«La silla donde se encontraba sentada Inseón estaba tan silenciosa como la jaula cubierta con el paño.
Pero entonces distinguí los hombros de Inseon en la oscuridad. Una respiración suave y regular emanaba de detrás del silencio de la vela. En cambio, se sentía un vacío helado en la silla donde yo había estado sentada»
Es la primera novela que leo de la coreana Han Kang, Premio Nobel de Literatura 2024. Casualmente es la última de la escritora publicada en España, si bien en Corea vio la luz en 2021; antes de ella apareció "Actos humanos" (2013, en Corea; y 2024, en España). En España hasta que le fue concedido el Nobel sólo se podían conseguir otros dos títulos suyos: "La vegetariana" (2007) y "La clase de griego" (2011). Todas las novelas de Han Kang han sido traducidas por Sunme Yoon, coreana afincada en Argentina. Conviene tener en cuenta este dato para entender debidamente algunos términos (pocos, en realidad) que en español no significan exactamente lo mismo aquí que allá.
Sinopsis (tomada de la contraportada de la novela)
Una gélida mañana de finales de diciembre, Gyeongha recibe un inesperado mensaje de su amiga Inseon: después de sufrir un accidente en su taller de carpintería en la isla de Jeju, ha sido trasladada de urgencia a un hospital de Seúl. Desde la cama, Inseon le ruega que tome el primer vuelo a la isla y se ocupe de su pequeña cotorra antes de que se le acaben el agua y la comida.
Pero, desafortunadamente, cuando Gyeongha llega a Jeju se desata una terrible tormenta de nieve. ¿Llegará a tiempo para salvar al pájaro antes de que caiga la noche?, ¿sobrevivirá al viento helado que la envuelve a cada paso? Lo que ni siquiera sospecha es que algo más oscuro la espera en casa de su amiga.
Allí, la historia enterrada de la familia de Inseon está a punto de salir a la luz a través de los sueños y los recuerdos transmitidos de madre a hija y de un archivo cuidadosamente compilado que documenta una de las peores masacres de la historia de Corea.
Comentario
Es Imposible decir adiós una historia de amistad entregada entre dos mujeres: la periodista fotógrafa Inseon, ahora apartada del documentalismo y dedicada a la carpintería, y su amiga y colaboradora también periodista, pero redactora, Gyeongha. Esta relación de sana y duradera amistad contrasta vivamente con los trabajos periodísticos que una y otra, cada una en su campo, han realizado y/o investigado sobre hechos antiguos sucedidos en su país, silenciados muchísimos años como la nieve que simbólicamente cae durante toda la novela. Gyeongha publicó en 2014, hace ya cuatro años -la historia que se relata se sitúa en 2018-, un libro sobre la masacre de Gwangju, localidad sureña de la península de Corea; dicho trabajo y los sucesos por ella conocidos en el curso de su realización le provocan desde entonces insomnio, pesadillas, migrañas, vómitos, dolores estomacales... Hay una pesadilla recurrente en ella: ve una serie de troncos negruzcos de la altura de seres humanos que están clavados en la tierra; en un momento dado el mar anega la zona donde se encuentran y al retirarse el agua se lleva con ella y deja a la vista de todos huesos y restos humanos. Por su parte, Inseon, ha investigado en la isla de Jeju, donde tras dejar un poco de lado su labor como documentalista gráfica se ha refugiado, el entorno familiar de su madre alzheímica a la que ha cuidado durante los últimos diez años hasta su recién fallecimiento; estas averiguaciones le han hecho conocer hechos terribles ocurridos en la isla y en otras partes del país. El choque entre la hermosa y sincera amistad de las dos amigas y la crueldad de los hechos terribles que ambas conocen es brutal.
Esta historia tan cruda la presenta Han Kang envuelta en una belleza literaria muy elevada. Elevada en la organización y estructuración, con títulos muy simbólicos para cada una de las tres partes en que distribuye el asunto: Los pájaros, La noche y La llama. La bisemia, la duplicidad, el doble significado, está presente en estos epígrafes: Los pájaros alude, simbólicamente, a la nieve que cae durante todo el relato sobrevolándolo y, directamente, al encargo que Inseon le da a Gyeongha de acudir a su casa en Jeju para salvar a la cotorrita que tuvo que dejar sin atender cuando ella hubo de ser llevada urgentemente a un hospital en Seúl, tras haberse segado las falanges de dos dedos (siempre dos de todo, como se ve) en su taller de carpintería; La noche, en la segunda, tiene también sentido bisémico, pues directamente alude a la oscuridad reinante por culpa de la tormenta y la falta de luz eléctrica y, simbólicamente, apunta a las terribles revelaciones que surgen desde esa noche del tiempo y el olvido colectivo en que se pretendió hundirlas; por último, La llama significa directamente la luz de la palmatoria con que se iluminan ambas mujeres en su deambular por el jardín de la casa y simbólicamente señala la esperanza de luz que toda la investigación documental de Inseon sobre su familia va a proyectar sobre la historia común del país.
La literatura de calidad que es Imposible decir adiós se percibe también en la presentación dentro de los capítulos (seis en las partes I y II) de textos en cursiva y otros no, según que unas veces, sobre todo en la primera parte, sea Gyeongha quien recuerde conversaciones con Inseon y la madre de ésta o documentales anteriores realizados por Inseon; en otras ocasiones estos textos en cursiva reproducen la lectura que la misma Gyeongha está, ya en la segunda parte de la novela, haciendo de cuadernillos y documentos que ha hallado en la casa de Inseon en Jeju. En todos los casos los fragmentos en cursiva hacen alusión directa o indirectamente a las masacres que en Jeju vivieron sus habitantes. De entre estos habitantes destaca, por encima de cualesquiera otros, la familia de la madre de Inseon a la que ésta en su etapa de rebeldía juvenil menospreció un tanto al considerarla más abuela que madre; sin embargo las investigaciones que sola o junto a Gyeongha hizo durante sus años como periodista le harán descubrir a una mujer muy comprometida y muy valiente, que se jugó el tipo en la búsqueda que realizó de su hermano y de su marido. Las confesiones y averiguaciones contenidas en estos textos entran en el relato principal -la historia que protagoniza Gyeongha, pero también el documental que preparaba Inseon- justificadas mediante el convencionalismo narrativo del manuscrito encontrado
[Inseon] «salió del cuarto con algo en las manos. Era una de las cajas apiladas en la estantería metálica. Sacó unos libritos en cuyas tapas había pegados posits amarillos con flechas y títulos […] Inseon pasó el dedo por el lomo de los libros apilados y sacó uno que tenía el subtítulo Shecheon y el número de serie 12 […] Inseon abrió el libro por una página marcada con un adhesivo de color verde limón y me lo puso delante, girándolo antes para que pudiera verlo mejor.»
En una novela que muestra a seres -ambas mujeres, en este caso- que investigan y publican es normal que aparezcan momentos de reflexión sobre el propio hecho de la creación. Tal lo vemos contenido en alguno de los cuadernillos de Inseon, una especie de diario sobre su actividad profesional, que Gyeongha está leyendo:
«decidí estructurar el documental en torno al proceso que seguiría para averiguar la identidad de ese adolescente. Empezaría mostrándole la foto del periódico a algún miembro del equipo que había exhumado los restos, a fin de averiguar dónde había sido depositado sus huesos y los zapatos de goma punto en el artículo posterior […] pero, antes de eso, decidí coger el equipo de filmación y venirme a casa de mi madre con la intención de hacerlo en una sencilla entrevista. Había pensado en empezar el documental con una conversación de carácter cotidiano en la que mi madre me contaría qué tal había sido la cosecha de invierno y si estaba durmiendo mejor que antes.»
Me parece importante destacar la idea de duplicidad. Dos mujeres, dos cotorritas que acompañan a Inseon, dos investigaciones de masacres (la de Gwangju, de Gyeongha, y la de la isla de Jeju, de Inseon)... Y también, ya dentro de la segunda parte, la más onírica de todas, presencia de seres (animales y personas) que se sabe que han muerto o que no están en ese lugar, pero que se comportan, al menos en la mente de Gyeongha, que es quien está relatando, como presencias reales. No se puede olvidar tampoco la presencia latente de dos Coreas. Hasta la propia Gyeongha participa de esta duplicidad, pues no sabemos si está viviendo exactamente lo que cuenta o si en el estado febril en que se encuentra lo vive sólo en su cabeza.
Duplicidades, repeticiones, dudas, pérdida de la noción temporal, pérdida de los límites real / irreal , ausencia también de un final cerrado, redondo: ¿Ha muerto Inseon?, ¿Es todo una pesadilla de Gyeongha que ha caído en un agujero de nieve y se encuentra al borde la muerte? Hay mucha repetición, aunque no siempre en el mismo estado. Y todo esto lo utiliza Han Kang para presentar envuelto en una tonalidad de ensoñación, onirismo, y enorme poeticidad la barbarie vivida por su pueblo al finalizar la segunda guerra mundial. He aquí la maravilla de esta novela, que presenta unos hechos terribles, odiosos, inhumanos..., pero reales, ocurridos en el marco de una naturaleza hermosa, amable; de ahí que la autora tire de lenguaje muy cuidado, muy bello, aunque con él refiera hechos propios de bestias, impropios de seres humanos.
«Las hojas lustrosas de los camelios cambiaban constantemente de ángulo reflejando los rayos del sol, las enredaderas de dioscóreas trepaban por las ramas de los cedros hasta alturas pasmosas para balancearse como columpios, y los ojiblancos, escondidos quien sabe dónde, se llamaban mutuamente con su canto. [...] yo sentía el viento a cada paso, pues era como una mancha de tinta china esparciéndose en la quietud, como una sombra que en cualquier momento pudiera adoptar una forma nítida»
Y en medio de esta naturaleza bella y amable aparece la barbarie, la crueldad y la falta de humanidad que Han Kang en Imposible decir adiós muestra de manera explicita:
«La Liga Bodo fue una “organización creada por el primer gobierno de la República de Corea en 1948 con la finalidad de "reeducar" a quienes habían profesado ideas de izquierdas. [...] Cuando estalló la guerra, en 1950, todos los que figuraban en esa lista fueron detenidos y fusilados. En total, se estima que fueron asesinadas y enterradas de forma clandestina entre doscientas mil y trescientas mil personas.»
Según leía la novela el lector, o sea yo mismo, me preguntaba cómo es posible que hechos tan terribles hubiesen sucedido y que a día de hoy estuviesen aún medio silenciados. La verdad es que -hablo por mí- de la historia de Corea poco sabía. Ha sido con la lectura última de dos novelas, -"El quinteto de Nagasaki" de Aki Shimazaki y ésta que estoy reseñando-, que me he enterado del sufrimiento de los coreanos: primero, por haber sobrellevado la colonización casi esclavista por parte de los japoneses desde 1910 hasta el final de la IIª Guerra Mundial; y en segundo lugar, por la brutalidad con que, derrotados los japoneses, los norteamericanos se emplearon en su cruzada asiática anticomunista que en Corea se resolvió con la partición del país en dos, separados por el paralelo 38, tras una contienda (1950-1953) que aún oficialmente no ha finalizado:
«No es casualidad que aquel invierno [el invierno de 1948] fueran asesinadas treinta mil personas en esta isla, y en el verano del año siguiente, otras doscientas mil en el resto del país. El gobierno militar estadounidense ordenó poner fin al comunismo a toda costa, masacrando de ser preciso a los trescientos mil habitantes que componían por aquel entonces la población de Jeju. [...] Antes de que se hubiera secado toda aquella sangre derramada estalló la guerra de Corea y, tal como habían hecho en Jeju aprehendieron a doscientas mil personas en todas las ciudades y pueblos del país, las transportaron en camiones, las encerraron, las fusilaron, las enterraron clandestinamente y no permitieron que nadie exhumara los restos. ¿Por qué? Porque la guerra nunca terminó, porque sólo quedó en suspenso, porque el enemigo sigue allí, al otro lado de la Línea del Armisticio»
En conclusión...
Finalizo Imposible decir adiós sorprendido por su enorme calidad y sobrecogido y un tanto aterrorizado por la dureza que contiene en su interior esta última novela de la surcoreana Han Kang.
La escritora surcoreana presenta en esta novela, en una atmósfera de hermoso y crudo invierno, muestras ciertas de la terrible masacre -no fue la única, hay muchas más- ocurrida el 3 de abril de 1948 en una pequeña localidad de la isla de Jeju. En el ambiente inicial de la Guerra Fría nacida al acabar la IIª guerra mundial, avanzaba el comunismo por Asia y USA decide cortar de raíz dicha penetración.
Esta historia de muerte se inscribe dentro de una hermosa amistad entre dos amigas compañeras de profesión periodística. Precisamente esta dedicación, aparte de circunstancias familiares que se vieron afectadas por las ejecuciones denunciadas, será lo que las ponga en la pista de las mismas, las cuales habían permanecido ocultas o acalladas a lo largo de cincuenta años, momento en que la administración norteamericana levantó el top secret que existía sobre una serie de documentos oficiales referidos a Corea.
Esta historia de muerte se inscribe dentro de una hermosa amistad entre dos amigas compañeras de profesión periodística. Precisamente esta dedicación, aparte de circunstancias familiares que se vieron afectadas por las ejecuciones denunciadas, será lo que las ponga en la pista de las mismas, las cuales habían permanecido ocultas o acalladas a lo largo de cincuenta años, momento en que la administración norteamericana levantó el top secret que existía sobre una serie de documentos oficiales referidos a Corea.
¡Hola Juan Carlos!
ResponderEliminarsabía, en algún momento pensé que esta novela te podría gustar. Es cierto que la autora escribe muy bien y que su toque poético llama la atención, yo la conocí con La vegetariana y me fascino. La verdad que las tramas de ambas novelas son bien distintas, nada que ver y esta que tú has leído no me llama la atención. Creo que leeré otra de la autora, La clase de griego, me suscita mucha más curiosidad y creo que podría encajar más en mis gustos lectores.
Me alegra que hayas conocido a la Nobel y que hayas disfrutado la novela, por más dureza que encierre
Besos
Sí que me ha gustado esta coreana, Lorena. Pienso leer en breve la anterior a esta titulada "Actos humanos". Si el nivel literario es tan alto como aquí me voy a hacer adicto a Han Kang.
EliminarUn beso
Leí hace varios años La vegetariana y tanto otros tres libros de la autora en mi lista, pero concretamente este no lo conocía y he de confesarte que es el que más me atrae de todos ellos por lo que creo que será mi siguiente lectura de Han Kang. La historia de esas dos mujeres, lo que puede encontrarse en esa casa, la historia de Corea... todo ello se me hace de lo más tentador.
ResponderEliminarUn beso.
Y además, Rosa, organizado de una manera increíble, mezcla de realidad e irrealidad, con avances y retrocesos en el tiempo; en fin, todo aquello que suele agradar a quienes gustan de la buena literatura. En definitiva, que tú vas a disfrutar muchísimo con este "Imposible es decir adiós".
EliminarBesos
Me terminaréis convenciendo para que lea a la premio Nobel, ya verás tú. Ja ja ja ja. Muchas gracias por tu interesantísimo juicio, querido Juan Carlos.
ResponderEliminarDestacas la elevada calidad de la novela y eso hace honor a que el Nobel siga siendo un galardón tan respetado y prestigioso. Un libro por lo que cuentas para aprender y deleitarse con él. Y no exento de dureza pues en el siglo XX no había compasión por ningún bando y el exterminio era denominador común. Esa alianza vital argentino-coreana puede enriquecer mucho a la autora.
ResponderEliminarUn abrazo, Juan Carlos.