"Aun sin ambiciones de transformar el mundo, con la más modesta pretensión de clarificarlo (o de borrarlo), la poesía confirma o modifica nuestra percepción de las cosas, lo que equivale, en cierto modo, a confirmar o modificar las cosas mismas"
(Ángel González, 1925-2008)
Todos los días es el Día de alguna cosa. Está claro que todos los días hay que dar algún aviso, algún aldabonazo, que sirva para rebullir la quietud del paso igual y sucesivo del tiempo. De manera muy tópica, muy convencional, alguien, no sé quién o quiénes, (el Google-que-todo-lo-sabe dice que fué la Unesco en 1999) decidieron que el 21 de marzo, -equinoccio de Primavera, tópico tema poético que lleva al amor, a cantar a la vida, a decir sugiriendo aquello que cuesta contar-, fuese una fecha en la que el Mundo se fijase en esta actividad humana que dentro de una sociedad materialista es un reducto de resistencia al mercantilismo y consumismo desenfrenados.
Yo quiero celebrar esta fecha a través de los poemas del ovetense Ángel González, un poeta que desde mis años universitarios me ha acompañado. Su obra "Palabra sobre palabra", que desde la edición de 1972 incluye "toda su poesía escrita hasta hoy" según reza el cintillo que acompaña a las sucesivas reediciones del volumen, la adquirí por entonces y siempre sus poemas han sido puerto en que he recalado con frecuencia. Curiosamente estas Navidades, de manera algo alambicada que no voy a explicar aquí, llegó a mis manos "Poemas", la primera antología hecha a partir de una selección hecha por el propio autor, publicada por vez primera en 1980, si bien la que tengo sobre la mesa es la 13ª edición de la misma aparecida en 2007, tan sólo un año antes del fallecimiento en Madrid del poeta que por entonces contaba con 82 años.
El libro "Poemas", aparte de los versos elegidos por el propio poeta, tiene un interés añadido: la introducción redactada por el escritor que, con sinceridad y didáctica propia del profesor que fue en la Universidad de Nuevo México en Albuquerque desde 1970 hasta su jubilación en 1995, desmenuza su labor poética desde la aparición en 1956 de su primer obra, "Áspero mundo", hasta, en la edición que yo manejo, "Deixis en fantasma" del año 1992.
Entre esas dos fechas Angel González, en esa introducción habla de etapas y tendencias en su poesía: La primera etapa se inicia con poemas muy influidos por sus lecturas juveniles de Góngora, Juan Ramón, Machado, Lorca, Alberti..., poetas que le agradaban pero que nada tenían que ver con su propia experiencia vital; luego pasaría a entusiasmarse con los versos de poetas como César Vallejo, Juan de Leceta (seudónimo de Gabriel Celaya), Blas de Otero, José Hierro y otros que enlazan más con su propio contexto y que le introducen en una poesía existencial que pronto se haría social. Es lo que se ve en "Áspero mundo" donde hay poemas de ambos tipos:
[Poemas de corte existencial]
VOZ QUE SOLEDAD SONANDO Voz que soledad sonando por todo el ámbito asola, de tan triste, de tan sola, todo lo que va tocando. Así es mi voz cuando digo de tan solo, de tan triste mi lamento, que persiste bajo el cielo y sobre el trigo. ¿Qué es eso que va volando? Sólo soledad sonando.
JARDÍN
¿Qué interrogael girasol más alto sobre las rosas? ¡Mudo espanto del jazmín! Las ampulosas dalias retuercen su violenta envidia. Una begonia extiende al sol la palma verde de su mano. Viva, ojerosa flor: el pensamiento. Pero tú cortas un clavel. Los alhelíes recobraron su aroma.
[Poema que tiende ya a lo social]
PARA QUE YO ME LLAME ÁNGEL GONZÁLEZ
Para que yo me llame Ángel Gonzálezpara que mi ser pese sobre el suelo, fue necesario un ancho espacio y un largo tiempo: hombres de todo el mar y toda tierra, fértiles vientres de mujer, y cuerpos y más cuerpos, fundiéndose incesantes en otro cuerpo nuevo. Solsticios y equinoccios alumbraron con su cambiante luz, su vario cielo, el viaje milenario de mi carne trepando por los siglos y los huesos. De su pasaje lento y doloroso de su huida hasta el fin, sobreviviendo naufragios, aferrándose al último suspiro de los muertos, yo no soy más que el resultado, el fruto, lo que queda, podrido, entre los restos; esto que veis aquí, tan sólo esto: un escombro tenaz, que se resiste a su ruina, que lucha contra el viento, que avanza por caminos que no llevan a ningún sitio. El éxito de todos los fracasos. La enloquecida fuerza del desaliento... |
En 1961 pasa de la tendencia socio-individualista percibida en "Para que yo me llame Ángel González" a una más histórica. Aparecen en su libro "Sin esperanza, con convencimiento" (1961) poemas que hablan de la guerra civil que, como otros poetas de su misma edad, vivió en su niñez. De ahí que estos poetas nacidos en la segunda parte de los años veinte sean agrupados bajo el rótulo de "niños de la guerra". Son poemas como el titulado "El campo de batalla":
Hoy voy a describir el campo
de batalla tal como yo lo vi, una vez decidida la suerte de los hombres que lucharon muchos hasta morir, otros hasta seguir viviendo todavía. No hubo elección: murió quien pudo, quien no pudo morir continuó andando, los árboles nevaban lentos frutos; era verano, invierno, todo un año o más quizá, era la vida entera aquel enorme día de combate. Por el Oeste el viento traía sangre, por el Este la tierra era ceniza, el Norte entero estaba bloqueado por alambradas secas y por gritos, y únicamente el Sur, tan sólo el Sur, se ofrecía ancho y libre a nuestros ojos. Pero el Sur no existía: ni agua, ni luz, ni sombra, ni ceniza llenaban su oquedad, su hondo vacío: el Sur era un inmenso precipicio, un abismo sin fin de donde, lentos, los poderosos buitres ascendían.
Nadie escuchó la voz del capitán
Nadie enterró a los muertos. Nadie dijo: "dale a mi novia esto si la encuentras un día" Tan sólo alguien remató a un caballo que, con el vientre abierto, agonizante, llenaba con su espanto el aire en sombra: el aire que la noche amenazaba. Quietos, pegados a la dura tierra, cogidos entre el pánico y la nada, los hombres esperaban el momento último, sin oponerse ya, sin rebeldía. Algunos se murieron, como dije, y los demás, tendidos, derribados, pegados a la tierra en paz al fin, esperan ya no sé qué -quizá que alguien les diga: "amigos, podéis iros, el combate..." Entre tanto, es verano otra vez, y crece el trigo en el que fue ancho campo de batalla. |
Ayer fue miércoles toda la mañana.
Por la tarde cambió: se puso casi lunes, la tristeza invadió los corazones y hubo un claro movimiento de pánico hacia los tranvías que llevan los bañistas hasta el río. A eso de las siete cruzó el cielo una lenta avioneta, y ni los niños la miraron. Se desató el frío, alguien salió a la calle con sombrero, ayer, y todo el día fue igual, ya veis qué divertido, ayer y siempre ayer y así hasta ahora, continuamente andando por las calles
gente desconocida,
o bien dentro de casa merendando pan y café con leche, ¡qué alegría! La noche vino pronto y se encendieron amarillos cálidos faroles, y nadie pudo impedir que al final amaneciese el día de hoy, tan parecido pero ¡tan diferente en luces y aroma! Por eso mismo, porque es como os digo dejadme que os hable de ayer, una vez más de ayer: el día incomparable que ya nadie nunca volverá a ver jamás sobre la tierra. |
Los tres libros siguientes inciden sobre los temas ya tratados en "Sin esperanza, con convencimiento": "Grado elemental" (1962) se centra más en temas políticos; "Palabra sobre palabra" (1965) exclusivamente en asuntos amorosos; y en "Tratado de urbanismo" (1967) se funden la Historia con la historia individual del poeta. Este último libro, en opinión del poeta marca el final de una actitud -o etapa- y el nacimiento de otra que nace del convencimiento de la "inutilidad de todas las palabras" pues ellas no han conseguido el cambio, deseado con esperanza primero y entendido como imposible, después. El poema "PREÁMBULO A UN SILENCIO" es muy clarificador al respecto:
Porque se tiene conciencia de la inutilidad de tantas cosas
a veces uno se sienta tranquilamente a la sombra de un árbol
en verano
y se calla.
(? ¿Dije tranquilamente? falso, falso:
uno se sienta inquieto, haciendo extraños gestos,
pisoteando las hojas abatidas
por la furia de un otoño sombrío,
destrozando con los dedos el cartón inocente de una caja de fósforos,
mordiendo injustamente las uñas de esos dedos,
escupiendo en los charcos invernales,
golpeando con el puño cerrado la piel rugosa de las casas
que permanecen indiferentes al paso de la primavera
una primavera urbana que asoma con timidez los flecos
de sus cabellos verdes allá arriba,
detrás del zinc oscuro de los canalones,
levemente arraigada a la materia efímera de las tejas a
punto de ser de polvo.)
Eso es cierto, tan cierto
como que tengo un nombre con alas celestiales,
arcangélico nombre que a nada corresponde:
Ángel
me dicen
y yo me levanto
disciplinado y recto
con las alas mordidas
quiero decir: las uñas
y sonrío y me callo porque, en último extremo,
uno tiene conciencia
de la inutilidad de todas las palabras.
Los tres libros siguientes -"Breves acotaciones para una biografía" (1969), "Procedimientos narrativos" (1972) y "Muestra, corregida y aumentada, de algunos procedimientos narrativos y de lasa actitudes sentimentales que habitual,mente comportan" (1976) - completan esta segunda actitud del que en el momento de publicar por vez primera esta antología personal en 1980 Angel González entendía era su itinerario poético al que, afortunadamente para nosotros, aún faltaban más de 20 años para completarse.
En estos tres libros y los que le siguen y forman parte de esta edición de 1992 hay un marcado tono paródico ("Oda a la noche" por ejemplo), de manipulación del lenguaje que es llevado hasta el chiste ("Eso era amor"), tratamiento poético (o antipoético, según se mire) muy del gusto del poeta, prestando incluso, en algunos poemas, más atención al contenido que a la forma ("Carta"), aunque sin perder jamás el nivel y exigencia poéticos como se percibe en "Pétalo a pétalo" o "Canción triste de amigo". He aquí esos poemas:
ODA A LA NOCHE
Noche estrellada en aceptable uso, con pálidos reflejos y opacidad lustrosa, vieja chistera inútil en los tiempos que corren como escuálidos galgos sobre el mundo, definitivamente eres un lujo que ha pasado de moda. Tras la fría superficie de las calles de luna, el alcanfor del sueño conserva en el armario de la ciudad oscura a los que duermen y no te verán nunca. Yo, sin embargo, te llevo en la cabeza, vieja noche de copa, y cuando vuelvo a casa sorteando imprevisibles gatos y farolas, te levanto en un gesto final ceremonioso dedicado a tus brillos y a mi sombra, y te dejo colgada allá en lo alto —¡hasta mañana, noche!—, negra, deshabitada, misteriosa. ESO ERA AMOR Le comenté: –Me entusiasman tus ojos. Y ella dijo: –¿Te gustan solos o con rímel? –Grandes, respondí sin dudar. Y también sin dudar me los dejó en un plato y se fue a tientas. "CARTA" Amor mío: el tiempo turbulento pasó por mi corazón, igual que, durante una tormenta, un río pasa bajo un puente: rumoroso, incesante, lleva lejos hojas y peces muertos, fragmentos desteñidos del paisaje, agonizantes restos de la vida. Ahora, todo ya aguas abajo -luz distinta y silencio-, quedan sólo los ecos de aquél fragor distante, y tu imagen entera, inconmovible, tercamente aferrada -como la rama grande que el viento desgajó de un viejo tronco- a la borrosa orilla de mi vida. PÉTALO A PÉTALO Pétalo a pétalo, memorizó la rosa. Pensó tanto en la rosa, la aspiró tantas veces en su ensueño, que cuando vio una rosa verdadera le dijo, desdeñoso, volviéndole la espalda: -mentirosa. CANCIÓN TRISTE DE AMIGO Si nuestro reino no fue de este mundo, y sabemos de cierto que no hay otro, dime lo que nos queda, amigo, dime lo que nos queda. Ni siquiera deseos, ni siquiera esperanza; un confuso montón de sueños negros, eso es lo que nos queda, amigo, un confuso montón sólo de sueños. Cada vez más pequeño. Ya cabe en un pañuelo, igual que el llanto. Pero cómo nos pesa, amigo, pero cómo nos pesa. Más cuanto menos. |
Te felicito por esta entrada. Angel Gónzalez me encanta. Disfruto mucho leyendo sus poemas. Gracias.
ResponderEliminarQué leamos mucha poesía, siempre.
Un beso
Un excelente poeta del que no se habla mucho.
EliminarUn abrazo, Maite
Precioso post, un buen poeta el elegido ¿Qué es la Vacuidad si no un corazón sin poesía?
ResponderEliminarUn besito.
¡Qué bella frase, Pelipequirroja!
EliminarUn beso
Gran elección para celebrar este día, ha sido un placer leer tu entrada.
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte por aquí. Me encanta que mi entrada te haya gustado, amiga.
EliminarDentro de lo poco de poesía que soy. Angel González me gusta. Cada vez que he oído un poema suyo, me ha gustado mucho. Los que tú pones son preciosos, sobre todo el de los días de la semana y el de la rosa, y el del rímel...
ResponderEliminarUn precioso homenaje. Y un precioso regalo. Gracias.
Un beso.
En algunos se nota su gran sentido del humor. Me encanta su ironía no exenta de crítica, desde luego.
EliminarUn beso
Hola Juan Carlos,
ResponderEliminarNo soy mucho de poesía y no conocía a Ángel González, me ha gustado mucho descubrirlo a través de esos versos que compartes y ese vídeo que es un placer escuchar. Creo que es un fantástico homenaje a ese día de la poesía.
Un beso
El vídeo en el que el mismísimo Ángel González lee su poema en el que habla de sí mismo es fantástico. Ya me gustaría a mí leer como él hace. Bueno y de escribir no te digo nada... ¡¡Me encantaría!!
EliminarBesos, Conxita