11 dic 2025

Rafael Soler: La pistola de mi padre

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«La vida está llena de encrucijadas, caminos distintos, giros de guion que te obligan a decidir y pagar luego las consecuencias, o disfrutarlas. Porque vivir es decidir, aunque no quieras, que esa es otra, cuando es la vida quien decide por ti y apáñate, merluzo, que tiempo has tenido y la mano viene fuerte.»

Rafael Soler en La pistola de mi padre, su última novela, cuenta la relación entre los miembros de una familia: los Cortázar. Una familia formada por el padre, Aníbal "El Jefe", la madre, doña Rosario, y los dos hijos tenidos en común: Carlos, el mayor, divorciado de Esperanza con quien tuvo a las mellizas, e Isabel. Estos dos hijos tienen veleidades escritoras: Carlos quiere ser escritor, hacer por fin una novela aprovechando los episodios de su propia familia, e Isabel, que padece de bipolaridad, es una escritora secreta que en su "Diario", escrito por recomendación médica, hace gala de innovaciones y libertad creativa.

Como sinopsis poco más cabe decir de esta novela. Quizás, el mejor resumen y breve análisis crítico de la obra sea el que figura en la contraportada del libro realizado por el escritor Luis Landero quien, en palabras de Manuel Turégano Moratalla, es  «el mejor lector de Rafael Soler»:
«La pistola de mi padre es la historia de una familia contada por un narrador insólito. Pero los asombros que nos reserva su lectura no están solo en el decurso de la fábula sino en cada capítulo, en cada página y cabe decir que en cada línea. Su prosa creativa, plena de hallazgos expresivos, la esgrima verbal de los diálogos, la sorprendente variedad de recursos narrativos, la originalidad y fuerza de los personajes, el ritmo narrativo sostenido y vibrante, y el condimento de un humor que es también exclusivo de este escritor extraordinario, convierten La pistola de mi padre en una obra excepcional.»
Estamos ante una obra coral, una novela de personajes en la que cada uno, desde su posición, aborda la realidad social y familiar de ahora y de ayer. La familia Cortázar vive su cotidianidad, su normalidad, dentro del contexto español e internacional. Dicho contexto viene marcado por unas fechas esenciales:  11 de septiembre de 2001, atentado yihadista contra las Torres Gemelas neoyorquinas, marca el presente de la historia que se relata. Desde ese presente se cuenta la vida de esta familia con frecuentes vueltas atrás cuyas fechas esenciales son: 23 de febrero de 1981, intento de golpe de estado en España; 15 de junio de 1977, primeras elecciones democráticas tras la muerte de Franco; 21 de diciembre de 1959, día en que los Cortázar llegan a Madrid procedentes de Castellón coincidiendo con la visita que en idéntica fecha está realizando el presidente norteamericano Ike Eisenhower. 

Son cinco los personajes de esta novela que intervienen activamente en la trama y uno que, ausente, condiciona o ha condicionado no poco la vida de la familia. El ausente es Roberto, el tío Roberto, hermano de Aníbal y cuñado de Rosario.

El Jefe, Aníbal o Atila como lo llama su mujer en ocasiones, es un personaje cautivador, un padre normal. Diría yo que es un buen padre que hace todo lo posible y hasta lo imposible por sacar adelante a su familia: abandonará Castellón y su profesión de vendedor de colchones por la costa mediterránea desde Castellón a Gerona para trasladarse a Madrid y abrir un bar, El Cafetal, siguiendo las locuras de su embaucador hermano Roberto. En un tiempo (la época del presidente Adolfo Suárez y la transición), Aníbal llegó a ser asesor de políticos a los que hacía discursos y cosas así.

Rosario es una madre abnegada, que desea que su hija Isabel retorne a la casa familiar de la que está ausente por haber sido ingresada una temporada en el frenopático. Entiende a su marido, a pesar de que la haya engañado alguna vez, lucha por que su hijo Carlos y su marido se reconcilien y dialoguen, que hablen. En secreto graba cintas donde vierte sus deseos y preocupaciones.

Carlos es un divorciado reciente. Su esposa Esperanza le echa en cara sus infidelidades y la escasa atención que hace a sus hijas mellizas. El desea hacerse escritor, pero lo más que ha escrito son relatos. Escribe bocetos de escritos aprovechando informaciones y sucesos familiares.

Isabel es la díscola de la familia. Sufre trastorno de bipolaridad que le hace estar desinhibida y soltar lo que de verdad opina. No tiene pudor alguno en ese sentido. En 2001, el presente desde el que se relata, está ya en una edad que le hace sentir que la maternidad pasó de largo. Me ha recordado mucho en su relación con Rosario y en sus manifestaciones por escrito al Leopoldo María Panero de la película "El desencanto" de Jaime Chávarri. Canta las verdades del barquero a todos. Isabel, Isabelita, es una «cuerda de atar», igual que lo eran Panocha, Pulga, Tomás, Coronel, Rocky y Carmina, los protagonistas de Necesito una isla grande, la novela inmediatamente anterior a La pistola de mi padre.

Tío Roberto aparece siempre citado en las partes narradas. Es un vividor, un embaucador, un canalla cautivador, que aparece y desaparece de la vida de los demás según a él le vaya en ella.

La historia que cuenta la novela se organiza en 31 capítulos que, salvo los dos o tres últimos, presentan la siguiente estructura: 
  • Diálogo vivo y directo entre personajes. Esta parte dialogada directa  ('esgrima verbal', la denomina Luis Landero) no presenta acotación narrativa alguna. Se desarrolla a lo largo de nueve horas del  día 11 de septiembre de 2001, desde el mediodía hasta el momento en que Aníbal va apagando las luces de la casa y deseando un buen descanso a su mujer e hijos. El 11-S, el día que de verdad dio comienzo el siglo XXI, es el fondo contextual de la historia narrada. 
  • Una parte narrativa contada por un "narrador insólito" landeroniano (el quinto personaje),  cuya identidad yo no desvelaré aquí, pues pienso que su descubrimiento por parte del lector es parte esencial del disfrute de esta novela. Quién sea este insólito narrador hace que, cual si se tratase de un domestic noir típico de la gran Agatha Christie, la mente de los lectores vaya adscribiendo y de seguido desechando posibles narradores. Sólo diré que este sorprendente relator forma parte de la familia desde hace unos sesenta años.
  • Las cintas de Rosario. La madre y esposa abnegada expone en ellas sus dudas ante la vida familiar, sus deseos ocultos, en definitiva... sus secretos más íntimos. 
  • El Diario de Isabel. Es realizado por Isabel, Isabelita, la hija del matrimonio que sufre periódicamente de episodios psiquiátricos que la llevan a pasar temporadas ingresada en el frenopático. Lo escribe como terapia por recomendación de los facultativos que la atienden. 
  • Los relatos de Carlos y lo que su preparación y realización conlleva: toma de notas para escritos posteriores, esbozo de guiones cinematográficos, borradores de relatos literarios, poemas... 
De gran interés y gran acierto me parece la manera utilizada por el novelista para transitar de unas a otras partes en estos capítulos. Lo hace al estilo del juego de las palabras encadenadas. Quiero decir que aprovecha la alusión a un hecho o a un personaje realizada al final de una para dar paso con ello a la siguiente. Así, dentro de su complejidad, el relato fluye de modo natural.


Sobre el estilo de Rafael Soler reconocible en esta novela poco puedo añadir a lo ya dicho por mí aquí en las reseñas de otros títulos suyos. Tanto los innovadores y sorprendentes procedimientos utilizados en las novelas anteriores a su entrada en pausa, o sea las escritas hasta 1985, cuanto en las que siguieron a El último gin-tonic, el libro con el que en 2018 el autor retornó en narrativa de su voluntario silencio literario, se encuentran en La pistola de mi padre. Señalaré algunos, pero remito a mis reseñas de sus anteriores novelas para entender mejor la maestría novelística de este valenciano radicado en Madrid. 
  • Hibridación y mezcla de géneros literarios: Rompe Soler con la dictadura de la norma señalada tradicionalmente para las narraciones. Así, en la novela, como ya he dicho al hablar de la estructura de los capítulos, mezcla sin solución de continuidad procedimientos discursivos: lo  dialógico, la narración, la descripción, la reflexión del ensayo, lo propio del teatro y también alguna que otra muestra estrófica poética. 
  • Libérrimo empleo de los signos de puntuación. Esta innovación, típica en sus primeras novelas, reaparece en La pistola de mi padre. Rafael Soler gusta de un lector activo, un lector que se esfuerce en la inteligibilidad de lo que tiene ante él constituyéndose en coautor de lo leído. Asimismo realiza muchas veces mezcla de planos discursivos y de temporalidades narrativas. Una muestra de estos procedimientos puede verse en esta cita:
«En aquellos años nuestros por los madriles, prohibido el juego pero no me cuente usted monsergas que aquí nos tiene a su servicio, tenía la ciudad esa pátina gris de las ciudades con poca esperanza, chuzos de sereno abriendo los portales, kioscos con la noticia del día en titulares de acarreo, reuniones en cafés para cambiar cuanto había por cambiar, que mucho era, discretos confidentes infiltrados para mejor salud del Régimen, que esa era la palabra, el Régimen a mayor gloria de don Francisco, todo termina algún día, mucha fuerza, confiemos.»
  • Metaliteratura. En esta novela el proceso de creación es muy visible en Carlos, alter ego de Rafael Soler. Sirva de muestra la cita siguiente, cuando realizando el esbozo de un futuro relato el personaje reflexiona sobre su propia manera de escribir:
«Tres zangolotinos a por todas cuando que llega un tal Garrido, y a remar tocan.
La vida como apuesta, el riesgo de vivir sin causa. Siempre aparece un Garrido para giros de guion cuando estás en lo mejor. Porque siempre estamos sin saberlo en lo mejor de lo peor.
Anda, machote, cuéntanoslo sin esos trabalenguas tan tuyos que se van por las ramas.
»
  • Procedimientos narrativos diversos. Como es habitual en él, Rafael Soler en sus novelas utiliza múltiples técnicas narrativas como el flujo de conciencia, el monólogo interior, la mezcla de planos discursivos, la mezcla de temporalidades narrativas, etc. Quizás sea el personaje de Isabel el que más innovaciones formales incorpore a través del Diario que le ha recomendado escribir el doctor Palanganas
➢«Está bien escribir lo que te viene, así, sin pensarlo,  y ya lo leerás más tarde a ver qué encuentras. Un caballo, por ejemplo. Que vaya si me gustaría ser caballo, y Palanganas con su cara de gilipollas, atiza, que no se lo esperaba pero es mi única verdad verdadera. [...] (Sábado 29 de noviembre, creo)»
«Este texto lo ha escrito una cristiana española y protestante con una biblia protestante [...]  Yo me deslizo vacua por las sendas del pecado y la misericordia.
Directamente de las homilías católicas. 
Con la biblia de Matusalén.
Biblia oficial de todos los teólogos católicos.
He dicho Jerusalén. [...] (Noviembre de los metales. 1996
«Donde esté quien todos sabemos pastoral, cn su pan se lo coma.
Mi pan, no. Mi pan es el baile tetas de cristal, miradme, de monja puterío esclava.
Hablo en serio. (Octubre de si te veo no me acuerdo. 1997)»
  • Culturalismo: Cine y Música.
  • El Cine.   El autor muestra en La pistola de mi padre el aprecio y la influencia que en toda su obra tiene el Cine. Alusiones al séptimo arte vemos en Isabel cuando en su Diario se refiere a su padre con la frase del personaje Darth Vader de Star Wars («A mí me hizo mucho daño Dark Vader con eso de yo soy tu padre»), o cuando hablando de las Olimpiadas de Barcelona dice «les veo venir Blade Runner de lejos aunque disimulen con bombín, o en bicicleta. Barcelona estará llena de replicantes modelo 82, que es cuando salieron a la luz de las pantallas inocuas, y siguen.» Así mismo, en uno de los relatos ideados por Carlos, podemos leer en una especie de metaficción Cine-Literatura lo siguiente:
«Si fuese una película, plano general con zoom de los dos camaradas. Papá pegado al suelo, hasta que la cámara se acerca mostrándonos su rostro asustado.
[...]
Si fuese una película, plano con zoom muy lento, que nos muestra a las dos cabezas acercándose, con mucho esfuerzo y mucha dificultad, pero acercándose»
 
  • La música. Existe la música popular que escucha Isabel a quien los Shadows le encantan y que casi casi pasan a ser unos personajes más en las partes donde ella interviene. Por otra parte la musicalidad es inherente a la prosa de Rafael Soler, algo lógico dada su condición de poeta. La cita anterior en la que los párrafos se inician con la misma secuencia sintagmática puede servir de ejemplo -mínimo, sin ninguna duda- de lo que señalo. Y no puedo obviar dentro del capítulo de la musicalidad y poeticidad, el gusto del autor por el vocabulario popular, los refranes y las frases proverbiales. Están por doquier: "salabre", "y vuelta la burra al trigo", "lo primero es antes", "la pera limonera", "se te ve el plumero ", "lo que no suma, resta", "la misma que viste y calza", "que no te enteras, Contreras", "me las piro vampiro"... Contribuyen estos paremias a inocular en el relato frescura y un evidente tono vivo y ameno que hace que La pistola de mi padre se lea con agrado y satisfacción.
  • Humor. Quiero finalizar esta reseña, que está siendo ya más larga de lo que conviene, con una referencia al humor que hay en la novela. Es un humor elegante, yo diría que natural; no radica en el chiste chocarrero o la expresión burda que busca la carcajada. No, para nada. El humor que hay en esta novela es sutil y podría decirse que envuelve toda la narración. En mi opinión el principal elemento que, tras finalizar la lectura, nos dibuja en los labios una sonrisa, es el deliberado ocultamiento y consiguiente suspense sobre quien sea el narrador; el autor no lo desvelará hasta casi el final del relato, a falta tan sólo de 20 ó 30 páginas. Este juego con los personajes y con el propio lector es inteligente y sin duda ingenioso. Luego estaría el humor derivado de los diálogos entre los miembros de esta familia; de puro normales y reconocibles que son ambos -los Cortázar y sus palabras- también nos hacen sonreír.
  • Rafael Soler y Luis Landero en febrero de este año en la SGAE en la presentación de La pistola de mi padre

    A mí, sin  lugar a dudas, lo que más gracia me ha hecho es un chiste privado, un guiño que hace Rafael a su propia vida real. Está el mismo situado en una nota que su alter ego, Carlos, realiza en el capítulo 26 de la novela al final de un escrito suyo que titula «Tratamiento de guion para un corto que merezca ese nombre». Allí podemos leer: «OJO: ¿Se venden armas en un mercadillo? Lucía dice que no. ¿Cambiar a tienda de anticuario?»

    Como lector seguidor de Rafael Soler entiendo que Lucía es una referencia directa, un deliberado homenaje, a su propia esposa Lucía. Además del toque emotivo y muy humano, lo que revela la cita es la manera que tiene el novelista de entreverar con sutileza y perfección la realidad con la ficción. Precisamente, el humor sirve muchas veces para dar ese salto, para romper esa línea roja, para demostrar que ficción  y realidad son caras de la misma moneda. 

    Finalizo ya
    Esta dualidad realidad - ficción y el tránsito que entre ellas se realiza hacia un lado y el otro es patente en la analogía que en La pistola de mi padre se establece entre la Historia y la historia familiar. Así tras una conversación entre Carlos y Aníbal a propósito de las elecciones habidas en España en 1986 y en las que El Jefe colaboró con el partido de Suárez, el narrador insólito reflexiona sobre la Historia y sus personajes reales (Alfredo Fraile, Chus Viana, Adolfo Suárez, Alfonso Guerra...) y los de la propia historia familiar de los Cortázar calificando a cada uno de los cuatro personajes de ficción (El Jefe, Rosario, Carlos e Isabel): 

    «La Historia es un bazar donde no siempre encuentras lo que buscas, por grande que sean necesidad y empeño. [...] La Historia, mal que bien, es asunto de vencedores, y su revisión tarea de vencidos cuando la oportunidad asoma.
    [...]
    Todos somos también el personaje que vestimos al salir de casa para no defraudar a los demás, y de personaje a personaje en el camino queda lo que realmente eres y nadie sabe»