Conocí esta novela de Fernando Benzo (Madrid, 1965) durante un desplazamiento en coche. Por la emisora de radio que tenía sintonizada en ese momento un periodista mañanero le preguntaba a un escritor cuyo nombre nunca había oído nombrar sobre el libro que acababa de publicar. Me comenzó a interesar la entrevista cuando escuché que en la novela se prestaba mucha atención a la música de jazz; también oí que la acción sucedía en el Madrid de la década de los años 40 del pasado siglo.
El escritor
Esas dos informaciones -Madrid, años 40 y música de jazz- hicieron que me interesara vivamente por la novela de ese escritor desconocido. En el curso de la entrevista supe que hasta hacía poco había ocupado el cargo de Secretario de Estado de Cultura habiendo sido con anterioridad Subsecretario de Educación, Cultura y Deporte. ¡Vaya -me dije- un escritor a tiempo parcial. No sé, no sé. Buscaré más información sobre él!
Al llegar a casa me entero a través de internet de que es un escritor relativamente reciente si bien sus comienzos se remontan a la edad de 24 años cuando publicó su primera novela, "Los años felices", que ganó el Premio Castilla-La Mancha. También leo que cinco años más tarde en 1994 se alzó con el prestigioso premio Kutxa-Ciudad de Irún con la novela "Mary Lou y la vida cómoda", y que desde ese espaldarazo su carrera como novelista ha sido un no parar: "La traición de las sirenas" (1999), "Después de la lluvia" (Premio Ciudad de Majadahonda 2002), "Nunca repetiré tu nombre" (2012) y "Los náufragos de la Plaza Mayor" (2014).
Pero no sólo Fernando Benzo se ha circunscrito a la narrativa, también ha hecho sus pinitos en otros géneros como el teatro, con la obra "Scottie" (Premio de Teatro de la Northeastern Illinois University de Chicago), o el relato de no ficción con "Héroes inesperados". Es, pues, Fernando Benzo Sainz un escritor con una obra literaria consolidada. Yo lo he conocido, como ya he dicho, por una casualidad radiofónica, a la que, además, vino a unirse otra que fue que la editorial Random House a través de 'Edición anticipada' me ofreciera su última novela. Naturalmente me apresuré a aceptar la gentileza pues ardía en deseos de contactar con este escritor. Y la experiencia ha sido muy grata para mí.
“Las cenizas de la inocencia”
Estos dos personajes vienen a coincidir todas las noches en un club madrileño, el Dixie, que gestiona con acierto y muy buen gusto musical Raimundo Giralda. El Dixie, local totalmente ficticio, se ha hecho un hueco en la noche madrileña de las salas de fiestas dominadas por el Pasapoga gracias, entre otras cosas, al jazz que toca una banda de músicos reclutados con acierto por Giralda, el propietario del local, en el mundillo musical de la época, pero sobre todo su éxito se debe a la cantante, Asia Luján, de esta jazz-band. Matías Sampedro es un enamorado de este estilo musical de procedencia norteamericana y por eso todas las noches ocupa un reservado en el night club. También Jorge Lanza, si bien por motivos más relacionados con la entrepierna, acude a otro de los reservados donde ríe y gestiona sus pillerías, negocios y conquistas amorosas.
En este micromundo que es el night club están todos los constituyentes de la sociedad real española del momento: los delincuentes de cuello blanco (Sampedro y Lanza que en su momento entrarán en conflicto); los secuaces de uno y otro jefecillos provenientes las más de las veces, como Nico, de los repletos orfanatos o sacados del hambre habitual como Emilio (en este grupo de secuaces habría que incluir al Ruso, un sicario sin escrúpulos a las órdenes de Sampedro, y también a Armando Mosquera 'el Tuerto', ejemplo de adaptación al medio: delincuente y asesino, chequista en el Madrid asediado y en el franquista colaborador de los nuevos empresarios como es Jorge Lanza); las pobres chicas que para salir adelante ellas mismas y ayudar a sus familias se convierten en deseadas artistas en la noche madrileña (es el caso de Asia Luján, la cantante del Dixie, que cada noche al abandonar el local de la plaza del Carmen y cambiar su lujoso vestuario vuelve a ser quien es en verdad; Rosita Muñoz, la honesta chica que vive por la zona de Legazpi)… En medio de toda esta fauna variopinta hay un árbitro, una autoridad, que cual camaleón hace creer a unos y a otros que su función sólo es la de estar a su servicio, si bien según avanza la historia veremos que no es tan tonto el comisario Gante como Sampedro y Lanza pensaban.
La novela, por el asunto, es una novela negra que muestra los bajos fondos de la sociedad, la corrupción de quienes debían de vigilar que no se cometiesen delitos, la vida real de la España de esta segunda mitad de los años 40 llena de hambre, de cartillas de racionamiento de distintos tipos, de falsificaciones, de estraperlo, de palizas, de crímenes, de deseos reprimidos, de abusos de todo tipo... Al tiempo que la trama es soportada por personajes de ficción, éstos corretean por un Madrid real, histórico, un Madrid nocturno y musical en el que compiten estrellas de la canción española como Lilian de Celis, la bella Otero, Conchita Piquer, Carmen Miranda o María Félix, entre las artistas españolas, y Billie Holiday o Ella Fitzgerald entre las extranjeras. No cabe, en mi opinión, calificar este relato de novela histórica al quedar fuera del mismo los personajes históricos propiamente dichos: se sabe que estamos bajo la férula de Franco y su Dictadura, pero no aparece nombrada ninguna autoridad reconocida ni hay interacción alguna entre personajes históricos y de ficción.
Más bien situaría esta narración dentro del realismo costumbrista que tan buenos frutos siempre ha dado en nuestro país. Aparece el Madrid auténtico de la época, y no sólo en sus calles sino también en los negocios que se abrían en ellas:
“Nico se había presentado hecho un pincel. Durante los días anteriores, había recorrido los alrededores del Dixie preparándose para la cita. Había estado en Galerías Preciados y en la Camisería Vergara, en Los Pequeños Suizos y en la sombrerería Zapater y ahora estaba allí, hecho un dandi con un traje nuevo, una impecable camisa blanca, zapatos de piel y un elegante sombrero con cinta de raso negra” (147, capítulo. 7)También para situar el momento concreto en que la acción sucede el autor nos ofrece datos de época. Así por ejemplo dice que esto sucedía cuando en los cines de la avenida de José Antonio (la Gran Vía) se proyectaba “Los últimos de Filipinas” estrenada en España en 1945. También para calibrar el momento exacto podemos recurrir a que se va a iniciar la remodelación del estadio de Chamartín, que tuvo lugar en 1946, o que Quincoces en el momento era el míster del Real Madrid, algo que tuvo lugar en la temporada 1945/46 ("Manolo le daba una y mil vueltas al indiscutible talento de Quincoces, al parecer antes un jugador excepcional y ahora un entrenador que llevaría a la gloria al Real Madrid, y de unos tales Ipiña, Prudente y Barinaga, unos prodigios con el balón según el barbero.", pág 241). También puede servir para fijar la época la emisión de billetes de 100 ptas. con la efigie de Goya en su dorso, billetes que vieron la luz en 1946.
"Gante se metió la mano en un bolsillo de la chaqueta, sacó un pequeño fajo de billetes y separó de él dos 'goyas', los nuevos billetes de cien pesetas emitidos con la imagen del pintor." (pág 242)
Hay mucho de objetivismo en esta novela a pesar de que la narración esté puesta en boca de una primera persona, Emilio 'el Monaguillo'. Esta 1ª persona narrativa es la predominante, si bien muta a una 3ª objetiva en ocasiones. Asimismo esta narración intradiegética cambia o alterna a la 2ª cuando la integra en ella viéndose el narrador como desde fuera de sí mismo:
“Quizá, al principio, cuando viajaban los trenes y cuando descubrí el Dixie y cuando Nico y yo nos hicimos no ya sólo compañeros de correrías sino amigos, habría elegido cualquier color radiante. Un color tan deslumbrante que con solo mirarlo te cegase por completo. Pero ahora ya no estaba tan seguro.”
El que la narración sea en 1ª persona es lo propio en una novela como la que Fernando Benzo ha escrito, una novela picaresca moderna. El tono del género es total en algunos momentos como el siguiente: “Y gracias a aquellas charlas en que se mezclaban por igual mentiras y verdades, también pude yo ir enterándome de quiénes eran los dos personajes más admirados e intrigantes de toda aquella exuberante fauna que llenaba noche tras noche el club Dixie.” (p.89). Cualquiera que conozca nuestra novela del siglo de oro reconocerá aquí al mismísimo Lazarillo de Tormes confesándose a ese 'vuesa merced' transformado aquí en el propio lector. Y por seguir con la analogía lazarillesca, al final del capítulo 11 se ve el paso del Emilio niño al Emilio adulto:
"Aquel fue mi primer pensamiento adulto. Mi primera decisión como hombre y no como niño. Y con aquella decisión quedó para siempre atrás la persona que había sido yo hasta entonces y comenzó la vida de ese otro yo, el adulto, que" […]Estamos, pues, como en la mayoría de novelas picarescas ante una obra de aprendizaje, una novela de iniciación, un bildungsroman característico.
La novela, en mi opinión, tiene vocación de best seller, de buen best seller, me atrevo a decir. Contribuye a su bondad el ritmo que el autor confiere a la historia, con esos finales de capítulo que incitan a leer y leer, a no poder abandonar la lectura a fin de conocer en qué parará todo. Saber dotar de ritmo a una narración y conseguir captar absolutamente la atención del lector es mérito innegable no al alcance de todos. A esta captación del interés contribuyen dos elementos por encima de otros: el primero es el de un culturalismo literario poco complicado como evidencia el que se haga uso de imágenes lindantes con el tópico para caracterizar a algún personaje; en este nivel estaría el considerar al estraperlista Sampedro de ser un Robin Hood, para unos, y un Scrooge, para otros. Como se ve no se precisa ser muy leído para captar el sentido correcto de estas figuras.
De mayor nivel e interés es el culturalismo musical -en especial jazzístico- que Fernando Benzo demuestra y esparce por el relato. Se ve que domina el asunto y que es un diletante de estos ritmos sorprendentes, sin duda alguna, en una España que en esos años 40 musicalmente hablando estaba más por el cuplé y la copla. Es muy interesante la justificación que para aparecer en el relato realiza el autor: El jazz lo conoció Giralda en París de mano de su amigo americano James quien siguió la estela de Hemingway, Fitzgerald y Stein. Tras la liberación de París, este James le envía a Giralda con cierta regularidad discos de Louis Armstrong, Tommy Dorsey, Jessie Smith, Count Basie, Duke Ellington, las Andrews Sisters, Cab Calloway, la orquesta de Pérez Prado, Charlie Parker... Y él en su night club procura que su cantante, Asia Luján, entone estos temas tan distintos a lo que se podía escuchar en los tablaos, e incluso en el Pasapoga donde a lo más que se llegaba era al foxtrot o al swing tipo Glenn Miller que aunque ambos derivaban del jazz eran ritmos más admitidos por el gran público que los de los artistas citados antes.
Tiene para el novelista tal interés el mundo musical que muestra en "Las cenizas de la inocencia" que él mismo se ha ocupado de crear en Spotify la playlist de la novela. Es una playlist fantástica, que he oído durante la lectura de la narración y que me ha encantado. La coloco a continuación para que quienes, como a mí, os guste este tipo de música disfrutéis con ella.
Final
Para mí Fernando Benzo ha sido un feliz descubrimiento. La lectura de su novela "Las cenizas de la inocencia" me ha resultado agradable, instructiva y muy entretenida. La historia de Emilio, el chico que se hace mayor a lo largo del relato, es muy creíble, y, además, está escrita con altura literaria sin jamás hacer difícil la intelección de la novela. Momentos destacables en el relato son entre otros los siguientes:
“Cuando era un niño Marita solía decirme que todos los sueños tienen un color [...] Marita tenía sueños rojos y verdes y rosas y amarillos. Los peores eran los sueños grises, que la ponían de lo más melancólica, y los sueños negros ceniza, como los llamaba ella, que le daban un miedo espantoso.” (pág. 200, cap. 9, Emilio recordando su vida de niño junto a su madre).
“Trabajaban para él hasta las ancianas que se solían colocar a la salida de las estaciones de metro para vender por un céntimo a los más desesperados los chuscos, unos repugnantes panes de almorta que amarilleaban y se endurecían hasta quedar como piedras aun antes de haber salido el horno.” (pág. 90, hablando del estraperlo montado por Matías Sampedro])
"Aún era temprano para que el bar estuviese ya hasta los topes de su clientela habitual, una exótica mezcla de donjuanes sin fortuna, aristócratas ociosos, políticos en ascenso, crápulas infatigables, chicas de alterne, parejas de amantes clandestinos e imprudentes, toreros pintureros y todo tipo de artistas consagrados o aún por descubrir. A diferencia de los demás locales nocturnos de la avenida de José Antonio, en Chicote no había baile ni actuaciones" (pág. 149).
Leyendo la anterior descripción de la coctelería Chicote no he podido por menos que recordar la serie televisiva de éxito fulgurante "Arde Madrid" que con acierto y buena mano ha estrenado hace pocos meses el actor y director Paco León. Está claro que hay olas, tendencias, momentos, en que unos espacios y/o épocas parecen imponerse en la consideración de los creadores. Al respecto pienso que esta novela de Fernando Benzo podría fácilmente verse convertida en imágenes y creo que tendría muy buena acogida entre los seriéfilos.