«Laura revisa sus subrayados sobre el texto de Glantz titulado “La mosca y el dinosaurio”: “Sí, estoy de acuerdo con Tito: hay tres temas: el amor, la muerte y las moscas” […] “Estoy convencida, la literatura no podría existir si no existiesen las moscas […] Sí, la mosca es el más perfecto vestigio arqueológico, ‘el último transmisor de nuestra torpe cultura occidental’”»
A
Claudia Piñeiro (Buenos Aires, 1960) llegué por vía de las numerosas reseñas elogiosas que sobre ella y su narrativa a lo largo del tiempo he ido leyendo en blogs de toda confianza que visito de manera habitual. Me decidí primeramente por su novela
Las grietas de Jara (2009) que hizo que me enamorara totalmente del estilo natural y lleno de suspense de su autora [
para leer mi reseña sobre esta novela basta con pinchar aquí]. Tras la impostura e hipocresía manifiesta de
Pablo Simó, el personaje principal de esa historia de maledicencia y engaños sucesivos, tuve ocasión, hará cosa de un mes, de leer una novelita anterior de la autora argentina titulada
Tuya (2005). Como señalo en la
reseña que escribí sobre ella se trata de un original suspense en el que
Inés, la personaje protagonista, hace lo posible por 'salvar' su matrimonio, aunque esas salvaciones, diríamos unilaterales, pocas veces llegan a buen puerto.
Además de estas lecturas también he visto algunas adaptaciones cinematográficas de obras de Claudia Piñeiro. Tal hice con Las grietas de Jara dirigida en 2017 por Nicolás Gil Lavedra; esta versión fílmica me pareció muy bien realizada y me agradó mucho. Tras ella indagué por ahí y descubrí un buen número de alabanzas hacia Las viudas de los jueves, novela aparecida el mismo año que Tuya, que también había sido volcada a la pantalla, en esta ocasión en forma de serie televisiva, si bien creo que existe también película larga. He visto la serie y me ha parecido excelente. Desde luego, me dije, esta escritora nunca defrauda.
Es por todo lo señalado anteriormente que no pude resistir el impulso de leer su última obra, El tiempo de las moscas (2022). A ella me ha llevado no sólo la fuerte atracción que me produce la literatura de esta argentina sino también conocer, gracias a los blogs literarios que frecuento, que era una especie de secuela de Tuya que tantísimo me había agradado. Así que dicho y hecho. La he leído y he salido muy satisfecho de la misma.
El planteamiento del que parte es el siguiente: Inés ha pasado quince años en la cárcel por el crimen relatado en Tuya. Su estancia en una cárcel de mujeres le ha hecho conocer más de cerca la problemática de la mujer y adquirir conciencia sobre su identidad personal. En el interior de la prisión ha hecho una muy buena amistad con la Manca, condenada por tráfico de drogas al ser utilizada como mula, papel menor dado a la mujer con frecuencia en el mundo del narcotráfico. Al salir ambas de la cárcel distanciadas por pocos meses deciden constituir una empresa que aúne sus respectivas vocaciones, la investigadora de la Manca y la entomológica de Inés. La empresa se llamará «MMM, CONTROL INOFENSIVO DE PLAGAS (lo de MMM por "muerte, mujeres y moscas")». Estos tres conceptos son importantes en su vida y en la historia que se cuenta en la novela: la muerte porque fumigar e investigar sucesos tienen mucha relación; mujeres porque ambas lo son; y moscas porque Inés tiene una que no se le va de su ojo izquierdo y porque si ella hubiera tenido la percepción del tiempo, cuatro veces más lenta, que estos insectos tienen, quizás su vida habría discurrido por otros derroteros.
Los quince años transcurridos entre las historias de Tuya y de El tiempo de las moscas no han pasado en balde. Muchos son los cambios sociales que Inés encuentra a su salida de prisión. El principal es el auge del feminismo: las mujeres -observa ella- ya no se contentan con ser esposas y madres, quieren participar más en esa sociedad, totalmente patriarcal hace quince años, que sin duda contribuyó a que ella creyera que debía de hacer lo que hizo sin plantearse más cosas. Pero, claro, no se pasa de una percepción vital a otra de la noche a la mañana: Inés duda, tiene altibajos, no entiende ese excesivo acercamiento hacia ella que pretende la Manca aunque al tiempo ella quiere lo mejor para ésta y se embarcará en una peligrosa aventura sólo por procurarle un bien a su antigua compañera de encierro. Sí, muchas cosas han cambiado en el mundo que dejara afuera Inés, incluso en su mundo personal, el familiar, especialmente respecto a Lali (nombre familiar que ella y Ernesto daban a su hija Laura) cuya actitud y comportamiento actuales le resultan totalmente novedosos.
«al poco tiempo de salir me di cuenta de que todo había cambiado, no sólo la relación de la gente con los insectos. Las mujeres también. En especial cambiaron las mujeres. Los hombres, no tanto; quedaron pedaleando en el aire pero de cambios, poco»
Si ha habido profundos cambios en el mundo, también los más de quince años, diecisiete concretamente, que van de 2005 cuando apareció Tuya a 2022 en que se publica El tiempo de las moscas son perceptibles en la manera de presentar la historia en una y otra novela. Mientras que en Tuya la reflexión era más individual y centrada en el "yo" de Inés quien a base de monólogos interiores se planteaba el mundo en que vivía, ahora en El tiempo... Claudia Piñeiro hace que la voz sea colectiva, más coral, centrándose la voz reflexiva en un plural integrador "nosotros", mejor dicho, "nosotras" dado que la autora parece dirigirse especialmente a ellas
«para las moscas el tiempo pasa más lento que para nosotras. Y ahí está la clave de por qué resulta imposible atrapar una mosca. Cuando avanzamos sigilosas (si hay un sigiloso, que se dé por incluido) [...]»
Da la palabra, pues, la novelista argentina al colectivo de género femenino. Y lo hace recurriendo no sólo a las actuales opiniones sociopolíticas tan extendidas, discutidas y conocidas por todos, sino que busca apoyo en otras voces más autorizadas emanadas de la cultura desde la noche de los tiempos. Así la tragedia Medea de Eurípides es cimiento sobre el que Claudia Piñeiro construye buena parte de su novela. Varios de los capítulos, especialmente aquellos que adquieren un tono más ensayístico, aparecen bajo el epígrafe de una cita de esta tragedia griega, normalmente del coro de mujeres. Da paso así la novelista a través de la puerta de la Medea de Eurípides a Inés, la narradora, pero también a otros personajes como la señora Bonar e incluso Charo (la mujer asesinada por Inés en la novela anterior) cobijados todos ellos bajo la manta colectiva del género mujer. Juntas y solidarias hacen uso de la primera persona de plural («votemos», «volvamos al punto anterior», «estamos en el punto»...) y reflexionan sobre el feminicidio, el patriarcado y el feminismo en general introduciendo en el relato citas de otros autores que han tratado el asunto (Rebeca Solnit, Toni Morrison,Vivian Gornick, Natalia Ginzburg, Mary Bulção, Rosa Montero, Chimamanda Ngozi Adichie, Ángela Davis, María Miles... También aparecen los nombres de algunos hombres, pocos en comparación, como el ya citado Eurípides, Rainer María Rilke o Gaston Bachelard).
En uno de estos capítulos que he denominado 'ensayísticos' pasa a debatir sobre si una mujer puede cometer 'feminicidio' (conviene recordar que la protagonista ha pasado quince años de reclusión por haber matado a una mujer), viniendo a concluir que no pues el código penal habla en masculino y no en femenino:
«el feminicidio sólo puede cometerlo un hombre. Error, son crímenes de odio contra las mujeres, ¡y hay mujeres que odian a otras mujeres! [...] La ley dice "el que matare..."; si quiere incluirnos que diga "el o la que matare", cuanto menos. Le que matare. Me gusta, pero parece un trabalenguas. Le mer estebe serene.» [...]
Con esta entrada en el debate del lenguaje inclusivo la Piñeiro hace que la novela trascienda de su condición de mera historia de ficción a la realidad cotidiana que nos rodea. Es sin duda alguna un ejercicio literario muy innovador en el que ella, la autora, pretende permanecer neutral, desaparecer, quedar en una posición equidistante, y por eso da argumentos a unos y a otros para que cada quien pueda exponer su punto de vista.
En la novela, a la par de la historia protagonizada por los personajes con el suspense que supone descubrir si Inés proporcionará o no a Susana Bonar el veneno que le ha pedido, si ésta lo usará para matar a la amante de su marido o por el contrario está engañando a Inés y se lo dará a otra persona que no se lo merece tanto, aparecen junto al feminicidio y el lenguaje inclusivo, otros muchos debates propios del feminismo como el deseo de maternidad y la obligación de por vida de 'maternar', la transexualidad, el debate sobre género y sexo («al igual que las lenguas, las sexualidades se pueden aprender. Se pueden articular varias sexualidades como se hablan varios idiomas»), el deporte y la mujer, el debate sobre si el feminismo debe suponer la cancelación de todo lo masculino, si abandonar un hombre a sus hijos es equiparable a abusar de ellos, etc.
Desde el punto de vista meramente estilístico El tiempo de las moscas me ha gustado mucho y me ha reafirmado en la magnífica escritora que es Claudia Piñeiro. Así lo demuestra la estructura que ha dado al relato con un uso distinto de la figura del narrador según que estemos en aquellos capítulos que he denominado ensayísticos en los que predomina la tercera persona y también la primera de plural, frente a aquellos otros en los que es ella, Inés, quien en 1ª persona de singular reflexiona y ata cabos sobre su vida pasada y lo que está haciendo o va a realizar en la actual. Al tiempo hay otros capítulos en los que predomina el diálogo vivo entre los personajes, especialmente entre las dos amigas. Es curioso observar la práctica ausencia de personajes masculinos en la novela; sólo aparece uno llamado Rudy2, primo de la Manca, que ésta utiliza como ayudante en sus investigaciones y que claramente tiene un papel muy secundario y menor en el relato.
Al igual que en las otras novelas que he leído de esta bonaerense, en
El tiempo de las moscas abundan los argentinismos. Se ve que
Claudia Piñeiro es una enamorada de su tierra y especialmente de la manera popular de hablar por allá, sobre todo de esos vocablos provenientes del lunfardo. No todos los términos que incluyo en la siguiente relación son lunfardismos, pero sí que abundan:
shockeada,
chupando a (borracha),
fainá (pizza. Es un lunfardismo),
boluda,
chabón (fulano, zutano, tío, tipo. Es un lunfardismo),
transa (vendedor de drogas ilegales. Es un lunfardismo),
picada (enojado),
poronga (matón, maleante ),
bacha (pila de fregar en la cocina),
tachos (cubos),
remerón (camiseta larga y amplia usada como camisón para dormir),
pucho (cigarrillo),
pitadas (caladas),
estar anotado (dispuesto a participar en cualquier asunto o negocio),
chango o
changuito (carro para llevar la compra),
enchastrado (ensuciado), furgoneta '
botona' (que da el cante, como si fuera un soplón de la policía),
bochar (desairar),
de prepo (con desconsideración),
descular (desentrañar un asunto),
cachuzos (envejecidos),
posta (en serio, de verdad), etc.
Queda por último hacer una pequeña alusión al asunto de las moscas. La verdad es que durante la lectura muchas veces me preguntaba sobre el porqué del título. Luego según iba leyendo, y quiero creer que algo sobre ello he explicado en la reseña, iba tomando cuerpo en mi cabeza una especie de explicación. Pero con todo y con eso creo que la mosca del ojo izquierdo que tiene Inés y que soporta con beatitud franciscana, así como la clasificación y diferenciación entomológica entre unas subespecies y otras despista un tanto al lector del propio desarrollo de la trama. Sólo queda claro que la mosca azul o mosca de la carne, y también la mosca de la fruta son insectos favoritos para Inés. Llega su predilección al punto de que, pese a dedicarse a la fumigación, ellas son los únicos insectos («¿insectas?») que respeta:
«¿Qué mal le hacen las moscas a nadie? No comen las plantas como las hormigas o los pulgones, no pican como los mosquitos, no mastican la madera como el bicho taladro, no producen ronchas como las arañas o las pulgas, ni dejan heces en cualquier parte de la casa como las cucarachas, las ratas o los murciélagos.
Yo no mato moscas
Si una mata, que tenga sentido, un motivo válido, la necesidad de evitar un mal mayor. O de suprimir un dolor.
Un dolor es el mayor mal.»
Pienso que esta última cita más el epígrafe inicial bajo el que coloco la reseña pueden servir al lector de El tiempo de las moscas para comprender algo mejor el sentido que su autora, Claudia Piñeiro, ha querido darles. Pero como siempre, claro, no me cansaré de insistir en que leer la novela es la mejor manera de comprenderla y disfrutarla en su integridad.
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Nota: Tachada aparece una frase que desvela algo importante de la novela Tuya. Si no te importa saber qué es, sólo tienes que seleccionar dicha zona tachada para poder leer lo que ahí se esconde.