25 jul 2025

Manuel Machado, el hermano de Antonio

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Alfonso Guerra, comisario de la exposición Los Machado

Disfruté mucho viendo en la sede de la RAE en Madrid la exposición "Los Machado. Retrato de familia", que se cerró el pasado día 29 de junio. La exposición llegó a la capital tras su paso por Sevilla y Burgos, Concretamente la muestra se inauguró el 21 de octubre de 2024 en la antigua Fábrica de Artillería de Sevilla y siguió a comienzos ya de este año en la Sala de Exposiciones Pedro de Torrecilla en Burgos (Fundación Círculo Burgos). El motivo de estas dos primeras localizaciones es que los dos poetas Machado, Manuel y Antonio, nacieron en Sevilla en los años 1874, el primero, y 1875, el segundo. Se cumplen, pues, este año 2025 y el anterior, 150 años del nacimiento de uno y otro. En cuanto a Burgos, la razón principal de que la muestra recalara allí antes de su llegada a Madrid no es otro que el que fue en esta ciudad donde definitivamente el destino hizo que los dos hermanos se separaran definitivamente dado que el estallido de la Guerra Civil de 1936 encontró a Manuel en la ciudad burgalesa y a Antonio en Madrid; estas dos ciudades quedaron adscritas respectivamente a uno y otro bando de los dos en liza siendo imposible la comunicación entre ambos hasta 1939, año en que Antonio moriría exiliado en Colliure (Francia). 

La exposición comisariada por Alfonso Guerra me pareció interesante por el buen número de documentos, manuscritos, cartas, primeras ediciones bibliográficas, fotografías, material hemerográfico, obras plásticas y objetos personales que explicaban los orígenes literarios de los hermanos y su recorrido vital y creativo. Se parte del legado familiar: la pasión por lo científico y la naturaleza del abuelo Antonio Machado Núñez, la querencia por los cuentos y romances de la abuela Cipriana Álvarez Durán o el gusto por el folclore o el mundo popular del padre Antonio Machado y Álvarez "Demófilo". Y tras este legado se mostraba la trayectoria en paralelo, muchas veces coincidente, de ambos hermanos, organizada en ocho apartados: 
  1. La infancia (1874-1883), centrada en la vida doméstica, las influencias de los abuelos y el padre en la futura obra de los Machado
  2. La adolescencia (1883-1893), que relata el traslado a Madrid, la formación en la Institución Libre de Enseñanza, y la muerte del padre y del abuelo 
  3. La juventud (1893-1907), marcada por las tabernas y la cultura popular en la que se sumerge Manuel, y la estancia en París de ambos hermanos 
  4. El viaje (1907-1912), que repasa la separación, el inicio de la vida profesional y el periodo en Soria de Antonio
  5. La madurez (1912-1919), en la que se analiza el duelo de Antonio por Leonor y el casamiento de Manuel 
  6. El regreso (1919-1936), con el destino en Segovia, luego en Madrid, de Antonio y la Real Academia Española de fondo. Manuel como funcionario por oposición y periodista de diversos medios.
  7. La guerra (1936-1939), que relata el inicio de la contienda y las repercusiones en la familia, y 
  8. Colliure (1939), fundamentada en la muerte y el exilio.
Como no podía ser de otro modo la figura preeminente de la muestra era la de Antonio. Pero a mí me  resultó más interesante, por menos sabido, la luz que la misma lanzaba sobre Manuel, autor que al haber quedado por azar durante la GC en zona nacional suele ser adscrito a dicha ideología cuando como bien se destaca en la expo y puso de manifiesto el comisario de la misma en cuantas entrevistas le hicieron antes y mientras estuvo abierta no había tal ya que los hermanos eran uña y carne literaria, social y afectivamente. Como muestra, Alfonso Guerra destacaba la anécdota del argentino Jorge Luis Borges cuando, recabada su opinión sobre el poeta Antonio Machado, respondió: "¡Ah, no sabía yo que Manuel tenía un hermano!" con lo que quería destacar la altura e importancia literaria del hermano menos conocido popularmente, Manuel. 

Manuel Machado, Exposición sobre Los Machado
Yo, aunque conocía muchos de los poemas de Manuel que junto a otros de Antonio ilustraban los muros de las dependencias de la RAE donde estaba  ubicada la exposición, llamaron mucho mi atención otros desconocidos para mí. Salí, pues, de la Real Academia con el decidido propósito de penetrar más a fondo en la poesía del primogénito de los Machado. Busqué en librerías títulos suyos y apenas si todo se reducía a las colaboraciones teatrales realizadas en comandita por ambos hermanos y a alguna antología que recogía poemas de uno y otro, con preeminencia siempre del autor de "Campos de Castilla"; sólo un voluminoso libro, las "Poesías Completas", editado por Renacimiento en 2019 aparecía en todas ellas. E igual sucedía en las bibliotecas públicas: apenas nada de Manuel y sí, todo, de Antonio. Yo buscaba una antología de su poesía, y aunque las hay (una publicada por Alianza editorial en 2016, otra por editorial Río Nuevo en 1982, otra más por Edaf en 2003, y quizás la que yo buscaba también publicada por editorial Renacimiento con el título de "Yo, poeta decadente" en 2013) es evidente que los bibliotecarios encargados de las compras no habían sentido la necesidad de adquirir ejemplares de Manuel Machado. Sólo en una biblioteca municipal cercana a mi domicilio pude tomar en préstamo un ejemplar que contiene los tres primeros títulos dados a la imprenta por el poeta. Se trata de sus poemarios "Alma" (1902), "Caprichos" (1905) y "El mal poema" (1909).

Mi gran primera sorpresa al ponerme con el libro fue observar que la nota biográfica realizada por Rafael Alarcón Sierra, encargado de la edición crítica de estas tres publicaciones que en el año 2000 publicó la editorial Castalia, difería muy poco, si es que difería en algo, de lo que el comisario de "Los Machado. Retrato de familia" decía en la página web dedicada a promocionar la muestra. Quizás, pensé, había yo arribado a las fuentes del Nilo que sirvieron al político, entusiasta machadiano, para organizar y dar contenido a esos ocho apartados en que la expo quedó definitivamente conformada. En cualquier caso he de decir que la introducción biográfica y crítica que hace Alarcón Sierra es magnífica. 

Antonio Machado, Modernismo, Simbolismo
He disfrutado mucho leyendo los poemas de cada uno de los poemarios. Los dos primeros, "Alma" y "Caprichos" están claramente alineados con el simbolismo y el modernismo. Los influjos del maestro mágico, liróforo celeste y de quien así lo calificó en el hermoso responso que le dedicó a su muerte en 1896 son más que evidentes. Como le sucediera a Antonio la primera estancia de ambos en París en 1899 poéticamente fue muy fructífera para los dos hermanos y eso se nota en "Alma" (1902) y "Caprichos" (1905). A "Alma" pertenecen esos dos poemas tan sabidos y conocidos de Manuel Machado, Adelfos (Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron) y Castilla (El ciego sol se estrella / en las duras aristas de las armas), pero también destacan el que dedicara a Francisco Giner de los Ríos titulado Felipe IV (Nadie más cortesano y pulido / que nuestro rey Felipe, que Dios guarde / siempre de negro hasta los pies vestido) dentro de una sección poética llamada 'Museo' y especialmente para mí el titulado Cantares que figura en tantos libros de texto como ejemplo de lo que en el 98 fue la fusión del simbolismo con la veta popularista al mostrar una Andalucía modernista, íntima y melancólica. La copla, su ritmo y su expresión tan caros al cante hondo, está presente en este poema. 

Son precisamente esas coplas y esos cantares los que en el poemario "Cante Hondo" publicado en 1912 dignificará reconociendo su importancia y su poeticidad intrínseca emanada del propio pueblo que los hace, los pule, los canta, los hace suyos aunque ellos no sean sus autores tal y como en hermoso poema contenido en ese poemario y titulado La copla expresa el propio poeta: 
Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.

Tal es la gloria, Guillén,
de los que escriben cantares:
oír decir a la gente
que no los ha escrito nadie.

Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.

Que, al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad.

En el poemario "Caprichos" el poeta prosigue en su línea modernista y simbolista aunque comienzan a aparecer poemas más unidos a la propia experiencia vital del escritor. Era Manuel Machado hombre vividor, asiduo de los tablaos y cliente asiduo de alguna que otra casa de mancebía donde tenía sus preferencias y alguna que otra amante. A ellas, a la mujer en general (Mujeres) y a varias en particular (Mimí, la modelo, Rosa, Ruth...) dedica una buena parte de las coplas, madrigales y cantares que forman el poemario. Un poemario que no fue tan bien recibido como el anterior pues se le achacaba cierto continuismo con éste y un mucho de frivolidad debido a esos Pierrots, Arlequines y Colombinas tan artificiosos que invaden algunos de sus poemas. A mí personalmente el poema Vísperas (Era una tarde quieta / de paz. La plazoleta, / solitaria, / [...]) en el que el poeta introduce en su poesía la cotidianidad es con mucho el que más me ha gustado de este segundo libro, quizás -casi seguro que por ello- por su parecido con Recuerdo infantil de su hermano Antonio (

Manuel Machado, Poesía neopopular, Generación del 98
Una tarde parda y fría / de invierno. Los colegiales / estudian. Monotonía / de lluvia tras los cristales. [...]).

"El mal poema" aparecido en 1909 representa ya definitivamente el inicio de la ruptura con el modernismo aunque no con el simbolismo de Verlaine de quien, en el fondo, viene a tomar el título del propio libro. Manuel Machado estaba seriamente dolido con las críticas que recibió Caprichos cuyos poemas fueron tildados de malos por los asuntos y también, dijeron algunos comentaristas, por defectos en la medida y ritmo de algunos versos. Se revuelve, pues, el poeta contra sus detractores y se reivindica como creador de una obra original y distinta que nace de la propia vida, de la suya, de sus experiencias, de su verdad. Así lo muestra en varios poemas:

    MI PHRINÉ

No es cinismo. Es la verdad:
yo quiero a una mujer mala,
fuera de la sociedad.
Una déclassée, lo sé;
pero... ¿la conoce usté?
¡No! Pues, bueno;
sea usted bueno y cállese,
que es el saber más profundo,
y nadie diga en el mundo
de este agua no beberé.
[...]

 

YO, POETA DECADENTE...

Yo, poeta decadente,
español del siglo veinte,
que los toros he elogiado,
y cantado
las golfas y el aguardiente...,
y la noche de Madrid,
y los rincones impuros,
y los vicios más oscuros
de estos bisnietos del Cid:
de tanta canallería
harto estar un poco debo;
ya estoy malo, y ya no bebo
lo que han dicho que bebía.

Porque ya
una cosa es la poesía
y otra cosa lo que está
grabado en el alma mía...

Grabado, lugar común.
Alma, palabra gastada.
Mía... No sabemos nada.
Todo es conforme y según.

La idea estoica y existencial de la vida como camino, como peregrinaje hacia su final, presente en poemas de Antonio Machado también se ve en "El mal poema". Así, en la poesía titulada El Camino, el estribillo que abre y cierra la canción dice así: Es el camino de la muerte. / Es el camino de la vida...) y el poema enigmáticamente encabezado con un signo de interrogación reza:

                ?

Peregrino, peregrino,
que no sabes el camino,
¿dónde vas?

Soy peregrino de hoy,
no me importa donde voy;
¿mañana?...¡Nunca, quizás!

Admirable peregrino,
todos siguen tu camino.

Por último, señalar que es en este poemario donde Manuel Machado se abre más decididamente a un costumbrismo popularista más ciudadano, más cosmopolita, especialmente en la última sección del libro que titula 'Voces de la ciudad'. En ella aparecen poemas como el titulado A la tarde en el que canta la vida dura y sencilla de las mujeres que se van incorporando al mundo de las fábricas y talleres bajo la, siempre concupiscente, mirada viril (Las chicas son de los talleres / que han terminado la labor... / Dulces capullos de mujeres / a los golosos del amor / [...] Acaso es triste, pero es bello / el verlas siempre sonreír / sin más oro que el del cabello / ni más ventura que vivir / [...]).

Manuel Machado, Verlaine, Rubén Darío
En fin, para concluir declararé mi completa satisfacción con la lectura de estas tres primeras obras del hermano de Antonio, un poeta como la copa de un pino que merece más aprecio y mucho más renombre que el que tiene pues, como bien recordaba Alfonso Guerra en las entrevistas y en la propia muestra "Los Machado. Retrato de familia" pude apreciar, él y su esposa sufrieron hostigamiento, incluso prisión durante unos días, en Burgos por parte de los facciosos que se habían levantado contra el orden constitucional. Fue liberado por los oficios de familiares de su esposa y tuvo que escribir algunos poemas de elogio al levantamiento. Sí, así fue, pero como dice el comisario de la exposición tanto Manuel como Antonio eran partidarios de la libertad y de la libre decisión del pueblo; o sea que si en 1931 los españoles habían elegido República pues bienvenida sea, y si no lo hubieran hecho también habrían respetado su decisión. Sí es verdad que Antonio expresó de viva voz y por escrito su adhesión al nuevo Régimen y Manuel no, si bien este último escribió una letra para el himno republicano y los dos hermanos una obra de teatro, 'La diosa Razón', en la que señalaban los peligros que estaba corriendo la misma. En ambos siempre primó la libertad por encima de cualquier consigna. 

16 jul 2025

Bernhard Schlink e Hisashi Kashiwai (A pares XLV)

12 comentarios:
Durante el verano las lecturas que realizo son más imprevisibles, menos meditadas. Quiero decir con esto que no sigo orden alguno en ellas, sino que salto de unas a otras de modo caprichoso. La ruptura de la rutina provocada por viajes, visitas de familiares, atención a hijos y nietos, etc. hace que me sea difícil seguir debidamente el orden establecido en mi lista de próximas lecturas. El descanso se impone y forma parte también de él esta anarquía. Pese a todo procuro realizar lecturas de calidad, pero que no exijan de mi parte en exceso. Este exordio es la manera que tengo de justificar la unión en este A pares de dos libros bien distintos, bien diferentes; podría decir que sólo tienen en común el fondo amarillo de las respectivas portadas que la editorial Salamandra para el que comento en segundo lugar y Anagrama para el que le precede tienen como seña empresarial. 
 



"La nieta"

« —¿Habrías venido a mi Jugendleite si te hubieran invitado?
Le explicó que era una fiesta para despedirse de la infancia y entrar en la vida adulta para la que se asignaba una tarea; la familia, los amigos y compañeros formaban un gran círculo y se sentaban en alfombras alrededor del fuego. Era una fiesta con canciones y lemas, y, para concluir, una bofetada: despedirse de la infancia duele; en la ceremonia en la que se armaba a los caballeros también se les daba una bofetada.
»


Bernhard Schlink, literatura alemana actual
La primera novela de Bernhard Schlink que leí allá por el año 2009 fue El lector (en 2013 escribí en este blog una reseña sobre ella). Me encantó el libro. Realicé su lectura a raíz de la visualización de la magnífica película que, protagonizada por Kate Winslet, David Kross, Ralph Fiennes, etc., hizo sobre la misma el director británico Stephen Daldry.  Tras este primer acercamiento a la Obra del escritor y jurista alemán varios años después cayó en mis manos Olga, novela aparecida en 2018 que leí con sumo gusto en 2021 y de la que también dejé reseña escrita en este blog.

La nieta,  como casi todo lo que este buen escritor, además de juez federal en su momento, ha escrito me ha satisfecho plenamente. He comprobado que a 
Bernhard Schlink son los temas relativos a la convivencia entre alemanes, a las relaciones entre alemanes occidentales y orientales, al resurgir con fuerza del nacionalismo de extrema derecha, los que le preocupan y de los que habla fundamentalmente en sus libros. 
En La nieta vemos hecho realidad el dicho español de "los extremos se juntan". Curiosamente los jóvenes educados bajo la férrea mano del socialismo real en la extinta RDA serán fundamentalmente quienes alumbren y sostengan a los nuevos grupos de neonazis que con fuerza progresan y campan a su gusto en la Alemania unificada actual.  Esta es la gran paradoja, que los nietos de los educados en el comunismo de la República democrática alemana vayan con el paso de los años a engrosar grupos neonazis alemanes de la actualidad como  «el Partido Nacionaldemócrata y Alternativa para Alemania, los nacionalistas autónomos, el Movimiento Identitario, la Liga Artaman, los nacionales, sus colonias y las zonas liberadas y también sus organizaciones juveniles y de mujeres». 

Personalmente he aprendido mucho leyendo esta novela. Me he enterado de cómo los movimientos de ultraderecha alemanes, como ya he dicho, deben no poco a los años de socialismo real en la extinta RDA, lo que para nada exculpa a la RFA si bien la democracia de ésta abre más los ojos y las mentes de los ciudadanos. En La nieta asistimos al encuentro entre un abuelo (más bien abuelastro) y la nieta (o sea, nietastra para él) de su fallecida mujer. ¿Por qué han estado separados? ¿Cómo lo recibe Ingrun, la nieta? ¿Qué evolución tendrá esta adolescente que ha vivido en el seno de una familia ultranacionalista al topar con la cultura abierta y libre de Occidente? Todo esto es lo que mantiene viva la atención del lector en este buen libro de Bernhard Schlink

Como todo lo suyo está muy bien escrito. Quizás una pega le pondría a la novela: a veces me ha parecido estar leyendo un libro de texto o de autoayuda en el que prima lo políticamente correcto sobre cualquier otra cosa. Pero, también he de decirlo, tal sensación sólo la he tenido en momentos puntuales muy concretos. Al final, el novelista sabe dar un giro narrativo más que interesante al relato que me ha hecho olvidar lo anterior. 

En cuanto a lo puramente formal estamos ante una novela que se está construyendo ante nuestros propios ojos. Kaspar, principal protagonista de la misma encuentra a la muerte de su esposa Birgit fragmentos de la novela que ésta llevaba escribiendo durante los últimos veinte años. Por ella se entera de que Birgit, que con la ayuda de Kaspar escapó de Berlín Oriental en 1965, dejó en la RDA una hija recién nacida. Kaspar decide ir en su búsqueda. La hija se llama Svenja, está casada con Björn y viven dentro de una comunidad rural de ideología derechista ultraconservadora. Cuando va a verlos se entera de que tienen una hija, Sigrun. Esa es la nieta protagonista de la novela. El plan que la propia Birgit había ideado para su novela es la que tiene el libro que tenemos en nuestras manos:
«Así imagino mi novela:

Primera parte: Yo
Infancia y juventud, Leo, Kaspar, el parto, los años de aprendizaje y la librería, la India, orfebre, cocinera, el camino hacia la escritura, la escritura como búsqueda.

Segunda parte: La búsqueda
La búsqueda de Paula, la conversación con ella, los viajes, seguir las pistas, las escalas.

Tercera parte: Ella
»
Y como corresponde el narrador en la primera parte es el 'yo' de la propia Birgit, autora de los fragmentos novelísticos que Kaspar ha hallado a la muerte de ésta. A partir de esta lectura que conforma en esencia la Primera parte de la novela en las otras dos el narrador pasa a una tercera persona objetiva. 

Si Kaspar es personaje esencial en este relato, Sigrun es sin duda alguna el centro de la novela. Asistimos a través de los ojos de su abuelo a la evolución de ella, una niña de trece años cuando la conoce, adolescente de quince cuando comienza a pasar alguna temporada con él y finalmente mujer mayor de edad que toma las riendas de su propia existencia. En este sentido, en definitiva La nieta es un bildungsroman, una novela de iniciación, de aprendizaje en el que una adolescente busca su propio camino entre las más de mil influencias (buenas, malas y regulares) con las que va topando en el mundo que está viviendo. 

Bernhard Schlink, literatura alemana
Subyace en
La nieta una tesis, la de que la cultura (música y literatura fundamentalmente) es la llave para salir del oscurantismo ideológico. El culturalismo es la luz que, como pensaban los ilustrados del siglo dieciocho, abre las mentes y da opciones de elegir; en definitiva está en la base de la democracia auténtica. Esta es la gran tesis, si bien el propio Schlink es consciente de que el disfrute de la belleza también anida en el alma de seres crueles como en algunos ídolos nazis de Sigrun («No hay que preocuparse por nadie que vive la música de esa manera, pensó, hasta que recordó a Hans Frank y luego a Irma Grese»). O sea que Sigrun, pese sus buenas cualidades como pianista y amor por la música en general y también por la buena literatura, aún no estaba a salvo a ojos de Kaspar de la ideología que la tenía subyugada. 

De sumo interés me parece la reflexión que la nieta hace a su abuelo sobre el supremacismo que ella cree ver en Kaspar:
«—Tú nos desprecias. Piensas que somos tontos, que nos equivocamos en todo, que con nosotros es imposible hablar. Te crees mejor que nosotros.
Kaspar quiso contradecirle al instante, pero ¿acaso no tenía razón?
»
Hay quien afirma que en esta sensación y manifestación de la superioridad de unos sobre otros radica el vuelco -inexplicable, se dice muchas veces- producido en el voto popular en algunos países occidentales en los últimos años. Sea lo que fuere, sí que es buen asunto para reflexionar.

Finalmente diré que, como me ocurre con algunos autores (Zweig, Faulkner, Mo Yan, Chirbes, Kawabata, Berlin, Lemaitre y pocos más) esta novela de Bernhard Schlink me ha satisfecho totalmente. Volveré a él sin duda alguna en alguna otra ocasión.  Sus libros son siempre excelentes lecturas.





"Las deliciosas historias de la taberna Kamogawa"

«En Kioto es costumbre comer sardinas en Setsubun, cuando acaba el invierno y empieza por fin la primavera. La gente las asa el mismo tres de febrero y usa las espinas, ensartadas en ramas de acebo, para fabricar amuletos que se cuelgan en la entrada de las casas. Se supone que ahuyentan a los ogros oni y a los malos espíritus en general.»


Hisashi Kashiwai
Junto a otros, adquirí este libro en mi visita a la Feria del Libro de Madrid del pasado mes de junio. Había oído hablar de su autor, el japonés Hisashi Kashiwai, y la amenidad de la serie protagonizada por  el señor Nagare y su hija Kioshi que había leído en varios blogs hizo que cuando vi un ejemplar en una de las casetas de inmediato decidiese comprarlo. Quizás debería haber iniciado mi lectura de la serie en el orden debido, esto es, comenzando por el primero de la misma titulado "Los misterios de la taberna Kamogawa". Pero no ha sucedido así y ha sido el segundo de la serie el que cayó en mis manos y he leído con agrado y a una velocidad endiablada.

En esta entrega el chef Nagare, padre de Kioshi, la encargada de la agencia de detectives que alberga la taberna Kamogawa, investigarán sobre seis platos que seis personajes desean recuperar para así poder volver a sentir la emoción que recuerdan tuvieron cuando en el pasado los ingirieron. Los datos que dan sobre los mismos son poco precisos y Kioshi les pide en la entrevista inicial que mantiene con cada uno de ellos que le transmitan las sensaciones que experimentaron cuando los tomaron, le informen de la localidad, la calle y el tiempo (estación del año, horario...) en que tuvo lugar la experiencia, etc.  Casi siempre estos clientes buscan platos que por lo que sea los recuerdan con afecto. Llevan años sin robarlos y los lugares donde los consumieron han desaparecido en su mayoría. El sr. Nagare se desplazará hasta el lugar de Japón donde el cliente los consumiera en el pasado e investigará sobre el mismo.

La estructura es siempre la misma en las seis historias: el cliente busca la taberna y entra en ella; el señor Nagare le ofrece comida; tras ella expone su caso a KioshiNagare Kioshi no le cobran la comida y le dicen que ya lo hará cuando dentro de dos semanas -¡siempre son dos semanas!- vuelva al restaurante para ver la resolución de su caso gastronómico; y también siempre tras resolverlo el señor Nagare les dice a sus clientes que ingresen en la cuenta corriente cuyos datos les da la cantidad que estimen merece el asunto investigado.

literatura feelgood japonesa
Es esta novela -e imagino que toda la serie- una lectura agradable, sencilla, sin ninguna dificultad, muy apta para aquellos lectores que gusten de la comida nipona y deseen enterarse un poco más de sus ingredientes.  También la lectura me parece recomendable para aquellos que vayan a visitar Japón y deseen contactar previamente con la cultura del país. Hay toques de humor que facilitan aún más si cabe esta lectura de 'cozy crime', expresión que bien podría traducirse por "misterio acogedor" o "amable". Se trataría esta tendencia literaria de un subgénero de la novela policíaca centrada en la resolución de misterios siempre de manera amable y sin las truculencias o violencias que caracterizan otras novelas de misterio. A mí, según avanzaba en la lectura de Las deliciosas historias de la taberna Kamogawa la novela me recordaba mucho a otras de la tendencia feelgood de la que en este blog he reseñado algunos títulos de Mónica Gutiérrez Artero (La librería del señor LivingstoneEl noviembre de Kate, y otras), de David Foenkinos, de Paul Gallico, de Mayte Esteban, de Hiromi Kawakami, etc. 

Para finalizar sólo decir que en Japón se ha hecho serie de TV sobre estas novelas. Creo que la misma no se puede ver aún en España, pero lo digo sin haberlo comprobado debidamente.