«Miré a mi hija y pensé en los cientos de mujeres de mi linaje que me precedieron. Generaciones de damas valientes que afrontaron su destino, se casaron, parieron, amaron y lucharon. Pensé en mi madre, la dama Mailin, que no tuvo la oportunidad de criarme; la madre de ella, cuyo nombre y circunstancias desconocía. Mi bisabuela y otras tantas honorables antepasadas que lo dieron todo por sus hijas. Madres duras que tuvieron que ocultar su amor hacia ellas para hacerlas más fuertes frente a la adversidad, el dolor y la pérdida.»
Mi apartado particular de reseñas dobles alcanza con esta bilogía de Luisa Ferro nada menos que el número 28. Es un 'A pares' especial pues tratándose de dos novelas aparecidas en el intervalo de un mes (La sanadora del emperador tiene previsto salir al mercado -lo más seguro es que ya lo esté cuando leas esta reseña- el próximo día seis de julio) el lector no podrá resistirse a, cuando finalice la primera entrega, echar a correr para leer la segunda pues se hace poco menos que insoportable no saber qué les pasará a los personajes, en especial a Akame, narradora protagonista de «Donde mueren los dragones de Jade» el título que Luisa Ferro da al conjunto que conforman estos dos títulos.
La autora Luisa Ferro
He llegado hasta estas dos obras de Luisa Ferro gracias a mi muy buena amiga
Paloma, administradora del blog
Leer, el remedio del alma en el que da cuenta de sus lecturas y publica algunos de los relatos que escribe. Y es que Paloma, además de excelente lectora, maneja la pluma con soltura, destreza y gracia; os aconsejo que os deis una vueltecita por su blog para comprobarlo por vosotros mismos. Pues bien, fue ella quien me puso en contacto con la editorial
Click Ediciones que publica la obra de Luisa Ferro, autora de la que yo, aunque había oído hablar, aún no había leído nada. '
Escribe fenomenal', me dijo Paloma cuando me invitó a la lectura de la bilogía de esta escritora conocida suya. Sabedor del buen criterio de mi amiga acepté de inmediato su ofrecimiento; y no me arrepiento, pues he despachado los dos libros que forman
«Donde mueren los dragones de Jade» en poco más de ocho días. Sirva este detalle de indicador sobre lo a gusto que he estado leyéndolos.
Durante la lectura de ambos volúmenes me interesé por conocer algo sobre la biografía literaria de Luisa Ferro. Consultando por aquí y por allá he sabido que nació en Madrid un 29 de agosto de 1967. También me he enterado de que su nombre de pila no es el que figura en algunos de sus libros, que es un seudónimo, sino el de Luisa Fernández, y que además de dedicarse a la escritura es monitora de taller literario y correctora de estilo. Actualmente tiene su residencia en la localidad de Fuenlabrada (Madrid).
Sus relatos han conseguido diferentes premios y menciones en certámenes como «El tren y el Viaje», Renfe 2008; «Ciudad Getafe» 2009 (Semana Negra); «Ser Madrid Sur» 2009, Cadena Ser; «María Moliner» 2010; «Domingo Santos» 2011, entre otros. Relatos suyos pueden leerse en antologías como las siguientes:
Crónicas de la Marca del Este. Vol. II (Holocubierta Ediciones, 2011);
Antología Z. Vol.6 (Dolmen Editorial, 2012);
Legendarium III (Ediciones Tombooktu, 2012);
Fantasmagoria (Ediciones Tombooktu, 2013).
Como novelista ha participado en novelas corales:
España. La novela (Dolmen Editorial, 2018),
España. La novela II, La caída de un imperio, (Dolmen Editorial, 2021).
En cuanto a novelas publicadas independientemente hasta ahora mismo son las siguientes: Alcander (Click Ediciones, 2014. Grupo Planeta) enclavada dentro del género fantástico; pero enseguida se decantó por la narrativa histórica, género al que se adscriben sus tres últimos títulos: El Círculo del Alba (Editorial Paneta, 2016), y las dos que componen la bilogía que acabo de leer: El pozo de las luciérnagas y La sanadora del emperador.
Donde mueren los dragones de Jade
Aunque la autora haya decidido presentar la obra escindida en dos volúmenes, la historia que se presenta en ellos es una sola y debe leerse en el orden debido, o sea, primero El pozo de las luciérnagas y a continuación La sanadora del emperador. Es por eso que esta reseña será unitaria y no doble a pesar de que por eso de los dos títulos yo la haya ubicado dentro de la sección 'A pares' de mi blog.
La novela es una ficción histórica centrada en el momento en que el Imperio del Centro (que se llamará China a partir del siglo XVI) cae bajo el poder de los mongoles de Kublai Kan, nieto del temible Gengis Kan. La parte ficcional se centra en la vida de una mujer, Akame, que aprende el oficio de curar de su padre, médico farmacéutico. Esta joven luchará por desempeñar su profesión en un mundo que a la mujer reservaba exclusivamente el papel de madre, esposa, concubina o cosas así. El éxito como persona de estas mujeres era dar un hijo varón al marido; si no, el repudio se cernía sobre ellas. El amor verdadero, la realización personal..., todo ello les estaba vedado. Sin embargo, Akame, que conocerá los sinsabores de una existencia programada por los hombres y por las madres de éstos, logrará hacer realidad sus expectativas como mujer y como profesional. Y esto pese a que, una vez casada en un matrimonio pactado con un hombre no elegido por ella, había de obedecer a la suegra y si ésta ya no existía como es el caso en el casamiento de Akame con el anciano Cao a la primera mujer de su marido.
Lo anterior puede sorprender a quien lea esta reseña, pero no hay que olvidar que la historia se desarrolla en el siglo XIII, en una China aún no conformada del todo políticamente pero muy cohesionada culturalmente en costumbres y tradiciones. Esas tradiciones, muchas de ellas basadas en supersticiones, mitos y leyendas, marcan la vida de los personajes de la novela, en especial de las mujeres. Y es que la bilogía es, podríamos decir de manera concluyente, una novela sobre la vida de las mujeres en la China medieval de la dinastía Song. Normalmente los libros de Historia hablan de la misma desde la perspectiva de los hombres; los nombres masculinos llenan sus páginas cuando se citan las denominaciones de las dinastías, de los vencedores en las batallas, de los hacedores del bienestar o la desgracia de los habitantes del país, etc. Pero en esas sociedades dirigidas por los hombres existían las mujeres que eran las que gestaban a esos hombres que luego perpetuarían su ostracismo. Esta novela sitúa el foco en la vida personal de esas mujeres que, aunque aceptan su lugar en el mundo del momento, tienen sus ilusiones, sufren, mueren dando a luz, o son ignoradas si paren ramas inútiles (niñas)
«Más te valdría rezar a la diosa Guanyin para que tu hijo sea un varón, porque si no lo es, tú y lo que traigas al mundo tendréis que marcharos de aquí. Tómatelo como un juramento que hago ante el ataúd de mi hijo. No creo que él se apiadara de ti si parieras una rama inútil.» [le dice a Akame, la primera mujer de su anciano marido Cao]
También, existían mujeres, aquí representadas por Akame, que desean trabajar fuera del hogar en aquello que les satisface y que lucharán por que así sea.
Desde el punto de vista de lo dicho antes podría decirse que Donde mueren los dragones de Jade es una novela de corte feminista. Así lo creo. Pero no es un feminismo ideologizado desde presupuestos actuales sino muy creíble desde la perspectiva de esas mujeres chinas pertenecientes a las clases altas -no quiero siquiera imaginar lo que ocurriría en las clases depauperadas- que ansían conocer el amor verdadero y ocupar un puesto lo más alto posible dentro del organigrama sociofamiliar en el que para medrar era imprescindible ser madre de varón. Y si el padre era nada menos que el emperador la necesidad de parir niños que pudieran ocupar en el futuro la silla del Dragón era perentoria. Si Akame es la mujer que representa a la clase alta profesional, será Mariposa Blanca, concubina del emperador Duzong, quien dé voz a las mujeres que vivían en la Ciudad Imperial destinadas única y exclusivamente a la reproducción y a procurar placer al emperador.
Luisa Ferro demuestra un vasto conocimiento sobre la manera de vivir en la China de ese momento (siglo XIII). Combina con acierto la parte histórica comprobada de la invasión de China por parte de los mongoles de Kublai Kan con la ficcionalización de la existencia de estas dos mujeres que vivían en la parte alta de la sociedad. De las dos, Mariposa Blanca y Akame, es la segunda el actor principal. Ella es quien tiene una existencia más azarosa y a quien le suceden más cosas sorprendentes. Las sorpresas de las que es protagonista la llevan a creer en unos orígenes personales cuestionados más adelante, a ser odiada por la mujer de su amoroso padre, a ser esposa de un viejo al que respeta por sus enseñanzas de maestro médico pero a quien no ama en absoluto, a contactar por azar con Mariposa Blanca quien hará que su vida dé un trascendental vuelco, y a conocer el amor verdadero con Cao Ren de cuya inesperada aparición en el relato nada voy a decir pues no quiero destripar la novela y estropear el enorme atractivo de esta lectura.
De la bilogía quisiera destacar sin duda alguna la belleza de la historia, mostrada a través de una literatura llena de exotismo, sensualidad y cierto erotismo en ocasiones. Muchos pasajes son de una gran hermosura y hacen evocar el refinamiento y voluptuosidad con que solemos asociar China cuando vemos jardines y salas chinescas en algunos de los palacios que reyes europeos se hicieron construir inspirándose en Oriente.
- «En una de las esquinas del lago, una escalera con balaustrada de mármol se hundía en sus aguas. Podían verse embarcaciones con cabezas de dragón en las quillas y grandes torreones techados en las cubiertas. Más que barcos, parecían lujosas viviendas flotantes.»
- «Llegamos a la Ciudad Imperial cuando el atardecer declinaba. La luz del sol producía un aura ambarina en las tejas esmaltadas de las techumbres y dotaba de un tono cobrizo los frondosos árboles que se alineaban a ambos lados de las avenidas cubiertas de gravilla blanca. De las ramas colgaban largas hileras de farolillos rojos.»
En las dos novelas Luisa Ferro utiliza un narrador en primera persona, concretamente la dama Akame. Estamos ante un narrador testigo que cuando no lo ha sido echa mano de lo que otro (su eunuco Lyonyang, la concubina del emperador Mariposa Blanca, su amor Cao Ren...) le han dicho y lo vierte sobre el papel. La narración es lineal y se desarrolla a lo largo de los años que duró la tercera invasión de China por parte de los mongoles de Kublai Kan. La fecha histórica que marca el final es la batalla naval de Yamen en 1279 cuando el ejército chino sufrió una estrepitosa derrota pasando a ser dominados durante los años siguientes, hasta 1368, por los mongoles.
Las dos entregas de la historia me han satisfecho por igual si bien diré que me ha parecido encontrar en "La sanadora del emperador" más contenido histórico, más acción, más dinamismo, más tensión. La presentación de las batallas, de las sucesivas huidas de la corte china hacia el sur, las muestra y resuelve Luisa Ferro con acierto. Naturalmente es en esta segunda parte donde se conoce la solución de todos los conflictos e incógnitas planteadas a lo largo de la narración.
Si por encima del resto hubiera de destacar algo en esta bilogía, ello sería la ingente información que la autora tiene y sabe transmitir sobre la manera doméstica de vivir que tenían las mujeres chinas de la alta sociedad en el siglo XIII de nuestra era: el vendado de pies, la complicidad con sus eunucos, la vigilancia extrema tenida sobre los ciclos lunares de estas mujeres, los trajes tradicionales magníficos que lucían (hanfu, zhaoshan, zhongyi, moxiong...), los instrumentos musicales con que se distraían o las distraían (morin khuur, konghou, gongos, erhu...), las vajillas y muebles que tenían en palacio (ruzhou, qingci, hong mu...). También lo mucho que se cuenta sobre la medicina tradicional china practicada por Akame y su querido Cao Ren. Al respecto me ha encantado ver la infinidad de aplicaciones, usos y preparaciones que en China se hacía de diversas plantas como el jengibre, el gingko biloba, la melisa, el du zhong, el daji...
Y para acabar sólo añadir que cuando comencé a leer
El pozo de las luciérnagas y apareció por vez primera el nombre de Kublai Kan inmediatamente me vino a la memoria el hermoso poema de
Coleridge que le tiene por protagonista. Durante algunas páginas estuve deseoso de ver aparecer su lujoso palacio de Xanadú. Pero los tiros no iban por ahí. Como bien dice
Luisa Ferro en esta novela ella se ha propuesto contar la Historia desde el punto de vista de los perdedores, algo que los libros de Historia jamás hacen. Aquí radica una de las grandes virtudes de la novela histórica, la de poder penetrar en el interior de la Historia fijándose en aspectos considerados menores como los vencidos, las mujeres, los eunucos, etc., aunque en realidad sean elementos tan importantes como los tenidos por principales.
No me resisto a colocar aquí el hermoso poema de Samuel T. Coleridge, poeta lakista inglés:
"Kubla Khan, o la visión de un sueño"
En Xanadú, Kubla Khan
se hizo construir un espléndido palacio de recreo:
allí donde el Alfa, el río sagrado, corría
por cavernas inmensurables para el hombre,
hacia un mar sin sol.
Dos veces cinco millas de suelo fértil
se cercaron de muros y torres:
había jardines que resplandecían con arroyos sinuosos,
y donde florecían muchos árboles del incienso,
había bosques, tan viejos como las colinas
que envolvían prados verdes y soleados.
Mas, oh ¡aquella sima romántica y profunda que sesgaba
la verde colina a través de un manto de cedro!
¡Un lugar salvaje! ¡Tan santo y encantado
como cualquiera donde, bajo la luna menguante, se apareció
una mujer, lamentándose por su amado demonio!
Y de esta sima, que hervía en incesante estruendo,
igual que si respirase la tierra con resuellos hondos y agitados
brotó en un momento un poderoso manantial:
en mitad de cuya repentina e intermitente explosión
saltaron enormes fragmentos, como granizo que rebota
o como el grano al separarse de la paja bajo el mayal del trillador:
y en medio de las danzantes rocas, de súbito y para siempre,
surgió en un momento el río sagrado.
Formando meandros durante cinco millas, con laberíntico curso
discurría el río sagrado, a través de bosques y valles,
alcanzaba luego las cavernas inmensurables para el hombre,
y se hundía tumultuoso en un océano sin vida:
¡y en medio de ese tumulto, Kubla oyó a lo lejos,
voces ancestrales que profetizaban guerra!
La sombra del palacio de recreo
flotaba en mitad de las olas,
donde se oía la cadencia mezclada
del manantial y las cuevas.
¡Era un milagro de rara invención,
un soleado palacio de recreo con cuevas de hielo!
Una muchacha con un dulcémele,
vi, cierta vez, en una visión:
era una doncella abisinia
y, tocando su dulcémele,
cantaba acerca del monte Abora.
Si pudiera revivir dentro de mí
su armonía y su canción,
me llenaría de tan profundo deleite,
que, con música alta y prolongada,
construiría ese palacio en el aire,
¡aquel palacio soleado, aquellas cuevas de hielo!
Y cuantos escucharan los verían aparecer,
y todos exclamarían: ¡Cuidado, cuidado!
¡Sus ojos refulgen, su cabello flota!
Tejed un círculo a su alrededor tres veces,
y cerrad los ojos con temor santo,
pues él se ha alimentado de rocío de miel,
y ha bebido la leche del Paraíso…