbaud entraba en una taberna convertido en un patético tipo desarraigado, con ojos feroces pero faltos de hierro, solo, tremendamente solo, porque iba sin la compañía de la literatura»
Al igual que Rimbaud el protagonista de Montevideo piensa, reflexiona, medita sobre la frase «Je est un autre» que escuchó decir a un joven parisino en el Pont Neuf, frase del poeta francés que siempre se destaca como algo trascendente para entenderle a él y a su obra poética. Al narrador este joven actual le parece que sea el mismo Rimbaud redivivo. Pero, con afán desmitificador, con la intención de colocar todo en su debido lugar, en una pirueta con innegables tintes humorísticos, el novelista-narrador-protagonista desmotivado, quemado, descreído de todo lo que exageradamente envuelve la Literatura echa por tierra las palabras del héroe cuando a propósito de la emblemática frase comenta que;
«Tanto si estaba vivo o muerto, y si era o no Rimbaud aquel joven ocioso y brutal que había visto vivo en el Pont des Arts, lo cierto para mí era que con su Je est un autre —una frase en una carta, frase muy mitificada cuando quizás hubo ahí un simple error caligráfico— había transformado la noción de identidad de tantos de nosotros.»
La literatura y la personalidad real de
Enrique Vila Matas transita sobre todo por la acera de la creación minoritaria, la de los autores malditos, la de aquellos que habiendo triunfado en los márgenes del éxito sin embargo su influencia ha sido tremenda posteriormente en todo el espectro artístico. Y esto se manifiesta en su producción desde el principio de su obra. En esas primeras obras, en especial en
Historia abreviada de la literatura portátil [leer reseña
aquí] hay claras referencias a personalidades de este tipo: autores pictóricos como Marcel Duchamp y su "
Boîte en valise", que tanto me ha recordado la maleta roja que el protagonista de
Montevideo encuentra en la habitación 205 del Hotel Esplendor de la capital de Uruguay al que acude siguiendo la trama del cuento de
Julio Cortázar, pero también otros artistas de la literatura, el pensamiento, la pintura y la música que directa o indirectamente aparecen citados en esta novela: Walter Benjamín, Jacques Rigaud, Blaise Cendrars, Valery Larbaud, Scott Fitzguerald, Vicente Huidobro, César Vallejo, Salvador Dalí, Tristan Tzara, Ezra Pound, Cyril Connoly, Francis Picabia, el príncipe Mdivani, García Lorca, Maurice Blanchot, Aleister Crowley, etc.
Estos autores y muchos otros más los encuadra el novelista barcelonés, cuando los cita en sus primeras novelas, dentro del movimiento shandy que él alaba, defiende y en el que se postula tras explicar debidamente -como digo en la reseña que dediqué a su Historia abreviada de la literatura portátil- el sentido del término y su procedencia:
«En definitiva, lo shandy, adjetivo éste que reunía en su significado varios elementos desde el más prosaico de refresco elaborado con cerveza y limonada al derivado de la obra de Laurence Sterne (Tristram Shandy) natural del condado de Yorshire (al norte de Inglaterra) donde este escritor vivió gran parte de su vida. Allí el término shandy equivalía en su momento a alegre, cerebral, corrosivo, liberal, demoníaco, voluble, chiflado, etc. El shandy era un tipo marcado por la voluntad de la transgresión. Y en otro plano, una persona “imposible, gratuita y delirante”. Es algo, pues, muy propio de las vanguardias.»
Ahora, en esta novela de
Montevideo he percibido que el novelista se aproxima al movimiento
Oulipo, movimiento del que nada conocía hasta que realicé la lectura de
La anomalía, novela de
Hervé Le Tellier [sobre tal corriente estética recomiendo
leer la reseña que sobre esta novela hice en noviembre del pasado año]. Fue precisamente a raíz de esa lectura que supe que este grupo nacido en Francia venía a pretender fusionar las matemáticas y las ciencias en general con la literatura. En
Montevideo también he reconocido ecos de esta tendencia creativa:
«En mis encuentros con el joven Desdini, un día le contaba la historia de los matemáticos de Princeton, sabios retirados a los cuarenta años que se dedicaban a leer la Divina Comedia. Y en otro le descubría la existencia del OuLiPo, la asociación de ciencia y literatura que, por no tener noticia de ella, le dejó fascinado. Otros días era él quien me exponía problemas matemáticos irresolubles y yo sentía que no entendía mucho, pero que aquello que entendía siempre acababa resultándome muy útil.»
La novela, como toda la Obra de Vila Matas, es un libro confeccionado a base del recurso de la citación y de la técnica literaria de las cajas chinas: incluir historias dentro de otras historias. Abrir puertas en una historia que conducen a otras historias y dentro de éstas a su vez proseguir en subsiguientes aperturas. Tal modo literario de proceder es técnica antiquísima que nuestro escritor utiliza con maestría y profundidad, siendo algunas de ellas ciertamente complejas de desentrañar al encontrarse llenas de referencias intelectuales y literarias.
Sea o no la 'autoficción' un término adecuado para clasificar esta narración, la verdad es que leyendo Montevideo he visto con más nitidez aún si cabe un Enrique Vila Matas resucitado. Y digo resucitado con todo el sentido pues dejó la redacción de la novela interrumpida por tener que someterse a un trasplante de riñón. Superada la prueba médica, el novelista salió de la misma con otra percepción de la vida y de su oficio. Quizás sea eso lo que justifique la presencia de ese personaje novelista que tras escribir el fragmento «París» con el que inicia esta misma novela entra en crisis creativa confesándose harto de que siempre se le encasille en unos clichés narrativos; un novelista que busca encontrar su estilo propio. Este estilo propio y personal enlaza con la metáfora que en la novela representan la habitación del hotel Esplendor de Montevideo (hotel Cervantes en el cuento de Cortázar) y la que en el Beaubourg parisino le brinda Madelaine Moore, su amiga novelista y antaño, en París, trapicheadora de papelinas de cocaina, con la idea de que allí logre remontar su crisis de identidad creativa.
«Moore escribe como si no hubiera sido ella tocada por los debates sobre la narración en primera persona, la autoficción (que no existe, porque todo es autoficcional, ya que lo que se escribe siempre viene de uno mismo; hasta la Biblia es autoficción, porque empieza con alguien creando algo), la autorrepresentación, la no ficción, que tampoco existe porque cualquier versión narrativa de una historia real es siempre una forma de ficción, ya que desde el instante en que se ordena el mundo con palabras se modifica la naturaleza del mundo.»
Fiel a su manera de escribir,
Vila Matas construye esta historia a base de piezas sueltas, que según se articulan van mostrando la zona interior del propio escritor; bueno, del propio escritor no, pero sí al menos, en sus propias palabras, de un 27% del propio escritor. Como se ve, el humor y la ambigüedad en él están siempre presentes, son consustanciales a su identidad. Así se constata cuando, a preguntas de un periodista de
eldiario.es sobre en cuál de las cinco tendencias narrativas que en la novela el narrador dice que existen
«Enumero las cinco tendencias: 1) La de quienes no tienen nada que contar. 2) La de quienes deliberadamente no narran nada. 3) La de quienes no lo cuentan todo. 4) La de quienes esperan que Dios algún día lo cuente todo, incluido por qué es tan imperfecto. 5) La de quienes se han rendido al poder de la tecnología que parece estar transcribiéndolo y registrándolo todo y, por tanto, convirtiendo en prescindible el oficio de escritor.»
el propio Vila Matas le responde con el fino humor del que siempre hace gala:
«Bueno, debe de haber más que cinco [risas] pero la más interesante es la de no decir nada deliberadamente.»
Todo lo dicho hasta aquí creo que sirve para mostrar que Montevideo es una lectura interesante, pero no sencilla; una novela que exige complicidad e intensidad lectoras por parte de quien se coloca delante de sus páginas.
Una lectura que, efectivamente, no es sencilla, así cómo tampoco lo es emprender la tarea de hablar (en este caso escribir) sobre ella, así que enhorabuena por la reseña. Como bien dices es una novela inaprehensible, pero es precisamente eso lo que hace que el universo literario de Vila-Matas sea tan fascinante.
ResponderEliminarSiempre me resulta curioso y me maravilla los distintos aspectos en que nos fijamos y las diferentes cosas que destacamos los lectores de una misma lectura (supongo que en ello influye tanto el bagaje personal como lector de cada uno), por ello me ha gustado conocer lo que más resaltas de Montevideo.
La reseña, como siempre, muy completa y muy didáctica.
Besos
Fantástico que cada lector disfrute la misma obra desde presupuestos diferentes. Al ponerlos en común todos nos enriquecemos.
EliminarGracias por tus palabras, Lorena
Un beso
La verdad es que en un caso así, este tipo de novela o de literatura me supera y casi se me hace complejo el comentar algo. Veo también que es un libro complejo para reseñar aunque precisamente la reseña es didáctica, comprensible y desde luego motivante para aprender sobre algunas disciplinas literarias. Lo del 27 por ciento me ha ganado je, je.
ResponderEliminarExcelente tu trabajo Juan Carlos y agradecidos los que aprendemos contigo.
Un fuerte abrazo.
He señalado esa respuesta de Vila-Matas acerca de lo que hay de él mismo en su obra ('un 27%') porque revela el gran sentido del humor que tiene el autor y cómo con esa cifra tan ajustadita desarma al entrevistador y viene a decirle elegantemente que la pregunta en cuestión le parece una bobada.
EliminarMás agradecido estoy yo, Miguel, por tus visitas al blog.
Un abrazo
Yo he leído tan solo tres novelas del autor, y entre tú y Lorena, creo que vais a conseguir que lea esta también. me gusta mucho Vila Matas, disfruto mucho de sus libros (aún recuerdo la experiencia de leer Dublinesca y meterme en el mundo de Ulises en aquel 16 de junio, el Bloomsday, en que se paseaba por Dublín. O sus Bartlebys particulares. me encanta... y me asusta y me da pereza, porque efectivamente, no resulta fácil su lectura ni hablar de él.
ResponderEliminarMagnífica reseña, aunque haya sido algo costosa.
Un beso.
Perdona las faltas. No sé qué pasa con las mayúsculas. Y hay un paréntesis que se cierra tras Dublín.
EliminarPues eso mismo me ocurre a mí con él. Disfruto mucho leyéndole, pero me cuesta decidirme a hacerlo porque me cuesta salir de las lecturas sencillas y adentrarme en las suyas. Y luego reseñarle con algo de coherencia también resulta tarea muy exigente. Es por ello que pese a haber leído con ésta ya seis novelas suyas lo deje aparcado por una temporada.
EliminarUn beso grande
No tiene mala pinta, pero de momento, lo dejo pasar. Un beso.
ResponderEliminarYa le llegará su momento, Lady.
EliminarUn beso
Juan Carlos, entiendo perfectamente lo que quieres decir. Hay libros de los que es muy difícil hablar o escribir. No he leído al autor todavía pero sí tengo este título en casa. No me asusta que sea una lectura que implique un "esfuerzo" por parte del lector pero eso no quiere decir que no me dé respeto acercarme a su contenido. En fin, no sé qué haré. Meditaré si me animo a su lectura y, en tal caso, cuándo hacerlo. Besos.
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